Esta es la historia de Hinata Hyuga.
¿Qué si cómo es ella? Bueno, dejen les cuento un poco sobre ella.
Es la clásica niña tímida, ingenua, pero sobre todo amable. Se toca el corazón ante todos y la paz reina su corazón. Es todo una señorita, educada y respetuosa. Proveniente de una de las familias más poderosas de California ''Los Hyuga. '' Hija de padres empresarios y millonarios. Esta también su pequeña hermana Hanabi la cual tenía más vida social que ella y su sobreprotector pero siempre cariñoso primo Neji.
Asistía a una de las mejores preparatorias en la ciudad. Tenía compañeros y amigos como toda una chica normal. A pesar de tener una vida perfecta, dentro de su corazón había algo que la inquietaba a diario, o más bien ''alguien''.
Es sencillo, se resume en un chico. ''Naruto Uzumaki''
Era el ladrón de cada uno de sus suspiros. Creía en él y su bondad, sobre todo, admiraba su fortaleza para no rendirse ante situaciones difíciles.
Era el capitán del equipo de basquetbol y como era de esperarse, era un mujeriego infeliz al lado de sus mejores amigos Sasuke Uchiha y el pervertido de Sai.
— Por dios, venga Hina que están buenísimos —susurraba su pelirrosa amiga al ver pasar a dichos galanes. La observo morderse el labio inferior mientras clavaba sus ojos en sus gloriosos y perfectos traseros cuando estuvieron frente a ellas.
— ¡Shh! —silencio rápidamente—. Sakura, te van a escuchar —reprochaba mientras su rostro se llenaba de color rojo ante aquel vergonzoso comentario. Definitivamente ese no era tema de conversación para una dama.
La ojijade sólo sonrió burlona ante la acción tan infantil de su amiga.
— ¡Chicas! ¡Chicas! — Ambas giraron hacía donde provenían aquellos gritos. Se trataba de Ino, y parecía muy emocionada. Se acercaba a ellas agraciada a una velocidad impresionante, lo más rápido que sus pies se lo permitieran para ser exacta.
— ¡No saben de lo que me acabo de enterar! Esta noche darán una increíble fiesta en casa de Kiba, ya saben que esas siempre terminan siendo súper salvajes, tenemos que ir, así que reunión de chicas esta tarde en mí casa —afirmo.
— Ehh, Ino —busque llamar la atención de la rubia—. No creo querer asistir, esas fiestas no son mi estilo —mencione en un susurro poco audible. Ambas me miraban enarcando una ceja en alto de manera desaprobatoria.
— ¡Ah ah! Pero por supuesto que irás, y ya me encargue de todo, le llamé a tu madre y te dio permiso de quedarte esta noche en mi casa —río autosuficiente.
— ¡¿Tú has hecho qué?!
— Tranquila, tu madre prácticamente me pidió que te llevara a como den lugar. No te preocupes, Neji pasará a dejarte tu ropa a la casa esta tarde, así que no hay excusas.
Resople resignada ¿qué más daba? No me llevo mucho tiempo alistarme. Salí del vestidor lista vistiendo una falda larga de franela junto a una camisa con pequeños holanes, mis sandalias a tono y mi cabello suelto como de costumbre, típico de mí.
— Estoy lista —les hice saber. Ambas me miraron de manera desaprobatoria de arriba hacia abajo.
— Por dios Hina que luces como una abuela, por suerte somos tus amigas y te salvaremos de ser el hazme reír de la fiesta. —Claro para ellas era fácil. Vestían siempre a la moda y eran populares, en cambio yo, ni una mosca me notaba.
— Esta noche serás una diosa, ¡Hasta Naruto babeara por ti! —abrí los ojos de manera desmensurada ¿Naruto estaría ahí? Nadie me lo había dicho, aún que siendo el chico más popular de la escuela debí haberlo obviado. NO, definitivamente quería verme bien para él ¿qué se supone que haces en estos casos? Con un poco de miedo, levante el rostro y mire a ese par de locas llena de súplica. Mi estómago se retorció cuando ambas me sonrieron e intercambiaron miradas cómplices.
¿Alguna vez se han sentido ridículos por tratar de ser alguien que no eres? Justo así me sentía en este momento. No sé en qué momento Ino decidió que sería buena idea que utilizara vestido color violeta que me quedaba arriba de medio muslo, aquel intento de prenda apenas alcanzaba a cubrir mi trasero. Iba completamente entallado a mi figura, lo cual hacía que mis pechos resaltaran de manera vergonzosa, sin mencionar aquel escote atrevido que dejaba mi espalda al descubierto y por supuesto delante también dejaba mucho que decir. Me monte sobre unos tacones que juraría eran de un metro de alto. Se ataban hasta debajo de mis rodillas. Mi cabello simplemente caía en ondas, y por ultimo Y lo más importante. Según ellas, el maquillaje. Cuando me vi al espejo quede perpleja. Ciertamente parecía cualquier persona, menos yo. Aquella mujer parada en el espejo parecía una diosa, yo estaba lejos de serlo. Sin poder creerlo aún, sonreí apenada. Si mi padre me viera en estas fachas nada apropiadas para una Hyuga, estoy segura que me desheredaría al instante.
— Vaya Hinata, ¡Quedaste hermosa! Quizás y hasta te quitan lo santurrona y virgen hoy. —Aquel comentario me hizo volver de mis pensamientos rápidamente.
— ¡Sakura! —repliqué apenada mientras escuche a ambas reír a carcajadas.
La música retumbando sobre mis oídos anunciaba que al fin habíamos llegamos a la gran fiesta. Kiba tenía una gran y hermosa casa, lástima que después de esta noche quedaría hecha trizas. De ella brotaban adolescentes ebrios por todos lados. Había gente desde el jardín hasta la azotea, parejas besándose, gente bailando y bromeaban mientras se embriagaban sin importancia.
— ¡Chicas! Brindemos —apareció mi rubia amiga mientras nos extendía unas copas con alguna sustancia completamente desconocida para mí.
— Ino, yo... tu sabes que no bebo.
— Vamos Hinata, no seas aguafiestas que sólo será por hoy ¿vale? —la miré por algunos instantes para después arrepentirme de haberlo hecho. Odiaba con todo mí ser que pusiera esos ojos de gato con botas, no podía resistirme ante ellos.
— Sólo será una ¿sí? —Ambas sonrieron y brindamos por una noche sana y divertida.
10 shots de tequila más tarde.
— ¡SALUD! —grito una pelinegra completamente ebria la cuál reía como boba mientras se divertía como nunca antes lo había hecho. Por fin entendía a que se referían todos cuando decían lo divertido que era el alcohol, le daba el valor de hacer todas esas cosas que sobria jamás se atrevería a hacer.
Bailaba seximente al son de la música. Todos los chicos a su alrededor sufrieron una fractura en la quijada al verla, esa noche Hinata era totalmente una diosa.
Mientras meneaba provocativa sus caderas sus ojos captaron a un hermoso rubio el cuál la miraba completamente fascinado con una sonrisa coqueta pintada en su rostro.
Con una seguridad impresionante lo encaró y le devolvió la sonrisa más sexy que haya visto jamás. Comenzó a moverse provocativamente para él. Cada vez más y más sensual, hasta que con el dedo índice le hizo una seña indicándole que se acercara a ella.
Lo observo acercarse a ella a paso indeciso y no pudo evitar relamerse los labios.
— ¿Hinata... eres tú? —preguntó el rubio divertido. Para ser franca me sorprendió, no esperaba que supiera mi nombre ni quien era.
— ¿Eres el increíblemente sexy Naruto? —pregunté cautivadora y divertida mientras me acercaba más a él.
No sé cómo sucedió pero ambos comenzamos a bailar muy juntos mientras charlábamos.
— Nunca pensé... verte aquí —confesó. Si un hubiera estado tan ebria hubiera jurado ver un leve sonrojo sobre sus mejillas.
— ¿Por qué no? Aquí me tienes —susurré a su oído descarada, logrando que le erizara la piel. Sonreí satisfecha ante su reacción.
— ¿Qué haces? —titubeo.
Coloqué ambos brazos alrededor de su cuello y lo miré fijamente a esos deliciosos labios que me moría por probar.
— Lo que siempre he querido hacer. —Acto seguido me abalancé sobre aquellos jugosos y carnosos labios.
Ni lento mi perezoso correspondió rápidamente a mi llamado, comenzamos a devorarnos mientras nos calentábamos rápidamente.
Sentí como me pegó más a su cuerpo instintivamente mientras poco a poco comenzaba a jugar con sus manos acariciando cada rincón de mi cuerpo logrando aumentar aún más la temperatura. Nos separamos para tomar un poco de aire.
Me miró lleno de lujuria.
— Sígueme — Aquello sonaba más a una orden que una petición. No pude responder cuando me tomó de la mano y me arrastro con él escaleras arriba. Entramos a una habitación desconocida para ambos, lejos de todo el barullo.
Sólo se escuchaban nuestras respiraciones, lo observe acercarse lentamente a mí.
— Hinata —susurró mi nombre rompiendo con el silencio mientras mi cuerpo se encendía de deseo.
Comenzó a besarme sutilmente hasta subir de intensidad aquellos deliciosos besos, bajo por mi cuello mordiéndolo y ocasionando que soltara un pequeño gemido.
Las piernas comenzaban a temblarme. El rubio por su parte comenzaba a desvestirme lentamente mientras observaba cada parte de mi cuerpo detalladamente. Sutilmente me llevo hacía la cama y me recostó sobre ella con sumo cuidado.
Lo observe llevarse uno de mis pezones a su boca, mientras que con su mano libre acariciaba lentamente mi entrepierna. Aquello era totalmente utópico para mí. No pude evitar sentirme avergonzada al escuchar los sonidos involuntarios que brotaban de mi garganta, los cuales claramente excitaban a Naruto.
Sentí sus dedos adentrarse a mis cavidades ya húmedas, ocasionando que gimiera aún más fuerte e involuntariamente me aferrara a su espalda. Era totalmente víctima de un arrebatador placer el cual iba inundando todos mis sentidos, llevándome a perder lentamente la conciencia. Lo sentí detenerse mientras se apartaba levemente.
— Ya no puedo soportarlo más —susurró a mi oído. Con la mirada me suplico que continuara yo.
Sonreí nerviosa mientras comenzaba a desatarle el pantalón lentamente. El asombro inundo mi rostro al ver lo que se escondía debajo de su bóxer, sin quererlo me mordí el labio inferior revelando mi nerviosismo. Un poco indecisa, tome su grosor entre mis manos y comencé a frotarlo de arriba hacia abajo. Lo observe echar su cabeza hacía atrás mientras un ronco gemido escapaba de su garganta.
El saber que era yo la que podía hacer que Naruto se sintiera de ese modo me hacía sentir poderosa. Decidida, me acerque muy seductoramente hacía él, logrando que titubeara al instante mientras miró sonrojado.
— ¿Hi... Hinata? —preguntó nervioso.
— Gracias por la comida —Acto seguido probé su sabor.
Naruto no pudo evitar gemir del placer que fue víctima. Suavemente comenzó a mover sus caderas dentro de mi húmeda boca. Rompí el contacto bruscamente. Lo empuje levemente para atrás mientras me colocaba sobre él.
— Naruto —susurré seductora a su oído, juro por Dios que sentí como se éxito más de lo normal mientras una pequeña sonrisa triunfante se formó en mis labios.
Comencé a introducirme suavemente en él. Un dolor punzante comenzó a invadirme, solté un gritillo mientras me detenía drásticamente. Me miró asustado, pero después de un par de segundos comprendió todo.
— Eres virgen —dijo impresionado. Me limite a asentir tímidamente.
Me beso de la manera más tierna para distraerme del dolor, mientras comenzaba con un suave movimiento de caderas dentro de mí. Lentamente el dolor iba desapareciendo y a medida que eso ocurría, él iba aumentando el ritmo de penetración hasta convertirse en embestidas. Me giré para quedar sobre él y tomar el control de la situación. Comencé a cabalgarlo lentamente, para después aumentar el ritmo del vaivén de caderas. Rápido, lento, rápido, lento; Me encanta torturarlo. Esboce una sonrisa burlona y me miro retadoramente. Sin poder soportarlo más, me giro de nuevo y comenzó a embestirme contra la pared. Podía sentirlo, como éramos uno mismo, como dejaba caer suavemente su peso sobre mí, como nuestras respiraciones se sincronizaban, entonces sucedió lo maravilloso. Ambos llegamos juntos al éxtasis, mientras Naruto me besaba para callar los sonoros gemidos de mis finos labios.
Todo había sido maravilloso, pero tenía que volver a la realidad.
Era lunes por la mañana, salí temprano de casa en dirección a la escuela. Todo iba normal, hasta que lo vi parado en la esquina, esperándome.
— ¿Qué haces aquí? —apresure el paso hacía el mientras preguntaba confundida. Los colores se me subieron al rostro cuando recordé todo lo que había pasado entre nosotros.
— Vine por ti, es obvio.
— ¿Por qué? —demandé saber.
— Porque a partir de ahora tú eres mía. —Acto seguido me guiño un ojo.
— ¿Eeeeh?
Me puse roja como un tomate. Estaba muy nerviosa, pero a pesar de eso no me opuse. Mentiría si dijera que jamás había soñado con este momento. Me tomó de la mano y entonces emprendimos nuestro camino juntos, y para siempre.