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Los personajes pertenecen a CLAMP. La historia es mía.

Aclaraciones:

A lo largo de la lectura verán que esta historia está repleta de acotaciones y menciones de la saga del joven mago. ¿El motivo? Soy fan de Harry desde niña y por alguna razón se me ocurrió mezclar esa fascinación con la historia amorosa de Sakura y Shaoran. Algunos capítulos contiene más acotaciones de ese estilo y otros no tanto. Ya podrán deducirlo si me siguen en el transcurso de la historia.

Si viste HP, entenderás la mayoría de los comentarios sin tener que recurrir al glosario que dejaré debajo, pero de todos modos, la historia es super entendible — creo yo— para aquellos que no tengan ni idea de los términos utilizados en la saga.

El glosario está al final de todo en orden de aparición de las palabras clave junto con el tan conocido asterisco (*) para indicarles la definición.


CAPÍTULO 1 - Engorgio y Diminuedo


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Primer día de clases del último año de secundaria. El clima es cálido como siempre en esta época y los cerezos mantienen sus flores en todo su esplendor, cegándonos la vista con sus pétalos rosados y que nosotros con gusto admiramos por el corto tiempo que nos brindan tal maravillosa visión.

Mientras camino, observo el viento meciendo las finas ramas cargadas de ramilletes que liberan unas partículas casi imperceptibles de su aroma ligero y un poco cítrico, que inunda mis fosas nasales dejándome en estado de adoración absoluta. Cierro los ojos con una sonrisa plasmada en los labios mientras mis pies siguen el rumbo aparente que recorro cada año, sin percatarme de que algo pueda hacerme tropezar.

Por suerte, ninguna rama se atraviesa en mi sendero y me deja respirar la calma antes de la tormenta que me espera en el instituto y que no estoy segura de afrontar.

—¡Sakura! —una voz masculina me llama a lo lejos y termina de sellar ese pensamiento.

¿Alguna vez se encontraron haciendo una labor "X", piensan en una equivocación referido a aquello y resulta que esa desgracia ocurre?

Como por ejemplo: Están lavando la ropa, y en un momento, su mente de la nada comienza a sopesar sin fundamentos "¿y si me equivoco y le pongo demasiado jabón y la espuma brota por el artefacto inundando el suelo y arruinando todo? En ese instante uno está pensando en lo infortunado que sería si eso ocurre. Los nervios atacan ante esa posibilidad, las neuronas se descontrolan, la mano les tiembla y luego… ¡PAFF! Sucede. No sé si llamarlo poder mental, más bien diría que es perdida de autocontrol. No olvidemos que el cerebro es el que envía todas las señales a nuestro cuerpo, por eso nunca subestimen su poder.

La mente, poderosa, toma esa conducta como patrón ante cualquier pensamiento negativo, entonces luego de esos incidentes comenzaron a suceder otros que no tiene nada que ver con una labor doméstica ni con ninguna otra cosa que esté "haciendo" en ese momento, pero que me afecta directamente a mí. A veces me asusta cavilar si tengo algún tipo de poder especial que materializa todo lo que pienso… a veces malo, a veces bueno… Como si recitara un simple conjuro que será capaz de solucionarme la vida… o arruinármela.

—No me esperaste en la parada del autobús para venir juntos. En eso habíamos quedado.

—Sí, lo siento, pero al llegar tomé otro rumbo. Pensé que es demasiado arriesgado y quiero pasar mi último año en paz.

Seguí caminando evitando cruzarme con la mirada de quien me acompaña. Si eso llegara a ocurrir, me sería imposible resistir a ese par de crecientes y densas lagunas, casi dolorosas por momentos, pero salvadoras.

Me resisto a ser salvada de una u otra forma. ¿Es que acaso lo merezco? ¿Quién soy yo para recibir semejante obra divina? Solo soy yo, la chica rara y normal, la simple pero complicada, la que duda en ser salvada, la que piensa que es en su propio beneficio, cuando en realidad, solo camufla la innegable verdad que no quiere escupir.

Esos ojos de color canela combinado con la brillante miel me traspasan la nuca con dolor, con ira y con algo parecido a la confusión que se va transformando en certeza. A esos ojos que siempre me miraron con ternura y ahora se alteran, tengo que evitarlos todo el día, y eso se me hace más doloroso que esperar a ser salvada. Aún así, mi mano no se tiende para toma la suya por completo.

—Por lo menos podrías haberme avisado. Me quedé como un tonto ahí parado pensando que te había pasado algo o que… o que ya no querías verme.

Me detuve en seco en un instante, no por sus palabras acusatorias, ya sabía que lo diría y lo merezco casi tanto como su mirada decepcionada que me sofoca a la distancia, pero fue su mano en mi hombro lo que me hizo estremecer y al fin conectarme con aquel chico que hacía de mis días un martirio insoportable… pero adictivo y especial.

Su mirada penetrante reclama una respuesta de mi parte, una que nunca es la que él espera. Sé perfectamente qué decir para dejar de sufrir en el medio de este mar de nada que construí con el aire que no se toca ni se siente pero que allí fluye. Tengo las palabras atoradas en mi garganta para liberarme y dejarme ser salvada… pero no logro decirlas.

Esperando en vano lo mismo de siempre, siguió hablando cuando detuvo mi andar.

—¿Piensas no hablarme en todo el camino? —no esperaba mi respuesta, así que continuó hablando—. Sabes que lo hago por ti ¿no? Porque yo no estoy nada de acuerdo con esto. Accedí desde el principio para no ocasionare ningún disgusto, pero que me evites cuando nadie está mirando es el colmo, Sakura.

Sus ojos de un ámbar claro, como oro líquido, me sorprendieron al cambiar su expresión de enfado por uno cargado de tristeza ensombrecedora. Odio ver esa minúscula porción de agobio en él y de inmediato quise remediarlo. Ya bastante sufro yo por mí, por él, por esta extraña relación que logramos establecer y que deseo impedir se sume a mi lado oscuro.

—Ayer me volviste a repetir que esto era una locura, que tú no eres para mí y que pronto me aburriría de ti. —quitó su mano de mi hombro para enfundar sus dedos dentro de las palmas—. ¿Qué tengo que hacer para demostrarte lo contrario? O mejor dicho, ¿por qué no me dejas demostrarte libremente que eres la única que mueve mi cielo y tierra?

Su rostro se tensa con cada palabra y su mirada triste y acusatoria arremete contra mi apabullado corazón que no puede objetar de momento. Traté de decirlo, de expresarlo, de enunciar algo aunque sea sin sentido para retenerlo, verlo sonreír y olvidarme de toda esta pésima vibra que me rodea.

—Lo siento, yo… —comencé a articular y dejé suspendida la respuesta. Tantas veces le he dicho lo mismo que no puedo repetirlo, pero siempre lo hago con sinceridad.

¿Podrás ver eso, Shoaran?

A quién quiero engañar. A nadie le gusta estar con otra persona que todo el tiempo se está infligiendo castigos por mérito propio. Nadie quiere ver el cuaderno escrito con un sin fin de preguntas dirigidas a ese ser divino que decidió ponerte en esta porción de camino repleto de preguntas y reflexiones, ni leer esos párrafos donde lo acusas de egoísta porque nunca pediste venir a este mundo y afirmas que nadie sufriría el cambio si tú no estuvieras.

Ese tipo de pensamientos frecuentan mis noches, algunos de mis solitarios días y especialmente cuando alguien me lo hace notar. Shaoran no se merece una compañera sin un poco de amor propio, él se merece algo mejor, alguien que lo ame a él y no se odie a sí misma ¿No es esa una retorcida y narcisista manera de amarnos a nosotros mismos? Somos egoístas hasta cuando no deseamos serlo. Que ironía.

—Nunca sentí esto por nadie, Sakura, pero parece que aún no lo entiendes. Estoy cansado de que pienses que eres poca cosa y… comienzo a dudar de lo que tú sientes por mí.

Y ahí estaba esa palabra que tarde o temprano afloraría de su boca. Esa sensación de pesadumbre es lo último que cualquier ser con sangre, venas y un corazón querría escuchar de esa persona querida. Ya sea un amigo, un familiar o tu pareja, el hecho que te digan estar "cansados" de algún aspecto de tu persona es el punta pie inicial a la monotonía, los saludos robotizados, las salidas por compromiso… La magia desaparece cuando uno se empieza a agotar del otro y no se hace nada por remediarlo.

Además, Shaoran dijo algo que no contesté de inmediato y que causó un quiebre entre nosotros. Temí por ello, por no poder remediarlo aunque lo venere con el sacrificio de un batallón de chocolate traído directamente de Suiza o de Bruselas.

—Quizás debería dejarte en paz, si eso es lo que quieres.

Me miró por última vez con una rabia y tristeza tan palpable en el ambiente que podría seleccionarlas y dividirlas en cuencos diferentes para contabilizarlas. No me dio tiempo a reaccionar, solo me quedé pasmada viendo su espalda caminar lejos de mí.

Una bruma espesa comenzó a aguar mi visión y en ese momento sentí unas inmensas ganas de llorar como las nubes en la época más gris de Tomoeda. ¿Quién puso esta masa visible y amorfa ante mis ojos? Probablemente yo misma.

Llevé una de mis manos a esa parte de mi cuerpo donde están mis pechos, un poco a la izquierda más que a la derecha, y descubrí como el sin vergüenza latía con fuerza hasta mi garganta para sofocarme.

¿Quién es Shaoran Li para mí?

Podría resumirlo en un par de palabras cronológicamente hablando.

Shaoran fue mi pesadilla de la infancia, mi amor platónico de adolescente, mi novio popular asediado por todas las chicas del instituto, y ahora… no lo sé.

Esa última auto-respuesta me quitó el aire retenido por los pulmones y caí en cuentas de todas las veces que Shaoran me estuvo diciendo lo mismo y la estela de ruptura anunciada que capté en este preciso momento.

"Quizás debería dejarte en paz, si eso es lo que quieres"

Un escalofrío me hizo estremecer.

¿Eso es lo que quiero?

Caminé un poco más lento tratando de asimilar lo que acababa de suceder y el impacto de la realidad que me abofeteó sin piedad. Con todo el peso de mi corazón abatido, me dejé caer en la banca del Parque Pingüino olvidando el primer día de clases y mi propia existencia.

Desde que soy pequeña, en eso se resumen mis días… En pasar desapercibida.

Me quedé sentada en esa banca solitaria recapacitando en las palabras de Shaoran, regresando mi vida como en una película de cinta donde puedes ver las viñetas retroceder los fotogramas años atrás.

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A los 11 años, mi padre me regaló un libro en particular que me marcó para siempre. No porque aquella lectura fuera trascendental, y sería ilógico pensar que un padre le brinde un libro de autoayuda a su hija de tan corta edad, pero me llenó de ilusión con sus historias y me embarcó en ese mundo del que a uno le es muy difícil salir, y mucho más, ocultar.

Me volví una fanática de la saga de Harry Potter. Sí, de esas frikis que van a las convenciones mágicas, se saben los encantamientos de memoria y practican los movimientos de las varitas dependiendo del hechizo a utilizar.

Lamentablemente, ninguna de mis compañeras y amigas del instituto compartían mi delirio por el niño que vivió, hasta que una chica de largos cabellos negros y ojos amatista que pasó casi toda su vida a mi lado, decidió unirse a mi descabellada pasión solo porque me quiere mucho como para admitir que no lo hace porque le interese HP.

Tomoyo es mi prima, amiga, compañera de clases, asistente personal, loca fanática de las cámaras — o retratarme — y apasionada de la moda. A pesar de tener la misma edad, ella siempre se caracterizó por su pensamiento maduro y racional, muy diferente a mí. Es una chica muy amable, servicial, elegante y correcta. El delirio no es parte de su vocabulario habitual — dependiendo desde donde se lo mire — y por eso me acompaña en el sentimiento desbocado del fan pero sin excederse en ello. Solo hay un motivo que deja a Tomoyo en la cuerda floja de su cordura y eso sucede cuando tela y cámara están a su alcance.

Desde siempre, a Tomoyo le encanta confeccionar vestidos de todo tipo para que yo los modele, y si vieran la expresión de júbilo reflejada en sus ojos cada vez que accedo a cooperar, podrán entender porqué catalogo a éste como el único momento en que todo el raciocinio abandona a mi amiga por completo. Filmar y asediarme con sus vestidos, o sin ellos, se convirtió en su pasatiempo favorito, y el acompañarme en mi locura desmedida por dejar de ser una muggle* por un tiempo, no podía ser descartado en compensación. En las convenciones, era mi aliada a la hora de hacerme los trajes. No participaba en concursos de cosplay porque solo me vestía como alumna y había otros que se esmeraban con sus trajes de personajes más llamativos, pero Tomoyo estaba fascinada de poder confeccionarme la vestimenta adecuada.

Todo era mucho más sencillo de niña. Podía andar con mi capa y mi varita por la calle sin que nadie me juzgara por ello, pero pasados los 14 ya no me observaban de la misma forma. En la secundaria, las chicas se reían a mis espaldas de mis cuadernos con frases de la saga, me señalaban cuando llevaba mi bufanda de Gryffindor* en los días de invierno y se habían aprendido alguno encantamientos solo para molestarme.

Riddikulus*, Kinomoto. ¡Ah, no! Cierto que tú haces todo el trabajo para parecer ridícula sin ningún hechizo ¡Qué patética!

Ojalá pudiera lanzarle un sectumsempra*, dejarla lloriqueando en el suelo y explicarle cuán ilógico resulta que me lance ese hechizo cuando lo último que haría es ridiculizarme, puesto que es ilógico que yo sea su mayor temor, y tampoco tengo cara de criatura malvada que se alimenta del miedo en la gente.

Akiho Shinomoto es la estudiante de intercambio que luego de pasarse los años viviendo de un país a otro decidió instalarse en Japón, Tomoeda, para hacer de mi vida de adolescente una completa basura.

Comencé con el pie izquierdo con ella por el simple hecho que no solo mi apellido es similar al suyo, sino que todos afirman que tenemos un peculiar parecido en nuestros rostros. Esto no le hizo ninguna gracia a Akiho, quien estaba acostumbrada a que todas las miradas sean dirigidas hacia ella, y pensó que yo le quitaría su tan preciado protagonismo sin preguntarme o dejarme aclarar que eso nunca estuvo ni estará dentro de mis expectativas.

Que no los engañe su apariencia angelical bajo esos helados ojos azules. Si te acercas mucho a ella, puede aspirarte el alma para llevarla consigo bajo un efecto somnífero por el resto de la eternidad, donde tendrás que obedecer todos sus caprichos como un ente sin vida. Es como un dementor* camuflado de cabello gris y falda corta.

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Siempre anhelé encontrar la capa de invisibilidad que tan fácil llegó a manos de Harry y desparecer de la faz de la tierra por el tiempo que sea prudente hasta asegurarme que no haya ningún peligro por salir a la luz. Pero fuera de mis miedos irracionales, de mi falta de autoestima y del poco carácter que digo tener, me considero una persona amable y afectuosa.

Cada día de escuela, me levanto recitando mi mantra. Un conjuro que inventé para protegerme de las desgracias y tratar de evocar buenas acciones con mi mente. ¡Ey! Si Snape* pudo hacerlo, yo también. Pero no está surtiendo el mismo efecto que cuando niña.

Al año de recibir todo tipo de improperios, burlas y chistes sobre mi persona, decidí esconder mi fanatismo de la vista de todos y armar un blog para los fans. En el mismo podías encontrar todo tipo de información, desde los tipos de varita y sus características, hasta debates internos y fabuladores sobre la vida de Tom S. Ryddle antes de convertirse en el Señor Tenebroso*.

Lo que más adoraba de este sitio, era el chat dónde los fanáticos como yo nos enfrascábamos en conversaciones interminables sobre la saga. Todos de diferentes nacionalidades. Era un popurrí de idiomas y conjuros inventados al azar que hacía de mis días.

Mientras los chicos de mi edad se la pasaban de fiesta en fiesta, emborrachándose y compartiendo saliva con otros entes de su misma especie, yo ocupaba mis noches entablando relaciones con los frikis que entendían mi pasión con igual fervor. Con alguno de ellos comencé a tener más relación que con otros y nos pasamos nuestros números para poder hablar desde el celular a cualquier hora.

Charlaba mucho un chico oriundo de Inglaterra llamado Eriol Hiraguizawa. Al principio nos comunicábamos en su idioma madre, pero al ver que se me dificultaba un poco en algunas ocaciones, me confesó que su japonés era bastante bueno, y si así lo deseaba, podíamos hablar en ese dialecto. Eriol no mentía, su japonés era perfecto y gracias a ello las conversaciones fueron más fluidas y pudimos entablar una linda amistad que hoy en día, se mantiene.

Al principio, yo envidiaba profundamente a este chico. Él vive en Londres, lugar que dio origen a la saga, su historia, filmaciones… Cualquier fanático de HP estaría volando de felicidad al pisar las tierras "mágicas" donde J. K. Rowling le dio vida a este fenómeno mundial.

Eriol, al compadecerse por mi imposibilidad de poder viajar hasta allí, me enviaba fotos de los lugares de filmación, la estación de King´s Cross, y cada que podía me enviaba por correo algún recuerdo, merchandising y nunca me dejaba pagarle por ello.

Con el tiempo, comencé a fantasear con Eriol más allá de querer usar la teletransportación para juntos ir a la réplica del castillo de Hogwarts de Disney, y comencé a desarrollar cierto "cariño" hacia este chico amable de pelo negro azulado tras unos los lentes redondeados que podría disfrazarse de Harry Potter casi a la perfección de no ser por sus ojos.

Imposible, me dije a mi misma. De inmediato borré esa fantasía.

Lo consideré lejano a la realidad. Primero porque Eriol nunca demostró sentirse atraído hacia mí, y si bien la distancia podría ser la razón por la cual no pueda notar aquello, no lo consideraba válido porque Eriol y yo nos enviábamos fotos, éramos amigos en las redes sociales y hacíamos unas cuantas videollamadas al mes. Si hubiera querido, podría hacerme dicho un "que lindos ojos tienes" como mínimo, para hacerme saber su interés, pero nada de ello ocurrió. Y la segunda razón por la que mi leve amorío con Eriol no tendría cabida en mi corazón, es porque éste músculo se acelera a mil por hora cuando una persona en especial atraviesa mi mente. Mi corazón tiene dueño desde que tengo uso de razón.

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Shaoran Li, es mi compañero de salón desde los 10 años. Al principio solo hacía de mi vida un martirio. Le encantaba molestarme y arrojarme bolitas de papel. Yo siempre me transformaba con enojo ante sus ataques hasta que una vez me hizo llorar por una de sus bromas que le salió mal, muy mal. Ese día, secó mis lágrimas con sus pulgares tembloroso y el niño de 11 años que estaba frente a mí me miró profundo a los ojos para recitar con la voz tomada, pero firme, un "Lo siento, no te haré llorar nunca más. Te dejaré de molestar".

Su tierno acto movió algo dentro de mi cuerpo que no pude comprender con mi ingenua cabeza de niña, pero pronto entendí que hubiera prefiero que Shaoran me tirase bolitas de papel por lo que reste de vida, y marcaría con sangre en mi brazo que ya no lloraría más por ello, si con eso lograba me viera una vez más con esos cálidos ojos ámbar que nunca más posaron la mirada en mí.

Shaoran cumplió con su palabra, no volvió a molestarme, pero eso también implicó no dirigirme la palabra. Pasé de ser una clase de "amiga/ enemiga" a ser una persona más sentada en su mismo salón que pretendía no conocer, y yo, no hice nada para acercarme a él nuevamente. A la semana de llorar desconsoladamente por las noches contra mi almohada, descubrí que estaba perdidamente enamorada de Shaoran, y como fiel seguidora de mí misma que soy, me guardé el sentimiento muy adentro de mi caja torácica para seguir lamentando mi infortunio.

Los años pasaron, Shaoran se volvió muy popular entre las chicas y mis posibilidades de estar con alguien como él se quedaron dentro de mis sueños y diario íntimo. Él se convirtió en mi amor platónico no correspondido y decidí admirar su grandeza desde las sombras. Después de todo, alguien como él no estaría nunca con alguien como yo.

A mis 16 años, puedo asegurar que no tenía — y no creo tener ahora, un año después — el cuerpo perfecto que atrae a la mayoría del bando masculino. Mi compleción fue y es pequeña, soy delgada, de altura promedio, pelo corto por los hombros y unos grandes ojos verdes, que con pena puedo admitir, son lo único que me gusta de mí. Al mirarme al espejo, lo que podía ver era a una niña sin muchas curvas y poco llamativa por la que ningún chico se fijaría, jamás. Hasta que llegó ese día…

Una mañana calurosa de Mayo, me desperté con alegría porque luego de tanta espera, Eriol me envió un colgante con el giratiempo de Hermione que tanto quería como regalo de cumpleaños atrasado. Es un pequeño accesorio color oro con unos aros alrededor de un diminuto reloj de arena. En los libros, Rowling describe que este artefacto mágico te da la posibilidad de regresar en el tiempo las horas que quieras. Pero el tiempo es finito y peligroso de manipular, por eso tienes unas cuantas restricciones a seguir, como por ejemplo, evitar cruzarte con tu otro yo si no querías enloquecer, y lo mismo con las personas que compartiste rato. De esa forma, el transcurso del tiempo no sería alterado de una forma drástica.

No importa qué consecuencias traiga. Lo cierto es que ese aparato solucionaría unos cuantos problemas de mi vida si fuera real.

Su tamaño no era igual al que se muestra en la película pero de todas formas lo usaba feliz cuando podía hacerlo. No podía llevarlo al instituto o volverían a burlarse de mí, pero quería mostrárselo a Tomoyo, así que lo guardé dentro de una bolsita oscura dentro de mi maletín para poder sacarlo cuando nadie nos viera. Ese día, fue uno de los más locos, estresantes y felices de mi vida.

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Estaba alegre por tener dicho objeto en mi posesión y los días eran cálidos en esta época del año, lo que acrecentaba la sonrisa en mi rostro. Normalmente, cuando entro en confianza soy muy carismática, y fuera de mis amigos potterhead* virtuales, tengo la suerte de contar con excelentes compañeras con las que comparto mis tardes, salidas y por supuesto, con Tomoyo. El que esté obsesionada con una cosa no significa que sea una retraída, pero algunos grupitos de personas — las populares — no me consideran parte de su especie y por ello se burlan de mí.

El día estaba espléndido y tan confortable que con las chicas decidimos comer nuestros almuerzos afuera, sentadas en la grama como era habitual en días soleados. Como a todos se les ocurrió la misma idea, no encontramos muchos lugares con sombra para poder acomodarnos, pero milagrosamente había un aparatado frente a la cancha de futbol, así que literalmente corrimos para acaparar el espacio. Me pareció algo inhóspito que hayamos podido ubicarnos en dicho lugar, porque las porristas y "las populares" siempre están rondando por estas zonas. Tiene cierta lógica el querer acaparar este estratégico pedazo de tierra, porque al estar lindado a la cancha de deportes, tienes una increíble visión de todo el alumnado masculino que decida perder su preciado tiempo corriendo detrás de una pelota que se disputan entre equipos.

Tuvimos suerte. Ningún chico estaba jugando en ese momento. De seguro Akiho y su séquito los estarán persiguiendo donde sea que se hayan metido.

—¿Qué era eso que querías mostrarme, Saku?

Tomoyo me devolvió a tierra firme luego de volar con la saeta de fuego* en mi imaginación.

—¡Cierto! Pero después te muestro, Tomoyo. Es una tontería. —dije tratando de evitar tener que mostrar mis chucherías ante las demás.

Mis amigas saben perfectamente de mis gustos, pero desde que el resto comenzó a molestarme, preferí ocultarlos de la vista de todos en general.

—¡Oh, miren chicas! Parece que la suerte está de nuestro lado el día de hoy.

Dirigí mi mirada hacia donde todas posaban la vista, que no era otro lugar que el centro de la cancha. Caminando con gracia y luego de unos apretones de mano, ocho chicos se dividieron en grupos iguales para comenzar a jugar un partido de pasada. No completaban ni siquiera el mínimo para poder jugar en semejante proporción del espacio, pero no era una competencia ni estaban en clase de deportes, ellos solo lo hacían por diversión.

Estaba tratando de llevarme un bocado de salchicha con forma de conejo a la boca que se quedó a medio camino cuando mis ojos dieron con el único espécimen de mi importancia. Mi mente no podía razonar como tanta perfección podía estar acumulada en una sola persona.

Shaoran Li.

En silencio absoluto y tratando de ser discreta sin lograrlo, me di a la tarea de observarlo con detenimiento. Ya que teníamos el privilegio de estar donde estábamos no iba a desaprovecharlo.

Shaoran… Podría escribir un sinfín de poemas con las expresiones de su rostro.

Sus pobladas cejas enmarcan sus radiantes ojos ámbar denotando concentración en cada pase de la pelota, por momentos se relajan suavizando sus facciones pero sin perder esos rasgos masculinos y fuertes que lo caracterizan, y definitivamente, su mejor atributo es uno que decide esconder: Su sonrisa. No es un muy usual verlo brindar una de ellas, siempre que lo observo está concentrado y serio, sin dejar de ser atractivo, claro, pero en momentos como este, donde puede relajarse en un simple juego con sus amigos, se lo ve animado y contento.

Según mi diagnóstico, podría ir directamente con el doctor para explicarle el buen estado físico en el que se encuentra Shaoran después de la radiografía que le hice con mis ojos. Se ve tan fuerte y viril. Podría caerme desde la altura de las gradas de quidditch* y de seguro me atraparía en el aire sin esfuerzo alguno.

Habré pasado un tiempo imprudente viendo su figura, porque mis amigas hablaban y lo único que lograba captar eran murmullos y palabras que de momento no tenían sentido.

—¿Descubriste algo interesante, Sakurita?

—¿Que qué?

Con pesar, volví mi vista hacia mis amigas que se reían por lo bajo y Tomoyo me miraba con sus ojos rasgados impregnados de picardía.

—Si tanto te gusta ¿por qué no intentas hablarle, Sakura? —preguntó Chiharu frente mío con amabilidad, sin dejo de sorna en su voz.

Era inútil tratar de ocultar mi evidente interés por cierto castaño, y aunque nunca lo expresé abiertamente, era bastante obvio que esa persona se robaba mis suspiros.

Muy a pesar de mis mejillas sonrojadas por ser descubierta en tan bochornosa labor de admiración, enfrenté a mis amigas con el temblor característico en la voz y mis ojos perdidos en la manta que nos separa del césped y nuestros cuerpos.

—Sería como cavar mi propia tumba. Chicos como él no pueden estar con chicas como yo.

Chiharu y las demás cambiaron su expresión ante mi confesión.

—Eso no es cierto, Saku. Tú no tienes nada que ellas no. —dijo captando a quién me refería con "chicas capaces" de estar con alguien tan atractivo y llamativo como Shaoran Li.

—Si eso es lo que crees ¿por qué no has hablado con Yamazaki? Haces exactamente lo mismo que yo porque en el fondo pensamos lo mismo.

Chiharu se quedó estática y dura como si le hubiera hecho un encantamiento inmovilizador. Sus ojos se ensombrecieron de repente y cuando creí dejarle en claro mi punto, se levantó del suelo con sus puños crispados al costado de su cuerpo y se situó a mi lado hasta hacerme levantar la vista desde abajo.

Naoko, Rika y Tomoyo no decían nada. Estaban tan sorprendidas y desconcertadas como yo ante la reacción de Chiharu.

—¡Levántate! - me ordenó casi gritando.

Al ver mi mirada incrédula ante sus palabras, se inclinó para tomar mi mano y elevar mi cuerpo con mucha habilidad hasta quedar parada y sentir mis pies siendo arrastrados.

Me fue imposible calcular una estrategia de huida porque mi cerebro trataba de analizar la situación a una velocidad muy lenta debido al susto. Cuando mis ojos enfocaron el camino que estábamos haciendo, el pánico se apoderó de mi habla y traté de pujar para mi lugar con el fin de detener el brusco caminar de Chiharu. Pero fue en vano. Cuando mis cuerdas vocales me fueron devueltas ya era demasiado tarde.

—¡Yamazaki!

Chiharu comenzó a agitar su mano exageradamente para captar la atención de ese chico alto de cabellos morenos y ojos tan rasgados que todo el tiempo parecía estar sonriendo con ellos.

No sé en qué clase de hechizo habrá caído Chiharu para animarse a ser tan atrevida, pero quisiera que un poco de su osadía me sea entregada en un paquete que con gusto recibiré y utilizaré al instante, porque Shaoran y todos los chicos detuvieron su juego para ver a las responsables de quitarles la diversión. Por fortuna reanudaron su labor enseguida, pero eso no me salvaba de nada, porque aún seguía prisionera de las manos de Chiharu.

Comenzaba a compadecerme de mi amiga por hacer el ridículo frente a todos y me comí una tras otra las vocales, que de tener la boca abierta hubiera expresado sonoramente, cuando el aludido se acercó y comenzó a hablarnos con naturalidad.

—Buena tardes, señoritas. ¿A qué debo el placer?

Chiharu soltó mi agarre, suavizó su expresión y sus mejillas se tiñeron de una rosado carmesí. El chico frente nuestro fue compañero de Chiharu desde el jardín de niños. Ellos se hablaban bastante seguido, pero cuando la suerte no los ubicó en el mismo salón comenzaron a distanciarse y luego la fama de chico lindo y divertido se expandió hacia todo el alumnado femenino, dejando a Chiharu incapaz de poder acercarse a su primer y único amor. Pero gracias a mi gran bocota ella tomó el valor para enfrentar sus miedos.

—Hola Yamazaki. Estábamos con las chicas hablando de lo lindo que está el tiempo últimamente y me preguntaba si… si quisieras acompañarme a tomar un helado al parque un día de estos. – Chiharu unió sus manos al frente y presionaba sus dedos tratando de calmar los nervios. Tenía su vista en el suelo pero la alzó de golpe cuando Yamazaki le respondió.

—¡Claro! Los días están especiales para comer helado. ¿Sabían que en sus orígenes, el helado fue inventado por los esquimales? —Yamazaki alzó su dedo en señal de atención y ambas nos quedamos expectantes —Se dice que éstos utilizaban la nieve para crear bochas compactadas por sus propias manos que luego disponían sobre estalactitas que recolectaban de las cuevas. Un día, un forastero llegó hasta su tribu y tomó la idea de los esquimales para llevar a cabo la mezcla de crema helada y frutos que tanto conocemos.

¡Woow! No sabía que el helado era un derivado de la blanca nieve que nos rodea. Estaba asombrada.

—Eso no puede ser cierto. —dijo Chiharu levemente molesta—. De seguro lo inventaste todo como cuando éramos niños.

—¿Eh? ¿Mentira? —y yo que me lo había creído.

—Tú eres Sakura, ¿verdad?

Yamazaki sintió alivio de no tener que confesar sus falacias y puso toda su atención en mí. Me sentí demasiado estúpida por revelar mi presencia que hasta el momento había pasado desapercibida como siempre.

—¡Sí! ¡Por poco lo olvido! Sakura quiere decirle algo a Li, ¿podrías llamarlo?

—¡Por supuesto! —Expresó Yamazaki con entusiasmo— ¡Oye, Li! Te buscan por aquí.

No no no no no, esto no es verdad, no está sucediendo, es un producto de mi imaginación.

Tironé de la ropa de Chiharu para hablarle al oído temblando como una hoja cuando acepté que la imaginación estaba fuera de rango.

—¿Qué crees que estás haciendo? ¿Acaso estás loca? ¿Qué se supone que voy a decirle?

—Lo que hago es demostrarte que chicas como nosotras podemos hablar con chicos como ellos. Vamos Saku, solo salúdalo, invítalo al parque o pídele un consejo, lo que sea.

—Yo no sé hablar con los chicos, Chiharu. Y no estoy segura de saber ni cómo me llamo en este momento.

—Pues improvisa algo porque viene hacia aquí.

Trato con todas mis fuerzas de pasar lo más desapercibida que pueda y muchas veces siento que logro mi cometido, pero los problemas parecen tener una atracción hacia mí como si fueran encantadas con cierta poción de amor.

Yamazaki regresó con Shaoran a su lado, y yo, que lo conocía tanto desde la distancia, esperé encontrarme con su habitual rictus de chico serio y sus prominentes cejas arqueadas del fastidio. Para mi sorpresa, su expresión no parecía de enfado pero tampoco puedo decir que demostraba estar feliz de la vida por venir a hablarme. Era extraño… como si estuviera ocultando algo.

Dejé de razonar cuando detuvo su andar. Quedé estática e inmovilizada por segunda vez en el día fantaseando que sus ojos no estaban viendo los míos, que tenía puesta mi capa de invisibilidad y que Shaoran estaría observando a otra persona detrás de mí que no fuera yo.

—Shaoran, esta linda señorita te estaba buscando.

Alguien habló, ¿quién lo hizo? ¿Por qué no puedo moverme?

—Anda, Sakura. Di algo.

Un susurro, puedo escuchar unas leves palabras que intentan animarme pero no entiendo bien qué quieren que haga.

—¿Segura que se encuentra bien? Está pálida.

Manifestó Yamazaki. Sí, creo que fue él.

—¿Tendrá fiebre? Está un poco roja.

Vi esos carnosos labios pronunciar algo enfrente de mi borrosa visión y luego unas manos grandes y cálidas se posaron en mi frente. El contacto con mi piel dilató mis pupilas para enfocar la vista de quien no pude apartarla, reconociendo a Shaoran tocando la parte superior de mi rostro y sintiendo como todo el calor se concentraba en mis mejillas. Y luego… todo se volvió tan denso y negro como a Harry ante un dementor.

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Estaba soñando que volaba por los cielos en mi saeta de fuego. Tomoeda se veía increíble desde arriba y las nubes eran cuasi accesibles si subía un poco más, pero no quería presionarme, solo me deleitaba con la vista de las casas diminutas y los árboles de cerezo deshojados. Una sonrisa surcó mi rostro cuando llego al Templo Tsukimine y contemplo el contraste del agua con el verde de la grama.

"Que vista maravillosa, que dichosa me siento".

Percibo la brisa mover mis cortos cabellos y el viento rodear mi cuerpo, esquivándome sin llegar a desestabilizarme, pero en un instante siento un fuerte sacudón.

¿Qué sucede? Me pregunto buscando con la mirada lo que ha causado mi sobresalto, y sin darme tiempo a nada, vuelve a suceder.

¿Pero qué es eso? ¿Quién lo está provocando? Es como si me hubieran lanzado un hechizo confundus*. Me siento atacada, nerviosa.

Giro hacia todos lados aún volando sobre mi escoba, y allí, en la cúspide del templo logro verla. Esa silueta enfundada en una capa y capucha del mismo color azul claro que la cubren por completo, me mira sin descubrir su rostro. De sus extremos, largos trozos de tela se suspenden en el aire ondulandose con gracia alrededor de su amo.

Me acerco con cautela y antes de poner un pie en el techo del templo, sus largos brazos de tela sujetan mi escoba haciéndome trastabillar y pronto me toma de cada una de mis extremidades suspendiendo mi cuerpo en el aire. Incapaz de sacar mi varita, de recitar algún poderoso conjuro… Estoy atrapada.

"¿Por qué?" - Susurro con el poco aire que me queda. Uno de los lazos me toma por el cuello presionando mi garganta. El aire de a poco va escaseando y la presión es más dolorosa.

No obtuve respuesta, pero una risa malévola llegó hasta mis oídos. El hechicero frente a mí alza la vista y la capucha revela una porción de su rostro.

—¡Tú! —grité con la voz ronca antes de desvanecerme—. Algún día… vas a dejar de dominarme.

.

—¡Sakura!

Despierto desorientada por el llamado insistente que me trajo de vuelta de mi pesadilla.

—Tomoyo… ¿Qué… qué pasó? ¿Por qué estoy en la enfermería?¿Y Akiho?

Mi amiga me miró muy sorprendida ante mi pregunta. —¿Akiho? ¿Estabas soñando con ella? Tuviste una pesadilla —dijo alargando su mano para tocar mi frente.

—No me hagas caso —respondí evitando recordar que esa pequeña mata de pelo gris me tortura hasta en los sueños—. Pero no sé por qué estoy aquí… ¿Fue por …? Oh…

¿Cómo olvidar lo que de seguro fue el episodio más bochornoso de mi corta vida? Las imágenes llegaron a mi mente de golpe y la cachetada fue dura, tanto que pude sentir mis mejillas arder de la vergüenza.

—Tomoyo… no quiero saber los detalles —hundí mi rostro entre mis manos tratando de hacer fuerza para volver en tiempo atrás. Si tan solo el giratiempo fuera real…

—Tranquila, Saku. Nadie se dio cuenta del motivo de tu desvanecimiento —separé mis dedos para poder ver un poco el rostro de Tomoyo y así descubrir cuánto de verdad había en sus palabras.

—No me mientas. Eso solo empeoraría las cosas. De seguro Ahiko y las demás se habrán enterado y me van a molestar lo que me quede de vida. ¿Cómo se me fue a ocurrir que Shaoran Li podría mirar a alguien como yo?

Una luz iluminó mi mente. —Chiharu… Juro que voy a rendir cuentas con esa sangre sucia inmund…

—Yo no haría eso si fuera tú. Más bien, tendrías que agradecerle.

¿Qué? ¿Cómo? ¿De qué me perdí? Dejé mi improperio en el aire.

Al ver mi evidente desconcierto, Tomoyo se acercó más a mí y con su gran sonrisa me contó.

—El joven y apuesto Li te tomó en brazos como una damisela en apuros, y junto con Yamazaki te trajeron a la enfermería. Yo inventé un convincente relato sobre el historial de tu anemia y fundamenté que el fuerte calor debió ser el causante de tu desmayo —Tomoyo se acercó hasta rozar mi oido—. Eso también puede ser el justificativo para tu rostro sonrojado.

Se aclaró la garganta y yo me volví a poner del color de un fresco y redondo tomate mientas Tomoyo se reincorporó y siguió relatando —Estuvieron aquí un buen rato hasta que te atendieron y luego tuvieron que retirarse a clases. Como yo me quedé a cuidarte, ellos no podían permanecer y la enfermera casi tuvo que amenazarlos con hablarle al director si no se retiraban. ¿Y sabes que pasó después?

Sacudí mi cabeza negando ante su pregunta, mis palabras estaban atoradas y veía a Tomoyo con un poco de temor y mucha curiosidad.

—Li regresó cuando la enfermera salió un momento y me dejó un pedacito de papel con algo escrito. ¿Te puedes imaginar qué es?

¡Ay, Tomoyo! ¡Basta de misterios! ¿No ves que mi sensible corazón no resiste tanto dramatismo? —la reprendí mentalmente, ya que seguía sin poder hablar.

—Me dejó su número de teléfono personal… Y me dijo que te lo pase a ti cuando despiertes, por si quieres preguntarle lo que sea que hayas querido decirle antes del desmayo.

—No puede ser… ¿Por qué…?

—Si me preguntas, creo que solo fue una excusa. Se lo veía preocupado. Quizás deberías mandarle un mensaje para agradecerle y decirle que estás mejor. Estoy segura que ese fue su motivo principal.

—Pero no tiene sentido… Vamos al mismo salón… ¿Por qué no…?

Tomoyo se levantó y palmeo mi cabeza con compasión. Me sentí un poco tonta pero aun no salía de mi ensoñación. Shaoran… Shaoran Li… ¿Nota mi presencia? Bueno, la notaba de pequeño, pero con el tiempo parecen haberlo encantado con ese poderoso conjuro que borra la memoria.

—A veces los mensajes son mucho más profundos de lo que crees, Sakurita.

.

A juzgar por la hora, la jornada estaban a punto de terminar y la enfermera me obligó a ir a casa. Como mi hermano no estaba en la ciudad y mi papá estaba dando clases, decidí irme sola. La mentirilla de mi falta de glóbulos rojos fue una buena excusa por parte de Tomoyo, y como mi estado de salud estaba óptimo, no el permití a mi amiga de ojos amatista acompañarme. Esa tarde ella tenía clase de canto y yo muchas ganas de pensar en la soledad de mi guarida.

Ya en mi cama, yacía boca arriba mirando una sola cosa. No era el emblema de Hogwarts que colgaba en mi cabecera ni el preciado giratiempo que no pude mostrarle a Tomoyo lo que robaba mi atención. Todos mis ojos revisaban una y otra vez cada dígito de ese papel con un rasgado desprolijo contrastando con la perfecta caligrafía de nada más y nada menos que mi patronus favorito.

El patronus es un encantamiento para poder ahuyentar el mal y guiarte en los momentos más sombríos. Es un hechizo que toma forma de un animal luminoso, pero lo que a mí me importa es el significado de este conjuro salvador. Quizás sea un poco precipitado darle semejante "adjetivo" a Shaoran, pero así me siento cuando estoy cerca de él. Es extraño… pero un aura de protección me envuelve como a una rosa cuando cruzamos caminos. La sentí esa tarde — además de sentir perder el conocimiento — y según la versión de Tomoyo, no le erré en lo absoluto.

Qué rabia tenía conmigo misma por haberme desmayado…

No pude saborear lo que sería estar rodeada por sus fuertes brazos y su rostro a tan solo centímetros del mío. Aunque con su mano me bastó y sobró para sentir el calor recorrer por todas las terminaciones nerviosas que viajaron a mi mejilla y llegaron hasta en centro de mi estómago.

Agendé el número telefónico en mis contactos y lo busqué en el chat. Después de unos segundos, su foto de perfil apareció y una fuerte punzada me aguijoneó el corazón sin anestesia. No podía creer que realmente sea su número, que me lo haya dado a mí — bueno, a Tomoyo — pero para que yo lo tenga, eventualmente lo use y le mande un mensaje diciendo… ¿qué?

¿Qué debía decirle? ¿Que estaba bien?

«¿Gracias por evitar que caiga al suelo?» «¿Perdón por molestarte, de seguro peso una tonelada?»

¿Y si me pregunta qué es lo que quería decirle? ¿Qué le contesto? Después de todo, para eso me había acercado a él ¿no?

Yo no quería hablarle, estaba cómoda sentada en mi manta observándolo moverse con agilidad por el campo… deleitándome con su bien torneado cuerpo virar de un lado a otro con la pelota… viéndolo limpiar su rostro con la camiseta dejando entrever esos surcos marcados cerca de la ingle que me llevan a pensar en cosas que mi mente no debe…

¡Ay Dios! Muchas dudas, muchas preguntas, muchas posibles respuestas de mi parte y sonrojos que nunca podré evitar. Antes de poder cometer una estupidez, eliminé el contacto. Me pareció la decisión más sensata, después de todo, aun conservaría el papel.

El sonido de mi móvil me distrae. Es un mensaje de Eriol preguntándome por el obsequio y para saber que tal estuvo mi día.

¡JA! Si supiera.

Como estaba en una encrucijada, y Eriol siempre se mostró atento y comprensivo ante mis dilemas, decidí abrirle mi alma y contarle lo sucedido.

Nunca había hablado de Shaoran con nadie que no sea Tomoyo, y ni si quiera con ella me era tan fácil conversar del tema a como se estaba dando con Eriol. El hablar por mensaje, con un chico a miles y miles de kilómetros de distancia que prácticamente nunca veré y tiene una mirada totalmente objetiva sobre el tema al no conocer a las personas que le nombro, puede que sea la razón de mi confortable charla.

Eriol es hombre, el debe entender más, y sorpresivamente, me dijo lo mismo que Tomoyo. Dijo que era evidente que el chico, Shaoran, está interesado en que le mande un mensaje para saber cómo me encuentro luego del incidente, aunque no lo haya dicho directamente. Si fuera una chica que no le interesa no se tomaría tantas molestias. Pero yo aún no quería creérmelo. Rechazando la posibilidad de mandarle un mensaje, Eriol me dijo que sería muy descortés de mi parte no agradecerle su ayuda, entonces se me ocurrió una idea…

Haría unas galletas con chispas de chocolate y otras con miel, armaría dos paquetes iguales con la cantidad exacta de galletas para no levantar sospechas de preferencia, y se las llevaría a Yamazaki y a Shaoran al mismo tiempo. Ya que ambos estuvieron involucrados, y al aparecerme estratégicamente frente a los dos, solo les daría la ofrenda, un par de "gracias" y "disculpas" luego de una corta reverencia y fingiría demencia sobre la existencia de un papelito con cierto número de teléfono si la conversación llegaba a surgir de sus estrepitosos labios.

.

.

Me levanté a la mañana siguiente con una sonrisa nerviosa en mis labios. Me miré en el espejo y sonreí satisfecha a mi reflejo, algo que casi nunca hacía con detenimiento. El día anterior, había horneado las galletitas y preparé los dos paquetes tal y como lo había planeado. Hice un poco de más para compartir con las chicas en el receso y dejé una gran cantidad en casa. Mi hermano estaría de visita este fin de semana con Yukito, quien estará muy contento por devorarlas.

Arribé al instituto más temprano de lo habitual y mi amiga se sorprendió de no verme despeinada y agitada… hasta que se percató de la hora de mi llegada.

—Muy buenos días, Sakura. Parece que nos levantamos de muy buen humor hoy.

—Buenos días, Tomoyo. Y sí, hoy me siento muy bien —me senté delicadamente en mi silla y acomodé mi mochila y la bolsita de las galletas a un lado de mi pupitre.

—¿Horneaste galletas? —preguntó curiosa—. Huele muy bien.

—Sí, y voy a presumir que me salieron deliciosas. Traje para compartir contigo y con las chicas también.

—¿También?

Tomoyo me lanzó una mirada suspicaz que capté a los pocos segundos. Tardé en ruborizarme lo que la profesora Mcgonagall* en transformarme en gato.

—Eh… bueno… sí… es que yo … verás…

Balbuceé sin parar tratando de explicarme y reprimiéndome mentalmente por no avisarle a Tomoyo de mi plan antes de dejarme en jaque frente a toda la clase. Por suerte no soy popular y nadie posa su vista en mí para abochornarme, pero cierro la boca de todas formas y le hago una seña con las manos para que entienda que hablaremos luego.

En clase, no pude evitar mirar de vez en cuando en dirección al castaño de ojos ámbar y darme ánimos mentales para enfrentarlo. Antes, él siempre se sentaba detrás de mí, pero luego del fatídico día que decidió retirarme la palabra, prefirió ubicarse en la misma fila que yo pero de la otra punta del salón.

Se lo ve muy concentrado en lo que el profesor está explicando. Derivadas e integrales… nunca podré con las malditas matemáticas, así que dedicaré mi tiempo en observar sus facciones varoniles y su ceño fruncido desde la distancia. A su lado, Yamazaki le habla sin parar y Shaoran parece abatido. Trató de callarlo con la mirada furiosa pero éste no le hizo caso. De seguir así se ganarán una buena reprimenda del profesor —pensé

—Kinomoto, ¿tiene algo muy importante que hablar con su compañera que no deja de mirarla?

Me sonrojo y palidezco casi al mismo tiempo. Mi rostro no sabía si sentirse avergonzado o sorprendido. Me enderezo y enfrento al profesor con la cabeza en alto.

—No, profesor. Disculpe, no volverá a suceder.

Agradezco a todos los cielos que Tomoyo se siente a mi lado, porque de enterarse a quién estaba mirando realmente, me dejaría con la sola opción de mudarme de ciudad.

—Por su falta de atención le adicionaré la págin del manual de ejercicios para esta semana.

—Sí, profesor.

¡No puede ser! Con lo que me cuestan las matemáticas y me gano más problemas de los de costumbre.

.

La tarde pasó rápido, muy rápido.

—¿Y cuándo piensas dárselas? —pregunta Tomoyo a mi lado.

—No lo sé, estoy esperando verlos juntos pero ni si quiera pude ubicarlos en el receso. Además Akiho estuvo buscándolo también, la escuché hablar con sus amigas. Si no calculo bien todo, de seguro me la cruzo y tendré motivos suficientes para ser su blanco por lo que quede de preparatoria.

—Bueno, hoy tenemos clases de deportes, ¿por qué no se lo das al final?

—Sí, parece una buena idea.

Las manos me sudan, un temblor repercute en todo el extremo de mi columna y mis pies se mueven casi robóticamente.

Toda la clase de deportes me la pasé errando en mis saltos y tropezando en la prueba de velocidad. Cada paso que daba parecía estar maldito y eso se lo debía a los tan poco bienvenidos nervios que no paraban de carcomerme la sien.

¿Qué tan difícil puede ser? Solo me acerco, agacho la cabeza y ofrezco el paquete.

—¡Ánimo, Sakura! ¡Tú puedes! —me dijo Tomoyo antes de lanzarme al valle de los gigantes.

Caminé buscando a los dos chicos, pero por más que miré y revisé no podía encontrarlos. Las clases habían terminado, yo había hecho tiempo récord en las duchas para no perderme de verlos salir, pero quizás fueron más veloces que yo o se fueron a sus casas sin asearse… No había pensado en esa posibilidad.

Estaba a punto de dar vuelta sobre mis talones para volver a casa cuando literalmente me topo con la risa aguda de Yamazaki. Fue muy tarde cuando sus ojos casi cerrados me vieron ahí parada cerca de los vestidores de los chicos.

Él se excusó con los compañeros y vino sonriente a saludarme.

—¡Sakura! No pude ubicarte luego de clases. ¿Cómo has estado luego del mareo?

—Eh… bien… no fue nada. Gracias.

—Estábamos muy preocupados. Deberías haberte visto, pasaste de pálida a roja y a blanca como la leche en dos segundos. ¿Siempre es así cuando estás anémica?

—¿Cuándo qué? —ah, sí. La "anemia" —Bueno… solo muy de vez en cuando —mentí.

—Me alegro mucho.

Yamazaki me sonreía y en ese instante me sentí realmente cómoda con su presencia. Tiene el aspecto de ser un chico amable y de fiar. Tan cómoda me encontraba que ni cuenta me di cuando empezó a relatarme no sé qué historia sobre la anemia y las enfermedades. Parecía tan concentrado que no fui capaz de interrumpirlo para pedirle que lo repita, así que me limité a asentir con la cabeza.

—¿Qué es eso que llevas ahí?

Mi escaso vocabulario requirió que Yamazaki saque otro tema de conversación. Se nota que le gusta mucho hablar.

—Ah…esto… Las hice para ustedes. Para ti y para Li —dije ofreciéndole su paquetito envuelto en una tela celeste con listón haciendo juego—. Es en agradecimiento por haberse preocupado por mí, ayer.

—¿En serio? ¡Gracias! No debiste molestarte.

Sus ojitos llenos de alegría me contagiaron la felicidad. Me gusta estar con él, quizás podamos ser amigos, y sí las cosas con Chiharu salen como deseamos, de seguro lo veré más seguido.

—¿Y ese es para Li?

—Em... sí… Es solo que pensé en dársela a los dos juntos… Pero como no lo veo será mejor que las guarde.

Hablar y ver Yamazaki a solas no me representaba ningún tipo de nerviosismo, pero el solo pensar en mirar a Shaoran directamente a los ojos me arremolinaba el estómago.

—¡No! Ve a buscarlo, estaba en los bebederos hace un momento. Anda, de seguro se pondrá contento. Él adora la comida casera.

Tratando de asimilar su efusividad y procesar las palabras "se pondrá contento" que retumbaban en mi corazón, me puse a caminar del otro lado de los vestidores bajo la atenta mirada de Yamazaki para que no perdiera mi rumbo. Me di golpecitos mentales para hacerme notar que se pondrá contento por la comida, no por mi presencia.

«¿Qué eres tonta o tienes cabeza de Troll?»

Los bebederos no quedaban para nada lejos, eran solo unos cuantos pasos que ralenticé todo lo que pude, y cuando al fin estaba dando la vuelta, la escuché.

—Vamos Shao, mi casa estará sola en fin de semana. Podríamos ver una película, usar el jacuzzi… No voy a morderte… salvo que lo quieras.

Esa voz. ¿Por qué justo ella?

Me quedé estática del otro lado de pared donde no podía ser vista.

—Ya te he dicho que no. No me interesa salir contigo, ¿puedes entenderlo?

Envalentonada por ese rechazo, asomé un poco mi cabeza y pude verlos mejor. Como sospechaba, era Akiho. Estaba aprisionando a Shaoran contra uno de los lavados. Ella apoyaba sus brazos a cada lado de Shaoran pero sosteniéndose de la cerámica del lavado, y él, sin escapatoria, echaba su cuerpo hacia atrás como si quisiera traspasar la pared de cemento huyendo de Akiho como la peste.

—Yo creo que te estás haciendo el difícil… Y me encantan los retos.

Shaoran miraba hacia un costado con el ceño fruncido y totalmente ofuscado. Estaban tan cerca que ella casi apoya sus pechos sobre el torso de él, lo que me hizo enfurecer en demasía.

¿Qué no sabe cuándo rendirse?

Él no la apartó en ningún momento, supuse que por caballerosidad, pero la situación se estaba volviendo un poco incómoda desde mi perspectiva y me alegró que él se sintiera igual.

—¿Vas a apartarte o lo hago yo? —¡Dijo al fin!

Sin borrar la sonrisa seductora de su rostro, Akiho le dio su espacio, no sin antes susurrarle algo al oído que no pude identificar. No soy muy buena leyendo labios, ojalá tuviera una de las orejas extensibles de los hermanos Weasley* para poder entender lo que dijo, ocasionando un escalofrío en Shaoran. Luego de eso, la bruja se separó de él y caminó contoneando sus caderas rápidamente para macharse… ¡En mi dirección!

¡Oh, no! ¿Y ahora qué hago? ¿No hay una chimenea con polvos flu* por aquí? Necesito evaporarme.

Giré de aquí para allá como perra rabiosa sin salida y el resultado de mi torpeza fue toparme con la única persona que desearía no ver por el resto de mi vida.

—¡Fíjate por donde caminas, Kinoboba! Arruinaste mi traje de porrista.

— Yo… yo…

—Tú… tú… —se burlaba con voz distorsionada—. No sabes ni hablar, Kinomoto, ¿por qué no te pierdes?

—¡Ey! No le hables así, Shinomoto. No te hizo nada —Shaoran apareció de frente y por primera vez en la vida desearía que no lo haya hecho.

La visión era patética. Yo arrodillada en el piso por el impacto de la caída, mis pertenencias desperdigadas por toda la extensión de tierra y Akiho tratándome como lo hace Dudley*. Me sentí tan impotente, poca cosa, incapaz de defenderme. No puede ser así siempre. Es un sentimiento extraño, ambiguo, retorcido, desmedido… Ese otro yo se debate dentro de mí por salir y brillar con su mano en alza y varita en mano. Ser o no ser…¿Podríamos aplicar a Shakespeare entre tanta nebulosa?

—¿Qué no le hable así? Me derribó con su cuerpo cuadrado como muro y manchó mi uniforme. —le dijo Akiho a Shaoran muy molesta, como tratando que él entienda su punto.

—Lo pones a lavar y listo… O le dices a tu mami que lo haga, pero no trates así a las personas.

Akiho infló sus rosados cachetes de la ira y expiró un fuerte soplido junto con expresiones de rabia. Y se fue... sin decir nada más que maldiciones por lo bajo y su corta melena rizada moviéndose con ímpetu.

Mientras veía como ella se alejaba, mi yo sumiso también dejó salir un soplido de alivio y me dispuse a juntar mis cuadernos y lápices del suelo, pero no me percaté que el dueño de mis suspiros se agacharía para ayudarme con ello.

Lo miré un instante a los ojos ni bien se puso a mi altura y me perdí dentro de ese ámbar seductor que con los rayos del sol me mostraban tantos matices como colores tiene el arcoíris. Cruzamos miradas por unos eternos segundos y luego hizo algo que me provocó desfallecer: Curvó ligeramente sus labios y una línea delgada se arqueó para iluminar su perfecto rostro. Alguien abrió en cielo para mí y me dejó contemplar semejante acto divino que me hizo enrojecer al instante y volver mi vista rápidamente a mis cosas esparcidas por el suelo.

—¿Estás bien? —me preguntó él.

—S-sí… no es nada. Deja, yo me encargo.

Tomé todo lo que pude a velocidad luz pero la maldita suerte no podía estar siempre de mi lado. Con pesar y sudor, vi como Shaoran alargaba su mano y tomaba entre ellas el pequeño objeto que el día anterior no pude mostrarle a Tomoyo, y que claramente, olvidé quitar del maletín.

Con pánico en mi mirada, observé como le daba vueltas y el objeto resplandecía con el reflejo de la luz solar, cegando mi vista por momentos y deseando que así fuera realmente, lo que sea con tal de no ver la burla de Shaoran en sus ojos, o peor… que me pregunte qué es.

Su rostro se mostró impávido, miró el objeto por unos segundos y luego… otra vez el milagro… sonrió por segunda vez consecutiva. Esto tiene que ser un sueño de esos que me atormentan cuando descubro que son mundos alternos e imaginarios. ¿O serán premoniciones?

—¿Cuántas vueltas crees que debería darle para evitar que Shinomoto se cruce en nuestro camino?

¿Q-qué?

No pude creerlo. Definitivamente estaba soñando.

Intentando ser lo más disimulada posible, llevé mi mano a mi brazo y lo pellizqué levemente.

Dolió, y Shaoran me miraba con esa sonrisa aun plasmada en sus labios. Entonces…

—Yo creo que con media vuelta nos tendría que alcanzar ¿no crees? —agregó ante mi estupefacción.

—Ehh... este… yo… c-creo que…

Antes de que pueda hablar, o tratar de hacerlo, Shaoran guardó el giratiempo en mi bolso y terminó de recolectar el resto de las cosas. Se levantó de su lugar y me tendió la mano para ayudarme a hacer lo mismo. Lo miré de nuevo con ojos muy abiertos de la sorpresa y extendí mi mano temblorosa para tomar la suya.

Ah… esa sensación de nuevo recorriendo mi torrente sanguíneo. El calor se mezcla con la sangre de mis venas de forma ascendente hasta mi rostro, donde mis vasos dilatados expresan ese característico y habitual tono rosado en mí. Era la segunda vez que ese contacto piel con piel se efectuaba y por dentro me sentí como un volcán a punto de hacer ebullición.

Sus manos son suaves, muy suaves y se acoplan perfectamente a la mía.

Me paré y desde mi altura me quedé prendada de su mirada mientras le sostenía la mano estupidizada. Cuando reaccioné, lo solté de golpe y posé mi vista al suelo de donde no debería haber salido. De seguro pensará que soy una idiota que cae rendida a sus pies como todas las demás.

Un rayo de conciencia me hizo recordar el motivo por el que lo estaba buscando, así que me armé de valor y busqué las galletas en el fondo de mi mochila. Las palpé un poco para comprobar su estado y por suerte solo una parecía estar rota por el impacto.

Tomé el paquetito color verde entre mis manos y se las extendí para que las tomara.

—Verás… yo…

¡Vamos, Sakura! ¡Habla con claridad!

Enfrenté su mirada una vez más y sus cálidos y expectantes ojos me animaron a continuar.

—Hice estas galletas para ti. ¡B-bueno, para Yamazaki también! —me apresuré a aclarar—. Es en forma de agradecimiento por haberse preocupado por mí, ayer. Realmente te agradezco.

Agaché mi cabeza esperando su reacción mientras permanecía con las manos extendidas sujetando la bolsita de galletas. Como no las tomaba ni me decía nada, levanté la vista un poco afligida y flexioné los brazos atrayendo el paquete hacia mí.

—Lo lamento. Creo que no te gustan, veré de prepárate otra co…

—¡No, no! Lo siento —interrumpió un poco alarmado—. Me encantan las galletas. Es solo que me sorprendiste. ¿Puedo tomarlas?

Confundida y algo nerviosa, le volví a extender el paquete y él se acercó a tomarlo muy despacio, rozando accidentalmente nuestros dedos, dando a relucir otra vez ese sonrojo tonto en mis mejillas.

—No tenías que molestarte, pero gracias. De seguro están deliciosas.

Sus palabras cavaron hondo y profundo en mi corazón. Nunca en mi vida podría haber imaginado tener una charla tan amena con Shaoran, disfrutar de un momento de naturalidad y me sorprendió el sentirme tan a gusto con él. Por un momento pensé que los nervios se habían ocultado detrás de mi capa imaginaria y les agradecería que se quede en ese lugar un tiempo más, por lo menos lo que dure su mirada posada en la mía.

—Ya se hizo un poco tarde. Vamos, te acompaño a tu casa.

—Claro.

Sus palabras sonaron atrayentes y por más que hubiera luchado, no habría sido capaz de resistirme. Cualquiera pensaría que arrastraba mis pies con el rostro rebosante de felicidad bajo el maleficio imperdonable Imperius, el que lograba que la víctima responda a cada orden que el mago le daba, pero no era así, yo caminaba al lado de este chico espectacular por cuenta propia. ¿Pueden culparme?

Al principio no hablamos de nada en particular y estaba agradecida por ello, porque podía admirarlo de reojo sin que se diera cuenta. O eso creía yo.

En un momento, su mirada ámbar me miro de soslayo y sonrió haciendo que vuelva mi vista al suelo y los nervios salgan de su escondite dominando mi vida como siempre.

—¿En qué tanto piensas? —soltó de golpe. Parecía divertido por algo

«Seguro por tu cara de idiota "tratando de disimular"»

El escalofrío volvió a rectificar mi columna y como autómata le respondí sin mirarlo, abochornada por la voz de mi conciencia.

—Pensaba si te gustarán las galletas que hice.

Improvisé esa pregunta de repente, que no era para nada lo que estaba pasando por mi mente en ese momento, pero sí era verdad que me gustaría saber su opinión sobre las galletas.

¿Mucha miel? ¿Demasiada canela? ¿Pocas chispitas de chocolate?

—Vamos a comprobarlo entonces.

No paramos en ningún momento y yo traté de no ver su rostro al morder la primera galleta — de chispitas eligió — pero no pude evitarlo, y con las manos y el labio tembloroso, esperé el veredicto hasta que se paró en seco como si hubiera visto un fantasma.

¡Ay, no! ¡No le gustaron!

—Woow. Están… exquisitas.

Parpadeé varias veces para asimilar sus palabras.

—No tienes que fingir si no te gustan. – dije con pesar.

—No… En serio. Hace tiempo que no pruebo unas tan ricas. Y el que las hayas hecho tú misma le da el toque perfecto. Gracias por molestarte.

—N-no g-gracias a ti.

Oh por Dios. Le gustaron. De verdad le gustaron. El haberme desmayado ese día fue lo mejor que me podría haber pasado. Sino nunca hubiera tenido la oportunidad de darle a Shaoran algo hecho por mí, no hubiéramos entablado una conversación ni hubiera podido perderme en sus ojos sin su consentimiento. Y tampoco hubiera…

—¿Te puedo preguntar algo? —me estaba carcomiendo las entrañas de hacerlo.

—Lo que quieras —dijo afable.

—¿Cómo sabías el nombre del objeto dorado que se cayó de mi maletín?

Sonrió de lado antes de contestarme. Ahora estábamos frente a frente con los pies bien puestos sobre la tierra e inmóviles como dos postes de luz.

—Bueno… digamos que tuve que ver las películas de Harry Potter a la fuerza.

Ah… era eso..

«Vamos, Sakura ¿qué esperabas? ¿Qué el sexy y perfecto deportista Shaoran Li te dijera que pasaba sus noches chateando con lunáticos de HP?»

—Pero debo reconoce que me gustaron mucho. Hasta leí un par de libros. El tercero es el que más diferencias tiene con la película, y bueno, los libros siempre son más interesantes.

—¡Yo opino lo mismo!

Estaba feliz… ¡Tan feliz! Y me acerqué mucho a él de la emoción que me provocó que le hayan gustado las mismas cosas que a mí que casi lo abrazo en un rapto de locura.

No logré cometer semejante acto de suicidio, pero mi rostro quedó tan cerca del suyo que podría besarme si solo agacha un poco más su cabeza.

Su mirada se endureció de repente mientras yo intentaba descifrar sus pensamientos y me perdía en la inmensidad de sus orbes. Por una milésima de segundo creí verlo avanzar un poco hacía mí, y cuando empezaba a cerrar los ojos para aceptar lo que fuera que pasaría, una estruendosa bocina sonó por la calle sobresaltándonos a ambos… Arruinando el momento.

—¡Ey, Lobezno! ¡Vamos o se hará tarde!

Yamazaki estaba junto con un par de chicos más conduciendo un elegante deportivo negro muy llamativo. Shaoran le propinó una de sus miradas amenazadoras más inquietantes y con eso fue suficiente para que Yamazaki se echara a reír y condujera un poco más para dar la vuelta en la esquina y retomar.

—Creo que tienes que irte —dije muy avergonzada—. Gracias por acompañarme.

—Fue un placer. Oye Sakura…

Oh, Dios… Qué hermoso suena mi nombre en sus labios, ¿no puede estar Tomoyo para grabarlo justo en este momento? Me encantaría reproducirlo por las noches hasta que los párpados se me den por vencidos.

—… ¿Me permites tu teléfono un momento? Necesito enviar un mensaje.

—Claro, ten.

Sin pensar si quiera en el motivo que llevó a Shaoran tomar mi celular para enviar un mensaje suponiendo que él tiene el suyo propio, le entregué en bandeja mi aparatito personal.

«Le entregaría mi corazón si pudier»

Pasaron unos breves segundos donde tecleó algo y me lo devolvió con una encantadora sonrisa.

—Listo. No creo que ahora pierdas o borres accidentalmente mi número.

¿Qué cosa?

Ladee mi cabeza de costado y fruncí mis cejas en un interrogante. Shaoran señaló mi celular con la vista y ahí lo vi.

En mis contactos, recién agregado, estaba el mismo número que de tantas veces verlo en el papelito que Tomoyo me entregó, ya me sabía de memoria. Esa combinación numérica estaba acompañada de un solo nombre, el de Shaoran… solo Shaoran… nada más. Dejando de lado los formalismos que a él tanto le gustaban conservar y reconfirmado con mi nombre pronunciado de su boca.

—Adiós, Sakura.

Me guiñó un ojo con esa minúscula sonrisa en sus labios y se marchó… dejándome con el corazón desbocado y una felicidad indescriptible que pude exteriorizar en una risa nerviosa ni bien crucé la puerta, en la seguridad de mi casa. El tiempo había pasado tan rápido que ni cuenta me di que habíamos llegado hasta aquí.

Antes de subir a mi habitación como loca, decidí enviar un solo mensaje.

"Para que me agendes tú también"

Sonreí victoriosa por mi repentina viveza. De este modo, solo estaría respondiendo su juego equiparando los tantos sin más conversación de por medio, si no lo hiciera me dejaría a mí con la responsabilidad de hablarle en algún momento, demostrando mi evidente interés en hacerlo.

No es que tuviera algo malo que yo le hable primero, pero recién estoy empezando a asimilar que mi amor platónico nota mi existencia, me acompañó a casa, casi rozamos nuestros sus labios y le gusta un poco la saga de Harry Potter.

Son muchas cosas que afrontar… no puedo seguir sumando sonrojos a la lista.

"Ya estás en ella" —respondió casi al instante.

Sus palabras, lo sucedido y ese emoji guiñando un ojo al final de la frase, fueron los causantes de que yo no pueda pegar los míos por el resto de la noche.

.

-.-.-.-.-

Sentada en parque, asimilé que se día rompimos las barreras que nos habíamos impuesto de niños, y de a poco nos fuimos redescubriendo el uno al otro, tratando de reconocer la esencia de nuestra persona que nunca perdimos y develando los evidentes cambios que nos sucedieron todos estos años. ¿Quiero perder todo lo que avanzamos?

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Hola a todos!

Esta historia tiene un lado claro y uno oscuro, y no está mal que así sea. Harry también tenía su lado negro, uno que no nació con él pero se le impuso de todas formas sin quererlo, sin esperarlo. La varita elige al mago, el destino está dicho en bolas de cristal, queda en nosotros modificarlo.

Engorgio y Diminuedo.

Elegí ese título porque estos hechizos son lo opuesto, contrapositorios en sí mismos, y también, porque reflejan el modo de relatar esta pequeña historia. Viajando entre el presente y el pasado para tratar de definir un futuro.

Engorgio es un encantamiento que aumenta el tamaño de un objeto o animal y Diminuendo es el hechizo que lo fuerza a disminuirse… Como nuestro corazón… Como el de la narradora oficial de esta historia. Sakura está contrariada consigo misma y con todo en general, y a lo largo de este corto encuentro verán como su músculo interno se ensancha y se encoge conforme lleguen sus recuerdos y comprenda su situación actual.

La historia es bastante inocente y me sorprendí a mí misma en subir un fic que no sea de categoría M, pero como todo adolescente, la sexualidad es una rama muy enigmática a descubrir. Habrá algo de eso pero es escaso y sutil, así que no se preocupen a quienes no les guste (aunque dudo que sean muchos).

A algunos quizás les sorprenda que incluí a Akiho en la historia como un personaje malvado. La razón por la que lo hice no tiene un fundamento firme, pero después de pensarlo un poco… todos sabemos la doble cara (consciente o inconsciente) que tiene ese personaje en Clear Card, así que bueno, me pareció la némesis perfecta de Sakura.

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Como dije, ésta es una historia super inocente y hasta tonta en algunos puntos, también me divertí a montones mezclando esas sutilezas con HP (que fue mi fin), pero de pronto algo pasó…

… Me encontré leyendo unas historias que me remontaron a todas esas dudas y cuestionamientos que yo misma tenía de chica y por alguna razón mi cabeza volvió en el tiempo y me inspiró a nutrir esta historia.

A lo largo de los capítulos querrán cachetear a Sakura en muchas y reiteradas ocaciones… pero para algunas personas la transición no es corta, y después de todo, las vivencias, dolencias y demás "encias" son parte de lo que seremos y de lo que somos ahora.

Advertido esto, les prometo que la historia no será muy larga, así que no los aburriré demasiado con la loca cabecita de adolescente de Sakura. Porque cuando uno es adolescente… se le vuelan las chapas y puede ser un poco denso en algunos asuntos… Quizás no es mi mejor obra, quizás no es lo que más me gustaría escribir, pero surgió y quería compartirla de todas formas.

Gracias por pasar :) Como siempre espero sus comentarios. ¡Háganme saber lo que piensan, muggles! ¿O prefieren que les diga "sangre sucia inmunda"? XD

Byeee!

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Glosario (por orden de aparición)

*Muggle: Persona no maga. Que no tiene magia. "…mi locura desmedida por dejar de ser una muggle"

*Gryffindor: Una de las cuatro casas de Hogwarts, el colegio de magia en el mundo de HP que se divide en cuatro secciones para ordenar a los alumnos (Gryffindor - Hufflepuff - Ravenclaw - Slytherin). Harry y sus amigos pertenecen a Gryffindor. "…me señalaban cuando llevaba mi bufanda de Gryffindor" . Cada casa tiene una bufanda con un color correspondiente.

*Riddikulus: Encantamiento para defenderse de un Boggart, (criatura mágica que se esconde como el "cuco" y cuando te tiene frente se convierte en tu mayor temor). Este hechizo "ridiculiza" al Boggart, te hace reír y su jueguito llega a su fin. "Riddikulus, Kinomoto. ¡Ah, no! Cierto que tú haces todo el trabajo para parecer ridícula sin ningún hechizo ¡Qué patética!"

*Sectumsempra: Maleficio inventado por el Profesor Snape. Cuando se pronuncia, este hechizo es como una espada invisible que realiza cortadas sangrantes en el cuerpo del enemigo, inmovilizándolo (realmente espantoso). "Ojalá pudiera lanzarle un sectumsempra" - se defiende Sakura.

*Dementor: Monstruo sin alma, como un fantasma volador con capa negra y desgastada sin rostro, solo largos brazos y una especie de boca oculta tras la capa. Especie mágica que cuida la prisión de los magos y está al mando del Ministerio de la Magia (técnicamente) que son capaces de robarte el alma. A esto de se llama "El beso del dementor". Te succionan el alma en cámara lenta, mientras tú en el proceso te sientes frio, mucho y frio y luego es como si toda la felicidad se te fuera arrebatada, hasta que literalmente, te succionan el alma y mueres. "Es como un dementor* camuflado de cabello gris y falda corta."

*Snape: Severus Snape, profesor de Hogwarts que tiene una historia oscura y enternecedora a la vez. El anclaje viene referido a que él fue capaz de inventar un conjuro. "sectumsempra" es uno de ellos. "Cada día de escuela, me levanto recitando mi mantra. Un conjuro que inventé para protegerme de las desgracias y tratar de evocar buenas acciones con mi mente. ¡Ey! Si Snape pudo hacerlo, yo también"

*Tom S. Ryddle / Señor de las tinieblas / El señor tenebroso / Quién no debe ser nombrado / Tú sabes quien / Y el que más de le gusta a este mago siniestro: Voldemort. Es el mago más oscuro y tenebroso de la historia, quien "murió" tratando de matar a Harry y revivió solo per jodere la vida.

*Potterhead: Apodo para los fans de HP. Refleja algo como que se está pensando en Potter todo el tiempo. "…mis amigos potterhead"

*Saeta de fuego: Una de las escobas mágicas para volar más veloces, generalmente adquiridas para jugar al juego famoso de los magos, el quidditch. "Tomoyo me devolvió a tierra firme luego de volar con la saeta de fuego en mi imaginación"

*Quidditch: Juego donde dos equipos de las diferentes casas del colegio intentan hacer tantos, pasando una pelota singular por los aros del equipo contrario mientras vuelan sobre sus escobas a una altura demasiado elevada. "Podría caerme desde la altura de las gradas de quidditch y de seguro me atraparía en el aire sin esfuerzo alguno"

*Confundus (confundo): Encantamiento que causa confusión en una persona u objeto. "Es como si me hubieran lanzado un hechizo confundus. Me siento atacada, nerviosa"

*Hogwarts: Escuela de magia y hechicería para magos.

*Profesora Mcgonagall: Una maestra de la clase de transformaciones de Hogwarts, que tiene la habilidad de convertirse en un animal (aquellos que pueden llevar acabo esta transformación se los llama "animagos"). La velocidad de su transformación hace referencia en la frase que utilicé: "Tardé en ruborizarme lo que la profesora Mcgonagall* en transformarme en gato"

*Hermanos Weasley: Ron es uno de los mejores amigos de Harry, y viene de una familia de numerosos hermanos. Los gemelos de mayor edad que nuestros protagonistas, Fred y George, son muy traviesos y graciosos. Están siempre metidos en problemas y a lo largo de la saga crean dulces raros, artefactos salta-clases y demás cosas, siempre alegrando el día. Las orejas extensibles son una creación de ellos que justamente permite escuchar una conversaron a distancia. "No soy muy buena leyendo labios, ojalá tuviera una de las orejas extensibles de los hermanos Weasley* para poder entender lo que dijo"

*Polvos flu: Polvos mágicos capaces de transportar a una persona de un lugar a otro mediante una Red Flu. Esta red conecta la mayoría de los hogares y edificios del mundo mágico (mediante una chimenea). "¡Oh, no! ¿Y ahora qué hago? ¿No hay una chimenea con polvos flu por aquí? Necesito evaporarme"

*Dudley: Primo de Harry que le hace la vida imposible. "Akiho tratándome como lo hace Dudley"

Fin.