Disclaimer: Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling.
Aviso: Este fic es un regalo para mi amada OTP MrsDarfoy, que hoy se hace un añito más vieja.
Darfoy, es el segundo cumpleaños que celebramos juntas, y espero que nos queden aún muchos, muchos más. Sabes que te adoro con toda mi alma porque siempre estás ahí, a un simple Whatsapp de distancia, contándome tu vida y haciéndome feliz con un mensajito. Muchas gracias por todo el tiempo que me dedicas y por ser tan absolutamente genial, de verdad. Mi vida es mejor gracias a ti.
¡Feliz cumpleaños! Espero que te guste :)
DOS CARAS
I. La mentira
La poción tenía pinta de ser asquerosa. Era una mezcla entre rojo oscuro, marrón y verde musgo, y además de ella salían unos vapores nada tentadores.
—¿Seguro que está bien hecha? —preguntó, mirándola dubitativo.
—Draco, por enésima vez —respondió su madre, repartiendo la poción en una serie de botellitas numeradas—, no soy Severus, pero tampoco una completa inútil.
—No he dicho que lo fueras, solo... —Tragó saliva y se encogió de hombros—. No sé, no tiene muy buena pinta.
—Te vas a transformar en otra persona, querido, es normal que tenga mal aspecto. —Draco apretó los labios para no comentar nada, como lo horrible que era el plan y lo mal que iba a salir—. Bueno, esto ya está. Gracias al vino que he diluido, los efectos de cada dosis duran doce horas, así que acuérdate de tomarla regularmente, incluso de noche, para que nadie se dé cuenta.
—Sí, madre —murmuró él con los ojos bajos, cogiendo una de las botellitas y observándola con temor.
Notó una mano en el hombro y alzó la vista para encontrarla con la de Narcissa Malfoy, que lo miraba con los ojos tristes y el rostro pálido.
—Eres muy valiente, hijo mío —dijo, con la voz entrecortada—. Te quiero mucho y estoy muy orgullosa de ti. Adelante.
Sin una palabra más, Draco se bebió de un trago el brebaje y dejó de ser Draco Malfoy.
A partir de ahora, sería Ronald Weasley.
Draco se sentía un extraño en su propio cuerpo. Era su cuerpo, pero al mismo tiempo no lo era.
Weasley era un poco más alto que él, desgarbado y de andares vulgares; el pelo lo tenía más largo y no dejaba de apartárselo de los ojos; y las manos eran ásperas y delgadas, llenas de callos. No estaba nada cómodo en ese cuerpo y se le notaba.
—Muy bien —murmuró, odiando su nuevo tono de voz. Afianzó la bolsa sobre su hombro y agarró con fuerza su varita, que había tirado, estropeado y manchado para que no llamara la atención. Sabía que Weasley era torpe y descuidado con sus cosas—. Allá voy.
Cogió el tazón roto que le haría de Traslador y solo le dio tiempo a suspirar una vez antes de que el mundo empezara a dar vueltas y aterrizara en un vulgar jardincillo, oculto entre dos árboles.
—Recuerda —musitó, intentando darse ánimos—: consigue toda la información necesaria sobre qué necesita Potter para matarlo. Si tu tapadera es descubierta, lárgate como puedas. Intenta no morir.
Acto seguido, empezó a caminar lentamente hacia la casita que se veía al fondo, cuidando cada paso y encorvando un poco la espalda, intentando imitar la forma de andar de Weasley.
—¡Ron! —chilló una voz muy conocida y levantó la vista para ver, cómo no, a Granger, que corría a toda velocidad hacia él con una sonrisa enorme en la cara.
Le saltó encima, abrazándolo con fueza. Él tuvo la suficiente presencia de ánimo como para devolverle el abrazo, sintiéndose completamente fuera de lugar pero deseando que no se le notara.
—¡Has vuelto! —exclamó ella, hundiendo la cabeza en su pecho y sin dejar de abrazarlo—. Estábamos tan preocupados... Pero ven, corre. ¿Tienes hambre? ¿Estás herido?
Le agarró la mano y empezó a tirar de él hacia la casa, llena de energía y vitalidad, hablando sin parar.
Draco se dejó arrastrar, demasiado aturdido como para imponer resistencia y sin poder creerse su suerte. ¿Qué mierda de seguridad era esa? ¿Iban a acogerlo sin más, fiándose solo de su aspecto?
—Qué lento vas —se quejó ella, aún sonriendo, y tiró con más fuerza—. Vamos, vamos, vamos.
—Estoy cansado —le dijo con una sonrisa de disculpa—. Pero adelántate tú si quieres. Lo bueno se hace esperar —añadió con un guiño, intentando comportarse como Weasley pero sin poder resistirse a añadir algo de su propia cosecha.
Ella puso los ojos en blanco sin dejar de sonreír y echó a correr de nuevo hacia la casa.
Draco le miró el culo descaradamente durante todo el camino, intentando que ella no se diera cuenta.
Acababa de encontrarle una cosa buena a esa misión de mierda que tenía.
A Granger, se dio cuenta enseguida, le gustaba tocarle.
No sabía si era porque ella y Weasley estaban liados y como nunca estaban solos tenía que contentarse con pequeños toques o porque lo había echado de menos, pero en los dos días que había pasado en la casita la tenía siempre encima: se sentaba en su regazo de imprevisto, le tocaba el brazo, el hombro, la rodilla, le daba besos en la mejilla, se pegaba a él en todas partes, le pasaba la mano por el pelo... Casi tenía miedo de irse a dormir y despertarse con Granger a su lado en la cama.
Considerando la cantidad de tiempo que pasaba con ella últimamente, su misión estaba yendo bastante bien. Nadie había notado nada raro, y dio gracias a Merlín por la ausencia de los Weasleys y Potter de la casita. De estar ellos, lo habrían descubierto en el minuto uno, estaba seguro.
Sin embargo, su tía Andrómeda –«No es tu tía, imbécil, ahora eres Weasley»– no parecía muy contenta con su presencia. Supuso que se debía a que, con él, ahora eran ocho y estaban bastante apretados y, como él, odiaba la falta de intimidad que eso ofrecía.
—Ron —dijo de repente Granger, levantando la vista de su libro e inclinándose hacia él desde su asiento y bajando el tono de voz—. ¿Dormirás conmigo esta noche?
Draco tuvo un breve ataque de pánico: ¿qué se suponía que tenía que contestar a eso? Si Weasley tuviera dos dedos de frente, contestaría que sí; pero como no los tenía (y Draco sabía que no los tenía) no sabía qué contestar sin delatarse.
—Eh... —Se pasó una mano por el pelo, imitando un gesto que había visto muchas veces en él cuando no sabía qué decir—. Yo... Pues...
Ella le sonrió, cariñosa, y se levantó para sentarse en su regazo. Draco anticipó el movimiento, viendo casi a cámara lenta cómo ella descendía y se sentaba, poniendo sus piernas perpendiculares a las suyas e inclinándose hacia él desde esa extraña intimidad que había creado.
—No te preocupes por los demás: se van todos a la reunión de la Orden después de cenar. Solo quedaremos tú y yo para guardar la casa, y te he echado de menos —le murmuró en el oído.
No sabía qué hacer con las manos y no sabía quién era esa Granger, tentadora y cálida, nada que ver con la gritona insoportable que él conocía. Tragó saliva.
—¿Qué piensas? —insistió ella, mirándolo con los ojos muy abiertos, la esperanza pintada en ellos.
Mierda, mierda, mierda, mierda. Acostarse con Granger no entraba en sus planes y esto le estaba descolocando todos los esquemas.
—Si tú quieres... —dijo al final, con la voz demasiado ronca como para simular que no le había afectado su proximidad.
—Fantástico. —Ella le lanzó una sonrisa deslumbrante y le rozó la mejilla con los labios, apenas una breve caricia, antes de levantarse—. Voy a ver si Andrómeda necesita ayuda.
Y se marchó, meneando ese estupendo culo que tenía y dejándolo atontado, descolocado y, por qué no decirlo, un poco asustado.
¿Quién era esa Granger?
Afortunadamente –o no, aún no acababa de decidirse–, Granger era una bruja de palabra y para ella, dormir significaba exactamente eso, dormir.
Cuando Draco, tras beber la poción y armarse de valor, acudió a su cuarto, esperaba –quizá– encontrársela medio desnuda. No esperaba encontrársela vestida con una camiseta vieja y un pantalón holgado, sentada al estilo indio sobre la cama y leyendo un tratado de Runas Antiguas.
Bueno, al menos estaba en la cama. Pero no parecía que estuviera por la labor, precisamente. ¿Entonces para qué lo había llamado?
—Ehmm... ¿Hermione? —preguntó desde el marco de la puerta, notando su nombre pastoso y extraño en la boca—. Si quieres me voy y vuelvo en otro momento...
—Oh, no, no —respondió ella, levantando la mirada y dedicándole una sonrisa luminosa—. Ven, siéntate aquí.
Él se acercó, dubitativo, mientras ella recogía el libro y le hacía sitio en la cama.
—Pero siéntate, hombre —insistió, tirando de su brazo hacia abajo—. Que no muerdo.
Él se sentó a su lado, rígido e incómodo. Ni él ni su madre habían contado con que, además de fingir, infiltrarse, pasar desapercibido y conseguir información, tuviera además que realizar otro tipo de tareas. Pensándolo ahora, se daba cuenta de que esto tendrían que haberlo previsto.
¿Y si lo besaba? No tenía ni idea de qué haría Weasley –y, la verdad, tampoco es que quisiera saberlo—.
—Estás muy tenso —informó ella, como si él no lo supiera ya—. Y hablas muy poco. ¿Seguro que te encuentras bien?
—Sí, solo que... Estoy cansado, ya sabes. No me termino de acostumbrar.
—Lo sé, es duro. —Ella lo abrazó por la espalda, apoyando la cabeza en su hombro. Olía condenadamente bien. Mierda—. Pero bueno, ya estás en casa de nuevo. ¿Dormimos?
Ella sí que durmió, pero él pasó media noche en vela, intentando hacerse una idea de la relación Weasley-Granger y cómo funcionaba, y esquivando el cuerpo de ella, que a cada rato se iba acercando más y más. A eso de las tres de la mañana, la tenía completamente pegada, abrazándolo.
Para su desgracia, no era en absoluto desagradable.
Domingo.
Ya llevaba una semana infiltrado, y de momento parecía que nadie sospechaba de él. Y si lo hacían, eran muy buenos ocultándolo.
Draco decidió que era un buen momento para comunicarse con su madre. Estaría preocupadísima, lo sabía, pero habían acordado no comunicarse a menos que fuera estrictamente necesario.
Cerró la puerta y abrió la bolsa que había traído consigo, extrayendo de ella un trozo pequeño de pergamino y una pluma.
Estoy bien. Nadie sospecha; no P. Informaré más adelante. D.
La tinta desapareció en el pergamino nada más ser escrita, y Draco guardó los utensilios justo antes de que la puerta se abriera y apareciera, cómo no, Granger. ¿Es que no se hartaba de estar con el inútil de Weasley o qué? Vale que desde que él era Weasley le había subido el nivel intelectual, pero aún así...
—Ron —dijo, sonriendo como siempre—. ¿Qué haces aquí encerrado? Baja al salón con nosotros, anda.
—No me apetece mucho...
—Ay, pero Ron, ¿qué te pasa? —preguntó ella, frunciendo el ceño—. Estás muy raro últimamente, muy poco sociable.
Draco notó cómo palidecía. Joder, joder, joder, lo acababa de joder pero bien. No había caído en que Weasley, con toda la familia que tenía, fuera sociable, ¡pero si era obvio!
—Es que... No sé, me siento raro, ¿sabes? Sin Harry... —improvisó rápidamente, dominando apenas el temblor de su voz. Joder, tenía que disimular.
Milagrosamente, Hermione suavizó su rostro y se acercó hasta él.
—Sí, es verdad —reconoció, apoyándole una mano en el hombro—. Pero Harry está bien, ya lo sabes.
Una oportunidad. Draco se lamió los labios antes de, como el emblema de su Casa, atacar de improvisto.
—No, de hecho no lo sé. No sé nada de lo que ha pasado por aquí desde que me fui, porque nadie me lo ha contado —se quejó, usando su mejor tono lastimero.
Hermione se sentó a su lado, apoyando una mano en su hombro.
—Las cosas siguen como siempre —lo tranquilizó ella—. Harry está oculto con Kingsley y Minerva, buscando nuevas maneras de derrotarlo ya que parece que lo de los Horrocruxes es imposible. Estábamos tan cerca... —se lamentó—. Pero esa puñetera serpiente asquerosa se nos escapó.
Él asintió con la cabeza, con el rostro compungido, pero mentalmente celebrando la noticia. ¡La serpiente! Tenían que matar a Nagini para poder matar a Voldemort, era la pieza clave.
—No pasa nada, podemos matarla y acabar con todo esto —respondió él, y ella soltó una breve carcajada irónica.
—Sí, esa sería la solución ideal... Pero es la más difícil de todas.
—Lo conseguiremos —contestó Draco, cogiéndole la mano que tenía en su hombro y apretándosela para darle ánimos.
—Eso espero. Anda —dijo ella de pronto, levantándose con renovadas energías—, vamos a bajar antes de que se piensen que los odiamos y por eso no queremos estar con ellos.
Nunca tendría que haber sucedido, pero Draco no había podido resistirse a probar el vino que había estrenado Andrómeda para conmemorar el primer cumpleaños de su nieto.
Además, se había autoconvencido mentalmente, quedaría muy feo no tomar algo.
Pero claro, por su estupidez ahora estaba medio borracho. No era que no le gustara, más bien al contrario: tenía una sensación muy agradable de paz, de que sus problemas no eran tan importantes. Eso debería haber sido el primer aviso.
Solo quedaban Hermione y él en el salón, junto con la tercera botella de vino de la velada, que iba disminuyendo cada vez más rápido. Ella, sentada a su lado en el sofá frente al fuego, tenía los ojos brillantes y las mejillas sonrojadas, y Draco se sorprendió pensando que estaba preciosa. Eso debería haber sido el segundo aviso.
El tercer aviso, que tampoco llegó nunca, debería haber llegado cuando la mano de ella empezó a recorrer su muslo, realizando formas y dibujos invisibles sobre la tela del pantalón que sin embargo Draco sintió grabados en su piel a fuego para siempre.
—¿Qué haces? —le preguntó, carraspeando cuando la voz le salió demasiado ronca.
—Me aburro —se quejó ella, haciendo un puchero. Viéndola así, tan cerca, Draco debería haberse dado cuenta de que Hermione Granger, al igual que él, estaba algo más que achispada.
—¿Y qué quieres hacer? —Draco agarró su mano para que dejara de moverse y, con la otra, le acercó la botella de vino—. ¿Quieres?
—Vale. —Ella le tendió la copa inmediatamente para que se la llenara, dando un largo sorbo y suspirando de felicidad inmediatamente después. Se acurrucó a su lado, todavía con la copa en la mano, y pasó sus piernas por encima de las suyas.
—¿Estás cómoda? —preguntó él, con cierto toque de ironía en la voz. Lo cierto es que era cálida y agradable, y él sí que estaba muy cómodo.
—Mmmm... Sí. —Se terminó su copa de un trago y la dejó de nuevo en la mesa—. Pero creo que voy a dejar de beber ya, porque ya nos hemos terminado la tercera botella —añadió riendo.
Él, sonriendo, le tendió su copa.
—¿Estás segura de que no quieres un poco más? —preguntó con una sonrisa pícara. No debería haber hecho eso, pero ahora todo le daba igual.
Todo menos ella: su voz, su cuerpo, sus ojos, su risa, su perfume. Quería envolverse en ella y no salir nunca.
Hermione le cogió la copa con una sonrisa traviesa, rozándole los dedos y enviando una descarga eléctrica por todo su cuerpo. La observó beber; el movimiento de la garganta al tragar, los labios rojos por el vino, su gesto al dejar la copa, ya vacía, en la mesa.
—Te he dejado sin vino —se lamentó, dándose cuenta de repente—. Lo siento, solo quería darle un sorbo.
—No te preocupes, ya he bebido suficiente. —Como bebiera un poco más, iba a hacer alguna tontería, como envolver sus brazos alrededor de ella y...
Antes de que se diera cuenta, Hermione se movió de su lado, sentándose a horcajadas sobre su regazo.
—¿Me perdonas? —preguntó, segundos antes de que sus labios impactaran contra los suyos, y el cerebro de Draco dejara de procesar pensamientos.
Se besaron durante minutos, horas, días. Se besaron durante un tiempo infinitamente corto, que Draco aprovechó para aprender su sabor, la forma de su boca y los contornos de sus labios, paladeándola como al vino y dejando su marca en ella.
Ella lo agarraba del jersey con fuerza, y él sujetaba su cintura, extendiendo las manos para intentar abarcar todo lo posible, odiando al jersey que los separaba y le impedía tocar su piel.
De repente, Hermione se apartó. Lo miró temblorosa, con los ojos muy abiertos y el rostro pálido.
—Tú no eres Ron.
El mundo se detuvo un instante, paralizado, y Draco tragó saliva antes de recuperar la compostura, de repente más sobrio de lo que había estado nunca en su vida.
—¿Y quién soy, si no soy Ron?
¡TATATACHÁAAAAAAAN! No sé cuándo publicaré el siguiente capítulo porque aún está a medio escribir, pero vamos a suponer que pronto xDDD
Y nada, ¿algún review? ¿Qué pensáis? No he dicho nada antes, pero esto es un medio AU, donde la guerra se ha alargado bastante más.
Un besito,
LadyChocolateLover