Día 1: Girasoles
"El mago que quería ser un girasol"
Ya casi era verano, el verano en donde Kenma por fin dejaría el Kinder y comenzaría su nueva etapa en la primaria. Su madre estaba muy entusiasmada con la idea ya que en su último festival en su escuela harían un pequeño festival para los padres; la tentativa era una pequeña obra musical.
A Kenma todo esto lo tenía sin cuidado, él realmente no disfrutaba en particular su ida de esta etapa, sobre todo porque eso significaba dejar de ir a ese lugar y dejar de ver a un amigo que había hecho en sus recesos.
Era alguien muy particular, algo raro a la vista de Kozume. El párvulo no acostumbraba a salir mucho con los otros niños, él prefería quedarse en su aula y dibujar un rato. Le gustaba dibujarse a sí mismo como un mago, como en los videojuegos que veía que Kuroo jugaba. Al menos cuando entrara a la primaria podría comenzar a jugar esos videojuegos también, había visto suficientes veces a Kuroo a jugar y ya se sabía algunos trucos.
Uno de sus primeros días en su último año, cuando las profesoras habían salido a ver un problema que se ocasionó por dos niños que se estaban peleando, alguien entró a la puerta de su salón.
Kenma dibujaba algunas cosas como siempre, cuando notó un cabello de un color muy peculiar asomarse por la puerta: pelirrojo. Un niño pelirrojo, posiblemente un año menor.
El pelinegro miró detenidamente cómo ese niño miraba a todas direcciones para asegurarse de que nadie lo viera entrar al aula, escabulléndose y yendo de puntillas hasta donde el otro se encontraba. Kenma siguió con la mirada a tal chico, hasta ver como se escondía bajo la mesa donde él dibujaba, saliendo por el espacio de un asiento al lado suyo, mirando sin discreción lo que estaba sobre la mesa.
—¿Qué dibujas? —inquirió con curiosidad. Kenma pudo notar que este tenía su ropa bastante sucia y su cabello despeinado —. ¿Es un gato? —Volvió a preguntar, alargando su cuello y posicionándose muy cerca.
Kenma tuvo que voltear la cabeza a otro lado y se escondió entre sus hombros. No estaba muy acostumbrado a que alguien invadiera su espacio personal de esa manera, mucho menos alguien a quien no conocía y que le hablara de repente.
—Es… —Murmuró un tanto abochornado, sin mirar al otro, el cual aún le sostenía la mirada con entusiasmo. Kenma no entendía por qué no miraba el dibujo, era mucho más interesante que él.
—¡Shouyou! —La voz de una profesora entró desde la puerta y el niño se ocultó bajo la mesa como un acto reflejo. Kozume miró esta acción con detenimiento.
Él era uno de los niños que se habían involucrado en una pelea, eso tendría sentido por lo sucio que estaban sus ropas, además de que evidentemente se estaba ocultando.
—Kenma-chan, ¿has visto a un niño pelirrojo por aquí? —le preguntó gentilmente la mujer, con una de esas sonrisas suaves que siempre mostraban.
El niño era pésimo ocultando las cosas, miraba disimulada e involuntariamente bajo la mesa y así es como ella supo dónde se escondía el escurridizo niño. Sacó a aquel niño de su escondite y en seguida empezó a protestar.
—¡Kageyama empezó! —fue lo último que escuchó de él antes de desaparecer por la puerta.
Pasaron semanas después de aquel episodio. La profesora de Kenma le había dicho que no podía quedarse todo el tiempo en el salón de clases, que debía salir y jugar con los demás niños, pero aun así le dejaba sacar su caja de crayolas para seguir dibujando en su cuaderno por si se aburría mucho.
—¡Hey! —Escuchó el llamado de una voz desconocida, era un niño azabache que se acercaba, parecía enojado y Kenma no sabía el por qué, jamás lo había visto. Sus hombros se tensaron e intentó esconderse detrás de su libreta, pero logró visualizar una cabellera pelirroja.
—¿Shouyou? —mencionó bajando la libreta lentamente. Observó cómo el niño de cabellos oscuros empujaba sin mucha delicadeza al pelirrojo hasta donde él estaba sentado. El niño casi se tropieza pero logró recuperar el equilibrio.
—K-Kageyama… —Lloriqueó el pelirrojo con el rostro enrojecido de vergüenza. El aludido sólo se dio media vuelta para irse, murmurando cosas como "tonto Hinata", o algo por el estilo.
Kozume parpadeó dos veces y miró al otro niño sentado a su lado, jugando con el borde de su ropa, con la mirada en el suelo. Pasó casi un minuto entero sin que ninguno de los dos hablara. Kenma sólo continuó garabateando hasta que Hinata al fin se dignó a ver ligeramente por sobre la libreta del niño.
—¿Qué dibujas? —se escuchó una tímida pregunta.
—Huh… —La crayola amarilla se detuvo en medio del papel y los labios de Kozume se curvaron en una sonrisa incomodidad—. S-se supone que el mago lo ha convertido en un gato y tiene que encontrar la pócima para curarse.
—¡Esa suena genial, Kenma! —exclamó demasiado alto, haciendo que el castaño se alejara un poco— Pero, ¿encontró la correcta?
Kenma lo pensó un poco y deslizó sus orbes ámbar por su dibujo—. No lo sé.
Su respuesta fue tan corta y simple que muchos simplemente se habrían aburrido e ido, eso era lo que comúnmente esperaba Kenma, pero ese no fue el caso con este niño. Hinata era un niño muy extraño, tanto que se quedó y comenzó a darle ideas para continuar con su dibujo. Shouyou era muy creativo, o eso pensó Kozume. El resto del descansó permanecieron así, Hinata de vez en cuando se paraba y actuaba escenas épicas para darle más ideas a Kenma.
En días, Hinata incitó a Kenma a que jugaran en el laberinto y ese sería el lugar donde el mago tenía que rescatar al guerrero de luz pero aún siendo un gato. En eso también se les integró aquel niño que antes había arrastrado a Hinata hasta Kenma, él hacía de guardián de la fortaleza donde el guerrero aún estaba recluido.
Al poco tiempo, Kenma había perdido la costumbre de quedarse en su salón todo el descanso.
Pero era poco tiempo el que quedaba, Kenma ese último al fin entraría a la primaria, todos a su alrededor parecían emocionados con eso, menos Hinata, que aunque lo negara, se le notaba algo triste.
—Kenma, nunca supimos si tomó la poción correcta para volver a la normalidad… —murmuró Shouyou en uno de sus últimos recesos juntos. El pelirrojo pateó sin fuerzas una piedra que rondaba por sus pies. Kozume estaba sentado a su lado con su libreta a un lado —Al menos qué es lo que quiere ser…
—Es un mago… —respondió Kozume, cortamente. Hinata negó con la cabeza.
—No lo que es, sino lo que quiere ser. Es decir, puede ser lo que sea, ¿no?
Kenma pensó en eso último. No lo había visto como una posibilidad antes; cuando quiso opinar sobre eso, la campana de entrada hizo que las maestras salieran a llamar a los niños para que regresaran a sus respectivas aulas.
Los siguientes días no se pudieron ver mucho, se resumían más en ensayos para el festival que organizaban al final de cada año.
Kenma no tenía muchas ganas de participar, pero su madre estaba realmente entusiasmada de verlo como un pequeño girasol junto a los demás en un pequeño baile que su maestra bailaba. No había visto a Shouyou desde hace mucho, pero lo vería el día del festival.
Uno de sus energéticos compañeros, Tora, estaba casi saltando mientras esperaban su turno para pasar al escenario. Se veían particularmente graciosos y adorables, según su madre. Kenma tenía los cabellos negros y su mamá se lo había dejado suelto para que simulara ser el centro de un girasol. Una corona de pétalos adornaba el alrededor de su cara, sus mangas simulaban ser hojas largas y el resto de su ropa era verde. A su madre le pareció un buen detalle pintar de marrón la punta de su nariz.
Al menos su maestra les había dicho algo interesante sobre esas flores, que ellas siempre seguían al sol a donde fuera.
Pero ellos pasaban a lo último, Kenma no sabía que Hinata iba a pasar antes que ellos. El grupo donde su amigo estaba hizo una obra de teatro, con diálogos cortos y sencillos. Hinata apareció casi al final, revelando que además de un guerrero se trataba del sol oculto entre los personajes. Sus mejillas resaltaban por un poco de pintura de amarilla y ropa del mismo color. Se reía demasiado, como si realmente iluminará el escenario sin darse cuenta.
—¡Kenma! —Escuchó la exclamación que bajaba del escenario y le daba un fuerte abrazo al que no supo cómo reaccionar. Fue muy corto, y de alguna manera no le gustó que fuera tan corto.
—Shouyou… —dijo Kenma con palabras tímidas, simplemente no sabía cómo decir lo que tenía en mente.
—¿Qué tienes, Kenma? —Comentó con un tono de preocupación.
—Creo que ya sé que es lo que quiere ser el mago… —aclaró innecesariamente.
—¿Enserio? ¡Dime, dime! —exclamó, sonriendo entusiastamente. Kenma tuvo que apartar la mirada unos segundos.
Se escuchó el llamado de sus maestras para que pasaran al escenario, Hinata tiró levemente del traje de niño mayor. El menor aún le miraba expectante.
Kozume desvió la mirada unos segundos más, un rojo resaltaba en sus mejillas como la pintura en la punta de su nariz —. Sería un girasol…
—¿Un girasol? —Algo extrañado, Shouyou ladeó la cabeza —. ¿Por qué un girasol?
—Porque… —pero no logró terminar.
Subieron todos al escenario, Hinata tuvo que irse antes porque su madre tenía un compromiso, esa fue la última vez que se vieron en el jardín de niños.
Hinata sorprendentemente no se había olvidado de aquello. Se había quedado con la duda, ¿por qué un mago quisiera ser un girasol? Se lo había preguntado a sus amigos, los cuales conoció en la primaria una vez que se mudó a Miyagi, a sus superiores del equipo de Voleibol una vez había entrado a Karasuno. Nadie pudo responder una pregunta como esa. Aún así, había olvidado por completo de dónde había salido tal duda.
No fue hasta un día, donde había perdido en una carrera que había tenido con Kageyama, cuando por fin alguien pudo responder esa pregunta.
—¿Por qué un mago desearía ser un Girasol?
El chico de cabellos rubios le contestó: —Porque está enamorado del sol.
