Summary: En las profundidades del Cristal de Neahtid, Merlín ve la resurrección de Lord Voldemort, un evento que inclinara la balanza del mundo demasiado que solo él tiene el poder de intervenir y arreglarlo, o evitar que suceda. Para esto, tendrá que hacerse pasar por un estudiante y asistir al Colegio de Hogwarts de Magia y Hechicería.

El único problema es que ha sido elegido en lugar de Cedric Diggory como el Campeón de los Tres Magos, y hay un recientemente renacido Arthur Pendragon en la casa de Gryffindor.


Tricksterity: Por favor disfruten a mi bebé :)

¡El header es arte por la absolutamente increíble, maravillosa, perfecta y talentosa mushroomtale! Puedes encontrarla aquí: mushroomtale-fanart en tumblr.

Editado: a partir del 04/10/16 volveré y reescribiré algunos capítulos con los que no estoy muy contenta. Si estás volviendo a leer y notas que las cosas son un poco diferentes, ¡Es por eso!


La niebla se arrastraba por el suelo, arremolinándose alrededor de las lapidas rotas como viejos amantes reuniéndose; aire fino suficientemente frío como para perforar huesos y tan sombrío y oscuro que bloqueaba la luz de la luna. Un gran caldero se encontraba sobre un fuego verde y junto a un niño atado, otro tendido, ojos muy abiertos, muertos.

Una pequeña figura encorvada que sostiene un bulto de tela, lo deja caer en el caldero y eso ardió, escamoso, ensangrentado y mutilado.

Rebanar, rajar, cortar, soltar.

La niebla se congrega alrededor de una figura blanca pálida, con forma de serpiente, ojos escarlatala cicatriz ardiendo, gritando, muerte, destrucciónuna calavera y una serpiente de nubes de tormenta en el aire.

El equilibrio se levanta rompe—.

Él está de vuelta.

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Merlín brotó de su conciencia sintiendo el cosquilleo de la magia en el aire, sosteniendo un cristal tan apretado que le podría romper la piel, goteando sangre escarlata (del mismo color que sus ojos) fluyendo por sus muñecas para humedecer su manga. Respiró rápido y pesado, con ojos dorados que se reflejaban en el pálido cristal; los últimos destellos del horrible futuro que se desvanecía en las refractadas y afiladas superficies.

Pasó una mano temblorosa por su pelo largo y gris, y sabía que tendría que intervenir como no lo había hecho durante siglos, siempre observando y esperando junto a su cabaña en el lago, con ojos que miraban fuera cada día por una cara o forma familiar.

Suspirando, Merlín volvió a colocar el Cristal de Neahtid en la caja encantada en la que lo había mantenido encerrado durante siglos. Sus ojos brillaron cuando pasó una mano sobre la caja, cerrada para todos menos para él, cerrada como si guardara todos sus poderosos objetos mágicos escondidos. Si alguien alguna vez los encontrara… no sabría decir que tipo de destrucción se podría causar.

—En tiempos como estos desearía que Kilgarrah todavía estuviera aquí –Merlín suspiró, recordando el consejo que a menudo le pedía al gran dragón, aunque la mayoría de veces había sido críptico y en su mayor parte inútil. Su voz era áspera y ronca como si no la hubiera usado por un tiempo, cuando en realidad era todo lo contrario a la verdad. Sentarse en silencio, esperando y mirando a la superficie de un lago inmutable se había vuelto aburrido durante décadas, y eventualmente decidió por fingir ser un maestro bajo el nombre de Morgan Emery. Había sido profesor en la universidad local durante veintisiete años.

En orden de intervenir en el futuro, había visto (muerte, horror, el mundo mágico y no mágico chocando violentamente, cruelmente) que tendría que renunciar a su trabajo, despidiéndose de sus alumnos y colegas, luego hacer una regresión de edad en él mismo e ir de regreso a la escuela—a Hogwarts, porque reconoció al chico atado en la visión; Harry Potter.

Sonrió inesperadamente.

—Esto podía ser interesante –se dijo a sí mismo. Sacando su viejo de la cama, Merlín recogió la caja mágica y la colocó en el estante en su sótano, indiferente y completamente e idéntica a las otras cajas que se alineaban en las paredes. Se puso una chaqueta pare protegerse del frío que emanaba del lago, y subió las escaleras.

El viaje a la universidad en la que enseñaba estaba apenas a veinte minutos caminando. Al pasar por los terrenos del campus, los estudiantes lo saludaron y llamaron; él les devolvía el saludo con una ligera cojera en su paso. Una estudiante suya particularmente enérgica, una joven llamada Elise que le recordó a Gwen, se acercó a él con los brazos llenos de carpetas y libros.

— ¡Hola profesor! ¿Cómo está hoy? –preguntó, sonriendo brillantemente. Tenía el pelo castaño oscuro y ojos igual de oscuros, con la piel un poco más clara, y siempre llevaba un lápiz labial de color borgoña profundo.

—Bastante bien, Elise –contestó Merlín. — ¿Cómo va el trabajo?

Elise parecía un poco avergonzada por la pregunta.

— ¿Honestamente? No muy bien, profesor –admitió. —Es difícil encontrar fuentes creíbles que no sean sólo historias de hadas inventadas que han sido embellecidas a lo largo de los siglos. Las fuentes primarias son prácticamente inexistentes— ¿Está seguro que este ensayo es realmente factible?

—Por supuesto que sí, Elise, sólo tienes que mirar en el lugar correcto –se rió Merlín. —De hecho, tengo un libro que te puede ser útil si me acompañas a mi oficina. Ya no lo necesitare más –le apretó al mano para que lo siguiera, y ella felizmente caminó junto a él, disminuyendo su ritmo apresurado para adaptarse a él. Merlín se preguntó cuántas tazas de café necesitaría al día.

—Gracias, profesor, ¡Eso es increíble! ¿Por qué no lo va a necesitar más? –preguntó, inclinando la cabeza con curiosidad.

—Lamentablemente, entregaré mi carta de renuncia hoy –contestó. —Me estoy haciendo un poco viejo para este trabajo y mi mente ya no es lo que solía ser antes –la expresión de Elise de inmediato cayó en una absoluta devastación, deteniéndose por completo.

— ¡No, profesor, no puede irse! –replicó ella. — ¡Eres el mejor profesor que he tenido en años! Enseñas cosas absolutamente fascinantes y haces que las historias sean divertidas, lo cual es sorprendente, teniendo en cuanta que siempre han sido absolutamente aburridas para mí en el pasado y en verdad sólo tomé el trabajo para llenar un puesto electivo.

Merlín se rió de su expresión culpable cuando admitió eso.

—Lo siento terriblemente, Elise, pero en realidad me estoy volviendo demasiado viejo para este trabajo. Calificar trabajos no es tan fácil como lo era antes. Solo espero que a todos ustedes no les importe si me voy, odiaría decepcionarlos a todos –dijo, comenzando a subir las escaleras hacia su edificio. Tuvo que apoyarse pesadamente en la baranda para obtener apoyo, y se alegró que sus articulaciones no serían crujientes y rígidas pronto, y que su cuerpo finalmente sería joven y saludable de nuevo. Tuvo que mantener su envejecimiento desde que comenzó en la universidad, y no pensó que lo disfrutaría por tanto tiempo.

—Por supuesto que no, profesor, estaremos tristes de verte partir –dijo Elise. Merlín sonrió cuando llegaron a su puerta, con letras doradas que deletreaban Prof. M Emery, Doctorado en el cristal esmerilado. Giró el pomo de la puerta y entró en la oficina, colocando su maletín sobre su escritorio. Luego se giró para hurgar entre sus estantes que estaban repletos de viejos tomos encuadernados en cuero, algunos de ellos de su propia creación.

Sacó un libro increíblemente raro titulado La Vida y Proezas del Rey Arthur Pendragon en relieve dorado, con una sonrisa, se lo tendió a Elise, quien con respeto abrió el libro y acarició con sus dedos las páginas viejas y crujientes.

— ¡Esto es increíble, profesor! –dijo con asombro.

—Es increíblemente raro, como la mayoría de los libro en mi poder –dijo Merlín con una sonrisa. —Creo que solo se hicieron cinco o más o menos copias de ese libro, hace más de cien años. Muchas de estas primeras ediciones valen miles, y las donaré a la biblioteca una vez que me vaya. Este, sin embargo, puede ser tuyo, por ser una estudiante tan entusiasta.

El rostro de Elise se iluminó con una amplia sonrisa muy llena de dientes, y arrojo todas sus carpetas para envolver a Merlín con sus brazos, agradecida.

—Gracias, señor, lo atesoraré para siempre –dijo, retirándose con los ojos llenos de lágrimas.

—Eso espero –respondió Merlín. —Debo imprimir mi carta de renuncia, así que te recomiendo que lo leas y escribas ese trabajo, será lo último que califique antes de que termine el semestre. No voy a calificar o moderar sus exámenes, desafortunadamente –Elise sonrió y le agradeció, luego se apresuró a salir de la habitación, tratando de equilibrar todos sus libros y carpetas en sus brazos.

Merlín la vio irse, y luego con un errante gesto de su mano, un solo papel que indicaba su renuncia se materializo en su escritorio. Lo recogió y se dirigió al pasillo hacia la recepción principal del edificio, entregándolo a Doris Weatherby con una sonrisa triste.

— ¿Te estás yendo? –preguntó, tan sorprendida que las gafas colocadas en su nariz se cayeron y colgaron sin fuerza alrededor de su cuello desde la cuerda que los sostenía.

—Desafortunadamente, Doris, mi mente ya no es lo que era. Me gustaría vivir lo que imaginó serán mis últimos años de mi vida en paz y tranquilidad, no rodeado por adolescentes bulliciosos quejándose de pasar la noche en vela –mintió con calma. A menudo estaba tan agotado y adolorido por las mañanas que apenas deseaba levantarse de la cama—no sabía cómo Gaius se había mantenido a su edad.

—Bueno, espero que encuentres esa paz, Morgan –dijo con tristeza. —Voy a entregar esto de inmediato. Debido a que las clases están terminadas, solo tienes que esperar a que enviemos los documentos al final de tu clase, y entonces habrás terminado. Lamentamos verte partir, sin embargo, ¿Estás seguro que no quieres un almuerzo de despedida?

Su sonrisa era descarada cuando preguntó eso.

—Ya me conoces, Doris –contestó. Con unas palabras más, Merlín dejó el edificio, la universidad, y su vieja vida.

Los trabajos finales de la clase se le enviaron una semana y media más tarde, y faltaban tres semanas para su renuncia porque finalmente los calificó todos y su renuncia se había resuelto. Algunos estudiantes y la facultad le habían enviado pequeños obsequios, y los apreciaba muchos. Había pasado mucho tiempo desde que había tenido personas a las que podía llamar amigos—desde Arthur, casi.

Había hecho algunos conocidos en la comunidad mágica durante la última guerra contra Voldemort, aunque ninguno de ellos estaba vivo, y como no había podido intervenir, simplemente había observado desde el costado mientras se veía obligado a vivir su vida, vida dentro del mundo no mágico.

Merlín abrió la ventana de su dormitorio y respiró el aire fresco del verano—veces se las arreglaba para ponerse asfixiantemente húmedo dentro de la ciudad, pero justo al lado del lago, el aire siempre parecía dar la impresión de que estaba a una latitud más alta de lo que parecía. Sacó la cabeza por la ventana y dio un pequeño silbido, marcado por ojos brillantes.

Un búho rojizo voló desde un bosque cercano, aterrizando cómodamente en el alféizar de la ventana. Le pasó un sobre y pidió que entregara su carta, dándole instrucciones al búho a través de otra ráfaga de magia. Felizmente voló después de una rápida caricia, y Merlín sonrió.

Todo lo que tenía que hacer ahora era esperar para ser aceptado en el Colegio de Hogwarts de Magia y Hechicería. Él había creado una historia de cubierta que debería enfrentarse a personajes como Albus Dumbledore, así que todo lo que tendría que hacer después de la carta de aceptación tendría que ser comprar las cosas de su escuela en el mágicamente oculto Callejón Diagon, con la regresión de edad, unirse al resto de los de séptimo año, y restaurar el equilibrio en el mundo que estaba al borde de la destrucción.

Al otro martes entonces.

Era un deber druida para la Antigua Religión mantener el equilibrio del mundo—el equilibrio entre la vida y la muerte, los pequeños balances que veían junto eso, residiendo en todos los pequeños aspectos del mundo, conocidos por algunos como el yin y yang. Por supuesto, los pequeños desequilibrios no eran problema, porque el mundo era muy bueno para enderezarse naturalmente. Pero con un evento como la resurrección de Lord Voldemort…

La báscula se levantaría tan espectacularmente que, sin la intervención de los druidas, existían muchas posibilidades de que el mundo nunca más fuera capaz de enderezarse de nuevo, sino empeoraría cada vez más. Desde que Merlín era el único druida que quedaba, o incluso el único usuario que quedaba de la Antiguos Mágicos, era su deber como Magia Encarnada prevenir o restaurar el desequilibrio futuro.

Le tomó mucho años a Merlín darse cuenta de eso. Después de la muerte de Arthur, había visitado todos los campamentos druidas que pudo encontrar y había interrogado a sus líderes para obtener información. Una vez que descubrió que era inmortal y que no podía morir… bueno, sabía que pasaría el resto de su vida emendando el desequilibrio hasta que la Antigua Magia regresará al mundo o hasta que Arthur regresara.

Esos dos eventos, sin embargo, estarían probablemente relacionados. Merlín mismo fue el resultado de un grave desequilibrio—cuando Uther diezmo el número de druidas, el equilibrio de la magia en el mundo disminuyo enormemente. La única forma en que el mundo podía enderezarse era mediante la colocación de toda esa magia en un humano—en Merlín.

Merlín saco su viejo cuerpo del asiento de la ventana y se dirigió hacia un espejo de cuerpo completo en su habitación para mirarse. Vio a un anciano con los ojos antiguos, cabello largo y gris y una barba gris, una chaqueta de chaqueta de lana y una piel flácida, arrugada y con manchas del hígado…

Lentamente todo comenzó a retroceder mientras sus ojos brillaban en un brillante y efervescente oro. Su cabello se volvió más oscuro y se contrajo de nuevo a su cráneo, la barba desapareció por completo a medida que su piel se suavizaba y la tez se reparaba. Sus hombros doblados y encorvados se enderezaron y se puso de pie con orgullo mientras sus adoloridas articulaciones se renovaban.

En un minuto, Merlín estaba mirando una cara que no había visto en décadas. Parecía tan joven como lo era cuando conoció a Arthur, pero sus ojos eran imposiblemente viejos, y se notaba.

Practico su brillante sonrisa, la que parecía siempre estar en su rostro cada vez que Arthur había estado cerca, y tuvo éxito. Se parecía a él mismo de nuevo.

Frunciendo el ceño, Merlín se dio cuenta de que aún no podía empacar para Hogwarts, teniendo en cuenta que no había sido aceptado y, por lo tanto, no tenía una lista de materiales y libros. Sin embargo, el 1 de septiembre todavía estaba a dos semanas de distancia, y ese era tiempo más que suficiente para que Dumbledore le respondiera. Solo podía esperar que su historia se sostuviera; el anciano mago era extremadamente perceptivo, casi inquietante, y siempre parecía saber cosas que no debería saber.

Merlín se encogió de hombros y lo olvidó. Por ahora, necesitaría ropa más moderna, teniendo en cuenta que su viejo armario consistía en chaquetas de lana, chalecos y pantalones. Se las arregló para desenterrar un par de jeans y una simple camisa azul del fondo de su armario, tomó su maletín y se dirigió a la ciudad.

Había vivido tanto tiempo allí que lo conocía como la palma de su mano, y fue directamente a la tienda de segunda mano más cercana. No había necesidad de derrochar en ropa, a pesar de ser bastante rico teniendo en cuenta que su cuenta en Gringotts había estado abierta desde hace siglos. Eligió algunos pares más de pantalones y jeans, algunas camisas y playeras, un par cómodos y desgastados zapatos Oxford cafés, un par de botas de cuero y por puto placer, una vieja chaqueta de cuero. De camino al mostrador vio un trozo de tela roja que podría usarse como pañoleta, y sonrió mientras pagaba por él.

Con los brazos llenos de bolsas, se dirigió a la cafetería más cercana, ubicada directamente frente al campus. Pidió un macchiato de caramelo grande, disfrutando el dulce sabor, y se sentó en su asiento habitual. En el lado opuesto de la tienda notó que Elise se inclinaba sobre su mesa, inmersa en el libro que le había dado, a solo unas pocas páginas del final. No pudo evitar sonreír ante la intensa mirada de interés en su rostro y bebió un sorbo de su café caliente, mirando por la ventana para ver sus estudiantes dando vueltas, apresurándose para asistir a clases y dirigirse a la biblioteca.

Extrañaría a todos estos niños—Carrie MacDonald, una estudiante de A+; Steve Carlsburg que era un poco idiota; una chica llamada Tali que siempre llevaba un hijab purpura; un estudiante de danza, Hoseok, que siempre tenía una sonrisa en el rostro; Sebastian Pelle que soñaba con ser piloto. Echaría de menos su curiosidad e introspección única, su sed de conocimientos e historias de fugas de fin de semana, los estudiantes que llegaría el lunes por la mañana con lentes de sol y cafés grandes y humeantes.

Pero, supuso, serían remplazados por estudiantes de Hogwarts de los que pronto se haría amigo. Algunos de ellos, sin embargo, no podría olvidar ni en un millón de años. Los estudiantes como Elise los recordaría para siempre.

Le tomó dos días a su lechuza rojiza volver, tocando la ventana de su dormitorio para despertarlo, apretando un grueso sobre de pergamino en su pico. Merlín se apresuró a la ventana y tomó la carta ofrecida, dándole un poco de agua al búho como agradecimiento. Le dio un ululato soñoliento y lamió el agua con gratitud.

Merlín rompió el sello de cera de su sobre, una impresión de un león, tejón, un águila y una serpiente rodeando una gran letra H. las palabras dentro estaban cuidadosamente escritas en tinta verde esmeralda.

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Querido Mr Emerys,

Nos complace informarle que ha sido aceptado en el Colegio de Hogwarts de Magia y Hechicería. Adjuntamos una lista de todos los libros y material necesarios.

Debido a sus inusuales circunstancias y situación, se le clasificara con los de primer año a su llegada a Hogwarts, y se le colocara en las clases de séptimo año. Si tiene algún problema con esto, por favor tráigalos consigo o con la Directora Adjunta Minerva McGonagall.

El periodo comienza el primero de septiembre. Si necesita ayuda para adquirir algún artículo escolar, consulte a un representante de Hogwarts ubicado en Flourish & Blotts en el Callejón Diagon.

Tuyo sinceramente,

Albus Dumbledore

Director (Orden de Merlín, Primera Clase, Gran Hechicero, Jefe de Magos, Jefe Supremo, Confederación Internacional de Magos).

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El corazón de Merlín saltó un poco cuando leyó su nombre dentro del conjunto de títulos de Dumbledore, y luego recordó que era una figura legendaria dentro del mundo de los magos. Había escuchado a muchas personas usar su nombre como una maldición y una bendición durante los pocos años que había pasado en la comunidad mágica. Tendría que acostumbrarse a eso, o alguien sospecharía cada vez que se estremeciera cuando su nombre fuera dicho.

La segunda pieza de pergamino contenía una lista de útiles escolares—había sido inscrito en todas las clases básicas que los estudiantes debían tomar hasta el nivel TIMO, cubriendo todas las bases considerando que nunca había asistido a Hogwarts. También había una lista de libros que necesitaría para sus asignaturas optativas, todo lo cual le intrigaba.

Al revisar la lista, Merlín decidió elegir algunos temas de los cuales no sabía casi nada, incluso después de siglos de caminar por el planeta. Escogió Alquimia, la cual siempre había dejado perplejo a Gaius, un tema disponible debido a la gran demanda en los séptimos años, y Runas Antiguas. Tendría que comparar Introducción a la Alquimia por Adalbert Waffling y Traducción Avanzada Runas (Grado 2) de Thor Norsson.

No podía reprimir una sonrisa ante la idea de aprender tanto—siempre había tenido sed de conocimiento y, aunque Merlín había estado vivo durante un tiempo increíblemente largo, no sabía todo y siempre deseaba aprender más. Les había mentido a sus colegas acerca de su memoria—si es que algo así mejoraba con la edad, aunque le costaba trabajo recordad las cosas. Siempre estuvieron ahí, solo… escondidos un poco.

Merlín metió el pergamino en su bolso y sacó su viejo báculo Sidhe de donde lo guardaba, debajo de su cama, como en los viejos tiempos. Concentrando su magia, logró transfigurarlo en algo parecido a una varita mágica, aunque con un fragmento de zafiro en el extremo, con minúsculas runas que se abrían paso por la mandera.

Con un truco hábil que Merlín había aprendido algunas décadas atrás, dio vuelta y se apareció, aterrizando justo afuera de El Caldero Chorreante. Se apresuró a entrar antes de que los muggles pudieran ver, y entró al callejón por la parte de atrás. Le tomó un tiempo recordar la secuencia correcta para revelar el Callejón Diagon, pero sonrió ampliamente cuando los ladrillos se movieron a un lado para revelar uno de los principales centros de comunidad mágica Británica.

La gente estaba apresurada y bulliciosa, vestida con túnicas y sombreros puntiagudos, con bolsas llenas de libros e ingredientes, llenas de plumas y tinta. Estaba ajetreado, pero ni siquiera tanto como los días previos al primero de septiembre, cuando todos los compradores de última hora entrarían en pánico y correrían, buscando materiales entre la multitud de personas.

Merlín se movió relativamente rápido a Gringotts, disfrutando de estar en un ambiente tan diferente a su ciudad, sintiendo la magia en el aire que hizo que su corazón se elevara. Un goblin condujo a Merlín a la bóveda de su 'familia', un camino muy largo.

Doblaron una esquina y Merlín casi dejo escapar un grito cuando vio a un pobre y ciego dragón encadenado afuera de una bóveda cercana. Estaba tan aterrorizado y asustado, se parecía tanto a Aithusa que era doloroso el incluso mirar. Merlín se juró en ese segundo que después de que todo este asunto terminara, volvería y liberaría al dragón—era cruel mantener algo tan hermoso encadenado y asustado por su vida, ni siquiera Uther había tratado a Kilgarrah de esa manera. Susurró palabras de consuelo en voz baja que su magia se las transmitió al dragón, prometiendo que sería liberado.

El carro finalmente se detuvo fuera de su bóveda. Merlín le dio al goblin una vieja llave que había estado a punto de perder a lo largo de los años, y se sintió desconcertado por los montículos de oro que había en su interior. Solo recogió todo lo que necesitaba en su bolso, y luego se dirigió a la brillante luz del Callejón Diagon.

Viendo que no necesitaba ir a Ollivanders por una varita, se dirigió primero a Flourish & Blotts para conseguir los libros. Compró todos lo que necesitaba (y algunos que no), luego recogió sus ingredientes de Pociones en el Boticario. Madame Malkin se ocupó de su ajuste de túnica, y Merlín escuchó a algunas personas hablando con entusiasmo sobre la Copa Mundial de Quidditch.

Maldición, se había olvidado de eso. Realmente debería conseguir algunos boletos.

La bruja que le ajustaba su túnica chasqueó la lengua molesta por lo larguirucho que era y de cómo debía comer más, y Merlín casi había olvidado cómo era que se preocuparan por él. Cuando Merlín terminó y estaba seguro de que tenía todo lo que necesitaba, se apareció en su casa y empacó todo cuidadosamente en su baúl con una mano extendida y un destello de ojos dorados.

Con otro búho enviado, Merlín logró recibir un boleto para la Copa Mundial en pocas horas, ubicado justo debajo de la tribuna superior, algunos asientos verdaderamente brillantes.

Sonriendo, Merlín se recostó en la cama, soñando con su futuro en Hogwarts.


Notas del traductor:

Por alguna razón no he traducido fics de Merlín como tal, solo crossovers...

¡Como sea! Bienvenido seas a otra—sí, otra más—traducción. En realidad está dedicada a una persona muy especial para mí, mi cutie Arge que es(fue) su cumpleaños y este es un presente para ella. [Aunque la historia no me pertenece y solo sea una traducción, pero la intención es lo que cuenta, ¿No?] ¡Felicidades, linda!

La portada le pertenece a mushroomtale-fanart a quien pueden encontrar en tumblr y visitar sus hermosos trabajos.

Bueno, gracias por leer. Nos vemos pronto.

No duden en pasar a la historia original para dejarle un comentario o apoyo a la autora. Pueden encontrarla como Tricksterity en Ao3.