Capítulo 8
Reunidos
Candy recorrió la casa lo más rápido que pudo. Intentaría salir sin que la vieran, pues no quería perturbar a nadie. Al bajar la escalera, oyó voces masculinas que provenían de la sala.
- Anoche lo escuché hablar mientras dormía.
- A veces cuando sueño, siento que una parte de mí ha desaparecido. Es una sensación extraña, mi corazón recuerda algo que mi mente ha olvidado.
La niña llegó a la entrada, dispuesta a salir. Pero la policía ya se acercaba. Así que buscó dónde ocultarse. Los policías tocaron a la puerta.
- ¿Quién será a esta hora? – Se preguntó el señor Cornwell. –
Ram Dass atendió el llamado.
- Déjenos entrar.
- Una niña de mi escuela escapó hacia esta casa.
- Ram Dass ¿Qué sucede? – Llegó el señor Cornwell con su hijo menor. –
- Lamento molestarlo, pero una niña se oculta en su casa ilegalmente.
- ¡¿Qué?!
- ¡Revisen las habitaciones!
Justo en ese instante, un rayo cayó en el techo, causando un apagón.
- ¡Oh, ahora no! Ram Dass, trae algunas velas por favor.
- Sí, sahib.
- ¡Empecemos por el desván!
- ¡Vamos!
Anthony y Archie no estaban de acuerdo en que persiguieran a una niña. Mentalmente, decidieron hacer lo posible por defenderla en cuanto la encontraran. A causa del apagón, la niña de ojos esmeralda no identificaba las siluetas. Pero sí notó que dejaban la sala. Pensando que estaba vacía ahora, Candy entró y cerró la puerta con suavidad.
- ¿Quién está ahí?
Candy se volteó asustada. Vio que un hombre se levantaba del sillón junto a la chimenea, que débilmente iluminaba la habitación y se acercaba a ella. La pequeña rubia se sentó en un rincón abrazando sus rodillas, y lloró llena de temor.
- ¿Qué sucede? ¿Por qué lloras?
La niña no respondió. Pero el hombre insistió suavemente.
- Por favor, dímelo. No voy a hacerte daño. ¿No me dirás cómo te llamas?
Luego de unos segundos, ella contestó entre sollozos.
- Candy…
- Candy. Es un nombre hermoso. Candy…
De repente, la electricidad se restauró, y la pecosa levantó la mirada. Quedó muda de asombro por el rostro que vio frente a ella.
- ¿Papá?
No podía equivocarse, allí estaba su amado padre. A quien tanto había añorado.
- Papá.
- ¿Qué dijiste?
- ¡Papá! – Ella se acercó a abrazarlo, pero el hombre no entendió por qué. –
- Lo siento…
- ¡Papá soy yo, soy Candy!
- Candy, ¿Tú me conoces?
La niña no podía creer lo que oía. Le habló desesperada sin querer soltarlo.
- ¡Oh cielos, papá! ¿No me recuerdas? ¡Soy yo! soy Candy! ¿Me recuerdas? ¿Recuerdas a La India? ¿A Maya? ¿Recuerdas el Ramayana? ¡A Emily! ¡El camafeo con la fotografía de mamá!
- ¡No!
- ¡Papá, por favor!
- ¡Candice!
Habían llegado los demás a la sala. Anthony quedó boquiabierto al ver que se trataba de Candy. Estaba seguro de que ella era inocente.
- ¡No le hagan daño, debe haber un error!
- ¡Papá, por favor!
- ¿Conoce a este hombre? – Preguntó el dueño de la casa a la directora. –
- ¡Tienes que decirles papá!
A pesar de haberlo reconocido, la mujer de corazón de piedra mintió.
- Esta niña no tiene padre. ¡Llévensela!
- ¡No, Candy! – Anthony trató de impedirlo, pero fue detenido por dos oficiales. Mientras los otros cargaban bruscamente a Candy. –
- ¡AAAAHHH! ¡NOOO! ¡PAPÁÁÁ!
- Lo lamento tanto…
- ¡NOOO! ¡NOOO! ¡PAPÁ! ¡PAPÁ! ¡PAPÁ!
El muchacho de ojos azul profundo, logró deshacerse del agarre y corrió afuera a tratar de ayudarla. Mientras el hombre sin memoria, repentinamente sentía como todo iba encajando, y de nuevo tenía aquella punzada en su corazón. Afuera estaba Annie empapada y sostenida también por un policía.
- ¿Qué esperan? ¡Métanla!
- ¡PAPÁ AYÚDAME!
- ¡Suéltenla! ¡Déjenla en paz!
Anthony la tomó de la mano e intentó liberarla, cuando de pronto…
- ¡CANDY!
Padre e hija corrieron a su encuentro con los ojos llenos de lágrimas que se mezclaban con la lluvia, y la niña saltó a sus brazos.
- ¡Papá! ¡Papá, te extrañaba!
Los residentes de la casa se conmovieron ante la escena. La malvada directora se alejó de ahí, derrotada y silenciosa.
- ¡No me vuelvas a abandonar papá!
- ¡Oh, te amo!
Annie fue liberada, y se unió al abrazo.
- Mi princesita…
El capitán White elevó su mirada al cielo infinitamente agradecido por el milagro. Ram Dass y Anthony rieron llenos de alegría mientas Archie y su padre sonreían de oreja a oreja.
Poco después, todos conocían la historia completa. El capitán White comenzó a trabajar para recuperar sus bienes, y reportó a las autoridades acerca de las crueldades de la señorita Minchin. De nada le sirvió tratar de engañar a los oficiales, pues su hermana Amelia, cansada de su injusto dominio se presentó como testigo de sus abusos contra Candy y Annie, y lo infelices que hacía a las otras alumnas. La corte la sentenció a encarcelamiento por 10 años, y a trabajar de deshollinadora todas las tardes durante ese tiempo.
El señor Cornwell, se convirtió en el nuevo director del internado, y el lugar se trasformó en un sitio mucho más alegre para las niñas. Cierto día, El señor Cornwell organizó un paseo para todas las niñas y su familia a Central Park. Anthony y Candy se alejaron un poco del grupo, y caminaron hasta un gran roble. Sin dudarlo, Candy trepó. Le encantaba hacerlo. Anthony subió también, y ambos rieron sentados en la gruesa rama.
- El viento despeja mis pensamientos…
- Candy…
- Soy tan feliz…
- ¿Entonces por qué lloras?
- De alegría Anthony… Tuve mucho miedo y creí que me quedaría sola… ¡Pero papá volvió! ¡Volveremos a casa!
Candy se arrojó a los brazos del rubio mientras las cálidas lágrimas seguían corriendo por sus mejillas. Él cerró sus ojos y sonrió con ternura mientras acariciaba su cabello y su espalda.
- Te lo dije, sabía que la felicidad llegaría para ti.
- Gracias Anthony, tú me ayudaste a recuperar mi esperanza.
- La sonrisa te hace más hermosa, niñita pecosa.
El chico de ojos como el cielo, le besó nuevamente la mejilla. Lo que la hizo sonrojarse tiernamente.
De repente, pudieron ver un carruaje acercándose al parque. Anthony logró distinguir a su tío Albert que bajaba de ahí. Los dos jovencitos bajaron del árbol, y el muchacho corrió a abrazarlo. Los dos eran tan parecidos, que si Albert fuera de su misma edad, podrían ser gemelos. Archie, el señor Cornwell, y Ram Dass también lo saludaron cálidamente.
- ¡Qué alegría verte tío! Creí que te habías ido en viaje de negocios.
- Bueno Anthony, eso planeaba la Tía abuela. Pero surgió algo mucho mas importante.
- ¿Pasó algo malo?
- No, nada de eso. De hecho, les traigo una noticia maravillosa.
- Ah, ¿Sí?
- Ven aquí. – Indicó el rubio mayor volteando la mirada hacia el carruaje. –
Del vehículo salió un joven con anteojos y cabello negro. Tenía algunas cicatrices en su rostro, y un cabestrillo en su brazo izquierdo. Había sido encontrado por su tío en el hospital, y luego de un buen reposo, lo llevaba a reunirse con quienes tanto amaba y extrañaba. Su familia lo reconoció enseguida.
- ¡STEAR, HERMANO!
- ¡ALISTER, HIJO MÍO!
El joven fue abrazado por su padre, hermano, y primo con cuidado de no lastimar su brazo. Y Ram Dass lo saludó gentilmente.
- Bienvenido a casa, joven Alister.
- Creí que te había perdido hijo…
- Aquí estoy papá, gracias a Dios, y al capitán White. Él me abrigó para protegerme del gas venenoso.
- Lo sé hijo… Que alegría que hayas vuelto.
- No nos dejes de nuevo hermano, por favor…
- Archie…
Las niñas estaban realmente conmovidas. Especialmente Candy, otro milagro había ocurrido, y su corazón se llenó de gozo.
Meses después…
- Vaya, vaya, vaya. Apenas sí lo reconozco, me alegra que todo se aclarara.
- Me han devuelto todas mis propiedades. Vine a despedirme, y a agradecerle por todo lo que ha hecho por nosotros.
- No más de lo que usted hizo por mi hijo.
- Cuídense señor Cornwell.
- Ustedes también. Debe estar feliz de volver a casa.
- Gracias.
-Cuide bien de nuestro sobrino, por favor.
- Puede contar conmigo señor Andley.
- Solo llámeme Albert. – Agregó gentilmente. –
- De acuerdo Albert.
Candy y Annie, salieron juntas de la escuela usando bonitos vestidos. Ahora serían hermanas, pues Annie había sido adoptada. Luego llegó Anthony, quien fue invitado a acompañarlos por una temporada, ya que había mencionado que ansiaba conocer La India. Inclusive, comenzaba a nacer un gran amor por Candy en su corazón. Se prometió a si mismo cuidarla siempre, y declarársele al crecer un poco más. Recibió la autorización de su tío. Y su tía abuela, al enterarse de quién era realmente Candy, le ofreció una disculpa, y agradeció a su padre por proteger a Stear.
Las alumnas del Colegio Cornwell se acercaron a despedirse.
- Cuídense mucho Candy.
- Tengo una sorpresa para ustedes.
- ¡Emily! – Exclamó la pequeña Milly dando saltitos y tomando la muñeca. –
- Cuando piensen en mí, díganselo a Emily, y ella me hará llegar el mensaje. Cuando la abracen, estarán abrazándome.
- Entonces la abrazaremos todos los días. – Prometió Patty abrazándola. –
Había alguien que aún no se despedía, Eliza. Candy se le acercó, sin ninguna pizca de rencor. Y repentinamente, la chica de tirabuzones la abrazó. Había aprendido la lección, y aquel abrazo era su forma de pedir perdón. Candy sonriendo le correspondió, todas quedaron asombradas y contentas a la vez.
- Adiós.
- Adiós.
- Vamos Milly.
Mientras tanto en un callejón…
Una mujer toda llena de hollín, era llamada mediante un silbido por cierto jovencito a quien había maltratado.
- Sí ya voy, ya voy…
- ¡Vamos, date prisa! Te he estado buscando Minchin. Recoge ese balde.
- ¡Oye! ¿Cuándo voy a descansar?
- Sígueme.
- ¡Oh! ¿Qué llevas aquí, piedras?
Los cuatro viajeros se despidieron hasta que el carruaje se alejó de la escuela
- ¡Adiós, Ram Dass!
- ¡Adiós, amigas!
- ¡Adiós, Hauman!
- ¡Hasta pronto tíos! ¡Hasta pronto Stear y Archie!
- ¡Adiós a todos!
As the moon, kindles the night.
As the wind, kindles the fire.
As the rain fills every ocean, and the sun the Earth.
Your heart will kindle my heart.
Take my heart, take my heart.
Kindle it with your heart.
And my heart, cannot be kindled without you
Your heart will kindle my heart
Fin
Bueno, hasta aquí llega esta historia. Gracias a todas las que la han seguido, y leído dejando comentarios y también de forma anónima.
Stormaw: Gracias amiga por todo tu apoyo y tus bellos mensajes.
Yuyu: Qué linda, gracias me alegra que te gustara.