El Poso De Los Deseos
Dicen que el tiempo pasa rápido, que los sueños son las únicas aventuras que tenemos y que la distancia depende hacia dónde nos dirigimos. Habrá ocasiones en las que despiertes deseando que todo fuera un sueño, obteniendo la oportunidad de corregir tu vida.
Con frecuencia me pregunto, ¿Qué es real? ¿Estoy dormido o despierto? ¿Estoy muerto o vivo? Y si estoy vivo solo soy un peón en este juego de supervivencia.
Tarde, me di cuenta de los errores que cometí. Tal vez mi destino fuera otro, de haber aceptado sea pálida mano cuando me la ofrecían, si hubiera llegado antes a la estación quizás no habría coincidido con esas rojas cabelleras. Pero los hubieras no existen, cada decisión cierra una brecha y junto a ella otros caminos esperan.
Ahora estoy posado frente al viejo pozo de deseos, donde los muggles suelen lanzar monedas a cambio de un deseo que probablemente se hará realidad con sus esfuerzos. Mi deseo prácticamente es imposible, anheló algo que todos quieren y nadie tiene… una oportunidad para corregir el pasado, mi pasado.
Me muerdo el labio, inspiro hondo e intento contener las lágrimas.
Parecía broma más de la lista que mis amigos solían hacer. Era una táctica simple y tontamente caí no tardaron en convertirse en mis amigos más íntimos, Hermione y Ronald Weasley. Ron era quien me había abordado en el Expreso a Hogwarts cuando sólo tenía once años, nuestra conversación se baso en el colegio, las casas, el quidditch y prácticamente su vida:
— ¿En qué casa están tus hermanos? — le pregunté.
—Gryffindor, — respondió — Mamá y papá también participaron. No sé lo que dirán si no lo estoy. No creo que Ravenclaw sea tan malo, pero imagina si me ponen en Slytherin.
Entonces las palabras de Hagrid hacían eco en mi cabeza «Todos dicen que en Hufflepuff son todos inútiles, pero… Es mejor Hufflepuff que Slytherin las brujas y los magos que se volvieron malos habían estado todos en Slytherin. Quien-tú-sabes fue uno.» Tras breves minutos de incesante debate, llegue a la conclusión que no sería Voldemort ni estaría en Slytherin.
Así fue cómo surgió uno de los dos errores más evidentes que tome. El segundo fue mi boda con Ginevra Molly Weasley, suena ilógico que el matrimonio ocupe un punto en mi extensa lista de errores.
La boda se diferenció mucho de ser el mejor día de mi vida, había soñado con una boda simple, siendo sincero no importaba que fuera lujosa solo quería estar rodeado de mis seres queridos, no de periodistas como era costumbre. Alguien dijo que era demasiado joven y me sermoneó insistiendo en que, a mi edad, debería ver mundo y disfrutar de la vida. En vez de eso, me dedique a estudiar y estar junto a Ginevra, quien después de varios intentos por quedar embarazada, acordó una cita en San Mungo donde descubrimos que el problema era mío.
Con veintitrés años, Hermione era la segunda mujer más joven en casarse de nuestra generación. El día de la boda Ron desayuno en Dulce Mañana, un nuevo restaurante del mundo mágico, cosa que no debió hacer porque durante la ceremonia su desayuno pasó a formar parte del vestido de novia de Hermione.
Esa mañana de navidad me despertó el olor familiar de pan recién salido del horno y los gritos de « ¡Fred elimina ese hechizo, ahora! » (Sentencio George a su hijo) y « ¡Estoy horrible, parezco la tía Ginevra! ¡Cómo voy a asistir a esta fastidiosa cena familiar con este aspecto! ¡Mamá, mira cómo estoy! ¡Tengo el pelo rojo! Ya pueden ir mudándose con la abuela Molly porque, lo que es yo, no pienso moverme de esta casa ni de este cuarto. ¡Fred, regresa, que aún no he terminado contigo!» (Esa inolvidable declaración salió de la hija de Fleur). El resto de la mañana pasó entre bromas y risas.
De modo que cuando subí al lavado, la conversación de Hermione y Ronald parecía una broma más:
—… insufrible, eso eres — gritó a pleno pulmón para gran asombro de Hermione. — Este matrimonio terminara de volverme loco.
— Crees que es fácil soportarte Ronald, — le dijo con un tono de voz más alto —. Solo cumple con tu parte del trato y cada uno podrá ir por su lado.
—Lose. Potter muerto, tú con tus libros y el dinero para mi familia.
— No será que tu hermana realmente se enamoro Ron — susurra ella.
— Es un Auror, matarle no es fácil para Ginny.
Alargo mi pie para caminar, pero algo me lo impide. Es una sensación rarísima, como si no debiera interrumpir. Mi vista se vuelve borrosa.
—… Dumbledore tuvo la grandiosa idea de morir, sin cumplir el acuerdo — prosiguió Ronald —. La poción esta lista, solo falta dársela a Ginny, ella se encargara del resto.
« ¡Una pesadilla! » tenía que serlo, pero para mi mala suerte no lo era. Pateo el suelo entre frustrado y dolido. Obviamente, era raro que alguien quisiera tener de amigo a un niño de once años que vista ropa cinco veces más grande que su cuerpo, a quien seguían intentando matar año tras año.
Sin embargo, sabia de una persona que no le importo las fachas que usaba, ese día coincidí con alguien que no conocía mi nombre y aun así digirió su mirada a mí: había ido por primera vez a Madame Malkin la tienda de túnicas.
— ¿Hogwarts, guapo? — Dijo Madame Malkin, una bruja sonriente y regordeta —. Tengo muchos aquí... En realidad, otro muchacho se está probando ahora.
En el fondo de la tienda, un niño de rostro pálido y puntiagudo estaba de pie sobre un escabel, mientras otra bruja le ponía alfileres en la larga túnica negra. Madame Malkin me guio al lado del otro niño.
—Hola — saludo el muchacho —. ¿También Hogwarts?
—Sí —respondí, la conversación tomo un rumbo inesperado, cada vez que el chico hablaba me recordaba todo lo que odiaba, me hacía sentir cómo un ignorante, lo cual era comprensible debido que recién asumía el mundo mágico, pero en ese momento solo quería salir de ahí y no verle de nuevo.
—…a propósito, ¿cuál es tu apellido? — Pregunto Malfoy, pero antes de que pudiera contestar, Madame Malkin dijo:
—Ya está listo lo tuyo, guapo.
Sin lamentar la interrupción, baje del banquillo.
—Bien, te veré en Hogwarts, supongo —dijo el Malfoy, y sin mirarle ni responderle salí del establecimiento.
Pasaron siete años, todos llenos de peleas con aquel muchacho, distanciándonos cada vez mas. Guardando silencio mientras lo veía llorar, enojarse, sufrir incluso puedo jurar que una vez le vi reír con sus amigos, no fue hasta aquel diálogo junto al lago que volví apreciar su sonrisa, era un vago recuerdo, mi recuerdo.
Apenas había tenido tiempo de hablar con Malfoy, pues aun después de la guerra era un joven cotizado, surgida de no se sabía dónde, la necesidad de agradecerle, de pelear y tenerle cerca aun se sentía presente en mí, pero para Draco Lucius Malfoy mi presencia era como la de un bolígrafo sin tinta.
A finales del séptimo curso, con las mejillas dolidas de tanto sonreír para las fotografías y los pies destrozados después de andar todo el día de aquí para allá, decidí escaparme de la grandiosa fiesta de graduación y sentarse a orillas del lago negro.
Las risas a mis espaldas indicaban que al menos alguien había disfrutado la graduación. Una clara y alta voz pronuncia mi nombre, alzo la vista, sobresaltado, el chico más cotizado se encuentra de pie a mi lado. Me levanto de un brinco, raramente emocionado.
— Malfoy, — le salude — ¿Qué haces aquí?
— ¿Qué es real? — Cuestiona él, ignorando mi pregunta —. ¿Qué es irreal? — Me mira de arriba abajo —. Te apremia un cambio — añade. Luego sonríe y, con aire de complacencia, dice — tal vez la próxima vez Pansy te arrastre de compras, pero antes deberás desear volver a donde todo comenzó.
— Te has vuelto loco — digo, ansiando descubrir el significado de sus palabras.
Malfoy se echo a reír.
—- Existe un ochenta y siete por ciento de probabilidad, que tus palabras — hace una pausa — no sean correctas. ¿Qué figura observas en esta moneda?
—Un rayo — respondí, por alguna razón esa moneda se me hacia atrayente. Malfoy, volteo la moneda — un dragón.
Malfoy cogió la moneda con ambas manos, y cerró los ojos.
— Y ahora, ¿Qué ves?
Observe como la moneda brillaba y los dibujos cambiaban de forma
—. Un león y una serpiente. ¿Cómo… como hiciste eso?
—Algún día te explicare todo, — respondió Malfoy —. Hasta entonces… deberás cuidarla Potter.
Aquellas fueron las últimas palabras que crucé con Malfoy. Las mismas palabras que me condujeron hasta aquí. Cojo la moneda entre mis manos y, con los ojos cerrados « Deseo regresar el tiempo atrás, recuperar lo perdido y evitar el cruel destino. » sin pensarlo más tiempo lanzo la moneda.
Seguía inmóvil frente al pozo, esperando que algo ocurriera, ya me había dado por rendido cuando algo duro golpea, mi mejilla izquierda, del pozo sale un humo amarillo formando letras « Su moneda no coincide con su deseo. »
Nadie había mencionado que las fuentes de deseos supieran escribir, pensé, la única moneda que tengo conmigo es la Malfoy.
Una vez más con la moneda de Malfoy en mis manos, cierro los ojos concentrándome en mi deseo y lanzo la moneda. Al hacerlo, me siento ridículo. Sale otro letrero « Gracias por su confianza. Se pide, la mayor discreción posible.»
Una luz de color amarillo rodea mi cuerpo. Comienzo a sentirme inestable, como si estuviera cansado.