El Viaje del Héroe

1. Iniciación

Para Arya,
un nuevo aunque sencillo
viaje que emprendo siguiéndote
como una dulce estrella
en mi oscuro firmamento.

La puerta crujió un poco al ser empujada lentamente. Los oídos de Cheren estaban atentos, y sus manos nerviosas trataron de levantar un poco la puerta al sostener la perilla para evitar que arrastrase e hiciera demasiado ruido.

Se sentía sumamente extraño entrando así a la casa de su amiga Bianca, como a hurtadillas, pero prefería mucho más esa situación a tener que enfrentarse cara a cara a un encuentro con el padre de la chica. Y no es que el señor fuese especialmente difícil (que lo era), tan solo un padre preocupado protegiendo a su amada hija, pero por alguien tan distante y socialmente inexperto como Cheren, la sola idea de tocar la puerta y tener que aguantar la mirada desconfiada y actitud arisca del hombre de la casa era más de lo que deseaba tolerar.

Igual, no había mucho que temer, sabía que los padres de su amiga estaban fuera momentáneamente, pero aún era en extremo precavido, solo por si acaso. Y Cheren se preciaba a si mismo de ser una persona que piensa en todo, todo el tiempo, y viviendo en un pueblo tan pequeño Nuvema es dificil no enterarse de todo lo que sucede.

Esa tarde pretendía verse con Bianca para salir a explorar algunas rutas y atrapar algunos pokémon nuevos. El chico, totalmente reacio a los planes improvisados y poco esbozados, acepto a tal idea luego de que ella le solicitara tan vehementemente su ayuda. Bianca no era para nada una entrenadora hábil, y Cheren tenía esa presencia de sabelotodo insoportable que está dispuesto a dar catedra enciclopédica a la menor provocación.

Y con Hilbert lejos por su desafío al campeonato, Bianca no tenía más a quien recurrir.

Los zapatos deportivos de Cheren subieron por las escaleras de madera de la casa, su mano apenas rozado el barandal. No sabía si llamarla, una parte de él temía que su padre saliera de estar escondido en un rincón y le preguntara que estaba haciendo ahí. No había nada que temer después de todo, Cheren había sido invitado a la habitación de Bianca otras veces a jugar videojuegos y ella siempre tuvo mucha confianza con sus buenos amigos, a pesar de ser una chica muy tímida siempre.

La luz del interior del cuarto se filtraba por una abertura entre la puerta y el muro, y el sonido de pasos y movimiento dentro de la habitación le confirmó al chico que ella debía estar dentro. Abrió la puerta de par en par y en cuanto en su vista periférica, apareció la silueta de la chica, llamó su nombre, sin saber lo que sucedería en consecuencia…

―¿Cheren…? ―casi saltó Bianca por la sorpresa, y al tratar de dar un paso hacia atrás, perdió fácilmente el equilibro por tener los brazos y la cabeza metidos en la blusa que se estaba poniendo apenas. Si poder sostenerse de nada, cayó de golpe, sentada.

El chico dio un paso atrás preocupado, pero tan pronto la cabeza rubia de la despistada Bianca salió del cuello de la blusa lanzando una risita nerviosa, el susto del chico pasó… solo para ser reemplazado por una sensación muy distinta.

Y es que la blusa de Bianca seguía arrugada sobre su cuello, y aunque ya estaba vistiendo su larga falda blanca y sus calcetas anaranjadas, en la parte superior de su cuerpo nada más, salvo un sencillo sostén de color blanco hacia un trabajo muy austero al cubrir los juveniles pero bien provistos senos de la chica.

Los ojos del chico se abrieron mucho tras sus gafas ante la repentina visión y una mezcla de sentimientos lo invadió al momento de que, sabiendo que no era correcto que la mirara, disfrutaba mucho de poder estará viendo. El desconcierto se reflejó en el rostro de ella al mirar a Cheren pasmado, no entendiendo al principio, luego siguiendo la línea de visión de su amigo a donde estaba mirando y tan pronto lo entendió, sus mejillas se tiñeron de rojo intenso y lanzando un leve chillido se cubrió rápidamente, desarrugando la blusa en un solo movimiento.

Terriblemente apenado, Cheren salió de inmediato, a todo correr, escaleras abajo y atravesó el umbral de la casa sin más.

El plan de esa tarde había quedado inesperadamente cancelado y no sabía cómo la miraría a los ojos la próxima vez que se encontrara después de eso.

Con ayuda de Unfezant, el chico descendió en Ciudad Nacrene minutos después. Se escabulló por las calles sin mirar a nadie, discretamente y se internó en el Museo de Historia Natural. Sentía que necesitaba distraerse, darle a su mente algo más en que pensar, pues cada vez que se distraía demasiado, a su cabeza regresaba esa imagen que apenas acababa de presenciar: los hermosos, tersos y pálidos senos de su amiga Bianca, muy apretados uno con otro en su sostén blanco. Y eso lo hacía sentir culpable. Se sentía culpable porque Bianca era la chica más dulce e inocente que había conocido en su vida, aunque debajo de su ropa conservadora y reservada, su cuerpo era para nada algo despreciable. Sus largas medias escondían unas piernas torneadas y apetecibles, mientras unas gruesas caderas se entallaban a veces en sus largas faldas aunque ella no lo percibiera. Su largo cabello rubio enmarcaba su precioso e infantil rostro mientras, bajo una blusa blanca y un suéter sin mangas anaranjado a juego, aquellos redondos y suaves tesoros de los que Cheren pudo rescatar un atisbo se escondían a plena vista, imposibles de disimular por su tamaño.

El Chico sacudió la cabeza violentamente, incluso se dio una bofetada, al grado de tirarse de la cara sus propias gafas.

―Oye, con cuidado, chico. No querras romper alguna de nuestras vitrinas con tanta fuerza. ―una voz adulta, femenina y un poco burlona se escuchó detrás de él.

El chico tuvo que agacharse a recoger sus anteojos, ponérselos sobre la cara y al entornar la mirada al frente, sobre uno de los escaparates tras los que se mantenían algunos fósiles reconoció el reflejo de dos personas.

Uno, era un chico de unos 14, de cabello largo, negro, lacio, lentes cubriéndole la cara, una chaqueta azul, playera blanca y mirada de desconcierto y arrugando el semblante. Ese definitivamente era su reflejo. La otra persona, alta, de tez muy morena y una abundante y abultada melena esponjosa de color turquesa, sujeta en la parte posterior de su cabeza con una banda de brillantes colores sobre su frente. Su atuendo era una mezcla de formalidad y comodidad, con una camisa de botones, pantalones muy acampanados y un delantal lleno de distintas herramientas pequeñas.

De complexión robusta y actitud perspicaz y un poco arrogante, estaba cruzada de brazos mirando al chico divertida.

―Profesora Lenora, buenos días, lo siento no quise…

―Te he dicho que no me llames profesora. ―sonrió la mujer ampliamente ―Suena como el tipo de persona que se encierra en un laboratorio todo el día y comisiona muchachitos como a tu a salir por el mundo y llenar pokedexes. Yo soy más del tipo al que no le molesta ensuciarse las manos en el campo.

Como una respuesta, el chico asintió bajando la cabeza, nuevamente sumido en sus pensamientos.

―Hey, ¿qué sucede contigo hoy? Tú eres normalmente el callado, pero no recuerdo que lo seas tanto. ―Lenora se acercó a mirarlo de manera analítica ―¿Algo te molesta?

―No es nada prof… quiero decir, Líder de Gimnasio Lenora ―negó el chico con la cabeza.

―Ashhh… no tienes remedio, ¿verdad? ―la mujer se llevó una mano a la frente ―Ven conmigo.

Y un poco a regañadientes, pero siendo sujetado fuertemente por el moreno brazo de la líder de gimnasio, Cheren tuvo que seguirla hasta su oficina. Al pasar por la puerta, Lenora llamó a uno de los asistentes y le dijo sin darle importancia:

―Si Hawes me busca, dile que estoy ocupada. Que no me moleste a menos que sea de vida o muerte, ¿está claro?

El asistente confirmó la orden y salió de ahí antes de que ella cerrara la puerta. La oficina estaba perfectamente ordenada y era lo que se esperaría de una especialista en ciencia pokemon. Libros llenaban muebles enteros y varios diplomas decoraban las paredes a la par de algunos fósiles decorativos o fotografías de especímenes. Cheren entró y se sentó encogido en el amplio y cómodo sofá. Instantes después, Lenora puso en la mesa delante de él una lata de soda que sacó de un pequeño refrigerador cercano. Tomó una de cerveza para ella y abrió sonoramente, para luego sentarse junto a él.

―Bien, ahora si dime. ¿Qué te pasa? ―comenzó ella de nuevo, mirándolo a cierta distancia, para luego agregar al intuir la negativa inmediata del chico ―Y no me digas que no es nada. No llegue a ser la mejor arqueóloga de Unova sin tener buen ojo para los detalles.

El chico desvió la mirada sin decir una palabra.

―¿Nada? Muy bien. Si eso prefieres, lo haremos por las malas. Te mostraré mis poderes de deducción científica ―bebió de la cerveza con aire engreído ― Es una chica.

―¿Qué? ¿Quién…? Yo no dije eso ―saltó de pronto el chico un tanto alterado.

―Una chica que te gusta ―entornó ella los ojos sonriendo ― que por tu reacción no te corresponde o no lo sabe. Conociéndote, mi suposición es que no lo sabe.

Cheren se quedó sin aliento. Mirándola con los ojos como platos. No podía creer de lo que estaba oyendo.

―¿Cómo es que…?

―No te asustes, chico. No es tan difícil. Los niños como tu son como libros abiertos ―dejó la lata sobre la mesa ―entiendo que te sientas inseguro, pero si te dieras la oportunidad verías que no es un problema. A ver, ella de verdad te gusta ¿no? ¿O solamente quieres tener sexo con ella?

Cheren quiso responder, pero no pudo articular palabras y su cara se pintó toda de un rojo intenso. En sus ojos, una mirada como mezcla de reclamo e interrogante se dirigió hacia la líder.

―Cualquier podría darse cuenta. No es mi culpa que uses pantalones tan ajustados. ―su mirada era burlona cuando miró al chico de reojo… un poco más debajo de la cintura.

Totalmente avergonzado, Cheren se cubrió la entrepierna con las manos y giró el rostro hacia otro lado, a punto de salir de ahí corriendo como lo hizo de casa de Bianca. Pero la mano gentil de Leonora trató de confortarlo, colocándose sobre su hombro y su voz se escuchó suave cuando ella le habló, casi en un susurro muy cerca de su oído:

―Eres virgen, ¿verdad? No sabes que hacer porque jamás has tenido sexo y esa idea te abruma y te asusta un poco ¿no?

Cheren comenzó a girar el rostro hacia ella, desconcertado. Al voltear pudo ver el rostro de Lenora, muy de cerca al suyo, sentía el aliento de la líder acariciando su piel, pudo observar sus ojos claros y brillantes que lo observaban intensamente e incluso se le antojaron sus que a esta distancia parecían suaves y estaban pintados de un brillante color rojo. El corazón del chico se detuvo un momento al mirarla, como si esperara una señal que despejara su confusión. Señal que llegó cuando ella finalmente dijo:

―Puedo ayudarte con eso… si está bien por ti ―para luego posar su mano encima del apretado pantalón de Cheren justo donde una tenía una mal disimulada y muy marcada erección.

Cheren asintió (¿o seria que solamente estaba temblando?) y Lenora lo tomó como una afirmativa y bajando del sofá se arrodilló ante el chico y comenzó a operar su cinto y sus pantalones apenas lo necesario para dejar al descubierto, primero su ropa interior, luego el miembro duro del chico, pero sin dejar de acariciarlo en todo momento, aun sobre la ropa.

―Creo que el primer paso sería tratar de reducir un poco la presión aquí ¿no crees? ―sonriendo en todo momento, las mano hábil de la arqueóloga estimulaban el miembro del chico de arriba abajo, dándole placer ―Seguro hasta te cuesta trabajo pensar claramente con esta cosa a punto de reventar.

El chico apretó los ojos, dominado de una sensación exquisita que no había sentido hasta entonces y su respiración se agitó violentamente conforme la caricia de la profesora se tornaba más intensa.

―No te quedes callado. Dime. ¿Cómo es ella? ¿Cómo le gustan las mujeres a los chicos como tu hoy en día?

Cheren no podía siquiera responder. No podía concentrarse siquiera en las palabras que pudiera decir y aunque pudiera, con el aliento tan agitado le costaría un inmenso trabajo. Pero Lenora no se lo tomo a mal. Supuso que esa podía ser la reacción del chico y le divertía mucho. De hecho, masajeaba el miembro y los testículos del chico con una o ambas manos alternativamente, usándolo y jugando con el como si de un juguete se tratara.

Continuó haciéndolo de esa manera, hasta que un tenue líquido cristalino comenzó a salir de la punta y el resto de su miembro temblaba y pulsaba trémulamente.

Entonces, él sintió como lo soltaba y escuchó, antes de abrir los ojos, como Lenora se puso de pie. Tratando de recuperar el aliento, el chico fue abriendo los ojos poco a poco y se topó frente a él con la silueta, alta, robusta y oscura de la museógrafa que lo miraba con una expresión picara y juguetona en los ojos.

―¿Estás listo? Pon atención, para que puedas presumirle a tu amiguita todo lo que has aprendido ¿de acuerdo?

Ella se quedó mirándolo sonriente, luego se detuvo a pensar un momento, mientras Cheren la admiraba con ojos expectantes y las mejillas encendidas de rojo.

―Creo que debería darte algo con que jugar, pero no lo sé. Si dejo que pruebes mis tetas talvez ya no querrás más las de la chica que te gusta, después de todo, ninguna niña tiene unas como estas. ―la mujer metió sus manos entre la abertura de su camisa y la abrió a la fuerza, obligando a los broches de presión que la mantenían unida a soltarse. Los senos grandes, pesados y morenos de Lenora aparecieron ante la mirada sorprendida de Cheren que quedó boquiabierto no sabiendo que un par de pechos pudieran tener ese tamaño ― ¿Qué pasa? ¿Los quieres tocar? Está bien, dejaré que juegues con ellos. Sólo porque has sido un buen chico.

Ella se quitó sus pantalones acampanados, haciendo lo mismo con su ropa interior, se adelantó un poco, subiendo las rodillas al sillón frente a Cheren una a cada lado del cuerpo del chico, acercándose mucho a él. A esa distancia los pechos de la profesora cubrieron completamente su cara envolviendo su rostro con el aroma de la piel de la arqueóloga y embriagando su olfato con el aroma exquisito de su cuerpo. La líder de gimnasio abrazó entonces la cabeza del chico con uno de sus brazos, aparentándolo contra su exuberante busto, obligándolo a imprimir su cara contra la piel morena de sus senos y contra sus pezones amplios y aún más oscuros.

Y mientras el chico quedaba sumergido en la piel de Lenora, ella aprovechó para, sujetando su pene con su otra mano, acomodarse bien en posición para ser penetrada por él. Una vez que se ubicó, fue descendiendo sus caderas anchas hasta que el pene durísimo de Cheren comenzó a abrirse paso en la entrada de su vagina, separando sus paredes e introduciéndose a fondo.

Y entonces ella comenzó a moverse. Se movía adelante ya tras sacudiendo el sofá con violencia, apretando el cuerpo del chico contra el suyo. Con cada sacudida, el miembro de Cheren parecía hundirse más profundo en ella y, como el rostro de él estaba totalmente cubierto entre sus senos, ella ya no se sintió avergonzada de torcer gestos de puro placer, frunciendo el ceño, abriendo la boca en una amplia sonrisa y gimiendo desesperadamente cuando sintió que el sexo del chico acariciaba en su interior justo el lugar que le gustaba.

―Ah, sí, justo así. Es así como debes complacer a tu chica, pero debes moverte más. ―lo aconsejo luego, sujetándolo de las mejillas y mirándolo a los ojos ―no puedes esperar que ella haga todo el trabajo ¿eh?

El movimiento continuó, haciéndose cada vez más violento, más fuerte. Las manos de Cheren se abrazaron a Lenora por la cadera, llegando hasta sus glúteos, que se movían adelante ya tras sobre él, acariciándolos. Ella, mientras lo acercaba más a sus pechos apretándolo contra ellos, casi como si quisiera ahogarlo.

El pene duro del chico entraba y salía de la profesora, completamente cubierto de los líquidos lubricantes de su vagina, comenzó a pulsar violentamente, incapaz de retener la eyaculación un instante más, llegando al límite de su resistencia al tiempo que ella en vano trataba de acallar sus gemidos tapándose la boca con su mano.

Ambos estaban por llegar al clímax cuando, moviéndose desenfrenadamente y entonces…

Blam, blam, blam.

La mirada de ambos voló hacia la puerta y se quedaron mirando en silencio un momento como si pensaran que solo había sido su imaginación.

Entonces sonó de nuevo. Blam, blam, blam.

―Cariño, ¿estás ahí? ¿Puedo pasar? ―una voz se escuchó del otro lado. Era la voz tranquila y gentil de un hombre.

Cheren ahogó un grito entrando en pánico, pero con tremenda velocidad y decisión, Lenora le puso la mano sobre la boca impidiéndole hacer ningún ruido. Ambos intercambiaron miradas, la de ella parecía severa, en la del chico había solo miedo. Ella le hizo una seña con la con la otra mano de que guardara silencio y levantándose con cuidado, caminó hasta la puerta.

La puerta se abrió solo un poco, permitiendo a una parte del rostro de un hombre de corto cabello castaño y con anteojos asomar por entre la ranura. Desde su perspectiva, seguramente solo se veía una parte de la oficina, no donde estaba el sofá, dejando a Cheren fuera de su rango de visión. Lenora se mantuvo detrás de la puerta, inclinándose levemente hacia adelante para que el recién llegado pudiera ver su rostro cuyo maquillaje y cabello estaba intacto todavía, pero impidiéndole ver el estado deplorable (o ausente en algunos casos) de su ropa.

―Hawes, ¿Qué sucede? Les dije a los asistentes que te dijeran que estaba algo atareada. ―respondió ella disimulando bien la impaciencia en su voz.

―Perdona que te molesté, linda, pero acabo de terminar las nuevas fichas de las exhibiciones y quería ver si podías echarles un vistazo ―respondió el hombre sin notar nada, sin sospechar nada, con el rostro afable y una sonrisa en el rostro. Debía tratarse de su marido.

―Ok, dámelas y las revisaré en cuanto termine aquí, ¿está bien? ―respondió ella extendiendo la mano para tomar el material, no notando que Cheren se había levantado del sofá y que caminaba lentamente hacia la puerta sin que nadie lo notara.

Y es que, aunque aterrorizado por la situación, tan pronto Lenora se puso de pie y caminó a la puerta, él la siguió con la mirada, recreándose en las formas de su cuerpo, excitándose al mirar las formas de anatomía moverse con cada paso y cuando finalmente se inclinó para no dejar ver a su esposo su desnudez, la visión del posterior de la profesora, con su sexo expuesto e indefenso, lo hizo perder el control de sí mismo y poniéndose de pie, fue tras ella, sin hacer ruido y aprovechando que los dos adultos conversaban para pasar desapercibido.

Tan pronto la alcanzó, la sujetó de las caderas y con el pene aún muy duro por no haber terminado, la penetró nuevamente. La vagina de Lenora, deseosa y aún muy húmeda, recibió el miembro del chico gustosamente, permitiéndole acceder hasta el fondo.

Tan pronto sintió el asalto repentino, lo único que pudo hacer ella fue aferrarse fuertemente a la puerta y reprimir el gemido que escapó de su garganta, tratando de disimularlo como si fuese un acceso de hipo.

―¿Qué pasa, amor? ¿Estás bien? ―preguntó Hawes sinceramente preocupado.

―No es nada, cariño, no es nada ―lo desestimó ella, pero tuvo que hacer acopio de fuerza de voluntad para tratar de contenerse y disimular, pues Cheren había comenzado a embestirla con fuerza desde atrás ―debe ser algo que comí. Dame unos minutos para revisar esto y estaré contigo más al rato, ¿ok?

―¿No quieres que las revisemos juntos? Tomará solo un momento.

―Gracias, pero puedo encargarme de esto. Te veo luego, amor ―Ella cerró los ojos, negando con la cabeza. Si su esposo no se iba pronto, acabaría cerrándole la puerta en la cara por no poder contenerse más.

Pero no hubo necesidad, Hawes se dio la vuelta y desapareció mientras ella, dejando prácticamente caer su peso sobre la puerta, la dejó caer, cerrándola y se dejó llevar por el placer gimiendo y temblando, con la cara, manos y brazos apoyados contra la superficie de madera.

―Malvado chico, casi nos metes a los dos en problemas. ―decía, sintiéndose profanada con creciente violencia ―pero no te culpo. De verdad necesitas desahogarte ¿cierto? Adelante, usa mi vagina y saca todo eso que tienes acumulado.

Las uñas de la profesora arañaron la superficie de la puerta al tiempo que con cada embestida, Cheren comenzó a rociar el interior de su cuerpo con calientes y abundantes chorros de semen, temblando y dominado por un placer como no había experimentado jamás.

Tan pronto sintió dentro de su cuerpo la eyaculación del adolescente, la arqueóloga sintió un potente orgasmo empezar en su útero y recorrerle todo el cuerpo por la espina dorsal.

Las piernas les temblaron a ambos y sus respiraciones agitadas se mezclaron dentro del cuarto. Una vez que se hubieron recuperado, Lenora se volvió a acomodar la ropa y pidió a Cheren hacer lo mismo.

―No estuvo nada mal. ―sonrió traviesamente la líder de gimnasio ―Tienes mucha energía. Seguro que Bianca sabrá apreciar eso también.

―Espere… ¿cómo supo…?

―Por favor, Cheren. Tu solo tienes dos amigas en el mundo y apuesto a que Hilda no es tu tipo. No hay que ser un genio. ―vació el resto de su lata de cerveza, mirándose al espejo, terminando de acomodarse su banda para el cabello. ―Aun te falta mucho por aprender y quisiera enseñártelo yo misma, pero pareciera que no tengo mucho tiempo entre manos. Talvez haya día que vengas y no pueda atenderte y parece que necesitas toda la atención posible.

»¿Has pensado pedir consejo a la Profesora Juniper sobre esto?

El chico negó con la cabeza. Su sonrojo volvió a dibujarse nuevamente su cara.

Lenora viendo que su ropa estaba como debía, atravesó la estancia, y al pasar frente a Cheren, levantó el rostro con su mano y al tenerlo de frente, le entregó un apasionado beso de sus rojos labios.

―Por mucho que me pese compartirte, creo que deberías acudir a ella para que no tengas que venir hasta acá, después de todo, sabes que no puedo ser toda tuya. ―le giñó el ojo coqueta y poniéndose de pie se dispuso a salir por la puerta ―Además, ese es trabajo de ella.