Nombre: Libídine
Autor(a): Shekb ma Shieraki anni
Géneros: Romance
Advertencias: Lemon explicito
Clasificación: +18
Resumen: Tras recibir una carta de Sasuke anunciando su regreso a la aldea, Sakura se ha propuesto una sola cosa: aprovechar todo el tiempo que esté en Konoha, a su lado.
Libídine
Capítulo 1
¿Te importaría?
"Es hora de volver a casa…"
Había recibido el mensaje un lunes por la mañana y desde ese momento toda su cordura y tranquilidad se rompieron en fragmentos tan pequeños como el cristal. Un año transcurrió desde su partida.
Recordaba a la perfección la fisionomía perfecta del Uchiha, los últimos días de estadía en Konoha el paso recluido en una oscura celda, custodiado por Ibiki, no obstante, la corta despedida entre ambos no fue impedimento para que ella memorizara a la perfección cada detalle en Sasuke. Se dijo a si misma que era mejor rememorarlo de esa forma para que no se desvaneciera de su mente con el paso de los días. Se estremeció al evocar el sonido de su voz, tan fuerte como el acero, el aroma que emanaba de su cuerpo, la firmeza de su agarre, el peligroso brillo en su mirada atizada. ¡Dioses! ¿Qué era lo que pretendía? ¿Por qué no podía actuar como una persona normal?
Para su bienestar emocional, la chica se confinó a si misma a prolongadas jornadas de trabajo, pasaba más tiempo en el hospital, resolviendo asuntos tan insignificantes como papeleo o consultas menores, de esa forma mantenía su mente ocupada, lejos de Sasuke. Empleó la misma técnica cuando reciente era su partida; Tsunade la reprimió por eso, sin embargo, la rubia tenía conocimiento del temperamento de su estudiante, así que le permitió penar a su manera con la condición de recibir un día de descanso.
Eran tiempos de paz, la tranquilidad se respiraba en el aire. Durante todo ese tiempo trascendió como ninja médico, su esfuerzo se vio reflejado en su ambicioso proyecto, el cual lideraba en compañía de Yamanaka Ino. Estuvo ocupada durante los últimos meses, trabajando largas horas después de la cuarta guerra; archivó informes, estudio la nueva investigación como si su vida dependiera de ello y continúo con su riguroso entrenamiento físico. Afanó tanto duro que cada día iba a la cama exhausta. En cierta forma, aquella terapia le ayudaba a no pensar demasiado en los horrores de la batalla, era un joven recipiente, una sobreviviente y sabia como defenderse de la ansiedad y continuar con su vida. No obstante, aquello no significaba que fuera sencillo. El malestar a raíz de la partida de Sasuke, el tratado de paz entre las naciones y el cambio de Hokage le brindaron la oportunidad de llevar una vida serena. Ella experimento lo inimaginable, y tenía la certeza de que pasaría el resto de sus días defendiendo a los inocentes, y al parecer Sasuke, con su viaje de manumisión parecía compartir su ideal.
Intentó no pensar en su compañero a menudo. Una vez finalizado el lapso bélico, Sakura llegó a conocer a un hombre más sincero y arrepentido, contempló su lado suave y eso le gustaba. Era estúpido pasar mucho tiempo pensando en él, pero no podía evitarlo. La delicada despedida le abrió las puertas a resguardar esperanza, y así lo hizo. Deseaba contactarlo, contarle los resultados de sus investigaciones, el proceso de su proyecto y todo lo que conformaba su rutina, pero era imposible, conocía el rango de la misión que se le había asignado, como ninja de elite solo los más cercanos tenían conocimiento de esta y por tal motivo era difícil seguirle el rastro. Donde quiera que estuviera, era incapaz de no preocuparse por su bienestar, a pesar de que era uno de los mejores shinobis que conocía.
Así que conforme todos fueron retomando el rumbo de sus vidas, ella emuló la acción. Lo primero que hizo fue mudarse de la casa de sus padres, y a sus veintiún años, consiguió una modesta morada en el centro de Konoha; contaba con el espacio suficiente para ella, no era lujosa y tampoco austera, a decir verdad le encantaba, poco a poco fue convirtiéndola en una especie de recinto sagrado, su propio recinto.
El último mensaje que recibió por parte de Sasuke fue una sincera felicitación a Naruto. No había tenido noticias del Uchiha durante ocho meses, y esa última carta no era exactamente específica.
Desavenía a pasar todo el día confinada en su habitación, acudió al llamado de auxilio de Ino. La chica estaba planeando una enorme fiesta para su cumpleaños, y como su mejor amiga ella estaba obligada a ayudarla en todo lo que fuese posible. Días antes quizás se hubiese opuesto a la sencilla idea, pero el solo saber que Sasuke podía llegar en cualquier momento la mantenía intranquila, por lo que accedió.
Recostada en el perfecto futan de algodón ubicado en medio de la espaciosa habitación, Ino deambulaba de un lado a otro, convirtiendo el largo pasillo en una pasarela; siete atuendos pasaron por el escrutinio de la pelirosa, la cual se había rendido al escuchar la tercera negativa por parte de la Yamanaka, limitándose a observar y coincidir con todos los contras que la kunoichi tenía por expresar.
—Muy bien, estoy a punto de tener un colapso mental— argumentó, lanzando el atavió de lentejuelas a la montaña de ropa; resignada, dejo caer su cuerpo al lado de Sakura, liberando un largo suspiro.
—Creo que estas exagerando, cerda— repuso Sakura, aventurándose en un terreno desconocido.
Su amiga contaba con un perfecto arsenal de vestidos para toda ocasión, más de una vez acudió al consejo de la rubia para lucir como una princesa.
—Lo dices porque no eres tú la que tiene que destacar, frentona— rechistó.
La aludida rodó los ojos.
— ¿Quién dice que no? Tal vez, un día de estos conozca a un apuesto joven con el que pueda tener una cita apropiada— razonó Sakura, evadiendo la mirada inquisitiva de la rubia.
La ausencia de Sasuke no significaba que Sakura estuviese fuera del terreno de las citas. Tanto Tsunade como Ino habían insistido en conseguir un prospecto amoroso para la pelirosa, persuadiéndola a concretar encuentros con distintos muchachos que tenían estándares de ser un prospecto perfecto. Ella rechazó a todos y cada uno de ellos, siempre encontraba una excusa para no concretar una segunda reunión, desechándolos como pañuelos, algunos eran demasiado y otros muy poco.
— ¿Acaso estas bromeando? Tanto tú como yo sabemos que no tienes ojos para otra persona que no sea Sasuke— comentó, virando sobre su cuerpo para encarar a la pelirosa. Recargó su cabeza sobre uno de sus manos y tamborileo los dedos en las cobijas del futan.
— ¿Y qué me dices de ti, Ino? Si mal no recuerdo también estabas enamorada de él— acusó, levantando una ceja a espera de una respuesta.
—Sí, bueno, eso fue hace unos años, mis sentimientos cambiaron, pero los tuyos están intactos.
Ino tenía un argumento válido. Sus sentimientos no se distorsionaron, ni siquiera cuando contempló el lado más oscuro de su alma.
—Bien, resolvamos este problema de vestuario antes de que tengas esa crisis existencial— replicó, cambiando por completo el tema. La mirada de la pelirosa boicoteo la de su amiga y vago por la habitación.
—Eres un caso perdido, frentona.
Dijo Ino con una sonrisa sardónica.
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Llegó a su departamento caída la tarde. Durante su trayecto de regresó decidió detenerse a comprar unos cuantos víveres para abastecer las alacenas. Con todo lo necesario empacado en dos bolsas de papel, Sakura retomó su camino. Saludó a algunos aldeanos que se cruzaron frente a ella, medio palabra con una amable anciana y les sonrió a los niños que jugueteaban por las calles.
La Haruno era conocida gracias a sus labores durante y después de la guerra. Había adquirido fama por las historias que se esparcieron por todas las aldeas, aludiendo a su fuerza sobrehumana y a sus magníficas habilidades como ninja médico. A ella poco le importaba, no estaba interesada en convertirse en Hokage como sus mentores, mucho menos en transformarse en una temida guerrera, le gustaba su módico trabajo en el hospital de la hoja. No provenía de un reconocido clan como Sasuke y Naruto, tampoco poseía sus poderes y precisas tácticas de combate, aun así se labró su propio camino, haciéndose reconocer entre la población, tal cual sus antiguos compañeros de equipo.
Una vez frente a la puerta de su hogar, colocó las dos bolsas en el suelo para buscar con mayor libertad las llaves. Luego de unos cuantos minutos de inspección, extrajo el juego tintineante del bolsillo trasero de su pantalón e introdujo la ganzúa más grande en la cerradura. Suspiró aliviada al empujar la escotilla y desvelar el interior del apartamento. Recogió las alforjas e ingresó, dejando la puerta abierta.
Volvió a soltar otra bocanada de aire mientras encaminaba su andar contoneante hacia la entrada, antes de confinarse a la soledad que las cuatro paredes le brindaban, un tenue llamado detuvo todas su tentativas, inclusive las de respirar.
—Sakura.
Con una estocada de asombro, los perfectos sentidos de la pelirosa siguieron el conocido sonido de esa voz; su corazón dio un vertiginoso vuelco que solo la reminiscencia provoca, cuando sus ojos verdes constataron la prueba que llegó hasta sus oídos un extraño hormigueo se abrió paso por sus extremidades. La respiración se le solidifico en los pulmones; la mirada esmeralda desorbitada se clavó en el perfecto rostro del pelinegro. Un frio violento le calaba los huesos, confinándola a permanecer de pie, con el alma en un vilo y un montón de nudos prietos en el estómago.
—Sasuke— mascullo, sacando a duras penas la voz.
El pelinegro nunca especifico el día de su llegada, por lo que era normal que la tomara con la guardia baja, desprevenida.
La mirada atizada del moreno recorrió su fisionomía de pies a cabeza para posarla en sus ojos por segunda ocasión.
—Luces distinta…— se resolvió a decir.
Por supuesto que no era la misma. La última vez que estuvieron juntos eran unos niños, ahora era una mujer, fuerte, inteligente e independiente.
—Lo mismo digo…— respondió Sakura—. Quiero decir que te ves bien, Sasuke, bastante atractivo. — contestó sin pensarlo. Era como si su lengua tomase el control por encima de su pudor y cordura.
El corazón le golpeo las costillas al darse cuenta de lo que acababa de recitar con deliberada franqueza.
Cualquier cosa que Sakura se hubiera propuesto a decir se vio interrumpida cuando una pareja de jóvenes recorría lentamente el pasillo que conectaba a los demás departamentos con el exterior. La chica que lucía un discreto vestido floreado poso su infausta mirada en Sasuke y luego en ella, con una notoria mueca de diatriba en su rostro.
La pelirosa dio un paso atrás para permitirle la entrada, sin decir nada, Sasuke ingresó, haciendo lucir el lugar como un sitio acogedor. El apartamento no era espacioso, pero si afable. Compuesto por una sola habitación, un agradable baño al final del corto andador y una estancia compuesta por una sala y la cocina. Era suficiente para una sola persona.
Sasuke examinó con detenimiento cada detalle que conformaba la pieza; frente a él se ubicaba una repisa repleta de libros, muchos de ellos con terminología médica y unos cuantos de términos ninja. La sala estaba confeccionada por un sillón de tamaño mediano en azul marino y dos cojines de rayas que hacían juego; la chimenea estaba a un costado del mueble, y sobre esta se localizaba la reconocida foto del equipo siete. La mesita de madera sostenía con facilidad un florero atiborrado por un bonito buque de Dalias, con libros y pergaminos esparcidos a su alrededor.
— ¿Llegaste hoy?— preguntó, dirigiéndose hacia la cocina. Dejó la tetera encima de la estufa y caminó los pasos que separaban la angosta habitación de la sala.
—Hace algunas horas— replicó, entregándole su pesada capa a Sakura.
Delicadamente, la chica colgó el albornoz oscuro en el perchero, cerca de la puerta. Estaba haciendo un esfuerzo monumental para que sus nervios no tomaran las riendas de la situación. Tener a Sasuke en su apartamento era una fantasía que hasta el momento parecía muy lejana.
—Notifique mi arribo a Kakashi y pase a saludar a Naruto— relató.
Con un ligero temblor, Sakura tomó la vasija, sirviendo agua caliente en dos tazas. Estudio a Sasuke como si de una criatura exótica se tratara
—Estoy segura que ambos están muy felices al tenerte de regreso— habló ella, suplicando que el temblor en su voz pasara desapercibido a los odios del pelinegro. Esbozó una sonrisa. Era como si ambos estuviesen atrapados en una burbuja de incomodidad.
—Supongo que así es— accedió, tomando asiento en el diminuto sofá. — No me quedare mucho tiempo, estoy aquí para resolver ciertos compromisos inconclusos.
Sakura se quedó inmóvil durante algunos segundos, ¿así que no iba a permanecer mucho tiempo?, no iba a culparlo, era normal que no deseara regresar a la aldea, sin embargo, ella tampoco se molestaría en disfrazar la decepción que sentía.
—En ese caso, ¿Por qué no vamos a beber algo?, no creo que una taza de té honre tu visita— señaló Sakura.
—Está bien, vamos. — se mostró de acuerdo para la sorpresa de la pelirosa.
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Caminaron por la calle principal en silencio. Ella lo guio hasta un bar emplazado a cinco cuadras del edificio donde vivía. Ambos entraron. El lugar estaba tal cual como recordaba de su última visita; sosegado y despejado. Entrecerró los ojos cuando el humo del tabaco se fusionó con las tenues luces del establecimiento. Su mirada esmeralda vagó con rapidez por el sitio en busca de una mesa lo suficientemente alejada de los contados comensales para no llamar la atención; al detectar dos asientos vacíos, le indicó al pelinegro que la siguiera, postrándose uno frente a otro en total afonía.
—Una botella de Sake— ordenó Sakura tan rápido como la mesera se acercó a tomarles la orden.
— ¿Desde hace cuánto bebes?— preguntó Sasuke con un tono casual, despreocupado, pero con cierta inflexión que la hacía estremecerse.
—No te preocupes, no es algo que haga a menudo– aseguró, moviendo las manos de un lado a otro a manera de negativa.
La joven trabajadora regresó, dejando la botella de sake sobre la mesa de roble. Sakura agradeció su atención, sirviendo una considerable cantidad de licor en los dos vasos. Pasando por alto el actuar sobreprotector de su acompañante, bebió su trago, cuidando de no atragantarse. Arrugó la cara en cuanto el líquido trazaba un sendero de escozor por su garganta.
Divertido, Sasuke la contemplo en silencio, emulando la acción con mayor discreción a la de su antigua compañera. Se percató de las pecas que adornaban la piel nívea de su rostro, y el ligero sonrojo en sus mejillas.
— ¿Qué has hecho durante todo este tiempo?— preguntó Sakura.
Ahora fue el turno de Sasuke en abastecerlos de bebidas, vertiendo otra generosa cantidad de alcohol en los contenedores ya vacíos.
—Viajando y realizando misiones de rango inferior. Estoy tratando de enmendar mis errores— confesó, llevándose el vaso hacia los labios y bebiendo de golpe el contenido. Repitió la acción por la cual había recriminado a la pelirosa en cuanto tomaron asiento, sintiéndose un poco culpable— Kakashi mencionó tu ascenso a Jōnin. — moduló.
La ninja medico hizo un gesto de asentimiento al tiempo que una extraña sensación de placidez recaía en su estómago.
— ¿Acaso estas vigilándome?— cuestionó, percatándose muy tarde del significado de su pregunta.
Sakura llenó su vaso y el de Sasuke con más Sake del que la camarera había dejado en la mesa. Tomó de su trago sin dejar de contemplar al azabache por el rabillo del ojo.
—Tal vez— Sasuke bebió de golpe. — Quizás estoy asegurándose que nadie tome el lugar que me corresponde.
Sakura parpadeo para romper el desmedido, pero fuerte contacto visual. Volvió el rostro para ocultar el bochorno. Se abanicó un poco con la mano para disipar el calor. No tenía la menor idea de cómo manejar los ataques de espasmos y rubores ridículos que aparecían cada vez que el hacía o decía algo que sus dañados nervios pudiesen soportar.
— ¿Uno más?— cuestionó el azabache.
—Tendrás que darme un momento— solicitó. Los efectos deshinibidores del alcohol estaban manifestándose más expedito de lo que imaginaba. Era complejo concebir a Sasuke abandonar su modelo de seriedad. — Sasuke… ¿Qué estás haciendo realmente aquí?
Sasuke sonrió, divertido. Le gustaba la sinceridad que solo confería los años de relacionarse. Sakura podía ser reservada en ocasiones, pero bastante directa cuando se lo proponía. Obviamente, su repentina reaparición levantaba sospechas, sobre todo para su antigua compañera.
Frunció el ceño y restregó una mano contra su rostro, tratando de disipar los primeros síntomas de la embriaguez.
—Ya te dije que vine a resolver unos asuntos, nada de vital importancia— le echó en cara.
— ¿Sabes una cosa?, no me trago esa excusa— replicó ella, con sus diáfanos ojos verdes clavados en su rostro. — pero bueno, no voy a entrometerme en tu misión, Sasuke-kun. Lo prometo.
Elevó su vaso a manera de brindis. Levantó la comisura de sus labios en algo cercano a una sonrisa mientras le dedicaba un atisbo de soslayo. Llegaron a una merecida tregua, en la que Sasuke no se atrevió a aventurar más allá de lo que era capaz de soportar. Adelantándose a cualquier resolución a la que pudiese llegar Sakura, se aclaró la garganta y con determinación confesó:
—Todavía sigo pensando en ti— admitió, desviando la mirada—. Es más que eso, constantemente me encuentro deseando que estés a mi lado, es malditamente insano. — dijo, cruzándose de brazos.
Cautivada por el inmenso fulgor que proyectaban sus ojos negros, Sakura se encontró a si misma rendida ante la momentánea confesión. Atrapó su labio inferior entre sus dientes mientras sopesaba la situación.
— ¿Quieres decir que me extrañaste?— sus ojos estaban abiertos por la incredulidad.
—Supongo que si— comentó, imitando el arranque de honestidad de hace algunos minutos.
—Me alegra saberlo—sentencio sonrojada—. Yo también he pensado mucho en ti, Sasuke.
—Salvaste mi vida, Sakura— respiró profundamente—. Me preocupo por ti.
La admiró durante un largo momento. Era una mujer devastadoramente hermosa, fuera de su alcance. Sakura tocó su mano suavemente, luego bebió el sake restante. Sus rodillas se encontraron por debajo de la mesa, por un segundo, Sasuke pensó en apartarse, mas solo se tensó levemente, dejando su pierna en el lugar donde estaba. La súbita luz depredadora en sus ojos la hizo estremecerse de nuevo.
—Vamos a necesitar otra ronda.
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Dos tragos más bastaron para ponerle un punto final a la ronda de bebidas. El reloj indicaba la llegada de la media noche, y Sakura por más que quisiera prolongar la charla debía regresar a casa. Hicieron el resto del camino en silencio. Cuando llegaron al séptimo piso, la pelirosa tanteo la llave en la cerradura y abrió la puerta con la letra "F" inscrita en una placa plateada situada en la parte superior de la misma.
— ¿Vienes?— lo llamó Sakura, despojándose de las sandalias de tacón alto.
Sasuke se quedó en el umbral, con los brazos cruzados y una expresión mortalmente seria trazada en su hermosa faz.
—Sera mejor que me vaya— indicó con voz grave, dispuesto a marcharse y adentrarse en la oscuridad de la noche.
— ¿Acaso has perdido la cabeza? No voy a permitir que duermas en la calle— ajena totalmente al dilema del pelinegro, entrelazó su mano con la de Sasuke, ejerciendo un poco de fuerza lo obligo a entrar, sintiéndose como una extraña al tenerlo otra vez en su apartamento.
—No quiero incomodarte. — habló, observándola empedernidamente.
—Por supuesto que no, fuimos compañeros de equipo, Sasuke, hemos dormido en el mismo sitio incontables ocasiones— contestó, dirigiéndose hacia la cocina.
Así era, como ninjas, estaban acostumbrados a pasar mucho tiempo uno a lado del otro, aquello forjaba lazos de compañerismo difíciles de quebrantar, no obstante, tanto Sakura como Sasuke comprendían que esto tomaba otras proporciones. Si bien, ninguno expresaba sus verdaderas intenciones, no se necesitaba ser un genio para descubrir cuáles eran sus planes. Los dos eran adultos, plenamente conscientes el uno del otro, pero no como compañeros, sino como algo más.
El incremento de sus nervios no fue impedimento para que Sakura enumerara las razones por las cuales estaba haciendo eso, cuando enfocó la vista, el azabache apreciaba atentamente las fotos encima de la chimenea; muchas eran recientes, con Sasuke lejos, se las había arreglado para crear recuerdos ella sola.
Oteó de soslayo al muchacho. Las cosas no serían tan difíciles si Sasuke no fuera tan endemoniadamente atractivo, la incuestionable belleza del Uchiha se imponía a sus falsas y torpes exceptivas. Estaba claro que había cambiado, su faz adquirió tintes de madurez que solo confiere el paso de los años, llevaba el cabello más largo, picoteándole los hombros y su atuendo distaba en ser el acicalado atavió que portaba en sus años de adolescencia, para abrirle paso a un estilo más discreto, sobrio.
Inmersos en el antinatural silencio, la pelirosa mordió su labio inferior, sopesando las consecuencias que su movimiento podría desencadenar. Sasuke iba a marcharse, lo tenía bastante claro, sin embargo desconocía cuanto tiempo iba a pasar para volver a verlo. Comenzaba a cansarse de la situación, esperar por él estaba siendo más complicado de lo que ella había previsto y fue en ese preciso instante que llegó a una clara conclusión. Se había cansado de ser indulgente con el pelinegro.
Colocó el vaso de agua sobre la barra de mármol de la cocina. Tamborileo sus dedos en el cristal, deseando servilmente tener otra dosis de sake para tornar más llevaderas sus acciones. Tentativamente, caminó los pasos que la separaban de la sala, encarando al azabache.
Una vez que ella alcanzó su objetivo, no fue impedimento para que la mirada atizada del muchacho viajara por su cuerpo en reconocimiento a sus atributos: torneadas piernas largas, estrecha cintura, y un par de voluminosos senos asomándose por el escote de la blusa; perdido en la refulgencia esmeralda, se sorprendió en lo claro que eran sus ojos, tan transparentes para dejar fluir sus estúpidas emociones y tan oscura para ocultarle al mundo sus más sórdidas intenciones.
Ella espero, y tras un claro momento de vacilación, un suspiro escapo de lo más profundo de su pecho.
—Sasuke, sé que mis sentimientos por ti no han cambiado, y estoy bastante segura de que soy correspondida— un sonrojo decoraba sus pecosos pómulos—. Pero entiendo que no podemos salir como las personas normales, incluso después de la guerra, especialmente después de la guerra— acentuó, recordando como las malas decisiones del Uchiha por poco lo convierten en un prisionero—. Nuestras vidas se tratan de trabajar para ayudar al mundo de los horrores que desencadeno el conflicto y evitar que todo esto ocurra en un futuro. Los dos tenemos un estilo de vida extraño. Tu…tu eres un viajero errante, y no puedo visualizar claramente el día en que te establezcas, no mientras la amenaza de Kaguya sea inminente.
La chica debió estar muy impresionada con sus propias palabras que ni siquiera se percató de la peligrosa cercanía entre los dos. Podía percibir la cálida respiración del Uchiha acariciar su rostro, así como el aroma a licor que emanaba de sus labios entre abiertos; se tomó un momento para vislumbrar la perfecta forma que tenían, desde el arco de cupido hasta la luminosidad de la parte inferior. Sasuke se encargó de acorralarla en un travieso recorrido, respingó al sentir la dureza de la pared.
Por un instante, Sakura sopesó que tal vez no había sido buena idea expresar sus sentimientos tan deliberadamente. Presa del desespero, le proponía al amor de su vida mantener una relación sin compromisos, mientras ambos estuviesen de acuerdo y no tuvieran ningún problema con ello. Era osado proponerlo, sexo sobre los sentimientos, aun para ella.
—Aguarda un maldito segundo, Sakura— una mueca de dolor e ironía alumbró su rostro; su oscura mirada no se apartaba de ella, contemplándola como si fuese la única mujer en la faz de la tierra— ¿Me diste todo este discurso para decirme que nunca vamos a estar juntos?— preguntó, sonando más brusco de lo que pretendía.
—Me refiero…— quiso esclarecerse cuando notó la sonrisa amarga del Uchiha—.En verdad te quiero. Confió en ti con toda mi vida, pero somos muy diferentes, y nuestras vidas son demasiado raras para una relación, nunca funcionaria…
— ¿Pero que, Sakura?— indagó, alzando la voz. La aludida se estremeció al atisbar el rinnegan asomarse entre el carnaval de hilos azabaches que cubría el rostro de Sasuke— ¿Acaso no soy lo suficientemente bueno para ti?
— ¿Qué? Por supuesto que lo eres, Sasuke-kun— habló con determinación, alzando la barbilla un poco para demostrarle que no sentía el menor temor—. Es solo que mencionaste que no te quedarías mucho tiempo, ha pasado un año desde la última vez que nos vimos, y tu bien sabes que no estamos en una coyuntura tradicional para tener citas, sin embargo, estoy de acuerdo con eso, no quiero presionarte y tampoco quiero arruinar las cosas entre nosotros. Yo solo…quisiera estar contigo mientras pueda, mientras estés aquí.
Su corazón latía desbocado, el azabache la miraba con los ojos bien abiertos por la conmoción. Después de unos segundos de afonía implícita, Sakura supo lo que aquellas palabras implicaban y se delegó a un silencio consternado. El tiempo se detuvo, los oídos le zumbaban iba perdiendo la fuerza en sus piernas.
— ¿Qué quieres de mí, Sakura?— interrumpió con impaciencia—. Solo dime que quieres.
A pesar de estar vestida, sintió los ásperos dedos de Sasuke quemarle la piel, recorría sinuosamente su cintura, ella soltó un baladí suspiro de alteración cuando el trayecto finalizo en su cadera.
—En verdad me gustas, Sasuke, y quiero ser tuya, quiero acostarme contigo— confesó; cubrió su boca con ambas manos, sorprendiéndose a sí misma al apreciar hasta donde podía llegar su sinceridad.
Si estaba resuelta a decir algo más se vio interrumpida por Sasuke: sus labios estaban sobre los de ella, inclementes, cálidos; acunó su rostro con ambas manos, eran unos inexpertos, pero ella sabía lo que quería y por el momento lo único que pretendía era degustar la ambrosia del azabache. Premeditadamente, recorrió la tersa piel con su lengua, siendo atrapada en un contacto más demandante, digno de arrebatarle la respiración.
Una fuerte mano la mantuvo en su lugar, descendiendo por su cintura, solo para deleitarse con la curva de su estrecha cadera, hasta llegar a la zona sacra. Ella jadeo cuando la deliciosa caricia llegó hasta sus glúteos. Cada fibra de su ser comenzaba a responder al inusitado toqueteo liderado por Sasuke.
Decidido a elevar la intensidad, separó los muslos de la pelirosa con una pierna, arrebatándole un alarido de sorpresa. Victorioso, mordisqueo su labio inferior, y utilizando su fuerza, la elevó unos cuantos centímetros del suelo, aferrando sus dedos a la perfecta carne de sus rabeles, obligándola a enredar sus piernas entorno a su cadera.
La cálida boca del Uchiha esparció húmedos besos por su mandíbula, luego dirimió por el cuello con suaves toques, tan opuestos al exigente contacto de sus labios. Tocó su tez con ternura, y probó el sabor salado de aquella nívea piel, encontrándolo exquisito, a sabiendas, mordió la epidermis, otorgándole a la zona un color carmín, orillando a su compañera a gemir, mientras encorvaba la espalda, apegándolo más a su cuerpo.
Sakura clavó las uñas en sus omoplatos cuando ella alzó más alto. Un escalofrió le recorrió la espalda cuando los ahora expertos labios del pelinegro acariciaron sus senos, aun cubiertos por la sencilla blusa de algodón. Hendió una mano en la oscura melena, Sasuke emitió un ruido gutural, sumergiendo el rostro en aquellas perfectas almohadillas.
—Sasuke— jadeo, deslizando los largos y finos dedos por su cuello, trazando perfectas y delicadas líneas rojizas en su espalda, a medida que las uñas descendían por la carne.
El aludido pareció no escucharla, y si lo hizo no dio muestra de ello. Pasó la mano por una de sus piernas hasta la rodilla, fluyendo vertiginosamente hasta llegar a la parte interior de su muslo derecho.
— ¡Ah!— emitió eróticamente, echando la cabeza hacia atrás, estrujando los ojos y atrapando su labio inferior con los dientes—. Sasuke — recitó su nombre como si fuese un bella mantra, jadeando, insistente—. Quiero tocarte— masculló.
Incapaz de negarse a la petición, la depositó en el suelo. Aquellos ojos verdes que alguna vez lo contemplaron con resentimiento o ternura, ahora lo devoraban, adorando el brillo lemantino que proyectaban.
Sana y salva con los pies en el suelo, todavía presionada entre la pared y su cuerpo, Sasuke depositó un beso sobre su frente. La chica enredó los dedos a los costados de su larga capa, pero la detuvo, tomando una de sus muñecas sin ejercer demasiada fuerza.
—Espera— barbulló con voz ronca. En un rápido movimiento, aparto la oscura tela, dejándola caer al suelo. Debajo del abrigo llevaba un perfecto arsenal; los kunais y shuriken se ubicaban en una bolsa que colgaba de su cadera. Se despojó de la catana y colocó las armas en la mesita más cercana.
Sakura levantó una ceja, divertida. No le sorprendía que Sasuke llevara tantos adminículos consigo.
Observó ávidamente como los botones del cuello de su camisa estaban desabrochados, pregonando una ínfima porción de piel, la clavícula bien marcada. Relamió sus labios, y enrojeció hasta la raíz del pelo cuando se dio cuenta que él la estaba mirando.
Preparado para dar el siguiente paso, Sakura tragó saliva al entrever el avistamiento lujurioso que le dedicaba su acompañante. Ella lo tomó de la mano y tiró de él hacia el sillón, hasta que se halló sentada en su regazo, con las piernas ligeramente separadas. Sasuke rodeo su estrecha cintura con un brazo y acaricio la parte de su espalda que su blusa dejaba al descubierto. Sintió la piel erizársele a medida que se sometía al tanteo de sus dedos.
Le devoró los labios con un frenético beso. Había decidido ser una parte activa de la situación, y no solo jadear y recitar el nombre del azabache como si su vida dependiera de ello. Era su deber devolverle el placer que hasta el momento le proporcionaba.
A medida que el beso se profundizaba, Sasuke la presionó más a su cuerpo, y ella en replica inicio un sinuoso movimiento de caderas, lento, profundo, exquisito. Consumida por la inmediatez de la sensación, soltó un suspiro. Todo era perfecto, sus labios, su piel, los firmes músculos de su espalda, él era un una fuerza abrumadora dentro de sus brazos, limitada por el esfuerzo de sus huesos y tendones. Podía escuchar el zumbido de su corazón contra su pecho, la oleada de sangre caliente recorrer sus venas. Sakura presionó contra él con entusiasmo y situó sus piernas a los costados de su imponente figura.
Sasuke la besó frenético, como si un hombre ofreciera comida a otro hambriento. Ella era más suave de lo que alguna vez vislumbro en sus fantasías, ¿Quién diría que eso sucedería?, había intentado no pensar en ella, durante su viaje y en las noches de soledad, aparecía su efigie entre la bruma de su mente, tornando el paso de los días un suplicio insoportable. Ahora, tenía la certeza de que aquello era real, le entusiasmaba escucharla gemir contra su boca mientras la probaba.
Esto podía ser un error, pero no había marcha atrás, no con ella retorciéndose sobre su cuerpo, devolviendo los besos tan bien como su cordura se lo permitía.
Adentraron sus dedos entre los mechones rosados, tirando delicadamente de ellos, obligándola a echar la cabeza hacia atrás. Propicio pequeños mordiscos, desde la mandíbula hasta el cuello, rozando la clavícula con la húmeda lengua, realizando un esfuerzo sobrehumano para no terminar en ese preciso momento. Sakura arqueo la espalda, presionando sus pechos contra él, suplicando silenciosamente sus atenciones. Él besó más bajo, lenta y tortuosamente, apretó su seno con una mano y la réplica fue inmediata. Acaricio el pezón erecto por encima de la tela, amasó su pecho y suavemente colocó sus dientes en la base de su cuello, haciéndola encresparse. Su miembro estaba tan duro como una roca, anhelaba adentrarse en ella, no solo ese día, sino toda la vida.
Un pérfido pensamiento aturdió sus sentidos sin quererlo.
—Sakura, ¿has hecho esto antes?— preguntó, cortando la inspiración de la interpelada de tajo.
La chica lo contempló durante algunos segundos, tratando de no asesinarlo por interrumpir el momento con algo tan banal.
—No— respondió con sinceridad. El hecho de que ella se mantuviera virgen no quería decir que no supiera como actuar en esa situación. Era una mujer, había descubierto como satisfacer sus propias necesidades a los dieciséis años, conociendo al orgasmo y las oleadas de placer que sus dedos podían proveerle mientras los escabullía bajo la tela de sus pantaletas. — Si te refieres a si estuve con un hombre antes que tú, no, eres el primero.
A punto fijo la objeción lo tranquilizó. Era una idea antigua y un tanto posesiva, pero deseaba ser el inaugural y último hombre en la vida de la pelirosa. Sin más dilaciones, atrapó sus labios, subyugándolos a un contacto tierno. Ella empujó su pelvis hacia él, esforzándose por incrementar la fricción contra el notorio bulto en sus pantalones.
El chico protesto cuando ella se apartó sin anuncio previo. Ante la mirada intemperante de su nuevo amante, levantó sus brazos, pasando la delicada blusa por encima de estos, dejando al descubierto la redonda forma de sus senos; a consideración de Sasuke, eran perfectos, los pezones rozados, ya erectos resaltaban sobre estos. Tal fue la segunda sorpresa que se llevó cuando Sakura, divertida, deslizó su pantalón por los muslos, mostrándole maliciosamente la linda tanga negra que apenas y cubría su sexo y glúteos.
Lentamente, regresó a las piernas de Sasuke, sentándose a horcajadas sobre él. Clamó quedamente al concebir la erección entre sus bragas. Removió sus caderas, iniciando un tardo y placentero frote. El roció que emanaba de su zona más privada traspasó la tela de sus pantalones, incitándola a prorrogar el masaje contra su sensible dureza.
Un aliciente y gutural gemido emano desde lo más insondable de la garganta de Sasuke. Él escurrió su mano por la curva de aquella estrecha cintura, la posó un momento sobre esas peligrosas caderas y mientras hundía sus dedos en la piel blanca de la pelirosa se dispuso a morder su mandíbula. Sakura sonrió, confiriéndole cierto aire de diosa sexual, tan tentadora y peligrosa como sus intenciones.
El sonido masculino brotó en el instante que las perlas de la boca de Sakura pacieron el lóbulo de su oreja. Benévolamente, concedió un beso al suplicante muchacho, sorprendiéndose por la intensidad con la que reaccionaba su cuerpo, había dejado atrás el sabor de su boca en los límites de la autoconciencia, podía jurar a los dioses que se volvería adicta a él. Entretenida, se apartó unos instantes, clavando la mirada esmérala sobre esos pozos tan oscuros y peligrosos.
Sasuke acunó uno de sus senos entre su mano al mismo tiempo que presionaba la barbilla y su boca contra la piel suave. Pasó el pulgar por uno de sus pezones, flexionando su ingle en una estocada de excitación. Tocar su piel desnuda envió una ola eléctrica por su cuerpo. Era lo mejor que le sucedía durante años. Se maldijo a sí mismo, había desperdiciado gran parte de su vida en una venganza, desistiendo del amor de Sakura y todo lo que ella estaba dispuesta a entregarle. Alzó su mirada para contemplarla, percatándose del bonito sonrojo en sus mejillas. Era hermosa, perfecta, tan bella que cualquier cosa que hiciera lo condenaría al infierno. Atrapó su seno derecho, pasando la lengua por el abultado montículo rosado, haciendo rodar su pezón izquierdo entre sus dedos.
Un sonido similar al cantico de un pájaro brotó de Sakura a manera de protesta cuando él se alejó. Las suplicas fueron atendidas, no sin antes maldecir aquella sonrisa sardónica que curvaba la comisura de sus labios. Podía percatarse del erguimiento, duro y caliente entre sus muslos, se sentía mareada, abrumada por lo improbable que parecía ese escenario, incrédula porque realmente estaba sucediendo. Sasuke era codicioso con su cuerpo. Cerró los ojos y mordió sus labios con fuerza cuando el azabache succionó su pecho. Atrapó el rostro del pelinegro con ambas manos, gimiendo contra su boca, con la respiración errática, difícil de tranquilizar. El toque áspero de sus dedos era exquisito, su aliento, su olor, la sórdida calidez: todo eso era vida para Sakura.
Poseída por una mortal necesidad de tocarlo, Sakura comenzó a tantear el abdomen marcado del pelinegro, siguiendo los caminos inscritos gracias a las horas de entrenamiento. A Sasuke se le atasco la respiración en la garganta cuando los dedos de la ojiverde rozaron la hebilla del pantalón.
—Sakura, aguarda— dijo; la voz más profunda de lo habitual. Cuando ella lo ignoró, la detuvo con un firme agarre a su muñeca— Espera. — sonaba aturdido, tratando de recordar algo importante—.Quiero hacer las cosas bien, Sakura, no es como si esto me desagrade, al contrario, pero no quiero que cargues tu sola el peso de una responsabilidad más grande.
La pelirosa sonrió. Por supuesto que concebir a un bebé no estaba en los planes de ninguno, por el momento, sin embargo, al hacerlo sin ninguna protección se estaban exponiendo a lograr ese cometido.
—Vamos a mi habitación— indicó, arrastrándose hacia atrás hasta apartarse de su regazo.
Sasuke se detuvo un instante, propinándole una mirada de apreciación, pero había algo más en sus ojos cuando la vieron. Se encontraba paralizado por el movimiento de sus senos balanceándose, mientras se dirigía peligrosamente al cuarto, con una mueca sugestiva en el rostro; los labios rosados e hinchados por los contumaces besos.
La siguieron de cerca, casi pisándole los talones. Se recargó en el marco de la puerta, cruzándose de brazos, mientras seguía cada movimiento de Sakura con cautela. Ella cruzó la habitación, rebuscando desesperadamente en un cajón algo que desde ese sitio era imposible de vislumbrar.
Sakura hurgo dentro de la gaveta durante algunos segundos. Sonrió airosa cuando localizó el objetivo de su búsqueda: un empaque de color dorado. Estaba parada frente a él nada más con su diminuta tanga negra.
— ¿Qué sucede?— cuestionó, tratando de ocultar la inflexión en su voz. Rodó los ojos y suspiró—. No tenía la intención de traer a alguien a casa esta noche, o las que vienen, pero creo que es bueno estar preparado por si surge alguna situación inesperada. — logró formular.
Lanzó una mirada significativa al pelinegro, como si fuera suerte o ensoñación. Se inclinó un poco hacia adelante, jugueteo con los bordes de sus bragas, hasta descenderlas lentamente por sus muslos y relegarlas al suelo. Caminó, contoneando su cuerpo hasta el borde del futón, donde tomó asiento.
— ¿Vienes?— preguntó casualmente, como si estuviesen hablando de algún tema tan trivial como el clima, levantando una ceja.
Sasuke se apartó del umbral, tirando la camisa por encima de su cabeza con un movimiento suave. Se dirigió hacia ella en cuatro pasos peligrosos, depredadores. Desabrochó la hebilla del tahalí, y segundos después el pantalón. El cinturón de adonis resaltaba, tenía cicatrices por todo su cuerpo, pequeñas marcas de batalla que lo acompañarían hasta el final de sus días.
Sakura pasó saliva. Realmente eso estaba sucediendo; había soñado tantas veces con ese momento que ahora no era capaz de discernir entre si era una ilusión o algo irreal: contempló a Sasuke como un ser mitológico, fuera de ese mundo. Él le devolvió la misma mirada, acompañada de una sonrisa. Su corazón comenzó a latir a mayor velocidad.
Ante la inminente aproximación, recostó su espalda contra el colchón. Él sonrió placenteramente al atisbar la parte más íntima de la pelirosa, otorgándole una prolongada oteada. Se inclinó para besarla, primero en los labios, luego por senos, bajando, y bajando hasta su abdomen. Acaricio uno de sus muslos. Beso la carne interior sin apartar sus ojos del rostro de Sakura. Deseaba probarla, degustar el néctar entre sus piernas.
Los labios del pelinegro hilvanaron un peligroso camino por la carne de sus perniles. Ella, se estremeció al sentir la respiración del muchacho en la zona más sensible de su ser; en un reflejo virginal, intentó cerrar las piernas, pero Sasuke solo impidió cuando acaricio con el dedo índice la separación de sus pétalos rosados. La fruición humedecía la zona, facilitando el movimiento que subía y bajaba.
— ¡Ahmm, Sasuke!— gimió maravillada.
Con el dedo índice y medio, separó las hojillas de carne, descubriendo una diminuta almohadilla de nervios coronando la zona. Acaricio el clítoris con su pulgar, realizando movimientos circulares que por poco la hacen tocar la gloria. Ella inhalo bruscamente, sintiéndose vulnerable e imprudente. Las puntas de sus dedos desencadenaron una oleada eléctrica por cada terminación nerviosa de la cual estaba consciente, borrando cualquier pensamiento de su mente.
—Ahm, Sasuke, por favor— imploró, rasgando la piel de los omoplatos con las uñas.
Pasó sus dedos por la longitud de su vulva con tortuosa lentitud. Jadeante, Sakura regresó en sí. Tomó la mano del pelinegro, dirigiéndolo hasta la cama, obligándolo a reposar la espalda en la pared. Expectante, la observó erguirse, escalar con movimientos hipnóticos hasta la altura de su regazo.
Incapaz de contenerse, el solo sentir la viveza a escasos centímetros de su miembro lo obligó a jadear. Sonriente, Sakura tanteo poco a poco la piel descubierta, pasando las manos por su pecho, bajando hasta su abdomen y jugueteando con el borde de sus boxers. Lo iba a volver loco. Lo besó más despacio esta vez, sin incitar. La mano en su mejilla resbaló por su cabello. Comenzó a moverse de nueva cuenta. Cuando se sentó, sus mejillas tenían un color rosa oscuro. Sus manos eran cálidas, suaves, expertas.
Para mostrarle que estaba agradecida con él, besó la punta de sus dedos, degustando su propia esencia. Su sonrisa era pequeña, aliviada, brillante. Se agachó para presionar sus labios contra los de ella en un breve beso, antes de que Sakura decidiera hacerse hacia atrás.
La pelirosa se apoyó sobre sus codos, sus largos dedos jugueteaban con la pretina de sus calzoncillos, decidiéndose a tirar de ellos hasta dejar la tela a la altura de sus mulsos; una expresión similar a la sorpresa se trazó en su hermoso rostro. Cuando la erección de Sasuke se liberó de sus restricciones, Sakura se detuvo, lanzando los boxers al otro lado de la cama. Cuidadosamente, envolvió la punta, percatándose como los músculos del abdomen de Sasuke se tensaron al tacto. Procuró no moverse, pero estaba tan excitado que por un ínfimo instante imaginó terminaría en su mano. Una pequeña gota de preconcepto brotó de la hendidura, pudo ver la sorpresa en su rostro mientras parpadeaba con curiosidad. La respiración se le solidifico en los pulmones cuando la ojiverde se inclinó y lamio; la lengua suave y cálida sobre su miembro. Notó como arrugó su nariz, sabía que ese gesto solo aparecía cuando algo le disgustaba.
Ella se sentó de nuevo, devolviéndole una mirada apenada.
— ¿No es de tu agrado?— cuestionó, entretenido.
—Tal vez con el tiempo— replicó educadamente.
Tirando hacia atrás, la tomo por las caderas, tirando de ella hasta el borde de la cama. Se puso de pie y pasó la mano por sus piernas, colocándolas sobre sus hombros. La miró con evidente satisfacción, no perdió de vista como atrapó su labio inferior, preparándose mentalmente para lo que estaba a punto de suceder. Tomó firmemente su miembro con una mano, y luego, lento, lento se hundió en el calor húmedo, el cual envolvía cada centímetro de su longitud.
Nunca había tenido relaciones sexuales, nunca fue una prioridad, no obstante, la curiosidad mató al gato, y gracias a intensas horas de estudio en el tema, sabia más o menos que hacer. Se tomó unos minutos para acomodarse, afortunadamente, Sakura parecía necesitar un momento, porque estaba ahí, con los ojos cerrados y la boca entre abierta mientras su cuerpo se ajustaba ante la bestial intromisión.
Parecía una princesa, quizás una concubina, pero después se dio cuenta que no era ni una cosa ni la otra, sino una bella diosa. Los mechones rosados de su alborotada melena estaban dispersos sobre las sabanas, la expresión entusiasta, los labios henchidos, las marcas rojizas adornándole la piel, sus pechos desnudos y los pezones rosáceos apuntando hacia él. Ella era hermosa.
Aguardó largos segundos para que ella se moviera, durante los cuales trató de calmar el fuego dentro de él para no terminar demasiado rápido. Aun no abría los ojos cuando deslizó su mano por su torso hasta sus pechos, masajeando con su calloso pulgar el diminuto montículo de sus pechos. En respuesta, Sakura se arqueo solo un poco, dejando escapar un profundo aliento.
—Sakura…— llamó un tanto preocupado.
—Si— resopló, elevando los parpados para revelar la belleza de sus ojos verdes. Su voz era más aire que palabras. — Te sientes…eres más grande de lo que yo…— interrumpió sus palabras, iniciando un movimiento pausado. Atrapó las caderas del pelinegro entre sus piernas, percatándose como su corazón bombeaba violentamente mientras las embestidas comenzaban.
Gimió con fuerza cuando logró adentrase por completo en ella, tocando un dulce punto que hasta el momento era desconocido, diluyendo el dolor en un alud de placer. Pasó la mano por su abdomen mientras en la embestía, contemplando como entraba y salía de su cuerpo. Sasuke gruño cuando su pelvis entro en contacto con los pétalos tumescentes de la pelirosa.
Sakura era hermosa, fuerte, suave y muy, muy ardiente. Liberó su cintura y deslizó una mano hacia la parte superior de sus muslos, presionando su pulgar contra su clítoris. Ella jadeo con fuerza al mismo tiempo que la dejaba sin aliento.
Recitaba su nombre una y otra vez, haciéndolo sonar como una oración sagrada, transformándolo en algo perfecto cuando la base de esto era el placer puro. Decidido se apartó de ella, escuchándola rechistar; estaba tan cerca de liberarse. El muchacho se inclinó hasta que pudo poner la barbilla sobre su hombro y susurrarle al oído:
—Eres la mujer más jodidamente hermosa que he visto en toda mi vida— susurró, mientras comenzaba a moverse dentro de ella, con estocadas fuertes, lentas.
Sus embates iban ganando velocidad, hasta que cada golpe hizo eco en la habitación. Cuanto más se adentraba en ella, mas húmeda se ponía, y más fuerce se volvía hasta que la visión se le tornaba borrosa y los sonidos suficientemente altos para ahogar sus gemidos. Podía sentir como Sasuke se deslizaba aún más, profundamente.
—Estoy cerca— clamó, sacando la voz a duras penas, tratando de aferrarse a la coherencia—. Estoy tan cerca, Sasuke…yo.
La mano que hace unos momentos había estado ocupada masajeando su clítoris se aferró a la parte superior de su cuello, las puntas de sus dedos presionando contra su frágil clavícula, usando su hombro como palanca para empujar hacia sus embestidas, más rápido y más fuerte.
Las paredes de Sakura comenzaron a latir a su alrededor. Poco a poco, las pulsaciones se construyeron, notando los violentos espasmos envolver su miembro. Las construcciones musculares le hicieron saber que había llegado al orgasmo. La pelirosa hizo una serie de ruidos guturales mientras el placer se extendía por cada extensión de su cuerpo. Era demasiado fácil permitir que su liberación tomara la suya también. Tuvo que cerrar los ojos ante la fuerza de la sensación. Cundo finalmente pasó, encontró sus piernas débiles en una forma desconocida, mas no inoportuna.
Alivio cuidadosamente la presión de su clítoris, retiró la mano y luego se apartó, haciéndola sentir raramente vacía. No pudo evitar arrastrar los dedos hacia adentro para palpar la húmeda liberación. Sakura temblaba mientras jugaba con sus pliegues, fascinada por la sensación de calor que nublaba su mente y el fuego que se desvanecía de sus huesos.
Cansados, recostaron sus cuerpos sobre el futón, tratando de asimilar las emociones, cada sensación y todo lo que un valiente discurso había desencadenado.
—Eso fue…increíble— recitó, rodando sobre su cuerpo, recargando su cabeza sobre una de sus manos, acariciando con ternura el abdomen descubierto del azabache. Su corazón latió rápidamente, pero esta vez no por la excitación, sino por la bella sonrisa trazada en los labios de Sasuke.
—Sí que lo fue— admitió. Indispuesto a alejarse de ella, pasó un brazo sobre su cabeza, colocando su mano sobre la espalda desnuda de la pelirosa, obligándola a apegarse a su cuerpo. Inhaló el aroma de su cabello. Necesitaba tenerla cerca, tanto como precisaba del aire.
—Si quieres tener sexo otra vez, vas a tener que esperar hasta mañana— murmuró, apoyando la mano sobre su torso. — Eres demasiado bueno para estoy, y aparentemente la fuerza de batalla y la resistencia no tienen relevancia para la fuerza y la resistencia sexuales— continuó.
Sasuke sonrió y presiono un beso sobre su coronilla, incapaz de contradecirla. Se sentía exhausto, agotado y listo para descansar.
—En ese caso, aguardare hasta mañana— susurró.
Continuará
Bueno… ¿Qué les pareció?, lo cierto es que nunca había escrito algo tan explícito, pero desde hace unos meses tenía la idea de plasmar una historia así.
El fic está totalmente ambientado en el mundo ninja, nada de AU y me gustaría advertir que los capítulos estarán plagados de mucho smut, pero bien estructurado, y con eso me refiero a que surgirá con el mismo argumento de la historia, son uno mismo.
Este fic será corto, creo que siete capítulos bastaran para completarlo. Llevó gran parte escrito e iré actualizando tan rápido como estén listos.
Sin nada más que decir, pueden dejarme en un bonito review que les ha parecido. Por el momento, yo me retiro. Estaré de vuelta pronto.
¡Saludos y un fuerte abrazo!
¡Nos leemos!
Shekb ma Shieraki anni