EPÍLOGO

Katniss no podía creer lo que veía, sus ojos debían estarla engañado, su mente jugaba con ella, él no podía estar allí, seguramente no había vuelto por ella. Aún con todas las dudas que tenía, se acercó a él completamente aliviada de verlo de nuevo; contra todas sus inseguridades y miedos lo abrazó con fuerza. Su distintivo aroma invadió sus pulmones y automáticamente se relajó, y, aunque después de unos segundos de duda, el chico terminó por corresponder a su muestra de afecto.

-Lamento lo de Prim- la voz de Peeta era conciliadora y suave, como en el pasado. La abrazó con más fuerza y de pronto Katniss rompió a llorar, extrañaba a su hermana, la vida juntas que solían tener. Todo debía se como antes, ella debía estar a su lado.

-La extraño tanto, parece que su gato siempre me pregunta por ella, no deja de maullar- sonaba como una desquiciada, pero era la verdad, todo le recordaba a su pequeña hermana -Pensé que no te volvería a ver, que no regresarías- el tono de la joven pareció calmarse un poco, sin embargo seguía aferrada al pecho de Peeta.

-Ahora estoy aquí, no pienso irme- aseguró tomando su rostro entre sus manos. Apoyó su frente contra la suya y se relajó, suspiró con fuerza y trató de imaginar que no todo era tan malo. Él había vuelto, no estaría sola.

La joven pareja entró a la casa de Katniss, Peeta sólo traía un par de cosas consigo, a nadie le quedaba mucho, nunca habían tenido tanto.

-Me alegra ver que todo está de pie, seguramente mi casa sigue en buen estado- animadamente, pero Katniss se tensó de inmediato.

-¿Por qué no te quedas aquí?, solo somos Haymitch y yo, necesitamos un poco de compañía- la joven esperaba que sonara como una invitación casual, pero sobre todo, ansiaba que él aceptara. Necesitaba de su compañía.

-¿Quedarme aquí? … seguro- Peeta sonrió con calma, con ese mismo destello en los ojos que en el pasado solía mostrar, aunque aún no se acercaba a ella.

-¿Necesitas ayuda? - Peeta desempacaba las pocas pertenencias que había traído consigo. Estaba en su nueva habitación, ahora sobraban cuartos en esa gran casa.

-No empaqué mucho- se encogió de hombros pero la invitó a pasar. El joven decía la verdad, no había más que ropa en esa mochila, ningún objeto personal ni nada que le recordara a su vida pasada, no le quedaba nada de su pasado.

-¿Qué es?- preguntó curiosa sosteniendo una pequeña caja de madera.

-Un regalo de Effie- Peeta se removió inquieto -Un regalo para ambos- aclaró tenso. La actitud del joven despertó la curiosidad de Katniss que, después de dudarlo un poco, terminó abriendo el misterioso obsequio. Se quedó inmóvil y muda ante lo que vio, esa cajita guardaba un recuerdo muy importante para ella, en el que todo cambió, que definió cada día de su vida; esa pequeña caja contenía las argollas de matrimonio de su boda con Peeta. Tomó su anillo y lo observó con atención.

-¿Qué recuerdas de nuestra boda?- se colocó la argolla en el dedo indicado y por unos segundos pareció estar de nuevo en ese día, la sensación de estar casada la invadió de nuevo y por completo.

-Lo recuerdo todo- aseguró él con una tímida sonrisa, ambos se sonrojaron ligeramente, un recuerdo en específico pasaba por sus mentes -Pero aún no estoy seguro de cuánto fue real, había demasiadas farsa entre nosotros- la voz Peeta no era oscura o atemorizante, solo parecía estar confundido, como si lamentara no ser el panadero dulce de siempre.

-Todo fue real después de la boda, fui tuya desde ese momento- aseguró Katniss sin tratar de presionarlo, sólo deseando que supiera la verdad -No tienes que usarlo si no quieres- dijo señalando el anillo. Depositó un beso en la mejilla de su esposo y salió de la habitación dejándolo solo.

Peeta estaba recostado en la cama, la noche había caído en su totalidad, la.única ventana abierta dejaba al descubierto la oscuridad que lo rodeaba. Una luz de vela iluminaba ligeramente el cuarto, aprovechó esa escasa luz para observar su dedo anular de la mano izquierda, no había anillo allí pero sí una cicatriz, algunos recuerdos dolorosos le recordaban el origen de aquella herida, sin embargo era mejor no indagar ahí, no pensar en los días de secuestro en el extinto Capitolio. Intentó conciliar el sueño, tratar de dormir y descansar un poco, pero algo le faltaba, recordaba que solía dormir con Katniss, ella solía descansar sobre su pecho y de alguna forma eso lo tranquilizaba, tenerla entre sus brazos le ayudaba a dormir. Claro que había pasado mucho tiempo desde aquellas noches, desde la última vez que se sintió completamente entregado a ella. Había un chispa en él que se encendía en ciertos momentos cuando estaba con Katniss, pero aún no era una llama. No obstante, después de una hora de moverse inquieto por la cama, decidió intentar el remedio que siempre había funcionado.

-¿Peeta?- Katniss permanecía sentada en la cama, parecía que tampoco lograba conciliar el sueño.

-No podía dormir y recordé que algunas ocasiones tenías pesadillas… Quería asegurarme que estuvieras bien- de pronto estaba nervioso.

-¿Te quedarías conmigo? - preguntó la joven. Esa era una frase conocida para él, algo para sentirse seguro en su pasado.

-Siempre- era una respuesta automática. Se recostó junto a ella que no tardó en acomodarse sobre su pecho, ambos respiraron tranquilamente. De pronto Peeta supo que no tardaría en sucumbir al sueño, pero antes de hacerlo notó el dedo anular de Katniss, ella sí portaba su anillo de bodas.

Katniss despertó tranquilamente, había descansado y ninguna pesadilla recurrente, sobre los Juegos o Prim, la había atormentado. Se aferró con más fuerza al cuerpo que descansaba junto a ella y levantó la vista. Peeta parecía dormir profundamente, se le veía completamente relajado y tranquilo, sin rastro del infierno que había vivido, como si fuera el muchacho tímido que no parecía saber cómo dirigirse a ella, que nunca había sabido cómo expresar su amor pero que terminó siendo el mejor haciéndolo, al final la había conquistado el chico del pan. Se inclinó y terminó por depositar un corto beso en sus tibios labios. Ahora entendía un poco de la desesperación por la que Peeta había pasado para conquistarla, la necesidad de que el otro supiera y entendiera lo importante que era, lo irreemplazable que era en su vida. La joven suspiro, tendría que ser paciente, tan paciente como Peeta había sido con ella.

Pasaron un par de semanas más, la vida parecía tranquilizarse y volver a cierta calma, los Vencedores aún luchaban por acoplarse al mundo en relativa paz que los rodeaba. Haymitch siempre estaba allí para recordarles que todo había terminado, que estaban a salvo. El clima parecía querer un cambio de aspecto en la villa de los Vencedores, algunas lluvias comenzaron a mojar las secas tierras que los rodeaban, flores y pasto comenzó a brotar y cambiar el tétrico aspecto de su nuevo hogar. Peeta seguía apareciendo en habitación cada noche, se presentaba con alguna excusa para que ella siempre le preguntara si podía quedarse, entonces él, como cada noche, le respondida que siempre lo haría, así terminaban compartiendo la cama, alejando las pesadillas del otro y durmiendo en brazos conocidos, reconociendo que el único antídoto contra el miedo era estar en los brazos del otro, era la única forma que Katniss encontraba para sentirse a salvo.

-¿Extrañas la vida como era antes?, sé que el Capitolio era una carga muy pesada, pero todos estaban vivos, tenían una oportunidad de sobrevivir- el tono de Peeta era melancólico, estaban recostados en la cama y como siempre Katniss descansaba en su pecho. Por la tarde habían leído una carta de Annie, donde relataba la vida en el nuevo Panem.

-Extraño a Prim- Katniss también había pensado lo mismo que Peeta. Su mente también seguía llena de la carta de Annie.

-¿Estás segura de que quieres estar aquí?, siempre habrá un espacio para ti en el sistema del nuevo Panem- el joven la veía directamente a los ojos y acariciaba su rostro con suavidad. Le daba una oportunidad más para estar con Gale, ambos habían escuchado sobre él en la carta. Peeta estaba dispuesto a dejarla partir de ser necesario, si ella así lo quería, pero si se quedaba, entonces jamás dejaría que se apartara de su lado, no habría poder humano que pudiera separarnos. Sólo necesitaba estar seguro de que todo sería completamente real, que ella estaba con él por las razones correctas.

-Estaré donde tú estés, eres mi hogar, Peeta- el joven no resistió la tentación y la besó, sintió sus labios encontrarse y reconocerse como viejos amantes. La acercó más a él, a su cuerpo y saboreó su calor, sentirla tan cerca, su respiración ligeramente acelerada y sus manos aferrados a su rostro. Había extrañado ese contacto tan íntimo entre ellos, las sensaciones que le provocaba, se daba cuenta de la necesidad que sentía por ella. Con gran pesar terminó ese beso, no creía poder controlarse si seguían con ese ritmo. Le asombraba pensar que la intensidad de sus sentimientos por Katniss, por su esposa, volvían como rapidez, e incluso parecían más fuertes y profundos.

….

-¿Todo está bien?- Preguntó la joven buscándole en su habitación, esa noche él no se había presentado en su habitación para dormir.

-Sí- aseguró Peeta, dejó la cajita que sostenía y le dedicó una sonrisa antes de acercarse a ella. Tomó sus manos con afecto y besó su frente. Había algo distinto, ahora también portaba su anillo de bodas, y por la sorpresa en el rostro de la joven, supo que ella había notado ese detalle.

-No tienes que ponértelo si no quieres- Katniss parecía preocupada, como si esa argolla pudiera despertar el dolor pasado.

-Quiero usarlo, me gusta saber que este anillo significa que eres mi esposa, no quiero olvidar eso- le había dado demasiadas vueltas al mismo asunto y era tiempo de avanzar, de reconocer el amor que sentía por la joven, por su esposa y mujer. Su dedo aún lucía un cicatriz, pero ese anillo la cubría y recordaba lo más importante, que después de todo, ellos estaban juntos -Tú me amas, ¿Real o no?- debía escucharlo de su boca, grabarlo en sus memoria y aferrarse a eso en los tiempos difíciles.

-Real. Te amo, Peeta- aseguró ella con firmeza, viéndolo directamente a los ojos y con las manos entrelazadas. Esa frase se quedó grabada en él, la forma tan dulce pero segura de afirmar su amor por él. Sonrió ligeramente.

-También te amo, Katniss- la joven le devolvió la sonrisa, se sonrojó ligeramente pero le sostuvo la mirada. Peeta la besó, la besó como siempre quiso hacerlo, con la seguridad de que todo era real, que ese beso estaba lleno de verdad. La acercó más a él, recorrió su cuerpo con lentitud, tratando de memorizarlo, su manos recordaban cada centímetro de su cuerpo, de su piel suave y cálida que lo hipnotizaba por completo, que siempre lo había hecho. Sintió la suave tela de su pijama pero en ese momento era un estorbo, levantó su blusa hasta sacarla por completo, hasta que su piel quedó expuesta y pudo tocarla y acariciarla. Toda la timidez quedó atrás, ya había desperdiciado mucho tiempo.

La guió hasta la cama y la recostó con mucho cuidado, la contempló durante algunos instantes, era una imagen que no quería olvidar jamás. Terminó por recostarse sobre ella y disfrutar del contacto con su piel; la besó de nuevo pero con más firmeza, con más necesidad de ella, sus lenguas se encontraron y reconocieron. Las manos de su esposa llegaron hasta su espalda, se aferraron a su piel y levantaron su camisa hasta sacarla, pudo entonces recorrer su espalda a todo lo largo, sus delicados dedos exploraron cada centímetro de él. Peeta estaba completamente extasiado y entregado a su mujer, recordó el primer beso que compartieron en esa oscura cueva, cuando todo parecía tan complicado, ahora estando en sus brazos, todo era tan simple, era sin duda, porque cada día había valido la pena para llegar a ese momento.

Ambos sabían lo que sucedería y ansiaban que ese momento llegara, las manos del otro recorrían el cuerpo entre sus brazos, terminaban de quitar cualquier prenda de ropa que impidiera el contacto piel a piel, hasta que acabaron completamente desnudos y a merced del otro. No era la primera vez que estaban en es situación, pero la noche de boda se había interpuesto cierto nerviosismo, en cambio ahora podían entregarse completamente, sin timidez o miedo pues ambos deseaban ese momento, los dos expresaban cuánto querían tener esa noche juntos, realmente lo deseaban. Peeta besó cuánta suave piel encontró, recorrió cada línea de su cuerpo, delineó con sus labios cada curva y probó la piel más sensible de su cuerpo. Ella era la primera mujer a la que se entregaba, pero estaba seguro de que era la única mujer a la que deseaba, no quería tocar otra piel o besar otros labios, no le apetecía que otras manos lo tocaran o acariciaran, sólo la deseaba a ella.

Katniss se entregó por completo, era fácil hacerlo cuando se estaba enamorada, pero le sorprendió lo pasional que podía llegar a ser su esposo, la manera en que la tocaba, con respeto pero con amor y deseo era estimulante, su mente no podía pensar en nada más que en Peeta, en que no podría amar a nadie más nunca. Cuando el joven entró suavemente en ella, toda sus sentidos despertaron, una descarga de placer la recorrió de la punta de los pies a la cabeza. Había un lazo entre ellos, había algo irrompible que se había formado en medio de todo el caos y el infierno al que habían sobrevivido. Los besos se volvieron más necesitados, se movían a un compás rítmico y firme que ponía sus mentes en blanco, que ocasionaba ligeros jadeo de placer, que despertaba instintos que parecían dormidos. Así entre necesitados y cadenciosos movimientos llegaron al final, hasta que Katniss sintió su cuerpo llenarse de Peeta, cuando observó sus profundos ojos que dejaban al descubierto el intenso amor que sentía por ella, que siempre había sentido.

La joven se recostó sobre su pecho desnudo y trató de recuperar el aliento, las manos del joven acariciaban sus brazos, arrullandola tiernamente.

-¿Por qué yo, Katniss? - la voz de Peeta no parecía exigirle algún explicación, era más bien como si él mismo no pudiera creerlo. La joven ya sabía la respuesta a la pregunta, hacía un tiempo que lo sabía.

-Me siento segura cuando estoy contigo- se aferró más a su pecho desnudo y se relajó- Siento que puedo volver a empezar si estás a mi lado; ambos perdimos mucho pero tú eres cada nuevo comienzo. Siento que no necesito arder en llamas para ser la chica que amas, que no necesito salvar a Panem, no necesito preocuparme por todos ni tratar de ser la imagen de una rebelión, sólo debo ser yo y eso me gusta. Me conoces mejor que nadie, y jamás has intentado cambiarme. Siempre me has protegido y no sabía cuánto necesitaba tu protección hasta que te apartaron de mí- era la primera vez que se sinceró por completo, que no era la joven de pocas palabras que todos conocían.

-Hace mucho tiempo que te he amado, Katniss- Peeta besó su cabellera y la abrazó con un poco más de fuerza. El joven se sentía en llamas cuando estaba con ella, era como si una parte de ese espíritu fuerte y rebelde se impreganara en él y fuera invencible, así se sentía a su lado, en llamas pero invencible.

Katniss no podía imaginar su vida con alguien más, estar con Gale parecía absurdo, sabía que se había equivocado pero era un buen tipo, el gran problema era que cuando estaba con él sentía que debía ser más de lo que era, no podría pasar una noche junto a él porque no se sentiría a salvo. No quería el fuego que había en Gale, ese espíritu flamante que incendiaba todo a su alrededor, amigo o enemigo, ese fuego te alcanzaba. Katniss necesitaba y quería estar con Peeta, con su aroma peculiar, un simple panadero que daría su vida por ella, con su bondad incluso hacia sus enemigos, su radiante sonrisa y ojos tranquilizadores, un hombre normal, eso era lo más atractivo en él.

Katniss, alguna vez había asegurado que jamás tendría hijos, pero estando en los brazos del hombre correcto, no parecía una mala idea formar una familia, tener un hijo , con sus ojos o su rubio cabello era una gran tentación. De pronto supo que todo se trataba del hombre correcto, entonces todas la excusas no serían más que palabras. Ella tendría una familia, lo sentía y lo anhelaba; estaba en los brazos de su esposo, el hombre correcto.

FIN