Capítulo 10: Esperanza y futuro
Terry no come chocolates desde que volvió de visitar a Eleanor, porque ya no puede confiar en ellos. Se los regalaba a Klin para que el animalito los comiera.
De pequeño, los amaba.
Su madre siempre se los daba y lo arropaba para dormir después de un cuento y su padre le compraba todo lo que deseaba y lo abrazaba.
Cuatro años de su vida fue feliz, convencido de que siempre sería así.
Ahora sabe que su vida no fue fantástica, después de todo.
Con cinco años aprendió que la soledad sería parte de su vida y con su padre mandándolo lejos, se acostumbró a pensar que debía ser así. Que la soledad sería su única amiga.
Y entonces la conoció. A Candy. Y se desilusionó. Candy White Andley era una niña como todas las demás. A decir verdad, era aún más ordinaria. No había nada extraordinario acerca de la joven. Tenía la voz demasiado aguda, era delgada, su cabello rubio era ensortijado y tenía pecas en la cara. Él nunca pensó que la ordinaria Candy se convertiría en su salvación. Antes de que ella llegara él estaba bien, viviendo de la mano de su soledad y odiando el chocolate porque decidió que ellos le habían mentido y se prometió no volver a comer uno.
Los chocolates llenan de alegría y esperanza. Todo chocolate es señal de buen futuro, ya que al comerlo, ya no hay preocupaciones ni problemas. Con chocolates, el mundo es mejor y más feliz.
Pero la ilusión termina con la caja vacía de chocolates y el mundo real te golpea la cara con fuerza.
Ahora, un año después de su primer beso y a pocas semanas de su primer año como novios (aunque él nunca diga la palabra en voz alta) tiene mucho que agradecer, pasaron muchas cosas entre ellos, demasiadas, y por desgracia, muchas no fueron buenas. Pero siguen juntos y el pasado quedo atrás, muy atrás. Aún así Terry recuerda su promesa y continúa convencido de que los chocolates le mintieron, pero ya no importa y quiere volver a vivir la fantasía.
Le da un mordisco a su barra de chocolate y se recarga en la cabecera de la cama, con Candy dormida sobre su pecho en aquel pequeño departamento que ha sido testigo de su amor y su lucha para conseguir sus metas.
Sí, quizá los chocolates no le mentirán esta vez y la alegría si será perpetua porque Terry quiere que ese año se convierta en diez, en veinte y así sucesivamente y que nadie se interponga en su futuro.
Porque él será Romeo y Candy se titulara como enfermera. Él no podía dejarla, porque así era como debía ser, de a dos.
Juntos. Hasta el final.
Fin