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Concordia y discordia… dos palabras que se contraponen y que pareciera que una no se llevan con la otra. Pero en esta historia, podrás ver que tras el término de la guerra, en un mundo donde debería existir paz, felicidad y sueños, el dolor y la sed de venganza cobran vital importancia. Impidiendo que la tan anhelada y quimérica paz, llegue por fin.
Draco y Pansy junto a su nulo albedrío intentaran hacer lo posible por sobrevivir en una sociedad que no está dispuesta a olvidar los dolores del pasado. Hermione sumergida en una enfermedad mental, intentara una vez más ayudar a su amigo Harry a conseguir la paz. Un matrimonio ficticio entre la luz y la oscuridad, parece ser la única forma de conseguir el equilibrio que el mundo mágico necesita.
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N/A No hay nada nuevo que decir, para las que ya me conocen, saben que amo el drama, es lo que mejor se meda escribir. En esta historia pretendo plasmar como nadie sobrevive a una guerra siendo la misma persona que era, cuando se involucró en ella. Y como la paz y felicidad absoluta, no existen.
Toda la historia girara alrededor de cuatro personajes, Hermione, Pansy, Draco y Harry, así que sí, tendremos Dramione y Hansy.
Esta historia es beteada por mi gran amiga, Sandra Peralta. Una gran traductora de Dramiones, pueden encontrar su link en mis usuarios favoritos.
Ninguno de los personajes me pertenece, todos ellos son de la fantástica JKR, alabada sea la mujer por crear a Draco Malfoy.
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Capítulo I Amnistía
"Te di mi amnistía, no porque la necesitaras o la quisieras.
Te di mi amnistía porque a través de ti, de tu atroz pasado
Y nuestra historia caótica, me di la oportunidad de creer una vez más
en la humanidad… y esa decisión… es de las más importantes que no
me arrepiento de haber tomado en esta vida."
(Memorias de Hermione Granger que hacen escritas en la lápida de Draco Malfoy)
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Julio 20 de 1998, Londres Inglaterra.
Ella siempre creyó que ese día sería perfecto. Que por primera vez luciría un maquillaje decente que le ayudara a resaltar sus facciones, a lucir hermosa, no a cubrir la palidez de su rostro o intentar disimular las motas negras debajo de sus ojos, que cada día se oscurecían más.
Imagino que marcharía nerviosa, colgada del brazo de su padre, por el largo pasillo que la conduciría a su flamante marido. En vez de eso, camino resignada hacia su destino, como un cordero cuando se dirige al matadero, tan poco hubo un brazo del cual sostenerse, simple y sencillamente porque ya no tenía padre. ¿Y el flamante marido? Eso mejor ni mencionarlo…
Nunca soñó con una gran recepción, todo lo contrario, ella habría preferido una ceremonia íntima, solo sus seres queridos. Pero dada la situación, era absurdo, le basto con seis personas, incluyéndose ella, y se le hicieron demasiadas personas, si demasiadas con las que tenía que compartir esa farsa.
Le hubiese gustado casarse en primavera, esa estación del año que muestra en todo su esplendor la alegría y calidez del mundo. Era verano, pero afuera de la casa una tormenta se había desatado, llevaban veinte días con temperaturas alarmantes de calor, pero ese preciso día, el cielo se oscureció y parecía caerse literalmente sobre ellos. Y en su corazón, era invierno.
Se había imaginado luciendo un vestido blanco, no tan pomposo como los tradicionales, pero amenos seria ceremonial. Contrario a todo eso, llevaba puesto un vestido negro, de mangas largas y que le llegaba justo debajo de las rodillas, y ni siquiera lo lucia bien, había perdido tanto peso, que mínima mente le quedaba grande por dos tallas. Estaba de luto, sus padres habían sido asesinados tan solo seis días atrás, y una estúpida boda (aunque fuera la de ella) no era razón suficiente para cambiar su apariencia.
Llego junto a su prometido, al cual no se dignó a mirar, la cortesía fue la misma por parte de él. Si en ese momento fuera la persona comprensiva que antes solía ser, se hubiera percatado que no era la única en esa habitación que sabía que se le avecinaba un futuro negro. Porque ese solo era el primer paso de la farsa, lo verdaderamente jodido de la situación, seria mantener esa relación creíble. Si… claro… si ella aun fuera una persona más sensible, le hubiera dado un poco de lastima su prometido. Pero, de ninguna manera, sin saber porque, en ese momento solo recordaba las mil y un veces que ese cretino le hizo la vida miserable.
Se repitió constantemente que ese idiota, ególatra y déspota a niveles alarmantes, con el que jamás había cruzado una palabra decentemente en su vida, no importaba para nada.
Kingsley se puso de pie frente a ellos, los observo en silencio por algunos segundos, preguntándose si realmente estaba haciendo lo correcto, ¿Cuántos sacrificios más tendrían que hacer para alcanzar la paz? ¿Realmente podían alcanzarla algún día? Tal vez la paz se había vuelto una utopía… Un leve susurro lo saco de su meditación, aclaro su garganta y procedió con la condena, sí, porque por más que lo disfrazara, por más bien que hiciera a su sociedad, para ese par de jóvenes, era una condena.
― Estamos reunidos para celebrar la unión de estos dos jóvenes, que en este día tan especial…
Pansy Parkinson, resopló fastidiada, podía notar la tensión en los hombros rígidos del novio, se acercó a su amigo y abrió una pequeña caja, él tomo la argolla y le dedico una mirada de gratitud, se giró para quedar de frente a su prometida, sin mirarla al rostro extendió hacia ella su mano que sujetaba el anillo.
No era que tuviera miedo de tocarla, ni temor a contagiarse de su sangre sucia, pero la simple idea de generar contacto físico con ella, le estremecía la piel. ¿Por qué precisamente tenía que ser ella? La chica por la que siempre había sentido una mezcla de antipatía e indiferencia, y que al mismo tiempo siempre lo estaba desconcertando por sus aptitudes que escapaban a toda lógica. ¿Cómo podía ser la alumna más sobresaliente en cien años? ¡Por Merlín! Ella era hija de muggles, era inferior, su magia no era pura, ¿Cómo podía ser… así? Como es que sus conocimientos siempre eran una burla en comparación con los de ella.
Siempre lo dejo en ridículo, en tercero se había atrevido a golpear su perfecto rostro, su valentía era un verdadero dolor de muelas, él podía pasar como desapercibidas todas sus riñas estúpidas que tuvieron en el colegio, porque lo habían sido, porque él maduro, y se dio cuenta, tal vez muy tarde, lo equivocado que estuvo él y su familia en algunos ideales.
No es que ya no creyera que los sangre pura debían ser los que dirigieran el mundo, en eso estaba totalmente de acuerdo. Si no eran ellos los que protegieran la magia, aquella que provenía de sus familias más antiguas, de los sagrados veintiocho, ellos que conocían los verdaderos y oscuros secretos de la magia, ¿Cómo podían personas sin la magia pura proteger algo, que ni siquiera comprenden plenamente?
Pero estaba totalmente convencido de que la forma en que quisieron hacerse del poder, era completamente errónea, la violencia solo genera violencia. Miles de anécdotas que relataban hechos históricos lo demostraban, siempre habría alguien que se opondría al régimen absolutista, sería visto como un faro de esperanza, y si lo intentabas aplastar, lo volvías un mártir, y no hay nada que impulse más a los revolucionarios, que un mártir.
Prueba viviente de ello Harry Potter y Hermione Granger.
El verdadero problema, que él tenía con la joven, es que ella le había demostrado que era mejor que él. No fue con calificaciones o actos de bondad, no. Fue aquel día cuando la vio siendo torturada bajo las manos de su "querida tía" y bajo ninguna herida le confesó lo que quería saber. Granger era determinación pura, y su alma, no se quebraba. Fue la primera vez que él se sintió nada en comparación con ella, porque él no había sido capaz de escapar a la marca tenebrosa, no pudo evitar que su mamá fuera torturada. Pero en cambio esa insufrible, estaba por ayudar a ganar la guerra, ese día lo supo, cuando sus amigos lograron rescatarla, ellos serían los vencedores y en el proceso no se perderían a ellos mismos como él lo estaba. Perdido y hundido en un montón de mierda.
Y aun hoy en día, no podía por sus propios medios mantener a salvo a sus seres queridos. Una vez más, seria ella quien lo hiciera, simplemente ella era un enigma para él, no era nada de lo que su padre le explicó que fueran los sangre sucia, y eso solo lo desconcertaba, motivo por el cual le molestaba doblemente.
A ella poco y nada le importó que interrumpieran a Kingsley, de hecho, lo agradecía, no creía poder soportar la ceremonia. Estiró su mano izquierda separando sus dedos y él coloco hábilmente la argolla en su dedo anular sin tocarla. A su derecha, Harry le ofreció una argolla similar, la tomo y de igual forma como lo hizo el novio, extendió su mano hacia él.
Cuando el frió metal abrazó su dedo, él supo que estaba perdido, que cualquier cosa con la que hubiera soñado algún día, ahora solo eran eufemismos. Sintió impotencia como jamás la había sentido, porque una vez más, no era libre de tomar las decisiones de su vida. Se odio a él mismo, la odio a ella y odió al mundo entero.
― Crucen sus varitas ― solicitó Kingsley.
Ambos inhalaron profundamente, cruzaron sus varitas sin intercambiar miradas, perdidos en sus pensamientos, escucharon a Kingsley recitar algunas palabras sin sentido para ellos. No fue hasta que ambos sintieron un sensación de calor en su pecho, que viajo hasta la mano con la que sostenían sus varitas y salía de estas en forma de un lazo dorado, que hizo que ambos levantaran el rostro y se miraran por primera vez en bastante tiempo.
Se comprendieron en silencio, esos tres segundos en los que conectaron su mirada, les fueron suficientes para mirar el alma del otro, y solo encontraron un reflejo de su ser.
― Siete lazos… ― susurró asombrada Pansy al ver los lazos que se habían formado alrededor de ellos.
― Por el poder que me concede el Ministerio de Magia de Gran Bretaña, los declaro marido y mujer, pue… ― decidió ignorar lo último de la oración ante la mirada penetrante de los nuevos esposos.
― Pasen a firmar ― les solicito.
Él fue el primero en avanzar, quería acabar de una buena vez con eso, tomó la pluma y la mojo en el tintero, busco su nombre en la parte inferior del pergamino y estampo su firma en un fino movimiento. Se irguió nuevamente y dio vuelta por completo, no se detuvo junto a su esposa ni le dijo nada, solo emprendió su marcha, quería estar lo más posible lejos de ese lugar, lejos de ella. Ni siquiera atendió a las solicitudes de su madre cuando pasó a su lado. Y poco le importo mojarse por completo al salir del 12 de Grime Plece.
A ella no le inmutó su partida, pero si leer por primera vez su nuevo apellido, "Malfoy" se leía después de Hermione en el acta de matrimonio, cerró los ojos y colocó su firma.
― Padrinos, por favor.
Harry extendió su mano en señal para que Pansy pasara primero, esta lo hizo en el acto sin dar gracias por el gesto de cortesía. Le urgía salir de ahí y encontrarse con Draco. Ya se imaginaba en que pub lo encontraría. Sostuvo la fina pluma y no pudo evitar una mueca de burla, hasta la pluma lucia radiante en comparación con los recién casados. Colocó su firma en un acto más de solidaridad y complicidad con su amigo. Ella había vivido muchas experiencias con él, algunas alegres, unas no tanto, algunas macabras y otras cuantas de las que jamás hablaban.
Pero jamás llego el día en que ella pudiera imaginar que Draco le pediría vía lechuza que fuera su testigo durante su enlace matrimonial con Granger, a tan solo una hora del evento. Si alguien le hubiera dicho en el pasado, que esos dos contraerían matrimonio algún día, ella hubiera apostado toda su joyería a que esa era una improbabilidad absoluta. Pero una vez más, la vida le demostraba lo retorcida que podía ser.
Fiel a su amigo, ella había asistido a la dirección mencionada, el tiempo no había jugado a su favor, no hubo tiempo de explicaciones, solo se le entregó el anillo y justo en el momento en que ella quería preguntar qué demonios sucedía, Granger se encontraba entrando al estudio y todos se posicionaron en sus lugares de inmediato.
― Buscaré a Draco ― tomó las manos temblorosas de Narcissa para tranquilizarla ― lo llevare más tarde a casa.
La señora Malfoy presionó las manos de la joven con fuerza ― por favor ― le dio un beso en la mejilla y le permitió marcharse.
― Hermione… ― Harry le tendió el pergamino a su amiga, ese que hacia constatar que ahora era Hermione Malfoy. La pena en los ojos de él era palpable, jamás hubiera querido que ella pasara por eso, pero de ellos tres, ella había sido la mejor opción, y contra todo pronóstico, ella aceptó la petición de Kingsley Shacklebolt.
Suspiró rendida y cogió el pergamino, sentía que el papel quemaba en su palma.
― Señorita Granger, ¿me permitiría unas palabras? ― le solicitó Kingsley.
Harry la interrogó con la mirada, ella solo asintió y eso bastó para que él dejara el estudio en compañía de la señora Malfoy.
Kingsley tomo la botella de wiskhy que reposaba tras el escritorio y procedió a servirse una copa ― le ofrecería un trago, pero tengo entendido que esta con medicamentos.
Ella le lanzó una mirada de advertencia, no quería hablar de ese tema con él.
― Seré directo contigo ― ella rodó los ojos, no esperaba menos que eso ― Estas casada con el joven que en tu niñez y adolescencia se comportó como un verdadero capullo contigo.
― Pensé que sería directo ― no entendía la obviedad del comentario, y por más que intento no sonar grosera, sus palabras sonaron más fuerte de lo que pretendía.
Él no podía reclamar su falta de cortesía, no a ella. Sabía que tenía derecho a estar molesta y triste, pero Merlín era testigo de lo mucho que deseaba que ella fuera feliz.
― Si te das la oportunidad, tal vez puedas encontrar la flor de loto en el pantano…
― Eso es imposible, porque él es el pantano ― compuso una mueca irónica, lo último que necesitaba era a Kingsley jugando el papel de casamentera.
Él la miro por breve espacio de tiempo, lo que encontró en su mirada hizo que su corazón se contrajera. Se preguntó por cuánto dolor habría atravesado esa joven para perder la luz de en los ojos y endurecer su alma.
― Recuerda que nadie más puede saber los verdaderos motivos de este enlace…
― Lo sé, no necesita recordármelo, estaba plenamente consiente cuando acepté meterme en la boca del lobo, en este caso, de la serpiente ― contrajo el pergamino que ya hacia entre sus manos y se quedó absorta mirándolo.
― El mundo debe creerlo, Hermione, no lo olvides, o esto no habrá servido de nada ― le dijo secamente, tomo todas sus cosas y caminó hacia la puerta, justo al tocar la perilla recordó lo que realmente lo había impulsado a querer hablar con ella a solas ― los esposos no viven en casas separadas, y una vez más, gracias.
Tras esas palabras dejó sola en la habitación a Hermione. Ella estrujó una vez más el pergamino y tomó asiento en la silla principal, "¿Qué no debo tomar alcohol? ¡Con un demonio!" pensó, lo que más necesitaba en ese momento era un poco de eso, se sirvió media copa y la ingirió de un solo trago, carraspeó cuando sintió el ardor recorrer toda su garganta. Se sirvió uno más, pero decidió este tomarlo con calma, se giró en la silla y corrió la cortina para intentar ver el exterior, lo único que podía vislumbrar eran las enormes gotas estrellándose contra el vidrio. Jamás creyó sentirse tan identificada con algún clima, pero esa tormenta era la viva representación en ese momento, del caótico embrolló emocional que amenazaba con hundirla en la depresión.
Sabía a la perfeccción como se había metido en ese problema, y francamente no se arrepentía, pero no por eso le gustaba. La situación simplemente era hilarante y no podía digerirla, de hecho no sabía si algún día lo lograría.
¿Pero cómo podría haberse negado? Había tanto en juego…
La población mágica no se había sobre puesto al golpe de estado que había realizado Voldemort, aún no se tenía un Ministro Mágico, se había formado un Wizengamot improvisado, para llevar a juicio a los mortifagos que se tenían prisioneros. Quedaban tan pocos aurores, que varios civiles se habían unido al cuerpo sin la preparación necesaria. Esto premeditaba muchos problemas, cualquier persona que era acusada por alguien, aun sin pruebas, era detenida y en espera de juicio, se era culpable hasta demostrar lo contrario.
Había caos por doquier, la gente aún no salía sin miedo a recorrer las calles. Los eventos que prosiguieron a la pos guerra, solo habían servido para incrementar la ira de los que fueron subyugados, la sed de venganza de los heridos, la necesidad de justicia de los que alguna vez fueron los inocentes…
Dos eventos fueron los que causaron la furia de los oprimidos, el asesinato de Ron Weasley, un mes después de terminada la guerra, y el de los padres de Hermione Granger, apenas seis días atrás. Todos a manos de mortífagos. Habían dejado su marca personal.
El primer asesinato trajo consigo, la muerte de siete presos en Azkaban, algunos aurores habían conseguido un dementor, todos fueron sometidos al beso frente a la mirada atónita del resto de prisioneros. Ninguno de ellos había recibido un juicio. Durante los exámenes de autopsia de rutina, se descubrió que dos de ellos, llevaban bastantes meses bajo la maldición imperio.
Quince días después, el cuerpo de Lucius Malfoy fue encontrado mutilado en su celda, el guardia que lo vio, no pudo evitar vaciar su estómago ante la imagen atroz y repugnante del cadáver.
Presos comenzaron aparecer muertos, todos los días había algún nuevo ingreso en la prisión. Las mansiones de los Lestrange, Dolohov y Malfoy fueron incineradas hasta sus cimientos, Harry logró rescatar a Narcisa Malfoy sin la ayuda de nadie más. Ni siquiera los Weasley quisieron apoyarlo, cuando estando en su compañía les habían informado del incendio.
Pero el golpe más fuerte vino cuando diez días atrás apareció el cuerpo de Blaise Zabini, aparentemente se había suicidado. Colgándose del candelabro del salón principal. El joven ni siquiera portaba la marca tenebrosa, pero el hecho de que perteneciera a Slytherin y fuera de los cursos superiores, había sido prueba suficiente para los aclamadores de venganza.
Fue entonces cuando Kingsley Shacklebolt y Minerva McGonagall tuvieron una larga charla con los respectivos retratos de Severus Snape y Albus Dumbledore, y todos llegaron a la misma conclusión, debían hacer que un símbolo de paz y gloria mostrara buena fe, por aquellos que estaban siendo perseguidos hasta la muerte, no podían imponer un nuevo Ministro, ni un Wizengamot o cometerían los errores de sus antepasados, necesitaban que alguien tranquilizara las aguas en lo que se forma el nuevo Ministerio Mágico. Y debía de ser de inmediato, antes de que se perdieran más vidas.
En ese momento, los únicos que encajaban como símbolo de paz y gloria, eran los integrantes del trio dorado, el amor que les profesaba el pueblo era tal que aclamaban a Harry Potter como su nuevo Ministro, y Hermione había sido apodado como "La reina del pueblo", y dado que Ron Weasley ya no estaba entre ellos, las opciones se reducían a los dos.
Cuando Kingsley les solicitó su ayuda y explicó en qué consistía, fue Hermione quien aceptó sin pensarlo, la joven pensó que realmente ya no tenía nada que perder, ya no estaban sus padres con ella, ni Ron, su libertad ya no le serbia para nada, o eso creía ella.
Contraer matrimonio con uno de los chicos malos, no le quitaba el sueño. Solo deseaba que todo parara de una vez, no comprendía cómo la gente seguía generando violencia, parecía que no habían aprendido la lección. Jamás se había sentido tan defraudada por la humanidad.
Hermione sujetó contra su pecho su acta de matrimonio, e imploró porque de verdad funcionara como amnistía. Nadie lo sabía, pero la muerte de Zabini le calo hondo, jamás fueron amigos, pero era de los pocos Slytherin´s que nunca se metieron con ella. De hecho recordaba la vez que le había pedido sus apuntes de pociones en sexto grado, él estuvo en enfermería durante una semana, y después de bromear un poco con ella, le solicitó su cuaderno, diciendo algo así como que iba mal en la materia y no podía darse el lujo de pedirle los apuntes a Malfoy y arriesgarse a sacar una pésima nota.
Ella solo deseaba que aquella farsa de matrimonio, se abriera camino como un indulto en el corazón de la gente que aclamaba venganza. Porque después de todo, si ella que había pagado las peores consecuencias de esa guerra, "había podido perdonar y amar" a una persona que había cometido errores, ¿Por qué el resto no podían hacerlo?
En otro punto de Londres, en un pub muggle de mala muerte, Pansy buscaba con la mirada a su amigo, cuando lo localizo en la barra, soltó el aire que inconscientemente había estado conteniendo. Caminó entre las mesas de los clientes ebrios, su belleza no pasó desapercibida para los asiduos, se giraban a verla sin recato alguno. No era para menos, Pansy Parkinson con los años había dejado de ser la escuálida joven, su transformación fue tal, que perfectamente podía ser interpretada como la definición de belleza y glamour andando.
― ¿Cuándo será el día que entres en un lugar sin causar alboroto? ― Preguntó Draco con una agria sonrisa.
― Estoy plenamente segura que hace unos minutos cuando entré a casa de Potter no causé ningún alboroto ― contestó ella mientras tomaba asiento a su lado.
― ¿Desilusionada? ― la picó con aquello de lo cual sabía perfectamente que su amiga no deseaba hablar.
― Que te jodan ― su contestación fue desdeñosa y se sirvió un trago de la botella de él.
― Por si no te diste cuenta, es lo que acaba de suceder precisamente ― apretó el puño que tenía sobre la mesa ― me acaban de joder.
― ¡Salud, por la absoluta verdad! ― Pansy levantó su copa en su dirección y prosiguió a tomarla de jalón. Tocio una mueca por el escozor, se giró a verlo y lo penetró con sus enormes ojos azules.
Una vez más Draco odió el maldito sarcasmo del que siempre hacía gala Pansy, pero sería un jodido mentiroso si negaba que le alegraba que estuviera en ese momento con él, y no precisamente por la compañía hermosa que resultaba ser la joven, sino porque ella, era su mejor amiga, esa chiquilla torpe con la que se había dado su primer beso y que apenas soportaba cuando estaba enfadada, había logrado con los años, que él la reconociera como su igual, y para un Malfoy, eso era demasiado decir.
― Ahora dime ¿Qué demonios fue todo eso y cuando saliste de prisión? ― demandó ella.
― Por una vez en tu vida, ¿no puedes simplemente beber en silencio y ser una agradable compañía? ― sabía que no había forma de escapar a un interrogatorio de ella, pero lo pospondría tanto como fuera posible, por el simple hecho de que no quería hablar de ello, porque pensar en que estaba casado con Hermione-come libros-Granger lo hacía muy real.
Pansy meditó un segundo, torció los ojos en esa expresión tan de ella que demostraba lo mucho que le fastidiaba algo, y contra todo pronóstico, guardó silencio, colocó su palma izquierda sobre el puño de él y froto sus nudillos, poco a poco él aflojo la tensión.
Las horas pasaron y las botellas se acumularon, ser un Malfoy una vez más le jodió la existencia, todos ellos tenían grandes resistencias al alcohol, seis botellas de whisky y solo se sentía un poco mareado.
― Aministía ― le soltó finalmente antes de ingerir un nuevo trago.
Pansy interrumpió el trayecto de su vaso y lo depositó en la mesa, analizo lo que él le dijo, se estremeció en su lugar y llevo una mano a su pecho ― Un poco tarde… ― soltó en un suspiro al recordar a Blaise.
Draco no pasó por alto el comportamiento de su amiga, consciente de que aunque le preguntara ella no soltaría prenda, era diferente a todas las mujeres que conocía, excepto una. Jamás se quejaba de nada con nadie. Y si bien era una de las cosas que más le agradaba de ella, leal a su naturaleza de ofidio, fría por naturaleza y totalmente inaccesible, como él. Sabía que le ocultaba algo y verla vestida con tanto recato le hizo formular una teoría.
Pero no estaba para sondear terrenos, no en ese momento, aprovechando lo escurridizo que era, hábilmente colocó su mano sobre su blusa y le dio un rápido tirón hacia abajo, lo que encontró lo desconcertó y enfureció al mismo tiempo. La hermosa y lechosa piel de su amiga, que conformaba su nada pequeño seno izquierdo, estaba atravesado con dos gruesas cicatrices, una no mayor de cinco centímetros y otra era tan larga que se extendía más debajo de su ropa.
― ¡¿Qué demonios te pasa idiota?! ― le gritó furiosa Pansy mientras se ponía de pie y se acomodaba la ropa, se puso su capa, dejó un puñado de galones sobre la mesa y salió del lugar furiosa maldiciendo entre dientes al bastardo de su amigo.
Draco salió tras ella entre las alabanzas de los ebrios que habían visto lo que le había hecho a la joven. Le dio alcance a tan solo tres locales, logró sujetarla del brazo cuando ella se daba vuelta en un callejón.
― Pansy ¿Quién demonios fue? ― le exigió saber mientras la estrujaba en espera de una respuesta.
― Métete en tus propios asuntos ― le contestó con desdén, sacó su varita y pronunció el hechizo de aparición.
Draco no fue capaz de mantenerse en pie cuando aparecieron sobre un piso de madera reluciente, apenas tenía unas cuantas horas que había salido de Azkaban, y se encontraba muy débil, ni siquiera logró ponerse pie.
― Maldita sea Pansy, podrías haberme avisado ― le reclamó furioso a su amiga mientras levantaba la vista, sin embargo, no fue a ella con quien se encontró, parada frente a él se encontraba Hermione Granger con una maleta en una mano y una mirada reprobatoria que no dejaba dudas de que lo estaba juzgando.
― Hazte a un lado ― le demandó ella, su aparición la detuvo abruptamente, torció la nariz antes el fuerte olor de alcohol que desprendía él.
Su tono lleno de desdén lo molestó tanto que no supo de donde encontró fuerzas para ponerse de pie.
― El vestíbulo es lo bastante amplio para que sigas tu camino ― sus palabras fueron duras y pretensiosas.
Hermione ladeó un poco su cabeza y negó lentamente ― No tengo tiempo para esto ― susurró y lo rodeó para seguir su camino.
No supo qué fue lo que le molestó más de ella, su mirada desdeñosa, su actitud de superioridad o que pasara de él olímpicamente, como si él fuera un desecho con el que quería poner la mayor distancia posible.
― Sangre sucia… ― le soltó lo suficientemente fuerte para que ella escuchara.
― ¡Draco! ― Lo sorprendió la voz de su madre reprendiéndolo.
Tras no escuchar la típica réplica de ella, se giró y la buscó con la mirada, tenía la esperanza de encontrarla contraída por lo que le había dicho. Pero para su mayor disgusto ella estaba terminando de subir las escaleras, no le había prestado la más mínima atención, por segunda vez en menos de cinco minutos.
Una vez más, ella lo había dejado en ridículo, era consciente que era una soberana tontería, pero su orgullo no le daba tregua. Sabía que esa había sido la peor forma de comenzar su interacción, pero que el mundo se fuera al carajo, ella era Hermione Granger y él era Draco Malfoy y ni un maldito papel que demostrará que ellos eran marido y mujer, podría cambiar la forma en que ellos se relacionaban.
Fue así, como ambos iniciaron el nuevo matrimonio Malfoy, lo que aseguraba ser un suplicio para ambos…
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Y bien, ¿Qué les ha parecido? Espero haberlas enganchado en esta loca historia y lograr que me dejen su opinión, siempre es bueno saber sus apreciaciones.
Nos seguimos leyendo…
XOXOX DLM.