4.
— Trata de mostrar un poco de orgullo.
Que vergüenza de espectro. Si Kardia fuese Hades, le habría exiliado antes de dignificarlo con una armadura. Levanta la pierna y la deja caer con todo su peso sobre la espalda del pobre diablo.
— ¡Kardia! ¿Qué estás haciendo?
Degel tiene la costumbre de interrumpir siempre que las cosas se empiezan a poner divertidas. Rueda los ojos mientras levanta la pierna de nuevo.
— ¿Esto? — deja caer la pierna otra vez y le parece que crujen un par de vértebras bajo su pie. La vuelve a levantar — Es… ¿un interrogatorio? — golpea al espectro con el talón, con una mueca de desprecio en el rostro — Pero es un inútil. No sabe nada, no tiene espíritu. Míralo, ni siquiera tiene un poco de dignidad. Es una presa insignificante… — se gira hacia Degel y le apunta con el dedo en el pecho, amenazador — Tú, en cambio…
Degel le aparta la mano, entornando los ojos.
— Después de la guerra, dije.
Kardia chasquea la lengua. Degel le quita la poca diversión que tiene y ni siquiera ofrece una alternativa.
— Tengo una misión en Bluegrad. Atenea me la acaba de encomendar — ve que Degel hace una pausa, sopesando sus palabras, antes de hablar de nuevo — Ven conmigo.
¿Eso no está en Siberia? Ni de broma irá a Siberia. Menos en esa fechas. Hace un frío que podría congelarle los testículos y no, gracias. Para Degel, que se crió entre parajes desolados de hielo sempiterno, debe ser como irse de vacaciones. Para él, que se ha sentido envuelto en llamas desde niño, sería una verdadera tortura. Es distinto cuando es Degel quien le enfría la piel. Imaginarse en medio de campos de nieve y más nieve no es un panorama que le parezca especialmente tentador. Además, las misiones de Degel son siempre tan tediosas. Montañas de libros y cerros de manuscritos inentendibles. ¿En Bluegrad no había una biblioteca gigante? ¿No le ha hablado antes de los libros que leyó allí cuando pequeño? Ni hablar. No le llevará a Siberia ni a rastras.
— Aburrido — Kardia canturrea y ve que Degel sonríe antes de darse la vuelta.
— Poseidón.
¿Qué ha dicho?
— La misión es negociar con Poseidón... — si no fuese porque está de espaldas, juraría que Degel está a segundos de reírse — Es posible que no podamos evitar una confrontación…
Que hijo de perra. Eso es jugar sucio. A Kardia le cosquillea la adrenalina bajo la piel y puede sentir la anticipación del combate tan esperado. ¡Un dios! ¿Qué rival más digno de su Antares podría encontrar en la vida? Ninguno. Quizás, sólo Degel. Se olvida por completo del espectro que tiene prisionero.
— ¿Hacia dónde está Siberia? — sobrepasa a Degel en tres zancadas. Le da un empujoncito con el hombro cuando pasa a su lado — ¡Date prisa! Si se nos escapa Poseidón como se nos escapó Hades, me desquitaré contigo.
Escucha que Degel suspira y sus pasos repican en las paredes cuando lo sigue fuera del templo de Escorpio.
Esto podría ser divertido.
Siberia es, en efecto, un desierto blanco. El viento arrastra trocitos de hielo que se le clavan en la cara y sus dedos están entumecidos. Qué fastidio de país. Pero Degel tiene una expresión extraña en la cara. No recuerda haberla visto nunca. Parece contento, y Degel siempre le ha parecido una persona extremadamente cauta y calma, pero la tranquilidad que transmite caminando sobre la nieve está en otro nivel. Degel está en casa y su expresión le causa una sensación extraña en el estómago.
Divisan Bluegrad un par de pasos más allá, pero todo lo que Kardia ve es un montón de ruinas.
—¡Imposible!
El rostro de Degel se desfigura a medida que recorre los escombros con los ojos. La bienvenida no tarda en llegar y los hostiles habitantes restantes los reciben con ataques de hielo. No les cuesta trabajo evitar las dagas. Los han sentido merodeando desde que llegaron al perímetro de la ciudad y, antes de que Degel pueda impedírselo, Kardia se deshace de ellos.
Una voz a su espalda les llama la atención. Kardia no ha sentido ni el caballo que se acerca ni el cosmos de la persona que lo monta. Entrecierra los ojos cuando el desconocido se presenta y se descubre el rostro.
¿Y éste quién es?
— ¡Unity!
¿Degel lo conoce? ¿Por qué no le ha hablado de él? Kardia decide, automáticamente, que el sujeto no le agrada en absoluto.
— Degel, no esperaba que fueses el enviado del Santuario.
La cara de Degel vuelve a transformarse en los miseros diez minutos que llevan en Bluegrad y es oficial que Kardia detesta al pueblo y a todos sus habitantes. En especial al tal Unity que le habla con tanta familiaridad. Degel le explica, al pasar, que es un viejo amigo. Estudiaron juntos cuando Degel vivió allí.
Genial, un par de tortolitos empollones. Lo que le faltaba. Quiere decirle a Degel que no le importa en lo más mínimo pero ya no le presta atención. Es todo ojos y oídos para el muchacho que en esos momentos les recuerda la misión que les fue encomendada.
¿Por qué Hades estaría interesado en ese pueblo aburrido, helado y húmedo? ¿Ha dicho ya aburrido? Es un montón de ruinas y moho. Por la mirada reprobatoria en la cara de Degel, ha estado pensando en voz alta. Al menos hay algo de normalidad en el hecho de que Degel aún se tome la molestia de llamarle la atención.
— Disculpa las desagradables palabras de este… hombre — la pausa que hace Degel antes de tratarlo de hombre es como una bofetada. En ese espacio de tiempo hay al menos tres adjetivos hirientes para describirle, aunque Degel no menciona ninguno a viva voz.
El tipo desagradable le mira con superioridad por sobre el hombro, diciendo algo sobre lo molestos que son los hombres de mente estrecha. Obviamente se está refiriendo a él.
Obviamente.
Le palpita la uña y se pregunta dónde sería más doloroso clavársela.
A regañadientes, sigue a Unity y a Degel por las escaleras de una librería inmensa, hasta una puerta que se encuentra cerrada por un sello. Un destello luminoso los enceguece y una fuerza invisible los arrastra a través de lo que parece ser un portal. Cuando abre los ojos, Kardia ve ante ellos otro montón de ruinas. Excepto que sobre sus cabezas se extiende el océano.
¿Dónde demonios están? Esto ya no es divertido.
— Kardia, cálmate. — el mundo tiene que darse vueltas y el océano tiene que quedar sobre sus cabezas para que Degel vuelva a prestarle atención. Fantástico — Esto debe ser… Atlántida. La ciudad de Poseidón.
Unity se ofrece a servirles de guía. Degel se opone y establece un sinnúmero de argumentos para evitar que el chico los acompañe en su misión. Se le ve tan preocupado por el sujeto que a Kardia le vuelve ese peso en el estómago, salvo que ahora lo identifica. Sentir celos era lo único que le faltaba para hacer de la misión en Bluegrad la peor de su vida. Chasquea la lengua mientras se acomoda el casco de Escorpio.
— Que haga lo que quiera, Degel — gruñe — A mi no me interesa y a ti tampoco debería… Tienes cosas más importantes de las que preocuparte. — apela a la responsabilidad que ha puesto Atenea en él para que deje de discutir y guarde silencio. Se fija en Unity y lo mira de arriba a abajo antes de volver a chasquear la lengua — Si te transformas en una carga, yo mismo me encargaré de que esta sea tu tumba.
No tiene que cumplir su promesa porque llegando al templo de Poseidón, un cosmos infernal les cae encima. Cuando se dan la vuelta, Unity tiene el pecho atravesado de lado a lado por un puño cubierto de sangre. Aunque el cosmos que los rodea es suficiente para despertar la emoción en Kardia y ponerle en alerta de un posible combate, no le pierde pisada a Degel.
Ve como se le desencaja el rostro. Ve la sorpresa, la furia que estalla, ve la pérdida. Pasa los ojos del pecho sangrante de su amigo de infancia hacia el espectro que se ha hecho llamar Radamanthys y la mujer a la que ha llamado Pandora. Desprende odio como nunca ha desprendido un sentimiento antes y Kardia puede oler las ansias de sangre. Las ansias de venganza. Degel nunca se ha parecido tanto a él mismo como en ese momento. Le ve alzar las manos al aire y nota como el aire se enfría a su alrededor
— Como se atreven… — le oye gruñir. Destila rencor y escupe las palabras de una forma poco característica en él — ¡Cómo se atreven a hacerle eso a mi amigo!
El cosmos de Degel estalla en un torrente de hielo que sale de sus manos unidas y el ataque da de lleno contra Radamanthys. Parece que lo ha conseguido, hasta que Kardia oye el rugido que emerge desde la pared de hielo. Radamanthys no es un espectro cualquiera. Es un juez del inframundo y se libra del ataque de Degel como si se sacudiera la nieve de los hombros. Pandora se ríe.
— Radamanthys, yo continuaré hacia Poseidón. Encárgate de estas molestias.
— Cuánta insolencia — Degel está fuera de sí, enceguecido de rabia. Crea anillos de hielo con las manos intentando detener a Pandora — Es demasiada insolencia de tu parte pretender pasar de largo…
Wyvern destruye los anillos sin problemas y Degel no parece darle importancia. Esto no está bien. A Degel no le importa nada, salvo vengar la muerte de su amigo. Esto será problemático.
— Serás el primero en sentir mi venganza — le oye decir y Degel vuelve a atacar con su Ejecución de Aurora, pese a que no le ha hecho un rasguño antes. Radamanthys contraataca con un ataque espeluznante y Kardia decide que es momento de intervenir.
Degel está demasiado consternado para hacerle frente al demonio que tiene delante. No está pensando con claridad y no es tan listo si cree que va a dejarle morir tan fácil. Menos todavía intentando vengar al Unity ese.
— Si hay algo que me desagrada profundamente, es que me ignoren — dice. Mira a Degel por sobre el hombro. Luce desconcertado y está todo tan fuera de la normalidad que conocen, que Kardia, incluso, hace el esfuerzo de entenderlo — Te entiendo, Degel… — no entiende una mierda — Tú mejor amigo fue asesinado frente a tus ojos y quieres venganza… — eso lo entiende. Eso es algo que él haría — Sin embargo…
Le va a decir que no está pensando con claridad. Que está perdiendo la calma y que él nunca, jamas, en todas sus posibles vidas, perdería la calma y que eso le está cabreando un poco porque con él no se pone así y dios, estoy tan celoso, pero el condenado espectro no le deja terminar. Qué falta de respeto.
— No me importa cuál de los dos insectos sea el primero… — Radamanthys se detiene a media frase y Kardia sonríe enseñando los colmillos. Acaba de darse cuenta de las heridas que le ha infringido.
— Vas a ser mi trofeo, Radamanthys. Está decidido.
Sus palabras calan hondo en Degel, que parece salir de su trance sediento de venganza. Le recrimina su actitud, por supuesto. Lógico.
— No seas egoísta, Kardia — recupera toda su parsimonia y tranquilidad en un parpadeo — Recuerda la misión…
Qué coraje recordarle la misión cuando tres minutos atrás quería arrancarle la cabeza con las manos a Radamanthys.
— Si tanto te irritó que ese sujeto muriera, hazte cargo de su deber — Kardia ladra, alzando un dedo — Deja de perder el tiempo y ve con Poseidón.
Radamanthys pretende impedirle el paso pero el ataque de Kardia comienza a hacer efecto; no puede moverse. Degel le mira directo a los ojos, apretando los labios. Sabe que quizás no salga de esta.
— Recuerda tu promesa, Kardia.
Kardia chasquea la lengua.
— Date prisa, Degel. Pandora debe estar llegando hasta Poseidón… Vete de una vez.
Degel le hace caso. Y no vuelve a mirar atrás.
No mueras, Kardia. Te juro que si te mueres antes que yo, voy a cazarte hasta lo profundo del infierno.
Sin embargo, antes de llegar al templo de Poseidón, el cosmos de Kardia explota como una supernova. Siente el ardor en el pecho y sabe, a ciencia cierta, que Kardia lo ha hecho arder hasta quemarse por completo. Su cosmos desaparece junto con el de Radamanthys poco después de eso. Empuña las manos. Se lo había prometido.
Qué idiota. Qué maldito egoísta.
Se le cierra la garganta pero no puede permitirse perder la calma otra vez. Tiene una misión que cumplir y tiene una responsabilidad con Bluegrad ahora que Unity no está. El destino de la humanidad depende de su éxito y le debe a Kardia salir victorioso.
A la entrada del templo de Poseidón encuentra el cuerpo maltrecho de Pandora. Hay un poder abrumador abandonando la sala dónde se supone que está Poseidón y lo que ve cuando entra le deja congelado en el lugar.
'Serafina'.
No sabe qué está sucediendo con exactitud pero le parece que todo ha ido mal desde que le encomendaron aquella misión. Unity, Kardia, ahora Serafina. Ojala estuviese soñando. Pretende liberar a la mujer atrapada en esa cárcel acuática cuando una voz a sus espaldas lo detiene. No le ha sentido llegar.
— No te molestes, Acuario.
Enredaderas de coral lo aprisionan, impidiéndole mover las manos y las piernas, mientras un hombre con las escamas de un Marina deja de ocultarse tras uno de los pilares de la habitación.
Claro, un guardián de Poseidón.
— Ofreceré mi ayuda a cambio de tu cooperación, caballero — dice el hombre y la voz le suena extrañamente conocida — Te daré el legado de Poseidón… Si me ayudas a liberar su alma para que ocupe el cuerpo de esta mujer.
Ni hablar. No va a permitirlo. No va a permitir que ocupen a Serafina, la hermana de su mejor amigo. No va a permitir que liberen a Poseidón nuevamente. Logra librarse de las cadenas de coral y asestar un golpe contra el Marina de Poseidón.
Está en una pesadilla. Definitivamente nada de lo que está sucediendo es real porque es imposible que Unity sea un soldado de Poseidón. Unity intenta controlar sus movimientos mediante el coral y el coral establece una especie de conexión entre ambos. Puede sentir el pesar de Unity. Siente su soledad y su desesperación. Ve sus recuerdos y lo ve sucumbir ante la oscuridad. Bluegrad a caído en desgracia y Unity con ella. No va a permitir que siga cayendo.
El aire baja de temperatura en oleadas. La primera congela el coral y Degel logra destruirlo con un simple movimiento de sus manos. La segunda congela el ataque con el que Unity pretende someterlo.
— Basta, Unity.
La tercera oleada congela la superficie del océano sobre sus cabezas. Pese a que está acostumbrado al frío, empieza a sentir que las bajas temperaturas le calan los huesos y se le entumecen los dedos.
— Voy a liberarte.
Sin embargo, Pandora se interpone. Cuando parece que ha logrado rescatar a Unity y hacerse con el legado de Poseidón, aparece Pandora y se lo arrebata. Lo destruye con el tridente que porta, pensando que con eso evitará que Atenea logre su cometido contra Hades.
Lo que consigue en que tiemble el suelo y el poder de Poseidón se disperse en libertad. El océano se alborota y se libera. En poco tiempo, toda la Atlántida estará bajo el agua. Unity le dice que no hay forma de detener a Serafina ahora que el alma de Poseidón se ha adueñado de su cuerpo.
Tiene que haber una manera.
Se acuerda de Kardia. Se acuerda de cómo aprendió a usar el fuego de su corazón para hacer más poderosos sus ataques, aún a costa de su propia vida. Sólo le queda una cosa por hacer y si Kardia estuviese allí, se reiría hasta que le doliera el estómago.
— Unity, necesito que lleves los resto del Oricalcos hasta Atenea. De ello depende la salvación de la Tierra. Yo detendré a Serafina y evitaré que esta tierra se inunde — cuando ve que Unity no se mueve, ruge con todas las fuerzas que tiene — ¡Corre, Unity! ¡Dejo la Tierra en tus manos!
La cuarta oleada es un frío que le brota desde dentro. Siente los cristales de hielo formándose alrededor de sus manos. El agua se congela aceleradamente en las inmediaciones y le duele. Le duelen los huesos, se enlentece la sangre en sus venas y el corazón le late más despacio. Le tiritan los labios, pero aún no es suficiente. Pese a que el agua se congela alrededor de Serafina, Poseidón no detiene su avance.
Entonces lo siente. Un leve tintineo en el cosmos. Un calor tenue que le llega debilitado al pecho, mientras el tiempo se congela a su alrededor.
'Oye, Degel…', la voz de Kardia es un susurro en lo profundo de su mente. '¿Crees que tengan manzanas del otro lado? Me muero por comer una ahora.'
Si es verdad que existe un limbo entre la vida y la muerte, es desde allí que Kardia le habla. Su voz débil hace énfasis a propósito en el me muero. Ni al borde de la muerte se deja de joder. Degel sonríe.
— Prometiste no morir antes que yo, Kardia.
'Y estoy cumpliendo mi promesa, Degel. También prometí que iba a dolerte un día…'
Degel lo interrumpe porque lleva doliendole el pecho desde que sintió estallar su cosmos y ahora se le suman los cristales de hielo que le atraviesan la piel. Siente que se le congelan hasta los intestinos y dios santo, cómo le duele. Así que así es cómo le dolía a Kardia todo el tiempo.
— Me has dolido siempre, infeliz.
Está seguro de que escucha las carcajadas de Kardia en algún lugar, porque le retumban en los oídos.
'Haz lo que tengas que hacer, Degel, pero date prisa. Tengo tanto calor…'. Degel tiene que contener una risotada. 'Es el colmo que tenga que esperarte hasta para morirme.'
— Adiós, Kardia.
Se despide con la voz cargada de cariño. Le responde una con un afecto similar, por fin libre de rabias.
'Hasta la próxima, Degel'
Su cosmos explota en un último intento desesperado por detener a Poseidón, congelando todo a su paso con una última oleada de frío absoluto. Se le detiene el corazón. Con el último latido, resuenan las palabras de Kardia. Hasta la próxima.
Kardia ha logrado arrastrarse hasta las cercanías del templo donde el cosmos de Poseidón opaca todo lo demás. Siente el corazón a fuego vivo y le arde el cuerpo desde dentro. Enciende su cosmos lo suficiente para que Degel lo note, ignorando el dolor punzante en el pecho. Al parecer, todavía puede arder un poco más.
— Haz lo que tengas que hacer — le dice a Degel y Degel, como el buen chico que ha sido siempre, obedece.
'Adiós, Kardia'.
Su cosmos explota en pulsos regulares de frío y es divertido como allí, en medio de la nada, sus corazón opuestos se encuentran a la mitad del camino. Todo se congela alrededor suyo y él no hace más que sentir un calor abrasador desde lo más profundo de sus entrañas. Es como si Degel lo envolviese con su propia alma. Como ha sido siempre.
'Pero qué hijo de perra', piensa. 'Tiene cara de que no ha roto un plato en su vida y va y se carga a un dios y una ciudad entera.'
La vida de Degel se apaga en las cercanías y ahora, el que duele es él. Por el rabillo del ojo ve a Unity correr con todas sus fuerzas para intentar huir del hielo que arrasa con todo a su paso y se cuestiona, por un breve momento, si debería usar lo que le queda de fuego para ayudarle y sacarle de allí. Ni siquiera le agrada el tipo. Chasquea la lengua.
— Debería dejarte morir aquí, junto con todos nosotros — gruñe, poniéndose de pie — Pero Degel se cabrearía como nunca y me daría la lata toda la eternidad en la otra vida.
Cada movimiento es una nueva llama que se enciende en su corazón y una punzada penetrante en los músculos. Con los últimos resquicios de vida, piensa en Degel, coge al chico como si no pesara más que una pluma y lo arroja fuera del ataúd de hielo, envolviendo su cuerpo con los últimos restos de calor que le quedan.
Cae de rodillas y mientras su corazón se consume dentro de su pecho, siente copos de nieve tocándole el rostro con suavidad. Se imagina que es Degel dándole las gracias. Ni muerto se le quita lo cortés.
— He cumplido mi promesa, Degel — susurra a los hielos eternos que le rodean — Y tú has terminado por cumplir mi último deseo.
'Al final, has sido tú quién ha hecho arder mi corazón hasta el límite'.
~~FIN~~
PD: Espero que esto tenga, al menos, un mínimo de sentido