Afrodita: El nacimiento de una Rosa Sangrienta.
Fecha de publicación: 1 de marzo del 2019
INFORME DEL PATRIARCA
Fui yo mismo quien se dirigió a buscarlo, era la misión que la estrellas me concedieron la misma noche que brillaron a través de mi ventana, cinco años después del despertar de la sagrada constelación de piscis. Fue en Suecia, en un desolado paraje nevado al norte de Laponia, donde encontré al niño elegido.
Cuanto me apena no haber llegado antes.
El niño Andréi Älvestam nació hijo de Björn Johan Zelmerlöw y su Amante Agnes Älvestam. Según la investigación, el padre era la cabeza de una alta mafia de alcance internacional operativa bajo la fachada de sus empresas en el área farmacéutica, asociada también a otras sub áreas. Su madre, una vedette muy conocida a finales de la década de los 50 en Suecia, fue la amante del hombre por un prolongado periodo de tiempo, estimado entre seis u ocho años, pero nunca su pareja oficial.
Una muy exhaustiva investigación desarrollada mediante el soborno de contactos relacionados en el medio, exempleados y compañeros cercanos de sus más antiguos empleos, indicaron que gracias a su relación con Björn Zelmerlöw, la carrera de la mujer se impulsó, y del cabaret saltó a las revistas, fue una reconocida imagen pública e incluso incursiono en el mundo de la música. La relevancia de esto radica en que de aquellos años de fama no queda nada, ni registros oficiales, ni evidencia tangible de ningún tipo de vínculo entre ellos ni con la mafia europea.
Por mucha limpieza de datos que se intentaron desaparecer, entre los poco informantes corrían los mismos rumores. Al parecer, la mujer Agnes Älvestam, después de una larga racha de fama y reconocimiento público, y ya profundamente asociada a mafias poderosas, para inicios de los 60 desapareció. Ni siquiera se encontró registro de la denuncia de desaparición a la policía, simplemente no fue vista nunca más y nadie volvió a hablar sobre ella.
La otra red de contactos, pertenecientes al mundo del mercado negro, entre la recopilación de sus datos nos dan a deducir que, para el momento de su desaparición, Agnes finalizó su relación con Björn en malos términos, hecho ocurrido hace exactamente 6 años, tiempo en el cual debía estar embarazada del chico.
Fue en ese periodo de tiempo que Agnes pasó a formar parte de la sociedad.
No queda evidencia oficial que lo demuestre, pero según parece, la mujer fue raptada después de que se separara de aquel hombre bajo circunstancias desconocidas. Igualmente desconozco si lo hizo con conocimiento de su embarazo o no.
Lo claro es que al perder su protección cayó inmediatamente en manos de aquellas personas. La gente que la secuestro la mantuvo prisionera durante años, esclavizada y sodomizada. Desapareció de los registros como una ciudadana libre y con derechos y paso a convertirse en una adquisición.
Al niño le otorgaron el mismo destino, lo mantuvieron en cautiverio, entrenado para la exhibición y el disfrute de hombres y mujeres, todo el que estuviese después a pagar altas sumas de dinero podía acceder al él, estaba catalogado como una pieza de lujo y el más costoso de todos los servicios que se ofrecías en aquel lugar.
Esta información la obtuve de diversos documentos que rescaté de las oficinas de la mansión a la que accedí aquel día. Este lugar era denominado como La Sociedad Juliette. Desconozco cualquier otro dato que no haya sido registrado en papel, para cuando llegue no quedo ni un solo habitante al que sacarle información, todos estaban muertos.
El cosmos del niño despertó en un súbito ataque de violencia y las mortíferas Rosas Demoniacas germinaron, absorbiendo la vida de toda alma que estuviese al alcance de su veneno. De este incidente han trascurrido ocho días, en los que me he dedicado a intentar recaudar más datos y organizarlos con los que encontré esa noche.
El nombre del niño no procede del registro civil nacional de Suecia, sino de la base de datos que archivaba la cantidad de catorce mil ejemplares, término con el cual se referían a las personas que tratarían como mercancía. A cada ejemplar se le asignaba un destino diferente según sus cualidades, todas evaluadas en aquella mansión.
Su función: base central de tratamiento, cuidado y adiestramiento de mascotas. Centro de reuniones de altos cargos de mafias mundiales, mercaderes negros, políticos influyentes y toda clase de personalidad acaudalada que formase parte de la exclusiva sociedad.
Hasta ahora, el nombre de La Sociedad Juliette no lo he podido encontrar asociado en ningún otro registro, su operatividad se ha mantenido cuidadosamente en el anonimato, por lo que me es imposible dar con organizaciones o altos cargos implicados fuera de los que ya murieron. Todos los miembros de sus listas de contribuyentes y asociados eran alias o nombres no registrados en ninguna base legal. De los registros internos, para aquella noche, encontré la cantidad de 236 empleados de la mansión, entre administración, mantenimiento y seguridad, un total de 720 ejemplares, y 1348 miembros asociados.
Del elegido aun no tengo nada, incluso hasta la fecha es difícil indagar en la mente de pequeño, está completamente bloqueada. Según los documentos que rescate, el niño había demostrado una agudeza mental inmensamente superior para su edad, como es natural entre los aprendices a dorado nacidos bajo una constelación zodiacal.
En su informe de registro personal se encontraban sus progresos e instrucciones. Apenas y aprendió a hablar, desarrolló la habilidad de comprender e imitar diversos idiomas, al igual que leerlos y escribirlos. Desarrolló rápidamente un gran oído que se instruyó en tocar algunos instrumentos y básicamente, al ser capaz de llevar acabo casi cualquier tarea didáctica que se le impusiera. Se le educó en manejo de modales refinados, canto de odas, recitación de poesía y diversas actividades de interés intelectual, debido a que eran las de mayor interés para los miembros. Todo su proceso de adiestramiento se realizaba en función de actividades a fines para el gusto de los asociados.
Y eso sin mencionar las habilidades sexuales con las que entrenaron al chico, inculcadas con la misma perfección que las demás, en los reportes rescatados son descritas con detallada minuciosidad, refiriéndose al chico como la flor de la sociedad.
…..
Shion tuvo que tomarse una pausa de varios minutos y levantarse de su asiento para tomar aire y evitar que las lágrimas que empozaban sus ojos, cayeran sobre el papel en el que intentaba registrar de la manera más fría posible los horribles descubrimientos que había hallado en aquella maldita mansión del horror.
Él era un hombre cabal, de actitud fría y cabeza despejada, así se había acostumbrado a ser desde hacía muchísimos años como Patriarca del Santuario, donde la tragedia precedía a todos y cada uno de sus habitantes. Pero incluso hoy, mientras sujetaba con manos temblorosas su taza de té verde, evocar los recuerdos de aquella noche le resultaba abrumador, aquello simplemente había sido demasiado.
Ese pobre niño, tan listo y tan pequeño, una estrella dorada destinada a brillar, estaba rota, completamente rota y era su culpa. No lo había podido salvarlo de aquel espantoso lugar hasta que fue demasiado tarde, él mismo se había liberado y al más alto precio… el de la sangre.
Desde su nacimiento había sido confinado a la esclavitud de la perversión en manos de los más despreciables y ruines seres humanos. Aquellos por los que incluso el mismo dudaba en defender la causa de su Diosa.
Al apenas poner un pie en aquella mansión todo en su cuerpo fue sacudido por una poderosa sensación de rechazo, su cuerpo se lo dijo, su cosmos, su esencia… todos sus sentidos lo alertaron, aquel sitio estaba condenado mucho antes que él llegara ahí. Las Rosas Demoniacas habían dicho la verdad, ellas habían hecho el favor de purificarlo todo con la benevolencia de su fragancia a muerte… un castigo demasiado dulce.
A medida que avanzaban a cada paso por los pasillos y recordaba la sangre que decoraba el lugar, a juego con las rosas, descubrió como ese pequeño no fue la única víctima, había muchos otros niños en la mansión, mujeres, muchachos jóvenes… todos compartían las características de poseer una belleza llamativa en diversidad de presentaciones, para satisfacer las demandas de sus miembros.
Era un maldito negocio de trata blanca y todos habían pagado el mismo precio, juntos por pecadores.
La madre de la criatura había sido también víctima de esa gente por años. Es difícil precisarlo, sin registros congruentes, ningún sobreviviente a quien sacarle información ni la posibilidad de identificar un cuerpo, pero sospechaba que ella había muerto hacía tiempo ya. O al menos, de no ser así, la mantenían lejos del niño, seguramente él desconocía su existencia… ajeno de todo contacto fraternal, lejano al conocimiento de la bondad, amor, incluso empatía, ¿Qué mal abundaría el alma de aquel pequeño?
Desde ese día, no había vuelto a hacer intento por comunicarse y ni una sola vez abrió la boca para articular palabra alguna. Su mente estaba completamente bloqueada y Shion aún no se atrevía a forzarlo, temiendo desquebrajar lo que quedaba de la conciencia del pequeño.
Era muy listo, eso lo sabía, tanto por los registros, como por experiencia, los niños dorados están en un nivel muy superior de un humano promedio, pero ¿Qué podría saber esa criatura realmente? ¿Sabría diferenciar un golpe de una caricia? Un ser que desde su llegada al mundo no había sido tratado más que como un objeto.
Seguramente también lo veía a él como a uno más de los despreciables seres que lo abusaban, por eso había intentado asesinarlo… varias veces.
No estaba preparado para los días duros que enfrentaría desde que lo trajo al Santuario aquella noche. Ordenó a las doncellas acondicionar una habitación en el templo principal como medida provisional mientras decidía que hacer con él. No le pareció apropiado arrojarlo nada más llegar al campamento de aprendices en la arena ni dejarlo solo en el templo de piscis, sería demasiado brusco. Prefería mantenerlo bajo su atenta mirada entre tanto culminaba su informe y encontraba un maestro apropiado.
Con lo que no contaba es que al niño le fuera tan difícil confiar en él. No solo se negó rotundamente a cualquier intento de comunicación existente, sino que se negaba aceptar cualquier clase de ayuda que se le ofreciese.
Las doncellas llegaron hasta su oficina aterrorizadas después de intentar cumplir la orden que les había encomendado de bañarlo, vestirlo y alimentarlo debidamente antes de guiarlo a la que sería su nueva habitación. Aseguraron que, al intentar retirarle aquel blusón blanco, la única pieza que vestía, para conducirlo al baño, rosas rojas florecieron en un parpadear de enredaderas salidas de las manos del chico y que luego las atacaron a una velocidad impresionante. Tuvieron que salir huyendo de aquella cámara antes de que las matase.
El evento se repitió otras dos veces antes de descartar la intervención de las doncellas a fin de evitarles un daño mayor. El pequeño niño era realmente peligroso, su cosmos era poderoso y no sabía controlarlo. Las rosas no ayudaban, ellas en su cruel naturaleza, no hacían otra cosa más que intentar protegerlo, pero si era él entonces quien se acercaba las consecuencias serían menores, sabia defenderse y las rosas lo reconocían, aunque los avances fueran igual de lentos.
El chiquillo se encontraba en cero, no hablaba, no daba señales de escuchar o entender nada de lo que se le decía, se negaba a probar bocado de lo que sea que se le ofrecía y ni siquiera se movía de donde se le dejaba.
En vista de su negativa a cualquier estimulo, Shion lo condujo tal y como había llegado la noche pasada a su nuevo cuarto, fue imposible quitarle la prenda que vestía, y más imposible aun intentar darle un baño, aun sus manos estaban salpicadas de sangre, también sus piernas y sus pies. Shion decidió dejarlo tranquilo y guiarlo hasta la cama para que descansara, pero también se negó, clavado en el suelo como una asta.
Intento comprenderlo, a ese niño no le seria grato ningún recuerdo vinculado a una cama, vinculado a tratarlo bien, vinculado a quitarle la ropa… El pequeño necesitaba espacio, lo sabía. También sabía que necesitaría ganarse su confianza si quería que sus rosas dejaran de ser una amenaza para el resto de los habitantes del Santuario. Pero no paso mucho tiempo antes de convertirse también en blanco de la furia de las rosas.
Al tercer día de su llegada salió de su cámara privada en busca del pequeño niño, pero no lo encontró en la habitación que lo había dejado, se alarmó al instante, sí, pero emprendió el paso escalinata abajo, seguro de donde lo conseguiría.
Su sospecha fue acertada y estaba justo donde lo imaginó, en el centro de la sala principal de la casa de piscis. Se encontraba sentado en el suelo sobre sus piernas, sus manos en su regazo sujetaban una rosa blanca en la que se perdía absorta su mirada aguamarina. Aun vestía ese sucio camisón manchado de sangre. Su espumosa cabellera cubría su infantil rostro, pero el pequeño ya sabía que él estaba allí, la alteración de su cosmos se lo dijo.
Fue entonces cuando muy suavemente su dulce y joven voz comenzó a susurrar al viento murmullos ininteligibles para cualquier oído humano, como cánticos que nadie debía escuchar. Era el lenguaje de las flores. Rosas letales germinaban por doquier, invocadas por la lengua del niño, y una densa bruma de aire tóxico lo rodeo como un torbellino.
Las rosas una vez despiertas se habían impuesto la tarea de protegerlo a como dé lugar, aunque ya no estuviera en peligro realmente, él pequeño lo ignoraba, sentía que todo lo que se le acercaba era para hacerle daño y por eso llamaba a las rosas, inocente de su verdadera peligrosidad. Buscaría refugio en ellas hasta que ya no le quedaran fuerzas.
En más de una ocasión tuvo que emprender la retirada a gran velocidad de donde el niño se había decidido plantar como una flor en la tierra antes de ser atravesado por una rosa piraña, estaba seguro de que aún no sabían lo que eran ni lo que hacían, no del todo, por eso quedaba inconsciente la mayoría de las veces, agotado ya de exprimir su cosmos. Tomó tiempo antes de que las rosas dejaran de arañarle la piel cada vez que se acercaba, pero valió la pena.
Pudo poner al chiquillo de pie y conducirlo a los altos jardines para que los conociera, le vendría bien admirar una vegetación que no fuese de naturaleza venenosa y así, quizá con un poco de suerte, conseguiría que comiera algo directamente de los árboles.
La idea, tal y como esperaba, fue exitosa. Consiguió que comiera, que caminara, que diera indicios de entender algo de lo que se le decía he incluso que tomara un baño en las aguas del manantial. Era su quinto día en la tierra de Athena cuando al fin libero de su cuerpo las manchas de la sangre que lo bañaban, de lo que no lo liberaría jamás seria de las marcas que esas manchas habían dejado bajo su piel.
Al sexto día, el pequeño se escabullo de la vigilancia sobre él y abandono la abundancia de flores y frutos en los altos jardines para internarse en lo profundo del jardín rojo real, allá donde nadie lo podía alcanzar, ni siquiera el Patriarca. Nadie podía internarse en el mar rojo y pretender salir con vida de allí. Shion simplemente lo dejo estar.
Ese niño tan listo, tenía un gran nudo atando su razón y solo había una manera de liberar su mente si quería seguir adelante, solo las rosas en su más puro estado lo ayudarían.
Desde el inicio de la escalinata frente al imponente Templo Patriarcal, Shion se quedó muy quieto dedicado a admirar largamente al pequeño, tumbado en el centro de jardín no se veía más que un puntito turquesa entre la marea roja. De allá a lo lejos, con el soplar del viento llegaban hasta sus agudísimos oídos los murmullos que brotaban de la boca del pequeño pisciano.
Él y las rosas conversaban ¿de qué? Era un misterio… siendo de las rosas demoníacas reales esperaría cualquier cosa, ellas eras criaturas de naturaleza cruel, pero no podía juzgar que con ella fuera con lo único que se llevara bien un pequeño que al igual que las rosas, germinó en un jardín venenoso.
Pero nada lo prepararía para cuando al octavo día, tras salir al fin de las entrañas del jardín, con aun unos cuantos pétalos de rosas pegados al cuerpo y enredados en el cabello. Lo llamo por su nombre, el nombre que consiguió en los registros de la Mansión.
-Andréi.
Él lo miraría directamente a los ojos y le diría con un poderoso acento sueco, contrastante con su dulce voz infantil.
-Afrodita.
Era la primera vez que le dirigía la palabra… y fue para contradecir su propio nombre.
En ese momento Shion asistió y decidió emprender marcha a su cámara privada para encerrarse allí y terminar de declarar su informe de una buena vez, ya era hora, lo que en ese momento no sabía es que esa sería la primera y última palabra que le dirigiría en meses y el único nombre al cual respondería el chico en lo que le quedara de vida.
Más de un año después (y mil circunstancias diferentes), la inspiración me asalta nuevamente para seguir escribiendo la historia que quiero contar de mi adorado Afrodita. Espero que alguien pueda leerlo y disfrutarlo.
*~Alhaja~*