5B. Skyla

Las nubes desfilaban silenciosa y lentamente por el horizonte que se perdía en la distancia de una profundidad difícil de discernir. El viento corría acariciando la carrocería de la aeronave mientras que el quedo y constante susurrar del motor parecía un discreto susurro casi imperceptible.

―Si mira a su derecha, podrá ver las escarpadas pendientes de Montaña Twist en todo su esplendor ―La voz de Skyla rompió de pronto el silencio, con la dulzura y presencia de una aeromoza, pero manteniendo el control de la avioneta con la pericia y profesionalidad de un capitán. ―Es una lástima que tuviera usted que viajar tan de urgencia, de haber volado durante el atardecer habría usted visto los más hermosos paisajes vespertinos.

En el asiento de a un lado, el pasajero giró el rostro para mirar a la piloto, como si hubiera captado con aquel comentario finalmente su atención. Era un hombre delgado, adulto, de cabello oscuro y ralo y mirada afilada como un cuchillo.

―No hay nada que lamentar, ―respondió Giovanni con un destello maligno en los ojos ―estoy seguro que habrá vistas grandiosas para apreciar allá donde vamos.

El bien vestido caballero usaba unos anchos lentes envinados que, normalmente, servirían para bloquear el reflejo del sol, pero, dado que la dirección en la que estaban viajando no tenía el sol de frente ni en ningún sentido cerca de su rango de visión, lo único que hacían era evitar que las lascivas miradas que el líder del Equipo Rainbow Rocket dirigía hacia el curvilíneo cuerpo de Skyla fueran levemente disimuladas.

Por su parte, Skyla tenía su atención suficientemente ocupada en los controles e instrumentos del aeroplano como para determinar en qué partes de su anatomía los ojos de su pasajero se detenían durante más tiempo. Jamás tuvo demasiado afecto por los uniformes de corte tradicional o las gorras. En su lugar, ella prefería vestir algo mucho más moderno e (irónicamente) aerodinámico.

De un bonito y brillante color azul celeste, la blusa y pantaloncillos de la piloto y líder de gimnasio era ajustados y cómodos, pero no hacían un buen trabajo cubriendo totalmente su cuerpo, pues, aunque con ayuda de sus gruesos guantes, la chica tenia cubierto todo desde el cuello hasta las puntas de sus dedos, su atuendo no cubría ni su vientre ni sus piernas, que lucían destapadas casi desde donde nacían sus muslos hasta bien debajo de la rodilla donde comenzaban sus altas botas sin agujetas. El look lo completaban varias presillas y tirantes que se aferraban uniendo sus distintas prendas y daba la impresión de que más que pilotear una avioneta la chica estaba por saltar en paracaídas.

Por lo demás, Skyla era una chica de piel levemente morena, ojos de azul brillante, cabello pelirrojo intenso peinado en un fleco con dos largos mechones que le caían a los lados de la cara y un moño que sostenía con un prendedor en forma de hélice, un par de senos que sobresalían imponentemente de su complexión de otra manera esbelta, rematada por dos largas piernas de constitución atlética y robusta.

En general, sonreía todo el tiempo y solía prestar mucha atención a que la gran mayoría de los retadores que llegaban al gimnasio de Ciudad Mistralton en realidad iban más para verla en acción que porque buscaran una oportunidad real de competir por una medalla de la Liga. Esto, adicionado al hecho de que la vestimenta ajustada que siempre usaba para medio cubrir su peligrosamente curvilíneo cuerpo de 19 años solía mantener distraída a la competencia, la líder de gimnasio llegó a pensar que era una entrenadora pokémon prodigiosa y que estaba muy por encima del retador y aún del líder de gimnasio promedio.

Esa mañana, un visitante se apareció en su hangar, no buscando desafiarla a una batalla, sino contratar sus servicios como piloto de aeronave. Según este individuo, era imperativo que antes de caer el sol esa tarde, él pudiera llegar al puesto de control abandonado que se encontraba en una de las laderas de Montaña Twist y para ello requería de la destreza de una experimentada piloto y de su veloz aeronave.

Skyla que conocía bien el sitio y jamás rechazaba un desafío interesante cada vez que lo tenía delante acepto habiendo comprobado que la suma que el cliente estaba dispuesto a pagarle era superaba generosamente su tarifa habitual.

―Sé que el aterrizaje en aquel sitio no será fácil. Por eso estoy dispuesto a pagar lo justo por sus sobresalientes capacidades. ―dijo el hombre trajeado cuando la chica estuvo a punto de rechazar tan desproporcionada paga.

Al final, con Skyla sintiéndose halagada por ser considerada para una maniobra tan riesgosa y con Giovanni más que ansioso por llegar a su destino, se pusieron en marcha.

―Solicito permiso para aterrizar, repito, solicito permiso para aterrizar… ―habiendo llegado al sitio, dijo la piloto a través del micrófono de su diadema. Obviamente no hubo respuesta ―Bueno, no se dirá que no hice el intento. No por nada lo llaman puesto de control abandonado.

La risita simpática y el sentido del humor de Skyla recibieron exactamente la misma respuesta que su llamada de radio. Ninguna. Con cara como tallada en piedra, Giovanni espero en el asiento del copiloto hasta que, haciendo gala de su maestría al mando de la avioneta, la pelirroja terminó de acomodar el avión en la angosta y corta pista de aterrizaje que aquel sitio desolado le ofrecía.

Como si no le quedara paciencia alguna, el pasajero de inmediato desabrochó su cinturón, se puso de pie y salió de la cabina.

―Oiga, espere a que el motor se detenga por completo antes de abandonar su asiento… es una disposición de seguridad… ―refunfuñó ella, pero su cliente había desaparecido ya de su vista. La hélice frontal estaba dando sus últimas vueltas cuando se dispuso a desabrochar los cinchos de su asiento, pero antes de que pudiera tan sólo intentarlo, un par de poderosas manos se cerraron sobre su cara, obligándola a aspirar por la nariz y la boca un montón de esporas somníferas contenidas en un fino pañuelo.

La vista de la líder se nubló y todo a su alrededor comenzó a dar vueltas segundos antes de caer desmayada, evitando golpearse contra el tablero sólo por seguir fuertemente aferrada a su asiento por el cinturón de seguridad.

El rostro de Giovanni finalmente se suavizó mostrando una perversa sonrisa que era aún más aterradora que su indiferencia habitual.

Era su turno de estar al mando.

El frio salpicar de una solución para despertar hizo a Skyla recuperar la conciencia poco a poco. Al hacerlo, notó que ya no se encontraba en el avión, sino dentro del pequeño hangar abandonado del centro de control. Las ventanas estaban tapiadas y algunas linternas de baterías iluminaban el lugar que aparentemente había sido acondicionado y preparado de antemano recientemente.

Las siguientes dos cosas que notó es que, primero, tenía las manos atadas y sujetas a una cadena que corría por un sistema de poleas, lo que la obligaba a permanecer en una posición con los brazos alzados, muñecas juntas y de rodillas sobre lo que parecía ser una cama amplia y, segundo, que el hombre del traje que la había contratado para llevarlo hasta ahí e su avioneta estaba parado frente a ella, cerca de los controles de las poleas y con un envase de líquido para despertar en las manos.

―¿Qué sucede? ¿Qué es esto? ―preguntó la chica forcejeando tratando de liberar sus manos. El intento fue inútil.

―Solamente es la segunda parte de nuestro pequeño viaje. ¿De verdad pensaste que te pagaría todo ese dinero únicamente por tus destrezas como piloto? Son otras de tus capacidades en las que estoy realmente interesado ―sentenció él. Su rostro estaba oscurecido por la luz que entraba desde afuera pegándole de espaldas.

Asustada, la chica intento resistirse nuevamente, intentó gritar, pero aun cuando su voz saliera de las incompletas paredes del puesto de control, rebotaría sin rumbo en las desnudas laderas de las montañas sin encontrar ningún receptor humano en kilómetros a la redonda.

Giovanni, por su parte, no perdió el tiempo, decidido a disfrutar de las maravillosas vistas que tan ansiosamente deseaba en aquel viaje y echando mano de la blusa de la chica, luego de hacer a un lado los tirantes que la sostenían, la levantó revelando los enormes senos rosados de la piloto que, sin el soporte de la ropa al que estaban acostumbrados, cayeron por su propio peso haciendo un pequeño efecto de rebote. En comparación del tenue bronceado de su piel, sus senos casi parecían pálidos, solamente decorados por unos amplios pezones más oscuros.

―B-basta… déjeme ir, ya vio lo que quería ―demandó ella al ver que su cliente se regodeaba excitado a la vista de sus maravillosamente grandes pechos.

―¿Dejarte ir? No he pagado tanto dinero solamente para ver ―se defendió el otro y como si pretendiera dar una demostración, se acercó con descaro a ella y apretándole un seno con cada mano chupo rudamente el pezón de uno de ellos con sus labios.

Skyla lanzó de inmediato lo sonoro grito en respuesta, pero mientras la lujuriosa boca del hombre del traje seguía estimulando sus pezones con labios, lengua y dientes, el quejido pronto se fue transformando en un alargado y anhelante gemido.

Y es que el pasajero estaba jugando con sus tetas a placer, apretándolas, masajeándolas, estrujándolas con sus manos y dedos que no paraban de apretarle aquel pezón que no estaba siendo invadido soezmente por la boca del extraño. Luego, lamia toda la piel del seno con su lengua o metía su rostro en el espacio entre los dos pechos para que le cubrieran la cara entera y poder aspirar fuerte el aroma del escote de la piloto.

―Aléjese de mi… ―exigió ella, tratando de hacer acopio de una actitud amenazadora y una voz fuerte y demandante tanto como pudo. Fracasó ampliamente.

―Qué extraño. Casi sonaba como que lo estabas disfrutando. ¿Te parece si lo averiguamos?

El hombre se levantó, caminó hacia los controles y los operó de manera que la cadena que sostenía maniatada a la chica bajó más, permitiéndole estar de espaldas sobre el lecho.

Ella no tuvo oportunidad siquiera de tratar de incorporarse porque en segundos, ya tenía a Giovanni encima, despojándola de sus pantaloncillos y su ropa interior. Como un total sinvergüenza, el individuo le abrió las piernas e introdujo su dedo índice en la abertura de la chica sin mayor ceremonia.

La pelirroja gritó y se estremeció al sentirse profanada tan de sorpresa, pero al abrir sus ojos de nuevo vio que él sostenía frente a su cara el dedo que le había introducido y luego lo lamia cínicamente como para saborear el lubricante de la chica.

―Te mojaste bastante con tan sólo mamarte las tetas. ¿Me pregunto qué tanto lo harás si hago algo un poco más… directo?

Y sin dar más detalles, Giovanni se llevó esta vez dos de sus dedos a la boca y lamiéndolos, los introdujo con fuerza en el interior de la vagina de Skyla, aprovechando para estimularle también el clítoris con su pulgar.

La piloto reaccionó de inmediato, arqueando la espalda y lanzando gemidos y gritos desesperados que lo único que hacían era excitar más a su atacante. La sensación se fue volviendo para ella cada vez más intensa al tiempo que los dedos del sujeto se introducían cada vez más en ella, tocando y acariciando rincones de su interior que ni ella misma había explorado.

Pronto, el dolor se fue volviendo placer y aunque la chica seguía amenazando y rogando que la dejara en paz, ya eran más sus gemidos los que ahogaban sus constantes reclamos y demandas. Por mucho que quiso resistirse, por mucho que trató de evitarlo, sintiéndose infinitamente sucia trató con todas sus fuerzas de no disfrutarlo, de no sentir placer, no en ese lugar, no de esa manera, no con esa persona, pero fue inútil.

Todo su cuerpo se puso tenso y se sacudió violentamente al tiempo que su rostro se torcía en un gesto claro de puro éxtasis y que el aire abandonaba sus pulmones en un largo suspiro que salió de su garganta, dulce y placentero como el de una niñita que duerme encantadora.

Temblorosa y agitada, luego del intenso orgasmo, la líder trató de recuperar el aliento. Ya no sintió los dedos de Giovanni profanándola ni su cara aferrada a sus senos. En su lugar, al abrir los ojos lo descubrió desnudo de la cintura para abajo, colocado sobre la cama encima de ella, con una rodilla a cada lado de su cuerpo. El miembro duro y largo de su violador ocupaba el primer plano en su rango de visión y aunque no quiso verlo y apartó la vista tan pronto notó que estaba ahí, él no se lo permitió, sujetándole el rostro con las manos y obligándola a verlo de frente.

―Tú ya gozaste, ¿no? Creo que es mi turno.

Lo siguiente que hizo, fue colocar su pene erecto en el espacio entre los pechos de la pelirroja y sujetando cada uno de ellos con una mano los apretó para obligarlos a comprimir entre su piel su miembro duro. El hombre comenzó a moverse, adelante y atrás, penetrando las generosas y suaves tetas de Skyla. Lo único que la chica alcanzaba a ver era la punta del pene de su agresor emergiendo una y otra vez del rincón entre sus senos apretados. Cada nueva embestida, la chica temía que una desagradable y pegajosa sorpresa lo acompañara al emerger de las profundidades de su escote. No fue tan rápido como ella esperaba, pero eventualmente sucedió. Primero, una gota de líquido seminal brilló en la punta del miembro, luego de algunas embestidas más, el jefe del Equipo RR comenzó a correrse, llenándole la cara, el cabello, el cuello y los senos de una sustancia espesa y blanquecina que sobre la piel desnuda y fría de la pelirroja, le pareció muy caliente.

Giovanni levantó con su dedo un poco del semen que había quedado en la mejilla de la chica y se lo introdujo a ella con todo y su índice entre los labios. Aunque luchó fue en vano y mientras ella tosía violentamente, asqueada por el sabor amargo, él se levantó de sobre la cama y se alejó dándole la espalda.

Ingenuamente, ella esperaba que todo hubiera terminado. Él se había venido, la había echo correrse a ella también, ya no le quedaba más como humillarla. Pero estaba equivocada. Apenas si estaba comenzando.

Las poleas funcionaron nuevamente, esta vez levantándola de la cama de manera que quedara sentada. Sin perder un instante, Giovanni se recostó frente a ella, no sin antes levantar un brazo, alcanzar la cadena y tirar de ella haciendo uso de toda su fuerza de manera que pudo obligar al cuerpo de Skyla a levantarse del lecho tiempo suficiente para que él se colocara debajo, entre sus piernas y al soltar la cadena, la chica cayó con la vagina justo encima del pene de Giovanni, empalándola con su miembro.

La chica volvió a gritar de dolor, pero esta vez, desde el comienzo, su vagina lubricada sintió gran placer también al sentir algo mucho más grueso y largo que los dedos del extraño penetrándola. Él la sujetó con sus manos y la hizo moverse, acariciándole las piernas y los glúteos, masajeándole luego los senos con lascivia. Tiernas lágrimas comenzaron a correr por el rostro de la piloto, mezclándose con el semen que aún le manchaba el cutis al sentir como el tronco duro del violador la perforaba hasta rincones distantes de su interior que no creía posibles. Sentía talvez que ese miembro era demasiado grande para ella y aunque le generaba gran dolor, un cosquilleo de un placer culpable estaba presente en cada embestida. Mientras la violaba, ella negaba frenéticamente con la cabeza. No quería seguir sintiendo ese placer, no quería volver a correrse, esta vez sobre la verga de un abusador. No quería que ese asqueroso líquido que vació en sus senos lo vaciara ahora en su interior, en lo profundo de su vagina.

Pero no pudo evitarlo. Ya fuera la posición, las manos de Giovanni acariciándole las nalgas o sus labios chupándole desconsideradamente los pezones o la punta dura de aquel miembro golpeando contra la entrada de su útero, algo de eso, o todo junto la puso al borde de un nuevo clímax, pero aquello que la empujó al abismo de placer absoluto fue sentir el chorro de esperma caliente vaciándose directamente en su sexo.

Fue demasiado para ella, demasiado placer. Se quedó muda sollozando y temblando, colgada de las manos con las piernas abiertas sobre la cama mientras la eyaculación de Giovanni goteaba poco a poco entre sus piernas.

―Ya no más… por favor… ―rogaba en un susurro.

Pero su pasajero tenía corazón de piedra y no estaba dispuesto a venir desde tan lejos para tener un esparcimiento tan breve.

Las poleas volvieron a rechinar y la cadena se desenvolvió en su sitio, haciendo que la líder quedara esta vez con rodillas y codos sobre la sabana. Giovanni contempló su trasero grande y redondo, un largo rato, deleitándose en el cambio de coloración de su piel donde sus glúteos no lucían ese bronceado que cubría el resto de su cuerpo que llevaba comúnmente descubierto.

Con una nueva erección, la sujetó fuerte y lo único que la chica pudo hacer fue apretar los dientes preparándose para el impacto, decidida a ya no gritar y ya no disfrutarlo. Pero fue en vano. Siendo tomada desde atrás, aun cuando ya había sentido su pene duro, aun cuando ya lo había tenido bien al fondo en su vagina, en esa posición el miembro de su cliente se sentía más duro, más grande y su vagina parecía estar más apretada. No hubo resistencia ya que valiera. No le quedaba ya más energía para aguantarse. Los gemidos, suspiros y gritos de placer salieron de la boca de Skyla sin restricción alguna al tiempo que jadeaba con la boca abierta y sacando la lengua. Giovanni la poseía violentamente, apareándose con ella como un pokemon salvaje. A ella le pareció que en fue la vez que la penetración duró más, pero al final, el extraño terminó venirse en su interior, vaciando una nueva carga caliente. La pelirroja se sentía repleta, aterrada ante la idea de que con tanto semen dentro, seguramente acabaría quedando preñada.

Ese temor apareció en la mente de Skyla al tiempo que Giovanni echaba mano del pañuelo que guardaba en su saco y se lo ponía sobre la boca y la nariz a la piloto, mandándola de nuevo a dormir. Esta vez, dejaría que despertara sola, eso le daría tiempo suficiente para desatarla y alejarse valiéndose de las habilidades aéreas de alguno de sus pokémon.

Cuando despertara, ya sin las cadenas y habiendo oscurecido, la chica podría tomar su avión y volar de vuelta a la ciudad, llevando consigo más que sólo recuerdos de su aventura. Esto lo notaría cuando, en alguna turbulencia, su aeronave se sacudiera y sintiera el semen de Giovanni dando un vuelco aun en su interior.