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LOS PERSONAJES DE NARUTO NO ME PERTENECEN, SON PROPIEDAD DE MASASHI KISHIMOTO. LA HISTORIA ES MÍA.
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EPÍLOGO.
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Aclaraciones: Narrado en tercera persona en esta ocasión.
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Años después.
Sasuke levantó sus gafas al frotar su nariz. Estaban por dar las nueve de la mañana y ya tenía cerca de cuatro horas de estudio en su sala. Su computador se encontraba encendido con el cursor de texto parpadeante, a un costado de varios de sus libros abiertos.
—Buenos días, Sasuke —escuchó la voz de su madre, que de inmediato se dirigió a la cocina.
Desde el año pasado había vuelto a Tokio, luego de que el familiar que había tenido que cuidar muriera.
Él únicamente alzó el rostro como respuesta sin dejar de prestar atención a lo que leía.
—¿En qué trabajas ahora? ¿Te preparo un poco de café?
—En mi tesis, lo sabes —dijo—. Y sí, por favor.
—La tesis, la tesis. Ni siquiera sé por qué lo olvido —dijo ella desde la cocina.
Sasuke no tuvo tiempo de concentrarse en escucharla. Se inclinó sobre su computador para citar una fuente cuando la puerta de su alcoba se abrió. Mikoto guardó silencio viendo a una joven salir despeinada y avergonzada. Sasuke prestó atención a su novia, quien vestía la minifalda y blusa del día anterior.
—Buenos días, señora.
—Buenos días, Izumi —le respondió Mikoto desde la cocina—. ¿Un café?
—Me gustaría, pero debo rechazarla. Debo volver a casa y ducharme para estar a tiempo para la universidad.
Cuando ella se inclinó a recoger su mochila a los pies de un sofá, Sasuke se puso de pie para despedirla.
—Saldré un momento —alzó la voz y posterior a eso, tomó a Izumi de la cintura y la hizo caminar al pegarse a ella. La joven alzó la voz para despedirse de su futura suegra.
Mikoto sonrió y luego continuó con el desayuno. Él cambió el abrazo de la cintura para rodearle los hombros a la joven que nunca dejó de reír. Se detuvieron hasta estar frente al coche estacionado fuera de su casa.
Ella se apoyó en la puerta del auto y acarició el cabello revuelto de Sasuke —¿Qué tal los avances?
Él puso sus manos en el techo del auto y negó —Continúan, supongo.
La joven le sonrió y se alzó de puntas para besarle los labios —Te saldrá genial. Siempre has obtenido lo que sea que te propones, recuérdalo —le guiñó un ojo antes de que él se apartara.
Sasuke asintió y pese al cansancio sonrió.
—Por cierto, gracias por lo de anoche —dijo y no se atrevió a llevar su mano más abajo de sus abdominales, donde le tocó, pese a desearlo.
Él respondió rodeándole el cuello en un abrazo. Era diciembre y hacía frio.
—Había pasado un tiempo desde la última vez —añadió la chica.
—Lo sé. Terminaré pronto con esto y estaremos mejor —aseguró al tocarle uno de sus mechones marrones.
—Espero que para entonces tu mamá deje de verme como una extraña.
Él sonrió.
—Lo hará. Nunca ha sido muy amiga de la idea de que tenga algo con alguien mientras estoy estudiando.
—¿En serio? ¿Te ocurrió antes?
La sonrisa de Sasuke disminuyó un poco —Hace tiempo.
Ella se acercó hasta pegarse a él —Espero que mucho, porque tenemos juntos más de tres años y sería decepcionante que…
Él volvió a abrazarla —Fue antes que eso, pero no importa.
Ella le asintió conforme y extendió su sonrisa en esos labios color durazno que Sasuke había aprendido a disfrutar.
—Debes irte.
—Lo sé —se estiró y Sasuke besó sus labios. Ella se apuró a bajar la banqueta y rodear el auto —Por cierto, sobre lo que hablamos —dijo al tiempo de abrir la portezuela—. He estado considerándolo, y creo que no precisamos terminar la carrera para vivir juntos. No, al menos yo. Además, ya casi lo hicimos antes, ¿no?
Sasuke extendió su sonrisa y alzó la mano para despedirse, imitándola, mientras ella le dejaba un «piénsalo» y un guiño antes de encerrarse en su auto y arrancar. Él mantuvo su sonrisa hasta volver adentro.
—¿Volvió a pasar la noche aquí?
—Eso parece, mamá —dijo y se acercó a ver qué cocinaba.
—No seas grosero, Sasuke.
—Lo siento, ¿está bien? Sí, pasó la noche aquí.
—¿Piensas casarte con ella?
Él frunció el ceño —¿Escuchaste algo? —preguntó y se quejó cuando ella golpeó su mano antes de que tomara un poco de la fruta que ella había picado.
Mikoto se recargó en la barra y lo vio con seriedad.
—¿Qué fue lo que pasó en aquél viaje?
—Eres la única que recuerda ese viaje.
Mikoto lo empujó con el hombro y comenzó a servir la fruta, luego de que el pan tostado estuvo listo.
—Por supuesto que lo recuerdo, fue en una de las visitas que te hice hace tres años. Tú y Izumi apenas comenzaban a salir, ustedes dos pelearon y no te vi tan preocupado como molesto.
—Sí, solía molestarme por muchas cosas en ese tiempo. Olvídalo.
—No puedo. Te veo yendo tan decidido con esa joven que solo puedo pensar si estás seguro del rumbo que llevas. Sé que algo, que no tiene que ver con Izumi, te hizo tomarla en serio.
—Creo que te estás preocupando demasiado. Ya lo dijiste: estoy decidido.
Mikoto dejó los platos servidos sobre la mesa, hasta donde Sasuke la siguió.
—En aquél entonces no lo parecías.
—No, recién comenzábamos a salir.
—Y no te importó dejarla.
A Sasuke se le revolvió el estómago —Ella no me importaba como ahora.
Mikoto sonrió más conforme.
—Entonces, lo decidiste después del viaje.
Él comió la fruta, ahí de pie. Tomó a su madre y la abrazó —Olvida el viaje —le dijo y luego de dejarle un beso en la frente se giró para irse.
—¿No desayunarás?
—Ya lo hice, y estaba delicioso. Debo ducharme o no llegaré a la universidad.
Mikoto bufó cuando dejó de ver a su hijo al cerrarse la puerta del cuarto de baño. Inconforme, comió como él, de pie. Cuando terminó y recordando que era día de lavado, ingresó a la alcoba de Sasuke antes de que saliera de la ducha.
Abrió cortinas y ventanas para despejar el interior y luego comenzó a retirar las sábanas y ropa de cama. Revisó en el closet de su hijo y sacó lo necesario para volver a vestir la cama. No fue hasta que terminó que se percató que algo había caído de entre las sábanas limpias. Recogió el papel maltratado. Alisó la hoja antes de verla con detenimiento. Era una fotografía impresa en una hoja de papel. Le llamó la atención el lugar del cuál había caído; volvió su vista a las sábanas, esas las había dejado ahí la semana pasada, por lo que, esa foto había sido colocada ahí después de eso.
En la imagen desgastada se veía a una joven que no era Izumi. Esta joven era también delgada, de piel más clara y un pelo largo, lacio y azulado. La chica sonreía grandemente mientras parecía girar sobre sus pies. Parecía feliz. Se preguntó si Sasuke había tomado esa fotografía, porque de haberlo hecho, él también debió haber compartido esa felicidad contagiosa. Al pie de esa imagen estaba grabado el nombre «Hinata», repasado con lapicero varias veces.
Mikoto regresó su atención al rostro joven de esa chica mientras escuchaba el sonido del agua cayendo en el baño.
Sintiendo que quebrantaba la intimidad de su hijo, regresó esa hoja a entre la ropa.
Se dirigió con la ropa sucia al cuarto de lavado y arrojó dentro primero las sábanas de ambos. Todavía pensaba en esa foto cuando giró su rostro y vio el retrato que Sasuke se había negado a mantener en la sala. Las cosas parecieron acomodarse dentro de su cabeza.
En aquella ocasión, hacía ya cinco años, Sasuke se había molestado con ella cuando colgó ese retrato. Esa vez, Naruto dijo que lo había dibujado una chica de nombre Hinata. Era la chica de la foto. Entonces, había tenido razón. Esa joven era la misma con la que Sasuke había mantenido una relación… porque nadie la iba a hacer pensar lo contrario.
Sintió que el estómago se le contrajo. Cuando Sasuke salió de la ducha con una toalla amarrada a la cintura, ella lo vio con aflicción.
—No me esperes a comer —dijo él apenas saliendo.
—¿Comerás con tu novia? — preguntó y pretendió dar su atención a la lavadora para ajustar el ciclo.
—Sí, así es.
Mikoto sonrió al voltear a verlo y decidió que no tenía mucho qué decir. O no todavía.
Recordaba claramente que hacía cinco años Naruto había llegado golpeado a la casa, y Sasuke volvió minutos después. Aquella vez ambos parecieron hacer las paces y le sorprendió realmente que hubiesen peleado, al grado de que su hijo golpeara a su mejor amigo. En aquél entonces Naruto le preguntó si «había dejado ir a Hinata.» «Debe ir rumbo a Italia en estos momentos» había dicho Sasuke.
Ella no había querido inmiscuirse en esa conversación, pero ese cruce de frases parecía esconder mucho más, era por eso que no lo había olvidado.
Mikoto terminó por tomar el retrato en sus manos y lo observó por un rato. Era muy bonito, pero le seguía pareciendo con un aire nostálgico. Se preguntó qué clase de sentimientos tendría esa chica cuando lo pintó. Se preguntó, también, cuánta importancia real tuvo en la vida de su hijo para que él conservara aún una foto de ella y, pese a decir odiar esa pintura al óleo, tampoco había querido deshacerse de ésta. Aunque se mantuviera en un rincón en el cuarto de lavado.
—Volveré en la noche —ella saltó cuando Sasuke entró de pronto en el cuartito mientras terminaba de cerrarse la camisa—. ¿Qué haces con eso?
Le notó cierta gracia en su voz.
—Solo, estaba pensando en devolverlo a la sala —le dijo y tuvo mucho cuidado en notar la reacción de su hijo.
Él solo negó sin darle importancia —Mejor no. Y ya te dije que no tienes que lavar mis cosas, sé hacerlo perfectamente solo. Me voy.
Ella dejó el retrato sobre la lavadora y salió tras él. Sasuke recogió su portátil y le pidió expresamente no mover o cerrar sus libros. Ella accedió a tolerar el pequeño desorden y lo siguió hasta la puerta.
—¿Saldrás hoy?
Ella asintió —Solo hasta las tres —le dijo y, acostumbrada, ignoró el casi descontento de Sasuke. Él no disfrutaba en absoluto que ella trabajase, pero sin pretenderlo realmente, había conseguido un pequeño trabajo en un orfanatorio cercano como cocinera.
Cuando lo vio irse, volvió adentro. Iba directo al cuarto de lavado cuando quiso hacer algo más, solo para calmar las pocas dudas que aún tenía. Se dirigió directo al buró donde Sasuke guardaba sus documentos y lo abrió. Encontró algunos papeles y credenciales de Izumi entre las de él y revolvió hasta encontrar el pasaporte. Cuando lo hizo, lo abrió y encontró un sellado en él. Italia. Tres años antes.
«Oh, Sasuke…»
• O •
Un viento fresco movía las cortinas de gasa mientras Hinata se quejaba al estirarse bajo su closet.
—No puedo creer que te vas —la voz de Lucas, un chico gay español que desde hacía seis meses era su compañero de departamento, sonó de repente—. Ya huelo la soledad.
Ella se rio mientras a tientas buscaba sacar una de sus botas. Tomó una camisa que Utakata había olvidado y le sonrió con nostalgia. Buscó concentrarse en lo que estaba al volver a buscar.
—Lo que hueles es el desorden que desde hace días tenemos. ¿Podrías ayudarme con eso? —pidió risueña y se alegró más cuando encontró lo que necesitaba.
Lucas era un chico muy amistoso y francamente había hecho de sus días más llevaderos desde que Utakata se había ido, pero el chico no era muy ordenado.
—Dalo por hecho. ¿Cuándo vuelves?
—Pasando año nuevo —ella notó su gesto desganado. No pudo evitar sentirse mal por él, sabiendo que a Lucas no le gustaba la soledad, pero tampoco quería volver con su familia a España porque lo asfixiaban —. Estarás bien. Si no extrañara a mi familia me quedaría contigo, pero, es apenas la segunda vez que regreso a Japón desde hace cinco años.
—Sí, ya sé. Lo has dicho.
Ella se encogió de hombros cuando finalmente tuvo todo dentro de la maleta.
Él la abrazó. Hinata volvió a reconocer que era atractivo, varonil, pero a los dos les gustaban los mismos bocadillos, como le explicó cuando llegó respondiendo a su solicitud de compañero de departamento.
Hinata se sentía plena al recién haber terminado su carrera, por eso había estado ignorando las sugerencias de su padre, quien insistía en que volviese a Japón de forma definitiva. Se había acostumbrado a su vida en Florencia sin darse cuenta y, de hecho, y sin que su padre supiera, estaba ahorrando para el enganche de su propio departamento.
—Déjame llevarte al aeropuerto —dijo Lucas al verla apresurada tendiendo apenas su cama.
—Aún es temprano —Hinata volteó a ver el reloj en su buró. Faltaban cinco para las ocho.
—Nunca es temprano en estas fechas.
—¡Demonios! —Ella pareció caer en cuenta y saltó tomando su maleta. Aún debía buscar y despedirse de Donato, el gato que ella y Utakata habían adoptado años antes.
Cuando se despidió de su mascota, quiso despedirse del amable tendero del local sobre el cual estaban los departamentos, quien había sido uno de sus primeros amigos en el barrio, pero Lucas le recordó que ni para eso tenía tiempo.
El aeropuerto de Peretola estaba inundado de personas, solo verlo fue sofocante.
—¿Segura que no te quedas? —habló Lucas al estacionarse momentáneamente frente a una de las puertas.
—No iría si pudiera evitarlo —aseguró Hinata y entonces lo abrazó.
—Suerte entonces.
Ella asintió y tomó impulso para salir mientras le agradecía la llevada.
—Nada de gracias, quiero uno de esos gatos maneki-neko. Y dulces, muchos, como esos que tus amigas te mandaron, ¿de acuerdo?
Ella volvió a reír mientras abría la puerta trasera para conseguir su equipaje —Considéralos tuyos. Nos vemos en quince días.
—Ciao bella.
Hinata se despidió con menos ánimo pensando en las más de doce horas de viaje y la escala que debería hacer. Una vez en el avión, además de pensar en su familia o los planes que ya tenía con Ino y Sakura e incluso Kiba, también volvió a ella ese otro recuerdo que la había mantenido lejos de Tokio por años. Sasuke.
Después de ese incidente en el que atropelló a aquél pobre hombre, no lo había vuelto a ver. Se dijo, la noche antes de salir del país, que sería la última vez que se verían… y así había sido.
Pese a viajar a Tokio el año pasado para las mismas celebraciones, no se había topado con él. Esperaba tener la misma suerte esta vez. Procuraría que así fuese. Se había hecho a la idea de él y Mei criando juntos a su pequeño hijo. Le había sido más fácil no voltear atrás pensándolo así.
Hinata estuvo llevándolo bien, entre clases, amigos, visitas a museos y conciertos, incluso había iniciado una relación con Utakata tras casi dos años en Florencia. Pero, una tarde, sin que lo pensara siquiera, Sasuke volvió a atormentarla.
«¿Encontraste a alguien mejor?»
Ese mensaje de texto la había hecho estremecer cuando, distraída en el balcón de su departamento, terminó leyéndolo. Volvió a recordarle que no lo había olvidado del todo, aunque se esforzó.
No le respondió.
Ella sabía lo que esa pregunta significaba. No lo había olvidado: Sasuke le había pedido ser su hombre hasta que encontrara a alguien mejor. Lo había dicho antes de hacerle el amor por primera vez cuando solo tenía diecisiete años. Así sellaron ese acuerdo que Hinata juraba que la había arruinado.
Pretendió no pensar más en Sasuke y lo logró cuando su móvil vibró con un texto.
Era Utakata, curiosamente el artista que conoció durante su exhibición en el Metropolitano. Cuando ella lo encontró en un concierto, en Milano, lo primero que llegó a su mente fue que Sasuke había dicho que posiblemente se lo encontraría en Italia. En aquél entonces creyó que era un absurdo, pero, gratamente, no había sido así.
Y fue mucho más. Utakata y ella tenían mucho en común, una vez fuera de ese concierto, encontrarnos fue más frecuente. Muchísimo más. Recordó la primera vez que la besó, sin permiso y sin vergüenza. La forma como su corazón había latido y las ansias de volver a verlo. Lo admiraba en muchos sentidos. Vivieron juntos por tres años y los casi siete años de diferencia no los molestaron del todo.
El pecho se le calentó al pensar en él. Respondió a su texto deseándole buen día y mucha suerte en lo que sea que estuviese haciendo en Toronto, que por su parte iba rumbo a Japón.
• • •
Llegar al aeropuerto de Narita, luego de doce horas de vuelo tras la escala en Viena, fue satisfactorio para Hinata. Ver a sus hermanos esperándola y el posterior trayecto a su casa lo sintió como lo mejor que le había ocurrido en meses. Hanabi no había querido esperar para abrir el perfume que le había llevado de regalo, el mismo que le había encantado en ella el año anterior. Hinata se dijo internamente que tendría que buscarle algo más para navidad.
Neji, salvo las preguntas obligadas, no estaba prestándole demasiada atención. Al parecer tenía demasiado trabajo y una futura esposa que le reclamaba mucha de su atención.
Había amanecido tarde como siempre en invierno. El sol ya había subido un poco cuando Hiashi salió al pórtico a recibir a Hinata. Abrazarlo se había vuelto más normal tras haber estado distanciados.
—¿Agotada? —le preguntó invitándola a pasar. Neji y el chofer cargaban su equipaje.
—Confieso que sí. Ni siquiera quiero pensar que debo hacer el mismo viaje de regreso en quince días.
—Podrías evitártelo si te quedaras permanentemente.
—¿Harías eso? —intervino Hanabi.
—Saben que no puedo. Tengo trabajo, me he establecido bien.
—No puedes llamar trabajo a enseñar niños a pintar —dijo Neji que los siguió al comedor.
—Te quedaste con eso desde hace años. Ya no los enseño, solo fue algo que hice mientras estudiaba.
—Puedes pintar aquí también —volvió a decir Hanabi—. Pero el año que entra —aclaró—. Por qué el año siguiente sí lo podemos pasar en la Riviera italiana, ¿verdad?
Hinata se rio.
—¿Tienen hambre? —preguntó Hiashi cuando Kaede llegó dispuesta a servir.
Hinata abrazó a la mujer que había sido más que su cocinera, también una segunda madre.
—Me encantaría probar de nuevo tu sazón. Pero comí en el avión, y también me gustaría descansar un poco, ¿podría?
—Tú decides —dijo su padre y luego volteó a ver al cuarto miembro de la familia—, ¿Hanabi?
Ella sonrió, quería ir con Hinata y hablar, pero terminó por aceptar.
Hinata tomó una ducha antes de conectarse en la web. Reconocía cada mueble en esa casa, sobre todo en su habitación, pero ahora ya le parecían ajenos. Lo primero que hizo fue preguntarle a Lucas sobre Donato. Su gato hiperactivo ahora estaba dormido y esperaba que no sacara de quicio a su compañero. Luego lo pensó mejor… esperaba regresar y encontrar el departamento habitable. Sonrió para ella misma.
Beatrice, sabiendo que estaría de vuelta en su país, le deseó feliz estancia. Hinata respondió con un «Estaré pronto de regreso.» Beatrice era su jefa. La mujer que le había tenido la confianza de contratarla para restaurar pequeños detalles de las obras antiguas que se exhibían en los distintos museos de la región. No era un trabajo envidiable, pero podía tocar y apreciar las genialidades que pasaron a la historia, además, el pago era bueno. Ella también exponía algunos de sus trabajos en varias de sus galerías.
Beatrice era una de las personas que Utakata había puesto en su camino.
Estaba pensando en dormir cuando Kiba le marcó. La invitó a cenar en compañía de otros amigos para presentarle a la chica que ahora era su prometida. Quedaron en ello y antes de comunicarse con Ino, Hanabi entró a la habitación. Eso le dijo que en realidad no podría descansar en absoluto.
Antes de comer en familia había podido dormir un poco, sabiendo que así estaría más fresca para sus planes vespertinos con Kiba. Había invitado a Ino, ante la no negativa de su amigo próximo a dejar la soltería; cuando ella aceptó, estuvo lista para comenzar a prepararse con calma.
• O •
El día era menos frío de lo que esperaban, por eso Sasuke cargaba el abrigo que Izumi no había querido dejar en el auto.
—Gracias por acceder a acompañarme. Sé que el tiempo que tienes es poco —Izumi no dejó de tomarle la mano mientras lo guiaba al restaurante que acababa de inaugurarse. Se suponía que era comida, pero Sasuke –como todos los días- estaba demasiado ocupado como para lograr comer a sus horas. Era por eso que las luces en los postes comenzaban a encenderse mientras ellos llegaban.
—Descuida. Supongo que nos lo debemos —le pasó el brazo por los hombros mientras echaba un vistazo al interior del restaurante de comida libanesa.
—Dicen que el chef es espectacular en este sitio. Desde hace días que lo quiero comprobar.
Él sonrió y tuvo que soltarla cuando los hicieron pasar a la barra a la espera de una mesa disponible. El lugar era bastante bonito, la iluminación nocturna comenzaba a hacer su efecto sobre la cristalería en las mesas.
—Pasaré al tocador un momento.
Sasuke ni siquiera tuvo tiempo de sentarse cuando, al seguir a su novia con la mirada, la vio pasar a un costado de alguien familiar.
El varón de ojos castaños lo había reconocido desde que entraron. Sasuke prefirió dejar de verlo y Kiba se acercó discretamente a él. Pidió un agua mineral al tomar asiento a su lado.
—Tanto tiempo, Sasuke.
Él no le respondió.
—Diría que es un gusto —le añadió ante el mutismo.
Sasuke sonrió sin ánimo y aceptó la copita de vino que le sirvieron.
Kiba pasó su vista de él hasta el pasillo donde la chica que lo acompañaba había partido.
—¿Es tu novia?
—¿Desde cuándo eres tan conversador?
—Desde que me importa saber qué diablos haces aquí.
—Es un restaurante, ¿qué demonios he de hacer? —volteó a verlo y Kiba pareció tenso al recargarse en la barra—. ¿Por qué?
—Por nada en especial. Por cierto, lamento lo de Mei. Aunque agradezco lo de Hinata.
Sasuke hubiese querido romperle la boca y esa sonrisita, pero Izumi regresó. Su mirada molesta no dejó a Kiba mientras se iba y ella lo notó. Tuvo que fingir que nada pasaba cuando por fin tomaron asiento. Vio a Izumi degustar su Maqluba y él probó las famosas croquetas de garbanzos todavía tenso, mientras la escuchaba platicarle sobre sus planes con el rotatorio que apenas comenzaría. Ella vio a los ojos de Sasuke cuando le comentó que la universidad tenía proyectos de estudios combinados con universidades extranjeras, que las europeas ofrecían altos niveles en las especialidades por las que ambos habían optado.
—¿Sabías algo al respecto? Es decir, claro que sabes, hace años estabas considerándolo, ¿no?
Sasuke asintió sin interesarle mucho traerlo a cuento.
Izumi masticó otro bocado —¿Y qué opinas ahora?
Él la vio con cierta curiosidad —Podría ser buena idea —respondió y le sonrió cuando la vio hacer lo mismo.
La joven apoyó sus codos en la mesa y le sonrió —¿Lo planeamos juntos?
Él alzó una ceja y lo meditó —Podemos verlo.
Ella casi saltó en su asiento y quiso besarlo, pero ya había llamado demasiado la atención su gritito emocionado.
Lo señaló —Dalo por hecho.
Largos minutos después, con los platillos vacíos, por fin se levantaron de la mesa. Sasuke estuvo más interesado en irse cuando en la calle se percató de la presencia de Ino, esa rubia que parecía su karma. Sostuvo sobre uno de sus hombros el abrigo de Izumi y ella se colgó de su otro brazo para así salir con él en busca de su coche.
La noche ya había terminado de caer y era justo en ese sector de la ciudad que Tokio parecía menos sofocante con las aceras adornadas con arbustos y árboles todavía verdes. Sasuke fijó su vista en Ino cuando estuvieron a unos pasos de darle alcance. Izumi hablaba sobre lo interesante que le había resultado la ponencia en la universidad cuando él regresó su atención a la rubia. Ino había salido corriendo directo a la esquina. Cuando el escándalo que hizo llamó su atención, eso de pronto dejó de importar.
A varios metros Ino abrazaba a otra chica. Una increíblemente familiar. Hinata lucía radiante aun en jeans y botas.
—Démonos prisa, ¿quieres? —le dijo a Izumi cuando ella se detuvo a ver uno de los aparadores.
Ella se encogió de hombros —Sí —y siguió colgada de su brazo mientras cruzaban la calle.
Las notó caminar al mismo restaurante del cual habían salido. Hinata ni siquiera los había visto y él ya estaba sintiendo una molestia en su estómago.
—¡Sasuke! —la voz de Izumi le devolvió su atención.
—¿Sí?
Ella le sonrió fascinada con él —La puerta sigue con seguro.
Él negó y dejó escapar el aliento.
—¿En dónde tienes la cabeza, eh? —le acarició el rostro y se estiró en sus talones para besar fugazmente sus labios.
—Lo siento —le dijo y le sonrió. Ella volvió a extender una de sus enormes sonrisas ahí pegada a sus labios y tuvo que corresponder cuando él la aferró de la cintura y la besó con avidez —. Vámonos.
• O •
—¡Hinata! —Hinata apenas estaba bajando de su coche cuando escuchó el grito animado de Ino—. ¡Por Dios, cuánto te eché de menos!
Cerró su auto y corrió hasta ella con los brazos abiertos. Se fundieron en un abrazo que se prolongó por varios segundos. Ino saltó emocionada.
—Te ves increíble —dijo la rubia.
—¿Yo? ¡Mírate! —Hinata la volvió a abrazar—. Me alegra tanto estar aquí.
Ino se apartó de ella y la vio con la misma gracia de quien no puede contener más una buena noticia.
—¡Mira! —alzó su mano y le mostró una sencilla sortija.
—¡Oh, por Dios! ¿Shikamaru?
—¿Quién más, tonta?
Ahora fue Hinata quien dio pequeños saltitos emocionada antes de volverla a abrazar —Al fin lo lograste. ¿Cuándo? ¿Por qué no lo habías dicho?
—¡Anoche, justo anoche!
Hinata quiso recomponerse —Deberían seguir festejando.
—No me perdería la primera noche de vuelta a la ciudad de una de mis mejores amigas —dijo—. Aunque tenga que ver al insufrible de Kiba.
Hinata sonrió y llevó sus ojos al restaurante donde la novia de Kiba era la chef estrella y dueña del lugar —¿Vamos adentro?
—Por supuesto.
Hinata iba fascinada con la buena nueva. Le emocionaba ver el brillo de felicidad en los ojos de Ino, y la alegría era mucha al recordar que ella había tenido que esperar para por fin tener una oportunidad de verdad con Shikamaru. Él no podía caerle mejor por valorarla a tal punto. Se lo merecían.
Estaban por entrar cuando una escena llamó su atención. Más bien, alguien. Una figura familiar. Ino volteó a ver lo que veía y se encontró con Sasuke besando a su novia en la acera contraria.
—¿Entramos? —Ino regresó a verla y supo que lo reconoció.
Hinata le sonrió —Vamos.
Ino la tomó de un brazo a modo de consuelo mientras Kiba llegaba a recibirlas. El castaño y Hinata se fundieron en un abrazo al tiempo que el coche de Sasuke arrancaba.
La cordialidad entre Ino y Kiba fue notoriamente mayor. Los tres se sentaron en una de las mesas del centro del lugar. Minutos después un par de amigos de Kiba llegaron. Considerando el momento, éste fue por su atareada novia y la presentó al par de chicas que no la conocían. Era una joven de rizos castaños sujetos en un chongo el cual cubría con una delgada malla. Era dulce y estaba embarazada. Kiba se había mostrado orgulloso de la pequeña protuberancia en su abdomen. Mia, como era su nombre, tuvo que volver a ocuparse y supervisar los platillos. Acordaron ir por unos tragos cuando el restaurante cerrara, por lo que, al terminar la cena, tuvieron que esperar.
Kiba ingresó a la zona de cocina para echar una mano cuando Ino se llevó a Hinata a la zona de fumadores, al necesitar un cigarro.
—Es increíble que vaya a ser padre —dijo Hinata viendo como Kiba salía con unos platillos y los ofrecía a unos comensales.
Ino extendió su sonrisa mientras escogía su cigarrillo —No estarás celosa, ¿o sí?
—Claro que no. Kiba es…
—Como un hermano para ti —completó Ino—. Todavía recuerdo ese mantra. ¿Recuerdas cuando no podía ver a nadie más que a ti?
—Prefiero no recordarlo. Tú tampoco lo menciones —advirtió.
—Claro que no. Sería ruin de mi parte.
Hinata le sonrió y se recargó en el borde de una jardinera —Estoy agotada.
—¿Por alguna razón en especial?
—Un viaje de doce horas, ¿tal vez?
Ino dio una calada honda y luego dejó escapar el aire despacio. Le dedicó su entera atención a Hinata. No supo cómo se sentiría ella si acabara de perder a su novio de años recientemente, y menos cómo sería ver la felicidad de sus amigos a centímetros de sus ojos.
Hinata se llevó una mano a sobar su cuello.
—Ese… hace un rato, era Sasuke, ¿verdad?
Ino soltó otra vez humo por sus labios. Asintió.
Hinata negó y sonrió.
—Y esa claramente no era Mei.
Ino guardó silencio y la vio volver a hacer ese gesto de incredulidad y molestia.
—Ni siquiera debería sorprenderme. O importarme. Da igual —volteó hacia la calle y suspiró.
—Creí que habían quedado en buenos términos.
—En realidad no. Supongo que, simplemente terminamos.
—¿Y todavía te duele?
—No. Es decir, me molesta. Sé que tuvo sus buenos detalles conmigo, y era por eso que esperaba que hubiera cambiado.
—¿Lo dices por esa chica?
Hinata asintió y volvió su vista al frente, sin interesarle más el panorama de la calle que ver a Kiba esforzándose ahí adentro.
—Es su novia desde hace años.
Algo se apretó en el estómago de Hinata.
—Resulta que… el hijo de Mei ni siquiera era hijo suyo.
—¿Qué? ¿Cómo sabes eso?
Ino se encogió de hombros, contarle que después de que ella se fue su odio por Sasuke creció, era mucho. Lo era más decirle que en alguna ocasión que se encontraron de frente tuvo que decir en voz alta, que lo ruin que le parecían las personas falsas e hipócritas era tanto, que la hacía vomitar. Y lo había hecho sin pena, en su cara. Más de una vez. Hasta que lo hartó. Fue el mismo Sasuke quien le había dicho que esa chica, Izumi, era su novia, que dejara de proteger los falsos intereses de Hinata, porque al fin de cuentas, la misma Hinata no era ninguna santa.
—El cuento es largo. Pero Naruto dijo el resto.
El casi alivio que ella sintió ni siquiera logró hacerla sentir bien.
—Lamento no haberlo dicho. Cuando lo supe tú ya eras novia de Utakata y no quise hacerte recordar nada.
—No pasa nada. De cualquier forma… no me arrepiento de irme a Italia—dijo y le sonrió. Cuando las personas comenzaron a hacerse menos supieron que era tiempo de volver al interior. Intentarían ayudar un poco a Kiba y hacer que el tiempo de espera fuese menos.
• O •
Las luces de su casa estaban apagadas cuando Sasuke estacionó su auto.
—Es curioso, creí que tu madre estaría aquí —comentó Izumi cuando bajó del auto cargando una mochila con un cambio de ropa, luego de que Sasuke le pidiera que pasara la noche con él.
—Lo sé —respondió él y localizó en su móvil el número de su madre para proseguir a dejar entrar primero a Izumi.
—Ha sido un día largo, ¿te molesta si me doy un baño? —preguntó mientras lo veía hablar con su madre, seguramente.
Él la animó con un movimiento de cabeza.
Minutos después ella soltó un gritito y se rio cuando Sasuke se metió a la ducha a su lado.
—¿Qué haces?
—¿Qué parece? —devolvió a cambio despegándole el cabello mojado del rostro.
Ella sonrió —Necesitamos nuestro propio espacio. ¿Y tu madre?
—Salió a cenar con un amigo.
—¿Desde cuándo tiene amigos?
Él exhaló —No quiero saber —dijo antes de besarle los labios.
«No quiero saber muchas cosas.» Se reconoció mientras la besaba con más fuerza. Su móvil había quedado apagado en alguno de sus sofás y esperaba mantenerlo lejos al menos por unos días.
• O •
—¡Que no luzco sexy! —dijo Hanabi por tercera vez en ese día.
—Aun eres menor, no deberías lucir sexy —respondió Hinata que comenzaba a cansarse que cada cinco minutos su hermana se acercara a ver cómo iba el retrato que le había pedido.
Ella juntó sus manos —Por favor —rogó—. Quiero tener una pintura tuya antes de que te vuelvas famosa. Y me gustaría que fuera sexy, ¿sí?
—Estás ofendiéndome —Hinata sonrió—. Mis pinturas se venden bien. Además, no es lo único que sé hacer.
—¿Ah, no?
—No. Hago muchas cosas, y todas las disfruto —informó—. ¿Sabes que haré las invitaciones para la boda de Kiba?
Hanabi hizo un gesto sin sorprenderse en lo absoluto —Mi computadora y yo también podemos hacerlas.
—Las invitaciones de acuarela tienen su peculiaridad y mucha popularidad. Ese tipo de trabajos me han conseguido algunos contratos con algunas provincias de la región.
Hanabi se encogió de hombros.
—Vuelve a tu lugar o no terminaré.
—¿Segura que no quieres dormir? Anoche llegaste bastante tarde. ¿Tomaste?
Ella negó y volvió a prestar su atención al óleo frente a ella —No, no tomé, la pasé bastante bien, gracias. Y no, no quiero descansar, porque una vez pasada navidad, el tiempo se irá de prisa —dijo, pese a sí, estar agotada. La velada con Ino, Kiba y su novia, había sido demasiado grata rememorando años pasados, pese al agrio suceso al recién llegar.
—Navidad es pasado mañana —dijo Hanabi recordando, ciertamente, los planes que su familia tenía. Incluido el festejo del cumpleaños de su hermana, dos días después de navidad.
—Por eso, siéntate y no te muevas.
—Bien, recuerda, sexy.
Ella sonrió —Haré lo que pueda.
• • •
Horas más tarde, Hinata pudo por fin firmar el retrato. Hanabi se había aburrido y marchado antes de que lo terminara, pero no había extrañado su presencia. Cuando se puso de pie y estiró su cuerpo, se dio cuenta que la tarde ya estaba cayendo y ella ni siquiera había probado la comida que Kaede amablemente le había mandado.
La sopa se había enfriado.
—Es una pena —dijo al acercarse y oliendo que aún conservaba un aroma delicioso.
Eran las siete cuando se calzó sus zapatillas. Mañana sería noche buena y no tenía regalo para Hanabi. También recordó la petición de Lucas y decidió que el día siguiente no tendría suficiente tiempo.
—¡Vuelvo más tarde, iré a hacer un par de compras! —Se despidió de todos alzando la voz en la estancia y se preparó mentalmente para la conglomeración de personas en los centros comerciales, mientras subía a su auto.
Cerca de tres cuartos de hora Hinata por fin pudo encontrar un centro comercial sin tanta aglomeración. Era curioso, al estar cercano a la zona hospitalaria y un estadio de béisbol.
Hinata recorrió varios pisos de ese centro comercial por otros tres cuartos de hora. Ya tenía el maneki neko para Lucas, sus dulces e incluso un par de presentes más, entre éstos unas gafas que estuvo segura le lucirían geniales. Elegir los presentes para Hanabi estaba resultándole todavía más difícil de lo que creyó.
Sonrió cuando inclinada frente a un aparador, creyó encontrar esa prenda que la haría lucir sexy, sin lucir exagerado para su edad. Entró y compró. También aprovechó para buscarle algún videojuego, con algo de suerte no lo tendría, ya que ella conservaba aún su férrea pasión por pasar horas frente al televisor lastimando su vista.
Le sonrió al videojuego y se preguntó cuántos de esos le habría comprado desde que comenzó a jugar. En eso pensaba cuando una risa familiar le llamó la atención. Alzó su vista y en medio de varios chicos se encontró con el dueño de una cabellera rubia y revuelta. Permaneció unos segundos viéndolo y cuando él la notó, prefirió seguir su camino.
—¿Hinata? —lo escuchó—. Adelántense, luego los busco.
Ella tuvo que sonreírle cuando lo tuvo enfrente.
—Hola, Naruto. ¿Cómo has estado?
—De lo mejor, lo mismo que tú, ¿no? —le dijo y le vio las mismas piernas que siempre le parecieron bonitas, envueltas en un pantalón tipo piel, luego la blusa con un escote que no llegaba a ser exagerado —. ¿De compras?
Ella alzó sus dos manos, ambas con varias bolsas.
—Siempre de último momento. ¿Qué haces?
Él se rascó el cabello —Decidí juntarme con unos amigos —dijo viendo al grupo que se iba.
—¿Cuándo volviste?
—Recién ayer muy temprano.
—Ya —Naruto se rio y pareció meditar algo—. ¿Caminamos un rato?
—Bueno, verás…
—¿Qué? ¿Alguien te espera? ¿O es solo que no me has disculpado?
Ella quedó de momento sin mucho que decir —No, nada de eso… Bien, vamos un momento.
Él sonrió y se metió las manos a los bolsillos —¿Un helado? Yo invito.
—Mejor algo de beber, muero por eso —le sonrió y él regresó una sonrisa todavía mayor.
—Eso será, entonces.
La charla con Naruto se extendió por casi veinte minutos, no podía hablar demasiado con él sin que el nombre o el recuerdo de Sasuke volvieran. Le contó de Florencia, su trabajo, lo que había sido su vida y su próxima partida. Naruto por su parte tuvo que disculparse por haber sido un imbécil, y reafirmó que así se sentía, pese a los años. Hinata prefirió no escuchar mucho de eso al asegurarle que estaba superado.
—Y ahora ya realizo mi pasantía en el Hospital Universitario.
—Oh, aquí cerca. Te felicito.
Naruto asintió y luego su vista fue hacia otro punto.
—Ah, Hinata, sé que dijiste que ya estaba superado, pero… no sé si quieras verlo o no.
Ella volteó a ver a la dirección donde Naruto veía y se encontró con Sasuke ascendiendo por las escaleras. No podía creerlo.
—Preferiría que no. Fue un gusto verte, Naruto, y, de cualquier forma, ya debo irme. Cuídate.
Él le dio un abrazo cuando ella quiso darle la mano —Igualmente —dijo y se atrevió a revolverle el pelo. Hinata había crecido y cambiado, pero todavía era para él esa chica de diecisiete años que había sido amable con él.
Cuando Naruto volvió su vista al frente, se encontró con los ojos negros de Sasuke en ellos. Maldijo la mala suerte, no lo esperaba tan temprano.
Hinata lo notó acercarse, pero prefirió ignorarlo al llevar su atención a los pisos de abajo, a donde debería dirigirse. Sintió la mirada de Sasuke en ella y casi agradeció que llevaran direcciones opuestas, hasta que él desvió sus pasos hasta plantarse enfrente.
Alzó su vista a él. Sasuke sonreía de medio lado.
—¿Me ignoras?
—He de suponer que crees que no debería.
Él extendió su sonrisa.
—Adiós, Sasuke —le dijo y buscó pasarlo de largo por la derecha, pero Sasuke apoyó su mano en el tubo de metal que soportaba la baranda de cristal. Ella volvió a verlo a la cara. Hinata frunció el ceño con curiosidad—. Ni siquiera me sorprende que me busques teniendo novia.
Solo cuando él desvió su rostro para sonreír, entendió que no debió decir eso.
—Tus deseos están traicionándote.
—Increíble. —Sonrió viéndolo—. Tu presunción sigue intacta. —Hinata quiso pasar de él, pero Sasuke la sujetó de la muñeca.
—Solo busco hablar. Estás confundiéndote.
—No veo que haya algo de qué hablar —dijo y miró su mano sujetándola. A él no pareció importarle porque no la soltó.
La sonrisa de Sasuke dejó la ironía y entonces Hinata controló su molestia y fue ella la que habló:
—Supe que, esa vez estaba equivocada —Sasuke no dejó de verla con seriedad—. Que Mei está feliz con su familia.
Él volteó a ver a Naruto y éste lo miraba con desaprobación, por lo que desechó la idea que él le hubiese dicho alguna palabra.
Ella se aclaró la garganta mientras lo veía soltarla.
Él se recargó en la baranda. Le sonrió a Hinata y ella notó la frecuencia con lo que lo hacía.
—Y yo supe que te fuiste a Italia —le dijo—. ¿Qué tal todo?
Ella asintió —Extraordinario. No me arrepiento de nada —. Sonrió.
—Igual yo.
—Genial. Debo irme —se despidió incómoda.
Sasuke notó las bolsas que cargaba. Ella había dado más de cinco pasos alejándose cuando Sasuke volvió a hablar:
—¿Encontraste ya lo que mereces?
—¿Por qué sigues preguntándome eso? Está claro que sí.
Sasuke llevó sus pasos a ella y apoyó su mano en la baranda, acercándose a su rostro.
—¿Qué tan sencillo te fue?
Hinata entrecerró los ojos.
—¿Por qué me mandaste ese mensaje? —preguntó mejor—. Si ya estabas con ella.
—No es así. No le haría eso a Izumi.
El estómago de Hinata se apretó —Cierto. Olvidé cuánto sueles defender a tus amantes — dijo sin dejar pasar que ella había sido esa excepción. No dejó de ver a sus ojos.
—Izumi no es mi amante.
Era su novia. Hinata sonrió para que no se le notara la molestia al saber que esa chica consiguió lo que ella no pudo.
—Bien por ella. Ahora, Sasuke, muévete —quitó su mano y siguió su camino. Él la dejó ir.
Sasuke todavía tenía tensas varias partes de su cuerpo cuando Naruto llegó a su lado —¿Qué demonios hacía contigo?
—Me la encontré por casualidad —respondió Naruto—. Mejor dime tú, ¿por qué le hablaste? ¿Qué hubiera pasado si Izumi llegaba en ese momento?
Sasuke miraba a las escaleras. Sus ojos estaban puestos en Hinata que ahora hablaba por teléfono mientras bajaba. Izumi subió y casi llegó hasta ellos cuando Sasuke perdió de vista a Hinata.
—Corrige tu humor si no quieres que ella lo note —aconsejó Naruto que dibujó una sonrisa para la chica que recién llegaba.
• O •
Sasuke se mantenía despierto y con las luces de su habitación apagadas. Ya pasaba de media noche cuando golpearon su puerta.
—Sasuke, la cena quedó servida en la mesa, ¿está todo bien?
—No tenía hambre, mamá. Ahora levanto.
—No hace falta, ya lo hice. ¿Izumi no cenará tampoco? —escuchó la voz del otro lado de la puerta.
—Izumi está en su casa —informó y escuchó un suspiro—. Buenas noches, mamá.
La voz de Mikoto fue apenas más que un murmullo cuando se despidió. Sasuke, tendido en su cama, no logró deshacerse de la molestia en su estómago. Se obligó a controlarse, pero volvió a recordar lo ocurrido horas antes. Hinata le pareció más alta y proporcionada. Pensó con ironía cuánto pudo acercarse. Recordó haberla visto cargando bolsos de boutique con exclusividad masculina.
Se rio de él. Seguro eran para aquél tipo.
Habían pasado ya tres años desde que los vio. Luego de que Hinata se fuera retomó sus estudios. A los seis meses le ofrecieron una beca que no había pedido y gracias a eso había podido seguir ahorrando. Finalmente conoció a Izumi, la misma chica que desde que se cruzó con él en la facultad, no se le había despegado. Decidió darse una oportunidad para ver qué ocurría. Pero para variar, su mal carácter y cierto dolor de cabeza con nombre y apellido no lo dejaron avanzar. Terminó con ella tres semanas y media antes de viajar a Italia.
Casi dieciséis horas de viaje con varias escalas y tras conseguir su dirección en su universidad con varias mentiras, y por fin estaba en la provincia, barrio y calle correctos. La fachada de piedra y pequeñas ventanas con balcones floreados eran los que correspondían al número noventa. Había estado a punto de entrar a esos departamentos cuando el anciano de la tienda de al lado le preguntó a quién buscaba. Cuando lo reconoció como japonés, le dijo que de seguro a la señorita y su novio les daría gusto recibirlo en su departamento.
Hinata tenía pareja.
Nunca había experimentado tal desasosiego como esa vez. Se había sentado en una de las bancas de la pizzería de varios locales adelante, preguntándose si eso sería menos miserable. Había visto todos esos balcones y se preguntaba cuál sería el de ella. Había sido absurdo creer que llegaría y Hinata estaría esperándolo.
Estaba por irse cuando la vio aparecer en uno de los balcones del tercer piso.
Había salido a respirar el aire fresco mientras terminaba a una llamada. Usaba un vestido blanco y sin espalda. Ella se había alzado sobre sus pies a ver algo que le llamó la atención en la otra dirección donde él estaba. Entonces no lo pensó mucho cuando le mandó ese mensaje:
«¿Encontraste a alguien mejor?»
Hinata revisó de inmediato su móvil. Se había quedado quieta por unos segundos, y de pronto pasó eso que lo hizo levantarse y largarse de ahí: un tipo alto apareció tras ella en el balcón. Le había acariciado las manos y enredado los brazos en la cintura mientras se deshacía de su pelo para morderle el cuello. Hinata soltó el móvil y se giró para coquetear con él, quien la cargó y la devolvió al departamento entre caricias poco obscenas.
«Qué estupidez.» Sasuke se levantó de su cama. Necesitaba un trago. Varios.
• O •
El vestido dorado que Hinata portaba escurría por sus piernas, al estar sentada frente a su computador encendido.
Ella sonrió fascinada cuando vio pasar a su gato tras Lucas.
—Entonces, ¿eres rica?
Ella rio —No. Yo no.
—¿Y qué haces hablando conmigo cuando tienes que prepararte para esa extraordinaria gala?
—Creo que me arreglé demasiado pronto.
—Entonces, por eso me hablaste.
—Lo siento, te vi en línea y me pareció buena idea.
—Oye, ¿ese vestido es seda?
—¿Eh? Sí.
—¿Y qué haces sentada? ¡Levántate! Se arrugará. A ver, lúcelo —la animó hasta que Hinata se puso de pie. Él hizo un mohín—. Ya se le notan las arrugas.
—Bueno, no importa.
Él notó el gesto en su rostro cuando la vio verse en el espejo.
—¿Qué ocurre contigo? No se ve tanto.
Ella exhaló sonoramente.
—¿Un mal momento? —adivinó él.
—Un mal momento con malas personas.
—¿Malas?
—Horribles.
—¿Qué tanto?
Ella se acercó a la cámara de su computador —De esas, que te revuelven el estómago.
Él entonces sonrió —¿De repugnancia o de mariposas?
Hinata entrecerró los ojos incrédula —¿Por qué mariposas?
—¿Por qué te centras en ellas? —le sonrió.
—¡Ah! Sólo olvídalo.
—¿Un ex novio?
Ella negó —No. No era eso —su semblante se descompuso—. Solo un imbécil.
—Wow. ¿Guapo?
—Tanto como indeseable.
—¿Y por qué te molestó?
Ella iba a responder cuando tocaron a su puerta.
—Debo irme —se despidió para después mencionarle que ya le tenía sus encargos. Lucas le deseo suerte y agradeció antes de ser él quien cortara la llamada.
Hinata lo vio desconectado y lamentó el evento. Todo un año fuera como para celebrar la noche de navidad en una gala donde asistiría un altísimo porcentaje de gente que no conocía.
—¡Ya voy! —alzó la voz mientras buscaba algo con qué cubrirse.
Sasuke le había fastidiado esas vacaciones con su presencia, ahora tenía que dibujar una sonrisa doblemente fingida para soportar la velada.
• • •
Horas más tarde Hinata pudo por fin tirarse de espalda en el colchón de su cama. Al final, se había regresado antes que el resto de su familia. Eran las dos y curiosamente no tenía sueño.
No era tan tarde como para obligarse a dormir, y demasiado temprano para comenzar el día.
No tuvo ánimo de abrir su computador y tampoco quería molestar a nadie. Era navidad oficialmente y la mayoría de las personas deberían estar extendiendo la celebración de nochebuena.
Todavía con su vestido se puso el móvil frente a su cara mientras se decidía en cuál de sus redes mataría el tiempo. Llevaba varios minutos en Instagram actualizando las fotografías de la gala cuando un mensaje de texto saltó.
«¿Estás ocupada?»
Ella perdió el color cuando reconoció esa serie de números sin agendar. Era Sasuke.
No quiso contestar. Arrojó el móvil y pretendió que nada ocurrió. ¿Qué demonios querría? Volvió a prestarle atención a su móvil cuando otro mensaje llegó. Decidió no verlo por paz mental. Al minuto siguiente el que sonó fue el teléfono de la casa.
—Diga —atendió.
—Sabía que contestarías.
—¿Qué ocurre contigo? Son las dos de la mañana. ¿No tienes algo mejor qué hacer?
—No en realidad —Hinata escuchó su voz ronca y se preguntó si habría bebido.
—¿Qué quieres, Sasuke?
—Verte.
Ella sonrió incrédula —Claro, seguro saltaré para darte gusto. Duérmete y no molestes.
—Hinata, si me cuelgas, llamaré cada minuto hasta que me escuches.
—Desconectaré el teléfono.
—¿Todos los de la casa?
—Te recuerdo que son las dos. No quiero preocupar a Kaede.
—Solo un momento, Hinata. Por los viejos tiempos.
—Ya, gracias. Pero no, gracias.
—Bien, iré yo.
—¿Qué?
—Estoy cerca, no me demorará más de cinco minutos.
—¿Estás loco?
—No es la primera vez que llego hasta tu habitación. Nos vemos en cinco minutos.
—¡Sasuke! ¿Qué? ¡No! ¡Espera! Mi padre no tarda en llegar.
—Me daré prisa.
Ella resopló y se apartó el móvil, maldiciéndolo. Cuando volvió a pegarlo a su oreja, él ya no estaba.
—Maldita sea —susurró y corrió por su móvil. Leyó el texto que él había enviado antes: «Hablemos, ¿quieres? Por favor.»
Negó y regresó la llamada. Sasuke respondió a los segundos.
—Bien. Pero mañana —cedió.
—No. Te envío mi ubicación y si no llegas en diez minutos, voy por ti.
—¿Qué?
La llamada se cortó y a los segundos el móvil volvió a vibrar. Otro mensaje. Ella no tuvo tiempo ni de indignarse cuando éste se desplegó en la pantalla. Era una ubicación cercana. Muy cercana.
«Así que no mentía.»
Golpeó su pie en el suelo y supo que, irreverente como era, Sasuke cumpliría con su palabra.
—Alguien máteme— rogó cuando tomó sus zapatillas en su mano y se dirigió a la puerta. Supo que, si no quería saltar la barda como antes, tenía que apresurarse para salir antes de que su padre llegara. Si su papá la descubría saliendo a escondidas, sería mujer muerta.
«Ay, Hinata, ahora sí en la que te estás metiendo. No habrá forma en que salgamos de esto sin dejar varios cadáveres a nuestro paso.» Se aseguró. Y también esperó no ser ella uno de esos cadáveres.
Maldijo varias veces y lo hizo más al darse cuenta que no llevaba nada con qué cubrirse del frío. Una zapatilla casi le dobla el tobillo cuando llegó a las escaleras similares a los templos, que se ubicaban a sesenta o setenta metros de su casa, y que eran una de las tantas entradas que ese inmenso parque tenía.
Comenzó a subir preguntándose qué hacía Sasuke fuera de su casa, en lugar de estar festejando como la gran mayoría de las personas. Él tenía una novia con quien pasar las fiestas, eso casi la hace detener sus pasos. Pero se resignó. Tal vez era una buena idea. O al menos, no tan mala:
Ella tenía que soltarlo.
Tal como había hecho con Gaara. Decirle que lo pasado estaba superado y que no lo odiaba. Intentaría que eso fuera verdad para sinceramente quedar tranquila. Por eso estaba ahí. Había visto el coche de Sasuke estacionado abajo, por lo que supo que ya estaba allí.
Los caminos y las pistas para correr estaban iluminados, incluso el canal que atravesaba de extremo a extremo el parque. Pensó en marcarle, pero lo localizó visualmente. Sasuke recargaba su espalda en el puente de piedra que atravesaba el canal. No la veía todavía.
Inhaló y soltó el aire despacio al caminar tan firmemente a él.
Sasuke la vio y le sonrió.
—¿De qué te ríes? ¿Sabes lo que pensará mi padre si sabe que me escapé para verte?
—¿Qué no has cambiado en lo absoluto?
—¡Exacto! —dijo efusiva pese al tono casi divertido de él.
—¿Entonces?
—Vete al diablo, Sasuke.
—Bien. Pero ya estás aquí. ¿Te vas conmigo?
Hinata rodó los ojos y dio varios pasos más hasta llegar al centro de ese puente. Lo imitó al recargarse en él, pero en el lado opuesto. Sasuke de pronto lucía más serio y ella resopló, pretendiendo aligerar el ambiente que, para variar, era muy bonito.
—Quiero que sepas que vine únicamente porque hay cosas que debo decir —dijo y bajó su vista al largo de su vestido. La tela costosa estaba sucia por culpa de ese paseo nocturno, pero aún se movía suavemente por el aire.
Él la vio de abajo arriba. Reconoció sus nuevas formas, igual de perfectas.
Hinata alzó su vista a él, decidida a terminar rápido —Gracias por enviar el boleto para el concierto aquella vez.
—Esa entrada era tuya desde el principio —dijo él. Hinata notó cómo pasó saliva al acercarse a ella. Se apoyó a su lado, pero viendo en dirección contraria. Sus manos grandes se posaron sobre la piedra.
—Y —continuó ella—, sobre lo de mi coche y ese accidente. Yo realmente…
—Olvida eso.
Ella alzó ambas cejas y francamente esperó a que él dijera algo, pero parecía demasiado pensativo como para hacerlo. Entonces se sentó sobre el pretil, impacientándose.
—¿Qué quieres, Sasuke? ¿Me dirás que no tenías nada mejor qué hacer? —cuestionó incrédula, pues para querer hablar, él no estaba siendo muy comunicativo.
Hinata volteó a verlo. Se preguntó cómo alguien que estudia y trabaja tanto se podía ver tan bien. Su espalda ancha. Sus vaqueros le marcaban un buen trasero. Luego estaban sus manos y brazos venosos. Y bueno, sus piernas. Lucía un poco más fuerte que como lo recordaba.
—¿Cómo estás? —su voz ronca la sorprendió tanto como la pregunta en sí.
—Bien —dijo pese a que la tomó desprevenida.
—Me refiero por lo de antes. —Ahora sí volteó a verla. Su voz era ronca.
Hinata solo asintió. Optó por ver sus pies para demorar en responder.
—¿Sabes, Sasuke? La verdad es que… te odié.
Él sonrió sin ganas.
—Pero me odié también. Por no ser capaz de entender tan bien como tú las reglas del juego.
Sasuke entonces se movió. Apoyó sus manos a ambos lados de la cadera de Hinata y ella quedó imposibilitada a moverse. Tensa por la cercanía.
Él inclinó su rostro meditando sus palabras y Hinata ya no quiso callar más.
—¿Por qué no me sacaste del error respecto al hijo de Mei? —él la miró y ella se preguntó cuán harto pudo estar de ella para dejarla creer eso y romperle el corazón.
—Necesitaba que te fueras, Hinata —terminó por decir.
—¿Por qué?
—Porque eso hubieras hecho sin mí. Tenías demasiadas ganas de que lo nuestro funcionara que…
—¡Oh, por favor! No estaba tan loca por ti.
Él negó y sonrió.
Hinata se acercó a su rostro y él mantuvo su distancia —¿Me dirás que fue un acto de bondad?
El rostro de Sasuke se endureció —Más bien de cobardía. No era así como lo planee.
Ella se desconcertó tanto que no supo qué decir. Notó el aliento fresco con aroma a licor.
—El día siguiente había planeado hablar contigo, ¿recuerdas? Te lo dije en el Nou —Hinata no le respondió, pero lo recordaba—. Sabía que tenía que hacerlo, pero decidí prolongarlo casi una semana.
—¿Por qué?
—No quería lastimarte.
Ella sonrió —Creo que para ser tan listo, te falta inteligencia, porque, bueno… algo salió tremendamente mal.
—Y me sentí mal. Había bebido —explicó y tocó su cadera con uno de sus pulgares a modo de caricia. Ella lo notó, pero no dejó de verlo. Sasuke, sin embargo, veía a su dedo arrugar la tela sobre su piel—. Debía decirte, convencerte de que te fueras. No podía prometerte nada porque no tenía derecho… ni creía que funcionaría, así que supe que solo debía terminar —añadió viéndola a la cara. La mirada de Hinata se tornó triste ante el recuerdo—. Me acobardé y decidí que estaba bien si creías eso, porque el final sería el esperado.
Ella quiso abofetearlo, pero no lo hizo. Le sonrió y luego dejó de verlo buscando que sus ojos no le ardieran.
—Entiendo. ¿Nunca tuve una oportunidad real, cierto?
A Sasuke le ardió la garganta al negar.
—Debo irme, Sasuke —aclaró—. Ya dije lo que tenía que decir. Y escuché lo que tenía que escuchar.
Ella se bajó del pretil sin tener más que decir, pero Sasuke no le permitió avanzar mucho cuando volvió a hablar:
—Hay algo más que debes saber.
Ella jadeó sin verlo. Que por favor no le dijera que ahora sí sería papá. Era innecesario y dolería. Iba a odiarlo si la golpeaba otra vez con eso. Giró su rostro viéndolo, decidida a afrontar lo que siguiera.
Sasuke pasó su lengua por sus dientes antes de hablar:
—Te busqué.
—¿Qué?
—Dos años después.
—¿Bromeas? —Hinata buscó en su mirada un rastro de burla al regresar a su lado.
La sangre de Sasuke ardió ante el recuerdo.
—Estaba frustrado pese a tener las cosas funcionando bien. No sabes la cantidad de veces que he pensado en qué pude haber dicho para que terminara de una forma distinta. En las diferentes palabras que pude usar y que te mantuvieran conmigo. Me había equivocado… y que me jodieran si no lo sentía.
—Sasuke…
—Conseguí una beca y tuve dinero suficiente para comprar un pasaje. Te busqué. Y te encontré.
—¿Cómo es posible?
Ella se preguntó cuándo, al mantenerse quieta con él frente a ella. Sasuke la veía a los ojos y ella rogaba por el resto de su relato.
—Te mandé un mensaje cuando lo hice —dijo él.
Los ojos de ella picaron al recordar exactamente cuándo había sido eso.
—Estabas con tu pareja —ella asintió con un nudo en la garganta. Él se acercó los pasos que los separaban—. Estaban juntos —reprochó.
—Entiendo —Hinata se recargó en el pretil, viéndolo. Sus ojos se mojaron.
—Me preguntaste qué quería al traerte aquí. Bueno, quería que supieras que significó lo mismo para mí.
—Oh, Sasuke.
Cuando ella quiso tocarlo, él se apartó.
Hinata iba a hablar de esos malos entendidos que siempre los rodearon. Quería decirle que no pudo ver a ningún hombre sin compararlo con él. Que demoró dos años para obligarse a darse una oportunidad, porque… se suponía que él era feliz con Mei.
Sasuke se apartó unos pasos y vio hacia el agua que corría bajo ellos. Se llevó una mano a uno de sus bolsillos y luego hizo sonar algo contra el pretil de piedra, al apoyar su mano ahí.
Los ojos de ella buscaron el objeto. Cuando lo reconoció, su vista fue a él. Era una cajita forrada… de esas que contienen anillos.
—Voy a pedirle a Izumi que se case conmigo.
Ella sonrió con la garganta comenzando a apretarse. Se sujetó del pretil frío.
—Compré esto hace cinco días.
—Sí, creo que no quiero saber —le dijo sin verlo y sonrió sin ganas.
—No pretendo solucionar nada contigo, Hinata. Siento si eso creíste. Yo no le haría algo así a Izumi.
—No creí nada, Sasuke. Yo vine por mis propias razones.
Él asintió y se inclinó para apoyar sus brazos en el puente, a su lado, viendo el agua correr. Las ranas croaban abajo y algunas luciérnagas se veían flotar a lo lejos.
—Me iré ahora —Hinata se despidió.
—No tienes anillo. ¿Por qué?
—¿Anillo? —ella se miró sus manos y luego cayó en cuenta—. Ya. No, nosotros no creemos en eso.
Sasuke tensó la mandíbula.
—¿Eres feliz? —preguntó Hinata.
Él asintió y a ella le picaron los ojos. No lo entendió, creyó que lo estaba superando.
—Conocí a Izumi cuando ella ingresó a la facultad. No se despegó de mí nunca —comenzó a explicar—, aunque insistí. Me fui acostumbrando a ella hasta que logró convertirse en mi novia.
«Su novia.» Maldito fuese Sasuke por recalcarle que Izumi logró lo que ella no pudo.
—¡Dijiste que esto era por mí! Pero solo quieres sentirte mejor al decirme que me buscaste y que ahora tienes derecho a ser feliz. ¿Pues qué crees? No tenías que hacerlo —Hinata amenazó con querer irse, pero él le cerró el paso. El anillo de la discordia había quedado metros atrás, sentado sobre el pretil.
—No, te equivocas. Pretendo que entiendas lo que hice con ella por ti.
—Por favor. Seguro así culpaste a Mei cuando fui yo la lastimada.
—No compares.
—Entonces no me culpes.
—¡No te estoy culpando, joder! —alzó la voz y arrastró su pelo al dar media vuelta, alejándose, pretendiendo calmarse—. Estoy aquí contigo porque no logré convencerme de no buscarte. Pero eso no cambia que mi lealtad y fidelidad están con Izumi.
Ella asintió —Te ayudaré con ello, yéndome.
—¿Por qué demonios pareces ofendida? ¿No eres tú la que vive con otro?
Hinata volvió a detener sus pasos —Vivía… hasta hace seis meses.
Él tensó su mandíbula.
—Terminé con Izumi cuando no teníamos más de tres meses. La dejé por ti. Porque sabía que podíamos dar más. Le rompí el corazón.
—Eres experto en eso —dijo volteando a verlo. Se volvió a recargar en el puente, justo donde éste iniciaba. Sasuke la siguió hasta ahí.
Esta vez él apoyó sus manos a ambos lados de su cadera y Hinata prefirió no emitir sonido alguno, si no quería perder la batalla contra el llanto que desde hacía minutos estaba acosándola.
—Aunque me gustaría. No puedo fallarle otra vez.
Hinata tragó pesadamente.
—Regresé derrotado de Italia —prosiguió él—. ¿Recuerdas lo que hacías cuando recibiste ese mensaje? —Hinata asintió con los ojos queriendo mojarse—. Estuve a metros de ustedes. Lo vi cargarte, besarte y llevarte adentro. Sonreías encantada.
Ella lo vio a los ojos y notó coraje en él.
—La mandé al diablo por ti —confesó—. Soportó mi mal genio antes de eso. Y cuando volví de Italia, ella seguía ahí. Decidí que Izumi se merecía que lo intentara. Aprendí a sentirme bien a su lado, a anhelarla. Le debía mucho, así que la recompensé siéndole fiel todos estos años.
Hinata sonrió llorosa y Sasuke le acarició el labio inferior en un impulso al que no logró vencer.
—¿Y a mí? ¿Me fuiste fiel, Sasuke?
—Cada día que estuvimos juntos —le dijo y ella sintió una pequeña satisfacción pese a sus ojos llorosos.
—Me alegra. —Hinata se aclaró la garganta y quiso apartarse, pero Sasuke enredó sus brazos en su cintura. Pegó su cuerpo a su espalda y se acercó a su cuello, impidiéndole moverse.
—No se merece que la deje, Hinata. Quiero hacerla feliz… mi esposa.
—Lo sé, Sasuke —dijo Hinata ganándole a su garganta. Sus ojos picaban tanto—. Ha hecho más que nadie. Es lo justo —dijo, notando que ahora Sasuke sonreía más que antes.
Él apretó su abrazo en ella y contuvo las ganas de besarle el cuello.
—Sigo esperando una respuesta: ¿Encontraste lo que merecías? —preguntó pegando su frente a la cabellera azulina.
Los ojos negros y profundos se cerraron. Rogó por una respuesta afirmativa. Hinata lo notó desesperado.
Ella sonrió y asintió sin poder verlo.
—Lo encontré, ya.
Él tragó saliva pesadamente y cuando su agarre se aflojó, ella se giró en sus brazos. Se observaron a los ojos y Sasuke se acercó a sus labios. No los tocó. Se detuvo a milímetros. Ella pudo sentir su aliento tibio y alcoholizado cuando miró sus labios.
Hinata se preguntó si él tendría el mismo deseo de besarla como ella a él. Moría por hacerlo.
Para ambos, controlar las ganas que tuvieron de besarse había sido tremendamente difícil.
Hinata se apartó finalmente y vio el agua correr bajo ellos. No había absolutamente nadie en ese parque, salvo algunos perros sin hogar y animales nocturnos.
—Utakata… ese es su nombre —dijo luego de unos segundos.
Sasuke asintió. ¿Cómo olvidarlo? Se recargó a su lado.
Hinata sonrió con nostalgia.
—No estoy casada y dudo que lo hagamos algún día. Lo que hay, es un pasaje que me envió para abordar a principios de primavera, y encontrarlo en Toronto. Desea que vivamos juntos allá.
—¿Y tú? ¿Lo deseas también?
Hinata le sonrió —Estaría abordando si no tuviera que arreglar asuntos migratorios y laborales.
Él tragó saliva y cuando deseó besarle, aunque fuese la cabeza, se apartó y recogió su anillo.
—Me alegrará mucho saber que también eres feliz —dijo Hinata y le sonrió al verlo. No pensaba interponerse. Sabía lo que se sentía perderlo, y no se lo haría a Izumi.
Él asintió en silencio.
—Vámonos, ¿quieres? —pidió ella.
Él la tomó de la cintura y la hizo caminar. Sintió su piel fría y luego le colocó la chamarra que él usaba.
Ella le sonrió al sentirlo.
—¿Qué haces?
—No pretendo que enfermes por mi culpa.
Ella pudo reír por la ironía que encontró, pero prefirió no hacerlo cuando algunos recuerdos llegaron a ella.
Caminaron juntos por esas escaleras en silencio. Hinata recordó la advertencia que su subconsciente le había mandado mientras salía: al final, el único cadáver iba a ser el suyo.
—¿Sabes? —le dijo de pronto y se giró para verlo. Detuvo sus pasos y Sasuke lo hizo igual.
—¿Qué?
—Podemos ser amigos. Amigos de verdad —ella se sintió fuera de sus facultades, o al menos, así la había mirado él. Le sonrió—. Te prometo, Sasuke, que desde ahora pensaré en ti como un eunuco. Uno que quiso hacer cosas buenas por mí.
Él sonrió y ella solo pudo enamorarse más de él.
—Te lo juro —le prometió.
—No funcionaría —dijo él.
—¿Por qué no?
—Porque no, Hinata.
Ella suspiró y caminó cuando él se adelantó.
—¿Sabes qué noté?
Él sonrió y volteó a verla cuando ella lo alcanzó —¿Qué cosa?
Ella suspiró y llevó su vista al frente —Que sonríes más —él frunció el ceño—. ¿Es por ella?
—No lo sé —respondió con voz rasposa—. Lo que sí sé, es que me ha enseñado muchas cosas.
A Hinata le volvieron a arder los ojos, pero lo disimuló sonriendo y no volteando a verlo… ella también pudo enseñárselas, no evitó pensarlo.
—Cosas que contigo no pude aprender.
Ella jadeó y pretendió que creyese que su indignación era fingida.
Sasuke llevó una de sus manos a acariciarle una de las de ella al continuar caminando. Hinata controló un estremecimiento de llanto o deseo. Tal vez de ambos.
—Porque contigo ardía en celos —confesó Sasuke rompiendo el contacto y apartó su vista cuando ella volteó a verlo—. Mi frustración me rebasaba y me volvía un imbécil, al grado de no poder hacer lo correcto —dijo.
A ella no podía sentirla segura, eso siempre lo había complicado, y cuando creyó tenerla, lo orillaron a dejarla, quedándose de pie en un abismo de incertidumbre.
—En cambio con Izumi… ella tenía tiempo para mí —añadió recordándola.
Hinata lo vio con reproche. Ella también le hubiera dado todo el tiempo. Justo cuando pensó en eso furiosa, se dio cuenta que Sasuke tenía razón: tenía demasiadas ganas de ser su novia como para dejarlo todo por él. Bastaron segundos para no poderse enojar al reconocerle el punto.
Ella no dijo nada en los minutos que demorarían en llegar hasta su casa.
Sabía que tenía que despedirse de él, pero prefirió observar el árbol que tendría que trepar para cruzar al otro lado, mientras pensaba qué decirle. En eso estaba, cuando sintió los brazos fuertes de Sasuke rodeándola. Él pegó su pecho duro a su espalda y su nariz a su oreja. Hinata sintió de pronto deseos de llorar que se ahogaron en su garganta. Las manos de Sasuke bajaron hasta su cintura en un contacto que se había prolongado demasiado. Ambas respiraciones pesadas.
Hinata fue, vergonzosamente, consciente de la tensión en el cuerpo de Sasuke. En partes poco apropiadas.
—Gracias por salir.
Ella le sonrió sin que pudiese verla.
—Feliz navidad, Sasuke. —Pestañeó varias veces para no llorar. Le acarició una de sus manos colocada sobre su vientre.
—Feliz navidad para ti también, Hinata.
Él se apartó y ella le devolvió su chamarra. Le sonrió otra vez.
—Me alegró verte —dijo él. Notó sus ojos mojados. Quiso volver a abrazarla, pero Hinata dio un paso atrás.
—A mí también. Sé feliz.
—Igualmente. Adiós. —Estiró su mano hasta colocarla sobre la cabellera azulina y la acarició.
Hinata aclaró su garganta antes de romper el contacto. Sasuke se quedó ahí viéndola batallar con el vestido mientras subía. Hinata soltó un último adiós desde el otro lado y él negó en silencio.
«¿Qué creías que hacías, imbécil?» Se regañó al volver tras sus pasos, en busca de su auto. Su cuerpo estaba duro, tenso. En varias partes. Apretó el puente de su nariz.
—Hinata…
• • •
—No, por favor —Hinata vio caer su zapatilla con pena. Estaba por cruzar la ventana para volver a su alcoba—. ¡Duque! ¡Rodo! —regañó a sus perros que de inmediato llegaron por ella.
Ella maldijo internamente cuando tuvo que volver a bajar. Los perros soltaron su zapatilla cuando corrió tras ellos.
—Perros tontos —observó el zapato y lamentó los raspones. Su mano se mojó con saliva de perro —. Con lo que estos me costaron.
Jadeó fuertemente antes de volver a trepar con más esfuerzo que la vez anterior.
«Ay Hinata, ¿a dónde vas a parar si sigues así?»
Arrojó sus zapatillas a la alfombra y caminó directo al cuarto de baño. Encendió la luz que iluminó hasta los pies de su cama. Se estaba lavando las manos cuando alzó su vista al espejo. Su maquillaje estaba intacto, su pelo desordenado y su ropa ya no era tan impecable.
Rio para no llorar. No entendió cómo después de años, seguía siendo solo la chica con la que Sasuke se ve a escondidas. Sus ojos le picaron al entender que nunca pudo ser su novia pese a que lo deseó.
Con un gesto de resignación optó por desnudarse. Después de ese día, necesitaba lavarse mucho más que solo las manos.
• • •
Hinata vio con una sonrisa de satisfacción el overol de gasa y cuello 'v' que había elegido para esa noche. Era veintisiete de diciembre y era su cumpleaños. Su padre daría una cena en su honor y más tarde, iría con sus amigas a un bar.
Colocó la prenda en el closet y volvió a la cama donde tenía su maleta abierta.
—¿Qué haces? —Hanabi entró en su alcoba.
—Arreglando un poco mi ropa —le dijo, pasando por alto que ya no solía molestarse en tocar la puerta —. Creo que tendré que dejar varias cosas aquí.
—¿Por qué? Si te hace falta una maleta, puedes usar cualquiera de las mías.
—Prefiero viajar ligera.
Hanabi se encogió de hombros —Entonces, ¿te vas en una semana?
—Cinco días.
—Pero eso es demasiado pronto.
Hinata sonrió sin mucho ánimo —Lo sé, pero tengo trabajo qué hacer.
—¿Vendrías más seguido?
La otra lo meditó mientras doblaba la ropa de la que prescindiría —¿Qué no eras tú quien quería que nuestra próxima reunión fuese en Italia? —Hanabi hizo un gesto y Hinata sonrió—. Sí, prometo que no volverá a pasar un año la siguiente vez —dijo. Lo peor que podía pasarle ya había ocurrido.
—Volveré a mi computadora, aunque preferiría que no, mis compañeros de clase no dejan de presumir sus vacaciones. Mejor voy por algo de comer —comentó Hanabi.
Hinata le sonrió —¿Quisieras ir con las chicas y conmigo esta noche al bar?
—¿Crees que me dejen entrar? Aún no tengo dieciocho.
La sonrisa de Hinata se hizo mayor —No son infalibles en sus filtros, créeme.
Hanabi saltó de la cama donde había tendido su cuerpo —Prepararé mi ropa desde ya.
Cuando la vio salir sintió pena por ella. Neji no pensaba llevarla con él en las vacaciones de fin de año que tendría con sus amigos; y su padre, considerando que ella vendría, había decidido no salir a ningún otro lado. Hanabi era mejor hija que incluso ella, a su edad, Hinata ya estaba saltando ventanas para irse de fiesta a media noche. Había conseguido y perdido amigas. Se había visto involucrada en problemas serios y también, le habían roto el corazón. Dos veces.
Pensó en todo eso y a pesar de que la última conversación con Sasuke le quebró un poco más el corazón, no se arrepentía de nada.
• O •
Naruto vio de reojo a Sasuke dejarse caer en el suelo. Él siguió botando el balón y lanzó el mismo hasta hacerlo rebotar en el aro. Éste terminó por no entrar.
—Maldita sea, mi condición apesta más que la tuya —le dijo luego de agradecer cuando un joven que jugaba en el otro extremo le regresó la pelota.
—Lo único que apesta eres tú, desde hace rato.
Naruto se rio y comenzó a lanzar tiros libres. Sus ojos azules fueron al semblante agotado de Sasuke que respiraba agitado.
—Y tú, ¿qué demonios tienes?
Sasuke negó y se apoyó en sus manos.
—Mala noche.
Naruto se burló —Mala la mía. Anoche se me fueron las copas y, ¿te acuerdas de mi novia?
Sasuke solo lo vio.
—Pues ya no es mi novia. O eso dijo hasta hace rato, ¿tú crees? —Naruto notó el mutismo de su amigo—. ¿Qué demonios pasa?
—Vi a Hinata.
El tiro que Naruto lanzó luego de eso, ni siquiera se acercó al tablero.
—¿Qué? ¿Cuándo?
—Hace tres días.
El rubiopretendió no darle importancia —¿Y sigues así? No deberías darle importancia. Ya pasaron cinco años desde que tuvieron algo.
Sasuke se levantó y fue a una orilla por un poco de agua. Lo sabía.
—¿De qué hablaron?
—Le dije todo.
Naruto exhaló y terminó recostado en las gradas que rodeaban la cancha. El deportivo estaba casi solo por las fechas.
—¿Y todo incluye a Izumi?
—Por supuesto.
—¿Y cómo lo tomó? —los ojos de Naruto y Sasuke se vieron entre ellos.
—Imagino que bien. Hinata también avanzó.
—Lo sé. Recuérdalo tú.
Sasuke fue por el balón y entonces fue él quien comenzó a tirar de larga distancia. Naruto se acercó preocupado a él.
—Todavía te importa, ¿eh?
El otro no respondió, pero su rostro se endureció, parecía molesto.
—Pues sabes que no debería. Hinata pudo tomarlo así, porque sí estuvo enamorada de ti, pero no significa que no tenga ya una vida y personas importantes en ella. Además, debes de saber que ella parecía bastante normal anoche.
—¿La viste?
El balón que había encestado Sasuke rodó más allá de sus pies. Naruto lo notó y fue por él.
—De casualidad. Nos encontramos en el Nou, parece que era su cumpleaños.
Sasuke asintió, lo recordaba.
—Iba con sus amigas y su hermana, o eso parecía, por sus ojos, ya sabes... Bailó toda la noche, Sasuke —la mirada de Naruto fue a él, sintió pena cuando sus miradas volvieron a cruzarse.
El rubio volvió a recoger el balón cuando notó que Sasuke comenzó a recoger sus cosas.
—Hinata va a superarlo. Tú lo estabas haciendo bien, ¿qué hay con Izumi? ¿Cómo van las cosas?
—Bien. Debo irme. Cubriré la guardia de esta noche y sigo trabajando en mi tesis.
—¿Y cómo van los planes de comprar aquella casa? —Naruto caminó a su lado y bebió de su propia botella de agua.
—Está hecho —le dijo. Naruto se emocionó y comenzó a hablar del tiempo que le tomaría para ir a desayunar con ellos todos los días.
Los pasos de Sasuke eran firmes: había rendido sus materias adelantando varios cursos, había comenzado su pasantía y reunido el dinero necesario para un enganche de una casa en una zona menos peligrosa que la actual. Incluso la había visto, Naruto lo acompañó. Tenía tres habitaciones, una sería para su madre. Comenzó a dedicarse a ello cuando decidió que Izumi sería su compañera de vida.
—Nadie lo sabe aún. Quiero que cierres tu boca enfrente de ellas.
—¿Me estás llamando indiscreto?
Sasuke se molestó y Naruto rio fuerte.
• • •
Izumi se sentó en el mueble tras Sasuke. Le rodeó los hombros en un abrazo.
—Deberías tomarlo con un poco más de calma. Desde hace una semana no has parado con esto. Enfermarás —le besó el cuello y se puso de pie.
—Ella tiene razón, Sasuke. Incluso anoche que fue año nuevo trabajaste, y hoy apenas llegaste y comenzaste a hacer lo que estés haciendo en esa computadora.
—Se llama tesis y la necesito —aclaró molesto.
—Puede llamarse como quieras, pero debes comer algo —alegó Mikoto y dejó una charola con el clásico desayuno japonés en la barra. Izumi lo tomó y lo llevaba a él.
—Ahora no, debo terminar esto —mencionó Sasuke al notarla. Sus ojos, tras sus gafas, no dejaron de ver la pantalla y sus dedos de teclear sin descanso.
La joven suspiró sonoramente —Bien, entonces tómate al menos el jugo —dijo e hizo un espacio entre los libros que casi llenaban la mesita de centro. Sasuke se había acostumbrado a trabajar ahí para no molestarla cuando ella se quedaba a dormir.
—No es necesario.
—Insisto —ella lo vio con seriedad a los ojos.
—Está bien, gracias —mencionó él, y de inmediato volvió a su trabajo. Sus ojos ardían.
Mikoto vio su gesto con desaprobación —Y tú, cariño ¿también eres así en tu casa?
Izumi sonrió —No.
—No aún —respondió Sasuke desde la sala.
Ambas mujeres se sentaron a la mesa a tomar el desayuno. El teléfono de la casa sonó y Mikoto se levantó a atenderlo. Izumi tomó un pan tostado cuando escuchó el móvil de Sasuke sonar. Éste decidió no prestarle importancia, pero no cesó, sonó dos veces más.
—Maldita sea —soltó Sasuke cuando su concentración se quebró —, ¿Dónde demonios está?
La mesita vibraba, por lo que movió un par de libros para buscarlo. Cuando por fin lo encontró, devolvió los libros a su lugar, uno de éstos resbaló y golpeó el vaso con jugo que ni siquiera había tocado. El líquido se derramó sobre unas hojas, un par de libros e incluso el computador.
—¡Y una mierda! —Sasuke se levantó mojado y molesto.
—Oh, santo cielo —Izumi lo notó y se acercó a él con unas servilletas—. Ojalá que nada se haya arruinado.
Sasuke secó de inmediato su portátil con lo primero que encontró y luego vio el estropicio con sus anotaciones.
—Déjame, yo lo hago —su tono sonó molesto.
—No, quiero ayudarte.
—¡Con un demonio, Izumi! Ya has insistido demasiado —él enderezó su cuerpo y ella tuvo que hacerlo igual.
—¡Sasuke! —su madre reprochó desde el otro lado del lugar.
—Sí, tienes razón. Lo siento, solo quise ayudar.
Sasuke maldijo internamente cuando la vio tomar su mochila, con la cual había llegado momentos antes, y buscar la puerta.
—Espera, demonios, Hinata.
Mikoto frunció el ceño y la otra joven terminó de decepcionarse antes de cruzar la puerta.
«Eres un imbécil.»
—Izumi, espera. Lo siento.
—Déjalo, Sasuke. Tienes razón. La verdad es que no debería interrumpir así.
—Es que no estás interrumpiendo nada —alegó él—. Simplemente necesito dormir un poco.
—¿Eso te tiene molesto? Desde hace días estás así… pero, anoche...
Él, recargado en el capó de su auto, pudo sentir la cajita de ese anillo. Estaba en su bolsillo.
—¿Vas a decirme qué ocurre?
Sasuke metió la mano al bolsillo del pantalón y apretó el estuche.
• O •
—Debo partir ya —Hinata abrazó a su padre, que en esa ocasión había sido el único que había ido a despedirla al aeropuerto. Al final, Neji había cedido a llevar a Hanabi con él.
—Esta mañana cuando abrieron los bancos, he depositado mi regalo de cumpleaños en tu cuenta.
—Papá no debiste hacer eso. Ya gano mi propio dinero.
Él negó —No lo suficiente. No lo sé, pero creo que alguien independiente no debería compartir departamento con nadie. Menos si esa persona es un hombre.
Hinata se avergonzó un poco por haberle ocultado la presencia de Utakata en su vida.
—Ese hombre no es ningún peligro de cualquier forma. O bueno, no uno de esos peligros de los que tengas que temer.
Él se rio —Insisto.
—Vale, muchas gracias, entonces. Ahora sí debo irme. Espero verte pronto.
—Igualmente hija.
Luego de un abrazo de varios segundos, Hinata finalmente pudo cruzar por las distintas secciones que la llevarían a su lugar en el avión.
Dejar atrás Japón esta vez tenía un dolor distinto. Había buscado entre las personas otro rostro conocido, pero no encontró a nadie.
Con medio sabor a derrota, le sonrió a su móvil.
«Voy a extrañarte tanto.» Era un mensaje de Ino. Las chicas habían prometido visitarla en el siguiente feriado. Cuando la indicación fue dada, Hinata aseguró su cinturón de seguridad. Suspiró para desaparecer el nudo en su garganta al recordar lo que había marcado esos últimos días, y cerró los ojos lista para otras aburridas doce horas de vuelo.
• • •
Tras pisar tierras italianas y con el desfase de horas, Hinata arrastró sus pies y sus maletas por las escaleras cuando finalmente llegó.
Prefirió tocar la puerta antes de escarbar entre su bolso en busca de las llaves. La sonrisa de Hinata se formó de forma automática cuando escuchó a Lucas maldecir a Donato cuando éste se atravesó en su paso y éste juró que lo cocinaría.
La puerta se abrió y ambos cambiaron de gestos. Él, que salía con el ceño fruncido, se alegró mucho al verla. Y ella, que ya sonreía, perdió el gesto al notarlo golpeado.
—¡Sei tornata bella donna! Mi sei mancato. Debiste avisarme, pude pasar por ti —mencionó lo último con un japonés mal pronunciado.
—Por favor, dime que eso no te lo hizo el gato.
Lucas se rio con ganas.
—¡Cuánto te extrañé! —la hizo pasar y le quitó las maletas para dejarlas a un costado de la puerta.
—¿Qué te pasó? —Hinata lo tomó del rostro y le vio una cortada en la nariz y el labio. También un pómulo hinchado.
—Debo enseñarte algo —él la tomó de la mano y la guio a su alcoba. En la cama podía adivinar a un joven dormido. Cuando el chico se giró, Hinata se percató que también tenía rastros de haber estado en una pelea.
—¿Y eso que significa? —susurró mientras se alejaban tras cerrar la puerta.
—Significa tesoro, que el primer mundo sigue siendo duramente intolerante a lo que no le agrada.
Hinata jadeó perdiendo el aliento y se abrazó al joven que le sonrió pese a que no pudo verlo.
—¿Y a ti? ¿Qué tal te fue?
—No importa, ¿denunciaste esto?
El joven asintió —¿No importa cómo te fue? No me digas… también te pusieron una paliza.
Hinata sonrió sin ganas —Y una de las peores… de las que no se notan.
—Hombres heterosexuales… son una mierda.
Ella solo sonrió sin ganas, después, lo hizo con más naturalidad —¿Adivina a quién le trajeron regalos?
—¡Sí! ¡A mí!
—¡No! ¡A Donato! ¿Dónde está?
—Será mi comida si vuelves a bromear así.
Ambos rieron ahora sí con gusto —Te traje algo más que esas simples cosas que encargaste.
—¿En serio?
—Sí, por más ropa que dejé, al final no pude traer solo una maleta.
—Por cierto, Utakata envió algo.
Ella sonrió —¿En serio?
—Espera, lo traeré.
• O •
Dos meses y medio después.
—El frío es insoportable —se quejó Mikoto mientras terminaba de guardar la despensa de esa semana. Se habían mudado a la nueva casa hacía menos de un mes—. Ansío la llegada de la primavera —le comentó a su hijo apenas lo vio entrar.
Sasuke se entretuvo con unos libros de los estantes nuevos de la sala.
—Uy, ¡qué semblante! ¿qué ocurre contigo?
—Nada, tengo que irme.
—¿Dónde está Izumi?
—No lo sé, se largó molesta —respondió fastidiado y apenas encontró lo que buscaba, se dirigió a su alcoba.
Ella alzó ambas cejas y lo siguió.
—¿Y por qué no fuiste con ella? ¿Crees que no noto que cada vez discuten más?
—Díselo a ella. Sus delirios son otra cosa.
Mikoto se recargó en el marco de la puerta del cuarto de su hijo.
—¿Delirios? Tu novia cambió justo después de fin de año. ¿Qué pasó?
—Nada.
—¿Y por qué por nada, de pronto ella pregunta quién es Hinata?
Él jadeó —No tengo tiempo para eso.
—¿Y para qué sí? Desde hace semanas enteras no haces más que trabajar. Apenas paras por casa y estás de un humor insoportable.
—Por favor, mamá. Alguien debe de terminar de pagar esta casa. Así que, ¿por qué no agradeces y guardas silencio? No te metas, son mis asuntos.
Ella terminó de entrar y Sasuke lamentó al instante haberle hablado así. Estaba por disculparse cuando la vio esculcar entre sus cosas del buró.
Vio claramente cuando su madre tomó un par de objetos y luego la vio a la cara cuando los puso firmemente sobre la madera de su escritorio, a un costado de él.
—Tus asuntos, son los míos —le habló viéndolo a los ojos—. Mejor aconséjate a ti mismo tomar ya una decisión. No arrastres a terceros con tu frustración —ella regresó tras sus pasos y Sasuke entonces vio el estuche con el anillo que, finalmente, no había entregado. También estaba aquella vieja y desgastada fotografía arrugada de Hinata.
Tomó esta última y Mikoto suspiró al verlo desde la puerta. Sasuke hasta entonces la notó.
—A veces, hijo, no debemos obligarnos a solo seguir adelante. En ocasiones, ir atrás está bien. Sobre todo, si es por volver a donde fuimos felices, y recomenzar otra vez.
—Di mi palabra.
—Y tu lealtad, ¿a quién la entregaste?
Él permaneció viendo esa foto ya borrosa por los años, el papel desgastado. Terminó por dejarla de lado al ahora observar el delicado anillo, tras abrir el estuche.
Debía hacerlo.
•
• O •
•
La casa estaba en un silencio que golpeaba.
Naruto palmeó firmemente el hombro de Sasuke mientras éste acomodaba su corbata.
—Vaya, hombre, de verdad no creí que te echarías la soga al cuello de esta forma.
El otro negó al observarse en el espejo.
—Pasaron cuatro meses desde que decidiste cuál sería tu decisión. ¿No crees que algo haya cambiado?
—Espero que no —exhaló—. Porque si no, no sé qué voy a hacer.
Naruto sonrió sin ganas.
—¿Tu madre?
—La veré allá.
—Entonces, ¿te llevo yo?
Sasuke asintió más ansioso que nervioso —No me dejes arrepentirme.
—Tranquilo, hombre. ¿Qué es lo peor que podría pasar? ¿Qué se cobrara todos tus arranques de estupidez, al aparecerse con otro?
Sasuke no dijo nada, pero fue él el primero en salir de la casa.
Naruto lo siguió con una sonrisa —Mierda, y si eso pasa no podré ver tu cara.
—¡Que te den!
El rubio estalló en una carcajada al subir al auto.
• O •
Hinata exhaló cuando por fin pudo poner el último par de cajas en el suelo de su propio departamento. El sudor perlaba su cuello y pecho, había tenido que subir tres pisos por las escaleras, pues el edificio tenía en reparación el elevador. Pero no le importó. Al fin era dueña de algo.
—Aún no me puedo creer que este diabólico gato seguirá contigo y no yo.
Hinata le sonrió a Lucas cuando soltó a Donato, al que sujetaba del pelaje. Lo dejó ayudarle a llevar algunas cajas a la cocina.
—Trátalo bien, recuerda que son territoriales. No quiero que se extravíe.
—Dudo que lo haga. ¿Dónde más tragará gratis?
Ella se burló —Con cualquier amante de los gatos, obviamente.
Él dejó las cajas en la barra y luego la miró seriamente —¿Qué más necesitas?
—Nada, tengo todo bien.
—¿Vendrás con nosotros a la fiesta de San Giovanni Florentino? —preguntó extendiéndole la mano de forma dramáticamente amable.
Hinata le sonrió —La verdad no lo creo. Este lugar es un pequeño caos, pondré un poco de orden antes de ir a la galería para estar pendiente de la exposición.
Él frunció los labios, meditando.
—Cierto. Época de turistas y ventas, ¿eh?
—Sí, así es.
—¿A qué hora sales? Pasaremos por ti.
—¡Oh, no, por favor! Es su primer año juntos, por fin tendrán el departamento para ustedes solos, lo que menos quiero es seguir siendo el mal tercio.
—Nunca lo has sido. Además, no creo que le importe.
—Pero a mí, sí. Es más, gracias por ayudarme, pero puedo arreglármelas desde ahora —juntó las manos e hizo una pequeña reverencia.
El otro se rio —¡Adoro cuando haces eso!
Hinata se abrazó al apuesto chico —Gracias por todo.
—Gracias a ti —apretó su abrazo—. Y felicidades por el más reciente logro —ella se ruborizó—. ¿Meterás musculosos aquí?
—Ah, suficiente. Debes irte.
Después de un último abrazo, Hinata se recargó en su puerta cerrada. Suspiró cuando lo escuchó irse y sonrió ante la amenaza en grito de volver. Hinata cargaba sus maletas directo a una de las dos habitaciones del lugar, cuando un sonido fuerte la hizo casi saltar. Corrió a la cocina a ver qué se había caído, cuando se encontró a su gato asomándose al suelo, a ver la caja que acababa de tirar.
—Cielos, Donato —Hinata se lamentó al ver—. Adiós vajilla, hola unicel —acarició con algo de fuerza la cabeza del felino—. Si no fueras tan encantador, yo misma te habría cocinado. Compórtate.
Horas más tarde, cerca de las nueve de la noche, Hinata estaba cerrando la exposición. Las personas abundaban en la plaza de la antigua capital italiana. Había sido otra buena tarde, pero el cansancio y toda la gente la abrumaron. Caminó entre turistas y locales, era 24 de junio y una de las más grandes celebraciones de la ciudad. Las calles se llenaban de puestos, exposiciones informales, conciertos y demás eventos culturales. Casi en todo el centro.
Curioseó sola entre los mercaditos de arte, siempre emocionada por encontrar algo que realmente la impresionara. Hinata pensó en Lucas, en que le había mentido diciéndole que no asistiría, cuando una llamada del chico en cuestión entró.
—¿Hola? —ella tuvo que salir de en medio de una mini multitud.
—¿Dónde estás?
Ella observó el lugar. Tuvo que buscar uno de los edificios altos para ubicarse.
—Bien, enviaré a alguien por ti.
—Oye, pero…
—El tu departamento. Una hora.
—De acuerdo —Hinata terminó por ceder al no interesarle discutir en medio de tanto ruido.
—Por cierto, belleza, debiste ver su cara.
—¿Cómo? —la llamada se cortó.
«En mi departamento, eh.» se dijo. No le tomaría más de treinta minutos estar ahí, así que decidió caminar despacio. Disfrutó a la cantidad de personas que antes la habían abrumado, también darles un respiro a sus zapatillas de tacones altos.
Avanzó entre puestos de comida, artesanías y obras de artes, las mismas que visitaría el día siguiente por la mañana, o en un rato, si Lucas estaba de humor para regresar.
El edificio de su departamento estaba sobre una calle inclinada, por eso se detenía de vez en vez a apreciar los fuegos artificiales que habían comenzado a brillar. La vista era maravillosa, a todo su esplendor.
Tomó en su mano el sombrero que había portado mientras les sonreía a las personas que notaban su presencia al pasar a su lado. El vestido tipo bohemio color marfil le llegaba apenas debajo de la mitad de sus muslos, pero el viento lo elevaba discretamente al colarse entre sus capas al ir caminando. Sintió el vibrar de su móvil dentro de su bolso cruzado. Rebuscó a tientas apenas deteniéndose para atender.
—Al fin —dijo en voz alta antes de siquiera revisar el número.
Era un mensaje. Uno con un remitente desconocido el que saltó de las notificaciones.
«Estoy listo para demostrarte que soy otro. Déjame hacerte olvidar el pasado.»
Hinata le sonrió a la pantalla.
«Qué tierno, extraño. Pero temo que tiene el número equivocado.»
La agradable sensación de esas palabras la mantuvieron con una sonrisa con la que pensaba buscar a Lucas. Siguió andando.
El móvil volvió a sonar, esta vez en una llamada. Hinata atendió para matar el tiempo. Su sonrisa no se desvaneció.
—¿Hola?
—Me tocaste la vida, Hinata.
Entonces ella dejó de sonreír.
—¿S-S-Sasuke?
—¿Me verías en tu departamento?
—¿Es alguna broma? Porque no es gracioso, Sasuke —dijo. Anteriormente mencionó su nombre con duda. Pero ya estaba segura… el timbre ronco de esa voz solo podía ser de él.
Sasuke sonrió. Desde ya podía ver a Hinata acercándose. Ella miraba discretamente a los lados cuando las luces artificiales brillaron en el cielo sobre ella. Hinata separó sus piernas largas y volvió a caminar.
—¿Sasuke?
—¿Sí?
—¿Qué haces aquí? —cuando le preguntó eso, él sabía que ya lo había visto. Sus ojos claros se encontraron con los de él.
Guardó silencio un segundo —Ya te lo dije: me tocaste la vida, Hinata.
Ella tuvo que pasar saliva mientras le sonreía falsamente a un par de conocidos que se cruzaron a su paso. Luchó por no detenerse demasiado.
Sasuke colgó la llamada cuando ella estuvo a unos metros de él. Hinata hizo lo mismo sin dejar de verlo a la cara. El cabello negro había crecido unos centímetros y ahí recargado en la entrada oscurecida del edificio, lucía peligroso… «Muy peligroso.» le advirtió su sensatez.
—Llegaste —dijo él.
Hinata estiró su mano para que no se acercara cuando quiso hacerlo. La vez pasada, Sasuke la había abrazado… había sentido sus reacciones de hombre y, aun así, le rompió el corazón por segunda vez.
—¿Esperas que te crea solo así? —retomó— ¿Qué ocurrió con ella? No me digas… ¿vienen de luna de miel? —cuestionó y se detuvo antes de cruzar las puertas de su edificio.
—¿De verdad lo crees?
—Bueno, la última vez que nos vimos, me pusiste en la cara el anillo con el que le propondrías matrimonio.
Esta vez él demoró en responder. Hinata notó cierto agravio en los ojos profundamente negros y sintió su propio corazón en la garganta.
—Cometí ese error en el intento de despedirme de ti —respondió. Su voz grave—. No soy un santo y te lo he dicho. No lo he escondido desde el primer día en que te conocí. Soy… como el tipo de persona que no deseo que se acerque a tu vida.
—… ¿Entonces?
—Entonces, dijiste que deseas ser mi amiga. Sigo pensándolo, desde que lo ofreciste.
—Y eso no ha cambiado, Sasuke. Pero no creas que eso te da derecho a venir aquí como si nada hubiese pasado a revolver mi vida. ¿Por qué lo haces? —su voz se escapó molesta. Entendió perfectamente qué era lo que él hacía. Sus frases y su presencia significaban solo una cosa. Y no creía poder con ello —. Esa noche te dejé ir, como me lo pediste.
—Lo sé. Soy consciente de eso.
—Si esta es tu idea de ser amigos, temo decirte que está errada —Hinata pasó saliva. Tuvo que apretar el sombrero que todavía cargaba en su mano para mantenerse firme, con ese hombre sinónimo de pecado y tentación ahí parado, buscándola a más de nueve mil kilómetros de casa.
Ella no quería pensar en que él alguna vez, de nueva cuenta, considerara que otra cosa era mejor para ella y volviese a dejarla si lograba quedarse a su lado. Pensó en ello cuando atravesó la amplia puerta de madera del edificio.
Le había dolido mucho aceptarlo, pero había sido justo eso lo que hizo tolerable el decirle adiós.
Los ojos violáceos mostraron tanta certeza que a él se le apretó el pecho —No quiero parecer banal, Hinata. Pero estoy seguro que como amigos no funcionaría. Por eso no lo acepté en su momento —le dijo al hacerla temblar cuando le acarició una mejilla fría.
—Sasuke —mencionó al verlo acercarse al también cruzar la puerta.
Él negó seguro de sus palabras —No funcionaría. No cuando hemos probado una atracción así de fuerte —la tomó de la cintura atrayéndola a él—. No logro pensar en otra cosa que no seas tú, en lo que eres para mí. Como amigos no va a funcionar. Por eso vine a buscarte hasta aquí.
Hinata se estremeció completa al ver esos labios, también su mirada en ella.
Cuando él se acercó a sus labios, los ojos femeninos buscaron los de él. Sasuke otra vez se detuvo antes de besarla.
—¿Por qué no te fuiste con él? —preguntó rozando sus labios. Sasuke había tomado su decisión final aun cuando pensó que, en semanas, ella abordaría directo a Canadá perdiéndola para siempre.
Hinata no supo qué decir. Le había mentido. Utakata no le había pedido vivir juntos, él simplemente continuó mientras ella había decidido establecerse en Florencia. Su relación estaba lejos de continuar. Los ojos se le mojaron.
—No es tu asunto —se apartó manteniéndose serena.
—Dejé a Izumi—mencionó y tragó suavemente.
—¡No me importa! —lo interrumpió haciéndolo fruncir el ceño —. No tienes derecho a hacer esto. No puedes decirme que me amaste y después que te casarás. Y no puedes volver seis meses después a decirme que me quieres y no quieres ser solo mi amigo.
—No dije que te quisiera.
—¡Pues me alegra! Porque no podría con alguien como tú que decide todo por ambos.
—Hinata.
—Debo entrar. Buenas noches.
Ella no supo exactamente de dónde provenía la molestia que sentía, pero subió sin poder creer la facilidad con la que él aparecía, eligiéndola. O al menos, por el tiempo que creyera pertinente.
Cuando giró en el pasillo de su piso se encontró con la cara sonriente de Lucas.
Ella frunció el ceño. Él lo hizo igual.
—¿Dónde está el galán?
—¿Tú lo trajiste aquí?
—¿Y quién más si no? ¿Te molestó?
—Te agradecería que la próxima vez me lo consultaras.
Él sonrió ampliamente, ignorando su molestia cuando abrió la puerta —¿Habrá próxima vez?
Hinata bufó.
—No vuelvas a hacer algo así… por favor.
Él jadeó entrando tras ella —Es él, ¿verdad? El chico que te puso de malas en tu visita a casa. ¿Lo amas?
Hinata volteó a verlo y sus ojos quisieron humedecerse de frustración. Su estómago vibraba ansioso para que ella bajara y terminara de escucharlo.
Prefirió no responderle al matar sus ansias acomodando los cojines de un sofá.
Él la vio comprendiéndola.
—Viajó mucho.
—No es la primera persona que lo hace. Yo lo hice dos veces el invierno pasado.
El tono de él se suavizó —Vino a buscarte sin saber si te encontraría.
—Sí. También me rompió el corazón sabiendo lo que sentía por él. Créeme, no es tan bueno como parece.
—Yo no diría bueno… delicioso, tal vez.
Ella sonrió apenas disminuyendo un poco su molestia.
—A lo que voy. Es que vino a remediarlo.
Hinata bufó al apretar un cojín en su rostro —¡Eso es lo que me frustra! Es él quien decide cuándo sí, y cuando no. La última vez que nos vimos me dijo que se casaría. No sabes las noches que pasé pensando cuándo se lo pediría, el día que elegirían para su boda, cuán feliz estaría esa chica. ¡Yo pasé por eso! Todo este tiempo, y él estuvo ahí sabiendo lo que pasaría. Me niego a que sea solo así.
—Bueno, él dijo que creyó que yo era tu nueva pareja.
—¿Hablaste con él?
—Por supuesto, no maneja tan mal el idioma. Debiste ver su cara —sonrió y luego la vio seriamente—. Él llegó a ese departamento sin saber si estarías o no. Vino a ciegas, pretendiendo tener suerte. Luego de que me vio, su rostro se transformó. Cuando le dije que no vivías más ahí, preguntó si habías viajado a Canadá… ¿de dónde sacó eso?
Hinata solo negó.
—Me dio pena, así que lo traje aquí.
—Ah, créeme, Sasuke puede darte todo menos pena. Sabe lo que hace, es un cretino.
—Y te trae loca.
Hinata le reprochó con la mirada luego de soltar el cojín y sentarse en el sofá.
—Dijo que dejó a su novia —le contó luego de segundos en silencio.
—Lo sé. Lo interrogué antes de traerlo —él le sonrió y guiñó un ojo.
—¿Qué crees que hace?
Lucas se encogió de hombros al asomarse por la ventana —No lo conozco como para saberlo. Lo que sí, es que venir aquí sin saber qué encontraría, fue un golpe de suerte arriesgado. Llámalo. Y mándalo al diablo o quédate con él, pero no lo hagas pensar que vino aquí para nada.
—¿Te vas?
Lucas asintió —Aún hay un festival ahí afuera.
Hinata le sonrió sin ánimo —Cuídate, ¿quieres?
—Dalo por hecho.
Cuando él se fue el estómago de Hinata aun hormigueaba, y como otras veces, decidió matar esos insectos con comida. Se sirvió un tazón de cereal con leche y se sentó en medio de ese departamento lleno de cajas sin desempacar a ver televisión.
Hizo zapping por varios canales y se detuvo en una película a medio terminar. Casi daban las doce cuando decidió cerrar los ojos ahí acostada en el sofá. Su ánimo no le había alcanzado ni para lavar su tazón sucio, apenas lo llevó a la cocina. La tele sonaba en un canal de concursos pre grabados y que no lograba distraer su mente.
Ni siquiera lo había dejado hablar al estar tan molesta. No podía ignorar eso.
Vio de reojo su bolso y estiró su mano para tomarlo. Extrajo su móvil. Faltaban veinte para media noche. Lamentó lo que hizo una vez que marcó. Era un número local que Sasuke se había conseguido.
El móvil sonó y ella frunció el ceño cuando el tono concordó con uno en el exterior. Se puso de pie para asomarse a la ventana. Sintió que el estómago se le contrajo cuando vio a Sasuke sentado en el suelo en la acera de enfrente.
—Siento lo de tu boda —dijo inmediatamente después que él le contestó.
Él miró hacia arriba y ella casi respinga cuando la vio.
—Y yo. Debía pedirle matrimonio una semana después de verte —le dijo. Hinata lo sintió tan cerca—. Y no lo hice. Estuve más de dos meses convenciéndome que encontraría el coraje para hacerlo después, y lo cierto es que eso no pasó.
—Nunca quise que lo de ustedes terminara. En serio, Sasuke.
—Lo sé, ella no lo merecía. Pero tenía que decirle la verdad.
—¿La verdad?
—No podía casarme con ella y seguir pensando si puedo tener un lugar en tu vida. Que tenía un anillo para ella, pero que cuando mencionó «casarnos» en voz alta, no pude pensar en nadie sino en ti.
Hinata jadeó y la fuerza de sus piernas flaqueó.
—Sabe de ti —dijo él.
—¿Qué?
—Siempre lo intuyó. Pero hasta hace poco pudo ponerle tu nombre a eso que no me dejaba hacerla completamente feliz.
—Yo no quería que eso pasara.
Él asintió creyéndole —Sé que no es justo para ella. La tomé para superarte, pero me niego a seguirlo haciendo. Izumi es una persona resiliente, y no fue hasta que me aseguré que estaba mejor, que vine por ti.
Los ojos de ella se mojaron con culpa, porque no podía evitar que la parte rebelde de su ser, se alegrara de eso.
—¿Por qué no me dijiste nada? ¿Por qué solo venir así?
—No quería volverte cómplice —Hinata se sentó despacio. Sasuke ya no pudo verla. Ella lo escuchó suspirar—. No pretendo que te sientas mal, o que creas que después voy a culparte por ello. Fue mi decisión, Hinata. Solo mía.
Ella apretó su mano en su vestido sobre su pierna.
—… ¿Puedo subir?
—… Piso tres. Departamento cuatro.
Ella bajó el teléfono sin saber si seguía ahí y cortó la llamada. No pasaron más de tres minutos cuando tocaron a su puerta. Ella abrió y se quedó sujetándola. No pudo dejar de ver a ese rostro sinvergüenza del dueño de su corazón desde hacía cinco años y medio.
—No voy a vivir como si esto no existiera, Hinata —la voz ronca y su mano dura acariciándole una mejilla la estremecieron—. Déjame volver a amarte.
Los ojos le ardieron. ¿Por qué tenía que decirlo justo así?
—¿De verdad… lo hiciste?
Él sonrió con esa sonrisa de lado que le hacía temblar hasta las piernas.
—Como un imbécil.
—Por Dios.
Sasuke se acercó y separó sus labios sin soltarle el rostro. Estrelló sus labios firmes en los de ella. Hinata jadeó al volver a sentir su tacto duro y demandante; también ese calor que incendiaba su pecho. Las manos masculinas bajaron a su cintura y luego a su espalda, atrayendo su cuerpo.
Jadearon un par de veces para tomar aire en medio de su beso, pero mantuvieron sus rostros tremendamente juntos.
Los ojos violáceos estaban más mojados cuando sus labios por fin se separaron.
—Me he reprochado no haber sido más decente contigo —mencionó él al sujetarle la barbilla para verla a la cara—, debí tratarte mucho mejor. Déjame hacerte olvidar el pasado y mostrarte lo que soy ahora.
Ella mordió su labio y él no resistió la tentación de volver a besarla. Esta vez el cuerpo de Hinata terminó pegándose al marco de la puerta. Estiró su mano hasta colocarla en el cuello duro y caliente de Sasuke, atrayéndolo más, buscando ella misma más de él. Sintió en su palma el pulso poderoso del chico que se la comía con sus labios. Cuando Sasuke llevó su boca a su cuello, algo vergonzosamente familiar ocurrió en su entrepierna. Esa parte entre sus muslos se endureció y calentó enteramente su cuerpo.
Sasuke tiró de un pequeño cordón del vestido y éste se soltó. Un seno perfecto apareció apenas cubierto por una tela de encaje del sostén. Ella se mordió él labio al verlo jadear para respirar, sus ojos negros otra vez estaban únicamente en su cuerpo. Aquella vieja sensación volvió a invadirla mojándola en lugares poco decorosos.
Sasuke la regresó al departamento y cerró la puerta tras ellos. Hinata respondió con más ansias el beso que le daba y tropezaron un par de veces para llegar finalmente al enorme y único sofá del lugar. Lo hizo gruñir cuando pegó su palma a esa parte enteramente endurecida y lo sobó.
Sasuke la tumbó sobre el sofá y de inmediato reclamó su lugar entre sus piernas. Las manos de Hinata picaron por tocarlo, pero se conformó con revolverle el rebelde cabello mientras él la hacía estremecerse entera al besarle el cuello y apretar sus senos.
Hinata estiró su mano para cerrar su ventana cuando Sasuke sobó con fuerza su entrepierna húmeda. Ahogó un gemido fuerte. Prefería arder en su calor, a que sus nuevos vecinos la escucharan haciéndolo. Cuando él coló su mano bajo sus bragas, luego de tener su vestido completamente abierto, contener los gemidos fue tarea imposible. Hinata estaba al borde de un orgasmo cuando el sinvergüenza comenzó a masajear su punto interior sensible con menos fuerza. Le besó los labios jadeando sobre ella, despacio, dueño del momento, y Hinata decidió que estaba bien… todo lo que quisiera mientras fuera en la cama. O en un sofá. O en cualquier lugar parecido.
Sasuke se puso de pie y se sacó la corbata, luego su camisa también terminó en el suelo entre un par de cajas y su gato que los ignoraba deliberadamente desde hacía tiempo.
Cuando él desabotonó su pantalón, Hinata no pudo permanecer acostada. Todavía sintiendo la frustración de su orgasmo perdido, se sentó. Separó sus piernas para dejarle un espacio en medio de ellas. Sasuke pareció disfrutar la vista de sus piernas abiertas y sus senos ya desnudos. Esa cara angelical llenándose de lujuria había estado grabada en su mente por años. Hinata lo tocó como si quemara. Llevó sus manos a sus abdominales marcadas y lo besó bajo el ombligo cuando Sasuke bajaba el cierre de su pantalón.
Las manos, antes tímidas de Hinata, le apretaron el trasero antes de ir a su pene fuertemente erecto. Acarició la piel tensa, caliente y mojada cuando él lo sacó para ella. Lo miró hacia arriba y esos ojos negros no veían a nada más que ella. Hinata lo metió en su boca y gimió por eso. Un estremecimiento lo recorrió y mantuvo firmes sus piernas. Hinata comió de él con ganas. Sasuke echó su cabeza atrás, luego hacia adelante para verla desaparecer su miembro en su boca.
—Tendrás que conocer a mi madre —le dijo y sonrió cuando ella se rio. Era el peor momento, pero tenía que hacerlo para volverlo formal.
—¿Crees que yo le guste?
Él negó —Seguro no como a mí.
Hinata sonrió antes de volver a perderse en el sabor casi salado de esa piel tan dura y caliente. Probó lo que Sasuke brotaba y volvió a sentirse poderosa cuando lo sintió estremecerse.
Él la detuvo con algo de brusquedad luego de un par de minutos. Le besó los labios al hacerla levantarse y le mordió el inferior cuando finalmente la soltó. Hinata apretó sus párpados, pero lo disfrutó como pocas cosas. Su cabello escurría por su espalda ocultando su desnudez. Por suerte las luces del edificio de enfrente estaban apagadas, porque hasta ese momento cayó en cuenta que alguien pudo verla. Dejó caer las cortinas.
Sasuke la volteó, mordió su cuello y ella gimió. Le acarició los senos y Hinata vibró. Apretó sus pezones.
—He intentado no sentir lo que siento por ti —tragó saliva, y refregó sin pretenderlo, su pene totalmente erecto entre sus nalgas—, pero ocurre que, haga lo que haga, no logro sentirlo por nadie más.
La piel de Hinata se erizó. Disfrutó de halo de calor que su voz dejó en su oído.
—¿No dirás lo mismo? —le mordió una oreja.
Ella sonrió grandemente —Sigo pensándolo.
Él también sonrió, pero francamente no pudo más. La inclinó sobre el descansa brazos del sofá y mantuvo su trasero firme para él. Tuvo otra de sus mejores vistas cuando sostuvo su pene y lo repasó entre sus pliegues húmedos luego de bajar sus bragas. Hinata tembló.
—Desearás no haberlo hecho tanto —él dibujó una sonrisa perversa antes de penetrarla con fuerza. Hinata no contuvo un gritito y luego un profundo gemido. Sasuke tomó con firmeza sus caderas y sus pantalones se resbalaron un poco mientras la penetraba con fuerza. Pronto ambos comenzaron a sudar y a retomar esa sensación que en ambos se había quedado a medias.
Él soltó una de sus manos para acariciarle la curvatura sexy de su espalda. Su pene se sentía tan apretado dentro de ella y varias veces más caliente. Le pareció una eternidad desde la última vez que estuvieron juntos. Solo Dios sabía lo que había fantaseado por hacérselo así esa noche en el parque.
Apretó sus párpados al recordarlo, experimentando todavía esa quemante sensación que Hinata estaba proporcionándole en ese momento:
Se había puesto duro y auto complacido varias veces pensando en las formas como pudo hacérselo si la hubiese sentado sobre ese puente, o si la hubiese sacado del camino para pegarla contra cualquier árbol. Incluso, fantaseó con las posibilidades de haberla metido a su auto … por eso no lo había hecho. Se conocía lo suficiente como para saber que perdería la prudencia. Se permitió arder y descargarse pensando en ella un par de noches seguidas luego de ese encuentro… solo así estaba bien. Nada más así pudo enfriar su mente y volver a ser sensato.
Y necesitó fuertemente serlo, aconsejado por Naruto, porque él sabía que también había pensado en mandar todo al diablo, y buscarla mientras seguía en Japón.
Él gruñó al volver a verla y tembló con ella cuando Hinata alcanzó un muy húmedo orgasmo.
Apretó sus manos en sus nalgas cuando deseó alcanzarla.
—Dime que te cuidas, porque necesito eyacular adentro.
Ella jadeó y asintió —Desde hace… tiempo —dijo. La necesidad en la voz ronca de Sasuke le erizó la piel de los brazos.
No supo lo que él pensó, pero sus embistes se hicieron más poderosos al punto de necesitar más fuerza para sujetarse. Los jadeos y las frases sexys que se escapaban apenas entendibles de entre sus dientes, calentaron nuevamente todo el cuerpo de Hinata. Su entrepierna volvió a endurecerse y luego de un par de minutos, ella alcanzó una segunda sensación avasalladora que ahora sí le dobló las piernas. Sasuke maldijo y luego su miembro se sacudió casi con violencia un par de veces dentro de ella, derramándose. Posteriormente, cuando le besó el cuello sudado, lo seguiría haciendo, pero con menos fuerza.
Ambos vibraron uno sobre otro.
Los brazos masculinos cuidaron del cuerpo de Hinata al envolverse en su cintura. Cuando él salió despacio de ella momentos después, un hilo de semen salió de ella. Sasuke acomodó sus pantalones antes de sentarse. Hinata se acostó con su espalda en sus piernas. Él le sonrió y le acarició un pezón endurecido.
—¿Cuánto tiempo estarás aquí?
Sasuke pasó su palma abierta de un seno al otro.
—Haré mi residencia aquí.
Hinata abrió grandemente los ojos. Se sentó. La mirada de él fue a la forma como sus senos cayeron, y luego a su rostro. La acarició.
—¿Qué?
—Italia maneja una buena escuela. Haré mi especialidad en oncología.
Ella jadeó, incrédula —No puede ser.
—Juraría que sí.
—Pero, ¿cómo lo conseguiste?
—Hice los test, califiqué. La universidad en Tokio fue de ayuda. Aun necesito conseguir una certificación de dominio de idioma por la universidad local.
—¿Idioma? ¿Cuándo?
Sasuke le despegó el cabello pegado a su frente —Te dije que esta decisión no la tomé ayer. Tengo tiempo planeándolo.
Hinata le sonrió entonces emocionada.
—¿Vas a quedarte?
—Deberé viajar a Japón una vez más para terminar con los trámites en la embajada y recoger papelería en la universidad que solo yo puedo recibir.
—Oh, Sasuke.
Él atrajo su rostro para besarla.
Hinata le sonrió sintiendo su pecho caliente —¿Qué hubiera pasado si yo no estuviera más aquí?
—Italia sigue siendo un buen lugar para estudiar —la sonrisa de ella se hizo mayor—. ¿Por qué no te fuiste a Canadá? — volvió a preguntar. De verdad necesitaba saberlo.
Hinata negó —Terminó. Yo lo dije porque… creí que debí decirlo.
—Tonta —Sasuke la abrazó al rodear su nuca con un brazo. Negó en silencio… tal vez de saberlo no habría logrado hacer las cosas bien.
—¿Estuvo mal?
—No.
—Por cierto, ¿qué hay con tu mamá? Recuerdo que iría a vivir contigo.
Él se pasó sus dedos por su cabello sudado —Mamá trabaja, además —añadió con menos gusto—, ella sale con alguien. Estará bien.
—¿Sale con alguien?
—Prefiero no hablar de eso —dijo recordando que incluso semanas atrás, ella había faltado a dormir un par de noches.
Hinata sonrió y besó sus labios—Bien. Y, ¿tienes hambre?
—En realidad, un poco.
Ella se levantó con el vestido mal colocado y le guiñó un ojo —Te mostraré mi arte culinario refinado en esta cocina.
—¿Ya sabes cocinar? —se burló al seguirla.
—Siéntate y verás. La comida italiana no es tan sencilla como parece. Requiere que los ingredientes sean de excelente calidad y servida en su punto para distinguir sus aromas y sabores.
Sasuke, del otro lado de la barra, bajó su vista al hermoso culo que Hinata traía al aire, luego de que su vestido se atorara en sus bragas. Se acercó a ella y lo acomodó discretamente para no apenarla. Hinata estaba llenando un recipiente con agua cuando él volvió a besarle el cuello.
—No seré más un imbécil —prometió.
Ella sonrió y se mordió el labio cuando las manos duras de Sasuke acariciaron sus piernas —Más te vale.
—¿Serías mi novia?
—No, las cosas no salieron bien cuando intenté serlo. Pero con gusto sería tu mujer.
Ella hizo a un lado su cabeza cuando lo sintió besar su cuello —Conmigo tendrás que portar un anillo. Aun no soy tan abierto como para dejarte solo ser mi amante.
Ella extendió su sonrisa —¡Qué cambio! Y qué salto: hace un momento era soltera, y ahora tengo la amenaza de una boda.
Rio con ganas cuando Sasuke golpeó su nalga y la hizo arder.
—Bien, bien —aceptó.
Ahora quien sonrió fue él. Hinata notó por el cristal de la vitrina frente a ellos, su mirada retorcida —Sabía que rogarías.
Hinata estaba por extender su sonrisa cuando una de las manos grandes de Sasuke fue bajo sus bragas. Estaba sensible y todavía mojada de ambos fluidos. Tembló cuando él llegó a su clítoris. Y gimió cuando besó con ganas su cuello y la apretó contra el mármol de la encimera.
—Te amo, Hinata.
Ella ya no respondió, pero experimentó la mayor calidez que nunca le había recorrido el cuerpo. No iba a haber noche más perfecta que esa, jamás.
.
FIN.
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.
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¡Oh, mi Dios!
No me puedo creer que luego de una pausa de un año al fin terminé con esto. ¡Y en un epílogo interminable! Jajaajj xD
Ojalá les haya gustado. Sí, me ganó lo cursi. Soy tan fan del SasuHina que no podía ser de otra manera. Si notaron algunas inconsistencias, es que ya no releí completa la historia, solo me fui a como recordaba. Ojalá no haya nada grave.
Mil, mil gracias por haberme acompañado hasta aquí. Lo agradezco muchísimo.
Un beso.