Disclaimer: MLB le pertenece a Thomas Astruc y su asombroso equipo.


Hasta que las mentiras nos separen

Prólogo.

Gabriel dejó caer con enfado la revista de chismes que había estado leyendo. Era la quinta ocasión en los últimos tres meses que leía sobre el desastre que era la vida amorosa de su hijo. Dejó escapar un bufido de frustración mientras le solicitaba a Nathalie que lo llamara a su oficina. Era una suerte que trabajara en el departamento de Administración de la empresa y no tuviera que esperar demasiado para verlo aparecer a través de la gran puerta de la habitación.

– Nathalie me pidió que viniera – dijo el rubio cauteloso – ¿Está todo en orden, Padre?

– No, no lo está, Adrien – afirmó el hombre, dirigiendo su mirada furtiva hacia su hijo, quien parecía confundido, por lo que decidió continuar – He notado que últimamente tus relaciones amorosas no van del todo bien, y al parecer no soy el único – comentó, señalando con una mano la revista sobre su escritorio.

– ¿Me espías? – inquirió destanteado el joven, leyendo el artículo y reconociendo las imágenes que lo acompañaban.

– No es espiar si aparece en una revista pública – Gabriel se acomodó las gafas con disgusto, ante la negativa de su hijo – Y no es la primera vez que sucede.

– ¡Tú, mejor que nadie, sabes cómo son! – expresó Adrien indignado – No es la primera vez que inventan noticias como ésta.

– De cualquier manera, no son buena publicidad para la compañía – explicó el Agreste mayor – Y probablemente no son la fuente más confiable, pero puedo decir que tienes problemas para relacionarte con las mujeres.

Adrien quedó boquiabierto. Sintió su rostro entero enrojecerse ante la vergüenza que le provocaba tener esa conversación con su padre. Se levantó indignado de su asiento, dispuesto a retirarse en ese momento.

– Con todo respeto, Padre, eso no es de tu incumbencia – espetó, y antes de poder salir por la puerta, su padre le llamó la atención.

– En realidad, sí lo es. Como dueño de esta compañía tengo derecho de hacer lo que considere conveniente – Gabriel remarcó con autoridad – Y como tu padre, únicamente quiero hacer lo mejor por tu bienestar.

Adrien giró su cuerpo para quedar de frente al hombre, y justo cuando abrió la boca para opinar al respecto, su padre le tomó el hombro como solía hacerlo para interrumpirlo.

– Es por eso que he decidido conseguirte una esposa – dijo tan tranquilo, como si se tratara de un paseo por el parque.

Los ojos del rubio se abrieron como platos, nada lo había preparado para eso. Miró a su padre con incredulidad, inspeccionando su rostro para detectar cualquier señal que le indicara que estaba bromeando.

– ¡¿QUÉ?! – exclamó cuando se dio cuenta que, en efecto, no estaba bromeando.

– Estoy seguro de que, no sólo mejorará la imagen de la compañía, sino que evitará otra decepción amorosa en tu vida.

– ¿Y crees que eso lo vas a conseguir forzándome a tener una relación con una desconocida?

– Naturalmente – respondió el hombre asintiendo con la cabeza, ajeno al sarcasmo de la pregunta.

Adrien tenía que estar soñando, no existía manera en la que su padre pudiera estar hablando en serio. Sin duda era una pesadilla de la que pronto despertaría.

– ¡No puedes hacerme esto! – se quejó, levantando los brazos por encima de su cabeza.

– ¿Por qué no? – inquirió Gabriel – No quiero que termines como yo.

¿Era en serio? ¿Acaso no veía todos los motivos legales y morales por los que no podía hacer algo semejante? ¿Que estaban en el siglo diecinueve?

– ¡Soy un adulto perfectamente capaz de decidir si quiero o no casarme, y con quién hacerlo!

Llegando a la conclusión de que su padre haría caso omiso a todos sus reclamos, le ofreció la única respuesta sensata que su alterado cerebro pudo generar.

– Y, además, ya estoy en una relación seria – la mentira fluyó de su boca, decidiendo continuar ante la mirada no convencida de su padre – De hecho, estamos comprometidos.

Gabriel emitió un respingo que casi pasó desapercibido. No podía decidir si su hijo le estaba mintiendo, o si le ocultaba aspectos importantes de su vida. De cualquier manera, estaba decidido a llegar al fondo de eso.

– ¿Ah sí? Y quién es esta misteriosa joven que aún no he tenido el placer de conocer – indagó haciendo énfasis con los dedos.

– La conocerás pronto – aseguró Adrien, dándose de golpes en la cabeza por hacer semejante promesa.

– Eso espero – con eso regresó a su asiento, indicándole a su hijo que era todo – Tráela a cenar a la mansión… esta noche.

El rubio se detuvo en seco momentáneamente, antes de recuperar el control de su cuerpo y retirarse de la oficina.

Una vez en el pasillo, muy alejado de la oficina, escuchó las carcajadas de su kwami dentro de su camisa. Dio una inspección rápida a su alrededor para asegurarse que no había nadie, y dirigió la atención al interior de la chaqueta.

– No es gracioso, Plagg – lo regañó – Esto es serio.

– En primer lugar, es muy gracioso, en segundo, no es mi culpa que todos estos años no te enseñaran a inventar buenas excusas.

Adrien le dirigió una mirada fulminante, y avanzó tambaleándose hacia la salida del edificio, necesitaba aire. Ignoró los saludos de los trabajadores en el área de recepción, incapaz de mantener su atención en cualquier otra cosa.

– ¿Qué voy a hacer? Esto no está pasando – avanzó desprevenido por las calles más próximas, siendo esquivado por los transeúntes molestos – ¿Qué bicho le picó? No existe manera de que consiga una chica que esté dispuesta a ser mi prometida en las próximas diez horas, y Padre se va a dar cuenta que…

En eso, su desvarío fue detenido con un fuerte choque y una ligera sensación de ardor esparciéndose por su pecho. Levantó la mirada para encontrarse con unos enormes ojos azules repletos de preocupación.

– ¡Lo siento tanto! Soy muy torpe – le dijo la chica apenada, ofreciéndole un par de servilletas, que también terminaron en el suelo al darse cuenta contra quién había chocado – ¿Adrien?

El aludido ignoró la gran mancha de café en su camisa y por un segundo se permitió olvidar su dilema para convencer a su amiga de que todo estaba bien… bueno, no ..

– Descuida, Marinette, no es grave. Era yo el que no estaba prestando atención.

– Tu camisa está arruinada, de verdad lo siento. ¿Puedo hacer algo para compensarte?

– No es nada, ya iba a casa, de cualquier manera.

Adrien recordó de golpe el embrollo en el que estaba metido y sus ojos fueron a parar en la pelinegra: excelente diseñadora, buena amiga de la infancia, dulce y gentil, increíblemente hermosa… de repente todo hizo clic.

– De hecho… Marinette – la llamó con un nudo en la garganta – ¿Podrías hacerme un favor?

– ¡Lo que sea! Pídelo y considéralo hecho – se apresuró a responder.

– ¿Puedes fingir ser mi novia por una noche para que mi padre no intente arreglarme un matrimonio con una desconocida? – dijo de manera tan veloz que la pelinegra casi se pierde entre las palabras – ¿Por favor?

Decir que estaba atónita era poco. A pesar de haber superado su enamoramiento después de tantos años, una sensación de déjà vu le recorrió el cuerpo al no poder formular palabras frente al modelo.

– ¿Quieres… quieres que pretenda ser tu novia?

– Prometida, de hecho – corrigió Adrien.

– Oh Adrien, no creo que esa sea la solución – intentó sazonar la chica - ¿Ya intentaste hablar con tu padre?

– Él no entiende – dijo sacudiendo su cabeza y juntando sus manos a manera de súplica – Por favooor, Marinette.

– ¿Sólo por una noche? – cuestionó la susodicha, incapaz de ignorar los ojos de cachorro del muchacho.

– Sólo por una noche – confirmó esperanzado.

Marinette se mordió el labio inferior y le dirigió una última mirada, inconsciente del lío en el que estaba a punto de meterse.

– D…de acuerdo.


Holaaaa queridos lectores, aquí vengo a molestarlos con una nueva historia que estoy segura de que saben para dónde está encaminada, porque soy la madre de todos los clichés. Espero que le den una oportunidad y si les gustó me lo pueden hacer saber con un review, y si no también jaja.

Saludos y besitos para todos.