Era una noche como cualquiera. Asuka Jr. Se preparaba para dormir después de un agotador día de escuela y acompañando a su padre en la oficina de la jefatura de policía. Le agradaba oír el radio por las noches, había conseguido un viejo radio de onda corta que era capaz de sintonizar emisoras a lo largo del globo, y disfrutaba escuchando estaciones tan lejanas como la BBC londinense, además de las estaciones locales. Se lavaba los dientes cuando decidió sintonizar la radio alemana, como antesala para su sueño. Quizás habría algo de música buena.

Justo cuando el dial de su radio pasó por las estaciones polacas, escucho algo muy curioso que no conocía hasta ahora. Era música renacentista, que con su agradable y pastoral combinación de instrumentos de madera y cuerdas, era sumamente tranquilizador. Asuka ya estaba tendido en la cama. Y la pieza habría seguido su camino de no ser porque fue interrumpida por un sonido estentóreo y áspero. Una voz femenina se escuchó inmediatamente, pronunciando palabras en aléman que Daiki no entendía:

-Neun, Acht, Null , Funf, zwei, zwei, vier eins.- la mujer habló monótonamente mientras el chico se incorporaba, extrañado por aquella interrupción. Y de pronto la mujer volvió a pronunciar una frase, esta vez, quizás con más sentido:

-Die Frau im scharlachroten Kleid wartet nahe der Tür-

Daichi no entendía alemán. Pero lo reconoció. La mujer repitió la frase tres veces más. –Null, Funf, Zwei, Zwei, Vier, null...acht...null...eins...- Los últimos tres números fueron dichos más pausados que los anteriores. De nuevo esa secuencia de palabras extrañas que no entendía. El sonido áspero y ruidoso sonó. La estación se quedo en total silencio, solo interrumpido por el habitual ruido blanco del aparato electrónico.

Daiki estaba fascinado pero a la vez confuso. ¿Que había sido aquello? No entendía mucho. No se parecía a ninguna estación de radio que conociera. Quizás el día siguiente le preguntaría algo a su padre. Algo extraño tenía aquel mensaje sin sentido de la mujer de voz plana, que le provocaba escalofríos. Pero tal vez sería buena idea invetsigar d enuevo y tratar de captar de nuevo aquel mensaje bizarro. Anotó en una nota adhesiva el código de la estación, y se fue a dormir.

Al día siguiente, Daiki se dirigía a la escuela, como era de costumbre. El bullicio habitual de la escuela secundaria era lo único que se oía en la mañana del instituto Santa Paula. Las chicas cuchicheaban como era su costumbre, pero el joven no les prestaba atención. Al llegar al pupitre habitual, una chica rubia de pelo corto se dirigió bruscamente a él.

Daiki, viste los diarios esta mañana? Parece que la ladrona que tanto buscas lo hizo d enuevo- espetó con sorna.

-Que dices?-inquirió mientras Rina le tendía un periódico doblado- Mira, velo por tí mismo.

La pintura de la dama escarlata habia sido robada la noche anterior. El señor Koizumi, un prestigioso empresario y coleccionista de arte, la había adquirido y formaba aparte de su coleeción privada hasta el día de ayer. No había ninguna nota, carta o aviso del ladron (o la ladrona) esta vez, solamente había un pañuelo escarlata con un número 801 bordado en hilo plateado en una de las esquinas.

Ese pañuelo es la única pista hasta ahora. Que extraño, la ladrona parece habre cambiado de modus operandi – musitaba Rina mientras miraba por la ventana, pensativa.

-No creo que haya sido ella- gruñó Daiki – Ella tiene un estilo muy peculiar, que ya conozco.

-Yo tampoco- sentenció una voz dulce. Meimi acababa de llegar y había escuchado a los chicos conversando. Seira iba justo a su lado.

- Vamos Hanoeka, como lo sabes? Podría estar tratando de confundirnos y distraenos – masculló Asuka, dejando el diario en el pupitre para levantarse

- No lo sé. Simplmente no parece su estilo. – se encogió de hombros la pelirroja

- Voy a probarte que es ella, Haneoka!- saltó el joven mirando ferozmente a la chica.

- Como quieras!- gruño Meimi- Ya te veré haciendo el ridículo…

De nuevo empezaban a discutir. De improviso, una de las profesoras monjas llegó al salón, muy agitada.

-Chicos, la policía ordena que debemos evacuar el edificio. Ha ocurrido algo muy grave en el centro comercial al lado de nuestra escuela-

-¿Qué?...balbucearon los chicos y obedecieron. Daiki tenía un presentimiento.-

Las monjas llevaron a los jóvenes estudiantes al patio externo de la escuela. Un oficial de policía hablaba con la madre Superiora, la directora de la escuela. A su lado, el resto de las hermanas esperaban, expectantes.

Daiki se acerco discretamente para oir parte de la conversación con la directora. Meimi lo siguió sigilosamente.

…y después, como le he dicho, aparecieron esos extraños números pintados en las paredes del centro comercial…801…habrá tenido que ver el robo de esa pintura? Yo creo que es posible, peor, por qué atacar a gente inocente?-

-Dios se apiade de sus almas. Rezaré por ellos, oficial. Al menos los sobreviviente ya están camino al hospital-

¿Sobrevivientes? La sangre de Daiki y Meimi comenzaba a congelarse.

-Dentro de poco vendrán los equipos de control de químicos peligrosos. Ellos van a revisar también la escuela. No queremos que ninguno de los chicos que están aquí sean expuestos al gas venenoso-

Meimi se quedo de piedra, aterrada por lo que acababa de oír. Había muerto gente. Seira a su lado, rezaba sus oraciones en silencio. Y peor aún, era posible que ellos también estuviesen amenazados. Mientras tanto, Daiki apretaba fuertemente los puños. De que se trataba todo esto? ¿801? El estaba tan confundido y asustado como Meimi.

-Daiki, hijo!- bramó Asuka Sr. , dirigiéndose a su hijo. Llevaba una máscara antigas. -Ven, debemos ir a las ambulancias. Están revisando que ninguno de los chicos estén infectados o hayan sido afectados por el gas. -Los chicos marcharon en fila hacia las ambulancias, donde los médicos los auscultaban, tomaban el pulso, revisaban ojos, oídos y lengua. Meimi, Seira, Rina y Daiki pasaron la prueba sin complicaciones. El padre de Asuka miraba con verdadera aprensión a su hijo. Cuando este salió de la prueba lo abrazó efusivamente.

-Pensé que ibas a morir…estoy asustado- murmuraba Asuka Sr. Mientras estrujaba al joven.- Ven. Voy a llevarte a casa-

-Papá, yo quiero saber más de esto!- protestó Daiki. – No es posible que haya un caso tan importante y se me deje fuera de él-

-Silencio!- estalló neuróticamente el padre – Irás a casa porque te lo ordeno. Ahora

Padre e hijo no paraban de discutir conforme se iban de camino al auto de Asuka Sr. Meimi los miraba alejarse con un nudo en la garganta. El temor aun no se esfumaba.

-Hija! Hija! Gracias al cielo estas bien!- sollozaba Eimi Haneoka abrazando a su hija.- Meimi no pudo evitar soltar unas lágrimas de agradecimiento y miedo. Genichiro Haneoka estaba a su lado, dispuesto a confortar a su esposa e hija. Habían ido inmediatamente a recoger a su hija a la escuela tras el aviso de las autoridades. Ya estaban en casa.

-Creíamos que ese horrible ataque te habría hecho daño- tembló el señor Haneoka- Menos mal que la policía reaccionó pronto. Hasta ahora ninguno de los chicos del instituto, ni tampoco los miembros de la administración y docentes, resultó infectado.-

La familia se abrazó. Meimi se retiró a su habitación, aún en shock.

Era obvio que no había sido ella. ¿Quién podría haber robado la pintura y después arrojado arsénico a gente inocente? Ninguno de los ladrones que hasta ahora había confrontado era tan desalmado como para arriesgar la vida de hombres, mujeres, niños y ancianos. Y el número 801…había definitivamente una conexión entre el misterioso pañuelo bordado y las pintas con aerosol en las paredes de la tienda. Eso no podía quedarse así, rumió la chica. Iba a investigar quien estaba detrás de aquel día de locura. Quizás Seira podría saber algo. Pero por el momento, Siniestra esperaba, lista para entrar en acción de nuevo