Nuevo integrante

Había transcurrido una semana desde que el equipo Taka había tomado albergue en uno de los escondites de Orochimaru. Una semana en los que mantuvieron su presencia oculta. "Que no los vea por ningún motivo" había sido la orden absoluta del Uchiha. Necesitaría tiempo para estar con ella a solas y ganarse su confianza.

La mayoría de los integrantes aceptaron sin ningún tipo de desacuerdo las nuevas ordenes que se les había dado, pero como siempre… en cada grupo hay esa persona que no está de acuerdo. Era de esperarse, después de todo, ya no sería la única que acapararía la atención de su jefe; y si lo que había dicho Sasuke era verdad… serían ella la primera en auxiliarlos en las situaciones más críticas. Contaban con un miembro más en el equipo, y así sería tratado, como alguien más de ellos. La cuidarían y protegerían al igual que Sasuke. Ella era igual de importante como él.

–No puedo creer que Sasuke haya traído a esa… –se quejó Karin entre dientes. Y no era que no tuviera la valentía de hacerlo abiertamente, pero hoy era unos de esos días en los que no tenía ganas de escuchar los sermones de Suigetsu –Incluirla como una de nosotros… –decía dudosa y con despreció mientras arrancaba enfurecida unas cuantas bayas de los arbustos y las depositaba bruscamente en la canasta que llevaba con ella colgada del brazo.

–Tranquila… –trató de calmarla su compañero sobándole los hombros a ella. Realmente le hacía falta relajarse a la muchacha –las queremos frescas, no hechas puré –le dijo al oído suavemente y erizándole la piel en su cuello, para después alejarse de ella y echarse una carcajada –Apuesto a que desearías que así te hablara Sasuke –si había algo que Suigetsu disfrutaba más que nadar… eso sin duda era molestar a Karin. Ver como el rostro de ella se encendía y se ponía igual que su cabello, definitivamente le encantaba. Al fin y al cabo, era una forma más de llamar su atención.

– ¡Cállate, idiota! –se defendió la pelirroja, y en un arranque de rabia azotó la canasta contra la cabeza de Suigetsu, tirando las bayas de la canasta, mallugando unas cuantas, pero destrozando la mayoría en el cabello del muchacho. Se había tornado un nuevo color, el que Karin menos deseaba ver.

– ¡Mira lo que hiciste! –le reclamó Suigetsu quitándose las frambuesas molidas de su cabello –me parezco a Rosita… –se arrancó dos de entre sus cabellos y se las lanzó a Karin en la cara, pero la muchacha era de muy buenos reflejos, bueno… no tanto. Una baya le cayó en uno de los cristales de sus lentes, mientras que la otra la atrapó con su mano, exprimiéndole hasta que un hilo rojizo corrió de la palma de su mano hasta su muñeca, dejándola sin jugo. Aunque había algo más que deseaba tener entre sus manos… y no aquella frutilla. Oh no, si le dieran a escoger, sin duda desearía agarrar del cuello a su compañero, hasta que su cara se tornara como las moras.

–Hasta nombre le pusiste... –le dijo fingiendo asombro, porque en realidad sabía de la facilidad con la que él se podía acercar a las personas. Si se lo proponía podía llegar a hablar hasta por los codos. Así que a veces, con Suigetsu lo mejor era responderle en monosílabos y no dejar espacio para las conversaciones. Si no jamás de callaría.

–De alguna forma tengo que referirme a ella, –le respondió con fastidio –no sabemos su nombre aun –había confirmado el motivo por el que se había levantado de malas. Karin sentía a Rosita, según como la llamaba él, como una amenaza hacia la posible relación que tal vez jamás podría llegar a tener con Sasuke. ¿Y él? ¿Cuándo volatería a verlo a él? Pero la verdad era que se estaba cansando de rogar, aunque fuera sólo por un poco de su atención. Aunque fuera sólo por una platica en la que no sólo participaba, pero también recibía respuesta por parte de ella.

Desde que llegaron había estado confinada en la habitación que se le había entregado. La comida le era llevada tres veces al día, cuando salía el sol, durante la tarde, y cuando la luna empezaba a brillar. La persona encargada de llevarle sus alimentos, y con la única que podía tener contacto… era Sasuke. Esta era una etapa crucial, y lo que menos deseaba era que alguien la arruinara. La única compañía que tenía eran torres y más torres de papel. Sasuke se había encargado de llevarle varios de los libros de medicina que Orochimaru conservaba muy bien resguardados en el laboratorio. Deseaba desesperadamente que eso despertara algo en su memoria. Tener un ninja médico en el equipo sería de gran utilidad.

–Sasuke-kun… –quitó sus ojos del libro al que le había dedicado toda la mañana y levantó la vista hacia el Uchiha – ¿Cuándo voy a conocer a los demás? –le preguntó viéndolo fijamente a los ojos. Se le notaba el cansancio en la mirada; no había dejado de leer desde que había llegado ahí. El pelinegro no quería verla a los ojos. Dicen por ahí que son las ventanas del alma, y los de ella no brillaban como antes, ¿acaso la chispa que llevaba dentro se había apagado? Eso… le dolía. Carecían la alegría con la que solía saludarlo todas las mañanas al reunirse el equipo 7. Se levantó del asiento donde había observado los últimos minutos a la pelirrosa, se dirigió hacia ella, y se sentó en la cama a su lado. ¿Había sido su culpa que ella se encontrara en esta situación? –¿Sasuke-kun? –indagó dudosa la muchacha volteándolo a ver. El Uchiha lentamente levantó su mano y la posó gentilmente sobre la cabeza de ella, moviendo con suavidad sus cabellos.

–Pronto, –le respondió con tranquilidad –pero necesito un poco más de tiempo… –y poco a poco dejó de acariciar su cabello –no puedo afectar tu memoria –bajó con lentitud su mano hasta llegar al rostro de la muchacha –Eres indispensable en esta misión –hasta detenerse en la mejilla de ella, pero algo no estaba bien. Estaban ardiendo y tenían un ligero tono rosa. El semblante en el rostro de él cambio, y con brusquedad subió su mano hasta la frente de ella. ¡¿Cómo es que no lo había notado antes?! –Estás hirviendo…

–Hace frío… –le respondió pestañeando relajadamente y bostezando entre las palabras –no sé por qué tengo sueño… –bostezó nuevamente y se recargó en el hombro de Sasuke –apenas es mediodía… –al sentir las mejillas de ella en su brazo estaba seguro que tenía fiebre. ¡En buen momento se había quedado sólo en el escondite!

La pelirrosa había caído presa del sueño, y sus ojos se había cerrado ante el cansancio, y no era para menos, llevaba bastante tiempo leyendo. Sasuke la recostó lentamente en la cama y salió de la habitación de ella. Minutos después había regresado con un balde de agua tibia y un trapo en sus manos. Tomó la silla del escritorio y la colocó a un lado de la cama de Sakura. Sumergió el trapo en la cubeta y lo exprimió fuertemente. Con su mano izquierda removió los cabellos rosas de la frente de ella, y colocó el trapo sobre ella. Repitió el mismo paso varias veces, hasta darse cuenta que el agua del balde estaba empezando a calentarse, pero la temperatura de la pelirrosa no disminuía para nada.

Salió de la habitación para cambiar el agua de la cubeta, pero contaba con un pequeño detalle. Al regresar, Sakura estaba cubierta de los pies hasta la cabeza con la cobija de su cama. Si cualquier otra persona hubiera entrado pensaría que no había nadie, simplemente alguien se había ido, dejando su cama desordenada. Sasuke apresuró su paso y dejó caer la tina al suelo al llegar a la cama. De un jalón le arrebató la cobija, dispuesto a regañarla por su falta de insensatez. Pero al levantar la colcha, simplemente no pudo hacerlo... se dio cuenta de lo indefensa que se encontraba. Dándole la espalda a la pared, acorrucada entre sus piernas, abrazándolas con sus brazos y temblando desmesuradamente. Una sensación extraña empezaba a apoderarse del cuerpo del Uchiha, y las ganas de abrazarla se intensificaban cada vez más. El deseo de sentir el cuerpo de ella contra la piel de él se apoderaba de su mente conforme avanzaban los segundos; y la necesidad de respirar el aroma que despedía su cabello empezaba a acelerarle la respiración, los latidos del corazón, y la sangre que viajaba en todo su cuerpo. Haciendo que la adrenalina lo empujara a ceder ante lo que más deseaba…

Sin embargo, su fuerza de voluntad era inquebrantable. Sacudió esos pensamientos de su cabeza, no era momento de pensar en eso. La descubrió completamente y la cargó en ambos brazos, podía sentir como la piel de ella ardía. La cabeza de Sakura descansaba en el pecho de Sasuke, y las piernas de ella colgaban sueltas de los brazos de él.

–Sakura, –empezó a llamarla suavemente –despierta –la sacudió un par de veces, pero nada. No había respuesta por parte de la pelirrosa. –Sakura… –volvió a llamarla. Esta vez, con voz más baja, casi queriendo no sacarla de sus sueños. Su rostro se veía que descansaba placenteramente, a pesar de que su cuerpo no dejaba de temblar –necesito que… –se detuvo antes de terminar la oración, tiñendo tenuemente de rosa las mejillas de él. No podía creer lo que le iba a pedir, pero no había otra forma de bajarle la fiebre –… te quites la ropa… –pero como era de esperarse no hubo respuesta alguna por parte de Sakura. Ella seguía profundamente dormida.

Ya habían llegado al baño. Sasuke tomó la perilla de la puerta y la giró, empujándola levemente. Al entrar volvió a sacudir a la pelirrosa, pero parecía como si se hubiera desmayado. El tan sólo hecho de contemplar esa posibilidad lo preocupó aun más. Apresuró su paso y la recostó en la tina del baño. La tomó del mentón y gentilmente sacudió su cabeza de un lado a otro. Esta vez teniendo un poco más de éxito. Los ojos de ella comenzaron a abrirse con lentitud, aun se encontraba somnolienta.

Sin pensarlo dos veces la pelirrosa tomó su blusa de las dos extremidades inferiores. Sus movimientos eran muy torpes, y con ambas manos empezó a quitársela con dificultad y desesperación. La blusa comenzó a subirse rápidamente, dejando al descubierto la piel de porcelana que tenía la muchacha, hasta llegar a la parte superior, donde el encaje de su brasier le era visible al Uchiha. Quien inmediatamente la tomó de una mano para detenerla. No podía dejar que esto continuara, la blusa de Sakura no era lo único que estaba subiendo, sino también las tonalidades de rojo en el rostro de Sasuke, y el calor de su cuerpo. ¡No podía desvestirse en frente de él!

–No puedo… –le respondió con dificultad, peleando contra su sueño y las ganas de dejarse caer en un descanso placentero –estoy muy cansada… –y dicho esto los brazos de ella perdieron la poca fuerza que había podido recaudar unos minutos atrás. El pelinegro bajó lentamente la mano de Sakura y retiró la suya del vientre de ella. La dirigió hacia su rostro y lo cubrió parcialmente, tratando de regularizar su respiración.

Después de unos segundos recobró su compostura. Tomó la blusa de la muchacha, se la subió por completo hasta quitársela, y la aventó al suelo. Bajó sus manos hasta las caderas de ella, y cautelosamente bajó la pequeña cremallera que tenía su falda en un costado. La tomó por debajo y la deslizó entre sus piernas, para hacer los mismo al final, lanzarla al piso. Lo que había sucedido en la habitación, y en el mismo baño hace unos minutos… las mismas sensaciones invadían su cuerpo, pero duplicadas. Contempló el cuerpo de la pelirrosa como si fuera lo más sorprendente que sus ojos hubieran visto. No podía creer que tan bien torneado estaba su cuerpo, y que a la vez pareciera tan frágil. Su brasier tenía encaje, y sus pechos eran pequeños y bien definidos. Sus piernas se veían más suaves que las plumas de ganso, sin embargo, eran igual de blancas. Su cabello largo cubría la mitad de su rostro, y sus labios… pequeños y jugosos; juraría que hasta contaban con un brillo natural. Como cerezas recién lavadas y listas para ser comidas.

Despues de un breve y arduo debate en su mente… decidió acariciarle la piel. Unos segundos no importaría. Levantó su mano decidido y acarició el rostro de la muchacha, acercándose cada vez más a los labios de ella; y con su dedo índice los rozó, sin duda eran tan suaves como el terciopelo. Detuvo su mano, y el resto de su cuerpo se congeló. No podía continuar. Por unos minutos había olvidado que la pelirrosa ardía en fiebre.

Colocó el balde en la tina y abrió la llave, esperando a que el agua saliera tibia. La tocó un par de veces con su codo, y una vez lista la dejó correr en la tina de baño, mojando a Sakura junto con su ropa interior. A pesar del ruido del chorro de agua, y el cambió de temperatura, la pelirrosa no salía de la tierra de los sueños. Esperó varios minutos, hasta que finalmente la bañera estaba casi completamente llena de agua. Sasuke cerró la llave y se hincó a un lado de la muchacha. Con sus dos manos juntas recogía agua el agua de la bañera y la dejaba caer en la cabeza de la pelirrosa. Lo principal era bajar la temperatura en su cabeza. Despues de hacerlo durante 15 minutos sus brazos se habían cansado; esta no era la forma más eficaz de hacerlo. Lo mejor sería ir a la cocina por un vaso, para facilitar cada vez que el vaciaba agua sobre Sakura. Sasuke puso sus manos alrededor de la tina, y de ahí se apoyó para poder levantarse; tenía que regresar pronto.

Al haber puesto a Karin de mal humor, Suigetsu se fue por su parte a recolectar las hierbas que aparecían en la lista que Sasuke les había dado. La mayoría de las veces la molestaba, pero siempre lo olvidaba en cuestión de minutos, pero en esta ocasión ella aún seguía molesta con él. ¿Acaso no se daba cuenta que lo único que él quería era acaparar sus pensamientos? Que al menos lo considerara como una opción… pero no. Sasuke era lo único que ocupaba la cabeza de ella, y no había espacio para nada ni nadie más. Después se le pasaría el enojo y le volvería a hablar. Después de todo, siempre era así.

Una vez ya terminado de recoger las plantas regresó al escondite. Un buen baño era lo que le hacía falta, y ya podía imaginarse el agua fresca caer en su cabeza. Fue al laboratorio y dejó la canasta que llevaba con él en uno de los escritorios, junto con la lista de plantas que se les había entregado, donde él había tachado las que sí había encontrado. Miro a todos lados, pero su canasta era la única en el laboratorio, lo que significaba que Karin y Juugo aún no habían regresado. Se fue a su cuarto y tomó sus cosas para bañar. Ropa limpia, toalla, estropajo… todo lo necesario.

–Por fin, –soltó con alegría y una sonrisa en el rostro –un merecido baño –Abrió la puerta y entró con tranquilidad. Cerró la puerta con seguro y empezó a desvestirse en frente del lavabo, donde había un espejo. –Si tan sólo Karin se diera cuenta de lo que se pierde –musitó con tristeza, flexionando sus músculos, para levantarse aunque fuera un poco el ánimo. Se encontraba en ropa interior, y listo para entrar a la bañera. –Qué raro… –murmuró al ver por el espejo la cortina de la tina de baño abierta –alguien debió olvidar cerrarla… – se dio la media vuelta, listo para ducharse, pero al llegar a la bañera se detuvo en seco, tirando al piso su estropajo y toalla. Estaba echo piedra, y agradecía el no haberse quitado el bóxer aún, porque si no… "¡Ay nooo!" pensó alarmantemente Suigetsu. "¡Sasuke me va a ahorcar!" estaba entrando en pánico, y aun más al ver que la pelirrosa se estaba despertando –Rosita… –la saludó con una sonrisa de nervios mientras se agachaba a recoger la toalla del suelo para cubrirse el cuerpo. La muchacha aun se encontraba somnolienta, así que al ver abrir un poco los ojos vio una silueta algo distorsionada.

–¿Sasuke-kun? –preguntó la muchacha en voz muy baja, y un poco dudosa al no ver bien.

–No… –murmuró completamente nervioso. No sólo por el hecho de que su jefe se encargaría de ahorcarlo, pero se encontraba en el baño a solas con Rosita en ropa interior. Viéndola de cercas, aunque no quisiera tener ese tipo de pensamientos, tenía que aceptar que tenía un lindo cuerpo… "¡Rayos! Esto no puede ser peor" Retrocedió lentamente sin quitarle la vista de encima a ella, hasta casi llegar a la puerta, pero se detuvo al escuchar que alguien movía la perilla de la puerta desde afuera "Oh no…"

–Sakura ¿estás bien? –sin duda alguna, esa era voz de Sasuke. Las pocas esperanzas que tenía de desvanecerse de ahí había desaparecido en el instante que escuchó la voz del pelinegro. Empezó a sudar como loco… rogando por otra oportunidad para al menos poder despedirse de Karin. Ya podía darse por hombre muerto. Mejor suerte no podía tener – ¿Sakura? –volvió a llamarla sin escuchar alguna respuesta por parte de ella. Poniéndole aún más los nervios de punta a Suigetsu…