Los personajes de Twilight no son míos sino de Stephenie Meyer, yo solo me divierto un poco con ellos.


Capítulo beteado por Yanina Barboza, beta de Élite Fanfiction (www facebook com/ groups/ elite fanfiction)


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Capítulo 1

La familia Cullen esperaba el regreso de su hijo menor, al ser el más pequeño de los cinco hijos del matrimonio fue el consentido de la casa, todo lo que Edward quería lo conseguía, por esa razón había pasado los últimos seis años viajando alrededor del mundo.

Pero por fin regresaba a casa para pasar las fiestas con ellos.

Los hermanos de Edward eran los únicos que no se mostraban entusiasmados con el regreso de su pequeño hermano, ellos habían sido educados para trabajar en la compañía de la familia, ser responsables y dar la cara en cada uno de los eventos familiares.

Los cuatro estaban molestos por cómo sus padres dejaban que Edward hiciera lo que quisiera a su antojo, en lugar de estudiar economía como sus padres habían querido, prefirió tomar su mochila y subir a un autobús que lo llevó lejos de Manhattan.

Edward solo necesitaba llamar una vez al mes para que Esme le asegurara que la tarjeta de crédito había sido cubierta y que un billete en primera clase siempre estaría a su nombre para cuando quisiera regresar.

Les molestaba demasiado lo condescendientes que eran con Edward, pero no podían hacer nada para evitarlo, tan solo esperar a que su hermanito regresara a casa.

Por las siguientes semanas estuvieron preparando la habitación de Edward, la limpiaron, organizaron y lavaron, todo listo para la llegada del bebé Cullen.

Esme y Carlisle dieron la noticia del regreso de Edward por eso la mayor parte de los invitados habían confirmado su asistencia a la cena de Navidad de los Cullen.

Jasper, el segundo hijo, era el encargado de las finanzas de las familias, él era quien cada mes pagaba las facturas de Edward, por esa razón se daba cuenta del lugar en donde se encontraba en el momento, era el único que no lo juzgaba duramente, él se daba cuenta de todo el uso que Edward le daba a su tarjeta.

No era un problema pagar unos cuantos cientos de dólares, en los últimos seis años ni siquiera había logrado gastar más de diez mil dólares, Edward no gastaba ni el sueldo de los empleados de su casa.

Pero justamente ahora, mientras revisaba los últimos movimientos de la tarjeta negra de Edward, se dio cuenta que no solo había comprado dos boletos en primera clase desde alguna parte de Londres, sino que había rentado una habitación de hotel por al menos tres meses, un auto e incluso había gastado varios dólares en una tienda de ropa de segunda.

—¿Ocurre algo, Jazz? —preguntó Alice entrando a la oficina—. Te has puesto pálido.

—Nada, solo… solo estoy viendo que el vuelo de Edward llega la mañana del 24.

—¿¡Qué?! Eso no nos da tiempo para arreglarlo para que se vea medianamente presentable… Debo hablar con tu madre y rogar porque podamos arreglar su traje.

Jasper vio a su esposa salir de la oficina con el teléfono pegado en la oreja.

Tendría que decir que Edward llegaba con visita, pero quería que sus padres comprendieran que Edward hacía lo que se le venía en gana y si un amigo indeseable era necesario para demostrarlo, entonces guardaría silencio.

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Eran las diez de la mañana del 24 de diciembre, la casa Cullen estaba en movimiento desde muy temprano, en la cocina se preparaba la cena navideña junto con los desayunos y comida de la familia, los jardineros adornaban con luces los árboles y jardines mientras que otros adornaban el camino con renos luminosos y bastones de caramelo.

Esme estaba en su baño disfrutando de un relajante baño en la tina con sales aromáticas, la manicurista, maquillista y asesora estaban afuera esperando a que terminara de relajarse.

Carlisle estaba encerrado en su oficina haciendo los arreglos necesarios para que Edward tuviera su oficina en la empresa, no necesitaba un título universitario, era su hijo y su puesto estaba esperando por él. Aro —su relacionista público— tenía fe en que el conocimiento de Edward acerca del trato con las personas y culturas les ayudaría en el momento de cerrar contratos.

El ama de llaves tocó la puerta del despacho de Carlisle avisándole que un taxi del aeropuerto solicitó la entrada.

Carlisle apagó su computadora y salió del despacho justo para ver a Esme bajar las escaleras con el cabello mojado cayéndole en la espalda.

Ambos seguían en pijama con la bata cubriéndolos, no era la presentación más adecuada para recibir a su hijo, pero debía ser suficiente, después de todo, se trataba de su pequeño Edward.

Henry —el mayordomo de la casa— abrió la puerta y salió a tomar la maleta del joven.

Esme tomó el brazo de Carlisle encajándole sus uñas, estaba tan nerviosa, había extrañado a su pequeño todos los días, amaba a sus hijos por igual, pero su pequeño Edward siempre tuvo un lugar especial en su corazón.

A Carlisle no le pareció extraño que Henry regresara sin la maleta de Edward, ese hijo suyo había detestado la idea de no hacer las cosas él mismo.

Desde que era un niño de cinco años, demostró que quería hacer las cosas él solo, no le pedía ayuda a la niñera para ponerse el uniforme del colegio, su tarea de matemáticas terminaba en el triturador de basura, llevó a casa más perros callejeros de los que podía recordar, Edward hacía las cosas a su manera y Carlisle estaba orgulloso de él.

Esme jadeó cuando escuchó la risa de Edward junto con una más chillona.

Ambos sintieron como la respiración se atoró en sus gargantas y no era porque veían a su hijo en la puerta de su casa, tampoco porque sus pantalones estaban rasgados o porque no se había rasurado la barba por lo menos en tres meses, no importó que las pesadas botas negras estuvieran llenas de barro y nieve, nada de eso los había dejado sin habla.

Lo que tenía a los dos en completo shock era la risueña chica junto a él, ella estaba tan entretenida mirando todo a su alrededor, el cabello lo tenía recogido en una trenza sobre su hombro —para Esme fue bastante obvio que no usaba ningún tipo de acondicionador en su seco cabello—, la ropa era al menos dos tallas más grandes, la gruesa e incómoda chamarra que cubría la mayor parte de su cuerpo era de hombre, más específicamente de Edward, mientras que las botas estaban desgastadas y el cierre no subía completamente.

—Hola, mamá —sonrió Edward soltando las maletas junto a la joven y avanzando hacia Esme—, te he extrañado.

Esme dejó de prestarle atención a la insignificante muchachita y abrazó a su hijo plenamente.

—Oh, Edward, es tan bueno tenerte de vuelta en casa —sollozó acariciando el rostro de Edward—. Has crecido, te queda la barba, no es de mi agrado, pero me encanta en ti.

Edward se rio y abrazó a su madre contra su pecho.

Carlisle golpeó su espalda con fraternidad, Edward soltó a su madre para abrazar a su padre, él había sido un apoyo cuando tomó la decisión de marcharse a recorrer el mundo en lugar de irse a una aburrida universidad, su padre fue el único en entender que era un alma libre, un viajero que no podía estar encerrado en cuatro paredes, no importaba qué tan lujoso y cómodo fuera el lugar, él pertenecía a la aventura y el riesgo, no a la aburrida vida en una oficina.

—Edward, ¿quién es ella? —preguntó Carlisle sin poder contenerse unos minutos más.

—Que distraído soy, lo siento. —Besó una última vez la mejilla de su madre y regresó junto a la joven que tomó su mano encantada—. Mamá, papá, ella es Bella… Isabella Cullen, mi esposa.

La muchachita se acurrucó contra el brazo de Edward sonriéndole tiernamente.

—¿Tu esposa? —preguntó Esme intentando mantener la compostura, esa simple chica no podría estar casada con su pequeño—. ¿Cuándo pasó eso?

—Hace dos días nos casamos —confesó abrazando la cintura de Bella—. La conocí hace varios meses cuando llegué a Londres, me encantó desde la primera vez que la vi.

—Claro que lo hice —se burló Bella—. Es un placer conocerlos, señores Cullen.

—Puedes llamarlos Esme y Carlisle, hermosa.

Bella le sonrió, pero por la mirada que le mandaban sus suegros entendió que esa no era una opción.

Un incómodo silencio que Edward ignoraba completamente se sumió sobre los tres, fue Carlisle quien carraspeó al ver que Henry junto con Laura —el ama de llaves— esperaban sus órdenes.

—Ayuden a mi hijo y a… Isabella con las maletas, el sastre no tardará en llegar.

—¿El sastre? —preguntó Bella extrañada, Edward le había dicho lo estirados que sus padres podían llegar a ser así como que ignorara a sus hermanos, pero nunca le había dicho nada acerca de algún sastre, ni siquiera sabía para qué lo necesitaba.

—Esta noche se llevará a cabo nuestra cena familiar navideña —habló Esme notando que su cabello estaba a punto de secarse, necesitaba regresar arriba para que su cabello no se estropeara—, el sastre viene para arreglar el traje que usará Edward.

—¿Cena familiar?

—¿Que usaré qué?

—No puedes presentarte en la cena vistiendo un pantalón rasgado, Edward, ya no tienes dieciséis para hacerlo sin que nadie te juzgue por ello, eres un adulto, tu madre llamará a la modista para que traiga vestidos que Bella pueda usar, no hay mucho tiempo.

—Pero ni siquiera es mediodía —murmuró Bella viendo el reloj en su muñeca—, además tengo vestidos, no es necesario una modista, señor Cullen.

—Tampoco que use un traje.

—Sí lo es —hablaron Esme y Carlisle al mismo tiempo.

—Pero…

—Yo quiero verte con traje, Edward —habló Bella apretando el agarre en sus manos—, nunca te he visto de esa forma, de hecho, nunca te he visto sin barba.

Edward suspiró y asintió.

—Bien… estaremos en mi habitación.

—Por supuesto —asintió Carlisle arreglando el nudo de la bata—. La merienda estará lista a las dos, los estaré esperando en el jardín trasero… me gustaría escuchar cómo se conocieron y nunca nos dijiste nada, Edward.

—Claro, papá —respondió Edward tomando la maleta junto a Bella—. Vamos, nena.

—Fue un gusto conocerlos, señores Cullen.

Bella subió delante de Edward las escaleras, la casa era el lugar más grande en el que alguna vez había vivido.

Esme soltó un chillido cuando su hijo se perdió en las escaleras.

—Ella no puede ser su esposa, es tan… tan…

—¿Simple?

—Barata —concluyó frustrada, miró a Laura que seguía de pie esperando—. Quiero que la vigiles y me digas cualquier comportamiento extraño que tenga, Edward nunca me mencionó nada de una chica y ella no vendrá a simplemente inmiscuirse en mi familia.

—Por supuesto, señora Cullen.

Esme asintió y subió las escaleras, debía lavarse nuevamente el cabello para deshacerse de todo el frizz.

Carlisle regresó a su despacho, llamaría a Jenks, necesitaba saber qué tan válido era ese matrimonio y cómo se aseguraba que esa muchachita no representaba ningún peligro para la fortuna y buen nombre de su familia.

Bella se reía acostada en la enorme cama, la habitación de su esposo era tan adolescente, tenía pósteres de anime, así como figuras de acción y legos construidos.

—Me fui cuando tenía dieciocho, no puedes culparme de esto.

—No lo hago, solo me parece lindo y tierno que tus padres hayan dejado la habitación tal y como tú la dejaste la última vez que estuviste aquí.

—No lo es cuando tú la has visto.

—Te amo, Eddie, esto no me moleta ni un poco, de hecho, creo que tengo un poco de celos.

—¿Celos?

—Por supuesto, tus padres te aman tanto que no quieren deshacerse de nada que te pertenece, en cambio los míos.

Edward se acercó y tomó a Bella, sentándose junto a ella.

—No pienses en eso, nena, no vale la pena.

—Lo sé, pero al ver el amor que te expresan tus padres es imposible no imaginarme cosas —suspiró pesadamente—, pero tienes razón, hay cosas más importantes en este momento.

—¿Como tomarte en mi cama de adolescente?

—Además de eso, pervertido. —Golpeó su brazo y se puso de pie—. ¿Qué me voy a poner esta noche?, quiero gustarle a tu familia.

—A mí me gustas y es suficiente.

Bella le sacó la lengua y abrió su maleta que estaba en el suelo.

—Usa el blanco —sugirió Edward—, me encantó cómo te veías en él, estoy duro de solo imaginártelo puesto.

—No le enseñaré el culo a toda tu familia, Edward —murmuró distraídamente—. ¿Les molestará que lleve cuero?

—A mí me encantaría.

—Es una pregunta seria, Edward.

—Es una respuesta seria, bonita. Si a ti te gusta, a mí me gusta, que mi familia se joda; además ni siquiera es mi familia, a esa la conocerás antes de la cena.

—Tu madre dijo que era una cena familiar.

—Eso dijo, pero realmente no lo es, invitan a conocidos, amigos cercanos, aproximadamente sesenta u ochenta personas.

—Mierda.

—No te apures, bonita, si realmente quieres comprar o buscar otra cosa, podemos tomar un auto e ir al centro comercial, a mí me gusta todo de ti y si mi familia no te ama con el simple hecho de verte, ellos se lo pierden, tú eres magnífica.

Bella sonrió y se lanzó a los brazos de Edward, sabía exactamente qué decir para hacerla feliz.

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Carlisle salió al patio trasero en donde los empleados habían puesto la mesa.

Realmente no estaban en el patio exterior sino en una pequeña extensión de la casa rodeada de ventanales con cristales transparentes, en donde podían disfrutar de la blanca vista sin tener que pasar por el frío invernal.

Edward y Bella ya estaban esperándolo, ambos demasiado entretenidos el uno en el otro.

Necesitaba conocer a Bella para que sus abogados buscaran toda la información sobre ella, no quería a una cazafortunas cerca de su hijo, si Bella era una buena chica entonces aceptaría por completo el matrimonio, de otra manera no.

Bella detuvo el beso al escuchar el carraspeo de su suegro, se sonrojó y se puso de pie bajándose del regazo de Edward y sentándose en la silla junto a él.

—Lamento la tardanza —se disculpó sentándose frente a ellos.

—No importa, papá.

Laura, junto con otras dos chicas, apareció con bandejas de comida y una jarra de jugo fresco.

Los tres agradecieron y esperaron a que abandonaran el lugar para comenzar a comer, por unos minutos Carlisle observó las miraditas y risitas entre su hijo e Isabella.

Isabella bebía del vaso de Edward sin siquiera dudarlo, su hijo le robaba la rodaja de pan a medio comer a ella, ambos se reían cuando no sabían cuál era su cubierto, era como si hubieran comido juntos por tanto tiempo que simplemente ya no parecía extraño compartir sus platos. Pensó en sus otros cuatro hijos junto con sus esposas, nunca había visto en ellos la complicidad que había entre Edward e Isabella, era demasiado natural en ellos.

—¿A qué te dedicas, Isabella? —preguntó llamando la atención de los dos, Edward aprovechó el descuido de Bella para quitarle nuevamente la rodaja de pan.

—Soy bailarina —respondió con una sonrisa en su rostro.

—Qué maravilla, ¿eres una bailarina clásica o moderna? A Rosalie, la esposa de mi hijo mayor, le encanta la danza, tiene una organización para que los niños ocupen su tiempo en el baile en lugar de iniciar con vicios o unirse a la delincuencia.

—Es maravilloso lo que Rosalie hace, pero no soy ese tiempo de bailarina, yo soy una estríper, conocí a Edward justamente en el club en donde trabajaba en Londres.

—¿Una estríper? ¿Has pensado seguir trabajando aquí?

—Bueno…

—No —respondió Edward—, quiero que Bella haga lo que quiera, pero infiernos no, mi esposa es solo mía, soy condenadamente posesivo.

—Pero lo era cuando estaban de novios, ¿cierto?

—Sí, pero a Edward siempre le molestó, no entendía que lo que hacía era porque realmente necesitaba el dinero, el alquiler, la despensa y los servicios no iban a pagarse solos, así que no tuvo más que aceptar que ese era mi trabajo, además él me conoció en ese lugar, nunca le oculté nada de mí.

—Por esa razón es que después de que aceptara casarse conmigo, le pedí que renunciara al club.

—Pero le dije que no, era su prometida, podíamos vivir juntos, pero yo quería contribuir con los gastos, no podía darme el lujo de renunciar a mi trabajo.

—Es por eso que me casé hace dos días con ella, ya le había pedido que viniera conmigo a pasar las fiestas con nosotros, en ese momento se había negado ya que no podía dejar de ir al club, pero una vez que fue mi esposa no pudo hacerlo.

—No encontré una razón para no renunciar, ahora es mi esposo y aunque siempre le fui fiel, no seguiré en un trabajo que a él le moleta, puedo buscar trabajo como camarera o algo parecido.

—¿Siempre le fuiste fiel?

—Solo era una bailarina, papá, hay una diferencia entre una estríper y una prostituta, Bella solo bailaba, tomaba el dinero y listo, no se acostaba con nadie.

—No quise insinuar eso, Edward. Perdóname si te ofendí, Isabella.

—No lo hizo, señor Cullen —le sonrió suavemente y acarició el hombro de Edward—, estoy acostumbrada a escuchar ese tipo de comparaciones, dejó de importarme hace mucho tiempo, pero para Edward aún es nuevo, y me encanta que sea tan protector conmigo, es una razón más para amarlo.

—Yo te amo más, nena.

Ni siquiera el carraspeo incómodo de Carlisle hizo que Edward se detuviera de besar a Bella como se le antojara, era su jodida esposa, podía besarla cuándo y cómo quisiera, su padre lo entendería tarde o temprano… así como entendería que no debía comparar a su esposa con una prostituta.

Bella no lo era.

—Creo que es buena para Edward.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Esme alisando su vestido.

—Recuerdas que no sabíamos si Edward se quedaría o se volvería a ir, pues creo que por Bella se quedará aquí y trabajará en la empresa como esperamos.

—¿Por qué lo dices?

—Bella quiere trabajar como camarera para aportar en los gastos de la casa, Edward podrá ser todo el espíritu libre que quieras, su mente es más abierta que la de sus hermanos, pero hay algo que no ha cambiado.

—¿Qué es?

—Edward quiere lo mejor para ella, vi el gesto en su rostro cuando Bella sugirió buscar un trabajo, él se quedará aquí porque será su forma de darle todo a Bella.

Esme asintió pensativa, quería que su hijo fuera feliz pero también lo quería cerca de ella, y si Bella hacía posible las dos opciones, entonces era bienvenida en su familia.

—¿Sabes qué usará para la cena?

—Edward dijo que lo tenían cubierto, es mejor que estés preparada, Edward habló algo acerca de una falda de cuero, realmente no me dijo mucho, estaba apurado en seguir a Bella a la habitación, no me sorprendería que ambos estuvieran compartiendo el baño.


Hola chicas!

solo cuatro capítulos tendrá este pequeño fic navideño.

Espero les guste.

Yanina, gracias por la ayuda con la revisión del capitulo, eres un sol.

Déjenme sus comentarios, opiniones, criticas o lo que quieran compartir conmigo en un review.

Nos vemos en el sigueinte