¡Hola a todos! Si, si, este es el capítulo final de este hermoso reto que intenté terminar en setiembre, pero los tiempos no se dieron. Así que a pesar de no haber calculado muy bien cuándo debía terminar, me siento muy feliz de poder acabarlo y que de alguna forma, este es el fic más largo que he escrito de SNK (?) No es un fic en toda la palabra, es un conjunto de relatos, pero igual me siento satisfecha conmigo misma.
Ante de pasar al capítulo, necesito agradecer a todas las personas que me han dejado un review ¿Saben? Los amo a todos y a cada uno de ustedes, también a los que le dan follow O favorite. Me hizo muy feliz poder ser leída y que quizás estas historias algo cursis, ridículas y hasta ilógicas hayan sido de su agrado, o por lo menos, les haya sacado una sonrisa y hecho pasar un tiempo agradable disfrutando de algún descansito de sus jornadas laborales y/o de estudiantes. Lo reitero ¡GRACIAS! ¡INFINITAS GRACIAS!
Este capítulo iba a ser publicado hace mucho, ha variado, por supuesto porque intenta insertarse en un canon futuro, pero cuando apareció el reto OTP, desistí de publicarlo independientemente, y decidí compilarlo aquí, al final y justamente con ese título porque involucra mucho significado. Nah, ni tanto, Kyo solo se hace la interesante xD En resumen ¡Ya estaba escrito! Pero me pasé horas leyéndolo una y otra vez sin sentir que tenía el tono deseado, hasta que corregí muchas cositas, pero creo que mantiene el lenguaje deseado.
No deseo escribir más en estas aburridas notas de autora porque puede ser cansado. Y sin más, hago las aclaraciones y aquí vamos ~
NOTA: Historia ambientada en el canon, un posible desenlace final. Los personajes no me pertencen, son de Hajime Isayama cofcofpapiriquicofcof. A diferencia de los otros OS, este puede ser considerado como la continuación del anterior que también estaba situado en el canon. Es a libre albedrío.
A leer ~
El mundo ya no le provocaba ningún interés. En absoluto. La humanidad era un concepto vano y vacuo, donde antes halló una razón para ponerse de pie cada día, ahora no encontraba nada. La realidad le resultaba desagradable, respirar era difícil y lo único que sus ojos miraban era desolación y destrucción. La muerte estaba en todos los rincones, especialmente entre sus brazos.
Jean llevaba arrodillado en la misma posición desde hace bastantes horas, estaba solo, herido físicamente y destruido por dentro. Muerto.
Casi tan muerto como el cadáver que acurrucaba entre sus brazos en un intento inane de brindarle calor a un cuerpo cada vez más frío.
No podía llorar, llevaba llorando desde la madrugada de ese día y sentía los ojos rojos, hinchados e incapaces de producir más lágrimas. Estaba totalmente seco como su alma, como su corazón, como todo su ser. Solo la sangre goteando de la herida de su abdomen le recordaba que el corazón en su pecho seguía bombeando vida a todo cuerpo.
No era una herida mortal, así lo suponía Jean. Al comienzo, cuando aún intentaba sobrevivir había tratado de vendarla torpemente para detener su hemorragia, solo fue necesaria la distracción de unos segundos para permitir que una bala lo hiriera de esa manera, fue patético. Era patético. Pero ahora, en esos momentos ya no le importaba que la venda no ayudara en nada ni que su sangre cayera al suelo lentamente.
Nada tenía valor. Nada importaba si Mikasa estaba muerta.
Abrazó más el cadáver de Mikasa contra su cuerpo, estaba rígida, fría, tan fría. Jean dejó de ver las ventanas rotas por donde se colaban algunos rayos de luz para volver a enfocarse en el cuerpo de la mujer de rasgos asiáticos.
Mikasa tenía los ojos cerrados, su expresión parecía relajada, pero Jean recordaba todo el dolor que sufrió por sus heridas. La expresión de dolor en esos ojos cuando vio a su atacante, era algo que Jean jamás olvidaría.
No lo entendía, no podía entenderlo, creía que era una pesadilla, que despertaría pronto y los vería a todos, a Marco, a Annie, a Berthtold, a Armin, a Reiner, a Connie, a Sasha, a Eren y a Mikasa. Todos, como los vio hace tantos años atrás que parecía una eternidad. Pero la realidad lo golpeaba y recordaba que tenía a la mujer que amaba muerta entre sus brazos y que el hombre que la mató no era otro que Eren Jaeger.
"La era de los titanes debe terminar, y con ellos, todo lo que haya involucrado ciencia titán".
Esas fueron las únicas palabras que dijo después de devorar a Armin, los ojos de Eren los miraron con frialdad, Jean fue incapaz de reconocer al Jaeger en ellos, en esas lagunas esmeralda no parecía haber alguna alma, solo un deseo de destruirlo todo. Mikasa había estado de su lado, había traicionado a la Legión para seguir tras de Eren y su alianza con Zeke, quizás por eso ella estuvo con la guardia baja, quizás por eso ella le dio la espalda a esos hombres mientras lloraba silenciosamente por el destino de su otro amigo de la infancia. Pero nada la preparó para el ataque del hombre a quién ella misma había protegido de todo y a quién amo como a nada en el mundo.
Aún tenía la imagen de Mikasa cayendo en su mente, de Eren mirándola como si se tratara de cualquier persona sin importancia a quien acababa de atravesar de una estocada usando los poderes del titán Warhammer. Jean se sintió en shock, apenas atinó a estirar su mano hacia ella, la voz se le fue, no pudo gritar, no pudo moverse, solo pudo quedarse como estatua mirándola caer, todos sus compañeros contuvieron la respiración al ver ser derribada al soldado que valía por cien.
No había sido una batalla, había sido una matanza. Habían perdido innumerables compañeros, al comandante Hange, habían sido aplastados por el poder superior del titán de Eren, de los revolucionarios que lo seguían y de la trampa tendida por Zeke Jaeger. Fueron asesinados como animales, pero aun así, en medio de ese caos, Jean solo pudo pensar en que Mikasa había sido herida.
No sabía del paradero de Eren, después de obtener el titán colosal y el femenino, Zeke y Eren desaparecieron en medio del caos dejado en la muralla Sina, solo había destrucción, muerte y un ataque inminente de Marley, cuyos barcos de guerra ya habían llegado a la costa, y cuyos miembros con poderes titanes estaban infiltrados entre ellos. Lo que quedaba de la Legión, se retiró. Jean sabía que él debió estar en la cabeza de esa retirada y que debía estar allí para pensar en qué hacer en esa situación tan crítica, pero fue incapaz. Cedió el mando a Connie, él era el último veterano. No había más.
Jean sabía que había fallado, que debía estar con ellos, que debía haber tomado las riendas de la Legión y guiarlos en la retirada. Hange lo había dicho, su responsabilidad eran sus hombres, sus compañeros, pero no pudo. No pudo seguir de pie mientras Mikasa Ackerman agonizaba frente a sus ojos.
Se quedó allí, entre las ruinas de ese edifico donde los últimos miembros de la Legión se escondieron esperando sus instrucciones. Esperaron por sus órdenes, por su fuerza, pero solo vieron a un hombre romperse en pedazos al ver como la vida abandonaba el cuerpo de la Ackerman, la mujer que los había traicionado. No pudo soltarla, no pudo, sus brazos se negaban a dejar el cadáver, sus lágrimas lo cegaron y un dolor más punzante, más penetrante que cualquiera sufrido lo envolvió, lo consumió.
Ni siquiera el golpe de Connie lo sacó del letargo. Jean había decidido no dejar a Mikasa y ni el sabor metálico de su propia sangre lo devolvió a una realidad que ya no le interesaba. Dio las últimas órdenes, les pidió sobrevivir, debían encontrar al capitán Levi y a Hange, si estaban vivos, existía una posibilidad.
Los escuchó irse sabiendo que debía estar con ellos, que debía soltar un cadáver inútil y dirigir a los sobrevivientes de la infructuosa batalla. Había visto innumerables muertos, innumerables cadáveres, cuerpos mutilados, había presenciado cómo eran calcinados sus compañeros de la tropa 104 y cómo los huesos de Marco ardían en la hoguera que acababa con todo rastro de él.
Entonces ¿Por qué la muerte de una sola mujer lo acababa de matar por dentro? ¿Por qué sentía que no tenía sentido pararse y buscar una forma de sobrevivir? ¿Por qué dejarla, soltarla se le hacía tan difícil como seguir respirando en esos momentos? ¿Por qué no quería vivir en un mundo sin ella?
Jean sonrió tristemente para Mikasa, alzó su mano ensangrentada y acarició la fría piel de la mujer, la palidez mortuoria la había invadido por completo, pero ante los ojos del idiota enamorado de Jean Kirstein, ella seguía tan radiante como la primera vez que la vio y se armó de valor para decirle un cumplido.
¿Qué pretendes, Kirstein?
La poca cordura que le quedaba golpeaba sus pensamientos con preguntas sin respuesta. No pretendía nada, ni siquiera morir, ya estaba muerto. Solo quería quedarse con Mikasa, mantenerla entre sus brazos y esperar, esperar por nada ni nadie, esperar a que el tiempo pasara y que el cuerpo entre sus brazos se volviera polvo. Y él también.
Acurrucó el cuerpo de Mikasa contra él, escondiendo el rostro de ella en su pecho y él posando con delicadeza su mentón en la cabeza de la mujer. Cerró los ojos y comenzó a balancearse lentamente de adelante hacia atrás, como si estuviera en una mecedora, como si tratara de consolar a la muerta tal y como lo consolaba a él su madre durante la infancia cuando se caía o era molestado por niños mayores.
Jean sabía que estaba mal, que era grotesco y que probablemente había caído en las garras de la demencia, pero ¿Acaso algo importaba? ¿Acaso algo mantenía importancia en esos momentos? No, nada. Aferrarse a un muerto era enfermo, pero lo era más consolarse a sí mismo, conformándose con abrazarla de esa forma sabiendo que en vida ella jamás le correspondió.
Mikasa amó a Eren hasta la muerte y Jean lo respetaba.
Pero ese amor no impidió nunca que sus sentimientos crecieran día tras día. Que deseara de forma fervorosa que ella fuera feliz, que por encima de toda esa miseria algo le diera felicidad, así fuera fugaz.
- Hay cosas que no están destinadas a ser ¿cierto, Mikasa?
¿Por qué le hablaba? ¿Por qué?
- Ni tus sentimientos por Eren, ni mi amor por ti. En esta vida… en esta realidad, las historias de amor no acaban bien… - murmuró, como si temiera que su voz pudiera despertar a Mikasa, a una muerta Mikasa.
Escuchar su voz fue extraño, llevaba consumido en un sepulcral silencio desde que sus compañeros se fueron, quedó solo con su llanto y con una muerta que con el tiempo comenzaría a descomponerse. Eso no estaba bien, debía huir, salir de allí, buscar la manera de regresar a la costa, pensar en un modo de rescatar a Hange, de efectuar el último plan de Armin, debía buscar a Levi y rogar porque no hubiera sido asesinado como Mikasa ¡Debía servir como comandante! ¡Debía hacerlo!
¿Cuánto tiempo pretendía seguir con esa pantomima? Mikasa y él solo habían sido compañeros, incluso la palabra "amigos" sonaba grande. No habían sido nada de las cosas que a veces invadieron la cabeza idiota de Jean, no se habían tomado de la mano, no se habían besado, no había lazo entre ellos. Nada.
Mikasa dedicó su vida a amar a Eren, a seguirlo, cuidarlo y ser su sombra. Jean fue testigo de ello, sufrió, sintió celos y deseó más de una vez golpear al estúpido suicida Jaeger por sus actitudes hacia ella, supo que no había esperanzas desde siempre, pero entonces ¿Por qué estaba tan roto?
- Eras lo único que siempre quise realmente – se respondió, la alejó de su pecho y la vio más lejos que nunca, más imposible – nunca lo intenté, nunca me esforcé como debí. Si yo…
No era momento de pensar en posibilidades que pudieron ocurrir, pero que no fueron, no era momento para nada. No podía irse, no quería ponerse de pie porque afuera solo había destrucción y muerte. Ser parte de una guerra nunca fue su verdadero deseo, ahora menos, ya nada lo esperaba, ya no había nada que proteger si ella estaba muerta. Todo había perdido valor y la única cosa que esperaba era poder mantenerse cuerdo un poco más de tiempo para velar por el cadáver de Mikasa, solo un poco más.
No, Kirstein, no estás cuerdo. Acabas de caer en la demencia. En la patética demencia.
Jean dejó de escuchar a su consciencia, retomó su abrazo enfermizo hacia el cadáver y cerró los ojos. Se imaginó en casa, cuando era un niño de mejillas regordetas que corría hacia su madre a la espera de la cena, se imaginó de adolescente, cuando vio por primera vez a la mujer más bella del mundo, se imaginó dibujándola, las largas horas que pasó dibujándola en uno de sus cuadernillos, el miedo de que alguien más aparte de Marco se enterara fue tan real que creyó que al abrir los ojos lo vería.
Pero no ocurrió, no estaba la cara pecosa de su amigo, él estaba muerto desde hace mucho. Jean seguía solo en ese edificio en ruinas con el cuerpo de Mikasa entre sus brazos.
No la soltó, Jean se mantuvo junto a ese cadáver, sintiéndose cada vez más débil por la pérdida de su propia sangre, y ansiando el momento en que dejara de sentir ese hormigueo recorrer sus extremidades. Acunó nuevamente el cuerpo contra sí mismo, la sangre de Mikasa estaba impregnada en el uniforme de ambos, Jean llevó su mano hacia la puñalada en el estómago que la mató, recordaba que mantuvo su mano allí cuando aún había vida en Mikasa, presionó todo lo que pudo en un intento inútil de contener la hemorragia, pero la sangre se escurría entre sus dedos, así como la vida de la última Ackerman mujer.
Aun cuando ahora era menos útil, Jean volvió a hacer presión mientras cerraba los ojos y trataba de olvidar la última imagen de Mikasa con esos ojos grises abiertos llenos de horror al ver quién fue su atacante.
Fue el sonido de pisadas que cada vez se hacían más audibles lo que lo obligó a salir de su letargo. No estaba sorprendido, sabía que en algún momento alguien buscaría en los edificios por víctimas. Ya sea amigo o enemigo.
Cuando la puerta vieja que había tratado de ser cerrada por Connie fue tirada al suelo, Jean supo que su deseo de volverse polvo sería imposible. El primero en entrar fue Zeke Jaeger, con su típica expresión indescifrable y caminar lento, detrás estaba Eren, con el mismo semblante desconocido para Jean. Ese era un bastardo que Kirstein no podía reconocer como el mocoso suicida de antaño.
Ese hombre no era Eren Jaeger.
Él se detuvo, lo miró fijamente por unos segundos antes de hacer ademán de acercarse pero fue detenido por Zeke.
- Espera. No está solo, tiene a alguien entre sus brazos.
- Mira bien, Zeke – la voz de Eren era gélida y cortante como una daga afilada – Es el cuerpo de la Ackerman que tenía su ligue conmigo. No se trata del otro Ackerman.
La expresión del hombre se relajó, Jean sintió por un momento que podría echarse a reír al ver esa mueca de alivio ridícula.
- Me pregunto qué debemos hacer.
Los ojos de Eren se volvieron hacia él, Jean sintió hervir su sangre, estaba frente al asesino de Mikasa, frente a un hombre que no era Eren. Jean se negaba a reconocer a ese sujeto como Eren ¡Eren jamás hubiera asesinado a Mikasa ni a Armin! Ese hombre que lo miraba con los ojos verdes del Jaeger no podía ser él, era una cáscara vacía de quien era verdaderamente el bastardo suicida que soñaba con liberar al mundo del flagelo titán. Era un títere de ese otro hombre que traicionó a Paradis y a Marley.
El silencio era pesado, la tensión era palpable. Jean se decidió bajar su mirada y regresarla al cuerpo muerto de Mikasa, no le interesaba lo que pudieran hacerle, no le importaban la muerte que quisiera darle, lo único que rondaba en su mente era que lo separarían del cuerpo muerto de la mujer que más había amado en el mundo.
- Es una cabeza de Paradis, debe ser eliminado. – los ojos azules de Zeke brillaban. - Pero antes…
- El cuerpo. Dame el cadáver de…
Esa última frase bastó para que volviera a alzar la cara y plantarla frente al hombre que había comenzado a dar unos pasos. Aferró el cuerpo muerto con fiereza contra su pecho, como si fuera lo más valioso que alguna vez haya tenido y algo debió transmitir su mirada porque Eren retrocedió un paso instintivamente.
Los ojos de Jean mostraban ira, dolor y un naciente deseo de levantarse a luchar, Zeke se sorprendió, no creyó que ese hombre muerto por dentro fuera capaz de intentar algo ante la sola mención de arrancarle ese cuerpo de entre sus brazos.
- Aléjense de ella.
- Eres un sentenciado a muerte y ella…
- ¿Para qué la quieren? – interrumpió al hombre que lo miraba con los ojos de Eren, no le importaba su situación, no le importaba nada pero no podía permitir que se la llevaran ¡No podía!
Zeke, que se había mantenido en su misma posición, lanzó un suspiro antes de pedirle a Eren que se detuviera.
- Normalmente, los cuerpos de los enemigos caídos no me son importantes, pero este caso es diferente… - el hombre que antes fue Eren Jaeger se sobó la nuca con suavidad, como si estuviera restándole importancia a la situación y a lo que decía.
- Es una abominación, un producto de la ciencia titán que nunca debió existir, un error de Ymir Fritz y de mi estirpe, un Ackerman. Debo eliminar completamente todo rastro de su existencia.
¿Nunca debió existir? Ese hombre acababa de decir que Mikasa nunca debía haber existido y Jean sintió como si lo hubieran golpeado hasta hacerlo escupir un diente. En esos momentos, Mikasa estaba muerta y rígida entre sus brazos y Kirstein creía que no tenía razón para seguir respirando. Había debatido las innumerables razones que tenía para levantarse y seguir, pero ninguna era lo suficientemente fuerte como para alejarlo de su autoimpuesta responsabilidad de velar por un cuerpo muerto.
El mundo había perdido su importancia desde que la mujer que nunca le correspondió dejó de existir, y ahora, ese traidor lo miraba con sus penetrantes ojos azules y le decía algo que era indigerible para él ¿Cómo podía imaginar un mundo donde Mikasa nunca hubiera existido? ¿Acaso eso era posible? ¿Acaso eso sería vida? Jean sabía que si sus caminos no se hubieran cruzado, que si nunca la hubiera visto, él sería un idiota cobarde con un puesto dentro de la patética Policía militar, viviendo la vida cómoda, simple y segura que siempre soñó. Eren hubiera muerto joven, muy joven; la Legión hubiera sido aniquilada si ningún Ackerman hubiera pisado Paradis, y nunca se hubiera sabido la verdad cruel que los rodeaba.
Si Mikasa nunca hubiera existido, simplemente el mundo solo sería cruel y no tendría nada de hermoso.
- ¿Cómo puedes decir eso tan tranquilamente? – Jean sintió la ira reprimida de hace años subir desde su estómago - ¡¿Cómo puedes decir que ella no debió existir? ¡¿Cómo puedes decirle eso a alguien y sentirte bien contigo mismo?!
- Ella está muerta, solo tú me puedes escuchar – Zeke no se inmutó – debemos terminar con esto…
- Si, debemos terminar con esto…
Jean apretó el cuerpo de Mikasa con más fuerza contra su pecho, no dejaría que se la llevaran, no podía permitir que fuera tragada por el titán de ellos, no podía imaginarse un final así para ella, no lo merecía. Mikasa debía descansar en paz después de todo el infierno vivido, no merecía ese ensañamiento con su cadáver.
Pero no podía hacer nada, lo matarían, sería asesinado primero y después no quedaría nada de él que pudiera velar por el descanso eterno de la Ackerman, nadie llegaría a defenderlos. Paradis estaba acabada, si no era ahora, igual moriría cuando Eren desatara el Retumbar de la tierra, el futuro era oscuro y simple, solo había muerte en él.
- Mikasa estaba enamorada de Eren, y aun así ¿Por qué hiciste eso? – Jean alzó su rostro y se encontró con el Jaeger menor que se detuvo al escucharlo – No sé quién eres o por qué tienes el control de Eren, pero ¿Por qué tuviste que hacerlo? ¿Por qué? Ella te era fiel, nos traicionó, asesinó a mis compañeros por ti, manchó sus manos con la sangre de sus camaradas y capturó a Armin ¿Por qué pagarle así?
- Porque era inevitable.
Jean lanzó una risa quebrada, sintió ganas de levantarse y darle un golpe a ese hombre, quería desquitar todo su dolor, toda su rabia contra él, necesitaba sacar de su muerta alma lo último que quedaba de sentimientos vivos. Quería una respuesta, quería una maldita y lógica respuesta para ese asesinato sin sentido, pero solo obtuvo esa estupidez, inevitable.
- ¿Fue inevitable que te adueñaras de Eren Jaeger?
- Era inevitable que un Ackerman muriera cuando su ligue lo decidiera. – fue Zeke quien habló – Fueron creados para eso, no era amor, era simplemente su naturaleza. Un lazo que solo debió pertenecerle a la sangre real, Paradis incluso degeneró eso.
- Tu nombre es Jean, hagamos esto rápido. – Eren estiró su mano hacia él – Dame el cadáver.
- Necesitas arrancarme las manos primero. – Jean se sorprendió al sentir nuevamente lágrimas caer por sus mejillas, quizás no estaba tan seco.
La mirada de Eren cambió de ese frío verde sin vida, por un segundo, Jean juró que volvió a ver unos ojos llenos de sufrimiento, de miedo y de terror ante lo que estaba haciendo, el Jaeger menor llevó una de sus manos hacia su rostro mientras cerraba los ojos con fuerza, como si sintiera dolor.
- ¿Eren? – Jean pronunció bajito.
- No va a volver. – Zeke avanzó lento hacia él – Son muchas memorias en una mente frágil, existen muchas voluntades luchando en su interior, pero siempre hay una que sobresale del resto, cierto búho que intenta escapar de su encierro.
No podía pedirle que luchara a un hombre que luchó toda su vida contra el mundo, Jean se sentía cansado, y sabía que Eren, en el interior de esa amalgama de memorias, debía de estar igual de agotado de girar en contra de ese mundo. Quizás ese también era su deseo, que todo desapareciera para que él por fin, pudiera lograr la paz consigo mismo, con su propia muerte y expiación de sus pecados.
Eren Jaeger siempre quiso ser libre. Y la única libertad verdadera era la muerte, un descanso eterno.
Un deseo tan egoísta, Jean también lo era, y por eso comprendió. No tenía fuerzas para luchar contra dos titanes cambiantes, no tenía fuerzas para huir con un cuerpo inerte en brazos y tampoco tenía fuerzas para pensar en algún plan que lo sacara de esa sentencia de muerte inminente.
No, tampoco quería sobrevivir. Jean esperaba internamente eso, morir. Si moría, y existía un dios, esperaba que recibiera a Mikasa y que le permitiera a él verla por última vez ¿Habrían tenido pensamientos así los anteriores comandantes de la Legión? Supo por boca de Hange que Erwin sacrificó todo, hasta una vida con su amada por el bien de la Legión y de sus propios sueños. Hange sacrificó su poca humanidad tratando de arreglar fracturas y grietas heredadas de guerras pasadas entre erdianos y el mundo.
Armin sacrificó su vida por la Legión. Considerando todo eso, Jean se sentía patético, él no pudo dejar a Mikasa, él no pudo atacarla; hasta el último instante, intentó convencerla de bajar sus armas, trató de detenerla, de atraparla. Recibió cortes, golpes y una bala de Floch, pero solo sintió el verdadero y desgarrador dolor cuando la vio ser apuñalada por la espalda por el hombre que ella juró proteger y amar eternamente.
Jean no sacrificó a Mikasa, y eso quizás fue el error de la Legión y su caída. Él no merecía sobrevivir, solo expiar la sangre de su pecado con su propia vida, y hundirse en esa oscuridad mortuoria con esa mujer de rasgos asiáticos.
La abrazó con más fuerza y derramó nuevamente más lágrimas sobre ella, comenzó a susurrarle que ese hombre no era Eren, que él no la había matado, que el verdadero Eren estaba perdido en sí mismo, en esa vorágine de voluntades que lo enredaban y enloquecían. Jean rogó que Mikasa pudiera escucharlo para que descansara en paz, eso la aliviaría, saber que Eren no levantó su mano contra ella.
Eso la haría feliz.
- En verdad, es interesante. – Zeke acomodó sus lentes. – La desesperación de un hombre no por morir, sino por ser separado de una mujer. La humanidad es tan curiosa.
El hombre joven alzó su rostro, se encontró con el indescifrable rostro de Zeke Jaeger que lo miraba como quien observa el comportamiento de algún animal exótico. Eso lo asqueó.
- No hagan eso con su cadáver. – Jean mordió su lengua con fuerza al escucharse suplicar – Por favor, no la profanen.
- ¿Qué sugieres?
- Entiérrenla, nadie la encontrará. Después de todo, nadie quedará vivo cuando la tierra retumbe ¿no? – Jean volvió a lanzar una risa desesperada – Entiérrenla. Por favor.
- ¿Y qué debería hacer contigo? – Zeke parecía entretenido. Jean deseó con todas sus fuerzas que el capitán Levi no estuviera muerto, desearía que esa cara volviera a mostrar terror ante tan pequeña presencia.
- No importa lo que pase con mi cuerpo. – Kirstein soltó levemente el cadáver de Mikasa – Eren.
El Jaeger menor abrió los ojos y lo miró. Eran los mismos gélidos ojos esmeraldas.
- Llévala donde descansan sus padres. Por favor, ayúdala a descansar donde fue feliz, verdaderamente feliz.
Los ojos esmeraldas fríos lo miraron silenciosamente, Jean vio su reflejo desesperado en ellos. La mirada muerta del hombre joven no parecía darle una buena señal, en esos ojos no encontraba a Eren, solo un aterrador vacío que por momentos se teñía de ira absoluta y por otros, de tristeza infinita. Sentimientos que parecían girar dentro de él y pelear por salir a flote una vez más hacia la realidad. Voluntades desconocidas que luchaban por manifestarse.
Finalmente una lo hizo.
Eren retomó una mirada triste, lo vio estirar su mano hacia él y como esos ojos se entrecerraban levemente y los labios se retorcían en un gesto que se asemejaba al sufrimiento.
- Recuerdo dónde enterré a sus padres. – Eren cerró su mano en un puño. – Zeke, aún existe otro Ackerman, el cuerpo de ella puede perecer en una tumba, permitiré eso.
Zeke Jaeger no respondió, los ojos azules gélidos miraron por un instante al hombre que tenía la apariencia de Eren, hubo algo en esos ojos analíticos que le dio la impresión a Jean de que Zeke era perfectamente consciente de quién le estaba halando en esos momentos. Y le molestaba, esa voluntad le molestaba.
- ¿Y él? ¿Serás misericordioso también con el otro amigo de tu hijo?
Eren no movió ni un músculo, parecía escanear con la mirada a Jean. Tomó varios minutos antes de que volviera a cerrar los ojos y lanzara un suspiro pesado.
- Es inevitable.
Jean sintió como si muchas personas hubieran dicho a coro esa frase. La mirada esmeralda volvió a perder algún rastro de emoción humana y solo quedó su reflejo, el patético reflejo de un hombre condenado inevitablemente a muerte.
- Tampoco pedí misericordia. – Kirstein acarició por última vez el rostro de Mikasa – Lo que dijiste ¿Puedo contar con eso? Por favor, solo respeta mi petición. Eren, por favor.
Eren Jaeger y las innumerables voluntades dentro de él, asintieron levemente. Lo vio alzar su mano y llevarla a su propia boca. Entonces, Jean entendió que había llegado la hora de dejar ese mundo.
Alzó su mano en un intento de que entendiera que esperara solo un momento. Jean bajó con toda la delicadeza posible el cuerpo de Mikasa, la depositó en el frío suelo con suavidad, mientras sus manos acomodaban esa bella cabellera oscura que siempre amó. Delineó la fría piel sin vida con las yemas de sus dedos, tratando de tatuar en su memoria ese rostro, aún después de muerto quería poder recordarla. Aún después de muerto debía seguir amándola.
Mikasa estaba muerta y él lo estaría dentro de poco. Pero eso no importaba, lo único que existía en sus últimos instantes era ella y todo lo que no pudo ser, Jean depositó un suave beso en la frente de la mujer. Tan fría, tan gélida. Y dijo el primer y último "Te amo", que alguna vez se permitió sacar de su pecho.
Había fallado en su intento de velar por su cadáver eternamente, pero por lo menos había conseguido que se uniera a sus padres. Por extraño que sonara, confiaba en esa voluntad dentro de Eren que le prometió hacerlo.
Se levantó silencioso y caminó hacia Eren con lentitud, el dolor de su costado era punzante, y la sangre continuaba goteando tiñendo de carmín su desgastado uniforme. Jean se plantó frente su antiguo compañero de tropa. Sintió un pequeño deja vú. Hace muchos años atrás, plantado frente a ese idiota, ambos se agarraron a golpes mientras sus compañeros los alentaban; y Mikasa y Armin los veían sin intención de intervenir. Quiso reír al recordarlo, pero no podía, ese encuentro no acabaría con un capitán Levi interviniendo y noqueando a ambos, no. Este encuentro terminaría con Jean muerto.
- No eres el salvador, Eren o quién seas. El mundo podrá destruirse, pero ¿Es eso lo que deseas? – Jean calló un instante, recordó las masacres, la sangre que llevaba en sus manos y el horror reflejado en los ojos de sus enemigos, humanos como él, como todos – Voy a morir porque quizás es inevitable, pero luché, Eren, te juro que luché. Ella ya no está y pronto nada va a quedar ¿cierto? Pero tú, Eren, tú vas a luchar por siempre, tu alma solo descansará con tu propia extinción.
Escuchó a Zeke lanzar un suspiro largo.
- Verdaderamente, la humanidad es interesante.
No pudo responder, Eren mordió su mano y Jean sintió como el calor de la transformación golpeaba su rostro y la luz cegadora lo obligaba a cerrar los ojos. Entonces, sintió desesperación. Las lágrimas comenzaron a escurrir por sus mejillas y como si se tratara de una película vieja, esas que Hange les enseñó emocionado una vez en el cuartel general, donde las fotografías se movían lentamente como si estuvieran vivas. Jean vio su vida transcurrir en sus memorias.
Vio a la madre a la que nunca volvería a ver, vio a su viejo padre cuando aún vivía, vio a esos amigos idiotas de Trost, vio a los reclutas, a sus compañeros. La sonrisa sincera de Marco, la risa escandalosa de Sasha y Connie hizo eco en sus oídos, Eren con su estúpido orgullo hizo aparición, y ella, la vio a ella.
Jean abrió los ojos sorprendido, vio los ojos del titán atacante brillar como carbón al rojo vivo en los ojos de Eren, él hizo un movimiento con una de sus manos y Kirstein sintió como su pecho era atravesado por algo que salió del suelo.
La sangre ahogó su boca, pero aun así esbozó una sonrisa idiota. En su mente borrosa y consumida por la desesperación de la muerte, la volvió a ver, cuando ella vivía, cuando pasó por primera vez a su lado con ese bello cabello oscuro bailando en su espalda.
- Mikasa…
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Después de muchos años, cuando la humanidad fue golpeada por el devastador poder del retumbar de la tierra, y el mundo se arrodilló rogándole misericordia y clemencia a cualquier dios existente. Los pocos sobrevivientes se levantaron de entre los muertos y reconstruyeron su vida.
La historia fue contada, transmitida de sobreviviente a sobreviviente, por generaciones para que la nueva humanidad no olvidara cuando la ira de dios golpeó ese mundo y todo su odio fue reencarnado en un hombre que deseó consumirlo todo, y en otro que solo observó expectante el reinicio de la existencia humana.
Entre las historias transmitidas, jamás se dejó de contar el curioso descubrimiento de algunos pobres diablos que buscaban alguna riqueza en medio de la hecatombe.
Era una tumba alejada de lo que fue el centro de la devastación de la conocida Paradis que realmente fue un averno. Era una tumba donde dos cuerpos reposaban aferrados a pesar de ser solo huesos y ropa. El cuerpo más grande sujetaba fuertemente al más pequeño, acurrucándolo contra su pecho.
Muchos creían que esa era solo una pose que debió haberla hecho quien los depositó juntos, pero había algo en las manos del cuerpo más grande que daba la impresión de que cuando fue depositado allí, con los últimos segundos de vida, consiguió abrazar al otro cadáver.
Jamás se preguntó quiénes podían ser, jamás se buscó nombre o datos que los identificaran. Solo se hizo lo que debía hacerse y lo que el dios benevolente que les dio una segunda oportunidad, seguro quiso: volver a cubrirlos y respetar ese descanso eterno.
Si ni la muerte había logrado romper esa conexión eterna, los vivos no merecían hacerlo.
A veces la muerte podía quedar reducida a la nada ante una voluntad férrea de no soltar nunca a tu ser amado. A veces un deseo egoísta podía ser más fuerte que el tiempo, que la vida, incluso, que dios mismo.
A veces los sentimientos puros lograban doblegar al mismo fatídico destino.
¡GRACIAS POR LEER, EN VERDAD, GRACIAAAAAS!
Y acá acabamos, fue un bello reto, fue divertido y lo disfruté mucho. Siento que me ha ayudado mucho para regresar la poquita confianza necesaria para publicar algo y no sentir inevitablemente el deseo de eliminarlo por la vergüenza o por temer algún comentario negativo. Me he re enamorado de Jean y Mikas,a son bellos juntos, son perfectos juntos y a pesar de mi perspectiva trágica de la pareja en el canon, jamás dejaré de imaginar también un futuro paralelo donde el mundo les permita estar juntos.
Y ya, estamos oficialmente 10/10 y a ver qué se me ocurre más adelante para seguir llenando el mundo de JeanKasa. Quizás publique esto en Wattpad xD Tengo curiosidad por esa plataforma, y también terror de morir ignorada, pero quizás es hora de dominar los miedos (?)
Y listo, sin más, espero leernos prontito en algún otro fic mío. Fin.
Kyo.