Disclaimer: Los Héroes del Olimpo son propiedad de Rick Riordan
Encima del Empire State Building se hallaba el monte Olimpo. El lugar presentaba unos paisaje magníficos, rodeado de verdes parques y calles amplias e impolutas, con pequeñas mansiones construidas a lo largo de ellas. En la parte superior del Olimpo se hallaba un grupo de mansiones más grandes y esplendorosas, correspondientes a los miembros del Consejo Olímpico. Y, rodeada por dichas mansiones, se encontraba la conocida Sala de los Tronos, el lugar donde el consejo se reunía y debatía sobre el futuro del Olimpo (aunque la mayor del tiempo lo único que hacían eran gritarse los unos a los otros).
En esos momentos la sala estaba vacía a excepción de una niña, que estaba sentada con las piernas cruzadas enfrente de un fuego. Por supuesto esa niña era una diosa. Más en concreto Hestia, diosa del hogar y la mayor de los hijos de los titanes Cronos y Rea.
Hestia se encontraba tarareando una canción en griego antiguo con los ojos cerrados. Estaba pensando en irse de allí para ir al campamento de los griegos, el Campamento Mestizo, cuando un golpe seco le hizo abrir los ojos. Al lado de ella había aparecido un libro de la nada. La diosa lo cogió, bastante curiosa.
¿Será de Atenea? pensó mientras leía el título en voz baja.
—Los Héroes del Olimpo... ¿El Héroe Perdido? —Hubo un segundo golpe y un nuevo libro apareció—. Este también se llama Los Héroes del Olimpo. Pero en este caso es El Hijo de Neptuno y no El Héroe Perdido —Un tercer golpe y un tercer libro apareció ante ella—. La Marca de Atenea —Golpe. Cuarto libro—. La Casa de Hades —Un quinto libro apareció como los anteriores—. La Sangre del Olimpo... ¿Qué es todo esto?
Esta vez hubo un destello de luz, y dos notas cayeron enfrente de la diosa. Hestia cogió una de ellas y leyó:
Que todos los dioses del Consejo Olímpico se reúnan. Además de ellos, también deben estar Hades, Perséfone, Belona y Lupa.
Las Moiras.
PD: Todos los dioses han de estar en su forma griega.
Por supuesto Hestia se quedó confundida. No entendía porque las Moiras querían reunir a este grupo de dioses en particular, entre los que se hallaban dos diosas romanas. Y además tenían que estar en sus formas griegas.
—Espero que esto vaya bien —murmuró para después desaparecer con una columna de fuego.
Aunque costo horrores, sobre todo por parte de Atenea, finalmente todos los dioses mencionados en la carta se reunieron en la sala del trono.
—¿Qué sucede, Hestia? —preguntó Zeus.
—Las Moiras nos han mandado estos libros —respondió Hestia, señalando el grupo de libros, apilados al lado de la hoguera—. Junto a dos notas. Una dónde pedía que nos reuniésemos los dioses aquí presentes, y la otra aún no la he leído.
—Pues léela para todos —ordenó el rey de los dioses.
Hestia desdobló el papel y, aclarándose la garganta, leyó:
Queridos dioses:
La situación en el futuro se volverá muy mala. Tras la victoria del Olimpo sobre la segunda titanomaquia, la diosa madre esta despertando y la segunda Gigantomaquia esta a punto de iniciarse y solamente siete semidioses pueden detenerla.
Para evitar todo eso, mandamos estos libros que narran las aventuras de dichos semidioses. Una vez terminada esta carta, deberéis jurar por el río Estigio, no dañar a los semidioses bajo ningún concepto. Una vez hecho eso, algunas personas llegaran a la sala.
Las Moiras,
PD: El orden de los libros son: El Héroe Perdido, El Hijo de Neptuno, La Marca de Atenea, La Casa de Hades y La Sangre del Olimpo.
La sala se quedó en silencio varios segundos.
—Y... ¿qué hacemos? —preguntó Hermes—. Puede que se trate de una broma...
—No —negó Apolo con el ceño fruncido—. Todo lo que dice esa carta es cierto... Padre, creo que deberíamos leer sobre esto.
Zeus miró los libros pensativamente. Asintió.
—Ya que nos lo han pedido las Moiras, lo mejor será hacerles caso y leer —dijo Zeus—. ¡Todos jurar, por el río Estigio, no herir a los visitantes bajo ninguna circunstancia!
—¡Lo juramos por el río Estigio! —dijeron los dieciséis dioses de la sala.
Varios truenos resonaron a la distancia, haciendo que varios dioses menores y espíritus de la naturaleza, que estaban en el Olimpo, levantasen la cabeza en dirección a la Sala de los Tronos, claramente nerviosos.
Después de pronunciar esas palabras, hubo un pequeño destello de luz y cuatro adolescentes, dos chicos y dos chicas, aparecieron enfrente de los tronos. Por las camisetas naranja que podían ver por debajo de las chaquetas que llevaban, podían suponer que eran semidioses griegos.
Uno de los chicos tenía el cabello rubio, cortado al estilo militar, sus ojos eran de un azul tormentoso y encima de su labio superior, aunque muy levemente, se podía apreciar una pequeña cicatriz en forma de media luna. El otro chico era latino, con el cabello negro rizado y por el aspecto de sus ojos parecía que se había pasado con el azúcar en el desayuno. Tenía rasgos élficos y, por su sonrisa maliciosa, casi todos lo clasificaron como hijo de Hermes. Pero Hefesto fue el único que se dio cuenta de las manchas de aceite de motor que tenía en sus pantalones desgastados.
En cuanto a las otras dos chicas, una tenía el cabello rubio, ligeramente rizado, y unos intensos ojos grises, haciendo que todos los dioses le dieran una pequeña mirada a Atenea. La última chica tenía la piel morena, su cabello castaño estaba cortado de manera desigual y recogido con un par de trenzas, en cuyos extremos habían una plumas enganchadas. Sus ojos resultaban un verdadero caleidoscopio, pasando del azul al marrón y posteriormente al verde.
—¿Qué estamos haciendo aquí? —preguntó la chica rubia, cruzándose de brazos.
Zeus frunció el ceño.
—Vigila tu actitud, mestiza —gruñó el rey de los dioses—. Nosotros somos dioses y, por tanto, nos debes su debido respeto.
—Y dígame, oh, gran señor Zeus —Apolo y Hermes tuvieron que ocultar una risa al escuchar el sarcasmo de la chica. Apenas ya la conocían y ya la apreciaban—, ¿cómo se consigue eso cuando, literalmente, has obligado a los dioses a ocultarse en el Olimpo y no prestar ayuda a los semidioses, mientras Gea esta despertando?
La cara de Zeus enrojeció.
—¡Tú, moc...!
—¡Un momento! —exclamó Poseidón, mirando directamente a la chica. Esta apartó la mirada, como si le doliese ver la cara del dios. Atenea anotó mentalmente eso. Como a ese estúpido se le hubiese ocurrido poner una mano encima de su hija...
Sin embargo Poseidón no estaba por la labor.
—¿A qué te refieres, chica?
—Pues es tal y como suena. Tras la batalla contra Cronos y los titanes, Zeus ordenó al resto de dioses perder el contacto con los mortales. Según él era una vergüenza que los dioses hubiesen dependido de la ayuda de los semidioses y cortó todo lazo —explicó la rubia.
La sala se quedó en silencio. Los dioses miraron fijamente a Zeus, quién desvió la mirada, claramente nervioso.
—A-aún no he hecho nada —se defendió Zeus.
—Ni lo harás —siseó una voz, haciendo que todos se sorprendiesen. Y era algo normal, ya que era la primera vez que veían a esa diosa hacer ese tipo de cara.
Hestia, habiéndose convertido en una adulta de unos veinte años, se acercó al trono de su hermano pequeño, que de golpe no parecía más que un crío siendo regañado por un adulto.
—Esos semidioses, hijos vuestros, no solo arriesgaron sus vidas por el Olimpo, sino también por vosotros... ¡¿Y TÚ SE LO PAGAS OCULTANDO TU MALDITO CULO DE INMORTAL?!
Hestia prácticamente rugió la últimas palabras, haciendo que Zeus se encogiese en su trono.
—Es el único aviso que te doy, Zeus. Si en el futuro vuelves ha hacer algo similar, ¡ME ENCARGARÉ DE SACARTE A PATADAS DE ESE ESTÚPIDO ASIENTO DE REY EN EL QUE ESTÁS SENTADO!
Y dicho eso, Hestia volvió a adoptar su apariencia de adorable niña de ocho años y se sentó delante del fuego, mientras tarareaba felizmente. Por supuesto los cuatro semidioses observaron el intercambio entre la diosa del hogar y el dios de los cielos, completamente pasmados.
—No sé porque os sorprendéis tanto —dijo en ese momento Ares, limándose las uñas con un gigantesco cuchillo de caza—. Hestia es la más poderosa de los seis hijos de Cronos. Y lo digo sin exagerar.
—En realidad, si no fuese porque es una pacifista, Hestia podía ser la reina de los dioses sin problemas —señaló Atenea. Zeus frunció el ceño, pero no discutió porque sabía que era cierto.
—Pero, si es tan fuerte... ¿por qué no impidió que Zeus cerrase el Olimpo? —preguntó en ese momento el chico latino.
—El rey es el único que puede abrir o cerrar el camino al Olimpo —respondió Poseidón—. Si Zeus ordena cerrar todos los accesos al Olimpo, todos los accesos quedarán cerrados.
—¿Y no se puede, no sé, obligarle a abrirlos de nuevo? —preguntó la chica de ojos caleidoscópicos.
—No es tan fácil —negó Apolo—. Las puertas del Olimpo no son una puertas en si. Si no más bien una especie de barrera que funciona mediante la voluntad del rey de los dioses. A menos que él lo pida por iniciativa propia, es decir sin amenazas ni nada por el estilo, las puertas permanecerán selladas.
—En fin, cambiemos de tema —dijo Deméter.
Hestia se apresuró a explicarles a los semidioses que es lo que estaban haciendo allí.
—Y ese sería el resumen de todo —terminó de explicar la diosa del hogar—. Y ahora, ¿qué tal si nos presentáis?
—Sí —asintió la rubia—. Annabeth Chase. Hija de Atenea y consejera de la cabaña 6.
—Leo Valdez. Hijo de Hefesto y consejero de la cabaña 9 —dijo el latino.
—Piper McLean. Hija de Afrodita y consejera de la cabaña 10 —dijo la otra chica.
—Jason Grace. Hijo de Ze... Júpiter —Jason se reprendió mentalmente. Con todo ese lío de los intercambios entre campamentos y todos, a veces se le iba un poco y pensaba en Zeus como su padre en vez de Júpiter... aunque fuesen los mismos—. Pretor de la Duodécima Legión del Campamento Júpiter y consejero de la cabaña 1 del Campamento Mestizo.
Los dioses se removieron incómodos.
—¿Y, se puede saber, que hace un romano en compañía de unos griegos? —preguntó Belona.
Jason miró a la diosa, que estaba vestida con un uniforme general de los Estados Unidos. Al principio no supo quién era, pero tras ver la expresión de su cara y su cabello negro, la cara de una vieja conocida le vino a la mente.
—Usted es Belona, ¿cierto?
—Me sorprende que me hayas reconocido, hijo de Júpiter.
—Reyna, una amiga mía, es hija suya —explicó Jason.
—Ya veo. —Belona examinó analíticamente a Jason, como preguntándose que tipo de relación tendría él con su hija—. Y, volviendo a la pregunta de antes, ¿por qué?
—Fue cosa de lady Juno. —Ahora fue el turno de la reina de apartar la mirada—. Dado que para derrotar a la madre tierra, necesitábamos la cooperación de ambos campamentos, decidió intercambiar a los líderes de ambos.
Belona asintió, satisfecha con la respuesta.
En ese momento Lupa, que había estado echada tranquilamente a los pies de Belona, se levantó.
—Bueno, espero que a nadie le importe que yo lea el primer capítulo —dijo Lupa.
—¿El lobo sabe leer? —preguntó Leo con sorpresa. Jason le dio un pisotón.
—Cuidado como hablas. Ella es la encargada de entrenar a todos los semidioses romanos que llegan a la Casa del Lobo. Es la diosa loba, Lupa.
—Vale, vale. —Leo se frotó el pie—. Solamente me preguntaba como iba a leer sin pulgares ni nada de eso...
—Eso no es un problema, hijo de Vulcano —respondió Lupa, empezando a brillar.
—Hefesto —dijeron padre e hijo a la vez.
Una vez el brillo se hubo ido, en su lugar había una mujer adulta con el cabello gris recogido en una sencilla coleta y de ojos dorados. Como toda vestimenta, lo único que llevaba era un sencillo vestido marrón.
—Cómo ves también puedo adoptar una forma humana —explicó Lupa, mientra recogía el primer libro—. Aunque sin duda prefiero mi forma original. Los Héroes del Olimpo. El Héroe Perdido.
Y hola a todo el mundo.
Bienvenidos al primer capítulo de la nueva serie leyendo sobre libros. Y sí, seguramente muchos tendréis dudas acerca de este capítulo.
¿Son estos todos los participantes de las lecturas? Por supuesto que no. Aún tienen que venir muchos más, como el resto de los siete o Reyna y Nico. Posiblemente algunos dioses menores también aparezcan (aunque todavía tengo que decidir cuales). En cuanto a mortales, algunos como Sally o Rachel ya os aseguro que estarán en la lectura. Y en cuanto de semidioses, quiero meter a varios griegos, como Clarisse o Will; y también a varios romanos.
Luego hay personajes que no sé si meter o no, que son básicamente Octavio, Lester y Meg (estos dos últimos son protagonistas de Las Pruebas de Apolo). Los dos últimos no me decido por el tema de que Lester es en verdad Apolo (por cierto, esto no es un spoiler ya que sale en la PRIMERA PÁGINA DEL PRIMER LIBRO. E incluso sale en la contraportada del primer libro. Lo digo por si alguien se lo piensa). Pero siempre puedo camuflarlo como que es un hijo de Apolo o así. En cuanto a Octavio... ¿hacen falta muchas explicaciones? El tipo es un capullo y ya. Y si, ahora me diréis "Pero tú pusiste a Luke en la otra serie". Así es, ¡¿y qué?! En principio Luke quería ayudar a los mestizos. Que Cronos le controlase y corrompiese ya es un tema aparte.
Pero en cambio Octavio ha buscado el poder desde el principio. Bueno, siempre le puedo meter y hacerle ver que ir tras el poder no es buena idea... o algo así. Ya veré. Incluso ya se me esta ocurriendo una pareja para el legado espantapájaros de Apolo... Y no, no son ni Reyna ni Rachel.
En fin, en cuanto a la ubicación donde se hallan Annabeth y los otros tres es entre el espacio que hay entre El Héroe Perdido y El Hijo de Neptuno.
Por cierto, en el siguiente capítulo aparecerán mínimo Percy, Hazel y Frank... Y posiblemente alguien más.
En fin, espero que os haya gustado.
Se despide,
Grytherin18-Friki