Cartoons & marshmallows
"Tan sólo estamos envejeciendo, cariño, y he estado pensando en ello últimamente. ¿Alguna vez te enloqueció? ¿que tan rápido la noche cambia?, todo lo que alguna vez has soñado desaparece cuando despiertas. Pero no hay nada por lo que estar asustado, incluso cuando la noche cambia, eso nunca nos cambiará a ti y a mí."
—Night changes, 1D.
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Había pasado un largo tiempo antes de que sus pies lo llevaran de camino a esa casa, mucho tiempo más antes de que pudiera escabullirse al viejo ático sin que nadie lo notara, por eso ahora se sentía completamente satisfecho en medio de esas cajas de cartón polvorientas, los cd's que ya nadie nunca más escuchaba, la vieja guitarra eléctrica que ya jamás se volvió a tocar y que tanto le fascinaba. Le gustaba demasiado escarbar en medio de esos recuerdos que le resultaban tan lejanos y distantes, pero entre todo eso, había una caja en particular que siempre esculcaba con escrutinio, se sentaba y leía las viejas cartas de papel rugoso y amarillento que eran una de las pocas cosas que atesoraba como un buen libro antes de ir a dormir.
Sus ojos verdes viajaban entre las letras escritas a mano con tanta paciencia y esmero, una pequeña historia de como se habían conocido Luna y Sol, simples palabras en papel pero que sabía que el sentimiento seguía ahí, intacto, como la primera vez que se escribieron. Entonces, mientras él recordaba y releía las palabras que ya se sabía al derecho y al revés, una cabeza de cabellos negros se asomó por la puerta que sin querer, había dejado entreabierta. Se apresuró en guardar las cartas en la caja en la que habían estado ocultas por tanto tiempo y rápidamente se colocó de pie, se sacudió el polvo que pudo haberle quedado adherido a su ropa y luego, de manera un tanto disimulada, hizo la caja a un lado con la punta de su converse lleno de lodo seco, escondiéndola detrás de otra caja mucho más grande.
Esperaba que de esta forma, su secreto pudiera estar a salvo.
—No se supone que debas estar aquí— Le amonestó con algo de severidad Demian, frunciendo el ceño en un gesto que le recordaba a su tía Mikasa.— Levi se pondrá furioso si se entera que nuevamente entraste aquí.
Demian parecía mortificado ante la idea de que Levi volviera a regañarlos por las constantes travesuras de Murat, pero el rubio, en cambio, simplemente bufó con aburrimiento y encogió sus pequeños hombros, diciendo:
—Siempre puedo decirle que mi papá Eren me dejó venir.
—Pero le mentirías— Atacó rápidamente el otro niño, pareciendo más angustiado ante la mentira blanca, luego negó con la cabeza y dijo:— No es bueno mentir.
—No tendré que hacerlo si tú no le cuentas nada a mi papá Levi— Explicó Murat, regalándole una mirada de astucia al otro niño.— Será nuestro secreto.
Demian pareció dudar ante esa la lógica del niño menor, él era el mayor de los dos, se suponía que debía cuidar de Murat y vigilar que no se metiera en demasiados problemas, pero también sabía que no debía mentir a sus mayores y le mortificaba tanto ocultarle cosas a cualquiera que pensara que él era el más responsable de los dos. Su abuela solía decir que era un niño muy tranquilo y era cierto, se conformaba con pasar horas leyendo los libros de aventuras que su padrino Armin le traía de Berlín cada que venía de visita.
En cambio Murat... bueno, le gustaban mucho las aventuras, jugar en los charcos de lodo a pesar de que Levi le repetía constantemente que no lo hiciera. Tenía esa increíble habilidad para meterse en problemas y de paso, meterlo a él en problemas también, aunque la mayoría de las veces se las ingeniaba muy bien para salir airoso del regaño de Levi. Murat era por naturaleza inquieto, no podía estarse en paz por mucho tiempo y por eso le aburría sentarse a leer alguno de los libros de Demian, sin importar qué tan buenos fueran.
Tras varios segundos de silencio por parte Demian, éste terminó suspirando y asintiendo con pesar.
—Bien— Aceptó con voz cansina, luego sus ojos negros fueron a dar con Murat.— Pero vámonos de aquí antes de que Levi o mi abuela se den cuenta.
El rubio sonrió pareciendo complacido y se encaminó directamente a la salida del ático, Demian esperó con paciencia a que el otro niño estuviera fuera para cerrar la puerta y suspirar con alivio cuando nadie pareció pillarlos adentro de él. Se apuró en tomar la mano de Murat para arrastrarlo lejos de ese lugar y guiarlo a la planta baja de la casa.
—Mi abuela y Levi han preparado el almuerzo— Comentó Demian ante el inusual silencio de Murat, eso sólo se podía significar que estaba planeando una nueva travesura.— ¡Les he pedido que preparen malteada de chocolate para nosotros!
Eso logró captar la atención del pequeño rubio y cualquier travesura que pudiera estar planeando, se desvaneció ante la idea de poder obtener un poco de leche con chocolate. Una enorme sonrisa se formó en sus labios y esta vez él se encargó de arrastrar entre los estrechos pasillos de la casa y escaleras abajo a Demian.
—¡Brillante!
Fue todo lo que Murat dijo con entusiasmo mientras se apresuraba en ir, aferrando con fuerza la mano de Demian con la suya para que de ninguna forma se quedara rezagado de los placeres que sólo una malteada de chocolate podía dar. Al llegar a la cocina fueron recibidos por el delicioso aroma de las galletas que preparaba la abuela de Demian y el omelette con queso que Levi ya estaba haciendo. Anya, la hermana menor de Demian, ya estaba en su sillita de madera, comiendo una galleta con chispas de chocolate y su respectiva malteada.
Anya era una bebé de dos años, muy rubia y de bonitos ojos azules, era muy parecida a su tía Annie a diferencia de Demian, quien tenía un enorme parecido con su tía Mikasa, pero si Murat o Demian lo notaban, no importaba demasiado, era la enorme ventaja de ser un pequeño humano en todo el apogeo inocente de la niñez. En cuanto Levi se percató de la presencia de su único y preciado hijito entrando a la cocina-comedor, casi se infarta. Miró con horror los converse que habían sido blancos ahora llenos de lodo seco del jardín, la camisa con estampados de las casas de Hogwarts manchada de sólo Dios sabía qué, las rodillas raspadas y las mejillas con pequeñas manchas de tierra, pero aún así, el pequeño rubio sonreía como si toda la suciedad y los raspones en su cuerpo fueran algo totalmente mundano para él. Levi jamás se sintió con la suficiente madurez como para cuidar de un niño, pero aquí estaba, negando suavemente con la cabeza mientras se agachaba a la altura de su hijo para limpiar sus mejillas sucias con una servilleta de papel.
—Quiero mi leche con chocolate— Repuso el niño mientras su papá se encargaba de limpiar su rostro, al ver la ceja levantada de Levi, supo que había olvidado decir algo y de inmediato se apuró en decir:— Por favor.
—Y supongo que ya lavaste tus manos.
Dijo Levi mientras se enderezaba nuevamente y se encargaba de tirar la servilleta al contenedor de basura, miró a su hijo con suspicacia y Murat casi enseguida amplió una enorme sonrisa para mostrar sus manos totalmente limpias. Levi suspiró con alivio de que hoy no tuviera que pasar por el tedioso ritual para convencer o amenazar a Murat de que debía lavar sus manos, cuando asintió con aprobación, el niño de inmediato se apresuró en ir a sentarse a un lado de Demian, quien también esperaba a que le sirvieran su porción de comida, con su respectiva malteada de chocolate.
El almuerzo transcurrió con tranquilidad y Levi agradeció a las divinidades existentes por eso, generalmente los almuerzos con Murat eran una cosa difícil, se levantaba, iba, daba vueltas, dejaba la comida enfriarse y luego, cuando volvía a tener hambre regresaba a su lugar, con su plato de comida fría y entonces, Levi tenía que calentarla nuevamente porque de ninguna forma podía darle comida fría a su hijo. Ah, ser padre era cosa seria, nunca imaginó que sería agotador pero desde luego, no se arrepentía en lo absoluto. Eren era su complemento y Murat sólo había llegado para afianzar ese lazo que compartía con él. Sí, si alguien le preguntaba a Levi si estaba llevando una buena vida, él contestaría que mejor de lo que alguna vez imaginó, mejor de lo que quizá, merecía.
Así que por hoy, pudo sentarse a tomar su café con tranquilidad mientras platicaba animadamente con la madre de Mikasa y al mismo tiempo, vigilaba cómodamente, sin ninguna preocupación a Anya y a su propio hijo. Levi había notado que Murat era bastante influenciado por Demian, de vez en cuando imitaba algunas actitudes del hijo de Mikasa y le parecía bastante bien que Demian resultara ser la buena influencia que apaciguara la constante hiperactividad de Murat. Asoció a que por eso se debía que justo ahora, él estuviera sentado con calma comiendo toda su comida, ya que Demian lo hacía de esa forma.
Cuando ambos niños terminaron su almuerzo, Levi dejó que Murat se fuera a jugar con la condición de que lo hiciera adentro de la casa, ya era bastante martirio ver a su hijo sucio para que éste terminara completamente negro de mugre por la tierra y el lodo del jardín de la casa de Annie y Mikasa. Murat arrastró consigo a Demian hasta la sala, en donde estaba el morral que había llevado con varios juguetes, un par de historietas y también dulces que solía esconder de Levi. Después de todo, era una ocasión especial porque había venido a visitar a Demian y no había nadie más con quien deseara compartir sus dulces que con él.
Sacó una de las historietas que llevaba cargando y se la mostró a Demian con una enorme sonrisa de orgullo en su rostro. Demian era apenas un par de años más grande que él, pero a pesar de eso, le tenía bastante paciencia al rubio, le gustaba jugar con él y sí, por ser el más grande, pensaba que debía evitar que Murat se metiera en demasiados problemas.
—¿Ves esto?— Preguntó Murat enseñándole su historieta, Demian asintió, un tanto curioso y extrañado de lo que le mostraba el otro niño.— Es la mejor historieta del mundo, la historia de La última esperanza y el hombre más fuerte.
Le dijo con una enorme sonrisa al mismo tiempo que tendía el libro de dibujos en dirección de Demian, este inmediatamente la cogió entre sus manos y miró la portada con bastante curiosidad, su ceño se frunció cuando dijo:
—Nunca había escuchado de ella.
—Entonces, ¿te gustaría leerla conmigo?— Ofreció rápidamente Murat con aquella emoción que lo caracterizaba cada vez que algo le emocionaba.— Es casi tan bonita como la historia de Luna y Sol.
—Luna y Sol— Repitió Demian, anotando mentalmente que debía leer esa historia después, porque definitivamente no la conocía.— Está bien, me gustaría leer la historia de La última esperanza y el hombre más fuerte.
Ambos se sentaron en el que les parecía el sillón más grande de todos, las piernas de Demian colgando por el borde mientras que los converse sucios de Murat apenas alcanzaban el borde del sillón. Cada uno sujetó uno de los extremos del enorme y pesado libro para ponerse en marcha y comenzar a leer la historieta que parecía que nunca tendría fin. Demian leía en voz alta para Murat, y Murat enseguida repetía en voz más bajita lo que el otro niño decía con tal perfección; en algún punto de la historia, a Demian le pareció bastante raro que los padres de Murat fueran los protagonistas. Levi era el hombre más fuerte en la historieta, parecía interpretar a alguien bastante distante, duro y que protegía las murallas de su pequeña ciudad con la vida y honor. Eren era un príncipe elfo que había sido desterrado de su reino y negado de su corona por motivos bastante injustos, al menos así era en la historieta.
Hubieron muchos desacuerdos y peleas entre la última esperanza y el hombre más fuerte, pero eventualmente, siempre terminaban haciendo algo heroico y salvando el día. A Murat parecía no importarle demasiado que sus dos padres fueran los dos protagonistas de esta historia, pero Demian tuvo la necesidad de detenerse en algún punto de la historia para decir con una voz pensativa que no iba muy acorde con su edad:
—¿Por qué los personajes principales se parecen un montón a tus padres?— Preguntó, bajando momentáneamente el libro y ganándose la atención de Murat.— ¿No te parece raro?, es decir... tus padres son todo menos heroicos.
Admitió sin vergüenza alguna el mayor de los dos, pensó en Levi y no pudo verlo como el hombre más fuerte, en realidad, Levi sí daba miedo cuando Murat lo hacía enojar demasiado, pero fuera de eso, le gustaba pintar y tenía un carácter bastante tranquilo que relucía en todo su resplandor cuando limpiaba. Por otro lado, Eren era muy inteligente pero no lo imaginaba blandiendo una espada, a su tío Eren le encantaba jugar con los niños pequeños y salvar a los cachorritos abandonados de la calle. En resumen, a Demian le parecía que tanto Levi como Eren, eran las personas más comunes que conocía.
Murat, en cambio, encogió los hombros con sencillez para decir:
—¡Qué importa!— El niño más pequeño rodó los ojos con fastidio.— En esta historia todos pueden ser héroes, sólo tienes que usar la imaginación. ¿Has visto las cosas tan bonitas que pinta mi papá Levi?, es porque usa su imaginación.
Demian parpadeó un tanto sorprendido ante la firme resolución de Murat y éste enseguida se apuró en cambiar de hoja y volver a levantar el libro de dibujos con emoción irradiando por todas partes.
—¡Mira!— Exclamó Murat alegremente, señaló una viñeta especifica en la hoja y cuando Demian fijó sus ojos en ella, estos se abrieron muy grande.— ¡En esta historia la tía Mikasa es una honorable elfa guerrera de élite!
Demian acercó un poco más su rostro al cuaderno de dibujo y con impresionados ojos, vio lo que parecía ser una versión más joven de su mamá, ataviada en una resplandeciente armadura plateada y una capa roja colgando de sus hombros con elegancia, blandía con valentía un bonito arco de lo que parecía ser madera. Luego Murat señaló otra viñeta en donde esta vez aparecía su otra madre.
—¡Y la tía Annie es un espíritu del bosque que habla con los árboles!
Explicó el rubio con la misma enjundia con la que había hablado de Mikasa, Demian asintió con suavidad y fijó sus ojos en la otra versión también joven de Annie, su cabello rubio estaba suelto y su fleco se partía en dos partes sobre su frente para mostrar la estrella de cuatro picos en ella, tenía un bonito vestido blanco y un lobo albino sentado con solemnidad a un lado de ella. Fue entonces que Demian realmente se emocionó ante la idea de que sus madres también pudieran formar parte de ese mundo lleno de héroes que peleaban contra dragones y toda clase de criaturas horribles.
—Puede que mis padres no sean heroicos— Murmuró con suavidad Murat, sus ojos verdes perdidos en algún punto muerto entre las hojas de la historieta.— Pero fueron ellos quienes inventaron este mundo en donde hasta el tío Armin es un héroe, por eso creo que son asombrosos.
—Sí, es verdad— Demian sonrió, sintiéndose más entusiasmado y emocionado por seguir leyendo la historieta de Murat.— Me gustaría seguir leyendo.
Y así, ambos niños volvieron a enfrascarse en la interesante historia que prometía un montón de aventuras fascinantes, aquella que Murat sostenía con tanto cuidado, como si fuera su posesión más valiosa.
Para el cumpleaños número seis de Murat, toda la enorme familia se reunió en su casa. Eren había pasado buena parte de la mañana horneando un enorme pastel de chocolate y preparando otras cosas para los invitados que llegarían por la tarde a la modesta comida. Sus abuelas habían llegado a medio día, haciendo gran alboroto y llenando a su nieto de regalos, pronto Kushel fue directo a la cocina a ayudar a Eren y Carla lo obligó a darse un baño, alegando que su único nieto no estaría sucio el día de su cumpleaños.
Mientras en su casa había gran barullo, con Eren y Kushel riendo en la cocina, con Carla entreteniendo a Murat en el baño, contándole cuentos turcos que tanto fascinaban al niño, Levi acomodaba el desorden que había en la habitación de su hijo, sintiéndose menos ansioso cuando cada cosa pareció estar en su debido lugar. Luego se apresuró en acomodar el desorden de sábanas, mantas y almohadas tiradas sobre el piso para posteriormente tender la cama.
Fue ahí, mientras acomodaba la ropa de cama y hacía las almohadas a un lado que las vio. Cartas, muchas cartas que parecían arrugadas y viejas por el paso del tiempo, las hojas ya eran de un color amarillento y la suave textura que alguna vez debieron de tener, no era más que rugosa y dura ahora. Levi frunció el ceño, sin entender qué hacían cosas como esas en la cama de Murat, pero pronto su curiosidad nata hizo que sus manos desdoblaran una de ellas, sólo para darse cuenta de que era la inconfundible letra de Eren. Sus ojos grises se abrieron con sorpresa cuando empezó a leer su contenido, no eran simples cartas y ya, eran cartas dirigidas para él, pero que nunca recibió.
Su corazón dio un vuelco al imaginarse a un joven, ingenuo e inexperto Eren escribiéndolas, con toda su vergüenza pero también, con todo el cariño que sólo Eren sabía expresar mediante palabras. Una sonrisa ligera se formó en su rostro y antes de que Murat pudiera darse cuenta de que ahora estaban en su poder, se apresuró en doblarlas y guardarlas en las bolsas de sus pantalones, para después seguir con su tarea de tender la cama y buscar ropa decente para vestir a su hijo.
Los primeros en llegar a la pequeña reunión para celebrar el cumpleaños de Murat Jaeger fueron Armin y Farlan, ambos muy juntos el uno con el otro, en lo que parecía ser el inicio de una relación formal después de varios años de paciencia en querer sanar todo lo que pudo haber impedido que ambos fueran felices y estuvieran cómodos. Luego, Mikasa con toda su familia no tardó en aparecer, entre el barullo por los lloriqueos de Anya y la voz enérgica de Annie que trataba de calmar el llanto de su hija, pero pareciendo fallar en el intento. Poco después, Eren se acercó para ayudar al par de mujeres que luchaban por tranquilizar a la revoltosa niña.
Marco y Jean también fueron invitados y no tomó mucho tiempo antes de que la pareja de esposos llegaran a la reunión, Levi entonces pudo observar al grupo reunirse de nuevo en una de esas contadas veces. Observando como las bromas entre Annie y Jean seguían ahí, como Eren siempre se metía para hacerle algún comentario mordaz a Jean y la forma en que Armin siempre intentaba calmar los ánimos, o como Mikasa miraba todo con su típico aburrimiento mal fingido, tratando de ocultar la sonrisa de cariño que sentía por todos ellos.
Incluso Farlan rápidamente se adaptó a ellos, encajando a la perfección con el grupo de amigos tan inusual, él siempre resultaba siendo alguien totalmente ambiguo, pues nunca se sabía con seguridad si estaba de lado de Jean o de Eren, le gustaba hacer enfadar a ambos por partes iguales. Murat y Demian también estaban en la sala, armando con ayuda de Carla la pista de coches que Armin y Farlan le habían obsequiado al rubio. Su madre y la madre de Mikasa hablaban entre ellas, y jugaban con Anya, quien caminaba de un lado a otro por la sala.
Y al presenciar todo eso desde el umbral de la sala, Levi pudo sentir como si todos los años se le estuvieran viniendo encima, cada día un poco más viejo y más lejos de aquellos años en los que todos se reunían en Punta de cielo a pasar un rato agradable. Antes sólo eran un puñado de chicos soñando con lo que harían cuando fueran un poco mayores, y ahora estaban de nuevo todos allí, todos adultos, menos jóvenes de lo que alguna vez fueron. La familia poco a poco iba haciéndose más grande, con su propio hijo, los hijos de Mikasa y Annie, incluso cuando Marco y Jean obtuvieran las papeles de adopción para su próxima hija. Con Farlan y Armin no se sabía, apenas eran una relación que iba formándose, pero al menos sabía que Hanji cada día estaba más animada a tener un bebé.
La nueva generación que esperaba que fuera tan unida como ellos lo han sido siempre, aunque hubo un tiempo en el que sus caminos tuvieron que separarse por completo, pero eventualmente habían regresado a este mismo lugar para poder contar cosas nuevas y hacer que el resto se asombrara por las aventuras que cada uno tuvo que atravesar para poder llegar a este punto. De repente, varios golpes en la puerta se hicieron sonar y Levi tuvo que interrumpir sus pensamientos nostálgicos para ir a ver quién llamaba a la puerta, ni bien terminó de abrirla por completo cuando una voz chillona casi rompe sus tímpanos y unos toscos brazos lo rodearon hasta casi asfixiarlo. Se sentía demasiado viejo para estas cosas y en el fondo esperaba que Hanji también lo sintiera de esa forma, pero ella seguía tan jovial y llena de energía como siempre.
—¡Enanín, cuánto tiempo sin vernos!— Soltó cuando al fin dejó de abrazar a Levi, una enorme sonrisa adornaba su rostro.— ¿Soy yo o la edad te empieza a empequeñecer cada vez más?
Se carcajeó de su propio chiste y sin permitir que Levi pudiera responder, se alejó de él dándole una palmadita amistosa en la espalda y yendo a saludar a la demás gente en la sala. Moblit venía caminando detrás de ella, ligeramente apenado por el escándalo que estaba haciendo, pero el fondo Levi sabía que ella simplemente estaba feliz de poder volver a ver a todos y él también sentía como que ya nada faltaba, no ahora que ella estaba aquí.
—Buenas tardes— Saludó Moblit con las mejillas sonrojadas mientras cerraba la puerta detrás de sí.— Lamento el barullo, me temo que está demasiado emocionada.
—Lo sé— Levi asintió y se encogió de hombros.— La conozco de años, después de todo.
Moblit simplemente se limitó a sonreír y entonces, ambos se acercaron de nuevo a donde todos se encontraban reunidos. Quizá, en otra vida, o años atrás, Levi podría haberse sentido hastiado con todo el ruido y las risas que imperaban en la sala de estar, en cambio, se sentía como en casa. De cualquier manera, desde que Murat había llegado a su vida, había estado acostumbrado al ruido y la felicidad que cualquier torbellino como su hijo traía consigo.
—¡Ay, Hanji!— Escuchó que su hijo se quejaba, supo porqué en cuanto volteó en su dirección y observó a Hanji apretando sus mejillas.— ¡No soy un bebé!
—En lo que a mí respecta, lo sigues siendo, ¡el bebito de la tía Hanji!
Exclamó Hanji, haciendo una voz extremadamente empalagosa. Luego su atención fue a enfocarse en Demian, quien no se quejaba de que la castaña apretara sus mejillas pero que desde lejos, podía notarse lo incomodo que se sentía. Entonces, fue el turno de la pequeña Anya de ser asfixiada con besos por parte de Hanji, antes de que Eren hablara y pudiera detener el ataque de Zoe contra los niños.
—¿Alguien quiere comer?— Levantó un poco la voz, había una pequeña sonrisa que disimulaba su felicidad de también, poder ver a todos juntos.
No pasó mucho tiempo antes de que todos estuvieran en la mesa, comiendo entre una amena conversación en donde las risas no pudieron faltar, recordando viejos tiempos y lo jóvenes e impetuosos que habían sido. Kushel y Carla se mantenían alejadas del bullicio del grupo de amigos, apartadas en la sala mirando una película de comedia romántica mientras que los niños se dedicaban a abrir y estrenar los juguetes que le habían regalado a Murat. Jean había contado de sus mejores historias durante la secundaria y las apuestas ridículas que hacía con Mikasa y Eren cuando entre ellos, se ponían retos de los más tontos que Levi podía pensar.
—Y hablando de locuras sin sentido— Comenzó Annie, parecía seria al hablar pero era claro para todos que se estaba mordiendo la lengua para no reír y Levi supo exactamente a donde iba todo esto.— Levi, ¿me quieres recordar cuál es la locura más estúpida que cometiste?
Todos comenzaron a reír de anticipación, haciendo una que otra broma mientras que Levi sólo podía ocultar su avergonzado rostro entre sus manos y negar suavemente con la cabeza, sintiéndose realmente idiota y en parte divertido ante el recuerdo, tal como creyó en su juventud que sería cuando pudiera recordarlo años más tarde. No se arrepentía, ahora incluso podía burlarse de sí mismo y de vez en cuando, podía bromear con Eren sobre ese asunto en particular.
—¡Cielos, Eren!— Exclamó Jean, atrayendo la atención del hombre de los ojos verdes.— Qué suerte tienes, estar casado con dos personas en una sola.
Levi frunció el ceño, deseando desde lo profundo de su corazón que las miradas pudieran sino matar, al menos lastimar de gravedad. El enojo ni siquiera le duró demasiado cuando Mikasa, con ese toque burlón y al mismo tiempo sarcástico, pregunto:
—¿Tu versión femenina tiene algún nombre, champiñón?
Pero Levi ni siquiera pudo responder cuando una nueva pregunta vergonzosa ya estaba saliendo de los labios de Hanji.
—¿Hacen juego de roles?— Preguntó con cinismo, moviendo las cejas de arriba hacia abajo en un gesto burlón.— Ya saben, con disfraces de enfermera y todo eso.
Esta vez fue Eren quien cubrió su rostro que estaba tan rojo como el de Levi. Cuando se tocó el tema por primera vez, todos habían actuado con seriedad y madurez, Eren incluso comentó que ya sospechaba que la enigmática pelirroja de su fiesta de cumpleaños siempre había sido Levi, habían estado tan ebrios en la boda de Annie y Mikasa que nadie le tomó importancia al asunto, hasta días posteriores, cuando Jean empezó a hacerle burla a Eren cada vez que se lo encontraba en el pueblo. O cuando Hanji, o Annie sacaban el tema a relucir en las reuniones. Siempre se bromeaba sobre el asunto, pero gracias a todas las deidades, nadie nunca le cuestionaba a Levi por qué había decido hacer semejante cosa. Ni siquiera Eren y si algún día llegaba a preguntar, bueno, Levi tendría que decir que hasta la fecha, se seguía preguntando lo mismo, pero que podía culpar a las hormonas y toda porquería loca que te orilla a hacer estupideces cuando eres joven y estás enamorado.
Después de algunos breves momentos de bromas y risas sobre los juegos de roles, Eren por fin levantó la voz, saliendo de su vergüenza para decir con un toqué de gracia:
—Honestamente, la vida de todos ustedes gira en torno a hacer preguntas incomoda sobre mí o Levi.
—Ustedes se han vuelto aburridos con el paso del tiempo— Comentó Annie, poniendo los ojos en blanco para después, sonreír con sorna.— Intentamos que su relación se vuelva interesante y la llama no se apague. Mikasa y yo podríamos contarles historias sobre como nos divertimos.
Mikasa, quien había estado de lo más tranquila tomando de su tarro con cerveza, pronto se vio en la necesidad de toser para evitar ahogarse con el liquido, por el reciente comentario de Annie. Levi también puso los ojos en blanco ante la afirmación de Leonhardt de que su relación se estaba volviendo aburrida, la rubia no tenía idea de que con Eren Jaeger nada podía ser aburrido y eso aplicaba en cualquier aspecto de su relación, fue por eso que con la expresión de seriedad que mejor tenía, se apuro para decir:
—En realidad, rubia, encontrarás que nuestro matrimonio en sumamente interesante— Levi encogió los hombros, pero no se detuvo en hablar, ni siquiera cuando pudo sentir la mirada de Eren sobre su persona.— Tan interesante que, por cierto Mikasa, mi versión femenina se llama Rivaille y sí, Hanji, hacemos roles. A Eren le gusta que me ponga uniformes de colegiala.
El dueño de los ojos verdes no tardó en ahogar un jadeo de sorpresa y vergüenza, su cara se puso tan roja que cualquiera que lo viera pensaría que podría hacerle competencia a un tomate maduro. De acuerdo, pudo haber sido mentira lo que Levi había dicho acerca de los roles y todo lo demás, pero tenía la satisfacción de haber dejado perplejos a todos los presentes en la mesa, sin poder decir nada al respecto y mucho menos mofarse.
Levi sonrió con suficiencia cuando ninguno supo qué decir ante eso, tan sorprendidos como abochornados y Eren no lo negó, a pesar de que seguramente quería golpear su cabeza contra la superficie de la mesa hasta hacerla sangrar, por eso su matrimonio no podía ser aburrido de ninguna forma, él y Eren siempre eran cómplices en todo lo que hacían, como siempre lo habían sido y como Levi sabía que nunca cambiaría. Eran imparables juntos, juntos podrían lograr conquistar el maldito mundo si se lo proponían, al menos a Levi le daba esa sensación cuando estaba con Eren.
—Tenías que volverlo más incomodo.— Gimió Eren en un murmuro dirigido a Levi, pero al menos ahora parecía más divertido con esto, al ver el efecto que había causado en los demás chicos.
Hanji fue la primera en expulsar el aire que había estado conteniendo y pronto sus carcajadas contagiaron a los demás, nadie entendía con exactitud qué era lo gracioso en todo esto pero les quedaba el consuelo de que al menos todos se divertían cuando estaban juntos. Incluso Marco, Farlan y Moblit, quienes no habían estado antes para poder presenciar muchas de esas aventuras, parecían encontrar todo bastante gracioso y ameno. Y entonces, Levi volvió a confirmar que no necesitaba estar en Francia para sentirse como en casa, con esa seguridad de que mientras tuviera a Eren, Murat y a todos sus amigos cerca, podía estar en cualquier parte del mundo y sentirse realmente en su hogar. Era lindo tener un lugar al cual poder volver siempre.
Al cabo de un rato el pastel de chocolate que Eren se había pasado haciendo toda la mañana, se partió y Murat sopló sus seis velitas mientras todos le cantaban el cumpleaños feliz. Otro año más se agregaba a la lista, recuerdos agradables que se guardaban celosamente en los gabinetes de la memoria y que más tarde, serían los nuevos recuerdos que se contarían cuando fueran otro año más viejos, menos jóvenes. La casa de la peculiar familia Jaeger quedó en total silencio nuevamente cuando los invitados tuvieron que marcharse a sus respectivos hogares, los únicos sonidos que se escuchaban eran el de la televisión en la sala, donde Murat yacía con pijama y acurrucado con mantas en el sillón, mirando El rey león, y el sonido del agua cayendo mientras Levi lavaba los platos sucios y Eren se encargaba de secarlos y acomodarlos en su respectivo lugar en la alacena.
Cuando el último plato sucio estuvo al fin limpio, Levi se secó las manos con un trapo limpio y luego cruzó los brazos sobre su pecho, mirando a Eren con seriedad. El castaño, al notar la repentina mirada de seriedad de su esposo, detuvo su tarea de secar platos y en cambio, dirigió toda su atención a Levi.
—Tendremos una charla larga, ¿no es así?— Preguntó Eren, soltando en el proceso un suspiro tembloroso.
Ambos se conocían tan bien que sabían perfectamente lo que el otro quería con una sola mirada, sin que hubiera la necesidad de pedirlo, o de palabras. Pero eso no era nada sorprendente, desde que se conocieron habían tenido esta comunicación especial de miradas y gestos que le comunicaba mucho al contrario. Habían aprendido a leerse como un libro abierto, entre ellos las palabras parecían siempre sobrar. Después de todo, el gris de Levi había aprendido a conocer a la perfección al verde de Eren y viceversa. El azabache asintió ante la pregunta de Eren y éste se apuró en terminar su tarea de acomodar platos para poder tener esa platica seria con Levi.
Ambos se dirigieron a su habitación, sin preocuparse por cerrar la puerta como lo hubieran hecho en otras ocasiones. Ambos sabían que Murat estaría lo suficientemente distraído con su película de dibujos animados que no se daría cuenta. Eren se sentó en la orilla de la cama y miró con especial atención como Levi sacaba algo de uno de los tantos cajones con ropa que había en el enorme clóset. Se sentó a su lado y esa mirada de seriedad implacable pareció regañar a Eren por algo.
—¿Recuerdas que dijimos que no habrían más secretos?— Preguntó Levi con aterciopelada voz, a pesar de lo que estaba reflejando, no estaba enojado, sólo sorprendido. Eren asintió ante su pregunta y él continúo.— ¿Por qué Murat tenía esto?, por cierto, ¿por qué yo no tenía idea de ellas?
Levi le tendió las cartas arrugadas por tanto maltrato a Eren, quien tenía su ceño un poco arrugado ante el desconcierto inicial. Cogió las cartas, las examinó por unos cortos segundos antes de que las pudiera reconocer, abrió muy grande los ojos y otra vez sus mejillas se colorearon de rosa al leer su contenido, parecía que Levi siempre encontraba la forma de avergonzarlo, incluso cuando no pretendía hacerlo. Relamió sus labios y su mirada verde fue a dar otra vez con su esposo, quien esperaba con demasiada paciencia una respuesta a sus preguntas. Podría haberle parecido raro no ver a Levi tan frenético como solía ser en el pasado, pero a su favor, podía decir que Murat había logrado sacar ese lado paciente en él que ambos desconocían.
—Yo... no sé cómo fue que llegaron a manos de Murat— Respondió después de un rato.— Cuando me mudé a Berlín, las dejé en una caja junto con otras cosas en mi antigua casa. Por poco las olvido.
—Entonces, imagino que Murat debió sacarlas del ático de la casa de Annie y Mikasa, no me extrañaría, se la pasa hurgando allí cada vez que vamos— Concluyó Levi, soltando un largo suspiro.— ¿Nunca ibas a hablarme de esto?, ¿de tu enfermiza obsesión adolescente?
Eren sonrió casi con nostalgia, su nariz se arrugó como hace mucho tiempo no lo hacía y en cambio, terminó encogiendo los hombros y fingiendo total inocencia.
—Creo que ya sabías de mi enfermiza obsesión adolescente, pero ahora tienes pruebas para demandarme por acoso.
—Tienes un punto— Estuvo de acuerdo Levi, soltando una pequeña risa.— Pero sería poco ético, considerando la existencia del Green eyes y tú sabes, haber lucrado con tu bonita cara.
Hubo un pequeño lapso de silencio, en donde ambas partes se miraron con complicidad juguetona, intentando contener la sonrisa que sus labios querían darle al contrario. En lugar de eso, Eren levantó una ceja castaña y preguntó:
—¿Empate?
Levi asintió, esta vez, sin poder reprimir su sonrisa risueña.
—Como siempre, aparentemente.
Las cartas volvieron a las manos de Levi, después de todo, siempre habían sido suyas, por derecho le pertenecían. Pronto el azabache se agachó al pie de la cama y de alguna esquina no tan lejana, sacó una caja de metal, en donde Eren y él habían guardado cosas de su pasado que tenían demasiado valor sentimental. En ella había viejas polaroids de cuando eran jóvenes y los habían pillado con la guardia baja cuando se las tomaron, en algunas de ellas también salían todos los demás chicos. Todos reunidos en Punta de cielo, y todos con sonrisas en sus rostros por algún mal chiste que el papá de Annie había contado antes de tomar la fotografía.
También habían recortes de una revista en donde venía un reportaje del Green eyes que Eren había juntado en la universidad cuando gracias a ese mismo reportaje, se enteró de la existencia de un retrato suyo bastante famoso en Francia. Levi no lograba entender por qué eso tenía tanta relevancia para Eren, después de todo, el Green eyes estaba en París y no aquí, a donde se supone que pertenecía. También estaban las pulseras a juego que Levi había mandado hacer para el cumpleaños de Eren, todo guardado y perfectamente seguro dentro de esa reducida caja de metal que Hanji les había traído de Rusia por su primer aniversario de bodas.
Sin darse cuenta, ambos terminaron sentados en el piso de madera de su habitación, sacando varios valiosos recuerdos de la caja para admirarlos y recordar como se habían forjado. Porque todos eran una pieza importante que armaba gran parte de su historia.
Sus fuertes carcajadas llegaron hasta la sala, en donde Murat aún miraba El rey león. El rubio, bastante curioso de saber qué pasaba en la habitación de sus padres, se colocó de pie, olvidando su película y caminando de puntillas para que sus pisadas no lo delataran mientras se dirigía a la habitación de Eren y Levi. Cuando llegó al umbral de la puerta de la habitación, las risas se hicieron más nítidas y él observó la escena con extrañeza, como lo imaginó, eran sus padres los que reían mientras observaban fotografías viejas, sólo que había algo diferente en ellos... a Murat le pareció que ambos lucían distintos, por un momento pudo ver a los jóvenes que sólo conocía en fotografías, como si hubieran perdido años y volvieran a ser como cuando se conocieron, de la forma en como se veían en su historieta del Hombre más fuerte y su última esperanza.
Pero sólo fue por un efímero momento, antes de que se diera cuenta de que en realidad seguían siendo como usualmente eran, pero no se sintió desilusionado ni mucho menos desconcertado, eso solía pasar cada vez que la cajita mágica de los recuerdos era abierta y ellos echaban un vistazo, entonces parecía que regresaban en el tiempo y volvían a ser sólo el joven de los ojos verdes y el chico de los dibujos.
Levi fue el primero en notar la presencia del pequeño rubio, volteando a verlo casi enseguida, entonces Eren también fijó sus ojos en el niño que yacía parado en el umbral de la habitación. Murat apenas se tensó un poco cuando vio las cartas de Luna para Sol en el regazo de Levi, sabiendo que había sido totalmente incorrecto tomarlas del ático de sus tías y que seguramente esto lo metería en problemas con sus padres, tragó saliva y poco a poco se fue acercando a ellos.
—¿Está todo bien?— Dudó en dar otro paso cuando sus padres se miraron entre ellos, para luego reír en una total complicidad.
—Sólo recordábamos— Respondió alegremente Levi, una carcajada involuntaria escapó de sus labios.— Solíamos ser un desastre.
—En uno de nuestros viajes a Italia, estábamos en un muelle pesquero— Eren comenzó a explicar a su hijo, mientras que Levi intentaba controlar su risa.— Y estaba este sujeto que gritaba desde la distancia: "¡largo de aquí, el muelle es para pescar!", Levi estaba tan ebrio que entendía besar. Y el hombre sólo seguía diciendo: "¡he dicho que para pescar!"
—"¿Besar, dice usted?"— Dijo Levi, intentando imitar un acento digno de un ebrio, como auto-burla a sí mismo.
—"¡Pescar!"
Respondió casi de inmediato Eren, tratando de imitar el acento italiano huraño del hombre que ambos parecían recordar con algo bastante cercano al cariño. Los dos hombres soltaron una carcajada, casi olvidando que su hijo seguía presente y que los miraba con extrañeza, sin poder entender del todo por qué eso les causaba tanta gracia. Pero a pesar de no entender mucho de lo que sus padres hablaban, terminó sentándose en medio de ellos, para poder escuchar las otras historias que tenían para contar.
Ambos se acercaron aún más, terminando por completo con el espacio que había entre los tres y acurrucando a su hijo entre sus cuerpos, mientras le mostraban fotografías y le hablaban de la historia detrás de ella. Murat había crecido entre historietas, malvaviscos con chocolate y pinturas, entre historias de fantasía y las reales, como la del hombre del muelle pesquero en Italia, o la historia de cómo su papá Levi había embarrado pastel en la cabeza de su papá Eren. No importaba demasiado, él se contentaba con saber que al final de todas ellas, el chico de los ojos verdes y el joven de los dibujos tenían la oportunidad de iniciar una nueva historia, y él estaría allí para escuchar todas y cada una de ellas, de cómo el gris conocería indefinidamente al verde una y otra vez.
Eren le escribía cartas. Levi le hacía dibujos. Eren le enseñó como amar sin esperar nada a cambio. Levi le dio un hogar al cual poder regresar siempre. Sol y Luna, amándose al final del estrellado infinito.
¡Hola a todas/os!, espero que estén teniendo un lindo fin de semana, yo vengo aquí con la novedad de este capitulo extra que se enfocó un poco más en narrar varias de las dudas más frecuentes que me llegaron, a través de Murat, el hijo que decidí darles a Eren y Levi. De alguna forma, me pareció interesante tratar de innovar un poco con quien debía cerrar en definitiva a Green eyes. Hubieron algunas dudas que de plano no metí en este capitulo porque resultaban en algo repetitivo o en algo sin relevancia, pero okay, intentaré aclararlas de todos modos por acá. Mi querida Tsubame preguntó acerca de cómo Erwin supo de la existencia de Eren si él anduvo en Francia, bueno, no sé si recuerden pero hay un capitulo en donde Erwin y Levi están teniendo sexo, ahí se especifica que Levi piensa en Eren mientras esta con Erwin, o sea que sí, confirmado, Levi dijo el nombre de Eren mientras tenía sexo con Erwin, por eso el odio y el recelo de Erwin contra Eren, ese afán de atacarlo. Otra que también preguntó Tsubame, "¿qué pasó entre Jean y Eren al final?", pues como se pudo apreciar aquí, siguieron siendo amigos pero ahora sin rencores por parte de Jean, cuando Jean le pide a Levi que le diga a Eren que esta vez están sin rencores, se refiere más que nada a cuando le dice lo mismo al propio Eren, sólo que esta vez es honesto, porque al fin se enamoró de alguien más, nada espectacular en cuanto a eso. Tercero (también de Tsubame, jéjox), lo que pasa con Grisha y su relación con Eren, bueno, eso realmente no lo incluí acá porque como mencionó Levi, era una relación toxica que nunca tuvo tanta relevancia dentro de la historia y bueno, ya sabemos que las personas toxicas, muy difícilmente cambian y aquí Grisha no era necesario para la trama, meh. Cuarto y último, me parece, alguien por ahí comentó acerca de que Levi y Erwin estuvieron en contacto cuando Levi ya estaba con Eren y sólo puedo decir: no. No afecta de ninguna manera eso, no tendría porque hacerlo, puesto que ya cada quien hizo su vida y en todo caso, Erwin contacto a Levi para asegurarse de que estuviera bien, sin segundas intenciones. Bueno, creo que eso sería todo, si quedó otra duda, bueno, las estaré aclarando por mensaje privado. Leí que alguien dijo que no le gustó el final de Green eyes y pues, no hay nada que yo pueda hacer al respecto porque, afortunadamente, yo sí me siento satisfecha con todo MI trabajo y el esfuerzo que le di a éste. También he quedado satisfecha con este cierre definitivo, creo que ha sido especial que no fuera narrado desde el punto de Eren o Levi, de alguna manera sentía que iba a ser demasiado repetitivo con los dos últimos capítulos. Así que nada, yo sí me voy contenta con lo que hice por este fanfic, hasta la última palabra en él y también me voy agradecida por el apoyo y cariño que recibió por parte de ustedes. Lo he dicho antes en Like a girl, ahora lo digo aquí, han sido parte de la magia que ayudó a que la edición de Green eyes fuera todo un éxito y no me desanimara en el proceso. Así que gracias por subirse al dragón conmigo y acompañarme en esta peculiar aventura. Sin nada más que agregar, para las que leen Like a girl, nos andamos leyendo por allá, ¡saluditos! ✨
All the love, Dragón. 🐉🌹