Well, este es mi segundo fanfic Reylo, y aunque estoy trabajando en el segundo capítulo de The Force, quise hacer algo especial para estas fechas. El tema no es navideño, pero se me ajtojoantojó hacer algo subido de tono, así que ya pueden esperar el smut en el siguiente capítulo ~
Advertencia: Contenido sexual
What if?
If I'd stayed
If you'd tried
If we could only turn back time
But I guess we'll never know.
Rey cerró los ojos y se concentró, más que nunca, en el vacío del universo. Intentaba hacerse una con el espacio que había entre cada molécula, entre las estrellas de la galaxia y los asteroides que viajaban miles de millones de kilómetros. Era la única forma de frenar los pensamientos que tanto la incomodaban.
Después del milagroso escape de aquel planeta minero, la escasa resistencia, sus amigos y la propia General Organ a se habían refugiado en un lejano planeta en el cual encontraron aliados indispensables. Leia no dejaba de usar esa palabra en particular, recordándoles a todos lo importante de ser educados con sus anfitriones. A Finn y a Poem no se les hacía muy fácil, considerando que esos aliados en particular practicaban el canibalismo esporádico y tenían una extraña fascinación por las mujeres humanas.
Eso había convertido a Rey en el blanco de innumerables acosos y bromas subidas de tono en un idioma que, desgraciadamente, podía entender. Finn había estado a punto de disparar al comerciante más rico de la ciudad, que tenía lazos sospechosos con gente aliada de la Primera Orden.
Ella tenía que alejarse de todo eso para poder meditar, caminando al menos unos veinte kilómetros al norte de Kahuku. El clima era extremadamente caliente y húmedo, con frondosas selvas y ríos violentos. En esos momentos, descansaba de piernas cruzadas al borde de un risco, junto a una de las más bellas cascadas que hubiese visto jamás. La vista era alucinante, con hectáreas de árboles, palmeras, helechos y un cielo azul despejado. Todo era hermoso, pero incluso así, no podía alejarse de su verdadero conflicto.
No eran los acosadores ni la complicada búsqueda de naves y armas para restaurar la Resistencia. Realmente, se trataba de Ben.
O mejor dicho, el testarudo Kylo Ren.
Ese Kylo Ren que mató a miles de personas y mandó a asesinar a otros muchos. Ese que mató a su padre. Quien, de manera indirecta, provocó la muerte de Luke Skywalker.
Maldita sea, el mismo Kylo Ren en el que había confiado, y casi…
—¡Agh, no!
Ahí estaba otra vez ese dichoso sentimiento. Ese cosquilleo en el estómago que tenía cada vez que recordaba la intimidad a la que había llegado con Kylo. Porque ciertamente había sido íntimo, incluso si ella no tenía demasiados conocimientos de cómo la gente normal, en el resto de la galaxia, se relacionaban. Un pequeño contacto a miles de años luz de distancia, había sido suficiente para saber que ambos estaban conectados, para ver un futuro juntos. Una realidad en la que ella lograba llevarlo de vuelta a la luz.
Aunque por otra lado, Kylo afirmaba que sería ella quien cambiaría de bando, lo que casi había destruido todas sus esperanzas. Porque si algo tenía claro "Rey, de ningún lado", era que jamás se uniría al lado oscuro.
No sabía qué le esperaba de ahora en adelante, y lo único que podía hacer era aferrarse a un objetivo claro: destruir a la Primera Orden. Aunque eso significara acabar con Kylo Ren.
Teniendo nuevamente esa posibilidad en mente, después de horas de meditación… sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas.
Un arranque de ira en Kylo Ren era sencillo de adivinar. Predecible para los soldados y el personal de la nave, y una verdadera molestia para el General Hux. Pero en las últimas semanas, después de haber abandonado el planeta mineral, donde la maldita Resistencia había conseguido huir, el temperamento volcánico de Ren se transformó en un comportamiento serio y muy taciturno. Hux, quien debía estar al pendiente de sus órdenes, lo veía meditar durante horas cualquier decisión, por insignificante que fuera.
Según el propio Ren, tenía que guardar su impulsividad para el siguiente movimiento que acabara de una vez por todas la asquerosa Resistencia, lo cual habría sido digno de admirar para Hux si no fuera porque ese no era el caso.
Cada día, a Kylo parecía importarle menos la guerra. Parecía obsesionado por destruir a los rebeldes, sí, pero ahora por una causa mucho más personal. Descuidaba la relación con sus aliados y apenas prestaba atención al desarrollo nuevas armas. El puesto de líder, sin duda, le iba muy grande.
Hux deseaba ante cualquier otra cosa, derrocar a ese maldito niño consentido, pero aunque Ren era deficiente como político, su poder de combate era temible. Nadie se atrevería jamás a darle una negativa.
—Localizamos a un par de aliados de la Resistencia, Líder Supremo. —Le informó el pelirrojo con la espalda recta y la vista al frente, mirando con curiosidad la expresión enfadada de Kylo.
—¿Alguien lo ha interrogado ya?
—Se le han hecho algunas preguntas. —Admitió Hux con un ligero temblor en la voz. — Sin embargo, supuse que querría verlo usted mismo.
Eso no era propio de Hux, se dijo a sí mismo Kylo, quien por primera vez en un tiempo, parecía de verdad interesado en algo que no fueran las estrellas.
—¿Hay alguna razón por la cuál no pueda interrogarlo uno de sus hombres, General?
—No, señor. Es sólo que… El prisionero en cuestión, parece conocer a la chica.
Otro punto para Hux, quien no dejaba de sorprenderlo. Sabía a quién de estaba refiriendo y sabía lo mucho que odiaba mencionarla. Sabía que su único deseo era volar en mil pedazos el Halcón Milenario con el Wookie y la chatarrera dentro. ¡Ella lo había rechazado!
De pronto, volvía a ser el Kylo Ren que destroza lo que encuentre con su sable.
—¿Dónde está? —Le gritó a su General, saliendo disparado de la sala del trono.
—En la sala de interrogatorios A-2-33. —Respondió Hux, intentando seguirle el paso.
—Quiero a todos fuera de esa sala. —Le advirtió, lanzándole una mirada amenazante.
—Sí… Sí, señor. —Hux de detuvo a medio camino, no deseando enfadar a la bestia dormida. Por radio, ordenó a sus hombres abandonar la sala de interrogatorio.
Unos minutos después, Kylo entró a la sala con un susurro de su capa y una inestable respiración a través del casco. La imagen de ejecutor sin rostro parecía seguir siendo efectiva, arrancándole un jadeo de terror al prisionero.
Se trataba de un hombre de mediana edad con rasgos exóticos, con dos despistadas marcas azules en cada mejilla. Tenía los ojos negros llenos de terror, y los dedos gordos como salchichas temblando a sus costados.
Kylo lo vio con odio bajo el casco.
—Me dijeron que conoces a cierta chatarrera de Jakku. —Decidió ir directo al punto, procurando mantener un tono neutro en la medida de lo posible. — ¿Dónde está?
—Yo… de verdad no lo sé. —La mentira era evidente en los ojos de este hombre.
—Sólo la quiero a ella. —Susurró cada vez más cerca del rostro ajeno. Kylo pudo notar el momento exacto en el que el prisionero mojaba sus pantalones. — Te devolveré a tu planeta si tan sólo me dices dónde está. De lo contrario, te mataré a ti y a cualquier criatura viva que haya tenido contacto contigo.
El hombre creía en las palabras de Ren, pero por alguna razón, no conseguía soltar la información. Probablemente se hallaba paralizado del miedo, o había algo más que pudiera incriminarlo.
Sintiendo el llamado de la violencia, extendió una mano hacia la cabeza del sujeto y entró en ella sin misericordia alguna, desgarbando sus recuerdos más recientes, sin ningún respeto por su privacidad o sus sentimientos. El hombre gritó y suplicó, lloró y siguió suplicando.
Kylo vio un planeta lleno de vida, verde y del cielo más azul. Vio a un grupo de hombres acercándose a una chica de cabello castaño y piel pecosa. Ella era demasiado pequeña para ese grupo, pero incluso así los supo mantener apartados. El prisionero, como quiera que se llamara, había incluso tocado el trasero de Rey, diciéndole algo en un lenguaje extraño. De cualquier modo, Kylo podía detectar la lujuria en su voz.
Sin previo aviso, salió de la mente del lloroso, mirándolo con una repentina oleada de furia. Sin darle tiempo a decir una última plegaria, tomó su sable de luz y lo enterró en su corazón, llegando más allá de la plancha.
Ese maldito gusano.
Kylo no se había detenido a pensar que otros hombres podían sentirse atraídos por Rey, aunque viéndolo objetivamente, era algo razonable. La chica era hermosa, pero sabía, más que nadie, que esa era sólo una de sus muchas cualidades. Era fuerte, poderosa y decidida, rebelde como ella sola, capaz de la violencia más explícita y de una caricia compasiva en la intimidad de la noche.
Era ella, y nadie más.
Aun cuando estaba furioso con ella, no podía olvidar la última mirada que le dirigió antes de embarcarse en el Halcón Milenario. Creyó ver burla y desprecio en ella, tal vez como una charada del destino. Pero entre más lo pensaba, más creía que necesitaba volver a verla. Cualquier esfuerzo por llevarla a su lado debía valer la pena, aunque fuera demasiado orgulloso para reconocerlo.
Kahuku, reconocía una de tantas ciudades del planeta Simeon, parte de un diminuto sistema solar que nadie visitaba a no ser que necesitara comida en grandes cantidades. Según había escuchado, ninguna fruta era más dulce que en Simeon.
Bueno, pues él iría a ver qué tan jugosas podían ser.