¡Hola nuevamente!
Este fin de semana ya me he podido sentar a escribir y aquí les traigo mi primer fic largo en el apartado de Gintama (no será tan largo, la verdad, pero si contará con más de cinco capítulos). Es la primera vez que escribiré algo más serio y, además, trágico. Quería iniciarme en este género y ¿qué mejor forma de experimentar con el OkiKagu? :v aún así, no prometo no salirme a veces y que ocurra una que otra ocasión graciosa; al fin y al cabo esto es Gintama.
Todos los personajes utilizados tendrán la apariencia de la segunda película de Gintama: Kanketsu-hen-Yorozuya yo Eien Nare, pero no las mismas edades. Ya lo aclararé cuando sea el momento. Considero yo que esto es Semi-AU, así que el Shinsengumi sigue intacto y la Yorozuya también.
Advertencia: preparen pañuelos porque sí, habrá muerte de personaje (incluso el título del fanfic lo avisa de por sí). Quizá un poquito de OOC... a veces es necesario x3
Disclaimer: He ido a Japón y Matado al Gorila-sama, por lo que Gintama ahora es mío, ¡jaja! xD ok no. Los personajes que aquí utilizo no son de mi propiedad. Yo sólo quiero crear un reguero de feels aquí :3
Los encuentros más importantes ya han sido planeados por las almas, incluso antes de que los cuerpos se hayan visto.
Prefacio.
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No le gustaban los hospitales. Las paredes pintadas perfectamente bien en un tono blanco, los rostros de desesperación, desilusión o tristeza de las personas y en general, el aura de pesadez y ninguna buena energía le producían cólera. Iba a ese tedioso lugar, sólo cuando era estrictamente necesario. Cuando tenía que ser curado por haber sido herido de gravedad a causa de alguna misión o cuando debía visitar a alguien que, de un modo u otro, estaban inscritos en su lista secreta de preocupación.
La razón por la que en ese momento estaba allí radicaba en la más frecuente de las dos opciones planteadas anteriormente: estaba herido. Al abrir los ojos, su rojizo mirar se había encontrado con el techo blanco que tanto le abrumaba. La pesadez que sentía en su cuerpo le decía que había pasado un tiempo desde que había movido su cuerpo. Unos minutos pasaron con él ahí acostado, sin ejecutar ningún movimiento porque sentía sus huesos crujir de sólo imaginarlo. Soltó un suspiro y cerró entonces los ojos, sintiéndose cansado a pesar de haber acabado de despertar de quien sabe cuántos días en estado de inconciencia.
Recordaba escenas vagas de cómo era que había terminado allí, además también podía distinguir en sus memorias una que otra voz que le había hablado mientras él permanecía en su estado de inconciencia; todas pertenecientes a distintos miembros del Shinsengumi.
Pese a las bajas y a los heridos que se llevó la ejecución de aquella misión, habían logrado acabar con éxito aquel grupo vandálico que traficaba con niños, y lo sabía porque él mismo se había asegurado de acabar con la cabeza líder de aquella rama de la organización. No habían erradicado por completo el problema, pero al menos lo habían controlado en gran medida. Hubiese sido una misión cerrada con broche de oro si al salir del recinto en dónde el grupo se escondía para delinquir no hubiesen caído en la trampa de bomba que habían programado. Cuerpos estallados en mil pedazos, sangre, órganos esparcidos por todas partes y una herida gigante en su abdomen era lo último que Sougo había podido percibir antes de que sus ojos cedieran ante el impulso de cerrarlos y el pitido que sentía en sus oídos cesara.
Tuvo vagos destellos después de eso, pero nada que pudiese percibir como concreto. Ahora, que ya gozaba más o menos de su conciencia activa, sabía que se había salvado una vez más de morir. Aún no era su momento para cruzar el rio Aqueronte en la barca conducida por Caronte para que lo llevase al Inframundo.
Abrió de nueva cuenta los ojos cuando sintió alguien entrar en aquella desolada habitación.
―Okita-san ―Yamazaki le saludó, pareciendo aliviado de verlo despierto, como si en realidad no hubiese pensado que él despertaría―. Es un alivio que estés despierto.
Sougo intentó incorporarse, pero le fue difícil poner en funcionamiento sus músculos y además, la herida en su abdomen aún no parecía haber sido totalmente curada. Decidió que esa acción podría esperar un poco más, por lo que se mantuvo recostado.
―Yamazaki… ―la disfonía presente era signo claro de que no había hecho uso de su voz hacía bastante tiempo ―. ¿Qué fue lo que pasó después de la explosión?
El hombre mayor se dispuso a caminar hacia el buró que había a un lado de la cama. ―Hijikata-san y unos cuantos más afortunadamente llegaron a tiempo para rescatar a los heridos, entre ellos tú, Okita-san. Apenas y respirabas así que fue casi un milagro que llegaras vivo aquí al hospital.
Entonces él estaba vivo gracias al bastardo de Hijikata….que lamentable.
―¿Cuánto tiempo estuve dormido? ―le preguntó, viendo como Yamazaki ponía la muda de ropa que seguramente era para él en el buró.
―Alrededor de tres semanas. Kondo-san estaba muy preocupado de que no dieras señales de querer abrir los ojos, pero se aliviará al saber que ya estás despierto.
¿Había estado durmiendo tres semanas? Joder… él juraría que se sintió como una noche.
Escuchó entonces que Yamazaki le dijo algo de que descansara más, que iría a avisar a la enfermera de su estado de conciencia y que mañana vendrían a visitarlo para finalmente despedirse. Okita soltó un vago sonido en señal de asentimiento y giró la cabeza para mirar la esquina de la habitación en donde había una mesa y, por encima de esta descansaba un jarrón lleno de flores. No sabía mucho de eso, pero parecían ser margaritas amarillas.
―¿Y esas flores? ―le preguntó a Yamazaki antes de que este cerrase la puerta y lo dejara solo.
―Ah, no sabemos cómo, pero cada dos días durante las últimas semanas han sido reemplazadas por nuevas ―explicó el hombre de cabellos azabaches―. Nadie sabe quién puede ser el responsable de traerlas porque no ven a nadie venir aquí durante la noche. Y eso que yo me quedé una vez fuera y no vi rastros de alguien que entrase.
―Uhm… ―respondió vagamente, teniendo sus pupilas clavadas en las flores.
―Bueno, descansa, Capitán Okita ―y el sonido de la puerta le indicó que ya se encontraba solo.
Quiso incorporarse para mirar las margaritas pero en cuanto logró medio sentarse, una sensación de ahogamiento lo abordó, que fue seguida con las ganas incontrolables de toser, y así lo hizo. Nunca en su vida había tosido tanto como en ese momento y la opresión en su pecho se hacía insoportable. Cuando más o menos se recuperó―sintiendo un dolor atroz en la herida de su abdomen―, pudo distinguir el carmín que yacía en la mano que había utilizado para tapar su boca previamente.
Mierda.
No le gustaban los hospitales porque la sensación de la muerte estaba impregnada en cada rincón de estos.
Y esto ha sido todo por el momento. Los puntos de vista van a varear, así que no siempre va a ser desde la perspectiva de Sougo. Puede que me demore o puede que no para actualizarlo, pero la idea es hacerlo los fines de semana, en dónde más o menos puedo respirar de la universidad y el trabajo. No prometo dedicarme enteramente a este fic porque a veces la mente me ataca y debo escribir sobre otras cosas xD this is the life :v
La frase del inicio no tengo ni idea de quien la dijo, así que si alguien sabe por favor díganme para darle el crédito que se corresponde.
Los capítulo no serán tan largos. Máximo 2.500 palabras por capítulo, para poder alcanzar mi meta trazada de actualizar cada semana. Por el momento, no es nada más. Los dejo con este pedacito de introducción y ya saben que los reviews son siempre amados :3
Hasta aquí ha llegado el anuncio parroquial.
Kiry se despide, paz.