Buenas, estimado/estimada lector/lectora. Hago éste fic porque me han influenciado dos fanfics diferentes pero que tratan de un mismo personaje, el primero es: Hilos del destino, de AngelMariaNF que desarrolla una Sunset Shimmer que es exactamente contraria a la mía con un tono único en su narración, el segundo es: Identidad Robada, de FHix, que tiene una temática afín a la mía, la identidad, pero para encontrar la identidad de Sunset Shimmer (de Equestria poni) recurre a otros personajes sin abordarla nunca de forma directa – aunque el personaje principal viene a ser la Sunset Shimmer del mundo humano.

Debo decir que con ambas lecturas ha crecido mi fascinación por el periodo de tiempo en el cual Sunset Shimmer fue estudiante de Celestia y de eso trata éste fic. Así pues, si cada autor interpreta a los personajes canon, les invito a ver a "mi" Sunset Shimmer estudiante de Celestia.


¿Qué papel le damos a lo fortuito en la vida? Menos del que realmente tiene; Celestia podía concederle ese único axioma a todas las cosas que Discord podía advertir en sus conversaciones. Una coincidencia fue la que la llevó a buscar ese objeto a media noche. Un libro, una pregunta indirecta que su ex estudiante predilecta había enviado por ella. Todo porque, después de mucho tiempo, vacilaba.

La razón: una yegua que conoció en el pasado… una desconocida a la que por casualidad conoció cuando fue a ver las pruebas para entrar a la academia para unicornio superdotados de Celestia, que obviamente ella había fundado, la misma yegua a la que había visto algunos años atrás solo para poder reconciliarse.

Esa coincidencia la llevó hasta una sección oculta del castillo, una que nunca había sido visitada, salvo por cuatro ponis en toda la historia de Equestria. Una sección donde se hallaban los sustratos de la información más restringida… prohibidos.

- ¿Qué haces aquí a estas horas de la noche? – La voz de su hermana la trajo de vuelta a la realidad – Se supone que debes estar bien descansada para mañana… tenemos un baile ¿Lo olvidas?

- Si compareces en él junto con tu hermana. – Afirmó la mayor mientras hacía levitar un par de baúles. – Y yo debería hacerte esa pregunta a ti.

- Basta con presentarme al final. – Espetó la princesa de la noche acercándosele. – Y… a veces me permito un descanso breve antes de terminar con mis tareas. – Al hallarse cerca se percató del desorden que la de pelaje blanco creaba, esa era una señal clara de que estaba afanada en encontrar algo. - ¿Qué estás buscando?

- Nada… nada importante.

Entonces, al extraer uno de los baúles de las repisas superiores, un papel mediano cayó hasta llegar al suelo; Luna pudo ver a la perfección que se trataba de una fotografía.

- Ésta eres tú cuando más joven… y la otra… es esa tal Sunset Shimmer que vino hace algunos años aquí.

Luna recibió un toque de la magia de Celestia en su nariz por el comentario sobre su edad y pronto tomó la foto, junto a todo el baúl de color rojo.

- Sí… precisamente.

- Ahora que lo pienso. Tú nunca hablaste de ella, incluso te pusiste elusiva cuando te pregunté algo al respecto.

El rostro de Celestia reflejó una expresión poco común… levantó la foto, observándola detenidamente, poco antes de que sus párpados se cerraran. Entra ambas realmente existían pocos, poquísimos secretos… Por qué aquel habría de ser uno.

- Porque hermana mía, ella fue mi más grande fracaso.

Luna puso pues atención a la foto. En sí misma tenía algo extraño, desde luego, Sunset Shimmer era más joven, ni siquiera había terminado de crecer, aunque estaba cerca de hacerlo. Sus ojos denotaban un distanciamiento enorme, su rostro no presentaba una sonrisa, sino más bien unos labios ladeados, una mirada de hiel, una melena apenas arreglada y por supuesto, en lugar de figurar cerca de Celestia, se alejaba unos centímetros. Mientras su hermana trataba de dar el mejor aspecto posible.

- La tomaron un año antes de que ella se fuera. – Agregó su hermana haciendo levitar la imagen tan intrigante. – Ahora puedo comprender que para entonces no había marcha atrás.

- ¿Por qué dices eso?

- Porque – Celestia suspiro profundamente. – ella fue la única estudiante que jamás pude predecir y también con la que todo fue difícil desde el inicio. Escondía más de lo que pude ver el día en que la vi cuando la conocí… - como nunca antes, el ánimo de la yegua decayó de pronto, sorprendiéndola incluso a ella.

- Pero, ¿Acaso no se disculpó contigo?

- Sí lo hizo… pero, creo que ese tiempo fue muy complicado y muy doloroso… por eso oculté todas sus cosas aquí.

Luna se percató de la verdad de las palabras de su hermana y prefirió quedarse en silencio.

- Pero bueno, supongo que tienes que volver a tus labores como princesa… nos vemos en la mañana. – Dijo la de pelaje blanco mientras abría el cofre.

Sin más palabras entre ambas, la menor salió de la biblioteca para subir hasta su torre y entrar en el mundo onírico de los demás ponis.

El trabajo como princesa de la noche tenía sus complicaciones, una de ellas era entrar al reino de los sueños para cuidar a los ponis de sus pesadillas. Ingresar era fácil, actuar como princesa era lo difícil, el mundo onírico, podía ser el más incoherente en su relación con la realidad, pero el más claro en cuanto al interior de cada poni.

No obstante, pronto pudo reconocer una puerta… la que llevaba directamente hacia el mundo de los sueños de su hermana, varias tinieblas salían de él; eso no era algo bueno. Por lo cual, la princesa de la noche decidió ingresar.

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- Mamá. ¿Mamá?

Las palabras de una potrilla se podían identificar mientras una densa cantidad de tinieblas emergían al encuentro de Celestia. Quien, invadida por el miedo, con el corazón latiéndole fuertemente no dudó un solo instante en comenzar a galopar sobre un suelo apenas visible... pero éste era de mármol, podía reconocerlo con toda claridad por el sonido de sus cascos.

- ¡Mamá! – Como si el grito se sofocara en el viento, su sonido cambiaba, se hacía más débil… pero la desesperación todavía era patente.

Galopaba con todas sus fuerzas; finalmente una puerta cerrada se presentó ante ella, con un rayo de su magia pudo forzarla a abrirse, avanzó sin detenerse, pero el sonido de la piedra quebrándose hasta romperse le hizo reconsiderar bien el lugar en donde estaba. La penumbra no paraba de hacerse más densa, como si de humo se tratase, lo rodeaba todo, incluso amenazaba con rodearla a ella. La punta de su cuerno creó una luz lo suficientemente poderosa para marcar una margen de espacio alrededor de ella.

Su paso se aminoró al sentir varios fragmentos de piedra desperdigados por todo el piso de mármol.

- ¡Mamá! ¡Tengo miedo...! – Los gemidos del llanto de la potrilla no se hicieron esperar.

- Dónde estás. – Gritó la princesa del sol mientras trataba de ver una puerta o a algún poni cercano.

Volviendo a la carrera, Celestia sintió que su casco pisaba una superficie diferente, bajó la mirada para percatarse de que se trataba de un estandarte de Equestria, al menos de la peculiar tela con que estaban hechos.

- ¡Mamá! – Otra vez el grito de la potrilla pudo con los nervios de la princesa. Pues el llanto de la yegua comenzaba a cargarse de dolor.

Otra puerta, ésta vez, la penumbra parecía querer devorar todo rastro de luz. Ni bien la hizo añicos, pudo reconocer una espada, en el piso, una lanza… avanzó sin más objetivo que encontrarse con aquella voz que tan bien conocía. El sonido del fuego consumiendo todo lo que hallaba a su paso llegó hasta sus oídos. Pero su luz no era visible pues la penumbra parecía ya no dejar paso a luz alguna.

- Mamá… - Ya no había grito, aquella voz parecía estar ahogada, fría...

La desesperación de Celestia llegó a su punto límite, extendió sus alas para levantar vuelo; pero estas se entumieron de repente, replegándose contra su voluntad a su cuerpo… un calor insoportable lo inundó todo… agobiante, casi instantáneamente el sonido de varios objetos pesados cayendo alrededor y transformándose en fragmentos que volaban por el aire creó una sinfonía mezclada con todo lo anteriormente visible. Pero ella continuó galopando.

El aire comenzó a llenarse de un humo que parecía quemar las fosas nasales…

Finalmente la encontró… estaba tumbada en el piso de mármol, por alguna razón, solamente en ese punto de toda la habitación las tinieblas cedieron algo de espacio, para mostrar que el piso entero estaba resquebrajándose, algunas partes de éste caían a un abismo… pero ella estaba ahí. No decía nada.

De pronto uno de los ojos de la potrilla se abrió para hacer contacto con los de Celestia. Ésta estaba a punto de tranquilizar a la pequeña para sacarla del lugar cuando el mármol en el que estaba acostada se resquebrajó para romperse y enviarla al abismo. La princesa nuevamente extendió sus alas para lanzarse a salvarla, sin importar que no pudiese volar, no dejaría que nada malo le pasara… no de nuevo.

Pero las tinieblas atravesaron sus alas, sin causar herida alguna; pero, de alguna forma la sujetaron con una fuerza que simplemente no pudo vencer.

- ¡Sunset Shimmer! – Gritó entonces. - ¡No!

Pero, con toda claridad, todo el ruido producido por los alrededores cesó, Celestia pudo oír con toda claridad el sonido de unas alas batiéndose… pudo precisar su ubicación, pero no pudo apreciar al responsable de dicho sonido, pues las tinieblas nuevamente lo invadieron todo… no obstante, el batir continuó hasta detenerse a pocos metros delante de ella.

- ¿Sunset Shimmer? – Cuestionó… en el fondo, algo le decía que esa era la referida. Mas no osaba darle credibilidad alguna.

Entonces, un brillo particular se mostró… dos círculos turquesa que brillaban con una intensidad tenue, pero que atravesaba la penumbra.

- Llegas tarde. – Expresó una voz femenina similar a la de la pequeña potrilla, pero que parecía desgarrarse por encontrarse llena de odio y rabia salidos desde lo más profundo.

Entonces lo que fuese aquello se movió, pues el resplandor de los círculos turquesas también lo hizo. Al poco tiempo, el batir de alas regresó y unas garras tomaron por el cuello a la princesa del sol.

El sueño acabó mucho antes de que Luna pudiera hacer algo.