NA: ¡Hola, hola! Unas cuantas aclaraciones con respecto a esta nueva historia:
—1: Se trataba de un OS para la recopilación de peticiones que estoy publicando en "Tu historia Dramione", pero a medida que iba escribiendo me daba cuenta de que la idea de que Hermione fuera la obsesionada con Draco y la que tuviera que esforzarse por conquistarlo era demasiado buena como para dejarlo en un simple capítulo... No me atrevo a dar una cifra exacta, pero pretendo que este fic tenga entre 10-12 capítulos.
—2: En esta historia no existe Voldemort y todos están en su último curso.
—3: Incluye las parejas Draco/Hermione y Harry/Pansy. Es muy probable que haya lemon, aunque no prometo nada.
Y por último pero no menos importante, muchas gracias a Fati Denis por darme la idea de esta nueva historia. Por supuesto, este fic va dedicado a ti.
Capítulo 1: El trato.
Las Tres Escobas estaba hasta los topes aquel día. Los alumnos de Hogwarts acababan de terminar el último de sus ÉXTASIS y estaban tan eufóricos como cabía esperar. Milagrosamente Hermione y sus amigos habían logrado ocupar la última mesa libre del lugar e inmediatamente un elfo con delantal se apareció frente a ellos para tomarles la comanda. Después de que los tres pidieran la típica cerveza de Mantequilla y el elfo se hubiera marchado, Hermione estaba más que dispuesta a comentar cómo pensaba que le habían salido los exámenes, pero los chicos habían empezado a hablar entre ellos sobre las ganas que tenían de volver a ver un partido de Quidditch. No era nada nuevo que Harry y Ron la excluyeran de sus conversaciones sin ni siquiera darse cuenta. A veces tenía la sensación de ser invisible para ellos.
Sin demasiada energía para hacerse notar, Hermione apoyó el codo en la mesa y se sujetó la cabeza con la mano mientras suspiraba. Su mirada perdida pronto dio con una cabellera rubia en la mesa de al lado. Supo quién era sin necesidad de mirarle a la cara. Ese pelo albino tan sedoso era inconfundible. Nunca lo había tocado, pero a veces fantaseaba con hacerlo. Al parecer, después de los exámenes había ido a cambiarse la túnica verde por una camiseta negra que marcaba su torso a la perfección. No era muy común verlo vistiendo prendas que no fueran carísimas camisas de seda compradas en las mejores tiendas de Hogsmeade, por eso Hermione se recreó observando aquella esbelta figura de jugador de Quidditch. Sus brazos parecían tan fuertes y tonificados que encendieron una chispa en su interior que pronto se convirtió en una llamarada de fuego que mojaba su intimidad y ropa interior. De repente el chico giró la cabeza para mirar a su amigo, lo cual le daba a Hermione vía libre para apreciar sus aristocráticos y finos rasgos masculinos. Cuántas veces había soñado con morder aquellos finos labios y dejar que sus grandes manos se colaran por debajo de su camisa. O de su falda. Por Merlín, ese hombre siempre conseguía sacar su lado más ardiente, el que ocultaba a toda costa a cualquier persona de su alrededor. Y sus ojos… esos ojos tan peculiares capaces de penetrar a quien fuera con una sola mirada… esos ojos que ahora se clavaban en ella con tal intensidad que provocaron que un escalofrío recorriera su columna de arriba abajo.
—¿Qué diablos miras, Granger? —escupió su apellido con asco—. ¿Es que acaso quieres una foto?
—Cállate Malfoy —respondió Hermione, alzando la barbilla de manera orgullosa… aunque su interior estuviera temblando por el hecho de haber sido descubierta. Hizo un movimiento brusco para volver a erguirse, con tan mala suerte que dio con el codo en la jarra de cerveza de Mantequilla frente a ella, tirándosela por encima sin poder hacer nada al respecto. Por Merlín, ¿cuándo la habían traído?
Ron y Harry dejaron de hablar en aquel momento y alzaron sus miradas para ver cómo su amiga se ponía de pie de un salto y se dirigía, entre las risas de los Slytherins de al lado, al baño de mujeres.
Hermione se sintió bastante aliviada al comprobar que allí dentro no había nadie. Apoyó las manos en uno de los lavabos y se quedó mirando el continuo goteo de éste. A veces se sentía un poco estúpida por haberse obsesionado con el único chico de la escuela que la odiaba por encima de sus posibilidades. Podía admirar disimuladamente aquel cuerpo que tanto la excitaba, pero era al escucharlo referirse a ella cuando todo se venía abajo, haciéndola sentir como una completa ridícula. Sabía que debía recomponerse, que aquello no tenía por qué afectarle de esa manera… pero lo hacía. Y ella no sabía por qué.
Estaba a punto de sacar la varita del interior de su túnica para limpiar y secar sus ropas cuando la puerta del baño volvió a cerrarse de un portazo. Hermione levantó la cabeza rápidamente para encontrarse con una sonriente Pansy Parkinson que la miraba directamente a los ojos.
—¿Has venido a seguir riéndote de mí? —preguntó Hermione, rodando un poco los ojos—. Si es así ya puedes marcharte por donde has venido.
—¿A qué se debe tal hostilidad, querida? —respondió la chica, sacando su varita con un fugaz movimiento y apuntando al pecho de la Gryffindor de repente. Hermione se quedó muy quieta, casi paralizada. Su respiración se detuvo un instante. La Slytherin movió la muñeca de manera circular, haciendo que un destello de luz hiciera desaparecer la mancha de la túnica de Hermione—. Deberían haberte enseñado que no se muerde la mano amiga.
La castaña la vio bajar la varita y guardarla en el bolsillo trasero de su pantalón. Luego la miró con incredulidad durante lo que pareció una eternidad.
—¿Desde cuándo tú y yo somos amigas?
Pansy se quitó el pelo de la cara con un delicado y elegante movimiento de manos.
—Desde que voy a ayudarte a que Draco se fije en ti —dijo con total naturalidad.
Hermione se puso roja al momento.
—¿Por qué tendría que querer algo así? —farfulló, trabándose aquellas palabras con su propia lengua.
—Oh, vamos. He visto cómo lo miras desde tercero —dijo Pansy con voz casi melosa.
—No sé de qué me hablas —respondió Hermione, tajante.
—Muy bien —Pansy se dio la vuelta para irse, pero antes de abrir la puerta dijo—: Ya hemos terminado los EXTASIS y quedan un par de semanas para la graduación. Sabes muy bien que después de eso no volverás a verlo.
Una corriente eléctrica hizo que Hermione se moviera rápidamente para agarrar su brazo y evitar que saliera del baño. Fue un impulso provocado por sus palabras.
—¿Por qué querrías ayudarme? —preguntó en un susurro cuando comprobó que la chica hablaba en serio.
—Porque quiero algo a cambio.
—¿Qué es lo que quieres? —a Hermione no le sorprendía en absoluto que una Slytherin de pura cepa como ella pudiera vender a su amigo a cambio de un beneficio propio. ¿Venderlo? Esa mujer era capaz de lanzarlo a los leones si fuera necesario.
—Quiero a Potter —dijo con rotundidad y sin sonar avergonzada en lo más mínimo—. A mí también se me acaba el tiempo, Granger. Quiero que me ayudes a que note mi existencia.
Hermione se quedó un poco impactada. No podía culparla, ¿o sí? ¿Desde cuándo los ojos de Parkinson estaban puestos en Harry? ¿Cuándo había empezado a desearlo hasta tal punto de tener que pedirle ayuda a ella, su amiga? Era lo que pedía a cambio del suyo. Porque Hermione sabía muy bien que esa chica siempre conseguía lo que se proponía, incluso si se trataba de hacer que Malfoy se fijara en ella. Podía ver en sus ojos la seguridad que desprendía. Su prepotencia resultaba casi insultante. La pregunta era, ¿sería ella capaz de tirar a Harry, su mejor amigo, a un pozo de serpientes?
Hermione había terminado aceptando la proposición de la Slytherin aun a sabiendas de que una vez hecho ya no había vuelta atrás. Era muy consciente de que no podría retractarse después de haber pactado con las serpientes, pero la sola idea de conseguir que Malfoy se fijara en ella era demasiado atractiva. Trató de no pensar demasiado en el hecho de que se había puesto al mismo nivel que la Slytherin al vender a su amigo para conseguir un beneficio, pero por más que se proponía no hacerlo no podía evitar cuestionarse si realmente había tanta diferencia entre ellas.
Habían quedado al día siguiente en el baño de chicas de la segunda planta, donde nadie nunca entraba desde que el fantasma de Myrtle vagaba y lloraba por sus esquinas. Ambas sabían que aquel seguramente no fuera el lugar más cómodo para encontrarse, pero necesitaban un sitio alejado de miradas indiscretas que pudieran escandalizarse por el simple hecho de verlas hablar. Todos en el castillo sabían de la enemistad entre Hermione y Pansy, es más, era extraño que alguien no hubiera escuchado alguna vez los insultos que la Slytherin le lanzaba a la Gryffindor desde que se conocían. Al parecer eso ya era agua pasada. Las dos estaban dispuestas a dejar su eterna rivalidad a un lado para ayudarse mutuamente con aquel objetivo común: cazar a esos chicos, aunque tuvieran que hacerlo a contrarreloj.
El corazón de Hermione latía desbocadamente mientras se dirigía al punto de encuentro. No sabía muy bien qué esperarse, y aunque todavía tenía algunas reservas con respecto a aquel retorcido plan, no se dio tiempo para pensar demasiado y entró en el baño una vez que estuvo segura de que nadie la miraba. Cuando la puerta se cerró tras ella pudo ver que Pansy ya estaba esperándola dentro. Su pose, tan altiva como fabulosa, le hacía entender que desaprobaba por completo que hubiera llegado unos minutos tarde.
—Lo siento, Harry me entretuvo con las tareas —dijo Hermione mientras se desabrochaba un poco la túnica debido al sofoco.
La Slytherin, que llevaba un abrigo de piel y botas altas para nada discretas, se mordió un poco el labio de manera disimulada cuando mencionó aquel nombre. Luego la miró directamente a los ojos.
—Empecemos contigo, ya que eres el caso más complicado —sentenció Pansy entonces. Hermione arqueó las cejas en respuesta. Sí, obviamente esa chica lo tenía más fácil para conquistar a Harry de lo que lo tenía ella con Draco, pero ¿era necesario decirlo en voz alta? Tal vez lo fuera viniendo de una Slytherin. Ésta la miró de arriba abajo, escaneándola por completo sin cortarse ni un poco—. No me extraña que Draco no se fije en ti.
Hermione apretó los puños a sus costados. ¿Qué era lo que quería? ¿Hundirla antes de ni siquiera haber empezado? Estaba claro que negociar con serpientes como ella no sería nada fácil, pero si se venía abajo a la primera terminaría comiéndosela por los pies. No iba a permitirlo, no cuando lo mejor que sabía hacer Hermione era jugar sus cartas. Serenándose y tratando de imitar la manera en que la miraba, hizo una mueca con los labios y respondió:
—Si estás aquí ahora mismo es porque tú también has pasado bastante desapercibida para alguien, ¿no crees?
Las comisuras de los labios de Pansy se elevaron en una extraña sonrisa. Miró a Hermione con la perspicacia grabada en los ojos.
—Eso es, Granger, saca tu lado más cínico. A los Slytherins no nos gusta la gente blanda, mucho menos a Draco —la chica empezó a caminar alrededor de ella con las manos enlazadas a su espalda y una expresión intimidante en el rostro. La escena parecía puramente la de un cazador y su presa—. Lo primero que tienes que hacer es no agachar la cabeza cuando te insulte. Cuando lo haga mírale a los ojos fijamente, hazle saber que no te hieren sus palabras, por muy duras que puedan ser.
—Pero yo…
—Sé lo que vas a decir —Pansy seguía caminando a su alrededor, cada vez más y más cerca. Hermione podía sentir el peligro en el ambiente—. Vas a replicarme que tú siempre le contestas. Sí, pero tus simples "cállate, Malfoy" no sirven. ¿Qué es eso? Parece lo que le diría entre dientes un niño a su madre después de haberlo castigado sin volar en escoba. No, eso ni siquiera es un insulto, aunque tampoco es necesario que se lo devuelvas. Hay formas más sutiles de hacerle ver que no puede contigo, como clavar los ojos fieros en los suyos y entrecerrarlos levemente para demostrarle que lo tienes vigilado. Puedes incluso arrugar un poco la nariz para que entienda que no vas a permitir semejante desprecio —Hermione se puso rígida cuando el rostro de Parkinson se acercó a su oído sin previo aviso y su gélido aliento impactó contra su piel como si de un hechizo se tratara—. Sé de primera mano que le excitan las chicas duras. Las que no se dejan de nadie.
Hermione cerró los ojos. Necesitaba procesar toda esa información y tratar de que no le influyera mucho el hecho de que casi le hubiera confesado que ella y Draco se habían acostado. Sus palabras habían provocado que algo en su interior se prendiera en ira por un momento, el justo y necesario para volver a tomar aire y abrir los ojos con tranquilidad. La encontró de pie frente a ella, con esa mirada tan suya que helaba la sangre hasta a los fantasmas del castillo. Pansy sabía que le había dado donde más dolía y disfrutaba con ello, aunque solo Merlín sabía todo lo que se estaba conteniendo. Al fin y al cabo ella seguía queriendo su recompensa, no era lógico enfadar a la persona que podía conseguir que obtuviera lo que más ansiaba. Al menos no demasiado.
—Demostrar intransigencia, entiendo —fue lo único que dijo Hermione.
—Muy bien, pasemos entonces al siguiente punto —respondió Pansy, acercándose a ella con pasos firmes y seguros. Cuando estuvo lo suficientemente cerca utilizó un solo dedo para echar a un lado parte de su túnica y ver sus ropas—. Por Merlín, tienes que dejar de vestir como si quisieras ocultar tu cuerpo. Espera, es eso lo que pretendes en realidad, ¿me equivoco?
Tras la helada mirada que Hermione le dedicó, Pansy se desabrochó el largo abrigo que llevaba y lo dejó caer al suelo del baño sin miramientos. Lo hizo con un simple y ágil movimiento que se sintió realmente soberbio… aunque debía admitir que había sido extraordinario. Estaba claro que ella tenía toda la gracia y elegancia que a Hermione le faltaba.
La Slytherin hinchó el pecho con la seguridad y arrogancia de aquel que se sabe ganador. Y de qué manera le ganaba a ella. Bajo su túnica lucía una camisa ajustada de seda color crema que dejaba al descubierto todas sus curvas sin necesidad de enseñar nada. Sus pantalones se ceñían a sus caderas y le daban un aspecto del todo sensual. Por no mencionar aquellas botas. Hermione no podía dejar de compararse con ella de una manera un tanto inapropiada.
—Ya es demasiado malo que nos obliguen a llevar túnicas y uniformes entre semana, ¿por qué querrías usar el jersey de tu abuela y los pantalones anchos de tu amigo Weasel el sábado? Lo único bueno que has hecho ha sido considerar taparte un poco esas pintas con la túnica —la voz de Pansy resultaba burlona y un poco divertida, aunque a Hermione aquella situación no le hacía ninguna gracia. Parkinson se puso seria de nuevo—. De verdad, deja de vestirte como la profesora Sprout. Así no conseguirás que te miren.
Pansy sacó su varita del bolsillo trasero del pantalón y, con un rápido movimiento, hizo que la túnica de Hermione cayera a sus pies. Luego, sin darle tiempo a reaccionar, hizo que aquel gran jersey se ajustara mucho al cuerpo de la muchacha y que los pantalones encogieran hasta su talla.
—¿Pero qué…?
—Vaya, ¡mírate! —la interrumpió Pansy—. ¡Pero si resulta que tienes curvas! Quién lo hubiera dicho hace unos segundos…
Hermione se sentía un poco incómoda con el hecho de que su ropa se ajustara tanto a su cuerpo. No estaba acostumbrada a dejar que el mundo viera lo que había ahí debajo, pero tenía que admitir que Parkinson tenía razón. Necesitaba cambiar su forma de vestir urgentemente. El objetivo en su mente era muy claro y tenía la firme intención de conseguirlo. No iba a entregar a Harry por nada, porque aunque tenía puestas todas sus esperanzas en esa chica, era muy consciente de que debía poner todo de su parte para lograr que aquello saliera bien.
—De acuerdo —la voz de Hermione sonaba ronca, casi resignada—. Iré a Hogsmeade a comprar ropa nueva.
—No hay tiempo —espetó Pansy, quien había hecho que su ropa volviera a la normalidad antes de invocar una mochila que descansaba sobre los lavabos cercanos. Había pasado completamente desapercibida para Hermione hasta este momento. Pansy la cogió al vuelo y empezó a abrir su cremallera, no sin antes mirar a Hermione por el rabillo del ojo y decir—: Venga, desnúdate.
—¿Disculpa?
La Gryffindor no podía hacer más que suponer que no había escuchado bien, pero al ver que Pansy apretaba los labios para evitar reírse supo que algo iba realmente mal.
—He dicho que te quites la ropa, Granger.
Hermione se quedó completamente rígida al comprender que había escuchado perfectamente la primera vez. ¿Cómo quería que hiciera algo así si se escondía de sus compañeras de habitación para ponerse el pijama todas las noches?
—No pienso hacer eso —replicó la chica cruzándose de brazos… como si eso fuera capaz de detener a alguien como Pansy.
Segura y tranquila como estaba, Parkinson sacó de la mochila una camisa muy parecida a la que llevaba. Luego se giró hacia Hermione y rodó los ojos con aburrimiento.
—No me hagas perder el tiempo, ¿quieres? No serás la primera mujer a la que veo desnuda —se tomó el tiempo de suspirar de manera un tanto dramática—. Además, no tendrás la suerte de que te deje mi ropa de nuevo, así que deja de mirarme así y empieza a desnudarte.
Hermione resopló más fuerte de lo necesario para cerciorarse de dejarle claro que desaprobaba al cien por cien aquella idea. Pero estaba dispuesta a tragarse su extremo recato y hacer lo que decía. Al fin y al cabo había aceptado confiar en su criterio para conseguir su objetivo, y tenía la garantía de que Pansy se esforzaría al máximo con ella para alcanzar el suyo propio. ¿Qué podía salir mal?
Hermione empezó sacándose el jersey por la cabeza y luego siguió dejando caer los pantalones al suelo. El escrutinio de Pansy fue tan intenso que Hermione tuvo que aclararse la garganta para traerla de nuevo a la realidad. Finalmente la Slytherin puso los ojos en blanco antes de romper el silencio.
—Tienes que renovar tu ropa interior si todo lo que tienes es… —hizo un gesto con la mano, abarcando todo su cuerpo—. Bueno, si todo lo que hay en tus cajones es así. Pero no esperes que te deje también mi lencería italiana. Tendrás que ir a comprar la tuya cuando llegue el momento.
—Ni que yo quisiera ponerme tus bragas —replicó Hermione. Pansy levantó la cabeza para mirarla con suficiencia. Luego le tiró la camisa con desprecio mal contenido.
—Oh, por supuesto que querrías hacerlo si las hubieras visto… Pero no creo que alguien tan como tú haya soñado siquiera con ponerse lencería fina alguna vez. Apostaría mi fortuna a que no tienes ni idea de cómo es y no perdería ni un knut.
—Lo que tú digas —respondió Hermione, poniéndose la camisa rápidamente para tapar parcialmente su desnudez. Era suave, de color rosa palo y un escote en "v" que Hermione no se hubiera puesto nunca de no estar siendo coaccionada.
Pansy estaba a punto de decir algo no muy agradable cuando un ruido de tuberías inundó el lugar y las hizo sobresaltarse. Unos segundos más tarde, una chica con aspecto infantil y bastante translúcida salió de uno de los retretes con entusiasmo. Voló hasta ellas dando un agudísimo grito que casi les revienta los tímpanos. Hermione trató de tapar sus braguitas con las manos.
—¡Amigas! —exclamó el fantasma con una risita nerviosa—. Hacía mucho tiempo que no venía nadie a verme. ¿Qué estáis haciendo? ¿Por qué no tienes pantalones? —Myrtle se quedó en silencio una milésima de segundo. Luego se llevó las manos a los ojos—. ¿Interrumpo algo?
—No seas estúpida —espetó Pansy—. ¿No ves que se está cambiando de ropa?
—Oh, me quedo mucho más tranquila —dijo el fantasma, volviendo a abrir los ojos y fijándose en las prendas que había en el suelo—. ¿Qué hay de malo con ese jersey? Yo solía llevar uno así en mis tiempos de estudiante —añadió entonces, sintiéndose melancólica de repente.
Pansy dejó escapar una sonrisa maliciosa.
—Puede decirse que vas a la moda, Granger… a la de los años cuarenta al menos.
—Más te vale cerrar el pico si no quieres que cuele una nota de Ginny entre los apuntes de Harry —amenazó Hermione con hastío. ¿No quería que sacara las garras? Pues iba a encontrarse con el arañazo en la cara si seguía desmereciéndola de esa manera—. Sé muy bien que se muere porque él le preste un poquito de atención. Ten cuidado Parkinson, que ella lo tiene más a mano.
El rostro de la Slytherin palideció tanto que empezó a asemejarse al tono del fantasma que las rondaba. Frunció mucho el ceño e hizo una mueca con los labios, elevándose un poco el superior y mostrando sus dientes a modo de advertencia. Pero ahora era Hermione la que la miraba con la barbilla alta. Pansy necesitó de un puñado de segundos para recomponerse del todo. Cuando al fin alzó la mirada de nuevo todavía quedaba en sus ojos un atisbo de amenaza, pero estaba claro que se había dado cuenta de que la Gryffindor tenía más poder del que creía en un principio. Y no precisamente del bueno, sino del que podía echar por tierra sus planes y arruinarlo todo. La simple idea de imaginarse a Harry con otra le producía escalofríos, repulsión si "la otra" se trataba de la tonta de Ginevra. No. No podía permitirlo. Respiró profundamente antes de sacar un pantalón de la mochila y tendérselo con un asentimiento de cabeza.
Hermione se sentía poderosa. Por fin había logrado callarle la boca a la chica que tantas veces la había insultado por los pasillos del colegio. Ahora era ella la que tenía el poder de hacer que su amigo odiara o amara a la Slytherin. Todo dependía de cómo se comportara con ella y de si realmente ponía todo su empeño en conseguir que Malfoy la viera como algo más que una simple sangre sucia. Cogió el pantalón con desdén y se lo puso bajo la atenta mirada de ambas chicas. Myrtle no había vuelto a abrir la boca desde que se había percatado de la tensión del ambiente.
Una vez que lo tuvo puesto Pansy chistó, negando con la cabeza y acercándose de nuevo a ella.
—No, así no —dijo, tomándose la libertad de meter la mano en el pantalón para introducirle la camisa por dentro. Lo hizo rodeándola hasta que estuvo segura de que estaba tal y como quería—. Así mejor. Ahora ponte esto.
Hermione cogió los botines negros que Parkinson le estaba tendiendo y se los puso, abrochándose los cordones ella misma. Tenían plataforma y eran un poco altos para lo que estaba acostumbrada pero… bueno, de perdidos al río.
La Gryffindor sorteó a Pansy y casi atravesó a Myrtle para mirarse en uno de los espejos del baño. Su reflejo la dejó con la boca abierta. Jamás hubiera imaginado que alguna vez pudiera verse tan endemoniadamente bien. Aquel pantalón oscuro de talle alto ocultaba su estómago a la perfección y realzaba las curvas de sus caderas. Incluso hubiera jurado que le hacía más voluminosa allí donde debía hacerlo. Se giró para mirarse por encima del hombro. Merlín. Aquello realmente resultaba una muy grata sorpresa.
Parkinson esperó hasta que hubiera superado la impresión de verse tan cambiada para acercarse. En sus ojos ya no había señales de peligro, tan solo un brillo especial que nunca antes había visto en ellos. La miró detenidamente antes de mover la cabeza para quitarse el lacio cabello de la cara.
—Estás estupenda —dijo.
Hermione se quedó viéndola a través del espejo.
—Gracias —respondió con sinceridad.
—Ya estás lista para pasar a la acción. El plan es que hagas una entrada triunfal en el gran comedor a la hora del almuerzo. Haz que todos se fijen en ti, incluido Draco. Déjalo con la boca abierta.
—No sé si estoy segura de poder hacer eso.
—Oh, claro que podrás —respondió Pansy rodando los ojos—. ¿No ves lo bien que te queda esta ropa? Siéntete fabulosa porque… realmente lo estás. La antigua Granger está muerta, ¿de acuerdo? Yo la acabo de matar. Concéntrate en caminar con pasos firmes y desprender seguridad. Lo demás viene solo.
—Bien. Intentaré no caerme y hacer el ridículo delante de todos —comentó Hermione mientras se miraba los zapatos con preocupación.
—Escucha, no voy a disculparme por lo de antes, pero sí que quiero plantearte empezar de nuevo. Sin rencores. Sin prejuicios —dijo Pansy de repente, haciendo que Hermione levantara la cabeza de inmediato—. Nos guste más o menos estamos juntas en esto, las dos queremos exactamente lo mismo. Dejemos el pasado a un lado y pongamos toda nuestra energía en ayudar a la otra. Te prometo que yo lo haré por ti, pero quiero que esto sea recíproco —Hermione miró con sorpresa la mano que Pansy acababa de extender—. ¿Trato hecho?
No, no estaba soñando. Un fantasma acababa de atravesarla para contemplar aquella especie de tregua entre una Slytherin y una Gryffindor en primera fila. Y sí, Pansy Parkinson acababa de dar su brazo de hierro a torcer y ahora le estaba pidiendo cesar en los ataques personales. Qué ironía.
El contacto de ambas manos resultó extraño. Frío y cálido, férreo y nervioso.
—Trato hecho.
—Muy bien —Pansy fue la primera en retirar la mano. Luego puso los brazos en jarra y la miró con intensidad—. Y asegúrate de mantener a esa zorra pelirroja alejada de mi hombre.
NA: ¿Qué os ha parecido esta nueva historia? ¿Os ha gustado aunque sea un poquito? Yo he disfrutado mucho escribiéndola :D
¿Me dejas un review? :P
Cristy.