Hola n.n
Sé que debería estar escribiendo la continuación de mi longfic, pero esta idea se me ha atravesado en la madrugada y tenía que escribirla. Quienes me conocen saben que amo el erotismo y este fic girará en torno a ello.
Género: Romance - comedia.
Advertencias: Lemon, lenguaje vulgar, Ooc.
Pareja: SasuHina.
Disclaimer: Los personajes de Naruto pertenecen al maestro Masashi Kishimoto.
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o.0.o NUNCA TU NOVIA .o.0.o
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-1-
Primer contacto.
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El sonido de la música era ensordecedor. Un grupo enorme de personas saltaban y gritaban alrededor de nosotras mientras nos alejábamos a un punto seguro en esa pista de baile.
—¡Anda, Hinata, ve!— la voz de Ino hizo temblar mi estómago más que el sonido de las bocinas a mi lado. Apenas lograba escucharla — ¡Es ahora o nunca!— sentenció dándome un empujón que me hizo avanzar dos pasos.
—¿Segura que hoy? ¿No puede ser otro día?— pregunté obligándome a no jugar con mis dedos, para no hacer evidente el nerviosismo que luchaba por dominar.
Vi a Sakura rodar los ojos.
—Te dije que se acobardaría.
—No estoy acobardada— repliqué de inmediato, aunque sí me estaba acobardando.
Ino nos jaló a ambas. Bajamos de la pista de baile y nos señaló con el dedo al barman tras la barra.
—Irás con él. Lo he visto toda la noche, las chicas llegan y se le resbalan, a unas ni siquiera las voltea a ver y les da lo que piden. Él te dará esa botella con la que nos embriagaremos esta noche y todas felices— dijo tan segura.
Sakura y yo volteamos a ver al pelinegro tras la barra. Un chico alto y bien parecido.
—Olvídalo, iré yo— Sakura habló y casi sentí el alivio llegar a mí.
—¡Ni de joda!— interrumpió Ino — Es Hinata quien dijo que seguiría arriesgándose más— añadió y hasta ahí llegó mi alivio, como si escaparme de casa cada ocho noches o menos no fuera ya suficiente —. Además, ¿crees que te creería que eres mayor de edad? Eres una tabla, Sakura.
Sakura comenzó a despotricar contra Ino y varios por ahí comenzaban a vernos raro. Llamar la atención en exceso no era buena idea.
—Está bien, está bien— me apuré a interrumpirlas —. Iré yo— dije y di una nueva mirada al chico de la barra que ahora charlaba muy interesado con una pelirroja exuberante. Bien, con suerte ni siquiera me voltearía a ver.
—Dale, Hinata— me animó Ino y caminó conmigo unos pasos. Observé a mi amiga envuelta en un ajustado vestido negro sin hombros y un relleno innecesario en el busto. No me permití envidiar su seguridad… yo iba a ser igual —. Ten, compra algo bueno— me añadió y me dio un puñado de billetes arrugados.
Sakura se llevó las manos a la cadera, visible entre un elegante short negro y una blusa roja que dejaba al descubierto su ombligo. Por su expresión vi que estaba segura que lo arruinaría. Decidí que la haría llevarse una sorpresa.
Caminé a un punto de la barra vacío y pretendí ver los nombres de algunas botellas para saber cuál pedir. No era la primera vez que nos embriagaríamos, pero sí la primera que yo elegiría con qué. El vestido blanco que llevaba se coló entre mis muslos que apenas cubría y lo acomodé mientras llegaba.
El chico del bar seguía con la pelirroja de grandes senos y un coqueto lunar en el rostro. Un chico llegó y pidió dos cervezas, el barman se las destapó y cobró apenas viéndolo, su atención recaía en la pelirroja. Bien, Ino tenía razón, ese chico apenas me notaría… sólo tenía que parecer que sabía lo que pedía y que, en definitiva, lo había hecho muchas veces antes. ¿Qué tan difícil era pedir licor en un bar?
—Bu…— ¿Buenas noches? ¿Estaba loca? Ahí estaban mis modales a punto de arruinarme — ¡Necesito licor!— me corregí y me di una palmada mental.
—¿Cuál?— respondió él que en medio de un juego de miradas, bajó su vista al escote de la pelirroja y luego volteó a verme a mí.
Carraspeé aclarando mi garganta. No tenía idea, bajé mi vista a la mano y conté el dinero.
—Uno barato— respondí viendo la miseria que habíamos reunido entre las tres.
Vi al chico sonreír de medio lado. La pelirroja junto a mí se despidió y me dio una mirada lastimera, como si conociera el intento mediocre que estaba haciendo por parecer casual. Volví mi vista a él. Unos ojos tan negros enmarcados en dos mechones de rebelde cabello igual de oscuro, su piel blanca y esa sonrisa torcida de todo-lo-sé, fue más marcada cuando apoyó ambas palmas en la barra y me dedicó toda su atención.
«No te pongas nerviosa» me supliqué.
—Uno barato— repitió y su ceño se frunció, me vio del rostro para abajo. Estaba segura que me había descubierto pero me negué a darme por enterada.
—Sí, verás, gastamos de más en el anterior bar— dije y le sonreí.
Él arqueó una ceja y no supe si me creyó. Extendí mi sonrisa de niña buena. Justo aquí me pregunté si no sería mejor esa sonrisa coqueta que Ino se esforzaba por hacernos usar.
—Supongamos que te creo. ¿Qué te vendieron en el otro bar? ¿Agua de limón?
Su tono irónico y agrío me ofendió. Vagué mis ojos tras él, buscando sin ser muy obvia alguna botella conocida. Barata y conocida.
—No— dije de lo más segura y seguí sonriendo. Puse mis pies en el borde inferior de la barra y gané unos centímetros —. Quiero esa— dije y estiré mi mano señalando una botella de tequila. Odiaba el tequila, pero al menos era barato.
Cuando sentí que había ganado, vi que los ojos del tipo frente a mí no estaban en la botella que le señalaba, sino en mi busto. Al momento de estirarme el vestido quedó prensado entre la barra y mi pelvis lo que provocó que mi escote no tan exagerado, resbalara de más. Todo dentro de mí me dijo que bajara y acomodara mi vestido, pero me mantuve ahí. Los ojos negros volvieron a los míos.
—Dámela— ordené y alcé una ceja, imitándolo. Se sentía bien tener el control luego de haberlo sorprendido viendo mis senos. Deslicé mi mano sobre la barra y le dejé el montón de billetes arrugados. Mi mano no tembló pero ciertamente había perdido unos grados de calor. ¡Que dejara de mirarme pronto y me diera mi botella!
Él extendió su sonrisa, una sonrisa soberbia y burlona que me molestó pues casi me hace sentir tonta. No dejé de verlo urgiéndolo a hacerme caso. Él se inclinó un poco más sobre mí y dio un rápido vistazo más a mis senos… si me quitaba o ruborizaba, él habría ganado y yo perdido una gran apuesta con Ino.
—¿Carné?— soltó ronco una vez que sus ojos volvieron a los míos.
—¿Qué?— dije sin pensar y temiendo verme ingenua, carraspeé poniéndome derecha.
Él volvió a tomar distancia entre nosotros, su sonrisa no se había desdibujado y supe que se estaba burlando de mí.
—Carné, ID, o cualquier cosa que diga que eres mayor de edad— aclaró y no dejó de prestarme atención a pesar de que habían un par de personas esperando por ser atendidos —¡Naruto!— él alzó la voz y eso me hizo respingar. Me tomó desprevenida lo grave de su tono y él volvió a burlarse de mí, parecía muy entretenido con eso. No dejé de verlo con dignidad pero mi rostro ya se sentía caliente, seguro estaba ruborizada, ¡cielo santo, Ino me mataría!
—¿Qué?— preguntó un rubio que llegó de inmediato. Él se me hizo conocido de algún lado. Por un momento creí que el moreno le había hablado para que ambos se burlaran de mí, pero por suerte eso no pasó.
— Atiende a estos— le dijo sin verlo señalándole con la cabeza a quienes esperaban.
Sus ojos negros mostraron mayor interés en mí y supe que se estaba divirtiendo al ver cuánto más podía seguir mintiéndole. O intentándolo. Yo sólo quería irme, pero me obligué a quedarme.
—¿Y bien?
—¿Y bien, qué?— respondí de inmediato — Quiero mi botella. Con esto seguro alcanza— dije y volví a acercarle el dinero. Él no vio el puñado de billetes de baja denominación.
—¿Y mi carné?
—El tuyo, no sé— dije y le sonreí como él lo hacía conmigo. Como si me importara muy poco lo que dijera —. Pero aquí está el mío— añadí y metí mi mano en uno de los bolsillos apenas visibles de mi vestido. Logré sacar la identificación con la que habíamos entrado y se la di.
Él logró no reír, pero sí sonrió.
—Claro niña. Ahora dame una real si quieres el tequila— dijo y me la regresó.
Abrí mis ojos con sorpresa y el calor en mis mejillas se fue. Estoy segura que palidecí. Si comenzaba a tartamudear estaba muerta y si no terminaba en la comisaría, tendría suerte. Mi padre me castigaría de por vida.
—¿Real? ¿De qué hablas?— pregunté lo más segura que pude, pero preparando una huida bajé del pequeño peldaño y me alejé de él. Intente fingir cansancio y desinterés.
—¿De qué hablo? ¿Alguna vez has engaño a alguien con esta mierda?
—¡Oye!— dije y quise recuperar el carné falso que Ino nos había conseguido, cuando él lo jaló y posteriormente lo guardó en su bolsillo.
—Yo me quedaré con esto.
—No puedes hacerlo. Eso es robo— advertí y lo vi sonreír.
—Si no quieres meterte y meternos en un problema, mejor lárgate— me dijo y me vio como preguntándose quién nos había dejado entrar ahí.
—No sin mi carné y sin mi botella— aclaré ahora por orgullo.
Él sonrió.
—Si no te vas, haré que lleven. Seguro la policía tiene servicios sociales que se encargan de niñas problemáticas que se escapan de casa a media noche, para pretender embriagarse, seguro gratis— dijo y buscó con la mirada entre la gente. Por su tono molesto seguro creía que iba con chicos y me habían mandado a mí a intentar conseguir alcohol.
—¿Servicios sociales? No soy tan chica— dije más para mí misma. Para este punto ambos teníamos claro que yo era muy mala actriz.
Él apoyó ambos brazos en la barra y de pronto su rostro estaba muy cerca del mío. ¿Qué pasaba con la pelirroja que de pronto había olvidado? ¿O era que este tipo veía así a todas las mujeres? Sus ojos bajaron a mis senos y se mantuvieron ahí unos segundos antes de volver a hablar:
—De no ser por ese par de melones, toda tú gritas ilegal— su tono de voz fue ronco.
Yo me paralicé y separé los labios ofendida y avergonzada. Quería decirle algo, lo que fuera, pero sentí mi rostro arder. Odié el vestido que usaba y la idea que eso le había dejado a ese chico.
—Ah… ah.
—Oye, Sasuke, ¿me cubres un rato? Voy a mear— el rubio le golpeó un hombro y siguió caminando al pasar tras él. Ese chico moreno no dejó de verme y su sonrisa de lado se volvió más marcada.
—¿Y bien?— su voz grave y su actitud petulante me devolvieron el coraje para moverme.
—Y bien, nada— dije de lo más ofendida y busqué mi dinero para irme. Ya tenía perdida la apuesta, pero al menos Ino o Sakura conseguirían que otro de los barman's les vendieran algo.
—No tan rápido, preciosa— él puso su mano sobre el dinero y se lo quedó. Yo lo vi incrédula, no podía hacerme eso. Ya no teníamos más dinero.
—No te atrevas— advertí o supliqué, no supe.
Él sonrió. Sí, había intentado advertirle, me lo confirmó con esa sonrisa torcida que había aprendido a odiar.
—¿O si no, qué? ¿Me acusarás por robo?— arqueó una ceja como si necesitara hacerlo para enfatizar su tono irónico.
Yo quise maldecir, estaba frustrada, pero contrario a eso, lo vi de arriba abajo y me di media vuelta. Pude sentir su mirada en mis piernas y luego en el resto de mi cuerpo mientras me iba. Me metí entre la gente que bailaba para no delatar la posición de mis amigas y por fin me sentí libre de su vista.
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—Hey, un Gin Tonic y un whiskey seco— un tipo acompañado de una joven llegaron a la barra.
Todavía sentía en los labios la sonrisa que, el rostro sorprendido y avergonzado de esa chica, me había dejado. Mi mirada cayó al montón de billetes arrugados que ella había intentado recuperar y negué en silencio.
—¿De qué demonios te ríes, Teme? Hay clientes esperando— Naruto llegó secándose las manos y atendió al sujeto que volvía a pedir su Gin tonic y su whiskey seco.
Guardé el dinero que si nadie mayor de edad me lo pedía, iba a ser mejor gastado por mí. ¿Qué buscaría esa chiquilla pretendiendo embriagarse? Seguro actos de rebeldía que cada adolescente hormonado busca cometer para sentirse rudo. Negó en silencio y extrajo el carné falso.
«Naviki Hyuuga»
Mi ceño se frunció, seguro el nombre era tan falso como la identificación en sí.
—Hyuuga— mencioné para mí. Era un apellido poco común, pero a pesar de suponerlo falso no pude no recordar al imbécil de Neji. Maldita familia Hyuuga.
Aunque los ojos castaños de la chica peliazul que se había ido, y esos mismos ojos castaños de la foto del carné, me decían que nada tenía que ver ella con aquella familia de peculiares ojos.
—¿Qué demonios ves?— Naruto llegó a mi lado — No ves que tenemos la maldita barra hasta reventar, de verás.
El imbécil del que se autodenomina mi mejor amigo volvió a fastidiarme, al regresarme al jodido empleo que desde hacía meses desempeñaba. Volví a ver el carné de la chica antes de regresarlo a mi bolsillo junto a su dinero. Esa porquería era la cosa más falsa que había visto. ¿Le habría funcionado alguna vez? Supuse que sí, pues por algo había entrado.
«O tal vez el cabrón del cadenero pensó que podría quedar bien con ella y con algo de suerte, después, lograría cogérsela»
Esa idea me asqueó, pero a eso se arriesgaban ingenuas como ella en actos estúpidos como esos.
—Hey, Sasuke, ¿a qué hora termina tu turno?— Karin llegó frente a mí y la vi acomodar sus gafas con coquetería, para luego guiñarme un ojo.
—Más tarde de lo que me gustaría— respondí. No era la pelirroja que yo quería. ¿Dónde demonios se había metido Mei?
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—No-me-jodas— repitió Ino en voz alta. Estábamos en la orilla opuesta a la barra, menos gente a nuestro alrededor, pero eso no disminuía mi vergüenza y frustración.
—Lo siento, ¿está bien?
—Te dije que no lo conseguiría— dijo Sakura sin darse cuenta que no necesitaba sentirme peor.
—¿Cómo pudo pasar? ¿Dices que hasta el dinero te quitó?— volvió a hablar Ino sin atender a Sakura, gracias al cielo.
Asentí.
—Dijiste que no me vería y…
—¡¿Y?!— me urgió a continuar. No estaba molesta, la conocía, pero sí estaba decepcionada de mí y, de que la que habría sido una noche de tragos se nos había ido de las manos.
—Y me vio demasiado— añadí en voz más baja. Resoplé y desvíe mi vista.
—Pues a mí que me vea lo que quiera. El tipo está para lamerlo, lo vieron, ¿verdad?
—Por favor, no ahora, Sakura— rogó Ino.
—Fue imposible, dijo que llamaría a la policía— expliqué y por un momento Ino se sorprendió.
—No haría eso— aseguró —. ¿Quién crees que perdería más? Somos menores en un bar y ellos ya nos han vendido alcohol. ¡Iré por ese maldito dinero y la jodida botella!
—¿Estás loca?— la detuve a punto de entrar en pánico — Si le picas el orgullo a ese tipo seguro que sí llama a la policía. Hoy no nos han vendido alcohol y mi padre no puede enterarse por nada que me escapo de casa por las noches.
—¡Hey!— intervino Sakura — Hinata tiene razón. Se supone que yo estoy castigada por la escapada que nos dimos a la playa el mes pasado— le recordó a Ino gracias al cielo.
Volteé a ver a nuestra amiga rubia y ésta dejó escapar el aliento derrotada. Luego, tres segundos después, alzó su vista viéndome.
—Bien. Pero perdiste y por mucho esta apuesta— dejó claro.
—Sí, sí, lo que digas— afirmé y asentí más agradecida que nunca —. Ahora vayámonos.
Ino se llevó las manos a su rubia cabellera. Todavía no eran las doce y estaba segura que le molestaba irnos tan temprano con lo mucho que nos costaba a Sakura y a mí escaparnos.
—Está bien— cedió frustrada —. Volveremos el fin de semana que viene y yo te demostraré cómo se consigue algo de alcohol. Y tú, Hinatita, te beberás la botella completa.
Yo me sentí palidecer, casi me veía morir de una congestión alcohólica.
—Sí, como quieras— cedí segura que lograría convencerla de perdonarme tan tonta apuesta —. Vámonos ya.
Sakura gimió, acababa de sonar su canción favorita y ella no podría bailarla.
Ino comenzó a caminar y Sakura la siguió. Yo las seguí a ambas. Ellas dos eran amigas desde la infancia, iban al mismo colegio y llevaban catorce años de los diecisiete que tenían, conociéndose. Yo me uní al grupo apenas dos años y medio atrás, cuando inició el instituto. Había dejado en el pasado el internado mixto en el que estudié y mi padre había decidido que, al igual que lo hizo Neji en su momento, yo iniciaría mi educación media superior en un colegio público, donde el roce social sería con gente de verdad y no con gente automatizada como los que habían en esos institutos particulares.
Mi padre veía con buenos ojos la amistad que había hecho con ambas chicas, Ino se había encargado de darle la mejor de sus caras siempre que me visitaba y vaya que lo hacía seguido. Ambas eran buenas chicas y tenían demasiadas ganas de comerse al mundo. Solían meterse en problemas, casi siempre por las ocurrencias de la rubia, y todo siempre terminaba en estallidos de carcajadas. Yo todavía me estaba acostumbrando a no sorprenderme demasiado de eso.
Cuando cumplí los diecisiete años comencé a escapar por las noches cada semana con ellas. Ino tenía permiso de sus padres que eran personas muy abiertas de mente, Sakura al inicio también lo tenía, pero con el tiempo lo fue perdiendo. Yo, yo ni siquiera había intentado mencionárselo a mi padre; lo conocía y si decía que sí, seguro obligaría a Neji a acompañarnos. Y no es que Neji sea mala persona, pero es cinco años mayor y demasiado propio como para juzgar correcto la mitad de lo que hacemos. Por eso la clandestinidad había sido mi mejor opción. La más osada que había tomado… después de Gaara.
Antes de salir del lugar volví mi vista a la barra. Volví a experimentar una molestia en el estómago al ver a aquél chico, Sasuke, así lo habían llamado. Él estaba tan despreocupado charlando con el rubio que reía a carcajadas. No pude evitar desear no volver a verlo… pues ni siquiera lo conocía y él ya me tenía en un pequeño pero molesto problema.
O.O.O.O.O
Treinta y cinco minutos después, estaba en mi cuarto de baño.
—Auch— me quejé mientras me quitaba uno de los lentes de contacto que volvían mis ojos marrones.
Ladeé mi rostro y vi mi ojo enrojecer.
—Terminarás echando a perder tus bonitos ojos— la voz delicada pero con intento de rudeza de mi hermana me hizo sonreír a pesar de tomarme por sorpresa.
—¿Qué haces aquí?
—Te escuché llegar. Todavía me pregunto cómo es que papá o Neji no te han descubierto— dijo entrando y sentándose sobre la encimera del lavamanos. Su cuerpo menudo envuelto en su pijama rosa se dibujó en el largo espejo.
—Sabes que soy tan cuidadosa como un ninja— bromeé queriendo que borrara su gesto de desaprobación.
—Una ninja no muy silenciosa, entonces— respondió y vi un indicio de sonrisa —. ¿Cómo te fue?— me preguntó mientras me sacaba el segundo lente.
Fruncí los labios.
—Bien— mentí sin querer recordar la noche que, tras mi encuentro con aquél moreno, sólo a mí se me había arruinado.
—¿Cuándo dejarás de querer demostrar que eres lo que no eres?— esa pregunta soltada por Hanabi me dejó sin reacción. Tardé unos segundos en pasar saliva y abrir el grifo para enjuagar mi rostro — No tienes que cambiar tu actitud sólo porque un hijo de puta te defraudó.
—¡Hanabi!— regañé ante su majadería.
—¿Qué, Hinata?— se quejó bajándose de la encimera y viéndome. Yo mojé mi rostro — Tal vez deberías decirlo tú. Gaara es un hijo de puta, es él el que debería cambiar y no tú. Tú estás perfecta como eres.
—No sabes lo que dices.
—Sé lo que me has contado y lo que la gente murmura cuando te ve, ¿crees que si no tocas el tema el asunto se olvidará?
Sentí mi corazón golpear fuerte. Evito ese tema tanto como puedo pero siempre termina volviendo a mí.
—Ve a dormirte. Y por favor, no hagas ruido o nos delatarás— le dije con una sonrisa. Sus palabras me incomodan, pero no puedo enojarme con ella.
La escuchó gruñir en respuesta cuando paso dejándola en el baño.
—Hinata— su voz preocupada me obliga a voltear a verla —. Por favor, no te metas en problemas.
Le sonrió.
—Sabes que no será para tanto— le digo al tiempo de tomar mis sábanas y disponerme a dormir.
O.O.O.O.O
Luego de mi intento fallido por ser la Femme fatale que podría conseguir todo aquella noche en el bar, y con todo, me refería a una miserable botella de tequila barato, los días pasaron con relativa calma. Una aburrida calma, como decía Ino todos los días en el instituto. Las clases eran lentas y gracias al cielo no muy complicadas, al menos para mí, porque mis dos compañeras no opinaban lo mismo. Pero yo tenía mi mérito, aquí no sería modesta, me esforzaba por mis calificaciones pues sentía era en lo poco que no podía fallar a papá.
—Papá— hablé rompiendo el silencio durante la comida que compartíamos.
Él alzó sus ojos serios a mí. Su silencio me obligó a continuar y a decir aquello que media mañana estuve practicando.
—He estado pensando, dentro de poco seré mayor de edad… ¿podrías cederme el viejo auto de mamá?— terminé de decir con menos firmeza que con la que comencé.
—¿Dentro de poco? Casi año, querrás decir— puntualizó Neji que leía el periódico mientras comía.
Mi mirada ligeramente sorprendida fue a él. Mi hermano mayor a veces decía cosas y me complicaba la vida. No era casi un año, era un poquito más de seis meses.
—Además, el auto de mamá, sigue siendo de mamá aunque ella haya muerto.
—Ese auto nadie lo usa hace más de diez años— repliqué y vi a mi padre que meditó lo dicho por Neji.
Mi hermano ya no dijo nada y mi atención fue a mi padre. Hanabi se mantenía en silencio pendiente de su respuesta.
—Neji tiene razón. Aún eres menor de edad y ese auto tiene un valor emocional que…
—Nadie lo usa— repetí en voz baja, cansada de que siempre lo escuchara a él.
—Cuando pase un tiempo consideraré comprarte tu propio auto.
—Pero necesito poder moverme por mi cuenta, el chofer lo usas tú y…
—Por lo pronto Neji podrá seguir llevándote y trayéndote cuando necesites.
—Podrías considerar lo del auto— sonreí al escuchar a mi hermano. Si había algo que detestaba era ser mi niñero… o chofer.
Mi padre nos vio a uno y a otro.
—Lo pensaré.
Apreté mis labios y sonreí. Seguro a las chicas les daría gusto la noticia pues, aunque nuestras escapadas nocturnas seguirían igual ya que salir de casa en la noche y con el auto sería demasiado evidente, al menos sí podríamos salir a pasear después de clase sin tener que andar en el colectivo.
—Pero deberás demostrarme que manejas bien— hasta ahí llegó mi sonrisa. Miré a Neji y lo vi sonreír y negar en silencio. Él no me ayudaría. Ya lo había sacado de quicio cuando me enseñó a conducir y lo logré, pero, a veces tenía ciertos problemas para estacionarme en espacios pequeños, también al dar vuelta en 'u' solía abrirme demasiado y la reversa tampoco era mi fuerte.
—Pero papá…
—No pretenderás tener un coche si no sabes manejar, ¿o sí?
—¿Y cómo voy a aprender a manejar si no tengo un coche?
La vista de papá fue a Neji.
—No mi auto— cortó él sin vernos.
Sonreí, la situación no podía ser más patética para mí. Mi padre suspiró con cansancio y me vio con cierta pena. Yo dejé de sonreír y comencé a resignarme. Lo vi susurrarse algo y negar en silencio pero no pude entenderle. Supuse que había perdido, pero al menos lo había intentado. Adiós coche.
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O.O.O.O.O
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El sábado por la noche guardé mis libros en la mochila asegurándome que estaban todas las materias que tendríamos el lunes por la mañana. Había terminado mis tareas.
Luego de darme un baño me arreglé en silencio. Hanabi había llegado a mi habitación y se quedó observándome mientras me colocaba unos pantalones deportivos y holgados sobre mi overall negro, corto, de tela fresca. El overall combinado con mis altas zapatillas me daban una apariencia de más edad, o eso había dicho mi hermana al verme.
—¿No te caerás con eso?— me preguntó, en su rostro vi que dudaba que mis habilidades saltarinas fueran las necesarias para llegar a la calle sin un hueso roto.
—No, me colocaré unos zapatos deportivos antes de salir— le dije y luego le mostré una pequeña mochila donde dejaría mis tenis y el pantalón antes de salir, ocultándola en el jardín, para luego recuperarla; así, si alguien me sorprendía antes de entrar diría que salí por un poco de aire… aunque fuese en la madrugada.
A pesar de tener varios meses con esas salidas nocturnas todavía sentía cierta ansiedad en el estómago al creer que en cualquier momento podrían descubrirme. Suspiré y me di ánimo. No hacíamos nada malo, sólo bailar y divertirnos. Siempre, siempre íbamos –o al menos yo pretendía ir- a embriagarnos, pero la realidad era que pocas veces lo habíamos conseguido. Ino tenía cierta tolerancia al alcohol y solía beber un poco más, a Sakura no le importaba mucho, ella amaba más bailar y yo, bueno, yo sólo tomaba lo necesario para librarme un poco de la pena y divertirme con ellas. Esa noche sería igual. Divertida y sin muchas complicaciones.
Dentro de poco nuestra única dificultad sería conseguir dinero porque todas seríamos mayores de edad.
—Ten, te hablan— mi hermana me lanzó mi móvil que vibró tras ella al estar en la cama.
Yo apenas logré sostenerlo y vi un mensaje de Ino. Estaban afuera.
—Debo irme.
Vi a mi hermana rodar los ojos.
—Bien, ya me iba— dijo y apagó la luz de la lámpara en el buró antes de salir. La luz de la luna entrando por la ventana me permitió verla irse mientras me decía que me cuidara.
Cargué mi mochila al hombro y tuve que forzar mis pantorrillas para hacer equilibrio y no caer de las tejas inclinadas que tenía la cocina, sobre la cual estaba mi habitación. Me sujeté del árbol de ginkgo cercano y salté a uno de sus gruesos brazos. Bajar de ahí fue más sencillo. Me mantuve unos segundos inmóvil y luego corrí atravesando el jardín trasero, los tres pastor alemán que teníamos se habían acostumbrado a mis huidas y ya corrían a mi lado sin hacer escándalo, aunque la primera vez que me vieron caer del árbol casi nos matamos del susto entre nosotros… callarlos había sido difícil pues nunca pensé que me dieran algún problema. Las siguientes veces me encargué de conseguirles comida humana para tenerlos tranquilos.
Una vez que me coloqué mis zapatillas y guardé mi ropa en la mochila que luego oculté, me colgué de la enramada. Segundos después aterrizaba casi con perfecto equilibrio en la banqueta de la última calle que tenía ese sector. Del otro lado un rio ancho y con principio de contaminación nos separaba de la zona industrial.
Los faros de un auto me cegaron por un momento.
—¡Hey, nena!
Sonreí cuando se detuvieron a mi lado.
—Hola chicas, Shikamaru— saludé.
El chico alzó su cabeza en respuesta. Shikamaru era vecino de Ino, amigos desde la infancia y ella cada semana se las arreglaba para que nos recogiera y llevara a donde sea que fuera el lugar elegido esa noche. Él era un par de años mayor que nosotras y más de una vez se había metido en problemas con su novia por solaparnos. Era un buen tipo con pinta de aburrido, pero muy inteligente y a pesar de todo, siempre se mantenía en contacto preocupado de que nada nos pasara; y nunca, nunca, nos había dejado en ningún lugar que considerara peligroso.
—Aquí está bien— dijo Ino y apretó sus labios sin querer sonreír cuando señaló un lady's bar, uno tan light que cerraba apenas después de medianoche.
Él se estacionó y resopló cuando nos bajamos.
—Adiós.
—Nos vemos.
—Chicas— él nos detuvo —. Sé que no se quedarán aquí— dijo haciendo reír a Ino.
—Por favor no seas amargado— dijo ella y se estiró por la ventanilla abierta del coche para acariciarle el rostro, haciendo más visibles sus piernas bajo el vestido ajustado y beige que portaba. A veces me daba la impresión que él le gustaba a Ino —. Sabes que no nos meteremos en problemas.
Conversaron unos segundos y luego él se fue tras un adiós con la mano.
—¿Qué te dijo?— pregunté mientras caminábamos en dirección al Nou bar, el mismo de la semana pasada.
—Nada, sólo se aseguró de que tuviera dinero para regresar y que le llamara si tenía problema.
—¿Qué demonios haríamos sin él?— dijo Sakura mientras anclaba sus brazos en los nuestros y nos apuraba a avanzar — Ojalá no se case nunca y siempre esté para estas cosas.
—Eso es egoísta— aclaré sonriendo.
—Sí, pero ¿y qué?
Volvimos a reír y entramos a la oscura calle que tenía a uno de los sitios más solicitados de la ciudad. Ino nos dio indicaciones que ya no necesitábamos. Esta vez no requerimos ni mostrar identificación, creo que comenzaban a conocernos.
El lugar ya estaba lleno de gente y aun no era media noche.
—Miren, allá está Kiba— señalé reconociendo a un ex compañero del instituto.
—Cielos, ya dejan entrar a cualquiera— se quejó Ino, ellos dos solían discutir demasiado.
—¿Vamos con ellos?— pregunté también viendo a Lee.
—Vamos— me respondió Sakura caminando a ellos.
—Pues ya qué— respondió Ino.
Los chicos tenían en su mesa una cubeta pequeña con varias cervezas, vernos después de que se graduaron pareció darles gusto pues no solo nos invitaron a sentarnos, sino que nos ofrecieron bebidas. La música tan alta y unos tragos lograban quitarme tensión.
Sakura se fue a bailar casi de inmediato y fue seguida por Lee. Kiba se encargó de las siguientes rondas de bebidas y para mi sorpresa ni él ni Ino hicieron el intento por molestarse. Conforme pasaban los minutos el lugar se llenaba cada vez más, no había duda que era el sitio de moda.
—¿Supiste que Gaara regresa?— preguntó con un tono amargo cuando me abrazó por la espalda y me dijo al oído.
—¡¿Quién es Gaara?!— preguntó Ino mientras tomaba un chupito de tequila.
Yo me paralicé y seguro perdí el color al ver a la cara a Kiba. Ninguna de mis amigas sabía de Gaara. Kiba era, posiblemente el único de mis cercanos que conocía a detalle esa parte de mi vida pues pertenece al mismo círculo social que Gaara y yo, y, al menos entre los jóvenes, aquél suceso fue muy sonado.
—Nadie— logré responderle a Ino.
Kiba carraspeó y ladeó su rostro sin soltarme, entendiendo su imprudencia.
—Y por cierto, ¿por qué tanta confiancita con Hina, eh?— preguntó Ino viendo la palma de Kiba sobre mi hombro desnudo.
—¡Feh! Hinata y yo nos conocemos de años atrás, es mi amiga y esto no es de extrañar… metiche— soltó él haciendo enojar a Ino que se puse de pie.
—¿No será que te gusta?
Kiba se puso tenso y mi incomodidad no pudo ser más. Él nunca lo había dicho, pero en más de una ocasión varios amigos en común aseguraban tal cosa. Pensar que sí, me hacía sentir mal por él, pues no podría verlo como algo más que como un buen amigo.
—¡Como sea!— Ino le restó importancia —¿Recuerdas quién perdió una apuesta la semana pasada?
Santo cielo. Cerré los ojos.
Ino sonrió con ojos brillantes mientras Kiba negaba en silencio, adivinando que aquello no podía ser nada bueno.
—No querrás que hoy…
—¿Y cuándo si no hoy?— me interrumpió. La vi estirarse y ver la barra, la cual no teníamos tan lejos. Entre tanta gente amontonada volví a ver al pelinegro de la semana pasada y otra vez a la pelirroja con él.
—Intenta con él— le dije.
Ino sonrió con astucia —¿Y que me lo niegue? ¡Ni de joda! Iré con el rubio, él seguro cae.
Reí. A Ino no se le escapaba una.
—¿Qué sabes de Gaara?— sentí un sabor amargo al preguntar por él luego de tanto tiempo. Ino ya había partido.
Kiba suspiró y se encogió de hombros.
—Escuché por mi hermana que está por volver. Terminó el instituto en Londres y vuelve aquí para la universidad, seguro nos volvemos a topar con él.
Se me revolvió el estómago. Volteé a ver a Ino queriendo distraerme, la vi riendo con el chico rubio, Naruto, así lo había llamado él… el tal Sasuke. Naruto le dio una botella a Ino y ésta le sonrió con coquetería, yo casi sonrío. El chico pelinegro llegó con ellos y los vi cruzar un par de palabras, creí que le quitarían la botella a Ino, pero ella se alejó, dijo algo y le mostró el dedo corazón al de cabello negro.
—Toda tuya, Hinata— me dijo con la sonrisa más grande que le había visto.
Casi sentí el sabor amargo en mi boca sin siquiera probarlo.
—Puros chupitos.
—No— me negué.
—Ah, claro que sí. ¿Y viste? ¡Así se hace!— me dijo señalando con el pulgar la barra.
Vi al chico pelinegro vernos molesto y ahora sí me reí.
—¿Qué te dijo?— pregunté. Amé que Ino le hiciera pasar un mal momento al sujeto ese.
—Nada que no pudiera debatirle— me dijo mientras Kiba abría la botella.
—¡Oye, no es para ti!
—Lo será, y para ti también si no quieres que Hinata quede inconsciente— regañó.
Ino puso los ojos en blanco y pronto Sakura y Lee llegaron sudando, casi agotados de bailar.
Tomar aquellos chupitos se hizo realmente fácil luego de la noticia Gaara. La vaga idea de encontrármelo en la universidad me hacía temblar. Había estado enamorada de él mucho tiempo y cuando por fin…
—¡Cielos, esto es tan amargo!—se quejó Sakura tomando asiento.
Charlamos por más de media hora, el mismo tiempo que prefería beber más que pensar. Las charlas habían ido desde chismes del instituto, alguna mención de problemas familiares de Kiba, cuyos padres se estaban divorciando y luego de planes futuros, nada con verdadera seriedad.
Cuando la botella estuvo a menos de la mitad me negué a tomar más, no me sentía ebria pero sabía que si no quería estarlo debía parar.
—Vamos a bailar— le rogué a Kiba y a Sakura. Ella de inmediato me jaló haciendo que Ino se quejara por mi huida. Kiba nos siguió enseguida.
El baile, que no distaba mucho de saltos y empujones entre la multitud hizo que me olvidara de Gaara, Ino, la botella, mi padre y cualquier otra cosa en mi cabeza. Creo que el alcohol comenzó a hacerme efecto cuando me puse en pie. Reí sintiendo mis labios querer cosquillear.
—Baila conmigo— me dijo Kiba cuando los ritmos electrónicos dieron paso a un timo caribeño casi sensual. Sakura comenzó a bailar con un chico que no conocía y yo me dediqué a imitar unos pasos que recordaba de un video famoso.
—¡Wow, sabes pisar!— mencionó Kiba cuando mi tacón cayó sobre su pie.
Reí —Lo siento.
Él rio también —No te preocupes, Hinata— me dijo rodeándome con sus brazos. Me sentí tan extraña que busqué pensar en otra cosa, mis ojos vagaron por la gente y finalmente cayeron en cierta persona tras la barra. Me estremecí cuando noté que él me veía… me reconoció. Giré entre los brazos de Kiba huyendo de aquella mirada negra y penetrante. Bailé al ritmo de él y aunque la gente había despejado un poco la pista por esos ritmos, mi cuerpo y el de él estaban juntos. Quise creer que me apoyaba en él por sentirme casi ebria… pero no, Kiba me jalaba a su cuerpo.
—Hinata— su tono de voz me aseguro que algo quería decirme. Algo que no quería oír porque no podía corresponder.
—Por favor, no— susurré ladeando mi rostro.
Él se tensó por unos segundos y después sonrió. Seguimos bailando, de vez en vez sentía cierta mirada sobre nosotros que me hacía sentir calor.
Diez minutos después el móvil de Kiba vibró. Nos separamos.
—¿Todo bien?— pregunté al verlo cambiar su expresión. Mi boca comenzaba a secarse.
Él negó con la cabeza.
—Hay problemas en mi casa— dijo y pensé en lo mal que su madre tomaba la separación —. Tengo que irme.
Asentí, me dio un beso en la mejilla y me susurró casi en el rostro que nos veríamos pronto. Volví a asentir, la gente seguía bailando con el sonido fortísimo envolviéndonos y yo froté mis palmas que hormigueaban sobre mis muslos desnudos, sin reaccionar y salir de la pista. Cuando giré, aquellos ojos negros volvían a estar sobre mí. Tragué seco al sostenerle la mirada y luego girar para ir de regreso con mis amigas.
Ino se había quedado en la mesa y casi se terminó ella sola lo poco que quedaba de la botella, no se veía afectada como era costumbre. Llegué con ella y le dije de la mirada insistente del chico pelinegro de la barra.
—Seguro sigue jodido porque nos salimos con la nuestra. ¡Es más! ¿y porque no lo jodemos más y vas y le pides el dinero y tu carné?
—Parece enojado de alguna manera, no quiero que termine echándome de trasero en el suelo— dije y me reí por casi verme en esa situación.
Sakura llegó después, Lee se había ido poco después que Kiba y volvimos a estar solas. Agua y un par de gaseosas nos acompañaron. El lado más cómico de Ino surgió después de las dos y cuando nos dimos cuenta ya estaban casi cerrando.
—Tiempo de irnos— dijo Sakura que se puso de pie. La música seguía sonando pero las luces de colores se habían apagado y la casi oscuridad de antes ahora era llenada por luces amarillas. El encanto del lugar se había acabado.
—Santo cielo, ¿qué hora es?
—Las tres— respondió Ino viendo su móvil —¡¿Las tres?!
—Nunca nos habíamos demorado tanto— dije y cuando tiré un par de botellas de la mesa en el intento de tomar el móvil de Ino, confirmando la hora, supe que había bebido de más.
—Mis padres van a matarme— aseguró Sakura —. Mamá sale a correr en menos de dos horas para comenzar su día. No habrá modo de que no me escuche.
—Oh, diablos— se quejó Ino.
Por la oscura calle se dispersaban las pocas personas que habían quedado en el lugar. El anuncio de neón del Duo había sido apagado y de nuevo la luz amarilla de una lámpara nos molestaba la vista.
—Hinata, si pasamos a dejarte no llegaré a casa— dijo Sakura y la vi realmente apurada.
—¡No la dejaremos ir sola!
—Pero…
—Descuida, me encuentro bien, aquí hay taxis y tengo dinero.
—¿Oiste? ¡Vámonos!
—Hinata, no. Ven con nosotros— alegó Ino.
—También me desviaría demasiado— le dije siendo consciente que vivíamos en sectores opuestos de la ciudad —. Vayan, iré en este taxi— dije señalando a uno que era conducido por un jovencito de buena pinta.
Ino vio al chico —No. Llamaré a Shikamaru para que venga por ti.
—Hey, la que le gusta eres tú, no yo— bromeé y la vi sonrojarse.
—Serás tonta.
—Estaré bien.
Ella bufó sin poder creerse en la que nos habíamos metido —. Bien. Llamas por cualquier cosa, ¿si?
Mordí mis labios que hormigueaban. Asentí.
Cuando ellas se marcharon, también lo hizo el taxi que yo pensaba abordar. Vi el siguiente en la fila. Un hombre alto, fuerte y de aspecto grotesco me sonrió. Sentí un escalofrío recorrerme y ganas de vomitar, aunque éstas eran por las náuseas de tanto alcohol en mi cuerpo.
Era mala idea abordar ese taxi sola, lo sabía, pero era el único y por no preocupar a mis amigas no les dije que mi móvil quedó en la mochila junto a mis tenis. Di un paso encomendándome a alguna deidad en los cielos.
—Oiga, ¿cuánto me cobra por llevarme a…?— le di mi dirección pero estaba segura que no me escuchó por estarme viendo. ¿Sabría que era menor de edad y que eso era delito?
—Súbete, lo hablamos de camino.
¿Camino a dónde si ni siquiera me escuchó?
—Disculpe, señor, lo digo en serio, ¿sabe a dónde…?
—Que te subas, primor— rodeó el auto y caminó hacia mí. Retrocedí por instinto. Había un par de personas charlando fuera del bar pero ninguna parecía estarnos viendo.
—No se acerque— advertí.
Él sonrió con malicia y siguió acercándose.
—Que detengas tu grasiento trasero ahí, ¿no la escuchaste?— una voz ronca hizo voltear al hombre y yo casi respiré tranquila. Cuando me encontré con aquellos ojos negros que veían la situación con apatía sobrada, no supe si agradecer o sentirme tonta.
Vi al chico que salía con unas bolsas negras de basura en cada una de sus manos. Tragué pesadamente al verlo bajar los tres escalones y continuar hasta arrojar las bolsas a un sitio donde definitivamente no era su lugar.
—Métete en tus asuntos, Sasuke— dijo el tipo y volvió a prestar atención a mí —. Yo tengo un cliente que llevar.
Los ojos Sasuke fueron a mí, impersonales, estaba en calma mientras yo me moría de terror de pensar que, si se conocían, él podría girarse y dejarme ahí con ese sujeto.
—No iré con usted.
Vi sonreír a Sasuke y se cruzó de brazos en la pared cercana. Soberbio.
—Oh, claro que irás— dijo y abrió la puerta delantera del auto. Acto seguido dio un paso a mí —. Entra.
—¡No!
Cuando me sujetó de la muñeca y me jaló con la fuerza suficiente para hacerme avanzar, me resistí. Él dio un fuerte jalón y mi tobillo se dobló al pretender detenerme con los tacones, casi lo escuché tronar y el dolor me hizo flaquear la pierna entera. Por un momento vi a Sasuke erguirse y tensarse, pero no hizo nada.
—¿Ves cómo era sencillo?— dijo el hombre al cerrar de un portazo, conmigo dentro.
Quise abrir cuando reaccioné pero el tipo me impidió bajar al meter su cuerpo por la ventanilla del otro lado y sujetarme. Sonrió mostrando un par de dientes de plata. Me tironeé sintiendo más náuseas.
—¡Basta, ya! ¡No me toque!— dije y mis ojos se mojaron. Estaba ahí, con un tipo que tenía las peores intenciones y con un sujeto al que le importaba poco, seguro molesto por lo de la semana pasada viendo, dejando que todo pasara.
Me giré en el auto y vi al tipo que me sujetaba bajar su mirada entre mis piernas separadas. Las cerré y perdí fuerza, me jaló más a él. Su aliento a alcohol y cigarros fue la cosa más nauseabunda que había olfateado antes. Iba a vomitar.
—Basta, ya, imbécil— aquella voz varonil y firme tuvo efecto en el hombre que me halaba. El sujeto me soltó y sacó su cuerpo fuera del taxi. Yo iba salir pero el cuerpo de Sasuke apoyándose contra la puerta me lo impedía. Él y el taxista deberían estarse viendo porque se mantenían en silencio —. Sal de aquí— me dijo e ignoré el dolor que me hizo saltar en un pie al hacerlo. Mi tobillo estaba hinchándose.
Sentí los ojos negros de él viéndome mientras me cubría con su cuerpo. Mis manos heladas dejaron de tocarlo al no saber si podía confiar en él.
—No me jodas esta noche, cabrón— suplicó el hombre como si yo no estuviera ahí.
—Agradece que no llame a la policía. La próxima vez terminarás muerto— dijo él y se volteó a verme.
Yo no me encogí al sostenerle la mirada, ¡cómo lo había dejado ir!
El sujeto se volvió a encerrar en el taxi a fumar.
—Ven acá.
—¿Qué? ¡No!— dije pero me jaló con él. Con mi tobillo lastimado ya no podía intentar oponerme. Sentía que el músculo en mi pantorrilla se quebraría aunque fuese imposible. Mis ojos estaba aguados por lo ocurrido anteriormente y ahora por mi frustración.
—¿Viste lo que pudo pasar?— me dijo al soltarme de forma brusca, haciéndome chocar con un coche negro, viejo, deportivo.
—Sí, sí, ya vi… gracias— dije y me giré. Di tres pasos y me detuvo el dolor punzante en mi tobillo. Maldije en voz baja por primera vez.
—¿A dónde llegarás así?— me preguntó, ladeé mi rostro encontrándolo de brazos cruzados recargado en el capó del coche. Sí, el tipo estaba para lamerlo como dijo Sakura, incluso sobre la tela de su camisa se notaba el cuerpo trabajado, duro. Me cayó peor, seguro era un cretino insufrible… como Gaara.
—Eso no es asunto tuyo.
—Naviki— escuché su voz ronca y un par de lágrimas me resbalaron, caminar con tacones y con un pie lastimado sólo lo hacían las necias… y muy estúpidas como ahora estaba haciendo yo.
Consideré quitarme los tacones pero ya no quería humillarme más ante él. Vi pasar un taxi y le grité.
—¿A dónde demonios vas?— él me detuvo. Noté por su tono que estaba molesto.
—A mi casa, ¿a dónde más?
—Maldita mocosa— gruñó entre dientes.
—Suéltame— pedí con poca paciencia al ver al taxi esperándome.
—Claro— dijo y de pronto perdí el piso. Lo próximo que vi fue mi cabello pendiendo y ocultándome la visión de una banqueta polvorienta bajo un bonito trasero. Me ruboricé.
—¿Qué haces?— alcé la voz y apoyé mis manos en su espalda dura, pretendiendo bajarme al sentirlo abrir el coche deportivo —¡Suéltame! Te juro que si intentas hacerme lo que aquél tipo quería, yo…
Él me arrojó sobre el asiento de piel y me paralicé cuando de un portazo me vi nuevamente encerrada.
—Escúchame tú a mí, mocosa— advirtió él al encerrarse conmigo. Éste tipo tuvo la precaución, para mi desgracia, de asegurar la puerta para que yo no pudiese salir —, si pretendiera coger, como aquél cabrón, no te elegiría a ti. Yo buscaría una mujer de verdad— dijo ronco, lento y claro.
Separé mis labios ofendida, ¿pero ofendida por qué? Tal vez porque aunque odiara admitirlo, el tipo ese estaba para lamerlo… aunque nunca me atrevería a pensarlo.
—Así que cierra la boca y dime dónde vives.
Lo vi de arriba abajo, mi tobillo estaba palpitando con un dolor horrible y todavía tenía en uno de los bolsillos de mi ropa el pequeño gas pimienta que mi padre me dio meses atrás, el mismo que no dudaría en usar si se pasaba un poco conmigo; con él no esperaría hasta el último momento. Odié admitirlo, pero era mi mejor opción pues ya había dejado claro que no le interesaba.
—Al sur de la ciudad, en el sector frente a la zona industrial— dije sin todavía estar segura que me llevaría. Era lejos.
Lo vi sonreír y noté molestia en sus facciones.
—Niña rica— murmuró y puso en marcha el coche —. Pagarás la gasolina— me advirtió.
—No pensaba viajar gratis.
Lo vi conducir en silencio por la ruta más rápida hacia donde yo vivía y eso me tranquilizó. De vez en vez dejaba de ver los coches y las avenidas por donde íbamos y lo veía de reojo. Sus facciones era masculinas pero demasiado atractivas, su cuerpo, en reposo, seguía luciendo bien. Demasiado bien. No quise ver entre sus piernas para no perder el hilo de mis pensamientos que ya iba demasiado fuera de mí. ¡Odiaba el alcohol, ¿por qué bebía?!
—No te llamas Naviki, ¿verdad?— su voz ronca me hizo respingar al llevar ya tiempo callado.
—No. Me llamo…
—No me interesa.
«Cretino»
Me aguanté la molestia cuando volvió a callar.
—¿Por qué me ayudas?
—No te ayudo a ti— me aclaró sin verme. Achiqué los ojos —. Fue el imbécil de mi amigo el que les vendió licor, ¿quién crees que se meterá en problemas si algo les pasa? Lo ayudo a él— me aclaró y nunca antes me sentí más un objeto como ahora. Bueno… una vez antes de esta vez, y nada más.
—Ya veo. De cualquier forma, gracias.
No dijo nada y aunque dijo que era una chiquilla que no le interesaba, sus ojos resbalaron por mi cuerpo y lo sentí contradecirse. Ni siquiera pude sentir pena o halagarme, estaba molesta con él mientras, quisiera o no, me hacía un favor.
—Ve por esta calle— le dije. Lo vi fruncir el ceño, pues era la calle por la que ninguna casa decente tendría entrada —. Aquí. Ábreme— añadí al llegar a casa, cuando él solo se me quedó viendo.
Él bufó y salió del coche.
El short del overall se deslizó sobre mis muslos cuando resbalé del asiento, antes de apoyar mis pies en el suelo. Sentí su mirada ahí y entonces sí me dio un poco de pudor.
Pensé que me ayudaría considerando mi estado, pero él solo se apartó dejándome pasar.
—¿Te ayudo?— noté en su tono burla. Me molesté.
No respondí y él cerró la puerta del coche.
—Aún me debes la gasolina.
—Es una pena, porque no traigo dinero— lo vi sonreír de medio lado, con una sonrisa sin ganas y volvió a ver mis piernas. Cuando me incliné a quitarme las zapatillas, perdió su sonrisa.
Avancé tan derecha como pude y dejé de verlo, todavía tenía una enramada que sortear.
• • •
El estómago se me apretó cuando volví a encerrarme en mi coche. Su nombre no era Naviki… pero sí era una Hyuuga, imposible no serlo si vivía en la misma casa del imbécil de Neji. Esa chiquilla tenía unas piernas hermosas y ni qué decir de sus senos que me hicieron fantasear unos segundos la semana anterior… seguro ella pronto sería el dolor de cabeza de cualquier cabrón. Pero no el mío.
Meterse con ella era más que un delito, era estúpido. Me lo recordé al acomodar la parte dura entre mis piernas. Increíble que un par de gemidos aunque fueran de dolor de esa niña, unas bonitas piernas y un culo levantado me pusieran duro.
No, no tenía tiempo que perder con alguien como ella, no cando Mei me tenía de cabeza.
Continuará…
O.O.O.O.O.O.O.O
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Hola n.n
Creo que ya dije que esto será corto, tal vez cuatro capítulos. Es sólo una historia que se me ocurrió sin mucho trasfondo, que, luego de haber leído una trilogía de una escritora que me enamoró, me dije: vamos haciendo un sasuhina como esos xD
Y bueno, aquí está.
• Disculpen el ooc, sé que lo hay.
• Antes que nada he de decir que odio la escritura en primera persona y la escribo como un tipo de reto, para aprender a disfrutarla. Si ven errores o mezclo personas, ustedes disculpen, estoy aprendiendo :c
Y nada. Gracias por leer c: