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Cuando Tooru coloca tan perfectamente para él, o cuando hace uno de sus fantásticos saques, Hajime puede sentirse bailar entre flores. Y lo define como una forma mucho más asquerosa (y millones de veces más cursi) de vivir el amor. Es que a esas alturas, ¿para qué negar que quiere al imbécil que le ha tocado de amigo de la infancia como algo más que un amigo?

Hajime admite (difícil y dolorosamente) que está enamorado de Oikawa Tooru, capitán del equipo de vóley del Aoba Johsai y amigo desde la cuna suyo. No hay mucha ciencia en esto (es de hecho, para Hajime, una estupidez), simplemente de un momento a otro empezó a perderse en Tooru; en sus piernas, en sus brazos, en sus ojos y su esponjoso cabello color chocolate, así de simple. Él no tiene necesidad de alargar el asunto, extenderlo hasta que el equipo lo note, ¿para qué? Si es mil veces mejor asumir que está perdidamente enamorado del imbécil capitán que tiene que aguantar a Hanamaki y Matsukawa picándole la cabeza, que ya los tiene fichados y sabe a qué atenerse con ellos.

Pero como que, igual, se le está haciendo difícil esto de estar enamorado del chico más popular del instituto, ese que toda la escuela se quiere tirar, y bueno, a medidas desesperadas situaciones desesperadas, ¿no? Y va creyendo que por ahí y, aun con todo, conviene consultar al par de idiotas que tiene de amigos.

—¿Quién dices que dijiste que te gusta? .—Takahiro tan idiota como siempre, o quizá y es adrede, nada más para picarlo con algo.

—Alto, castaño, piel pálida —se sumó Issei—, ¿buena condición física?

—Sí, digo... bueno, ¿ya, no?

—Y es torpe —continuó Hanamaki—, ¿cómo se llama?

—Como que es medio parecido a Oikawa —reflexionó el bloqueador—, ¿no?

—Porque es él, par de estúpidos —resopló. Que lo agarraran o les desfiguraba la cara a golpes a esos dos.

—Ve tú a aceptar tan fácil que al tipo más gruñón de la galaxia le guste el tipo más imbécil —replicó Takahiro.

—¿Terminaron ya? Necesito ayuda no estupideces, que para eso ya está el tarugo de Oikawa.

—Y bien que a él es al que quieres —se burló el morocho.

—Joder, ni un puto consejo puedo pedirles que ya se ponen estúpidos, para eso me sigo tragando esto de estar enamorado del imbécil aquel —se quejó. Las ganas que tenía de partirles la cara.

—Ya —el bloqueador hizo ademanes de haber terminado con la sesión de burlas, el otro le siguió.

—Te gusta Oikawa, ¡vaya sorpresa! ¿Quieres fiesta en salón lujoso o en una playa, a la orilla del mar?

—Y siguen.

—Es que ya lo sabíamos, nosotros, el equipo, la escuela entera, ¿qué quieres que diga? —refutó.

A Hajime casi le estalla la cara, y si ponían un tomate al lado suyo y lo comparaban, no lo reconocía nadie. Porque (mierda, ¿tan evidente fui?) no se esperaba que fuese para tanto, y quizá eso de bailar entre flores le arruinó la vida, y no es tan fácil de admitir como antes. Y ojalá se lo tragara la tierra.

—¿Tan evidente? —preguntó.

—Hombre, te aseguro que lo sabe hasta el Shiratorizawa —Takahiro, otra vez. Esa manía insana de joderlo se la sacaría a golpes algún día.

—¿Y qué mierda se supone que debo hacer? —inquirió, humo saliéndole de las orejas.

—¿Decírselo? —sugirió Issei.

—¿Cómo diablos?

—"Pues como que te estoy dando, y no halagos por hacer un buen saque" —Matsukawa, otro que tentaba a su suerte.

Y como que mejor que bailar entre flores, le estaría acomodando más bailar entre los rostros desfigurados de sus imbéciles compañeros y de Oikawa también, porque el estúpido sí que sabía de sus sentimientos y se le dio por hacerse el interesante y esperar a que se lo dijera él, cuando muy bien pudo el tarugo decírselo por cuenta propia. Y no le importa en lo más mínimo que suene como un cobarde. Y el amor y bailar entre flores se la sudan, pero por ahí no suena tan mal que Tooru sea algo de él, ese algo que le da asco repetir pero que en su interior le hace sentir bien.