A pesar de ser medio día, el viento era frío. Y a pesar de que no le afectaba, no mentiría en admitir que buscaba excusas para usar su capa roja. En especial porque sus dragones se metían entre los pelos de la piel que esa capa tenía, y eso le agradaba. Porque confiaban en él, y porque la escena hacía sonreír a Deku. Y eso le ponía de humor.

Por eso, esa mañana se levantó tarde, y salió a sentarse en una roca junto al río. Uno de los dragones dormido sobre su espalda y otro enredado entre sus collares al intentar subir, dejándole rasguños en el pecho que a él le importaban poco pero por los que Izuku iba a reclamar luego.

Tenían otra guarida ahora. Se habían alejado mucho más del reino y de la aldea, pero ambos lo prefirieron así. Estaban por su cuenta, y estaban bien.

Después de haber estado tan dispuesto a morir, tan entregado a la idea de que todo había terminado, ahora no podía concebir la idea de que todos sus días juntos hubieran acabado.

Bakugo se sorprendió cuando al despertar notó que Deku ya se había levantado, pero ahora no podía creerle a sus ojos cuando lo vio salir del río.

―¡Mira hacia otro lado! ―Le gritó, cubriéndose.

Se esforzó en no sonreír. Era increíble que después de todo siguiera siendo el mismo.

―¿Ahora te bañas por las mañanas?

Izuku desapareció un momento dentro de la tienda, o como a él le gustaba llamar, la guarida, y salió en ropa interior.

―Es que, cuando desperté, me sentí el cuerpo demasiado pegajoso ya que cierta persona anoche-

Ahora sí se rio con ganas, interrumpiendo su intento de echarle la culpa.

―Ven aquí. ―lo llamó, golpeando con sus palmas su regazo.

―¿Seguro? No es muy llamativo que tengas un dragón en cada hombro.

Le dio una sola mirada, antes de que Deku se sonrojara, sonriera y se acomodara sobre él.

No se lo diría en voz alta, pero sentir sobre sus muslos su piel fría luego del baño le provocaba unas ganas inmensas de volver a subirle la temperatura.

Y Deku lo notó, cuando Bakugo comenzó a pasar sus labios por su cuello, e hizo ese quejido con la boca que le encantaba.

―Kacchan, ahora no. Ayer dijiste que me acompañarías a la aldea. ―era cierto: le había dicho que iría con él. ―Si empezamos así, luego no nos vamos a alistar, y perderemos otro día.

También tenía razón en eso. Ayer, anteayer, y quien sabe cuántos días habían quedado de ir a la aldea, y terminaban quedándose juntos todo el día, jugando, durmiendo, acurrucándose, sin siquiera vestirse.

Además, había notado que ahora le decía "la" aldea, y no "mi" aldea. Y no sabía cómo sentirse al respecto.

Si bien cuando lo conoció sólo aceptó que se quedase porque lo vio perdido, ahora no se imaginaba una vida sin él.

Ya ni siquiera salía a cazar. Jamás se dormía sólo, y había dejado de entrenar sólo todas las mañanas. Había aprendido a cocinar, a bordar, a hacer nudos inútiles hasta el momento y un montón de cosas hogareñas que nunca nadie le enseñó.

Y para Deku seguramente era igual. Ahora se levantaba más temprano, y por las noches se bañaban juntos para acostarse. Y cuando no entrenaban, recuperaban las horas de ejercicio perdido durante toda la noche. Las cuales, después de la horrible primera vez en el río, habían empezado a valer la pena.

Por eso era difícil para Bakugo volver a la aldea. Ya había sido difícil irse, sabiendo que estaba alejando a Deku de su hogar y las personas que amaba. Sabía que estaba cambiando su forma de vida completa al irse, sabiendo que iría con él. Y era difícil volver, porque en el fondo sabía que jamás iba a desligarse de ese lugar.

Se aferró una vez más con fuerza a su torso desnudo, apoyando su frente en su pecho frío, y aspirando por la nariz.

―Me das cosquillas. ―Deku reía mientras trataba de alejarlo.

En su inocencia y en su hermosa forma de ser jamás iba a entender la dependencia que Bakugo tenía con él.

―Hagámoslo una vez.

―¿Qué? ―le preguntó cuando Bakugo levantó su rostro. ―No.

―Sólo una vez y vamos.

―Nunca es sólo una vez. Y me toca preparar el desayuno, déjame ir.

No podía dejarlo de mentiroso: en realidad le decía eso cada día.

―Una vez y yo preparo el desayuno. ―probó otra vez.

―Kacchan…

―Lo haré rápido.

Volvió a sonreír, con los ojos cerrados, y Bakugo volvió a sentir esa luz sobre él; aquello que nunca antes sintió hasta que ese chico llegó.

―Tampoco vas a cumplir eso.

Bakugo suspiró. ¿En serio no iba a ceder? Decidió poner sus manos sobre su cadera, y presionar con sus pulgares aquel lugar en su cintura que sabía que lo haría caer.

Deku enseguida se irguió, y lo tomó de sus muñecas.

―No, por favor. Eso es jugar sucio. ―trató de levantarse, y Bakugo lo volvió a dejar sentado sobre él. ―A la vuelta. Lo prometo. Te lo voy a compensar.

―¿Ah, si? ―sonaba interesante.

Deku asintió, y Bakugo quitó sus brazos de su alrededor para que se pudiera levantar, sin perder en ningún momento el contacto visual hasta que el chico desapareció en la tienda.

Y sonrió. Sonrió como idiota mirando el río, y se aguantó las ganas de reírse de si mismo.

"El rey del bosque" le habían llamado, ¿no? Era un insulto ser chantajeado de esa forma. Pero las cosas no iban a quedar así.

―¡Kacchan! ¿Te vas a poner ropa? ―le gritó desde adentro.

―¡No!

―¡Ven a ponerte ropa!

Definitivamente las cosas no iban a quedar así… pensó mientras obedecía y se levantaba a ponerse ropa.


Y me fui tras de ti persiguiendo mi instinto
Si quieres cambio verdadero, pues, camina distinto
Voy a escaparme hasta la constelación más cercana
La suerte es mi oxigeno, tus ojos son mi ventana
Quiero correr por siete lagos en un mismo día
Sentir encima de mis muslos el clima de tus nalgas frías
Llegar al tope de la tierra, abrazarme con las nubes
Sumergirme bajo el agua y ver como las burbujas suben

Y, dame la mano y vamos a darle la vuelta al mundo


N.A.: Escuché tanto a Residente mientras escribía esto que tenía que poner algo suyo al final. Muchas gracias por leerme y aguantar hasta el final de esta historia que quise contarles a ustedes (?) Se siente bonito :^)


13/02/18

Santiago de Chile