CAPÍTULO 4. Lo que se avista al horizonte.


Tres meses y veintiséis días antes de la Ascensión.

Deslizaba el pequeño objeto en forma de tambor color ocre entre sus largos y finos dedos de su mano derecha, sujetándolo con cuidado con las yemas de sus dedos y lo hacía girar varias veces para luego cerrar el puño y, una vez que el objeto había recorrido toda su mano, de un ligero lanzamiento lo cambiaba a su otra mano para repetir el mismo proceso.

Tal extraño rutina se había convertido en una nueva forma de distraerse desde su repentino despertar del coma de hacía apenas tres días. Pero que, para un alma secuestrada bajo el hechizo de una fuerza sobrenatural, con su noción del tiempo totalmente distorsionada y en un lugar que no reconocía en absoluto, aquel rapto parecíale haber tomado más de cien años.

- Reginald ¿Estás seguro que no quieres que te traiga un libro? – preguntó la dulce y preciosa compañía que se había mantenido a su lado desde su despertar – Los doctores dijeron que entre más rápido te pongas al día, mejor será para tu salud.

El caballero le dirigió su cándida y amable sonrisa que acentuaba sus muy definidos y agraciados rasgos masculinos que lograban encantar a cualquier doncella que postraba su mirada en aquellos penetrantes ojos púrpura.

- Gracias por tu atención, Aria. Pero estoy bien – respondió – Como ya les dije, no estuve completamente hipnotizado durante los últimos diez años. Si bien hay lagunas mentales -probablemente severas- estoy al tanto de los eventos que han acontecido en el mundo.

Aria asintió con alegría. Los últimos dos días habían sido un muy alivianantes y hasta terapéuticos para sobrellevar el estrés de los últimos acontecimientos en su vida que la habían forzado a tomar un papel protagónico en el complicado conflicto que se avecinaba. Si bien la Comunión de Psíquicos, y más específicamente su nueva tutora, le había notificado que tenía que haberse reportado desde un día anterior para comenzar su preparación, ella había optado por permanecer al lado de uno de las pocas personas que aún depositada su absoluta confianza. "Si tanto requiere la Comunión de mi presencia, que vengan a buscarme", pensó para sí.

De pronto, y para molestia de Aria que deseaba charlar un poco más, la fraternal escena fue interrumpida cuando dos personas, un hombre entrado en los cuarenta años y una joven mujer con atuendos formales y obscuros de agentes de la ley entraron, sin el menor reparo de solicitar su intromisión de forma educada.

- No pueden solamente entrar así – dijo Aria con disgusto al mismo tiempo que se levantaba de su asiento. Dirigió su mirada reprobatoria especialmente a la joven mujer a quien ella tenía poco de conocerla en la reunión con la Comunión; Anabel era su nombre si mal no recordaba. Como lo sospechaba, la Comunión tuvo que enviar a una de sus representantes por ella después de desobedecer una orden directa.

- De hecho, señorita – respondió el caballero sin inmutarse – Tenemos toda la autoridad de hacerlo.

Si bien los representantes de la ley debían poseer cierto tono altivo para la adecuada función de su trabajo, Aria detestaba esa actitud en extraños o personas que desconfiaba. Al mismo tiempo agradecía que no hubiese ninguna chispa o flama a la vista cuyas habilidades recientemente descubiertas podrían desatar un serio accidente en caso de no poder controlar su temperamento.

- Está bien, querida – dijo Reginald con sosiego – Yo les pedí que vinieran.

- Teniente Anabel y detective Looker de la Policía Internacional – declaró Anabel al mismo tiempo que ambos mostraban sus placas como lo dictaba el protocolo – Disculpen la intromisión y la falta de formalidad en esta situación, pero esperamos contar con su ayuda para atrapar a las personas que le hicieron esto.

Reginald asintió – Déjanos solos por un momento ¿quieres, linda?

Sin objetar, y como si aquel galante caballero tuviera cierto dominio sobre aquella chica temperamental, Aria obedeció su solicitud sin objetar. Al mismo tiempo, y al ver que Anabel no parecía haber venido para tratar asuntos de la Comunión, abandonó la habitación sin dirigirle la mirada.

- ¿Saben lo que dicen de las chicas de Kalos? – comenzó Reginald cuando al cerrar la puerta – Tengan cuidado, pues su pasión es proporcional a su temperamento.

- ¿Son muy cercanos? – inquirió Looker.

- Es una gran amiga – respondió – Lo único que puedo agradecer después de diez años como esclavo del Culto.

Anabel y Looker intercambiaron sus miradas. Tal como lo había mencionado al momento de hablarles, el caballero tenía toda la intención de cooperar con ellos. Looker sacó el holomisor de su gabardina y activó el programa de grabación y transcripción de la víctima.

- Señor Reginald, hay algo que nos tiene algo confundidos y esperamos que usted pueda ayudarnos a comprender – comenzó Anabel.

- Bueno… creo que no encontrarán a nadie más confundido y perdido que yo en estos momentos – dijo de buen humor que logró robarle una sonrisa a su interrogadora.

- Desde que lo encontraron inconsciente en aquella residencia en la región Johto, hemos tratado de averiguar un poco más de usted, pero… no pudimos encontrar ningún registro suyo – Anabel hizo una pausa – Actas de nacimiento, actas médicas, parientes cercanos ni personas que lo conocieran además de sus amigos de la Orden. Nada, ni siquiera un estado de cuenta. Usted… prácticamente no existe para el resto del mundo.

- Bueno… – dijo después de un profundo respiro – Para el Culto, su principal Cortesano no requiere que posea identidad alguna.

- ¿Cortesano? – repitió aquella palabra - ¿Es una especie de posición?

- Era un servicio para los miembros y adeptos a ser parte de ellos – respondió – Yo era encargado de ofrecer seguridad y protección a los miembros que así lo solicitaban. Aunque eran… otro tipo de servicios por los que era requerido más frecuentemente.

Anabel lo miró confundida por un breve momento hasta que, al ver la misma expresión desoladora de aquellos agredidos de forma carnal, pudo deducir a qué se refería.

- ¿Le ordenaban acostarse con los miembros del Culto?

- Nos – aclaró Reginald – Aunque al ser su "mejor amiga", Palermo procuraba reservarla sólo en muy excepcionales ocasiones y cuando necesitaba un tipo de persuasión mucho más efectiva.

- ¿La señora de Valois? – preguntó Anabel consciente de a quien se refería gracias a la información previa que sabía del caso – ¿Usted y ella?

- Ella era una mujer excepcional y encantadora antes de todo esto – aclaró con severidad como si protegiera la reputación de alguien importante para él – Antes de que Palermo y su Culto envenenara nuestras mentes y controlara nuestras voluntades a tal grado que pudo convencerla de matar a su propio hijo.

Anabel y Looker no podían evitar sentir esa extraña mezcla de asombro y empatía que el interrogado transmitía con la macabra historia de su vida en el Culto. No obstante, en ellos aún existía cierta inquietud no por el recuento de la naturaleza perversa de la organización; más bien por el cómo aquel hombre parecía abordar las interrogantes antes de que ellos siquiera tocaran el tema como si supiera exactamente lo que querían saber. Si Reginald era el más honrado y penitente hombre sobre la tierra, tendrían que comprobarlo a medida que lo conocieran.

- ¿Tiene idea del por qué querrían eliminar al joven Phillip?

Reginald negó con su mirada.

- Él ni siquiera frecuentaba visitarlas salvo en muy raras ocasiones. Si crucé palabra alguna con él en más de cinco veces desde que lo conocí, sería demasiado. Pero quizá… sólo quizá, él descubrió que los hizo llegar a esa extrema situación.

- ¿Cómo es que Aria o alguno de sus amigos dentro del Culto no tenían idea de esto?

- La discreción es algo que he de admirar a esa espantosa mujer. A pesar de la repugnancia que me provoca – dijo con una mueca de disgusto e impotencia.

- ¿Ante todo esto cómo es que alguien como usted se involucró con el Culto?

- Fue hace diez años en una de sus celebraciones. En ese entonces sólo era un vago que tomaba cualquier trabajo disponible para continuar con mi viaje. Me contrataron para servir como chaperón y guardia, ahí es donde conocí a Adelie y… creo que hubo cierto… ¿incidente? No recuerdo cuál, pero fue grave y me vi involucrado. Palermo… ella vino a buscarme un día para ayudarla en un… – se llevó la mano hacia su nuca. Looker y Anabel en seguida comprendieron que se refería al infame parásito – Esta cosa que me pusieron es como los hilos de un titiritero demente y hedonista. Un instrumento para hacerme recordar vagos momentos de los más espantosos y terribles actos que he hecho. Apenas si puedo recordar lo que sucedió antes de que cayera en coma.

- ¿Podría contarnos lo que recuerda antes de eso? – preguntó Anabel. Looker irguió su espalda y preparó sus agudos sentidos para la declaración por la que él tenía especial interés.

- Estaba en la villa de uno de los miembros del Culto ofreciendo mis "servicios" – respondió – La dueña se fue y yo me quedé ahí para pasar la noche cuando de pronto, alguien irrumpió el lugar. Fui a investigar y vi a aquella figura ataviada en un atuendo negro. Me asusté y traté de escapar, pero cuando me atrapó yo caí inconsciente, presa de la medida de seguridad que poseen los parásitos para hacer callar a los que caen. A decir verdad, creí que alguien había enviado a este extraño individuo para acabar conmigo. Un esposo vengativo o algo por el estilo, no habría sido la primera vez. Aunque… si trataba de matarme, no entiendo por qué me dejó ahí.

Maldita sea, Clint ¿En qué estabas pensando? reprochó Looker en su cabeza hacia el autor de tan inconsciente acto que pudo haberles ahorrado tanto tiempo y salvado una vida inocente.

- También averiguaremos qué sucedió aquella noche, se lo juro – dio su palabra Anabel.

- Me encantaría poder agradecer en persona a los que combatieron al Culto – solicitó con humildad – La influencia que ejercía ese poder sobre mí debe haberse debilitado. Gracias a eso estoy aquí para decirles esto.

- Veremos que sea posible – respondió Anabel conmovida – ¿Algo más que pueda decirnos?

- Temo que es lo que puedo recordar por ahora – contestó – Pero quizá los demás miembros podrían ayudar.

- Ya estamos trabajando en eso, señor Reginald – aclaró Anabel – Tenemos mucho trabajo por delante, pero agradecemos infinitamente que se haya tomado la molestia de poder compartir estos íntimos y dolorosos momentos para facilitar nuestra búsqueda.

- Oh, ¿tienen sospechosos? – inquirió con curiosidad.

- Bastantes… – dijo mientras daba una exhalación extenuante ante la pronta carga de trabajo – pero no nos desmotivará.

- No quiero sonar descortés, pero no lograrán encontrar a los cabecillas del Culto – expresó Reginald con desaliento – No después de lo que sucedió con Palermo, y mucho menos con personas tan influyentes como estas. Para ahora ya deben de haber desaparecido del radar.

- Lo sabemos – admitió Anabel – Pero contamos que nuestros recursos nos permitan cumplir con el deber.

- Puedo ayudarlos – dijo con entusiasmo – Estas personas, aquellas más cercanas a Palermo. A diferencia de mis compañeros Siebold y Pierre las conozco bien y he entablado buena amistad con ellos. Tengo medios únicos para contactarlos y si les explico la situación, si pueden llegar a un acuerdo con ustedes, estoy seguro que colaborarán. O al menos tendrán las pistas para dar con Palermo.

Anabel y Looker cruzaron las miradas por un instante para buscar el inmediato punto de mutuo acuerdo. Lo que ofrecía Reginald era bastante prometedor si resultaba ser cierto, pero al mismo tiempo preferían abordar el asunto con la menor cantidad de civiles involucrados.

- Si comparte esta información con nosotros, podría evitar la confrontación y retomar el curso de su vida – agregó Looker.

- Si no los llamo yo, jamás vendrán – dijo meneando la cabeza – Déjenme hacerlo. Los convocaré a todos en un lugar y yo los convenceré. Es lo mínimo que puedo hacer para enmendar al menos un poco lo que he hecho al servir en el Culto, no importa que haya sido sin mi consentimiento.

Looker y su superiora intercambiaron otra mirada más larga. No parecía existir objeción alguna ni desacuerdo entre ambos para aceptar la prometedora ayuda de tan carismático personaje. Procederían con cautela, por supuesto, y bajo la más estricta vigilancia para procurar que aquello no fuese demasiado bueno para ser cierto.

- Lo plantearemos con nuestros superiores – respondió al fin Anabel – Nuevamente mil gracias por su cooperación y esperamos que lo puedan dar de alta tan pronto como sea posible.

- Siempre es un placer ayudar a tan bella dama – dijo Reginald con una encantadora y sin querer seductora sonrisa que la hizo ruborizar.

Agradecieron las atenciones dadas y se despidieron con un último saludo de mano. El silencio había retornado a la habitación después de cerrar la puerta, aunque este sería breve. Aria seguramente esperaba con impaciencia a que las visitas de los oficiales concluyesen y ella pudiera seguir procurando de su buen y agradable amigo a quien sus meticulosos interrogadores parecían haber conocido bastante bien, sin perder detalle del lenguaje corporal y tono de voz que transmitía, salvo aquel pequeño tambor ocre con el que el caballero no había parado de jugar durante todo el interrogatorio sin que los agentes se percataran.

. . . .

La sensación era sofocante. Se había mantenido ahí de pie por poco más de tres minutos tratando de encontrar las mejores palabras para comenzar la conversación en vano. No precisamente era el estrés abrumador después de la serie de eventos suscitados en los últimos cuatro días en los que apenas y habían tenido tiempo para dormir, ni tampoco la nueva carga de trabajo que Looker le había encomendado bajo el acuerdo que aseguraban la participación en la mayor iniciativa de defensa de toda la historia moderna.

Aquellas trivialidades eran nada comparado ante la encomienda que Matilda, quizá en uno de sus raros momentos de cruel y diabólica travesura, le había solicitado a falta de algún otro individuo que fungiera como mediador.

- Oh, por el amor de… – refunfuñó el delgado anciano con impaciencia – ¡Me va a dar otro ataque al corazón si sigo esperando a que pongas en orden cada maldita cosa en esa tonta cabeza tuya!

Clint respiró profundamente para conservar la calma al mismo tiempo que evitaba las miradas incómodas que la sonora réplica de Eldwin había provocado en varios de los empleados en aquel edificio. Viendo que su intento de establecer el tono y la formalidad ante el importante encuentro entre Ash y su nuevo mentor había fracasado por su tardía respuesta, sólo deseaba dar un par de indicaciones vitales al joven entrenador y deslindarse del asunto tan pronto como fuese posible.

- Qué demonios. Ash, pikachu, este es Eldwin. Esposo de Matilda y mi mentor.

- Es un placer conocerlo, señor – respondió Ash dijo al mismo tiempo que estrechaba la mano del anciano

- Eldwin, Ash Ketchum – continuó Clint – Entrenador pokémon y…

- Si, si, si, si – contestó rápidamente mientras respondía el gesto en una total e inusual muestra de gentileza que raramente demostraba – Reciente víctima de los horrores de la pubertad, portador de la Espada y futura "sanguijuela".

- Por favor, no le digas así.

- El gusto es mío, jovencito.

La sonrisa de aquel anciano, las facciones que se dibujaban en las arrugas de su rostro junto una que otra cicatriz que parecía tener al menos un par de décadas, expresaba un profundo sentimiento de camaradería y experiencia que sólo los individuos con una vida virtuosa y llena de aventuras eran capaces de transmitir. Aunado a su manera de hablar tan descarada incluso para una reunión no formal, era como conocer por primera vez a un amigo de toda la vida.

- Clint nos ha comentado mucho sobre usted – agregó Ash – dígame, ¿es cierto que también fue entrenador en su juventud?

- No sólo un entrenador, hijo – respondió con aire orgulloso – Nadie ha pateado más traseros ni robado más novias que yo en toda la región Johto.

- ¡Asombroso! – exclamó Ash emanando chispas de sus ojos al mismo tiempo que pikachu emitía un chillido de fascinación.

- De acuerdo, sólo le doy un par de indicaciones a Ash y lo dejo en tus manos.

- ¿Indicaciones? – repitió ofendido – Vamos a buscar un helado y platicar, no a llevármelo al "Hoothhooters" para aprovechar los puntos de mi tarjeta de socio frecuente. Oye, Ash ¿te gusta el helado? Conozco uno tan delicioso que es casi orgásmico.

La frágil paciencia de Clint con su padre adoptivo ya estaba dando muestras de su inminente ruptura.

- Una sola vez ¿Podrías moderarte al menos una vez en tu vida?

- Clint, hijo – dijo Elwdin con suavidad – Te ves como la próstata de un Tauros senil y arrugado. Necesitas descansar y sacarte todas esas estupideces de tu cabeza antes de que te estalle. No me sorprende que tanta tensión haya provocado que Elesa te dejara.

- ¡Ellie no me dejó! – masculló con enfado y haciendo un esfuerzo enorme parara conservar la calma ante un Eldwin que, de tratarse de cualquier anciano en el declive de su carácter, juraría haber olvidado tomar su prozac – Sólo son un par de días para que ella arregle sus asuntos con la gira y el gimnasio.

- Bien. Porque si de alguna forma echas a perder esa relación, dejaré mi gentileza y empatía al dirigirme hacia ti. Incluso me someteré a uno de esos tratamientos para extender mi vida lo suficiente para restregarte en la cara lo idiota que fuiste hasta que quedes sordo por mis constantes y molestos insultos. Por último, me aseguraré que todos los diccionarios tengan tu fotografía justo al lado de la definición de "idiota".

Sin objetar y tomando la sensata decisión de ya no darle cuerda al insufrible sarcasmo del rey del humor ácido, Clint se dio por vencido. Ash y pikachu por su parte hacían un esfuerzo enorme para contener la carcajada a punto de estallar en su boca no sólo por la agudeza y toxicidad de la lengua de Eldwin, sino por ver aquella expresión de profunda humillación del otrora serio y severo Clint.

- No arruines al chico, ¿de acuerdo? O le diré a Matilda – fue lo único que pudo decir antes de que alguien lo llamara por su nombre.

- ¡Clint!

De las escaleras que daban a las oficinas centrales del edificio de la Policía Internacional, Looker apresuraba el paso y sujetando firmemente la robusta carpeta que llevaba bajo el brazo.

- Permíteme un momento, ¿quieres? – solicitó Clint cuando el detective estuvo frente a él.

- No. Tú y Surge a mi oficina de inmediato – ordenó con tono agitado.

- ¡Ja! ¿Por qué no me dijiste que ese gigante llorón rondaba por aquí? – exclamó Eldwin con gran ánimo – ¿Sigue escondiéndose cuando sabe que estoy cerca?

Era imposible ignorar la insistencia que Looker transmitía en su respiración agitada y el sudor que corría de su frente. No sólo Clint había tenido cuatro días de pesadilla yendo de un lugar para otro intentando poner las cosas en su lugar o salvando el pellejo de la terrible burocracia.

- Espérenme aquí – dijo Clint acompañando a Looker no sin antes darle una última y breve advertencia al joven entrenador – Ash, no le menciones nada de Serena o tus compañeras de viaje, ¿oíste?

- ¿Qué quiso decir con eso? – preguntó Ash con cierta inquietud.

- Dos semanas sin sexo vuelven loco a cualquiera – respondió Eldwin para luego cerciorarse que Clint había entrado a la oficina de Looker – No le hagas caso. Ven, tenemos mucho de qué hablar ¿Por qué no me cuentas un poco de tu viaje?

Una vez que Eldwin había abandonado la jefatura con su nuevo alumno, y después de encerrarse en el cuarto de evidencias por más de media hora, Surge asomó la cabeza como un Patrat salvaje cerciorándose que un posible depredador estuviera al acecho.

- ¿Eldwin ya se fue?

. . . .

- Repítemelo por favor.

- Que el tipo quiere agradecer al idiota que lo dejó inconsciente. Que por cierto fuiste tú si mal no recuerdas.

Clint se dejó caer en el sillón sintiendo el más profundo alivio que había experimentado desde hacía casi una semana. Incluso el exhaustivo e incómodo encuentro con Eldwin y Ash había quedado atrás ante la primera buena noticia para variar.

- Bueno, al menos no sabe acerca de ese desafortunado "incidente" – dijo casi con descaro – Y en una retorcida jugarreta del destino, algo salió a nuestro favor.

- Eres un completo idiota – reiteró Looker – Nunca pensé en todos los problemas que ocasionarías al proveerte de esa pista.

- Vamos, Looker – intervino Surge en asistencia de su camarada – ¿Arriesgarnos a que sucediera lo mismo que las últimas dos veces?

- Vaya forma condescendiente de desviar el problema, "teniente" – suspiró Looker – Ahora el conflicto es mucho mayor de lo que imaginaba. Nunca había visto que las piezas se movieran tan rápido para responder ante una amenaza.

- La Comunión de Psíquicos de pronto tienen un papel protagónico para avivar el pánico, ¿no crees?

- No es sólo ellos – aclaró para luego ir a su escritorio y sacar una botella de licor que sirvió en tres vasos, los cuales ofreció a sus invitados quienes bebieron de un sorbo – Lo que sucedió con el Culto, el fin del voto de discreción de la Comunión y la misteriosa devastación de los laboratorios Lysandre en cuestión de un par de semanas ha despertado muchas inquietudes y temores que creíamos desaparecidos desde hacía décadas.

- Una lástima que te negaran el caso a pesar de haberte ganado la confianza de los chicos que encontraste ahí – añadió Clint ante el extraño y sonado caso por el que moría de ganas de saber al menos los más mínimos detalles, pero que, por órdenes de las autoridades con una jerarquía mucho mayor, ni siquiera a Looker se le había permitido participar en la investigación.

- Me conformo con que la Comunión haya podido atenderlos y tranquilizarlos después de dar su testimonio – dijo Looker con optimismo – Pobres, especialmente la chica estaba totalmente en estado de shock después de que despertó. Me parece que lo que dijeron puso más nerviosos a las autoridades al punto que ahora están contemplando a los demás.

- ¿Los demás? – preguntó Surge con curiosidad e inquietud.

- Líderes, campeones, miembros de la élite cuatro en distintas regiones… y eso sólo es el comienzo – respondió Looker para después servirse otro trago que bebió fugazmente. Luego recogió la robusta carpeta que había cargado consigo bajo el brazo, ligeramente humedecida en la esquina derecha por culpa del calor producido con su cuerpo y la gabardina que vestía. Dentro de ella, cientos de fotografías, algunas amarillentas por siglos de un mal plan de manejo para su resguardo, retrataban la época más violenta de la tierra, donde los constantes conflictos bélicos y el sufrimiento provocado por la innumerable pérdida de vidas inocentes pintaban un futuro desalentador y oscuro.

- ¿Se imaginan regresar a esto?

Surge y Clint comprendían el punto de Looker, incluso si este parecía ser bastante pesimista y hasta cierto grado extremo. Surge a menudo alardeaba de su rango y habilidades militares, aunque en realidad sus misiones se habían limitado a búsqueda y rescate en zonas de bajo conflicto, sobre todo en la región del medio oriente donde regiones como la infame Valkia a menudo requerían de cierta presión. Nunca en realidad había participado en un conflicto a gran escala, y le era complicado imaginarse un escenario de tal magnitud, pero le bastaba con observar algunas de esas desgarradoras fotografías para saber el tétrico futuro que se dibujaba en ese oscuro camino.

- Eso es un sendero bastante oscuro del cual dudo que alguien tenga la voluntad de adentrarse en él – manifestó Clint – ¿Cómo conseguiste estas fotos?

- Las naciones del mundo le han apostado al olvido – respondió Looker – Mejor que las conserve yo a que se pudran en una bodega húmeda.

El tema había dejado extrañamente melancólico a Looker. Clint ignoraba mucho de la personalidad del detective, en parte por lo reservado que solía ser para expresar su opinión fuera del ambiente policíaco. ¿El recuerdo de un ser querido? ¿El tema tocaba las cuerdas sensibles de su personalidad? Seriamente dudaba de esta última. O tal pareciera que simplemente Looker sabía algo que ambos ignoraban, y que se relacionaba directamente con aquel negro futuro que se asomaba.

- Me decías de nuestro amigo resucitado – dijo Clint por fin para cambiar el tema.

- Bueno, quizá esto te parezca extraño, pero él tiene toda la intención de ayudar. En cierta manera me recuerda a ti hace algunos años – aseguró con una sonrisa desatada por la memoria – Por ahora está colaborando con mis colegas para negociar con los miembros que él contactará. Si todo resulta bien, en dos días tendremos una gran ventaja para capturar lo que queda del Culto. Después… veremos qué nos deparará el futuro.

- Suena bastante bien – añadió Surge con optimismo.

- En cuanto a tu equipo ¿Ya decidiste a los miembros?

- Oh, sí. Yo, eh… Te daré las matrículas necesarias cuando Bebe las tenga. No habrá gran cambio en realidad.

- ¿Elesa va a estar ahí? – inquirió el detective con divertida curiosidad.

- Ni siquiera quise convencerla de lo contrario, jamás habría aceptado – respondió con el mismo y ameno sentido del humor – De no ser por sus asuntos pendientes tampoco habría regresado a Unova.

- ¿Y qué me dices de…?

Looker no necesitaba terminar la pregunta para saber a quién se refería. Al estar ambos tan ocupados, Clint apenas si le había dicho los buenos días a la chica risueña que aún seguía con ellos a pesar de que su involucramiento con el conflicto había terminado de manera extraoficial, exacerbado por la falta de interés de la Comunión en ella una vez aclarada la confusión inicial. Inclusive si Serena no se había quedado sola gracias a la compañía de Ash y los breves momentos que Matilda le había dedicado, aun y con su complicado compromiso con la Comunión, no podía evitar sentirse miserable por haberla abandonado prácticamente.

Y se sentía peor por lo que debía hacer más adelante.

- No sé por qué, pero esto va a ser más difícil que cuando les dije a Valerie, Korrina y Clemont que lo mejor era seguir cada uno con su camino – dijo con un largo suspiro.

- "Es por tu bien", "no quiero que te hagan daño" – manifestó Looker con desagrado – Si piensas vivir con ese tipo de hipocresía, adelante.

- No es del todo falso, Looker – objetó Clint – Tu perspectiva cambia en especial cuando un padre expresa su sentir al saber que por tu culpa su hija de ocho años estuvo a punto de ser masacrada por una demente – aclaró Clint al mismo tiempo que recordaba aquel doloroso momento mientras frotaba su mentón – Aun y con el tratamiento siento la quijada a punto de quebrarse.

Looker asintió y miró su reloj para corroborar el inicio de su siguiente compromiso.

- Si me disculpas, tengo que reunirme con el comité para el asunto con ese tal Reginald. Te contactaré más tarde para darte los detalles. Suerte.

La breve despedida fue seguida de otro momento de reflexión de parte de Clint. No bromeaba cuando dijo que "despedir" a Serena iba a ser tremendamente complicado, y con simplemente imaginarse las palabras que iba a usar le provocaba una mezcla de remordimiento y desagrado a sí mismo.

- Me alegra de no ser tú en esta situación – dijo Surge – Odiaría que una chica tan dulce me guardara rencor. No la hagas llorar, insensible malnacido.

¿Cómo iba a bordar la plática? ¿Qué tono y palabras usaría para ser lo más sutil posible? Aun lo ignoraba.

Decirle a alguien que ya no se le necesitaba mientras esta aún cree tener un propósito es cruel, pero necesario para el crecimiento de ambos

La decepción es sólo parte de crecer, ¿no?

¿Esto lo hago por comodidad o es en verdad lo que pienso que es mejor…? Cielos, Looker tenía razón.

Ese y otros pensamientos cruzaron su mente mientras salía de la oficina y se dirigía al campo de entrenamiento. A lo lejos ya se escuchaban las órdenes que dirigía la enérgica coordinadora que se había apresurado para ir al encuentro con su "mentor", quien irónicamente estaba a punto de enfrentarse a una de las situaciones más difíciles e incómodas de su carrera.

TO BE CONTINUED…