Los personajes de Candy Candy no me pertenecen, pero los amo. Son creación de Kyoko Mizuki y Yumiko Igarashi, y sólo pretendo entretener con ellos nuestras imaginativas mentes…un abrazo.

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CAPÍTULO I: Detectando oportunidades.

Lo vio venir de improviso e intentó escudarse detrás del auto, sin poder esquivar el zapato que cayó desde el tercer piso. Le dio de lleno en plena cabeza, y se irguió mirando a la chica que histérica buscaba aún qué más podía tirarle.

−̶ ¡Eres un malnacido William Andrew! ¡Iré a los diarios, daré entrevistas, gritaré a los cuatro vientos que eres de lo peor!

−̶ Por favor Eliza, ¡actuemos como adultos!

−̶ ¡Adulto una mierdaaaa! −̶ Le gritó enajenada, tirándole el otro calzado. Albert alcanzó a evadirlo metiéndose a su Audi negro último modelo, saliendo a toda velocidad por la gran avenida North Michigan, en pleno centro de Chicago.

El día recién partía, así que se dirigió a su Penthouse para arreglarse e ir a la oficina. Por fin estaba lejos de aquella desquiciada. No entendía cómo las féminas decían que no había compromisos y luego trataban de atarlo con un sinnúmero de triquiñuelas tan manoseadas como repetidas. No era su culpa por cierto, sino de ellas, ya que él desde el principio dejaba en claro que no había en el menú más que un encuentro casual entre dos personas adultas. ¿Cuál era el problema entonces? ¿Por qué siempre dramas, llamadas, escándalos? Eliza había insistido en salir de nuevo, "no te arrepentirás", "somos adultos", decía. Sin embargo, se había transformado en una especie de acosadora. Había decidido ir a su casa a hablar con ella para plantearle en buenos términos que lo de ambos había sido de común acuerdo, sin ataduras, y casi termina lesionado por el taco del zapato de aquella pelirroja.

−̶ ¡Menuda desquiciada me lié esta vez! −̶ se repitió meneando la cabeza, mientras se sacaba la ropa metiéndose a la ducha. En esos menesteres se encontraba cuando debió correr a contestar su celular olvidado entre las prendas.

−̶ Hola George, ¿qué pasa? Llegaré pronto a la oficina, tuve un imprevisto.

−̶ Sí claro, me lo imagino. Sólo quería comentarte que ya tengo la dirección y teléfono de la hija de Jonas White, se llama Candice, vive en pleno centro, muy cerca tuyo.

Qué podía hacer. ¡La vida le sonreía! La mujer que esta semana lo traía loco no era sino hija de uno de sus principales contratistas… ¡Debía ser una broma! Una sonrisa felina se formó en su rostro, y se apuró al máximo para concretar una cita por medio de su secretaria lo antes posible. Era pan comido.

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Candy se miró por segunda vez ante el espejo de cuerpo completo tras la puerta de su closet. Corroboró que sus medias caladas estuviesen en perfectas condiciones, luego se calzó ambos tacones. Lucía un vestido ceñido con mangas, color verde olivo, de una sola pieza, cuello bote, amplio escote en la espalda, de largo hasta debajo de las rodillas. Sabiendo que era pequeña, había aprendido a resaltar sus generosas curvas, alargando sus piernas con faldas y vestidos en corte tubo.

−̶ ¡Te ves de infarto! ¿Crees que compre la idea tan fácil? Dicen que es un animal en los negocios −̶ Dijo su hermana Patricia, con tono preocupado.

−̶ Hasta ahora todo marcha según lo planificamos. Parece que lo sobreestimamos Patty, es más idiota de lo que supusimos. Nunca creí que conseguiría una cita tan rápido, sólo bastó pasearme por su cafetería favorita, un par de miradas casuales y repetir esto tres veces esta semana.

−̶ Te ves muy confiada, ¿crees que avale nuestra propuesta?

−̶ Él tiene la sartén por el mango, pero no lo sabrá nunca. Lo dejaré tan loco que jamás sabrá dónde o qué firmó. Créeme, en los negocios, es sin dolor. No hay nadie más experta que yo para encontrar babosos y estrujarlos.

Candy era la mayor de dos hermanas, nunca habían sido pobres, pero desde que tenían uso de razón, su padre había tenido que ganar cada dólar a costa de mucho esfuerzo. Partió con una empresa familiar de publicidad, y había logrado transformarla en una mediana compañía que tenía algunos contratos de importancia a través de los cuales se mantenía relativamente estable. Su progenitor siempre quiso un varón, pero su esposa falleció a temprana edad, dejándole con la responsabilidad de dos niñas pequeñas, así que era habitual verlas en su trabajo. Patty corriendo por los pasillos con su mascota de turno, y Candy entrando a reuniones de negocios con él, aprendiendo acerca de las artimañas de las ventas, sobre cómo generar estrategias para vender sueños y disuadir a otros. Su padre vislumbró en ella un potencial innato para mercadear, fue severo en su enseñanza, le trasmitió todos los trucos y gajes del oficio, formándole desde pequeña una desarrollada suspicacia y conciencia crítica, completamente alejada del romanticismo de las púberes de su edad. Mientras Patty escribía poemas en su diario de vida, Candy revisaba los diarios de la época descubriendo nuevas tendencias de consumo, y leía los libros de estrategia que el señor Jonas le escogía. "Hija, el secreto de la publicidad no es sólo dibujar bonito, es entender el arte de influir en los demás…deben creer que todo es idea de ellos" le decía su padre constantemente. Con el tiempo fue forjando una personalidad muy segura de sí misma, avasalladora y sagaz, que unida a una impresionante belleza, la hacían acreedora de una fama de indolente rompecorazones, con una amplia lista de conquistas a cuestas, famosa por buscar diversión y aburrirse pronto de las lisonjerías, fría como el viento al momento de concluir cualquier vínculo afectivo.

−̶ Estudié cada detalle Patty, la debilidad de este tipo son las causas benéficas, hay que entrarle con algún cuento de los niños de África o de ayuda al tercer mundo. Creo que incluso hizo un voluntariado por allá, ¡debe ser un tarado!

−̶ ¡Ay Candy me asustas!, deberías recordar lo que nos enseñó nuestro padre, jamás menospreciar a un cliente…

−̶ Él no será un cliente, sino un proveedor, ¡nuestro principal proveedor!−̶ dijo Candy con seguridad dándose una última mirada, giñándole el ojo a su hermana a través del espejo.

−̶ ¿Sabes lo único raro? No encontré nada de su infancia o adolescencia, es como si lo hubiesen plantado en la tierra al cumplir los veinte años…antes de eso no hay registros en la web, no pude averiguar sus gustos infantiles, ni sus novias de juventud…No importa, habrá que atacar con lo que investigué. Y diciendo esto tomó su bolso dirigiéndose al encuentro con el millonario.

Años atrás:

Tras la puerta del baño podían oírse aún las burlas de sus compañeros de curso. Annie golpeaba insistentemente, cuestión que lo tenía aún más avergonzado.

−̶ ¡Abre Albert, por favor! No lo decían en serio, no te queda tan mal esa ropa, ¡vamos, no hay nadie aquí! −̶ Quería creerle, porque estaba encandilado con la joven de 13 años, sólo había ido a la jornada para compartir con ella en otra instancia distinta a la escolar. Era una hermosa castaña que durante todo el año apenas le había dirigido la palabra, le extrañó que estuviera interesada por su asistencia al campeonato deportivo. Su tía Elroy se había sorprendido de que quisiese salir, desde la muerte de sus padres se había transformado en un niño retraído, así que lo animó a distraerse con gente de su edad.

−̶ Vamos William…nadie te hará daño, sólo quieren ser amables, dales una oportunidad −̶ , le dijo la anciana.

Salió del baño un poco tembloroso, pero resuelto a revertir su apatía. Cuál sería su sorpresa al encontrarse con toda la fiesta burlándose de su desubicada vestimenta. Usaba pantalón corto y sudadera…al contrario del resto de los jóvenes, que vestían sus mejores trajes a la moda para impresionar al sexo opuesto.

−̶ Annie dijiste que era una competencia de baloncesto, que necesitaban refuerzos…

−̶ ¡Pobre perdedor! ¡Miren qué bola de grasa quería ser el refuerzo salvador del equipo jajaja! −̶ señaló Neil y su pandilla mientras comenzaban a tirarle la comida servida en el cóctel del gimnasio escolar. Albert no pudo correr, su mirada se encontró con la de Annie, quien se escondió tras la espalda del juvenil atacante.

— ¡Mostrémosle al gordo millonario lo que puede hacer con su dinero jajajaja! — gritaba Neil, mientras en el suelo, le metían los billetes por la boca…

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—¡William! ¿Dónde estás ahora? Dijo George aplaudiéndole cerca del rostro. La hija de Jonas está aquí, por favor, lo único que te pido es que esta vez sí te comportes.

Continuará…

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¡HOLA A TODOS! Esta historia nace de la colaboración conjunta de una maestra y una principiante, jejeje. La gran Yuleni Paredes ha puesto la historia, yo sólo he sido una especie de guionista para plasmar en palabras lo que ella imaginó en una catarsis creativa que compartió conmigo. Espero les entusiasme la idea, creemos que quedará muy entretenida XD

UN ABRAZO Y YA SABEN: VIVA EL CANDYMUNDO Y LOS ALBERT FICS!

Cordovezza.