Salvarte


13


—Shouto…

Él la miró, expectante.

Ella se rio débilmente, producto de los nervios. Dudo, abrió y cerró los labios varias veces.

—Te escucho —la incitó, con su heterocromía atenta en su rostro. Se encontraban recostados en la terraza del edificio de Todoroki, de cara a la noche estrellada.

—Es que es una tontería.

—No lo creo. Y si así fuera, no me importa…

Momo se ruborizó y apretó su mano en señal de agradecimiento. No esperaba que él le devolviera el apretón, después.

Con el paso del tiempo, Yaoyorozu podría llegar a afirmar que se habían vuelto más cercanos. Su interrogante era no saber del todo cuánto.

Decidió no darle demasiada importancia, de momento.

—¿Alguna vez has sentido que has estado haciendo todo mal?

El muchacho volteó la vista al cielo.

—Sí…

Momo se sorprendió.

—¿De veras?

—¿Por qué mentiría?

—Me cuesta creerlo. Eres tú, el que lo es bueno en todo.

Por el rostro del joven cruzó una sombra.

—Te he dicho que no soy el mismo adolescente que era hace unos años… Creo que lo único que comparto con aquel niño es que aun sigo relacionándome contigo.

—Y eso… ¿Te gusta?

Él se encogió de hombros.

—No lo sé. Simplemente es, supongo.

Momo intentó fingir que no le había sido dolorosa aquella respuesta, girando su cabeza hacia el lado opuesto. Se consideraba a sí misma tonta por sentir ese repentino nudo en su garganta. Sabía que él, particularmente él, no era el mejor desenvolviendo sus emociones, mucho menos expresandolas.

Pronto sintió la mano de Todoroki tomarla por la barbilla, obligándola a voltearse nuevamente. Shouto se había incorporado colocando su torso por encima del de ella.

—No quise decirlo así —habló seriamente.

Se removió inquieta, huyendo de su mirada bicolor.

—Está bien…

—Mírame.

Yaoyorozu continuó sin poder enfrentarlo.

—Momo, por favor —Ni suplicando su voz rasposa dejaba de ser autoritaria.

Ella se armó de valor y finalmente fijó sus ojos negros (de pronto acuosos) en los suyos. Todoroki frunció levemente el ceño.

—Si te digo que estoy agradecido de que estés aquí conmigo, ¿me creerías? —susurró, antes de besarla en los labios. Fue un beso dulce, cuidado.

—¿De verdad? —farfulló. La sangre comenzaba a acumularse en su rostro.

—No sabes cuánto —suspiró él, aun contra su boca. Rozó su labio inferior con la punta de su lengua, y Momo se mostró receptiva a su insinuación. Todoroki movió sus labios arriba y abajo, hasta que decidió encontrar su lengua con la de ella, en un beso que no tardó en volverse cálido y sensual.

—¿Por qué? —logró articular, con la mente nublada por sus besos.

—¿Por qué? —repitió, con su aliento ascendiendo por su cuello, erizandole la piel. Se detuvo para dedicarle especial atención con sus labios a la zona sensible que se encontraba justo debajo de la mandíbula de la chica—. Pues porque estás aquí… Si no fuera así, yo... —Se detuvo. Volvió a acostarse para mirar el cielo, y tras suspirar, terminó—:… Estaría solo.

Yaoyorozu se mordió el labio inferior, pero no contestó.

—¿Tú sientes que has estado haciendo las cosas mal? —continuó, él.

—¿Eh?

—La pregunta que me has hecho al principio —respondió, con calma.

Momo tragó saliva.

—Sí. Bueno, a veces… —Su tono de voz pareció descender unos cuantos decibeles. Todoroki lo percibió, echandole un vistazo de reojo. La de cabellos negros se revolvió en su lugar.

—No conozco tus circunstancias, ni por qué lo dices… Pero lo único que puedo decirte es que tú eres alguien que sabe cómo armar soluciones a situaciones conflictivas.

Momo rio suavemente.

—Solo estás analizándome bajo mis virtudes como heroína. La vida no es una misión, Shouto. No siempre nos enfrentamos a un enemigo, o por lo menos no a uno externo. A veces, el enemigo solo somos nosotros mismos.

—Puede que así sea… Pero una cosa no quita la otra. Esa virtud la tienes como heroína, pero la persona detrás de esa heroína eres tú. Confía más en tí misma. Incluso si tú propia enemiga eres tú… Podrás con ello.

—¿Y si no puedo hacerlo? —preguntó, con la frustración impregnada en su tono de voz. Se cubrió los ojos con su antebrazo.

La mano del muchacho se cerró en torno a su brazo y tiró del mismo para destaparle los ojos. La observaba atentamente, con sus ojos bicolor endulzados bajo la luz de las estrellas. Sus ojos la enfrentaban con una dulce melancolía.

—Descuida, a las personas como tú, los finales felices son los unicos que las aguardan al final de todo.

Momo inspiró hondo, de pronto emocionada por sus palabras. Embargada por la emoción, le tomó la mano con ambas suyas, sorprendiendolo.

—Tú tendrás tu final feliz —le aseguró, con sus noches humedecidas.

Él la miró contrariado.

—No… No lo creo.

Pensaba en su madre, y aquel fue motivo suficiente para que le ardiera el pecho. Inmediatamente, su mente conectó aquel pensamiento con su padre, en lo infeliz que era a su lado.

En lo infeliz que era…

En las decisiones que no había podido tomar y en las que no estaba tomando.

—Claro que sí...

—Como bien has dicho, a veces el enemigo somos nosotros mismos. Lamentablemente, soy un enemigo muy fuerte.

—¡Pero eres un héroe aún más fuerte! —afirmó, con el ceño fruncido por la convicción de sus palabras.

Todoroki parpadeó, abrumado, y apartó la vista.

Lo duro de que alguien tuviera tanta fe en uno mismo, era decepcionarlos luego por no poder cumplir con sus expectativas.

—¡Shouto! —exclamó de pronto ella, emocionada—. ¡Mira! ¡Ya ha comenzado!

El joven alzó la vista al cielo y observó luego de prestar atención, cómo las luces de las estrellas se movían de un lado a otro. Esa noche iba a haber una lluvia de estrellas fugaces, y había sido idea de Yaoyorozu aguardarla, juntos, allí.

—¡Mira, mira! ¡Ahí! ¿La has visto? —exclamó, eufórica.

Tal exceso de energía fue hasta casi contagioso.

—Sí —dijo, sonriendo brevemente—. Oh, ahí pasó otra.

—¡Ay, me la he perdido!

—Ahí hay una.

—¡Oh! ¡De nuevo me la he perdido!

—Presta atención.

Ambos aguardaban expectantes por la próxima estrella fugaz.

—¡Ahí! —dijeron ambos, señalando el mismo sitio.

—¡Ah, rapido! ¡Un deseo, un deseo! —Yaoyorozu lo dijo de forma tan atropellada que Todoroki apenas la comprendió.

—¿Un deseo, dijiste?

Pero ella no respondió. Tenía los ojos cerrados y mantenía los dedos cruzados mientras movía los labios en una promesa silenciosa. De pronto, los abrió para mirarlo, sonriente.

—¿Has pedido un deseo?

—Sí.

—¿Qué has pedido?

—Oh, no puedo decírtelo —le sonrió, con picardía.

—¿Por qué no?

—Dicen que así no se cumplen.

—Oh.

—Pero descuida, he pedido algo para los dos.

Todoroki sintió un repentino calor en las mejillas ante la crudeza de la verdad: Yaoyorozu era, sin dudas, una mujer muy hermosa. Demasiado hermosa para su propio bien.


Yaoyorozu se removió inquieta mientras aguardaba. Miró el reloj: eran las ocho menos cuarto de la mañana, en cualquier momento, tendría que aparecer.

Una Itsuka muy dormida cruzó el umbral de la puerta, conteniendo un bostezo con la palma de su mano.

—¡H-Hola! —saludó Momo, dirigiéndole una sonrisa tímida.

La pelirroja la saludo con un asentimiento de cabeza mientras descargaba sus pertenencias en el perchero y la mesa.

—Te he preparado un té —comentó, presionando las manos alrededor de su taza humeante.

Itsuka viro los ojos hacia la taza que se encontraba frente a Momo.

—Gracias, pero necesito un café. El de la máquina estaría bien. Ya regreso —comentó, desapareciendo de la habitación.

Yaoyorozu se mordió el labio, bajando la vista.

Al cabo de un rato su amiga regresó, sorbiendo el café instantáneo de la máquina del pasillo. Desde hacía más de una semana que la pelirroja se mantenía distante desde su encuentro en lo de Lala. Y por muy ridículo que sonara, a Yaoyorozu se le estaba haciendo cada día más complicado acercarse a su mejor amiga. Itsuka, de alguna manera, había interpuesto una barrera invisible pero perceptible entre ambas.

Momo volvió a infundirse valor.

—¿Has visto la película que está en cartelera?

La muchacha alzó las cejas y clavó sus ojos verdes, desganados, en ella.

—¿La de la pareja? Sí…

Yaoyorozu sonrió.

—¡He sacado dos entradas! Me preguntaba si tú…

—Lo siento, pero no. Tengo cosas que hacer.

La sonrisa se desvaneció del rostro de Momo.

—Ah, claro. ¿Qué cosas? Si se puede saber —inquirió, con contenida inquietud.

Itsuka se demoró en responder, se tomó su tiempo para sorber el café.

—Tengo que visitar a mi madre.

La misma excusa que ella le había dicho.

Momo parpadeó, entre dolida y enfadada. No pudo evitar ponerse de pie, desatándose la coleta del cabello, en un gesto de histeria.

—¡Ya! Con que esas traemos…

Itsuka la fulminó con la mirada.

—¿De verdad te crees en condiciones de recriminar?

—Entiendo tu enojo, pero tus prejuicios son válidos hasta cierto punto. Si tan solo me dejaras explicarte…

Ella puso los ojos en blanco.

—No tienes que explicarte.

Momo se desesperó.

—¿Entonces cómo arreglaremos las cosas?

—¿Quién ha dicho que quiero arreglarlas? —respondió, mordaz.

Yaoyorozu parpadeó, helada.

Un silencio sepulcral se instaló entre ambas.

Tocaron la puerta. Un asistente de aspecto nervioso las interrumpió. Pareció notar la tensión del ambiente, hecho que solo incrementó su nerviosismo.

—L-Lo siento mucho, señoritas —tartamudeó, mientras se empujaba los lentes que se habían deslizado a lo largo del puente de su nariz—. Me temo que se requiere a alguna de ustedes para que se dirija a la agencia Todoroki.

Ambas intercambiaron miradas incómodas. La mención del héroe bicolor, por algún motivo, volvía aún más pesado el ambiente.

—Yo. Yo iré —habló en voz alta Yaoyorozu, apresurandose por tomar su abrigo y marcharse de allí.

Itsuka quedó a solas en la oficina de la agencia, junto con las tazas de té que se habían quedado olvidadas, aún humeantes.

Sin poder controlarse, agrandó uno de sus puños con su quirk y lo estampó en el medio de la mesa, estrellando ambas tazas de porcelana.

—Ah, demonios… —susurró, observando con pronto arrepentimiento el desastre—. Tendré que reponerlas...


Yaoyorozu se encontraba dando vueltas sobre sus zapatos de tacón dentro del flamante edificio de la agencia. El inmenso personal de la misma la cruzaba mirase por donde mirase. Inconscientemente comenzó a dar golpecitos con su tacón, impacientándose. Tomó aire y se dirigió a una joven menuda, de aspecto adorable, que aguardaba tranquilamente al lado de un dispenser de agua.

—Disculpa, ¿sabes dónde se encuentra el cuarto piso? Hace rato que me encuentro dando vueltas y no puedo hallar los elevadores.

La chica alzó la vista vagamente hasta que sus ojos se toparon con el rostro de la heroína. Estos se agrandaron tanto que Momo temía que fueran a salirse de sus órbitas.

—Oh, por todos los cielos… —la muchacha se pellizcó a sí misma la mejilla—. E-Eres Creati, ¿verdad?

Yaoyorozu sonrió con algo de pena, asintiendo.

—¡No puedo creerlo! —Exclamó, aun observándola como si tuviera delante suyo una alucinación y todavía no terminase de creerse de lo real de su existencia—.¡T-te sigo desde hace tiempo! —y ruborizándose, añadió, de forma atropellada—. Siempre me gustó mucho tu forma de trabajar.

—Gracias.

—¡Lo siento! Me he desviado demasiado, ¿verdad? ¡Es que me has sorprendido…!

Ella rio, sin saber por qué, restándole importancia.

—No pasa nada…

—¿El cuarto piso, decías? Los elevadores están por aquí, sígueme —habló, con una sonrisa un poco más relajada, pero aun con las mejillas sonrosadas—. También soy nueva aquí. Aun me cuesta acostumbrarme, es una agencia gigante, ¿a que sí?

La más pequeña continuaba conversando con Momo animadamente mientras se movían por el pasillo, hasta que de pronto su rostro enrojeció hasta el punto de tomar una tonalidad bordó y su boca se cerró a mitad de una oración.

Yaoyorozu, extrañada, miró al frente y no tardó en reparar quién era el culpable. Todoroki avanzaba con una arrogancia inconsciente por el pasillo, luciendo su elegante traje. Sus ojos, amargos, enmarcados por unas profundas ojeras, no tardaron en encontrarla.

—¿Momo?

A Yaoyorozu no le pasó desapercibido cómo su acompañante parecía estar a punto de hiperventilar cuando Todoroki se detuvo frente a ambas, aunque era evidente que este no se había percatado de la presencia de la otra en lo absoluto. Sintió algo de compasión por ella al comprender que, de seguro, sentía más cosas por el joven que una simple admiración de colega.

—Shouto —suspiró, aliviada de verlo.

—¿Qué haces aquí? —Su mirada se había suavizado y sus labios se curvaron de manera casi imperceptible.

Yaoyorozu le mostró el sobre que contenía los informes.

—Mi agencia me ha enviado aquí de nuevo…

—Me hubieras avisado —le reprochó, en un tono más íntimo—. Un mensaje habría bastado para decirle a mi secretaria que fuera a esperarte en la entrada. O lo habría hecho yo mismo…

A Momo se le derritió el corazón. No pudo evitar pensar en la última vez que había estado allí y cuán distintas eran las cosas entre ambos desde ese entonces.

—Lo siento, es que ha sido algo de último momento. No se me había ocurrido hacerlo…

—¿Te encuentras bien? —le preguntó, observándola atentamente—. ¿Has comido? Te ves agotada.

Ella asintió, de pronto intimidada bajo su escrutinio.

—Tenía entendido que tu agencia estuvo metida en una misión muy importante. Pensé que seguro habías ido esta noche —continuó él.

Yaoyorozu frunció los labios al recordar su jornada laboral.

—Ha sido un poco difícil.

—Sí, me imagino. Han contactado con nosotros. Mi padre ha mandado refuerzos.

La tercera joven se encontraba a unos pasos de ellos, observándolos boquiabierta. Sus ojos se alternaban de uno en otro, impacientes por retener en su retina lo máximo posible de aquella escena que rozaba lo surreal. Se sentía, de pronto, aplastada por la magnitud de la belleza que ambos desprendían. La forma en la que ambos se miraban, lo cerca que se mantenían de pie el uno frente al otro y la complicidad con la que se hablaban, dejaban a la muchacha con ganas de seguir averiguando qué tipo de relación tenían ambos famosos héroes.

—¿Cómo te encuentras? —preguntó él, de pronto más serio, mirándola fijamente.

Yaoyorozu sonrió torpemente.

—Bien.

—No tienes que mentirme. Me doy cuenta.

—¡N-No…!

—Ven, vayamos a mi oficina…

—¡E-Espera! —lo detuvo, preocupada.

El joven bicolor la miró sin comprender.

—Ella me ha traído hasta aquí —le comentó, sonriéndole encarecidamente a la curiosa chica que en ese momento se encontraba temblando por ser observada por el mismísimo Todoroki.

Cuando ambos posaron la vista en ella, la joven soltó un respingo y se irguió lo más derecha que pudo.

—¡N-No ha sido nada! ¡E-Es un placer para mí! —se inclinó delante de ellos en una exagerada reverencia. Sus ojos fuertemente apretados—. ¡B-Buenos días, señor!

Todoroki la observó vagamente y asintió en un tosco saludo.

—Mh.

Momo se mordió el labio inferior, lamentándose en su fuero interno por el nuevo corazón que había roto Shouto en aquel preciso instante.

La chica se incorporó aún más sonrojada (si es que eso era humanamente posible), y decepcionada, comprobó que Shouto apenas se había percatado de su presencia.

—¡Ha s-sido un gusto! ¡A-Adiós!

Y antes de que alguno de los dos pudiera siquiera responderle, la joven se alejó a una velocidad de vértigo de ambos (Momo supuso que la velocidad debía de ser su Quirk, hecho que le hizo recordar a su ex delegado de clase).

Momo le dirigió una mirada ceñuda.

—Deberías ser más cuidadoso con las chicas nuevas.

—¿De qué hablas?

—¿Lo ves? Ni te enteras… —Momo negó con la cabeza sonriendo con incredulidad—. Le acabas de romper el corazón a aquella niña…

Él la miró atónito.

—¿Yo? Pero… ¿Qué?

Momo rio suavemente, sin poder creerlo. De pronto soltó un bostezo, cubriéndose la boca con la palma de la mano.

—Nada, solo sé un poco más cariñoso con tus colegas nuevas, ¿sí? Es muy intimidante ingresar a una agencia cuando apenas te abres paso al mundo.

Todoroki frunció el ceño, meditando seriamente las palabras de la joven.

—¿Cariñoso…?


—Vengo con Creati —dijo, con algo de brusquedad, frente a la secretaria que aguardaba fuera de la oficina.

Ella se acomodó los lentes.

—Sí, puedo verlo.

A Yaoyorozu le sorprendió la tensión que parecía haber entre ambos dos.

—Hola —saludó con timidez.

La secretaria le devolvió una cordial sonrisa.

—Bienvenida —y echándole un vistazo al ordenador, inquirió—. ¿A qué hora tenía cita con el joven Todoroki?

—Ella no tiene cita —masculló Todoroki, malhumorado.

Su secretaria no tardó en mostrarse molesta, acomodándose con nerviosismo los lentes sobre el puente de la nariz.

—¡Pero los que tomaron la cita de las diez deben de estar por llegar en cualquier momento…!

—Me temo que es una reunión de urgencia. Tenemos que tratar asuntos confidenciales de su última misión —mintió, ante la mirada atónita de Momo—. Si no te importa, ¿podrías cancelar todo compromiso que tenga hasta nuevo aviso?

La secretaria pareció sorprendida, y algo mortificada por la propuesta.

—Pero joven Todoroki, su agenda está apretadísima.

—Me temo que estas son las circunstancias —dijo, sin dar el brazo a torcer.

La secretaria suspiró, controlando el temblor de sus manos, que parecían anticipar un ataque de nervios.

—De acuerdo.

—Lo siento —susurró Yaoyorozu una vez que pasó por su lado, sonriéndole con culpabilidad.

La empleada negó con la cabeza restándole importancia en un gesto de evidente resignación.

Yaoyorozu se quedó cerca de la puerta mientras observaba cómo Shouto se dirigía a su inmenso escritorio. Este se apoyó sobre el mismo y la observó fijamente.

Un silencio incomodo se esparció en el ambiente.

Momo apartó la vista.

—No te preocupes por ella —profirió, adivinando sus pensamientos.

—Parecía estresada.

—Me tiene harto.

—Es su trabajo…

—Me pone citas cada veinte minutos —suspiró, masajeándose los ojos con agotamiento—. No puedo con todo, estoy agotado…

Momo sintió pena por él. Se acercó hasta su lado y le revolvió el cabello cariñosamente.

—Bueno, supongo que ésta es la ventaja de ser el hijo del dueño de la agencia —le sonrió, comprensiva.

Shouto cerró los ojos ante el contacto y luego los abrió, observándola a través de la mano de ella en un gesto casi aniñado. Se veía, a su parecer, incluso más joven que a los dieciséis, al menos por una fracción de segundo.

—Quería verte —le dijo.

Sus palabras provocaron que su corazón diera un vuelco. Sin poder contenerse, se lanzó hacia él en un abrazo que este aceptó, de pronto aliviado.

—Yo también quería verte…

—Lo sé, no tienes buena cara.

—Qué sincero —bromeó ella, con la mejilla en su hombro—. Podría decir lo mismo de ti.

—Nunca tengo buena cara.

—Tu cara para mí siempre es una buena cara —Shouto apartó la vista, algo ruborizado. Ella sonrió—. Solo que a veces te ves más cansado que otras… Hoy, por ejemplo, te ves enfadado.

Él se tensó.

—No lo estoy… —murmuró, apartando la vista—. Al menos, no contigo.

El teléfono sonó, pero él no hizo ningún amague para ir a atenderlo.

—¿No contestarás…?

Shouto gruñó a modo de respuesta, observando con fastidio el teléfono. Al cuarto voceo, sonó el contestador con la explosiva voz del dueño de la agencia:

—¡Shouto! ¡Shouto! ¿¡Pero qué rayos?! ¿Qué demonios te sucede ahora? ¿Por qué has cancelado tus citas? ¿¡Se puede saber qué diablos te ocurre?! ¡Shouto! ¡SHOUTO! ¡Si no contest-

Yaoyorozu soltó un grito ahogado cuando vio cómo su ex compañero desconectaba el cable del teléfono, quedando la voz de Endeavor en el olvido.

—Tsk, cierra la boca, maldito imbécil —Y ante la mirada atónita de la chica, añadió, algo más calmado—. Lo siento.

—No te preocupes. Ahora entiendo de dónde viene tu enojo —se encogió de hombros y le dedicó una breve sonrisa comprensiva, que él torpemente intentó corresponder.

—Yo… Lo siento, luego de todo esto, me olvidé de lo importante —Volvió hacia ella. Una mano, vacilante, se posó en su mejilla—. Tus ojos…

Momo tragó saliva, expectante.

—Estás triste —afirmó. Su pulgar rozaba su piel, en una áspera caricia.

Yaoyorozu agrandó los ojos, vulnerable.

—¿Sucede algo? —inquirió Todoroki.

Momo se sintió nerviosa ante su escrutinio.

Buscó rápidamente dentro de su carterita de diseño y sacó unos boletos. Ante el gesto confundido de él, comentó, tímidamente:

—Me han rechazado para ir al cine y me ha quedado una entrada…

—¿Eso quieres? ¿Ir al cine?

Yaoyorozu se ruborizó.

—¡Sé que es muy distinto a los planes que solemos hacer! Pero es una función de trasnoche. E-Entendería que no quieras ir, por eso… —pero no pudo terminar de hablar, ya que Todoroki presionó sus labios contra los suyos.

—Quiero ir.

El rostro de ella se iluminó con una hermosa sonrisa que hizo estragos en el interior del muchacho.

—¿De veras? —Todoroki asintió.

—Te pasaré a buscar por tu casa, ¿está bien?

Momo asintió. Se miraron, ella con una sonrisa dulce, él con su esbozo de sonrisa que era capaz de proferir.

Terminaron de sellar su cita con un beso. Todoroki la apretó contra su cuerpo, y ella, temblorosa, tomó el rostro de él entre sus manos. El enojo y la tristeza se fusionaron en el roce de sus labios, provocando en ambos una pérdida temporal de la noción del espacio.

Yaoyorozu se separó, anhelante por una bocanada de aire. Y él no perdió tiempo, mordisqueó suavemente el espacio debajo de su oreja y comenzó a dar cortos pero sensibles besos a lo largo de su cuello, intercambiando el roce de sus labios, de vez en cuando, por el roce de su lengua.

Ella soltó un gemido que lo encendió aún más, y perdiendo la dulzura empleada hasta el momento, llevó las manos hacia sus senos y comenzó a masajear aquel sector de la tela detrás del cual se escondían sus pezones. Estos, ante el contacto, se endurecieron como dos guijarros.

Unos furiosos golpes estallaron contra la puerta.

Ambos soltaron un respingo, separándose lo más veloz que pudieron.

—¡Shouto! ¡Shouto! —Endeavor forcejeaba con el picaporte, impacientándose. Dio un último golpe de frustración contra la puerta—. ¡Diablos! ¡Abre la maldita puerta! ¿Qué demonios haces encerrado?

Momo se tomó el pecho con la mano intentando calmar su latir desenfrenado. La culpa y la vergüenza se apoderaron de ella.

—Tranquila —susurró él, apretando su mano—. Yo me encargo.

Sus ojos decididos, aquellos que conocía muy bien, le transmitieron cierta tranquilidad.

Endeavor continuaba vociferando enfurecido del otro lado, cuando entonces, su hijo, abrió la puerta.

—¿¡Qué diablo te pasa?! —gritó, una vez que estuvo cara a cara con su progenitor. Sus ojos, enfurecidos, se detuvieron en la muchacha que se encontraba detrás. Le dirigió un antipatico ceño fruncido que le congeló los huesos.

Yaoyorozu sonrió débilmente.

—Buenos días, señor Endeavor —saludó, dando una pequeña reverencia.

El hombre se limitó a fruncir el ceño, si es que aún más era posible.

—¿Qué hace esta niña aquí? —gruñó, buscando explicaciones en su hijo. Las mejillas de Momo se tiñeron de un intenso rojo.

—No es ninguna niña. Es Creati, papá —contestó entre dientes—. Vino a entregar los informes de su agencia. Ella estuvo en la misión a la que tuvimos que mandar refuerzos —explicó—. Me estaba contando los detalles. Considero que, dadas las circunstancias, su información es prioridad.

—Las prioridades las marco yo, muchacho.

Momo agradeció el hecho de que las miradas no pudiesen matar, porque sabía perfectamente que ninguno de los tres podría haber sobrevivido a aquel momento para contarlo.

—Tú —exclamó el jefe de la agencia dirigiéndose a ella con prepotencia—. ¿Ya has terminado tu trabajo aquí?

—No te dirijas a ella así —le advirtió Shouto, tenso.

Momo le profirió una sonrisa conciliadora a su ex compañero y luego se dirigió, no sin cierta timidez, al héroe intimidatorio.

—Así es. Los detalles más puntillosos están relatados en los informes —y, sujetando con mayor firmeza su cartera, intentando ocultar el temblor de sus manos, añadió—. Muchas gracias por recibirme en su agencia. Permiso.

Les hizo una pequeña y veloz reverencia a los dos, y caminando lo más rápido posible, salió de la oficina.

—¡Espera...! —pudo oír a Shouto desde dentro, pero fingió no hacerlo. Se despidió cordialmente de la secretaria y se apresuró por llegar a los ascensores.

Una vez fuera de la agencia, soltó el aire, tomándose de las puertas de su coche con agotamiento. De alguna manera, se sentía aliviada de no estar en frente del dueño y futuro heredero de la agencia Todoroki.


—¡Ah, eres tú, niño!

Todoroki no supo bien qué decir. La anciana seguía igual a como la recordaba en sus años de estudiante. Se preguntaba cómo era posible, y si acaso las ancianas eran eternas.

—Hola —saludó.

—Adelante. ¡No te quedes ahí parado con este frío! Ven, pasa.

Él hizo una breve reverencia y cruzó el umbral de la puerta de aquella lujosa mansión. Pese a provenir de una clase económica bastante afortunada, no dejaba de asombrarse de lo demencial que se veía aquel sitio, con su inmenso tamaño, sus inalcanzables techos, su decoración antigua y su resplandeciente limpieza.

—Qué lindo sitio —comentó, sin dirigirse especialmente a Donatella, pero sin poder evitar decirlo en voz alta.

—No queda muy bien que lo diga, pero estoy de acuerdo —frunció los labios no muy satisfecha con algo—. Está un poco frío últimamente, estamos teniendo problemas con la calefacción.

—¿Momo pasa frío? —inquirió, sonando preocupado sin siquiera pretenderlo.

—Oh, no. El piso de ella está bien calefaccionado —le respondió, con la ternura brillando en sus antiguos ojos.

El alivio se reflejó en su rostro por unos ínfimos segundos.

—Qué bien.

—Niño, ¿puedo decirte algo?

Él la miró en señal de que la estaba escuchando.

—¡Qué grande estás! Te encuentras igual de buen mozo que cuando viniste aquí por primera vez. Más hombre, si me lo permites decir —añadió con una sonrisa pícara. Y luego, sus ojos se vieron preocupados—. Eso sí, te recordaba menos delgado y no tan agotado, niño.

Lo sé, quiso decir él.

—Son las consecuencias del oficio…

Ella asintió, como si comprendiera por completo a lo que Todoroki se refería.

—A Momo siempre la fastidio con que coma bastante—confesó, con cierta culpabilidad—. Creo que a estas alturas ya no me soporta.

—Siga haciéndolo, es muy importante que ella lo haga —sonrió brevemente.

Se escuchó una voz femenina en lo alto de las escaleras.

—Veo que no habrá forma de ponerme a régimen con ustedes dos —bromeó Yaoyorozu. Tenía un vestido negro de tirantes y una amplia sonrisa en su rostro.

—¿Regimen? ¿¡Tú?! ¡Patrañas! —exclamó, escandalizada—. Ya te he dicho mucho últimamente que te encuentras demasiado delgadita para mi gusto… ¡Bah! ¡Mejor los dejo a solas antes de que me agarre un achaque de vieja mañosa…!

Momo sonrió divertida, y una vez que se fue la ama de llaves, se dirigió a él.

—Ven, sube. Dejé el abrigo en mi habitación.

Todoroki la siguió por los sinuosos pasillos hasta llegar a la habitación de la joven. Nunca antes había entrado, puesto a que las veces que había ido a su casa había sido con fines escolares, y ambos eran (de manera tácita) vigilados por la ama de llave en el salón de lectura que se encontraba pisos debajo.

La habitación de Momo no se salía de la decoración del resto de la casa. De aspecto antiguo y elegante, el estilo victoriano adornaba cada rincón del cuarto. En el centro del mismo, su cama tamaño king con dosel llamaba mucho la atención, especialmente por la bola de pelos blanca que se encontraba sobre la misma, enrollada como una dona.

—Un ser peludo —señaló.

El gato persa pareció oírlo y estiró su gordo cuello para observarlo con su rostro ceñudo. Todoroki parpadeó, preocupado.

—¿Puede entenderme?

Momo soltó una risita y se aproximó a su gato.

—Pierre es muy inteligente, no me sorprendería —aseguró. Luego se acercó a él y agachándose hasta su altura comenzó a acariciarlo debajo de la barbilla. El gato comenzó a ronronear y entrecerrar los ojos en un gesto de puro gozo—. Ven —le dijo a Shouto—, deberían conocerse.

Todoroki se acercó algo dubitativo y se puso a la altura de Momo.

—No creo que sea una buena idea —murmuró, inseguro, al ver los grandes ojos del felino puestos en él. Por primera vez se sintió intimidado por otro ser vivo que no era su padre.

—Tiene cara de malhumorado pero es un buen gato. Un poco orgulloso quizás, demasiado mimado para su propio bien. Mira, tienes que hacerlo así. Despacio. A los gatos no les gusta la brutalidad. Por lo general, no le suelen gustar los hombres que vienen a casa, pero seguro contigo es distinto. Tú eres distinto.

Todoroki, un tanto desconfiado por las palabras de ella, imitó, de manera torpe, el gesto de ella. Al recibir una buena respuesta por parte de él (que se resumía en el hecho de que no le hubiera arañado la cara), se envalentonó para profundizar las caricias. Pronto sintió una extraña vibración, parecida a la de un pequeño motor, que provenía del gato.

Momo sonreía más y más.

—Esta ronroneando —susurró—. Eso quiere decir que le gusta —Y tras decir aquello, Pierre cerró los ojos y restregó su cabeza redonda contra la mano de Todoroki, para sorpresa del joven. Momo se echó a reír—. Sí, definitivamente le gustas —y poniéndose de pie le acarició de manera despreocupada la zona entre las pequeñas orejas antes de alejarse—. Tienes tan buen gusto como yo, Pierre.

Shouto continuó acariciando al gato y este no podía estar más conforme con la idea. El felino se retorcía del gusto, refregando su cabeza con fervor contra la mano del muchacho. Incluso se había puesto panza arriba, exponiéndola de una manera muy tentadora. Pero de pronto recordó que alguna vez había oído que a los gatos no les gustaba que los tocaran allí, así que se contuvo.

«Es una trampa».

—Vaya, creo que empiezo a ponerme un poco celosa —bromeó Yaoyorozu, dándole un dulce beso en la mejilla, muy pero muy cerca de sus labios.

Todoroki al escuchar la palabra celos se tensó. Algo, sin saber muy bien qué, se removió en su interior.

Sin pensarlo, inquirio:

—¿Has traído a muchos hombres antes?

De pronto, la idea de que aquella escena se hubiera replicado anteriormente con otra persona que no fuera él le producía una extraña sensación de desesperación. El solo pensar que Momo podía abrazar a alguien así y tratarlo como a él lo hacía le resultaba hasta insoportable.

«No lo entiendo».

Yaoyorozu pareció sorprendida por la pregunta pero luego negó suavemente con la cabeza.

—Fue una forma de decir. Mikal, por ejemplo, viene todo el tiempo. A Pierre no le gusta Mikal, y a él tampoco le gusta Pierre, no sé si logro explicarme… —y rio, de manera ausente, como recordando algo—. Y luego… Bueno, nuestros compañeros de UA han venido a casa en varias ocasiones y se han conocido con Pierre… Y aquellos encuentros no fueron los mejores, ya sabes muy bien que no eran chicos muy tranquilos y cuidadosos…

Todoroki se quedó en silencio, con la mirada perdida puesta en el gato.

—No he estado con otro chico antes que tú —le susurró, muy bajito, en la oreja—. Solo… Bueno, con un desconocido en una discoteca una noche, pero no fue una experiencia para nada agradable y sinceramente prefiero olvidarlo. Ni siquiera lo contaría como haber estado con alguien.

Por algún extraño motivo, sintió un inesperado alivio.

—No… No importa, no te lo he preguntado…

Momo le mordisqueó de manera cariñosa la piel blanca del cuello, causando que él cerrara un ojo.

—Lo sé, pero quiero que sepas que siempre has sido tú el que me ha gustado —y con una peculiar sonrisa, Momo se puso de pie para tomar su bolso de mano—. ¿Nos vamos? Llegaremos tarde a la función.

Él asintió y se puso de pie, dispuesto a seguirla. Pierre lo miró enfurruñado, de pronto confundido por la abrupta interrupción.

—Nos vemos, ser peludo.

—Puedes venir cuando quieras a pasar un rato con él. Creo que los dos estaríamos encantados.

Shouto sonrió.

—Eso haré.

Se dirigieron a la función de trasnoche en el auto de Todoroki y con alivio, este notó que no se trataba precisamente de una función muy concurrida. En la sala de cine podía contar a veinte personas como mucho, y Yaoyorozu había sido lo suficientemente precavida como para tomar los asientos del fondo.

—No me gusta mucho estar tan cerca de la pantalla —comentó—. La imagen de cerca me marea, de lejos me siento mucho más a gusto.

—Pienso lo mismo.

Cuando pasaron las publicidades y el título de la película se puso en pantalla, Todoroki no pudo evitar alzar levemente las cejas al ver lo particularmente cursi que era.

—¡Lo siento! ¡Me gustan las películas románticas! —se excusó rápidamente Momo, colorada como un tomate.

—No importa.

Para sorpresa de la joven, quien espiaba de soslayo a su acompañante, Todoroki parecía bastante compenetrado con la película, y no parecía perderse detalle alguno. Era una película romántica más del montón, en la que dos adolescentes enamorados habían tenido un encuentro fugaz una noche de verano para luego encontrarse años más tarde en el trabajo, siendo él el jefe de ella. La relación era explosiva, dramática, y sumamente enredada, con algún tinte cómico en algunas escenas. Pero, especialmente, muy para desgracia de Momo, la cual no podía tener las mejillas más rojas en ese momento porque estallarían, se trataba de una pareja muy pasional. Y las escenas subidas de tono no tardaron en aparecer.

La fotografía era muy cuidada, y si bien era insinuante, no caía en la vulgaridad. Se veían planos de sábanas de seda, de pieles erizandose ante el contacto, de rostros afectados por el placer, dibujando pinturas cargadas de erotismo. Yaoyorozu no podía dejar de observar la pantalla, percibiendo cómo sus labios se secaban. Su cuerpo comenzó a sentirse muy pesado, especialmente sobre su bajo vientre; y su respiración, lenta y acompasada.

De pronto, la mano fuerte y elegante de su acompañante tomó su pequeña y femenina mano, que reposaba sobre su muslo. La presión fue un poco más intensa que cualquier tomada de manos ordinaria. Levantó la vista hacia el joven y al verlo se agitó. El pecho de Todoroki, de manera casi imperceptible, se elevaba y descendía al ritmo de su pesada respiración, y las pupilas de sus ojos se habían dilatado en una notable excitación.

Al verlo así, sintió su tacto completamente sensual.

La mano de él, tímidamente, se deslizó por dentro de sus muslos, provocando que ella tragara saliva con dificultad.

Su mano, temblorosa, buscó la entrepierna de él. No le pasó por alto la tensión de sus pantalones ni cómo él soltaba el aire de golpe una vez que su mano acarició, no sin cierta cobardía, aquel sitio donde la tela se abultaba.

Los ojos puestos en la pantalla, los corazones desbordados por la excitación.

Tenían personas a su alrededor, personas ajenas a la abrupta necesidad primitiva que ellos en ese momento, sentían. Necesitaban tocarse, pero no podían, porque había gente y era peligroso. Y ellos eran figuras públicas, héroes de renombre. Sí alguien los reconociera, sería catastrófico. Y aquella sensación de peligro les nublaba la mente aun más.

Y los ojos fijos en la pantalla, y las respiraciones entrecortadas.

Necesitaban tocarse.

Sentirse.

Sus dedos no dejaron de provocarse durante el resto de la película.


—Estuvo bien —Fue lo único que a ella se le ocurrió decir, en un hilo de voz, una vez fuera de la sala de cine. Sentía su latir desenfrenado y sus senos, hinchados y pesados.

Él esquivó su mirada, algo que llamó su atención.

—Estuvo bien, sí...

—Iré... al tocador, vuelvo en un momento —susurró ella, presa de sus nervios.

Una vez en el servicio de damas, sacó el polvo compacto de su cartera y retocó su maquillaje, de una manera bastante torpe, aun temblorosa por la excitación. Luego, hizo lo mismo con el colorete.

¿Qué había sido todo aquello?

Aun se sentía mareada, y el solo recordar lo que habían vivido minutos atrás le hacía arder la sangre de sus mejillas.

Suspiró hondo y guardó el maquillaje dentro de su bolso de mano. Luego de terminar de asearse, apagó la luz y abrió la puerta para abandonar la diminuta habitación. Pero fue en el momento en el que la abrió que otros brazos la sujetaron por los hombros y la obligaron a permanecer dentro del pequeño sitio. Soltó una exclamación que fue silenciada por unos labios que se presionaron contra los de ella.

—Demonios... —resolló con frustración contra sus labios aquella voz rasposa que tan bien conocía. Su cuerpo la aprisionó contra el lavabo, obligandola a sentarse en el mismo, sintiendo la tela de su vestido crujir ante la descarada posición—. Perdóname, pero ya no puedo aguantarme, creo que me estoy volviendo loco…

Yaoyorozu quiso responder algo, pero nuevamente el chico bicolor no la dejó, volviendola a besar con pasión. Todoroki se colocó entre las piernas de la joven, quien rodeó sus caderas con las mismas. La muchacha sintió la presión de la excitación de Shouto contra la delgada tela de su ropa interior, y la sensación tan cálida y sensual la hizo desfallecer.

Se besaron, con los brazos apretándose alrededor del cuerpo del otro, tratando de tener contacto con el todo del otro mientras, sin siquiera pre meditarlo, comenzaron a moverse en un exquisito movimiento que marcaba un ritmo hacia adelante y detrás.

Y el ruido de las personas del otro lado de la puerta llegaron a sus oídos.

El peligro, nuevamente, desafiado. Pero sus caderas no se detuvieron.

—Shouto…

—¿Qué? —jadeó él, los ojos entrecerrados, la vista nublada. No dejaba de realizar aquel placentero vaivén contra el sexo de ella.

—¡N-No…! —soltó un gemido que él ahogó con un beso—. ¡No entiendo…!

—Yo tampoco... —respondió, besando su cuello—. Yo tampoco entiendo nada…

Sus movimientos se volvieron cada vez más frenéticos, y el aire de aquel pequeño cubículo parecía no ser suficiente para aquellas dos criaturas que se dejaron llevar por el frenesí de su excitación.

Con el correr de los segundos, ambos con las frentes perladas en sudor, Yaoyorozu no tardó en sentir una explosión dentro suyo que le recorrió absolutamente cada rincón de su cuerpo, dandole ganas de gritar, deseo que ahogó mordiendo el hombro de su compañero, quizás con demasiada brutalidad. Sus piernas temblaron en torno a sus caderas, y cuando sintió su cuerpo desfallecer fue cuando vió que el joven embistió contra ella dos veces más, la última con tanta fuerza que la hizo chocar contra el espejo que tenía detrás. Todoroki gruñó en su cuello entre espasmos.

Y entonces, la nada.

Temblorosos, se quedaron en silencio.

Sus cuerpos sudorosos respiraron exhaustos.

—Sal primero —carraspeó él, ayudándola a bajar del lavabo—. Ya no escucho a nadie fuera. Te seguiré en unos minutos. Puedes esperarme en el auto.

Ella se acomodó la falda y asintió, aun acalorada.

Se dirigió con prisa al coche de Todoroki, evitando mirar al escaso numero de personas que se encontraba a su alrededor, temerosa de que pudieran saber lo que había sucedido en aquel tocador del cine con su ex compañero de UA.

De tan solo imaginarlo se estremeció.

«¡Por All Might, que nadie se haya dado cuenta! ¡Que nadie haya visto nada…!»

Una vez dentro del coche se sintió a salvo. Todoroki llegó tiempo después y Momo huyó de sus ojos, avergonzada.

—Toma —dijo él, tras cerrar la puerta de su carro. Rebuscó dentro de su abrigo y le alcanzó una tableta de chocolate—. Sé que te gusta.

Momo sonrió, encantada. Desenvolvió el chocolate y le dio un pequeño mordisco. Le ofreció a él, pero este se negó.

—Es para tí. Te veías... cansada —explicó, encendiendo el motor. Momo se ruborizó aún más. Shouto rozó su mejilla con suavidad y le dijo—: Puedes mirarme. Si te sirve de algo, me siento igual de apenado que tú por lo que ha sucedido.

Yaoyorozu le sonrió con timidez.

—Es que me ha gustado… mucho.

—Qué alivio... Porque a mí también.

Y sin saber por qué, ella se echó a reír. Todoroki sintió ganas de hacerlo, pero no era esa clase de persona. En cambio, sonrió algo divertido.

El coche arrancó y ellos abandonaron el cine, inconscientes de haber sido parte del foco de la lente de una cámara que emitió un flash en dirección a ellos.


Nota final del capitulo:

¡No me maten!

Diría miles de excusas (que de hecho, las tengo, este tiempo todo ha sido... Carajo, realmente mi vida fue un caos), pero a estas alturas creo que es mejor quedarme callada, cierto? He dicho que no abandonaria esta historia y no lo he hecho. Estoy libre de examenes (síii!) asi que planeo enfocarme mas en esto de ahora en adelante.

Siento mucho haberlas hecho esperar, sobre todo con lo lindos reviews que me han dejado. En serio, muchísimas gracias. Soy feliz de que les guste la historia, mucho más feliz de que la comenten, e hiper feliz por seguir disfrutando al escribirla. Cada tanto, en mis momentos de bajón en los que me preguntaba si valía la pena seguir esforzandome por mis cosas, leía sus reviews para levantarme el animo, y siempre añoraba poder volver a concentrarme y tener tiempo para continuarles este fic.

Esta historia se volvio un poco compleja y extraña, le di muchas vueltas al asunto, y llegue a la conclusión de: que se jodan, no voy a abandonar algo que me gusta hacer, con que haya solo una lectora que disfrute de este fic es suficiente para mí para poder seguir escribiendo.

Sin más que decir, espero que disfruten este capitulo, y que por lo menos no me hayan abandonado todas las lectoras por mi tardanza!

Saludos.