Bien. Así que vi El mentalista en… ¿un mes, dos?, ¿las 7 temporadas? Eso fue hace unas semanas, las siguientes semanas pasé absorbiendo fics como loca, ¡y aún así no termino! Pero bueno, aquí estoy, con una sobredosis de cafeína lo suficientemente alta como para escribir, publicar, y esperar a tener críticas *inserte cara de loca obsesiva*. Ok, creo que exageré, no deseo ahuyentarlos tan pronto.
Los personajes no me pertenecen. *Inserte el grito más angustiante y triste que exista*. Pero esto es INTERNET, y ¡existe fanfiction!
Todos los personajes y el show pertenecen a Bruno Heller y guionistas, productores, etc.
Capítulo I.
Despierta en la calidez de un abrazo inusual.
Levanta su mano hasta alcanzar su mejilla. Él sonríe manteniendo los ojos cerrados.
Ninguno de los dos puede creer la realidad. Es demasiado hermoso el presente, atrayente, fija esperanza para el futuro.
—Buenos días dormilona —dice con su voz ronca, varonil, traviesa que hace que quiera estar más cerca de él.
—Tú eres el que continúa con los ojos cerrados —sonríe. Ella es feliz —vamos. Tenemos que levantarnos si queremos hacer algo productivo hoy.
—Yo sé de muchas cosas productivas que se pueden hacer en la cama —sellan sus labios en un beso.
—Es en serio Patrick. Debemos levantarnos.
Patrick. Escuchar su nombre de sus labios es amor. Patrick. El dolor de un leve recuerdo desaparece. La tiene a ella, en sus brazos. Sonríe como un idiota. La besa de nuevo y ella corresponde, se deja llevar por sus caricias.
Después de unos minutos eternos en los que se dejaron llevar por la pereza, se levantan. Hacen la cama o al menos lo intentan, Lisbon no puede evitar lanzar una almohada de regreso cuando él ha empezado, pronto terminan de nuevo en la cama riendo.
Él la mira con el brillo eterno de felicidad en sus ojos, ese brillo que ella no se cansa de admirar. Le agradece silenciosamente con una sonrisa por mirarla de esa manera tan enamorada, tan apasionada que solo él puede brindar.
—Tengo una idea, quédate aquí un segundo. Ya vuelvo.
Ella cierra los ojos, se deja envolver del viento fresco que entra por la ventana.
Él regresa con el desayuno, hay dos tazas con avena, una taza de té y una de café. —¿Qué resulta tan gracioso? —le pregunta contagiándose de su risa.
—Me consientes demasiado Patrick —habla lento, pausado, alargando la frase como si hubiera cometido un error y aun así estar siendo premiada.
—Te lo mereces —coloca un delicado beso en su frente, ella no puede estar segura de si él está usando sus habilidades de observación en ese momento, pero no le importa, no cuando se comporta como un caballero.
Él espera a que ella empiece a comer la avena, cuando lo hace, su sonrisa de un millón de dólares se dispara, siempre logra sorprenderla, le gusta verla feliz.
Lisbon está segura que es la avena más sabrosa que ha probado en siglos, cierra los ojos, es la misma receta que su mamá utilizaba cuando eran pequeños. Intentó hacerla varias veces, jamás salió igual; ahora años después su dolor de cabeza personal logra imitarla a la perfección.
El resto del domingo es tranquilo.
Van al parque, toman un helado, se sientan en uno de los bancos de la plaza observando a los niños jugar; él la abraza, coloca su cabeza sobre la de ella aspirando su aroma; ella sabe que está llorando, que una pequeña parte de él se rompe cada vez que recuerda todos los momentos que no pudo tener con su hija.
Cuando el sol se está ocultando la invita a una cafetería, él es muy bueno escondiendo su corazón herido.
Respira.
Inhala, exhala.
Es algo nuevo, una relación que recién empieza, sabe que no debe forzarlo a contar nada, tan solo desea que él sea algo más sincero en su relación, que sepa que puede contar con ella.