Todo a su favor.
"Perseverancia. Determinación a superar las dificultades contra todo pronóstico. Lo que no te mata te hace más fuerte.". Carta: Nueve de bastos.
Advertencia: puede que haya quedado bastante OoC.
Peeta fue a levantarse de la cama y se dio de bruces contra el suelo.
Mierda, se le había olvidado que le faltaba una pierna. Todavía tenía que acostumbrarse a que cada mañana había que coger el trozo de plástico sintético y atarlo al muñón. Bueno, los del Capitolio le estaban preparando algo más sofisticado y permanente, que no fuera de quitar y poner. Supuso que no todos los vencedores tenían tanta suerte, había visto a unos cuantos con falta de miembros (podridos, arrancados, desgarrados durante sus Juegos), pero claro, ninguno de ellos tenía por novia a la gran Katniss Everdeen.
Y hablando del rey de roma, no sabía muy bien qué hacer con ella. Estaba bastante lejos de ser el muchacho abnegado que todo el mundo creía que era. El chico enamorado al que nada le importaba más que su amor. Le importaban otras cosas, y mucho, aunque tampoco iba a negar que estaba enamorado de ella. Por ejemplo, le entró un cabreo de narices cuando descubrió que había perdido la pierna. Seguro que ella está de una pieza, pensó. Yo cojo de por vida. Aunque bueno, estaba vivo, que era más de lo que se podía esperar, por otra parte tampoco se apañaba tan mal con la cosa ortopédica. Por ejemplo, le había dado una paliza a su hermano la noche anterior, en un combate casero de lucha libre. Y era un máquina jugando al ajedrez. Y estaba vivo. Y ella estaba viva en gran parte gracias a él.
Se puso la pierna y salió al jardín a tomar el té. Era invierno pero había un espléndido sol. Y ahí estaba ella, con su cazadora de caza, evitando mirarle.
—Buenas Katniss —le dijo—, que, ¿alguna que otra actividad ilegal en un futuro cercano?
—No se lo digas a los del Capitolio.
A Peeta le dieron ganas de echarse a reír. Cómo si no lo supieran, cómo si no lo supiera todo el mundo. Pero claro, era Katniss Everdeen, muy lista para algunas cosas pero completamente ignorante con otras y sobre todo, había que hacer la vista gorda con ella.
—Si quieres pasarte está tarde a tomar el té estás invitada. Tengo bollos de canela —le dijo Peeta. Más que nada porque le gustaba chincharla. Ella se apresuró a marcharse como un tomate de roja.
—Bueno sí, ya veremos.
—Dale recuerdos a Gale —se despidió.
En fin, qué mujer. Iba a ser difícil de convencer de cualquier cosa, y mira que estuvo siguiendo una estrategia pico pala, pico pala durante todos los Juegos. Le dijo que se había enamorado de ella de pequeño, lo que era verdad. También le dijo que le importaba más ella que su propia vida, lo que era parcialmente verdad. Su vida le importaba bastante, aunque en ese momento estaba en una nube de felicidad, tan abrazados y solos, a pesar de estar saludando a la muerte con ambas manos. Pero le encantaba ver su reacción tan puritana, además, se había ganado varios besos. Luego le ofreció que le matase, al final de todo, cuando solo quedaban ellos dos. En aquel momento pensó que total, ya estaba casi muerto, no quería una vida que no fuera vida si salía de allí. Y una vida sin ella habría sido una vida a medias, así que se ofreció a morir.
Pero ni tan mal. Ahora ella era su vecina, lo cual tendría que facilitar de alguna manera el acercamiento. Y todavía les quedaba la Gira de la Victoria que significaba un contacto regular y constante durante varias semanas, lo que le vendría de perlas, pues como todo el mundo sabe, el roce hace el cariño. No se iba a marchar, ni se iba a rendir. No con ella, ni con nada. Además se había dado cuenta de que Katniss sentía debilidad por las cosas dulces y desvalidas, lo tenía todo de su parte: era pastelero y le habían dejado sin una pierna para siempre.
No hay mal que por bien no venga, se dijo, lo tenía todo a su favor.