Yo quisiera aclarar que si esta vez me tarde tanto fue porque estuve en mis últimas semanas del trabajo (de hecho, enfermé los últimos días ajaja con vómitos y en cama, por lo que no pude ir a trabajar y necesitaré recuperar esos días), obviamente no es un gusto para mí retrasarme tanto :(

VirgiFedeli: Hola, bienvenida :) (amo los reviews)

Katydg: Gracias por leer. Hinata siente en verdad una enorme curiosidad por Naruto, de alguna forma siempre está pensando en él, pero es incapaz de aceptarlo.

Sebas062: Hola! Sobre Sasuke y Naruto... ¡habrá que descubrirlo!

monica735: Ser amigos podría ser un gran paso para Hinata y Naruto... si Hinata aceptará ajaja. Será algo difícil de conseguir.


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Nostalgia

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La última vez que le pregunté a una chica si podíamos ser amigos, tenía diez y lo hice para no columpiarme solo en el parque.

Tras seis años no hay forma en que consiga recordar el nombre de aquella niña, pero sí puedo recordar perfectamente sus pequeñas trenzas y el hecho de que daba saltos muchos más largos que los míos. Nuestra amistad fue la más corta de todas -veinte minutos, antes de que mamá decidiera que era hora de marcharnos-, pero fructífera.

Con Hinata… no tengo nada de eso.

En cuanto le he preguntado si podíamos ser amigos me ha mirado como si fuese un alienígena salido del espacio y luego ha farfullado una respuesta para librarse de mí.

Un rechazo así es digno de colgarse en YouTube. Solo digo.

Aunque, para ser justos, ha sido una proposición impulsiva y extraña, y probablemente solo ha servido para arruinar todos mis esfuerzos con esta familia.

¿Cómo es posible que siendo mitad japonés no sepa cómo funciona la amistad aquí?

No es tu lado del mundo, Naruto.

No, no lo es.

Sigh

Desde mi lugar en el sofá, consigo escuchar a la señora Hyuga tarareando lentamente mientras preparara un nuevo pastel en la cocina. La tarde avanza tranquila, mientras me permito hundirme cada vez más en un estado de somnolencia, con el ruido de la televisión encendida arrullándome igual que una canción de cuna. Y, de pronto, como si se tratara de alguna especie de hechizo, los pasos veloces que descienden por la escalera me despiertan. En cuanto alzo mi vista para averiguar -o comprobar-, de quién se trata, distingo a Hinata cruzar el pasillo hacia la cocina, apresurada.

No me mira. O bueno, imagino que en realidad ella está colocando toda su fuerza de voluntad en no mirarme. Y cuando por fin se detiene, lo hace de forma en que yo no pueda ver su rostro.

Ella tan solo me ignora, como siempre.

O bueno, debo reconocer que ahora solo lo hace más evidente. Desde que le he pedido ser amigos, ha comenzado a tratarme como si no fuese nada más que un fantasma.

Bueno, yo no la culpo.

En realidad, estoy seguro de que debe tratarse de una chica agradable, solo que… bueno, no lo es conmigo.

Es tímida y muy silenciosa. O al menos eso es lo que creo, porque incluso en la escuela, rodeada con sus amigos, no me es común verla hablando. Ella más bien parece el tipo de personas que se siente cómoda estando en silencio, sonriendo mientras sus amigos la rodean.

Por eso, incluso ignorándome, sé que no se trata de una mala persona.

Solo es… reservada, ¿cierto?

Seguramente intimidada por el extraño chico que vive en su casa y que no la deja en paz.

Sacudo mi cabeza con fuerza. Cuando vuelvo a prestar atención, Hinata se ha marchado ya, probablemente de vuelta a su habitación.

Nuevamente estoy solo… O bueno, no realmente. Hanabi está conmigo, dibujando con energía.

Con un rápido vistazo distingo los tonos rojizos y anaranjados que casi parecieran estallar en la hoja. Después de algunas semanas, creo que por fin he conseguido entender porque sus dibujos siempre son tan coloridos.

Su nombre, después de todo, significa "fuegos artificiales".

Y Hinata es "un lugar soleado".

Nombres lindos, ¿no?

Bueno, ¿qué rayos voy a saber?, después de todo soy el chico "pasta de pescado".

Tal vez esa es la razón por la cual todo el mundo me llama por mi apellido. Y aunque ni siquiera a mí me gusta mi nombre, me frustra más la excesiva educación que usan aquí.

Se los juro. Si siguen llamándome "Namikaze-san" terminaré gritando en cualquier momento.

Por esa razón es que se lo he pedido, ¿saben?, ser amigos, para así conseguir que alguien más me llame por mi nombre, e ir contagiándolo por ahí como si fuese el virus Z o algo. Pienso que, si ella lo hace, tal vez los chicos en mi clase también comiencen a hacerlo, como Shikamaru o Gaara.

Mi gran problema es que aún no sé cómo convertirme en amigo de Hinata Hyuga.

- ¿Puedo llamarte por tu nombre?

Parpadeo. En cuanto vuelto a prestar atención, me encuentro a Hanabi mirándome fijamente.

- ¿Qué?

- Que si puedo llamarte por tu nombre -frunce su ceño, como si no le hubiese hecho gracia tener que repetir la pregunta. Incluso sus mejillas se sonrojan gradualmente, conforme mantengo mi silencio.

Vaya, parece que eso es de familia.

- Quieres decir… ¿Naruto? -así es, las pocas horas de sueño me hacen lento y estúpido.

De cualquier forma, Hanabi asiente impaciente y a la espera de mi respuesta, sea cuál sea.

- ¿Puedo?

- Ah, bueno, sí… si quieres.

Ella asiente otra vez.

- De acuerdo -murmura, y vuelve a sentarse para seguir dibujando. Me da la espalda.

Sin quitar mis ojos de ella me enderezo en el sofá, pero realmente hace un gran trabajo ignorándome. No sé exactamente como debería interpretarlo, así que intento con lo poco que he aprendido desde mi llegada.

- Esto significa… ¿qué ahora somos amigos?

- Por supuesto -ella voltea y vuelve a fruncirme su ceño. Parece ser que la respuesta es más que obvia-. Así que más te vale llamarme por mi nombre también.

- Está bien… Hanabi -su gesto se ablanda al oírme. Tras eso, simplemente vuelve a dibujar, mucho más relajada.

Oh, vaya, ¿por qué con Hinata no puede ser así de fácil?

- Hanabi, ¿estás molestando a Naruto?

La señora Hyuga se asoma desde la cocina, atenta al comportamiento de su hija menor. Ella siempre se muestra preocupada por si sus hijas me están molestando, pero, en realidad, no sabe lo mucho que agradezco la manera en que Hanabi me trata.

Después de todo, siempre actúa como si yo fuese un chico normal. Y, por momentos, consigo sentirme así.

- ¡No! -ella grita, defendiéndose-. Solo… solo le pedía ser mi amigo.

La señora Hyuga nos observa fijamente. Algo en la forma en que Hanabi la mira parece ser suficiente para hacerla sonreír.

- Oh, ya veo. ¿Entonces son amigos ahora? -su hija asiente enérgicamente, y luego me mira como si estuviese esperando que la respalde.

- Mejores amigos -me aseguro de sonar convincente. La señora Hyuga me dirige una sonrisa.

- Ya veo. Entonces me alegra -y sin añadir nada más, regresa a la cocina. Distingo la sonrisa de Hanabi, mientras vuelve a colorear, incluso si intenta taparla con su cabello.

- A mí también me alegra -ella susurra, tan bajito que me cuesta escucharla.

¿Qué hay de ti?

¿De mí?

¿Te alegra?

Ah… bueno, creo que esa es una pregunta interesante.

Algo como esto… ¿me alegra?

.

.

El señor Hyuga regresa del trabajo, justo antes de la cena.

Hoy trae regalos para su familia: chocolates para la señora Hyuga, un libro para Hinata y un juego nuevo para Hanabi.

- ¡Es el nuevo Just Dance! -y de pronto, la noche se ha convertido en un montón de gritos y risas.

Hinata -que aún me ignora- abraza su libro nuevo, luciendo entusiasmada. Es la primera vez que la veo sonreír en mucho tiempo. Aunque no consigo distinguir el título de la novela, por su edad supongo que debe tratarse de algún libro de adolescentes. No puedo evitar preguntarme si será el tipo de chicas que lee cosas como "Crepúsculo" o "Cazadores de Sombra".

Bueno, ¿qué sabré yo?, no es como que tenga gustos más refinados. Mis libros de adolescentes favoritos incluyen zombies y asesinos seriales.

Nada más relajante que escenarios macabros y tripas. Se los aseguro.

- Naruto, esto es para ti.

Cuando levanto mi vista, me doy cuenta de que el señor Hyuga está sosteniendo una bolsa de regalo extra, que deposita justo frente a mí-. Espero que te guste.

Oh, ¿de verdad es para mí?

- Vamos, ábrelo -la señora Hyuga me anima, seguramente más entusiasmada de lo que yo jamás podría sentirme.

Estiro mi mano y desenvuelvo así un cuadernillo para dibujar y un set completo de lápices. Sin dejar de mirarlos, por un momento me siento confundido.

¿Por qué me están regalando esto?

Y entonces, lo recuerdo.

Que antes -en la vida que tenía del otro lado del mundo- yo solía dibujar diariamente. Talleres de arte, concursos en la escuela y mi cada vez más grande deseo de estudiar Arte en alguna universidad local. De hecho, hasta ahora no había pensado en el tiempo que llevaba sin dibujar.

Ah, de seguro he perdido la práctica por completo.

La siguiente vez que intente dibujar cualquier cosa seré un desastre. Aunque… ¿quién dice que volveré a hacerlo alguna vez?

Incluso si pensar en ello resulta agrio, no me cuesta demasiado hacerlo porque yo… yo, en realidad, no quiero volver a dibujar otra vez.

Nunca más quiero volver a tomar un lápiz en mi vida.

- Gracias -lo digo, porque eso es lo que haría un muchacho educado. Y yo lo soy. Mamá y papá se aseguraron de eso-. Pero… no era necesario.

- Lo sabemos -la señora Hyuga me asiente. Algo en su tono de voz siempre me hace sentir comprendido-. Pero quisimos hacerlo, de todas formas. Deberás perdonarnos, Naruto, pero siempre hemos escuchado de tu habilidad para el arte.

Pienso en mamá -más bien la recuerdo-, siempre presumiendo mi talento por teléfono, y me doy cuenta de que ha dejado expectativas demasiado altas en la gente sobre mí.

Los Hyuga tan solo han querido hacerme un regalo, algo que me guste. Tal vez para distraerme, para hacerme sentir bienvenido o tan solo porque querían hacer algo noble por mí.

Ellos no pueden sospechar realmente lo mucho que me dañan con ello.

No sé si sentirme agradecido o si estar enfadado. No sé tampoco qué es lo que debo decir.

No sé cómo sentirme.

Yo, en verdad… no sé nada.

Pese a que paso casi media hora sosteniendo el lápiz en mi mano, la hoja continua blanca y pulcra, impasible ante mi ansiedad.

No sé ni siquiera porque lo he intentado. No se trata de la hoja, ni de los lápices, ni de mi falta de práctica.

El problema… es que no soy yo.

Bueno, nunca soy yo ahora. De eso se trata. Soy otra versión de mí mismo.

Solo, del otro lado del mundo.

Sentado frente a una línea que intento ignorar, sin estar seguro de lo que hay del otro lado, solo suponiendo que no debe tratarse de nada bueno.

No, no debe ser nada bueno.

Y, por el momento, todo lo que puedo hacer por mí mismo es fingir que la línea no existe. Darle la espalda, respirar profundo, convencerme de que todo está bien -de que yo estoy bien-, aunque técnicamente sea una mentira; y hacer pequeñas tareas -cualquier tarea-, que consigan distraer mi mente el tiempo suficiente como para llegar hasta el siguiente día. Pero eso… ¿por cuánto tiempo más?

¿Cuánto tiempo más puedo fingir que ese otro lado no me está llamando?

- ¿Cómo se pronuncia "rojo" en inglés?

Parpadeo. Hanabi me llama.

Desde que somos amigos, ella no deja de preguntarme cosas todo el tiempo. Este, de hecho, es el quinto color por el que me pregunta.

- Red.

- ¿Y cómo se escribe?

Vuelvo mi mirada a ella, sentada en el kotatsu mientras termina sus deberes de la escuela. Miro su ceño fruncido y su gesto de berrinche, dirigido con esmero a su cuaderno; la noche llegando, y la hoja de respuestas aún en blanco.

Justo ahora… ella debe estar sintiéndose tan frustrada consigo misma.

- ¿Quieres que te ayude con tus deberes?

Cuando me escucha, no duda en sonreír, ni en hacerse a un lado para darme espacio, casi como si hubiese estado esperando mi proposición.

Creo que ya sé que es lo que la motivó a que fuésemos amigos.

Desciendo del sillón y tomo asiento con ella. El calor que me proporciona el kotatsu elimina cualquier sensación de frío que pude haber sentido antes. Hanabi me entrega su cuaderno entonces, lleno por completo de sus dibujos tan explosivos.

- Son fuegos artificiales -ella dice, dejándomelo en claro de inmediato, aunque yo ya lo supiera.

- Son muy lindos.

- ¿Sabes dibujar? -me pregunta con verdadero interés, espiándome con sus ojos claros. Mi mente vuelve entonces a la hoja en blanco que no he podido ilustrar, y a los lápices que tal vez nunca vaya a utilizar y que se quedarán acumulando polvo porque soy incapaz de hacer cualquier cosa-. Papá dijo una vez que ganaste un concurso de dibujo.

Asiento. El retrato que alguna vez hice de Naomi viene de inmediato a mi cabeza. Si cierro mis ojos, incluso por un segundo, puedo recordarla. Su sonrisa nerviosa, las pecas en su nariz -que tanto me esforcé en detallar-, y su cabello enmarañado, hecho en una trenza simple que caía sobre su hombro.

Tan hermosa.

"Creo que tus dibujos son hermosos, Naru"

Extraño esa vida, ¿saben?

- Sabía. Ya no.

- ¿Lo olvidaste?

- Algo así -me mira confundida. Lleva exactamente el mismo gesto que Hinata hace al confundirse. La similitud entre ambas se vuelve incluso abrumadora. ¿Los hermanos en verdad pueden parecerse tanto?

- ¿Cómo puedes olvidarlo?

Que buena pregunta.

- ¿Cómo es que no conoces los colores en inglés?

- ¡Son muy difíciles! -y su rostro se pone rojo, avergonzada de mi comentario. Me causa algo de gracia, pero decido que no me burlaré de ella

- Conozco una canción para aprenderlos -de inmediato recuerdo su melodía. De un jingle pegajoso, copiado de alguna campaña publicitaria de hamburguesas de hace más de diez años. Mamá solo tuvo que cambiar la letra. Como la insistencia de papá por enseñarme japonés dificultó mi inglés enormemente, ella tuvo que encontrar la forma de ayudarme.

- ¿Y cómo es esa canción? -me tardo un rato en recordarla, pero Hanabi me espera paciente mientras comienzo a tararearla y luego a cantarla. De seguro también termino inventando parte de la letra, pero supongo que se trata de un buen comienzo.

Mamá de seguro la habría recordado mucho mejor que yo…

No.

¿No?

No pienses en eso.

Cierto. No es algo que deba hacer. Ni pensar en lo que mamá y papá harían mejor que yo; ni recordar cómo era mi vida del otro lado del mundo; ni en cómo de buenas eran las cosas antes de venir aquí… No es algo que deba hacer, al menos por mucho tiempo.

Porque es difícil no pensar en todas esas cosas, todo el tiempo.

No me hace bien. De hecho, solo aumenta la sensación de vacío en mi interior. Pero al mismo tiempo… es cálido. Una mezcla agridulce, porque no encuentro otras palabras para explicarla.

Solo sé que hoy, por el minuto que dura mi canción inventada, no puedo dejar de sentirlo. Incluso si no quiero, el sentimiento que ya se ha vuelto asfixiante no me abandona, tan triste y tan hermoso al mismo tiempo…

Nostalgia.

Clavándose en mí, como si tuviese raíces.

CONTINUARÁ…