Disclaimer: Naruto y sus personajes son propiedad de Masashi Kishimoto

Hola, gracias por entrar n.n

El primer fic que publico este año, me decidí por un sasuhina. La verdad es que hace tiempo que tenía guardado este proyecto, pero nunca publico nada hasta haber avanzado lo suficiente en la escritura como para estar segura. He aquí, pues, un nuevo intento para emparejarlos.

De entre las cosas que he aprendido últimamente, el arte del olvido vino a resultar de las más edificantes. Antes lo consideraba una cualidad negativa, limitante, negadora de las cosas, pero se ve que ya he vivido las experiencias suficientes para enfocarlo con nuevos ojos, para comprender su aspecto sanador y liberador. Hay que aprender a soltar, a dejar atrás las cosas que nos hacen mal o nos estancan, sobre todo si duele. Porque si nos aferramos innecesaria y obstinadamente a lo que nos duele entonces no podemos progresar. Sólo vaciando nuestra vida de ciertos infortunios es como lograremos llenarla de cosas nuevas.

Bueno, me estoy poniendo vieja XD La cuestión es que esta idea del olvido constituye el leit motiv de la historia que comienza a continuación. Consiste básicamente en un continuo intercambio de "consejos" entre Sasuke y Hinata, en parte humorístico y en parte reflexivo. La verdad es que me he divertido bastante exagerando ciertos rasgos del temperamento de Sasuke y verán que el relato en general adopta su perspectiva. En fics anteriores me he puesto más del lado de Hinata, así que ahora quise cambiar un poco.

Si leyeron el resumen, ya saben de qué se trata. Los que hayan leído mis anteriores sasuhinas, además, no se sorprenderán demasiado de mi pertinaz insistencia en partir del enamoramiento de Hinata por Naruto, porque desde ahí es como me gusta que nazca el amor nuevo. Por otro lado, no creo que el verdadero Sasuke hubiese accedido a semejante tontería, pero como se trata de un fic y en un fic uno hace lo que quiere... hice que aceptara hacer la tontería XD Insisto, habrá un marcado contenido humorístico -o más bien burlesco- en cuanto a su personalidad.

Precisiones sobre causas, tiempo y edades figurarán a lo largo del texto. Aclaro desde ahora que no habrá lemmon y que el amor irá desarrollándose con lentitud. Los que han leído mis historias saben que trato de compensarlo con una prosa legible, con actualizaciones sostenidas, con el máximo respeto posible por los personajes -todo lo que me permita la dinámica de la trama, bah- y con la confianza de que a su debido tiempo el fic llegará a concluir. Aquellos que no me conozcan pueden pasar por mi perfil para verificar que todos mis long-fics están terminados.

(Aunque siempre rezándole a todos los dioses del universo para que internet siga funcionando u_uU)

Si después de tanta cháchara todavía quieren darle una oportunidad, sepan disculpar los posibles fallos que puedan encontrar y gracias por leer :D


La cura para el dolor por aquello que perdimos es el olvido.

Siro


I

¿Es en serio?


Y un buen día el aclamado héroe de Konoha decidió sentar cabeza. No hubo aldeano, shinobi o autoridad alguna que se perdiera el gran acontecimiento, fuese invitado o espectador curioso. La celebración de la boda de Naruto Uzumaki y Sakura Haruno fue todo lo alegre, bulliciosa y alborotada que cabía esperarse.

Todos estuvieron allí, incluso una de las presencias más conflictivas de los últimos tiempos. Sólo que Sasuke Uchiha, fiel a su adusto carácter, prefirió observar los pormenores del evento a la distancia, oculto entre los árboles o deslizándose sigilosamente sobre los tejados. Resuelto aún a permanecer alejado de la aldea para continuar con su camino expiatorio, se negó a formar parte de aquellos desatinados festejos. Sobre todo, en realidad, por lo de desatinados.

Desde luego, no hubo shinobi que no se percatara de su furtiva presencia, pero prefirieron ocuparse de los protagonistas de la jornada antes que del malogrado ninja rebelde. En todo caso, les bastaba con adivinar la satisfacción de Naruto por aquella secreta compañía. Además, Sasuke demostraba así, a su peculiar estilo, cuán significativo era el vínculo que guardaba con él.

Para Sasuke, todo lo que tuviera que ver con Naruto y con la aldea, aunque fuese un asunto tan banal como una boda, lo mantenía actualizado y pendiente. Reacio aún a radicarse allí de forma definitiva, solía acercarse cada vez que sus misiones se lo permitían para verificar que todo marchase con normalidad, que la Konoha que su hermano mayor se había empeñado en defender hasta las últimas consecuencias se mantenía libre de cualquier clase de amenaza. Y jamás volvería a renegar de eso.

Así que allí estaba, observando la evolución de la fiesta desde lejos hasta que los jóvenes ninjas de su generación empezaron a caer uno tras otro en los efluvios de la borrachera. Tan típico… Los muy negligentes habían bebido como si no hubiera un mañana, brindando y aullando los nombres de los celebrados a los cuatro vientos, con demasiado estruendo para la susceptibilidad de Sasuke. Los vio entregados a ese desmesurado jolgorio casi sin podérselo creer primero y con un profundo desdén después. ¿En qué rayos estaban pensando?

Hacía cinco años que la guerra había terminado. Aunque la paz seguía extendiéndose y los focos de rebeldía y enemistad se controlaban más con diplomacia que con batallas, seguían siendo shinobis con un compromiso moral que, a las claras, esa noche se había borrado de sus cerebros. Si a algún enemigo se le hubiese ocurrido incursionar en la aldea, hubiese hallado el terreno dispuesto y una hilera de ninjas despatarrados por la ebriedad.

Ojalá se hubiera marchado antes para ahorrarse el espectáculo. Hacia el amanecer, examinando el calamitoso estado del espacioso recinto que había funcionado como salón, decidió que ya había visto suficiente. Están como una cuba, masculló para sí. Sin embargo, antes de irse se dignó a emerger de su escondite para echar un último vistazo.

Circuló entre los durmientes asegurándose que, dentro de todo, a ninguno se le hubiese reventado el hígado después de aquella vehemente competencia de resistencia. Menudas preocupaciones se presentaban en períodos de paz… Con el mayor sigilo y su natural indiferencia, los observó uno por uno sin que ningún detalle particular le llamase la atención. Hasta que pasó por delante de cierta kunoichi y escuchó un borboteo.

Hinata Hyuuga yacía seminconsciente sobre la mesa junto a unas tazas desperdigadas y vaciadas. El ninja había creído que estaba durmiendo, aunque al parecer todavía conservaba cierto grado de lucidez. ¿Quién lo hubiera pensado de ella? Pero ahí estaba, pagando las consecuencias de su lucha por no quedarse atrás ni siquiera en la bebida.

Sasuke la observó por una fracción de segundo, chasqueó la lengua con desdén y se aprestó a continuar su camino, pero una mano se cerró repentinamente en torno a su muñeca. Se detuvo, volvió el rostro y comprobó que se trataba de la misma joven.

Quiso soltarse, pero ella se aferró.

-Sasuke-kun… Eres Sasuke-kun, ¿verdad? –musitó torpemente, apenas removiéndose.

Él siguió contemplándola desde la altura de su imperecedera soberbia.

-Duerme –le recomendó, sin asombrarse mucho de que supiera que se trataba de él. Aunque borracha seguía siendo un shinobi, y además era la única que había podido permanecer despierta. Quién hubiera imaginado que terminaría siendo la vencedora…

Hinata se removió un poco más, sin soltarlo. De repente se sentó derecha con una profunda inhalación, como sobresaltada, con los ojos entrecerrados por la modorra, pero todavía alerta, el pelo cayendo sobre su rostro de forma desordenada. Se ve genial, pensó Sasuke con insidiosa ironía, completamente borracha y genial. De a poco, no obstante, pareció que se le despejaba la vista y que podía enfocarse mejor.

-Sasabía que se trataba de ti –agregó.

Sasuke empezó a sentirse fastidiado. Esa mujer no lo soltaba y él quería irse de una buena vez, sobre todo antes de que Naruto o Kakashi lo interceptaran.

-Será mejor que sigas durmiendo si quieres recuperarte –le aconsejó con indolencia, y volvió a tirar del brazo, sin mucho éxito una vez más.

-Hum… Siempre tatan sigiloso –suspiró ella.

Ahora el joven permaneció estático, sin saber muy bien cómo interpretar sus palabras. No podría decidir si las había dictado la conciencia o la embriaguez, por lo que tampoco fue capaz de darles su justo valor. Además, nunca había visto a Hinata en ese estado. Ella solía tartamudear, pero jamás decía tonterías.

Optó por hacer caso omiso del asunto. No estaba para absurdas elucubraciones sobre su personalidad, así que intentó desprenderse de su sujeción. Sin embargo, otras palabras volvieron a contener sus tentativas.

-También te quedaste solo, Sasuke-kun…

Él se le quedó mirando durante algunos instantes. Patético... Luego, ya sin contemplaciones, se desprendió de su mano con un violento tirón para poder seguir su camino. A los pocos pasos, no obstante, se detuvo. Algo misterioso e inusitado había empezado a carcomerle por dentro.

Se volvió hacia ella. Hinata ahora dormitaba, las mejillas más coloradas que de costumbre, la cabeza negligentemente volcada sobre el brazo extendido sobre la mesa, entre los restos del festín. Sasuke masculló una nueva maldición.

Con fines que contradecían su principio de "nada me importa más que mi odio", buscó con los ojos a los compañeros más cercanos. Divisó a Shikamaru, que también dormitaba.

-Shikamaru –lo llamó, e insistió un par de veces sacudiéndolo del hombro, hasta comprobar que era inútil. Buscó a alguien más-. Kiba –llamó al advertir su proximidad, pero tampoco obtuvo reacción. Menudos ninjas en los que se habían convertido.

Sasuke suspiró con hastío. Volvió con Hinata, trató de despertarla, de reanimarla, pero también fue en vano. Entonces, de nuevo contra sus prioridades, contra sus intenciones de partida y contra su atávica insensibilidad hacia cualquier espécimen perteneciente a la raza humana, la sentó con corrección para facilitar la maniobra y la cargó en su espalda para poder llevarla hasta su casa. Y maldita sea la cosa que seguía chicaneándole por dentro.

Amanecía sobre las calles de Konoha. A paso lento, paciente, Sasuke trasladó a la kunoichi hasta su casa preguntándose por qué había condescendido a comportarse de ese modo. Por alguna razón que se le escapaba, sólo le interesó hacerlo por Hinata.

Consideró que tal vez fuese por capricho. O tal vez por alguna extraña y secreta afinidad…

-Naruto –murmuró ella dolorosamente sobre su hombro, donde reposaba su cabeza.

Finalmente lo comprendió. Sasuke sabía muy bien cuánto podía calar la forma de ser de Naruto dentro del alma. De pronto cayó en la cuenta de que, a pesar del tiempo transcurrido, ella seguía enamorada de él y no quiso, ni le interesó, imaginar cuán duras habrían sido las últimas jornadas.

Sí, era verdad, ambos se habían quedado solos. Hinata a causa de la falta de correspondencia y él a causa de su historia y expiación. Como en un condenado melodrama de domingo. Sin embargo, quizá, todavía podrían procurarse alguna oportunidad, aunque tuviesen que buscarla muy adentro o, por el contrario, mucho más allá de sus propias fronteras.

Así había hecho él durante los últimos años. A Sasuke se le dio por pensar entonces que tal vez fuese por esa pequeña posibilidad que estaba haciendo por ella lo que no hubiera hecho por nadie más.

Los primeros aldeanos madrugadores empezaron a circular en torno a ellos. Sin hacer caso de sus miradas curiosas, Sasuke avanzó siempre a paso lento, siempre paciente, sin pensar en nada más. Después, sólo por Hinata, que se había quedado dormida por fin, se lanzó hacia los tejados para ganar velocidad.

.

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Para eludir a los sirvientes que ya trajinaban en la propiedad de la familia Hyuuga, Sasuke se desplazó con sigilo por las medianeras y los tejados. De alguna manera localizó la habitación de Hinata, entró por la ventana y la dejó durmiendo tranquilamente sobre su cama. Luego, sin mirarla una segunda vez, se marchó por donde había venido.

No llegó a alejarse mucho de la casa cuando, al borde de una arboleda, detectó una conocida presencia. Hizo una mueca de disgusto.

-Kakashi –profirió.

El Hokage se materializó frente a él con un simpático ademán de saludo.

-Sasuke… ¿Madrugando?

-Sabes por qué estoy aquí –repuso el susodicho. Había sentido los ojos del tipo en cada paso que daba desde que había llegado a la aldea-. No tengo que darte explicaciones.

A Kakashi le gustó que al menos él lo tratase con la familiaridad de antes, había echado de menos ese característico desaire. El carácter de Sasuke no cambiaba. Aun así, notó los diferentes matices que confería la experiencia.

-Gracias por traer a Hinata, ha sido difícil para ella.

-Ya me iba.

Pero Kakashi apenas le permitió dar un paso.

-¿Tan pronto? ¿No quieres quedarte al menos por unos días? Sé de algunas personas que se alegrarán de verte.

-Sólo dos, para ser precisos.

-¿Y qué importa? Si quieres que sean más, deberías quedarte más.

Lo último que podía interesarle a un sujeto como Sasuke Uchiha era caerle bien a alguien.

-Nos vemos, Kakashi.

De nuevo intentó marcharse, y de nuevo fue retenido.

-Te ves bien –comentó aquél.

-Estoy bien –afirmó Sasuke, algo crispado.

-Entonces deberías ser capaz de quedarte para empezar a trabajar en lo que falta.

-¿Y qué falta, según tú?

-La confianza de las personas.

-No me interesa.

-Lo sé. Pero lo necesitas.

-¿Y se puede saber qué te hace suponerlo?

Kakashi se encogió de hombros como si se tratase de un detalle sin importancia.

-El hecho de que todavía te preocupen tus compañeros.

El joven guardó silencio. Había llegado a Konoha para asistir a la boda de un amigo, procuró observar desde lejos, iba a marcharse sin mayores inconvenientes, sin molestar ni ser molestado, y de repente se le ocurría echar un vistazo entre un grupo de borrachos. Tendría que haberse ido en cuanto tuvo la oportunidad.

-Sólo ayudé a una muchacha vulnerable. En estos años he intervenido de formas más complejas.

-No lo dudo.

-No es que me conmueva especialmente su situación –se esforzó en aclarar Sasuke.

-Precisamente por eso, ya es hora de que regreses.

Un águila sobrevoló chillando sobre sus cabezas. Kakashi seguía observando a su otrora alumno con el mismo gesto cálido de siempre, conociendo perfectamente a qué clase de escrúpulos se enfrentaba. También sabía que no podría convencerlo fácilmente, que en realidad Sasuke parecía haber iniciado una vida más allá de las fronteras de Konoha, cada vez más alejado tanto desde el aspecto geográfico como desde el afectivo. Y esto era lo que más le interesaba remediar.

De algún modo tenía que conseguirlo, tenía que lograr que el ninja volviese a vincularse con ese lugar, con esa aldea, con aquello que alguna vez había sido su hogar. No ya entre su familia, tal vez, pero aún entre los suyos. Sólo entre su gente podría completar el camino autoimpuesto.

Sería difícil que Sasuke lo comprendiese, pero ya había pergeñado el modo de intentarlo.

-Todavía tengo mucho que recorrer –alegó finalmente Sasuke, desentendiéndose del tema.

-Y mucho que aprender –agregó Kakashi componiendo un gesto resignado-. Por ejemplo, que como ninja de Konoha te debes a la autoridad del Hokage.

-Tonterías.

-Y que si el Hokage te ordena algo, tú tienes que obedecer. De lo contrario, volverás a caer en una figura desagradable… ¿La de desertor, tal vez?

-Disfrutas hostigándome.

-Como al parecer tú disfrutas rebelándote ante todo –observó Kakashi, más serio esta vez-. Un poco de rebeldía es bueno, e incluso saludable, pero sólo a determinada edad. Si destruyeras el mundo donde vives porque estás insatisfecho con él, como pretendieron ciertas personas en el pasado, ¿en qué mundo vivirías entonces?

-¿A qué viene la moralina ahora?

-A que precisamente ahora eres un hombre y debes hacerte responsable. De la compañera que acabas de ayudar, pongamos por caso.

Sasuke lo miró con el ceño fruncido, confuso por el viraje de la conversación. Además, ya se había dado cuenta de que el tipo se traía algo entre manos, algo que a él, desde luego, no le gustaría nada.

-¿Qué tiene que ver Hyuuga con todo esto?

-Hinata ha estado muy solitaria últimamente, conoces los sentimientos que tenía por Naruto.

-¿Y eso qué tiene que ver conmigo?

-Necesita apoyo, motivación, alguien que la oriente.

-¿Para qué?

-Pues para olvidar el amor.

Por unos inciertos instantes, el joven no supo cómo reaccionar ante semejante enunciado.

-No te recordaba tan cursi –repuso por fin.

-Ni yo tan lento para entender.

Sasuke volvió a mirarlo con incredulidad. Poco a poco, sin embargo, la luz de la clarividencia se abrió paso entre la niebla del pasmo y la negación. ¿Podía ser posible? ¿Era en serio? ¿De verdad se lo estaba pidiendo?

¿Acaso le estaban ordenando a él, al mismísimo Sasuke Uchiha, que se convirtiera en alguna clase de… dama de compañía? ¿Qué diablos había desayunado ese sujeto?

-Estás bromeando.

-En absoluto.

-Haré de cuenta que no he escuchado nada –dijo el joven, y reinició su postergada marcha.

El otro, no obstante, supo detenerlo otra vez.

-Es una orden, Sasuke –dijo con parsimoniosa, pero inflexible cadencia.

Resulta muy difícil explicar la raigambre de un imperativo. Los ninjas no obedecen sólo porque están bien entrenados, sino porque generación tras generación han nacido para cumplir con una función definida, casi absoluta. La única diferencia reside en el tipo de autoridad que los guía así como en la coyuntura que les toca vivir.

La autoridad, entonces, es la autoridad. Se puede entrar en excepciones, en cuestionamientos, pero de por sí una orden del líder es inapelable. Y Sasuke lo sintió, sintió en cada fibra de su ser, ahora que había tenido que sufrir y que pagar, ese atávico sentido del deber que creyó haber conseguido despistar. Todo el tiempo había estado ahí, latente, esperando el día en que pudiera recordarle, para su desgracia, quién era en realidad y a qué lugar pertenecía.

Una orden del Hokage… Maldita sea la hora en que se me ocurrió venir a este condenado lugar.

Lo miró con ojos inescrutables, pero Kakashi podía leer dentro de él. Al menos había conseguido hacerle dudar.

-No tengo por qué –siseó Sasuke, la última carta que su orgullo Uchiha guardaba.

-¡Sasuke-kun!

De pronto se vieron interrumpidos por la inesperada aparición de la propia Hinata, que corría a su encuentro. Sasuke observó que se había lavado la cara y cambiado de atuendo, pero que todavía no había descansado adecuadamente. La mirada vidriosa y algo ansiosa que le dirigía así se lo revelaron.

-Sasuke-kun –repitió ella, jadeante, y se inclinó ante él con agradecimiento-. Gracias por haberme traído a casa y por haberme cuidado. Me siento mumuy avergonzada.

El ninja se le quedó mirando sin responder. Era insólito que le agradecieran de aquella manera por una nadería en el momento menos oportuno para hacerlo. Kakashi, en cambio, observó todo con las manos entrelazadas en la espalda, sinceramente divertido. Sasuke lo notó y lo maldijo por lo bajo.

-Quisiera agradecerte como es debido –continuó la kunoichi, ajena a la tensión reinante-. Por favor, acepta desayunar conmigo.

-Me estoy yendo, Hyuuga.

-No pupuedes irte sin desayunar antes –insistió la joven-. Ya lo he preparado todo y sólo tienes que venir a casa. Por favor, Sasuke-kun, sólo será una cocomida.

Kakashi carraspeó para disimular la risa. Hinata lo saludó con un gesto pero volvió a enfocarse en Sasuke, quien no podía salir aún del estupor. Pocas veces le había tocado protagonizar escenas de ese estilo.

A lo largo de su viaje, como le dijera a Kakashi, había ayudado a un sinnúmero de personas de un sinnúmero de formas. Había tenido que interferir en problemas de todo tipo, conoció a criminales de toda laya e incursionó en los asuntos de aldeas remotas y diversas. Sin embargo, en escasas ocasiones las personas por las que había abogado se dirigían a él con esa demanda, en parte por timidez, en parte por su amedrentadora apostura y en parte, quizá, porque ni bien completaba la misión solía marcharse de inmediato sin mirar atrás. Sasuke vivía para evitar esas engorrosas situaciones.

Por eso Kakashi se divertía tanto. Sasuke no sólo era insensible, sino indolente. Le costaba conectar con las personas, vincularse, y no únicamente para salvarlas de algún peligro. Por el contrario, el que necesitaba ser salvado ahora era el propio Sasuke, de una manera que él todavía se negaba a comprender.

De modo que había más de dos personas interesadas en él…

Sasuke balbuceó alguna nueva excusa, impotente ante la insólita determinación de Hinata, pero la kunoichi fue más perseverante de lo que pudo prever. Ella jaló de él y a Sasuke no le quedó más remedio que seguirla, entre azorado y confuso. Años atrás hubiera reaccionado con violencia, pero en la actualidad era incapaz de hacerlo, mucho menos con alguien que se conducía con esa clase de gentileza.

¿Siquiera recordaba ella todo el mal que había causado?

La cosa cálida que lo había aguijoneado antes volvió a arremeter dentro de sí, contrariándolo aún más. Mientras se alejaba con Hinata le echó un último vistazo a la figura de Kakashi, que se iba quedando atrás.

El maldito meneaba la mano en un burlesco gesto de saludo.

.

.

Y ahí estaba de nuevo en la casa de los Hyuuga, más precisamente en la sala. Frente a él, una opípara charola con comida humeante y aromática aguardaba de forma tentadora, pero carecía de las inclinaciones glotonas de Naruto o de Chouji. Sobre todo en las presentes circunstancias.

Definitivamente, tendría que haberse marchado mientras había podido. Pero así las cosas, no le quedó más remedio que adaptarse. Como lo hizo antes, como lo hizo siempre.

Ella lo invitó a servirse con un gesto, ruborizada a más no poder. Entre la bebida y el bochorno seguramente la pobre tendría bastante con qué lidiar. El ninja un poco se apiadó de eso, entendió lo que ella intentaba hacer y, frugal hasta la médula, procedió a servirse apenas un poco de arroz.

Sólo entonces Hinata pareció calmarse.

-Es lo menos que pupuedo hacer para agradecerte –declaró-. A lo largo de la fiesta habías estado tan apartado que temí haberte molestado con mi imprudencia.

-Preferí manejarme con discreción –dijo Sasuke, por decir algo.

-Entiendo –afirmó ella-. Hubiera querido hacer lo mismo, pepero la invitación de Naruto-kun fue tan emotiva… No podía ser la única que se negase a concurrir.

-Pues yo me negué.

Ella sonrió ante su actitud, cosa que lo ofuscó bastante.

-No te negaste, Sasuke-kun, simplemente observaste entre las sombras –dijo. Luego la sonrisa se le borró y, cabizbaja, en un susurro, agregó-: He estado en ese lugar.

Sasuke se llevó un bocado a la boca mientras pensaba en ello. Cierto, desde niña ella se había dedicado a observar a Naruto de lejos, así como al resto de sus compañeros. Supuso que le había llevado tiempo, interacción y fortaleza animarse a salir a la luz, dejarse conocer y recibir la confianza de los demás, pudo discernirlo con sólo evocar algunas imágenes, recuerdos lejanos de una vida que le parecía extraña, pero de la que había formado parte. Él también muchas veces había observado el mundo desde afuera.

Se vio en ella como a través de un espejo invertido. Mientras él rumiaba pesares y rencores, ella se armaba de valor para enfrentarse a la realidad. Mientras él se aislaba, ella se esmeraba por edificar el lugar que, como shinobi, tenía que ocupar. Mientras él huía, ella, por el contrario, se quedaba, y mientras él se rendía, ella peleaba.

Una niña a la que casi nadie miraba, una niña aparentemente débil que pasaba desapercibida. Y él, que tanto prometía, sólo fue capaz de entregarse a una causa absurda y egoísta.

-¿Sasuke-kun?

Hinata lo miró con interrogación. Sin darse cuenta se había quedado absorto con los palillos a medio camino, meditando en todo aquello. Se sintió un idiota. Dejó los utensilios a un lado con el propósito de cortar la situación.

-Tengo que irme –repitió, y antes de que ella pudiera decir nada, agregó-: Créeme que acepto tu agradecimiento, pero no hice nada del otro mundo.

-Para mí fue importante.

-Nunca he hecho nada que merezca esa valoración.

Ella percibió un dejo de amargura en su voz.

-Pero te esforzaste, y eso para mí titiene valor –repuso con dulzura.

Sólo entonces Sasuke entendió lo que había movido a Kakashi a darle una orden tan disparatada. Si había alguien que podía entender la necesidad de ocultarse en las sombras y el esfuerzo por cambiar, ese alguien era Hinata. Si había alguien que podía mirarlo sin rencor, con franqueza, vacía de prejuicios, ese alguien era Hinata. Si había alguien que podía lidiar con su temperamento sin sentirse afectada, ese alguien, por lo visto, era la misma Hinata.

La joven estaba hecha de un material que a él le resultaba del todo ajeno. Ni siquiera podía identificarlo. La fuerza que anidaba dentro de sí, la convicción con la que se movía, constituían valores de muy difícil comprensión para Sasuke y unos potenciales rivales de cuidado. Él carecía de armas para luchar contra esa clase de elementos.

Lo supo y entendió, entendió por fin el propósito de Kakashi. Maldito seas por conocerme tan bien. Por segunda vez en el día, contra sus principios, sus verdaderas motivaciones y aun contra lo que todo su ser se inclinaba a realizar, fue aguijoneado por la duda.

-También tú deberías esforzarte en olvidar.

Hinata supo bien a qué se refería.

-Eso intento –admitió-. Eso intento… cada día.

-Pero no lo estás haciendo bien –observó él.

-No es fácil olvidar –dijo ella en voz baja, algo avergonzada-, mucho menos cucuando se trata de algo tan significativo. Tú lo sabes, ¿verdad?

Claro que Sasuke lo sabía. Lo había vivido en carne propia, lo había padecido, le había conducido por una senda de regreso arduo y doloroso. Pero esta vez no se trataba de él, sino de ella. Al igual que en las misiones que había acometido a lo largo de su viaje, para su fortuna y liberación, se trataba de pensar en alguien más y no en sí mismo.

Estaba cansado de pensar en sí mismo. Kakashi había pinchado donde debía.

No sólo podía ver en Hinata un reflejo inverso, sino que también le resultaba fácil identificarse. Ambos habían perdido mucho tiempo distanciándose del resto de las personas. Tal y como ella le había dicho antes, se habían quedado solos, con las manos vacías y un dejo de insatisfacción que difícilmente podían soslayar. Eso eran ambos, precisamente: dos huérfanos emocionales con la incertidumbre del porvenir.

¿Cómo afrontar semejante acontecer? ¿Qué habría del otro lado? ¿Cuánto podrían recuperar? Si es que había algo del otro lado y si es que, efectivamente, merecían tomarlo para sí.

Sasuke vaciló un momento más.

-Debes poner más empeño –indicó.

-Eso hago, pero no alcanza. ¿Qué más podría hacer?

-Pues en principio, sería bueno que dejes de beber como anoche.

Hinata volvió a ponerse intensamente colorada y empezó a gesticular con desesperación.

-Dedesde luego, ¡jamás volvería a hacerlo! ¡Jajamás volveré a dejarme llevar! Me sentía tan frustrada que… -La joven se detuvo, miró a Sasuke con escrúpulo y optó por dejar el enunciado a medias-. Quiquiero decir…

-Entendí –se apresuró a decir él con sequedad. Si iba a aceptar aquella fastidiosa misión, habría muchos momentos pasibles de incomodísima confidencialidad femenina como ése y empezó a maldecir para sus adentros-. Sólo recuerda que la bebida no soluciona nada, sino que lo recrudece.

-Sí –afirmó Hinata.

-El poder del alcohol está sobrestimado.

-Entiendo.

-Si quieres olvidar, tendrás que buscar alternativas más motivadoras, más intensas.

-Eso haré.

-Deberás estar enfocada en nuevos propósitos.

-Nuevos propósitos –repitió Hinata como si estuviera memorizando una lección escolar.

-Tendrás que ocupar el tiempo, conocer gente, no permitirte ni un instante de sosiego. Si lo haces, si te dejas llevar por la abulia y la tristeza, estarás cediéndole espacio a la emoción que pretendes dejar atrás.

-Ocupar mi tiempo -repitió ella con mayor convicción.

-Y de ninguna manera volver a beber –insistió Sasuke con severidad-. Si te frustras, pues a soportarlo y ya, nada de ofrecer espectáculos.

-Así lo haré, shisho.

Ahora Sasuke casi colapsó. ¿Había escuchado bien? ¿Shisho? ¿Le había dicho shisho? ¿A él?

-Jamás vuelvas a llamarme de ese modo, Hyuuga –siseó con encono apenas controlado.

Hinata, no obstante, se limitó a sonreír. ¿Pero en qué diablos se había metido?

Lo había hecho. Incluso a pesar de la renuencia inicial, de lo absurdo de la empresa e incluso a pesar de sí mismo, ¡lo había hecho! Antes de sopesarlo e incluso antes de tomarse al menos la dignidad de unos segundos para mentalizarse, había terminado por aceptar la misión. Como el idiota que era, ¡como el idiota considerado en el que se había convertido! Otra de las nefastas consecuencias de haberse comportado como no debía.

Además, ¿quién era él para andar ofreciendo tales consejos?

¿Shisho? ¿Dijo shisho? Que me aspen si algún día llego a creerme semejante estupidez.

Sasuke deseó con toda el alma que la tierra se lo tragase. Sin embargo, como si su conciencia se hubiese desdoblado, de pronto se oyó asegurándole a Hinata que al día siguiente regresaría con indicaciones más específicas. Ni él mismo podía creérselo.

Por lo visto se quedaría en Konoha acatando el pedido del Hokage, y que un mal rayo lo partiera por haber accedido a eso.