¡YAHOI! Sé que me he tardado (otra vez), pero bueno, es lo que tiene andar con mil cosas en la cabeza, aparte de un resfriado que no se quita ni pa Dios. Y yo que no quería ir al médico por nada del mundo... mierda.

Disclaimer: Naruto y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Masashi Kishimoto, yo solo los uso para pasar el rato.


Todo está bien


En lo que quedaba de tarde no se movieron. Ni siquiera cuando las tripas de Naruto rugieron por falta de alimento se atrevió el rubio a mover siquiera un dedo. Hinata se había quedado dormida sobre su regazo, seguramente agotada mentalmente por todo lo vivido en las últimas horas, aunque no pudo evitar pensar que tal vez las caricias suaves que él le había prodigado en su espalda, rozando y jugando con sus hebras negro azuladas, enredándolas y desenredándolas entre sus dedos una y otra vez pudo haber tenido algo que ver.

Su mujer siempre le decía que sus caricias la relajaban, al igual que las que ella le daba a él. A veces, por las noches, acurrucados el uno contra el otro en la cama, era como un juego al que ambos jugaban encantados, luchando por ver quién se dormía primero. No pudo evitar sonreír al recordar que aquello siempre ocurría luego de que hubieran hecho el amor. No había día en que no se necesitaran, en que no se demostraran lo mucho que se amaban.

Miró para el pequeño cuerpo de la chica sobre él y suspiró. Con mucho cuidado, la levantó en brazos y, como pudo, se fue hacia el sofá. Se sentó sobre este y, con cautela, cerciorándose de que Hinata no se despertara, se tumbó en él, acomodando a la chica sobre su pecho, colándola entre sus piernas para que estas hicieran de barrera y así no se cayera. La abrazó contra él, fuerte, pasando un brazo por la fina cintura y estirando el otro hacia el respaldo del sofá para coger la manta que siempre mantenían allí y los tapó a ambos.

Luego cerró los ojos y se dejó embriagar por el perfume natural que Hinata desprendía. Sus pulmones se expandieron agradecidos de volver a inhalar aquel aroma que en las últimas semanas le había sido casi imposible de disfrutar. La apretó duramente contra su pecho, cuidándose de no hacerle daño pero al mismo tiempo intentando que sus cuerpos quedaran lo más pegados posible, como si de un momento a otro ella fuera a fundirse con él, como si alguien que los viera por casualidad no supiera donde empezaba el uno y terminaba el otro.

La había echado tanto de menos que el poder estrecharla de esa manera entre sus brazos hacía que aquel momento fuera aún más especial para el rubio. Estaba consciente de que mañana todo volvería a ser como antes de aquella estúpida misión, de que Hinata volvería a ser la chica con la que se había casado, la mujer que lo recibía siempre con un beso y un abrazo.

Cerró los ojos y hundió la nariz en el cabello femenino, disfrutando de la suavidad de los mechones azulados contra la piel de su rostro. Amaba esa melena negra, larga y lacia. Si de él dependiera, Hinata nunca se cortaría el pelo.

Sonrió al recordar una peculiar conversación que habían tenido poco después de casarse, cuando estaban haciendo la mudanza a la nueva casa y estaban colocando las fotografías que ambos poseían, buscándoles un lugar a cada una de ellas. Hinata se había quedado mirando por un largo tiempo un par de ellas: una en la que aparecían todos los chicos con la edad de doce, él en primera fila, haciendo el signo de la victoria con ambas manos. Y otra en la que estaban todos de adolescentes, en un parque. Hinata había pasado inconscientemente un dedo por su figura y él le había preguntado qué ocurría, si le pasaba algo. La chica había sonreído con cierto aire de nostalgia y se había girado a mirarlo.

Nada. Una tontería. Solo… me preguntaba cómo habría sido si yo hubiera sido más valiente… Siempre me pregunté qué se sentiría el poder tenerte como te tengo ahora. Especialmente tu cabello. Me encantaba. Sé que suena estúpido. No me hagas caso.

Y Naruto se había prometido volverse a dejar crecer el pelo. Todo fuera por complacer a su mujer. Le daría el capricho encantado porque, en cierta manera, creía se lo debía. Pero cuando Hinata se dio cuenta de lo que pretendía había reído suavemente y le había dicho que no era necesario, que le gustaba tal y como estaba todo en su persona y que lo que importaba ahora era el futuro y no el pasado.

Sacudió la cabeza ante las extrañas divagaciones de su mente. Cerró los ojos y se dispuso a dormir él también, con el suave y calentito cuerpo de su esposa sobre el suyo.

Era jodidamente feliz y no cambiaría su vida por nada del mundo.


El olor a desinfectante, antisépticos y medicamentos del hospital la estaban empezando a marear. Llevaba una media hora sentada en una de las tantas camas blancas que allí había, esperando a que Tsunade, Shizune y Sakura vinieran a buscarla.

Aquella mañana al despertarse se había asustado como el infierno al ver que se había quedado dormida en el sofá, sobre el cuerpo de su amado. Se había levantado de golpe, total y completamente ruborizada a causa de la tremenda vergüenza que sentía, ahogando el chillido que quería salir de su garganta. Naruto se había removido al dejar de notar el agradable peso del cuerpo femenino sobre el suyo y también había abierto los ojos, clavándolos en ella y sonriendo al cabo de unos segundos. Él le explicó que se había quedado dormida y que no había querido despertarla. Ella no pudo menos que sentirse avergonzada, pero al mismo tiempo inmensamente feliz, con el corazón repiqueteando con fuerza en su pecho.

Y luego se habían cambiado y habían acudido al hospital como si nada tras un pequeño desayuno. Mientras que Naruto parecía más radiante y feliz que nunca ella destilaba ansiedad por todos los poros de su piel, debido a la incertidumbre que sentía.

No podía disimular el temblor de su cuerpo, causado por el nerviosismo. Pensó una vez más en los preocupados ojos azules que la habían mirado una última vez en el vestíbulo, antes de que unas enfermeras se la llevaran. Recordaba la sonrisa y el tierno beso en la frente con el que la había despedido. No lo perdió de vista ni un segundo hasta que tuvo que torcer por un pasillo y ahí sí, perdió todo contacto visual con el hombre que amaba.

Suspiró, comenzando a jugar con sus dedos sobre el camisón del hospital. Sakura le había asegurado que, si todo salía bien, podría irse a casa aquella misma tarde. En caso de que algo fuera mal, bueno, tendría que quedarse en el hospital para que los ninjas médicos revisaran a ver qué era lo que había fallado. Hinata rogaba internamente a todos los dioses que conocía porque nada saliera mal y todo marchara a la perfección. No podía soportar ni un segundo más aquella aura de tristeza, nostalgia y melancolía que había atisbado en Naruto en los últimos días y que parecía acompañarlo a todas horas adonde quiera que fuese.

Y sabía que todo era, indirectamente, por su culpa.

El ruido de la puerta al abrirse interrumpió sus pensamientos. Ante ella se encontró con unas sonrientes Sakura y Shizune, quienes venían acompañadas de un par de enfermeras que empezaron a revolotear alrededor de la cama en la que se encontraba tumbada, empezando toquetear cables y a prepararlo todo. Le colocaron una pinza en el dedo que conectaba con un aparato que monitorizaba los latidos de su corazón. También le pusieron una vía en la mano por la que empezó a gotear suero. Apretó el puño. Estaba muy nerviosa, no podía disimularlo.

―¿Lista, Hinata?―Respiró hondo y asintió. Shizune se acercó a ella, le indicó que se tumbara y empezó a tomarle las constantes vitales que se reflejaban en las máquinas que había a su alrededor, mientras que Sakura preparaba una jeringuilla y se acercaba a donde se encontraba ella. Hizo un vano intento por tranquilizarse.

―Vamos a sedarte ¿de acuerdo? Por precaución. ―Volvió a asentir. Sentía la garganta seca y había perdido la capacidad de hablar. Cerró los ojos cuando sintió el pinchazo en el brazo.

Poco a poco sintió como se sumía en la inconsciencia más absoluta, arrullada por los tenues murmullos de Sakura y Shizune así como el de los aparatos médicos que la rodeaban.


En la sala de espera, Naruto sudaba como no había sudado nunca antes en su vida. La sola idea de que algo pudiera salir mal, de que pudiera perder a Hinata, era suficiente para alterarle todos los sentidos.

Ella va a estar bien, Hinata va a estar bien. Todo va a salir bien. Sakura-chan dijo que todo iba a ir bien. Saldrá bien. Saldrá bien. Saldrá bien. Saldrá bien. Tiene que salir bien. Hinata es fuerte. Estará bien ―Se repetía una y otra vez en su mente. La preocupación y la angustia que sentía eran suficientes para mantener manso como un corderito a Kurama.

Gimió, pasándose las manos por el cabello rubio una y otra vez, exasperado, rogando a todos los dioses que conocía que velaran por su mujer. Si algo llegara a pasarle…

No seguiría, no sin ella. Hinata era como el oxígeno que necesitaba para respirar. Sin ella, nada tendría sentido.

Hundió la cabeza todavía más entre sus manos, temblando como un niño. Cualquiera que lo viera ahora mismo difícilmente reconocería al Héroe de Konoha, al shinobi más poderoso de todas las naciones ninja.


Sintió que flotaba, como en una especie de limbo. Algo suave y esponjoso la sujetaba para que no cayera al vacío.

¿Dónde estoy?―Luchó contra la neblina que le aletargaba la mente, intentando despejarse. El sueño amenazaba con llevarla de vuelta a la inconsciencia, pero hizo un esfuerzo por aclarar sus sentidos―. ¿Dónde estoy?

―Parece que su cuerpo ha reaccionado bien… ―Escuchó una voz, femenina, teñida de preocupación y seriedad.

―V-va a despertar ¿verdad?―Ahora la voz sonaba a una masculina, ronca, angustiada. Apenas un susurro que se coló en su subconsciente.

Ella conocía esa voz. Sabía a quién pertenecía. Quiso abrir los ojos, pero no fue capaz de despegar los párpados. Tampoco de emitir sonido alguno. Era como si una fuerza invisible la estuviera aplastando, impidiéndole hacer cualquier movimiento que su cerebro mandara a su cuerpo, doblegando su voluntad.

―No lo sabemos… depende de… ―Un gemido la hizo reaccionar. La misma voz de hombre.

Un color apareció en sus recuerdos: azul, ojos azules como el cielo. Un azul que la contemplaba como si ella fuera lo más precioso del mundo.

Dorado, mechones dorados como el sol, suaves y sedosos, haciéndole cosquillas en la piel.

Naranja, el naranja para ella siempre había sido el color de la esperanza, de la alegría. Ver ese color siempre la animaba, la hacía creer que todo iría bien, la hacía ser optimista.

Luchó por recuperar sus recuerdos, se abrió paso en la neblina de su mente, la angustia carcomiéndola con cada segundo que pasaba al saber que se estaba olvidando de algo sumamente importante. Necesitaba saber… conocer…

Una explosión, le pitaron los oídos.

Gritos, retumbando en las paredes.

¡HINATA!

Ese era su nombre, lo reconocía. Y esas voces…

Kiba-kun, Shino-kun… ―Poco a poco los fragmentos perdidos de su memoria fueron recomponiéndose: una misión, una guarida, unos traficantes…

Dolor, lo había sentido al caer estrepitosamente contra el suelo. Recordaba haberse cubierto la cabeza con los brazos para evitar un golpe que pudiera ser mortal, cuando el techo y las paredes habían empezado a derrumbarse sobre ella.

Ardor, el cuerpo había comenzado a arderle, a quemarle, se sentía ahogar y no entendía por qué. ¿Veneno? El pánico invadiéndola a cada segundo, sus manos aferrando ahora con fuerza un metal frío, redondo, que rozaba su pecho. Sus ojos fuertemente cerrados, suplicando por salir con bien de aquel lugar, pidiendo a los dioses que la dejaran volver sana y salva a su casa, a su hogar.

Un pensamiento, un ruego.

Naruto-kun… ―Abrió los ojos de golpe, una luz blanca la cegó y enseguida gimió, elevando los brazos para taparse el rostro. La repentina claridad la había molestado, como si hubiera estado demasiado tiempo encerrada, atrapada, en una total y absoluta oscuridad, incapaz de alcanzar la salida.

―¡Hinata!―Sintió unas manos sobre las suyas, un tacto suave que se le hacía dolorosamente conocido. Pero notó que las mismas se apartaban. Gimió de nuevo, desesperada, ansiando de nuevo aquel cálido contacto que siempre lograba tranquilizarla. Se debatió con furia, todavía con los ojos cerrados, cuando sintió otras manos desconocidas tocarla.

―¡Hinata, tranquila!―No hizo caso, siguió retorciéndose, intentando liberarse del agarre firme que la mantenía tumbada en alguna especie de colchón. No recordaba nada, no sabía dónde estaba, quería… necesitaba… necesitaba…

Solo se calmó cuando de nuevo aquellas manos conocidas se posaron en su espalda, incorporándola; al instante sintió como era pegada contra algo duro y una fragancia que ella conocía a la perfección se coló en sus fosas nasales. Enterró la nariz en una tela algo áspera e inhaló profundamente, dejando a sus sentidos embotarse con aquel olor tan familiar. Las lágrimas empezaron a fluir libremente de sus ojos, cayendo por sus mejillas, empapándolas. Se aferró a aquellas ropas con desesperación, temblando a causa de los sollozos que inútilmente trataba de contener en su garganta.

―Hinata, tranquila, estás a salvo, estás bien. Soy yo ¿vale? Soy yo, tranquila. ―Sintió como era arrullada con dulzura, con cariño. Buscó su voz; necesitaba saber que era él, que era real, que estaba en casa, entre sus brazos.

―¿Naruto-kun?―Con dificultad, pudo despegar sus ojos y elevar la cabeza.

Unos orbes tan azules como el mismísimo cielo la recibieron, junto con la más amplia de las sonrisas. Se quedó unos segundos sin respiración, con el corazón palpitando fuerte en su pecho. Sintió que de nuevo las lágrimas se agolpaban en sus ojos.

Naruto volvió a la vida. En el momento en el que ella pronunció su nombre y en el que aquellos orbes perlados lo miraron, brillantes, anhelantes, supo que había revivido. No pudo contenerse más y bajó la cabeza de golpe, besándola, bebiendo de sus dulces labios como si no hubiera un mañana, estrechándola con toda su fuerza contra su pecho. Fue como si despertara de una horrenda y dolorosa pesadilla.

Hinata no tardó en corresponderle, tan o incluso más ansiosa que él, aferrándose a sus ropas, abriendo su boca lo más posible para él, exigiendo una caricia más profunda.

Y él le daría el gusto…

Un carraspeo llamó su atención, al mismo tiempo que la falta de aire en los pulmones de ambos integrantes de la pareja se hacía patente, obligándolos a separarse para tomar aire. Naruto y Hinata se quedaron mirando, parpadearon, desviaron la vista para descubrir que habían tenido todo el tiempo a una sonrojada Sakura de espectadora. Y ellos se ruborizaron a su vez, furiosamente.

Hinata lo soltó de golpe, avergonzada. Naruto también dejó de abrazarla, pero no la soltó del todo, sino que una de sus manos aferró una de las suyas, entrelazando sus dedos, sentándose en una silla que había al lado de la cama.

―¿Cómo te encuentras, Hinata?―La peliazul notó como, a su lado, su marido se tensaba y la miraba, expectante, anhelante, como pidiéndole silenciosamente algo. Pestañeó, confundida.

―B-bien―contestó al fin. Un suspiro de alivio escapó de los labios del rubio, aliviado―. Sa-Sakura-chan ¿qué me ha pasado?―La pelirrosa suspiró, dejando de apuntar algo en unos papeles.

―¿Qué es lo último que recuerdas?―Hinata frunció el ceño, haciendo memoria.

―Estaba de misión con Kiba-kun, Shino-kun y Akamaru. Hubo una explosión, creo… ―Se esforzó por acceder a sus recuerdos. Aún sentía su mente embotada por algún motivo.

Como en una película, una serie de imágenes se desplazaron por su cerebro: ella de adolescente, desmayándose ante la sola presencia de Naruto; él cuidándola, en la casa que compartían; ella cocinando; ella celosa de las fans de su marido…

Un intenso rubor cubrió sus pálidas mejillas y se giró a mirar a su esposo, quien la observaba con cautela.

―Naruto-kun… ―Y las lágrimas acudieron de nuevo a sus ojos, comprendiendo que aquella sombra que cubría sus hermosos ojos azules era una sombra de dolor.

Dolor que, inconscientemente, parecía haber causado ella.

―Hinata, no… no llores por favor, no… ―Naruto se sintió morir al verla estallar de nuevo en llanto. La atrajo una vez más entre sus brazos, acunándola, asegurándole una y otra vez al oído que no había sido culpa suya y que ahora todo estaba bien.

Sakura decidió que era mejor dejarles un tiempo a solas. Hinata parecía recordar todo lo que había pasado mientras su cuerpo había estado afectado por las drogas. Y ahora mismo no había nadie mejor que Naruto para consolarla y calmarla. Todos sabían por experiencia que el único que siempre había logrado que Hinata se sintiera completamente a gusto y a salvo era el Uzumaki.

Sakura salió de la habitación cerrando tras de sí. Iría a avisar a su maestra y a Shizune de que todo parecía haber ido bien. Claro que tendrían que seguir vigilándola un tiempo más, por si las moscas, pero la Haruno confiaba en que todo iría bien.

Sonrió.

Tratándose de su hiperactivo amigo apostaba a que así sería.


La luz que se coló por la ventana le dio de lleno en el rostro, haciéndola arrugar la nariz y fruncir el ceño. Con un gemido de molestia, se revolvió entre las sábanas, enredándose aún más entre ellas. Se giró, acurrucándose contra un cuerpo ya más que conocido. Sintió una caricia en su cintura y abrió los ojos, esperando a que los últimos rastros del sueño se disiparan.

Los ojos azules de su marido brillaron cuando ella lo miró. Sonrió, feliz, llevando una de sus manos hacia el bronceado rostro, acariciándolo. Naruto cerró los ojos, disfrutando con el pequeño contacto. Luego los abrió de nuevo y se acercó a ella, afianzando el agarre en su cintura, pegándola a él, buscando sus labios. Ella no pudo evitar gemir al sentirse piel con piel contra el cuerpo masculino.

Cuando se separaron, Naruto le sonrió de esa manera tan suya que la hacía derretirse. Elevó las cejas al percatarse de las ojeras que había bajo sus párpados.

―¿No has dormido?―Él negó con la cabeza, pasando el brazo libre por debajo del cuerpo femenino, haciendo que ella se recostara en él como si de una almohada se tratara, para hacer así más íntimo el contacto entre ambos.

―No podía dejar de mirarte. ―Se le calentó el rostro, no pudo evitarlo. Naruto rio, feliz, y le acarició uno de sus pómulos con el dorso de la mano. Aquella leve caricia la estremeció―. Te he echado de menos… ―Se le encogió el corazón al oírlo. Posó su mano izquierda sobre la que el rubio aún mantenía en su cintura, entrelazando sus dedos; se la llevó a los labios, besándole los nudillos con infinita ternura sin apartar en ningún momento sus orbes perlados de los azules de su marido, transmitiéndole a través de ellos todo el amor y el cariño que todo su ser le profesaban. Notó como un estremecimiento recorría el cuerpo masculino y se regocijó por ello. Adoraba causar esas reacciones en su esposo.

―Estoy aquí. Y no voy a irme a ninguna parte. No podría. ―A Naruto se le aceleró el corazón. Se acercó de nuevo para besarla, ahora de una forma menos tierna, exigiendo que ella le entregara todo de sí con ese beso. Hinata no lo dudó: se entregó de lleno a esa caricia, dejando que su lengua invadiera su boca sin piedad. Naruto echó todo su peso sobre ella, obligándola así a quedar tumbada sobre la cama, de espaldas. Dejó momentáneamente los adictivos labios de su mujer para pasar a besar su mejilla, su oreja, su mentón, su cuello, su hombro, su clavícula, el inicio de sus pechos…―. Na-Naruto-kun… ―tartamudeó sin poder evitarlo, con un pequeño rubor cubriendo su cara. Lo sintió reír y la más absoluta felicidad la embargó.

―Me tienes que recompensar, Hinata. Fueron muchas semanas. ―El rubor en su rostro se acentuó al escuchar ese tono ronco que él siempre utilizaba para incitarla, para seducirla, sabedor de que no podía negarse a sus caricias. Naruto sabía muy bien cómo hacer que ella se rindiera ante él. ¿Sería malo decir que ella se dejaba ir entre sus brazos con suma facilidad? Era imposible para Hinata resistirse al hombre que amaba.

―Pe-pero a-ayer… ―Los azules orbes de su marido se clavaron en ella, impertérritos, oscurecidos a causa de la pasión contenida.

―Tenemos que recuperar el tiempo perdido. ―Y Hinata supo que tenía las de perder en cuanto aquella sonrisa zorruna, traviesa, se formó en su rostro.

Así que dejó que él la volviera a besar al tiempo que pasaba las manos por su cuello, atrayéndolo hacia ella para volver a besarlo, arqueando la espalda al notar el deseo más que palpable del chico contra su vientre, encendiendo en ella la chispa de la pasión. Hacer el amor con Naruto era sin duda una de sus cosas favoritas en el mundo.

Y el rubio tenía razón: debía compensarlo de alguna manera.

Aunque… no es como si ella no lo estuviera deseando.

Fin Todo está bien


¡Waaaaa! ¡Y llegamos al final! ¡El final, final! Estoy llorando lágrimas de emoción. Siempre me cuesta un montón terminar una historia. No quiero hacerlo pero todo lo que empieza tiene un fin, como se suele decir xD.

¿Os ha gustado? Contádmelo en un review, plis. Porque, ya sabéis:

Un review equivale a una sonrisa.

(Entre hoy y mañana contestaré los que me faltan y los que me vengan. Prometido).

*A favor de la campaña con voz y voto. Porque dar a favoritos y follow y no dejar review es como manosearme una teta y salir corriendo.

Lectores sí. Acosadores no.

Gracias.

¡Nos leemos!

Ja ne.

bruxi.