CAPÍTULO 24: PASIÓN

Cuando Lena y Kara entraron en el despacho de Cat Grant, vieron que estaba acompañada por dos jóvenes mujeres. Lena sonrió al verlas, Kara, en cambio, no pudo disimular la sensación de inquietud.

—¿No vas a saludar a una compañera? —preguntó Gayle Marsh con una gran sonrisa mientras le tendía la mano.

Kara se la estrechó. Aunque Lena le había contado que ahora Psi estaba de su parte, le costaba asimilarlo después de varios años de verla como guardaespaldas del mismísimo emperador alemán.

—Tranquila, te acostumbrarás… —aseguró Gayle—, a mí también me costó un poco aceptar que la estirada y estúpida de Overgirl había cambiado de bando… no te ofendas, por favor —añadió la rubia—, pero es que antes eras insoportable.

—Lo sé —admitió Kara con una sonrisa triste—, pero esa no era yo, sino los nazis manipulándome —razonó ante una aliviada Lena, que celebraba que Kara hubiera comprendido al fin que no debía castigarse por todos los crímenes que aquellos miserables cometieron utilizando su cuerpo.

—Soy Imra Ardeen, es un placer conocerte, Kara —se presentó de pronto Imra.

—La viajera del tiempo —replicó la comandante, Imra sonrió—, encantada de conocerte.

—Bueno, señoritas —interrumpió Cat—, aunque a mí también me impresiona ver a la comandante Danvers y a la teniente Marsh colaborando con la Resistencia, nos hemos reunido por un motivo urgente, ya tendremos tiempo de socializar cuando hayamos derrocado a esos bastardos.

Las cuatro jóvenes miraron a la dueña del periódico CatCo con una mezcla de sorpresa y admiración.

—Cat tiene razón —dijo Lena. Entonces caminó hasta una mesa y extendió sobre ella la copia de los planos de los implantes que Alex había conseguido.

Mientras Imra estudiaba los planos con atención y las demás la observaban a ella, Cat las contemplaba a todas a unos metros de distancia. Después de tantos años sin esperanza, al fin veía una posibilidad real de acabar con el imperio alemán y su régimen del infierno. Con Kara y Gayle de su parte, los nazis sólo contaban con un súper soldado, Mon-El, que no podría hacer frente a Overgirl, Psi y Reign juntas. Esta vez tenían que conseguirlo, esta vez lograrían la libertad para el mundo entero.

—Sin duda alguna, la tecnología empleada en los implantes es kryptoniana —afirmó Imra.

—¿Kryptoniana? —exclamó Lena—, claro, ¿cómo no?, todo lo que sobrepasa a los humanos viene de Krypton, y desde luego no lo enseñan en los colegios ni en las universidades, les interesa que sólo el ejército posea esos conocimientos.

—Por suerte, sí enseñaban ciencia kryptoniana en mi universidad —explicó Imra. Todas la miraron esperanzadas.

Dos horas después, Lena y Kara viajaban en el coche de la familia Luthor rumbo a su mansión. La comandante no podía estar más contenta. Finalmente, Lena no tendría que hacer ningún sacrificio personal.

—¿Sonríes? —preguntó la joven Luthor.

—Sí… —contestó Kara tomando su mano y llevándosela hasta sus labios.

—Pronto serás imparable, Kara —dijo Lena mientras le apartaba un mechón rubio de la frente. Después se acercó lentamente a su rostro y la besó.

No eran las únicas que comentaban lo sucedido. Imra y Gayle lo hacían en el pequeño apartamento de la primera.

—¿No es genial? —declaró Gayle—, nadie podrá detener a Danvers y a Arias, ahora sí tenemos una oportunidad de cambiar las cosas —cuando Gayle miró a su amante frunció el ceño—, ¿a qué viene esa cara de preocupación?, no me asustes, por favor.

—Acabo de infringir la primera regla para los viajes en el tiempo, he cambiado el pasado… —señaló con la mirada perdida— Estaba tan emocionada con la situación, que no me paré a pensar en las consecuencias de esto.

—También cambiaste el mío cuando nos conocimos y, bueno… nos enamoramos…

—Sí, pero esto es distinto, afectará a muchísimas personas, motivará una rebelión mundial, cambiará el rumbo de la historia, Dios mío… mi presente no será el mismo, quizá ni siquiera nazca… —Imra estaba empezando a hiperventilar y Gayle la cogió de los brazos.

—Imra, tranquila, respira, por favor… seguro que no es tan grave…

—Tengo que consultar los archivos históricos de mi ordenador —exclamó de pronto.

La teniente la dejó hacer, preocupada por lo que pudiera descubrir.

—No me lo puedo creer…

—¿Qué ocurre? —preguntó Gayle con cierto miedo.

—Toda la información sigue siendo la misma… —musitó Imra.

—¿Entonces nada ha cambiado?

—Nunca trascendió cómo lograron los rebeldes comprender los planos con los que liberaron a Reign y Overgirl, pero yo ahora lo sé —afirmó Imra—, ¡me he convertido en una paradoja temporal! —dijo con entusiasmo.

—¿Qué quieres decir?

—Que si yo no hubiera viajado por error al pasado y le hubiera explicado los planos a Lena Luthor, la Resistencia no habría organizado la Gran Rebelión rebelde que librará al mundo del yugo nazi. Un mundo libre que seguirá evolucionando hasta que en el siglo XXXI sea capaz de viajar en el tiempo. Y uno de esos viajes hizo que yo llegase aquí y el ciclo se cerrase, ¿lo entiendes?

—¿Vamos a ganar, Imra?, ¿realmente vamos a acabar con todos esos bastardos? —Gayle expresó lo que más le había llegado de su discurso.

—Oh… volví a hablar de más… mierda, sabía que esto me acabaría pasando.

—No te preocupes, no se lo contaré a nadie —prometió mientras tomaba su mano con cariño—, pero me alivia saber que todo esto acabará bien.

—Bueno, en realidad, todo está bien hasta este momento, pero las decisiones que tomemos en adelante podrían cambiar las cosas.

—¿Cómo?

—Hasta ahora todo ha sucedido tal como sucedió en mi pasado, pero eso no significa que todo se vaya a desarrollar exactamente igual. Siempre puede cambiar algo, una pequeña decisión, un pequeño gesto… y todo será distinto en mi presente —explicó Imra con una sonrisa resignada—, pero estoy contenta de haber ayudado para que tengáis esperanza de mejorar vuestro presente.

—Quizá podría ser también tu presente, Imra —afirmó Gayle.

—¿Qué?

—Si el siglo XXXI cambia, y ya no te sientes bien allí, puedes quedarte aquí conmigo, o puedo acompañarte a tu siglo y vivir allí juntas.

—Gayle… —La morena llevó su mano hasta la mejilla de la rubia.

—Quiero estar contigo para siempre, Imra, me da igual en qué siglo, pero contigo.

—¿Me estás pidiendo matrimonio, Gayle? —preguntó Imra con lágrimas en los ojos.

—¿Dos mujeres pueden casarse? —replicó Gayle desconcertada—, quiero decir, en tu tiempo —Imra asintió con la cabeza sin dejar de sonreír—, entonces sí, te estoy pidiendo matrimonio.

Gayle se arrodilló ante su chica, sosteniendo su mano entre las suyas y la miró fijamente con sus ojos del color del cielo, la morena sintió que le temblaban las rodillas.

—Imra Ardeen, mi preciosa paradoja temporal, ¿quieres casarte conmigo?

—Sí… ¡sí, quiero! —exclamó emocionada.

Ni en sus mayores fantasías habría imaginado que acabaría viajando al pasado para colaborar en una rebelión histórica y conocer a su futura esposa. Y pensar que maldijo a todas las estrellas del firmamento por aquel bendito fallo en los controles de su nave, se rio internamente.

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Overgirl sobrevolaba el coche en el que viajaban Lena y su prometido. Cuando el capitán Edge estaba presente, Kara no podía acompañar a Lena dentro del vehículo, así que tenía que conformarse con vigilarla desde el exterior. La pareja había compartido una comida en el centro de Berlín, y ahora Edge llevaba a casa a su prometida.

De pronto, el ritmo cardíaco de Lena captó toda la atención de la comandante. La joven Luthor estaba nerviosa, su corazón se había acelerado. Preocupada, Kara utilizó su visión de rayos X para mirar dentro del coche, descubriendo, para su disgusto, que Morgan Edge tenía una de sus manos sobre la rodilla de Lena. Kara apretó los dientes al comprobar que su capitán movió la mano, recorriendo el muslo de Lena. Ella trataba de negarse a sus avances, pero era en vano. Edge estaba perdiendo la paciencia, y también el respeto hacia su prometida, propasándose sin pudor.

Una pequeña explosión sobresaltó a todos los ocupantes del vehículo. El chófer detuvo la marcha, y salió para comprobar que una de las ruedas estaba pinchada. Edge y Lena también salieron, él frustrado por la oportunidad malograda, ella claramente aliviada por lo mismo. La joven Luthor vio la rueda reventada y buscó con la mirada a Kara, que seguía levitando a unos metros del suelo. Kara le sonrió y Lena le devolvió la sonrisa con agradecimiento. La comandante asintió con la cabeza, sus rayos infrarrojos habían obrado el pequeño milagro.

Después de que Lena saludase a sus padres y subiera a su habitación, Kara tocó a su puerta y pasó dentro. Lena estaba sentada en un sofá y le hizo indicaciones para que se sentase a su lado.

—Maldito cerdo, me habría gustado arrancarle la mano —farfulló la comandante.

—Ojalá hubiera sido la tuya… —musitó la joven Luthor mientras le tomaba la mano y la guiaba hasta su rodilla.

—Lena…

La respiración de Kara se alteró un poco, y su mano se empezó a deslizar sobre la suave piel de su novia, que también respiraba con cierta dificultad. Se sostuvieron las miradas apenas unos instantes y sus bocas chocaron en un intenso beso. Kara quería borrar del cuerpo de Lena todo rastro de su prometido. Lena deseaba lo mismo. Tras unos minutos de besos y caricias, trataron de calmarse, no estaban solas en la mansión Luthor.

—Tienes que inventarte lo que sea, Lena, para que el capitán no intente nada contigo, al menos hasta que yo sea libre para detenerlo —rogó Kara mientras acunaba el rostro de la joven Luthor entre sus manos. Lena posó las suyas sobre las de Kara.

—No tengo ningunas ganas de que me vuelva a tocar, mentiré lo que haga falta —prometió a su novia.

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La mañana siguiente, Lena anunció que pasaría el día en CatCo junto a Cat Grant, y abandonó la mansión junto a Overgirl. Era una mentira más, pues acabaron reuniéndose con los rebeldes en el DEO. Sabían que no había peligro, porque el GPS de la comandante se había estropeado cuando ella había logrado inutilizar el bloqueador mental, el día que recuperó sus recuerdos, así que no delataría su posición.

Alex las recibió con afectuosos abrazos, estaba inmensamente feliz de tener a su hermana de vuelta, además como colaboradora de la Resistencia, y saber que Lena y ella se habían convertido en pareja oficial era la guinda del pastel. Después de saludarlas, llegó el momento de las presentaciones, y Kara pudo conocer al fin a Maggie, la valiente mujer que tenía completamente enamorada a su hermana, a Winn, el entregado líder de la Resistencia y a Siobhan, su novia, a la que habían rescatado no hacía mucho tiempo del burdel "Cadmus".

Sam se ofreció voluntaria para ser intervenida primero, alegando que si algo iba mal, era mejor conservar a Overgirl en vez de a Reign, para que los nazis no sospechasen nada. Kara no estaba de acuerdo con su decisión, pero el resto de presentes aceptó la propuesta de Sam.

—Kara, escúchame —dijo Alex cogiéndola de los brazos—, si algo va mal y Overgirl deja de ser Overgirl o desaparece, pondremos sobre aviso a esos malditos, todos nuestros esfuerzos habrán sido inútiles.

—Pero si algo va mal y Sam acaba herida o algo peor… no puedo aceptar eso…

—Sigues siendo la misma buenaza de siempre —señaló Alex con los ojos brillantes. Su hermana había vuelta de verdad, como si no hubiera pasado el tiempo.

Lena, también emocionada, entrelazó sus dedos con los de su novia y apoyó la cabeza en su hombro.

—Gracias por tu preocupación, Kara, pero es mi decisión —afirmó Sam.

«Es evidente que yo soy más prescindible», se dijo resignada.

—Todo saldrá bien, Sam —exclamó Lena de pronto— Estaré a tu lado todo el tiempo.

Sam sonrió agradecida. Seguía importándole y eso la calmaba.

Kara cedió y Sam fue intervenida primero. Alex se encargó de la parte médica, mientras que Lena aportó sus conocimientos tecnológicos, y siguiendo las instrucciones que Imra le había dado, guio a Alex hasta que pudo extraer el "inhibidor de poder" por completo de su organismo. Después de la breve intervención, Sam despertó con normalidad y comprobó con satisfacción que conservaba sus poderes. Llegó el turno de Kara, y su hermana la invitó a tumbarse sobre la camilla.

—Será sólo un ratito, Kara —aseguró Alex con una sonrisa—, lo tengo todo controlado —añadió orgullosa, haciendo sonreír a la comandante.

Lena se inclinó sobre su novia y la besó en los labios.

—Cuando despiertes te daré muchos más, mi amor.

—¿Es una promesa? —replicó Kara. Entonces compartieron una sonrisa y Alex le puso la mascarilla de anestesia.

Todo fue bien, Overgirl también conservaba sus poderes tras la operación. Winn felicitó a las dos artífices de aquel logro y después se dirigió a todo el grupo.

—Nunca hemos estado tan cerca de una posible victoria —empezó a decir—, pero no podemos relajarnos, no debemos dar un solo paso en falso —advirtió—, ahora más que nunca, debemos actuar con inteligencia y no adelantarnos. Debéis continuar viviendo estas dobles vidas hasta que tengamos la Gran Rebelión planificada incluso en los detalles más pequeños… Cuando nos levantemos en armas, tenemos que salvar a cuantas más personas mejor, y atrapar al emperador, para derrocar el régimen por completo y para siempre.

—Entonces todavía no puedo patearle el culo al capitán —se lamentó Kara.

—Tendremos que esperar un poco más —dijo Lena mientras la abrazaba.

—¿Y qué pasa con el GPS que se supone que Overgirl sigue teniendo en su cabeza? —cuestionó Maggie de repente.

—Es el único cabo suelto —explicó Alex—, tendremos que confiar en que no se darán cuenta antes de tiempo, al fin y al cabo, Overgirl está siempre con Lena, no creo que hagan uso del GPS para localizarla, sabiendo que están juntas.

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Comieron todos juntos en el DEO y después, Lena y Kara se despidieron para volver a Berlín.

—¿Sabías que tengo una novia muy inteligente? —declaró de pronto Alex mientras abrazaba a Maggie.

—¿Ah sí? —Su novia le siguió la broma.

—Sí, tanto que me parece un desperdició que fuera agente de tráfico antes de conocernos, podría haber sido detective —señaló con una gran sonrisa.

—Lástima que en este mundo, las mujeres no podamos ocupar ciertos puestos —lamentó Maggie.

—Eso va a cambiar pronto —aseguró Alex con determinación y Maggie la besó impetuosamente—, oh…

—¿Sabías que mi novia nunca pierde la esperanza y que me dio motivos para seguir viviendo y luchando?

—Maggie… —susurró Alex conmovida.

—Te quiero, Alex Danvers, y te propongo que vayamos ahora mismo a mi habitación, porque necesito demostrártelo de maneras muy poco decentes —afirmó Maggie, alterando por completo a su novia.

—Dios, Maggie… tú sí que sabes volverme loca… —musitó contra sus labios mientras hacía un esfuerzo para caminar sin separarse de su boca.

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Siobhan le recordó a Sam que tenía que enseñarla a golpear correctamente un saco de boxeo y ambas entraron en la sala de entrenamiento donde días antes habían compartido confidencias.

—Creo que somos las únicas que celebrarán el fin de los implantes entrenando —bromeó Siobhan.

—Sí, es muy posible… —contestó Sam—, primero te daré indicaciones para que tus golpes hagan el mayor daño posible al enemigo y tú no te lesiones, y después puedo enseñarte algunas llaves de defensa personal.

—Estupendo —aceptó Siobhan.

Tras unos minutos de instrucciones, Siobhan empezó a golpear el saco. Sam la corregía de cuando en cuando.

—¿Cómo estás con Winn? —preguntó de pronto.

—Estoy bien, pero… todavía no puedo ser del todo yo con él… —Siobhan intercalaba las palabras con los golpes al saco que Sam le sujetaba— por más que lo intento… no me sale mostrarme tal y como… soy ahora… ¿sabes?... en cambio, contigo… es tan fácil… simplemente sucede…

—Creo que te entiendo, a mí me pasa lo mismo contigo —admitió Sam con una ligera sonrisa.

Un rato después, ambas practicaban cuerpo a cuerpo. Sam siempre conseguía neutralizar a Siobhan y ésta bufaba frustrada, provocándole la risa.

—Esta vez conseguiré que no me atrapes —desafió Siobhan.

—Adelante —invitó Sam.

Siobhan acabó con la espalda tocando el suelo, Sam la había inmovilizado una vez más, y se reía a pocos centímetros de su cara. La expresión de Siobhan era de indignación, pero pronto cambió, mostrando algo diferente mientras se perdía en los ojos oscuros de su compañera. Sam dejó de reír. Algo había cambiado en el ambiente, entre ellas… Siobhan se lo confirmó cuando buscó sus labios y la besó. Al principio Sam se quedó petrificada, no esperaba algo así, pero sentir cómo Siobhan se abrazaba a su cuello derribó sus defensas y acabó devolviéndole el beso. Sam empezó a excitarse, echaba de menos el calor de un cuerpo femenino debajo del suyo. Una de sus manos se coló debajo de la camiseta de Siobhan, buscando sus pechos. Pero Siobhan la detuvo y se alejó de su boca. Sam se irguió un poco, apoyando las manos en el suelo y la contempló desconcertada.

—Lo siento… yo no… —balbuceó Siobhan mientras trataba de apartarse de Sam.

La castaña se echó hacia atrás para liberarla de su peso. El rostro enrojecido de Siobhan mostraba vergüenza, arrepentimiento… Sam no quiso violentarla más de lo que ya estaba.

—Tranquila, sólo nos dejamos llevar por la adrenalina del momento, no pasa nada.

—Perdóname… no sé qué me ha pasado… —musitó Siobhan mirando el suelo y salió corriendo de la sala.

Sam sentía que había conectado con Siobhan, ambas se comprendían a la perfección, no tenían que fingir. Cabía la posibilidad de que una mujer como ella pudiera hacerla olvidar a Lena. Pero la realidad era que Siobhan tenía a Winn, su novio de toda la vida, la persona que le había dado fuerzas para sobrevivir todos aquellos años en manos de los nazis. Sam sabía que Siobhan quería a Winn, pero no todos los amores son para siempre, ¿verdad?, Lena la quería, pero la hizo a un lado en cuanto Kara regresó. Tal vez Siobhan estaba dejando de querer a Winn, tal vez podía fijarse en ella de esa manera, tal vez…

—Estás aquí, Sam —la voz de Maggie le llegó desde la puerta y la sacó de sus pensamientos—, Winn me ha dicho que quiere comentarnos unas cosas.

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Por la tarde, Lena Luthor y Overgirl se presentaron en CatCo, se suponía que iban a pasar allí todo el día, así que convenía ir aunque fuera sólo por unas horas, además, querían contarle las últimas noticias a Cat Grant. La mujer las recibió entusiasmada, parecía que al fin estaban en el camino correcto para liberar al mundo del régimen nazi.

—Bueno, señoritas, yo me voy ya a mi casa, hoy estoy más cansada de lo habitual —anunció Cat de pronto.

—¿Eh? —exclamó Lena—, entonces nosotras nos vamos también.

—No, por favor, podéis quedaros, hoy mis empleados salen un poco antes también, tal vez… necesitáis un rato a solas, no sé… ¿para hablar? —sugirió tranquilamente.

¿Estaba Cat Grant insinuando lo que parecía que insinuaba?, ¿les estaba ofreciendo un tiempo de intimidad sin el peligro de ser descubiertas? Lena miró a Kara, que estaba sonrojada y no sabía dónde mirar, había pensado lo mismo que ella.

—No os preocupéis, Edward, el conserje, cerrará el edificio cuando salgáis vosotras.

—Gracias… Cat —logró pronunciar Lena un poco apurada.

—De nada, sed felices —Les dedicó una última sonrisa y abandonó el despacho.

Cinco minutos después, la comandante hizo uso de sus rayos X e informó a Lena de que estaban solas en el edificio, a excepción de Edward, que estaba en la planta baja.

—Por fin solas, Kara —declaró Lena con emoción mientras caminaba hacia ella con la intención de besarla.

—Espera un momento, Lena —La comandante la detuvo, hizo un rápido movimiento y apagó todas las luces de la planta—, ahora sí, mi amor —La cogió de la cintura y besó sus labios—, las ventanas no tienen cortinas, pero sin luz no pueden ver lo que pasa aquí.

—Está en todo, comandante Danvers —pronunció Lena con voz sensual, apoyando las manos sobre su pecho—, me siento tan segura en sus brazos… —añadió recorriendo sus bíceps.

La voz y las caricias de Lena la enloquecían, cómo la deseaba. En un movimiento vertiginoso, Kara se deshizo de su uniforme de Overgirl, quedando en ropa interior y empezó a desabotonar la blusa de Lena, que la ayudó quitándose la falda. Querían disfrutarse al máximo durante el poco tiempo que estarían solas. Se besaban apasionadamente, mientras sus manos se acariciaban con intensidad, con ansias de recorrer sus cuerpos al completo. Lena avanzó torpemente hasta que la espalda de Kara dio con la pared. Lena le clavó sus ojos verdes cargados de determinación y le mostró una sonrisa pícara muy prometedora.

La respiración de la comandante se alteró cuando vio cómo Lena se agachaba sin dejar de besar su pecho, su estómago, su cintura… hasta terminar arrodillada a sus pies. En aquella postura, Kara tenía una visión privilegiada y extremadamente tentadora de su generoso escote, lo que la hizo gruñir suavemente de ganas. Lena ignoró su gesto y prosiguió con sus planes, deslizando la ropa interior de su novia por sus piernas mientras cubría de besos y de caricias sus muslos. De pronto, el deseo de Kara de poseerla se había convertido en dolorosa necesidad de ser suya.

Lena no la hizo esperar, y comenzó a besar y lamer su sexo, cada vez con más intensidad. Kara ya no podía contener los gemidos. Llevó una de sus manos hasta los cabellos de Lena para indicarle que no se apartara de ella. La joven Luthor no tenía ninguna intención de apartarse, al contrario, quería poseerla y enloquecerla por completo. Cuando sintió a su amante suficientemente mojada, invadió su cuerpo con un dedo, buscando su punto más sensible, llevando los movimientos de su lengua y de su mano según los gemidos y jadeos que escapaban de los labios de Kara. La mano de Kara abandonó la cabeza de Lena, el placer la estaba haciendo perder la cordura y temía hacerle daño. Apoyó una mano en la pared y la otra en una mesa junto a ellas. En el momento en que su cuerpo alcanzó el potente orgasmo, sus dedos se clavaron en la mesa, rompiendo el tablero de madera.

—Mierda… —farfulló tratando de recuperar el aliento.

—No te preocupes por la mesa, le compraré una nueva a Cat —replicó Lena en un susurro. Kara se sonrojó—. Qué hermosa eres, mi amor…

Lena seguía de rodillas. Kara se sumergió unos instantes en sus hermosos ojos verdes que parecían desafiarla a proporcionarle el máximo placer posible. La comandante aceptó el reto de inmediato, la hizo levantarse y la movió hasta tenerla atrapada entre la pared y su cuerpo. Se apretó contra ella, colocando uno de sus muslos entre sus piernas, y Lena gimió. Kara sentía el calor de su sexo en su pierna y empezó a moverse contra su cuerpo con lentitud. Lena cerró los ojos y se mordió el labio inferior ante aquella bendita tortura.

Estaba cada vez más excitada, Kara lo sabía, lo notaba en su piel caliente, en los besos hambrientos que compartían, en la manera en que la joven Luthor se aferraba a su espalda. La comandante liberó los pechos de Lena para dedicarles sus atenciones. Alternaba besos, caricias y lametones, y Lena reaccionaba gimiendo. Cuando Kara regresó a su rostro, Lena la besó con impaciencia y se apretó contra sus caderas. Kara atendió su ruego y deslizó sus dedos sobre su estómago, hasta colarse por debajo de su ropa interior. Lena levantó ligeramente una pierna, Kara lo interpretó como una invitación. Sus dedos la penetraron con facilidad, haciéndola gemir de nuevo. Pero a Kara no le bastaba así, en un impulso, levantó a Lena con un brazo. La joven Luthor, extasiada con la fuerza de su amante, enredó las piernas alrededor de su cintura. Sentía los dedos de Kara en su interior y cómo la sujetaba y la movía en el aire con un solo brazo sin ninguna dificultad. La comandante buscó sus labios con desesperación mientras la poseía. De pronto, Lena tiró de los cabellos rubios de su novia y la obligó a mirarla.

—Me vuelves… completamente loca… Lena… —musitó Kara con la respiración entrecortada.

Lena sonrió y soltó sus cabellos. Sus labios se fundieron en un nuevo beso, y Kara la penetró con más intensidad. Lena se sentía tan frágil y vulnerable en sus brazos, y al mismo tiempo, tan poderosa. Su orgasmo no tardó en llegar y su voz quebrada gritando el nombre de Kara llenó aquel despacho.

Un rato después, ambas descansaban abrazadas en un sofá, entre mimos y tiernos besos.

—¿Qué te habría gustado ser?, si no te hubieran obligado a reclutarte —preguntó Lena.

—Quizá periodista, me encanta escribir y… creo que Cat Grant habría sido una gran mentora.

—Sí —Lena se incorporó un poco y la miró con una sonrisa—, te veo como periodista, y yo… yo sería una poderosa empresaria que maneja sus negocios sin obedecer a ningún hombre y que te concedería alguna entrevista.

—¿Sólo alguna? —se quejó Kara—, creo que me concederías muchas, aunque sólo fuera para vernos más… —añadió besando sus labios. Lena no pudo resistirse y se perdió en la boca de su novia.

—Maldición, sí, vendría a menudo a verte para que me… entrevistaras —señaló con segundas intenciones haciendo reír a Kara.

—Quizá en el futuro tengamos la oportunidad de ser quienes realmente queremos ser, Lena, cuando acabemos con ellos —exclamó Kara.

—Ojalá… nos lo merecemos —dijo Lena con seriedad.

—Nos lo merecemos —repitió Kara mientras la abrazaba con fuerza.

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El sábado por la noche, se celebró una cena en el palacio del emperador. Lena fue invitada a asistir, como prometida del capitán Edge, y Overgirl los acompañó.

—Espera aquí, querida —dijo Edge—, tengo que hablar con el emperador.

—¿Le acompaño yo, capitán? —preguntó Kara, interesada por estar presente en esa conversación.

—No será necesario, Mon-El lo hará, prefiero que se quede con mi prometida, comandante Danvers, y que evite que se le acerquen moscones, esta noche está demasiado hermosa.

Lena tuvo que forzar una sonrisa ante su piropo. Kara apartó la vista para que Edge no viera su mueca de asco. Cualquier gesto de aquel hombre hacia Lena le causaba profundo rechazo.

—La verdad es que tiene razón —susurró Kara cuando estaban solas—, estás radiante, Lena.

—Será que me sentó bien nuestra última visita a CatCo —replicó con una sonrisa traviesa.

Kara se sonrojó al recordar ciertas cosas que hizo con Lena en aquella visita. Su corazón quería latir más deprisa, pero respiró hondo varias veces para sosegarse. No era lo más recomendable excitarse en palacio, rodeada de soldados nazis y a pocos metros del capitán y del emperador.

—Perdóname, Kara, pero tú estás tan atractiva con el uniforme de gala, que la mente y el cuerpo se me desbocan.

Kara cerró los ojos y retomó las respiraciones. Aquella mujer la iba a matar.

—Parece que nuestros discursos por Alemania han funcionado bastante bien, hay más voluntarios para ingresar en el ejército —informó el sargento Coville.

—Excelente —exclamó el emperador levantando su copa de vino.

—Me temo que no todo son buenas noticias, alteza —intervino Edge. Todos los presentes lo miraron con atención—, los rescates de condenados y condenadas por el tribunal de Berlín continúan…

—¿No se cansan esos sucios rebeldes? —preguntó Verónica Sinclair—, deberíamos retransmitir mis juegos por televisión, quizá eso les haría pensarse dos veces las cosas.

—Claro, querida, y de paso te harías más famosa de lo que ya eres —bromeó Maxwell Lord.

—No es un tema menor, señores —replicó Edge. Gayle lo miraba con inquietud, no le estaba gustando nada su insistencia—. También se están haciendo menos redadas que antes… es como si alguien los estuviera informando de nuestros movimientos.

—¿Insinúa que tenemos infiltrados rebeldes con nosotros, capitán? —preguntó el emperador con gesto sorprendentemente serio.

La inquietud de Gayle aumentó. Si el mismísimo emperador se preocupaba por algo así, las medidas tomadas serían mayores. Tenía que informar a Winn y a los demás, los preparativos de la Gran Rebelión debían acelerarse.

—O puede que se trate de algún traidor entre nuestras filas —aportó Lord, que había dejado las bromas.

—Hablaremos de esto la semana que viene, ahora disfrutemos de la noche —sugirió el emperador recuperando la sonrisa.

Todos los presentes inclinaron la cabeza ante el nieto de Hitler.

«Maldita sea, esto no me gusta nada», se lamentó Gayle.

CONTINUARÁ…