Cuantas veces tendré que Rechazarte? 6
Ikhny Shy
Chicharrón lo guió por el Barrio de los Artistas hasta un galpón imponente que se erguía al final de una calle. Héctor solía recorrer ese vecindario, siendo él un artista hasta los huesos, se sentía cómodo transitando esas calles, pero ese edificio en particular era algo vetado para alguien como él. Allí dentro ensayaban y creaban los artistas más reconocidos de ese lado de la Tierra de los Muertos.
-¿Estás seguro que podemos entrar ahí, Chich? - Preguntó inseguro, al tiempo que su amigo golpeaba con firmeza la puerta metálica. -Aquí vienen las celebridades. -
-¿Y con quién crees que estás hablando? - Rió su amigo, mirándolo con algo de soberbia. Héctor lo miró con desconfianza. -Bueno, no soy un artista. - Bufó Chicharrón molesto. -Pero conozco mucha gente. -
Se escucharon pasos del otro lado, y un ojo se asomó por la mirilla de la puerta.
-¿Quién es? - Héctor se sobresaltó al escuchar la voz grave y poderosa del otro lado.
-Luis, soy yo Chicharrón. Venimos a ver a Ceci. - Hubo una pausa breve y luego el sonido metálico de la cerradura.
-Chich, viejo amigo! - Saludó un esqueleto de contextura inmensa, quien al abrazar al de pequeña estatura parecía que lo iba a quebrar. Héctor se estremeció solo de verlo. -Nunca te acuerdas de nosotros! -
-Aggg, no nos pongamos sentimentales! Déjame pasar, ¿Quieres? - Gruñó su vecino y el otro lo dejó de nuevo en el suelo
-Oh, si. Pasa, amigo. - Chicharrón pasó y cuando Héctor iba avanzar un paso, la gigantesca mano esquelética lo detuvo. -¿Y éste quién es?
-Soy Héctor Rivera. - Anunció con orgullo fingido. Chicharron revoleó los ojos.
-Es amigo mío. Déjalo, Luis. -
-Sabes que no pueden pasar extraños. - La voz del esqueleto se volvió más gruesa y sombría. Héctor tragó saliva nervioso.
-¿Crees que yo traería a cualquiera? Vamos, Luis! Es un amigo mío! Necesito que Ceci nos haga un favor. -
-Por favor… - Le pidió Héctor con una sonrisa suplicante. Luis lo pensó un poco, observó de arriba a abajo al flacucho que pretendía entrar al galpón de las celebridades. Resignado, dio un suspiro largo y abrió más la puerta, permitiendo el paso.
-Solo por ti, Chicharron. -
Avanzaron por un pasillo largo, amplio y luminoso. A los lados, podía verse a los artistas trabajando en inmensas habitaciones con ventanales imponentes que dejaban entrar la luz del sol. Héctor sintió que ese edificio irradiaba luz propia, la genialidad de los esqueletos que encontraba en cada lugar que miraba lo llenaban de inspiración. No por nada él deseó tan fervientemente ser parte de ese mundo, donde la imaginación, el talento y el arte se combinaban dando una sensación de libertad. Muchas veces se había arrepentido de haberse marchado de su hogar (aunque su idea nunca había sido no poder volver jamás), pero cuando se encontraba rodeado de música o (como en este caso) de arte, no podía evitar cerrar los ojos y sentir que su cuerpo se fundía en ese mar de sensaciones maravillosas que le transmitían los artistas.
-Aquí es… - Indicó Chicharrón y golpeó la puerta vidriada esperando que el atareado esqueleto del otro lado notara su presencia. La mujer de la habitación tenía el cabello corto prolijamente peinado y sobre su tabique reposaban enormes anteojos redondos. Estaba sentada detrás de un tablero inclinado muy grande y por el piso se esparcían descartados dibujos de vestidos y trajes.
-¿Qué quie… ? Oh, Chicharrón! - Al escuchar al viejo esqueleto, se dio vuelta y le sonrió con simpatía, aunque en sus facciones podía notarse que se encontraba algo estresada. -Hasta que decides dar una visita. - Lo regañó fungiendo severidad. El aludido solo sonrió y señaló hacia Héctor.
-Te presento a mi vecino, Héctor. - Los ojos de la mujer se posaron en él.
-Hola, un gusto. - Saludó el músico, sonriendo con simpatía. Ella lo miró fijamente, como decidiendo si realmente quería que el extraño entrara en su estudio. Luego dirigió su atención a Chicharrón.
-¿Y porque lo trajiste aquí? -
-Pues… necesitamos un favor. - Ceci suspiró amargada y caminó pesadamente a su tablero.
-Puedo imaginar lo que quieren y la respuesta es no. Tengo mucho trabajo que hacer. -
-Por favor, Ceci. El muchacho necesita ayuda… - Se acercó al tablero buscando que ella no lo ignorara -Quiere recuperar a su esposa. -
-¿Recuperar? - La frase sonaba extraña. Héctor se sintió incómodo solo de pensarlo.
-El muy idiota lo arruinó cuando estaba vivo y ahora ella está aquí… pero no lo quiere ni ver. - El esqueleto volteó en su asiento para mirarlo.
-¿Qué hiciste? -
-Pues verá… yo era músico y me fui de gira… - Ceci lo miraba fijamente con expresión seria, sintiéndose juzgado, Héctor miró hacia otro lado. -Ella no quería que me fuera y… bueno… -
-Murió durante la gira. Ella nunca lo supo. - Finalizó Chich. Hubo una pausa larga, la mujer continuaba con actitud desconfiada. Lo observó detenidamente y se levantó de su lugar. Caminó hasta él y lo miró a los ojos.
-¿A que edad moriste, muchacho? -
-Tenía 21. - Respondió. Ella dio un paso hacia atrás y suspiró resignada.
-Eras un niño… ¿Qué te pasó? -
-No estoy seguro. Solo sé que lo último que comí fue un chorizo y entonces… -
-Jajajajajaja, ¿Así moriste? - La estridente voz de Chicharrón resonó en la habitación. Ceci y Héctor lo miraron molestos por haber roto la seriedad del momento. -Por un chorizo! -
-No, no fue por eso! - Exclamó Héctor a la defensiva. -Me intoxiqué y… -
-Bueno, no importa. El punto es que tu esposa piensa que la abandonaste, ¿Verdad? - Continuó la mujer, masajeándose el tabique detrás de los anteojos. -¿Hace cuánto que estás en la Tierra de los Muertos? -
-Y… cerca de 5 décadas… -
-¡¿Cincuenta años?! - Exclamaron tanto Chich como Ceci al mismo tiempo.
-Caray, nunca te había preguntado eso! Es un mucho tiempo! -
-Sí y es mucho tiempo pensando que fue abandonada. - Agregó Ceci. -Debió ser muy difícil para ella. - Hubo un silencio incómodo. Héctor no deseaba pensar en lo mal que la había pasado Imelda por su estupidez, pero cada vez que contaba su historia era inevitable sentirse mal. -¿Qué es lo que quieren? - Preguntó finalmente ella cruzándose de brazos.
-Un disfraz. - Respondió Chich rápidamente. -Cómo no puede ni acercarse a ella, pensamos que si no sabe que es él, tal vez pueda al menos hablarle. -
-¿Han pensado en algo ya? -
-No realmente. Queremos que un artista nos asesore. - Ceci revoleó los ojos ante el halago del esqueleto bajito.
-Disfraz y asesoramiento. No será nada barato, Chicharrón. -
-¿Vas a cobrarnos?! - Exclamó Héctor alarmado. Los otros dos lo miraron molestos.
-Claro que va a cobrarnos! - Respondió Chicharrón. -Es un artista muy ocupada! -
-Pero yo pensé que… -
-¿Que va a ser, Ceci? - Siguió Chich, ignorándolo.
-Voy a necesitar cuero. - Respondió cruzándose de brazos. -Para el Amanecer Espectacular van a hacerlo temático de vaqueros, así que necesitaré mucho cuero para los trajes. -
-¿Amanecer Espectacular? ¿Ya estamos en esa época? - Preguntó el músico preocupado.
-Sí, faltan solo 4 meses y el tiempo pasa volando en la Tierra de los Muertos. Así que consíganme un rollo de cuero y yo haré el disfraz para el muchacho. -
Una vez acordado el pago de Ceci y luego que ella volviera a reprocharle a Chicharrón que no la visitara más que para pedirle algo, los dos abandonaron el galpón de las celebridades para volver a Shantytown. Héctor observaba preocupado a su amigo, los esqueletos como ellos no tenían acceso a bienes materiales, al no tener ofrendas, no había nada que pudieran cambiar en la Tierra de los Muertos por objetos de su interés y, además, el cuero no era algo fácil de conseguir, ni tampoco barato…
-¿Cómo vamos a hacer, Chich? Ni siquiera sé donde se consigue eso?! - Preguntó finalmente preocupado. Chicharrón le sonrió de lado, sin apartar la vista del camino.
-¿No sabes? Vamos, Ceci nos lo dejó muy fácil y eso que no sabe que tu esposa es zapatera. -
-¿Eeeeeh? ¿Piensas que Imelda me va a dar un rollo de cuero?! -
-A tí quizás no, pero tal vez yo pueda hablar con ella. -
-Te va a sacar corriendo. No es alguien muy paciente. Nunca lo fue. -
-No necesito que sea paciente. Solo tiene que querer algo, se lo conseguimos y lo cambiamos por el cuero. Es fácil. -
-Estamos hablando de Imelda… no será fácil… - Suspiró resignado. Por más que quería ser optimista como su amigo, la realidad era demasiado pesada. La amaba inmensamente pero, Héctor era muy consciente de los defectos de su amada y uno de los tantos era su escasez de tolerancia. Además, no había nada que ella pudiera necesitar y que no consiguiera por su cuenta. La muy testaruda podía obtener lo que quisiera con perseverancia y trabajo duro. Sonrió pensando en ella, como un bobo enamorado que era…
Tuvieron que ir a buscar la van de Chich antes de emprender la misión de conseguir el cuero de Imelda. Héctor no tenía nada de confianza en el plan, pero su vecino insistía que podía encontrar algo que intercambiar con ella, pero le pidió que se quedara callado un rato, así podía pensar seriamente las palabras que debía utilizar.
Para cuando llegaron, ya estaba anocheciendo, Imelda estaba por cerrar la tienda.
Chicharrón dejó la van frente al negocio y Héctor se ocultó en la parte de atrás, escondiendo su rostro bajo el sombrero de paja, pero levantando la cabeza lo suficiente para poder espiar. El esqueleto de baja estatura se acercó decidido a la tienda, se quitó su sombrero y comenzó a hablar con la Matriarca Rivera.
Héctor veía desde la distancia, la luz ténue y cálida que salía de la tienda era la única fuente de iluminación de la cuadra, perfecto para ver claramente lo que sucedía dentro, mientras él podía ocultarse en las sombras.
Imelda saludó a Chicharrón con cortesía, él comenzó a hablarle. Por la distancia el músico no podía oír nada del diálogo dentro, y las expresiones de Imelda lo dejaban muy curioso. Al principio pareció molesta e hizo un gesto como para echar a Chich del lugar, luego se detuvo y pareció contemplar lo que sea que él había dicho. Una expresión de angustia cruzó sus duras facciones, pero todavía se veía algo molesta. Héctor se tuvo que obligar a sí mismo a permanecer en el lugar, clavando con fuerza sus falanges en el duro metal del vehículo. De la angustia ella pasó rápidamente a la furia, Chicharrón le explicó algo, con un gesto conciliador. Imelda volvió a controlarse y a pensar lo que estaba escuchando… luego sucedió… ella se cruzó de brazos, miró hacia otro lado, cerró los ojos… y accedió. Héctor pudo verla asentir con la cabeza, con los ojos cerrados y una expresión dolida en su rostro… Lo que sea que Chich le había dicho la había conmovido. Señalando con el dedo, le indicó donde guardaba los rollos de cuero y lo siguiente que supo el músico era que su vecino volvía con un enorme rollo arrastrándolo por el suelo.
CONTINUARÁ…
AN: Gracias a todos los que siguen leyendo esta historia hasta acá. Sé que pasó mucho tiempo desde mi última actualización y que este capítulo ha sido muy corto, espero que igual les haya gustado.
Lamentablemente las actualizaciones de los 3 fics de Coco van a ser bastante espaciadas. Les pido tengan paciencia, no serán abandonadas, pero llevarán más tiempo de lo que creía.