Pues espero que esto no sea muy largo. Sinceramente, espero. Nunca he escrito sobre esta pareja, y debería intentar terminar el montón de historias que tengo empolvándose, pero necesitaba sacar esta historia de mi cuerpo. Basado en una historia real.
Aclarando:
−Conversaciones en tiempo real−
"Conversaciones en línea"
Basada un poco en los libros de JK. Rowling. Y en la pareja que para mí gusto debió quedar plasmada en los libros: Harry Potter-Hermione J. Granger. Muy a pesar que también me fascina el Dramaione.
Saludos.
"A veces no queda más que volverse cínico, por qué de otro modo, la bondad es atropellada. Como si en la actualidad, ser buena persona fuese grosería "
Perséfone
1. Un mensaje.
Londres 6 de Marzo, 2009
¿Cómo es la psicología? ¿no? Buenísima para volvernos un poco menos locos, tal vez algo mas prácticos pero al final de cuentas, es para mí comparable al búmeran que avientas al aire sin rumbo: tarde o temprano regresa. Y yo llevando casi un año, parecía que todo el avance logrado se fue por la mismísima mierda cuando ví, después de ese mismo lapso a la causa de mi malestar. De cierto es que me había acostumbrado a vivir con el nudo en la garganta constante, altisonante en el pecho, sucumbiendo a ese ahogo irracional a los instantes: la falta de aire y necesidad de encerrarme en el baño para hacerlo brotar por mis ojos en finas lágrimas y llanto reprimido. Hasta qué decidí ir a la maldita terapia ¡que no funciono! Por supuesto.
Hola, diario. Mi nombre es Hermione Jane Granger y hoy comenzaré un relato, de lo que muchos llamarían un amor enfermo ¡sí! Por qué el amor podría compararse con una enfermedad. Ya he leído un par de libros muggles dónde los autores lo relatan tal cual: una maldita enfermedad. Realmente no sé por dónde comenzar esta historia. Quizá por el principio, dónde y con quién comenzó todo. En realidad mi psicólogo sugirió este ejercicio, yo en lo particular no creo mucho en la necesidad de escribir todo lo que sucede en la vida en este pedazo de papel, pero aquí vamos.
Si no te importa, iré unos años atrás. Cuando las faldas de colegiala y mi introvertida personalidad hacían énfasis. El colegio. Ahí, como todos aprendí las falacias de la vida, y lo que indirectamente comienza a formar el ámbito dónde te desarrollaras. Porque ¡vamos! Es en esa fase que descubres el camino. El primer día de clases le vi. Era increíble. Él, todo él. Aún recuerdo tan real, palpable. Estaba en uno de los vagones del exprés de Hogwarts, con los lentes rotos y la mirada asombrada; quien lo diría: él, precisamente él tendría sus ojos verdes anonadados por todo lo que sucedía a su alrededor, o serían sus escasos once años que le conferían esa vertiginosa ansiedad de pre-adolescente.
Su tez blanca, su pequeño cuerpo flacucho y el deslinde de nobleza, como auroras fulgurantes a su alrededor. Eso emanaba, un elixir incomprensible o eran las hormonas de adolescente que me jugaron una mala pasada, pero sinceramente ahora con mis años de experiencia en el amor-si se pudiera decir que tengo al menos una noción del hecho, sentimiento y causa ante un corazón roto- fue inevitable no sentir curiosidad y observarlo por un instante: su cabellos negros, ligeramente largos y rosando sus mejillas como doseles, su sonrisa extendida, flanqueada por dos pequeños hoyuelos en las mejillas y esa expresión en sus ojos, sus hermosos ojos verdes.
Lo observé durante los tres años de colegio, silenciosa, por el rabillo, en las coincidencias que tuvimos en eventos, clases o biblioteca. Y dada las circunstancias, su apellido, y fama seguro que me volví secretamente en una de sus admiradoras, porque ¡vamos! Mi orgullo no se vería atrofiado por aceptar algo como eso, me negaba a ser una de las gritonas y escandalosas que le proclamaban abiertamente solemnidad. Me conformé a permanecer entre las penumbras. No era algo fácil de aceptar, pero estaba irremediablemente enamorada de él. Y no por su cara bonita, perfecta, sino su inteligencia. Le admiraba, más que cualquier otra cosa. Suspiré un par de veces, y con dolor cuando lo llegué a notar interesado en una chica, de todos modos ¿alguien como Harry Potter pondría siquiera atención en mí? ¡Por supuesto que no! ¿Quién se fijaría en Hermione J. Granger? ¿Qué miembro de Slytherin estaría botando la vista a un Gryffindor?
Atesoro demasiado el único recuerdo que tuve de interacción Harry Potter en el colegio. Él me llamó, ¡me llamó por mi nombre! Mientras apenas y pude levantar la vista. Yacía acuclillada sobre las escaleras del segundo piso, porque para mí mala suerte, los libros salieron desparramados de la mochila-por llevar demasiados- y se volcaron como bálsamos, y también puedo rememorar el corazón martilleando en mi pecho, igual al tambor que retumba en la guerra.
−¿Necesitas ayuda Hermione Granger?−dijo serenamente y después sonrió−
No pude más que asentir y mirarlo, seguramente como una estúpida boba cuando sonrío de manera atractiva. En mi delirio, imaginé varias situaciones en el pasado, la forma en que me acercaría a decirle que fuésemos por un café o simplemente sentarnos en los jardines a charlar pero ¿a quién engaño? En eso de las artes de coquetear a los 15 años yo era una nerd. Una vez que terminamos de recoger, me limité a dar un apenas audible "gracias" y salir casi corriendo. No volvimos a hablar más, nunca.
Los años pasaron, la vida siguió con su constante. Y dicen que con el tiempo, tus amores de infancia no se convierten más que en ligeros pinceleos de un pasado que ya no te toca, solo te rosa con las imágenes y los recuerdos, que muchas veces ya no son tan nítidos. Y yo, en mi inocencia pensaba que él se había ido y solo permanecía en mis recuerdos en la absurda felonía de adolescente.
Para ser sinceros ¿Quién sigue a los 30 años enamorada de un chico con quien apenas habló en preparatoria? Creo que nadie en su sano juicio. Es decir, no está mal, cada cual se hace daño con lo que más le gusta. Por mi parte yo creí avanzar en la vida. No esta demás señalar que la admiración por ese chico siempre mantuvo su flama encendida; cada vez que pasaba por su casa−sí, sabía dónde vivía− podría recordarlo con cariño y deseaba con todo mi ser que estuviera bien donde sea que el destino lo acarreara.
Pues, como todo joven inteligente y valiente, Harry Potter se marchó a estudiar fuera del país una vez que terminamos el colegio, mientras una mojigata miedosa como yo no hizo más que flotar en el aire, con los sueños reprimidos sobre su cabeza igual que las estrellas que sulfuran en los cielos o los globos de cumpleaños atados a las patas de la cama. Un sueño aquí, otro allá. Conformándome con lo que las olas del mar traían a mis orillas.
Y un buen día decidí que era tiempo de cambiar, necesario salir del nido donde ya hasta era incómodo estar. Para ser precisamente más exacta. Me casé–o estuve en unión libre, qué para el caso es lo mismo– . Si deseo ser franca contigo, querido diario, debo decir la verdad de las cosas. Aquellas decisiones que tomamos con tanto embrollo en la cabeza y el corazón, debería ser un entre dicho, como el alcohólico que desea dejar el alcohol y no lo hace o el suicida que piensa mil veces los métodos pero no concreta.
El dolor no debería arrojarte de frente a las batallas, porque en sí, no vas bien armado: el cuerpo, la mente ni el alma entera. Hay decisiones que debes valorar, meditar. Como el hecho de irte a vivir con tu pareja. Y lo hice sin pensar, me fui a vivir con Ron Weasley. Ni siquiera llevábamos más de un año saliendo, no teníamos nada en común. Lo que nos unió de principio, fue quizá, la armonía en que nos acoplábamos. Y no es que sea malo, tener una estabilidad emocional es lo que todo el mundo desea, es lo que cada mujer busca. Pero, ahí no se tejía más que costumbre, comodidad, a lo que muchos llaman: zona de confort. No sé en qué minuto deduje que aquello era una buena decisión, ¡yo! ¡Precisamente yo! Que analizo hasta el último pelo de gato que pudiere presentarse en una situación.
No hay que quitarle crédito al hecho. Al principio fue muy liberador y hermoso. Aprendí mucho de él, y espero ¡por el amor a merlín! Él haya aprendido algo de mí. Llevamos más de seis años juntos. Y dos hijos en medio de eso. Sin embargo, bien dicen que el amor fluctúa como las estelas, una vez más reluciente otras casi rayando en la obscuridad. Y la vida matrimonial tiene, en su jugo, mas momentos que te saboreas a los que te tragas de golpe ¿pero qué relación humana no es complicada?
Ron generalmente está ocupado en el ministerio. Su trabajo como auror no le deja mucho tiempo para nosotros. Rose –mi hija mayor− ya ni siquiera lo considera para las tardes de ajedrez y Hugo –mi hijo menor− le tomó demasiado cariño a pasar tiempo con su tío George en sortilegios. Y yo, me sumergí en una vida monótona: casa, hijos, trabajo. Hasta que un buen día, mi cuñada Ginny Weasley sugirió indagar en cosas muggles ¡válgame! Ella estaba más enterada de ese mundo "mío" que yo.
Y nos fascinamos a las mensajerías rápidas en línea.
Bueno, en realidad yo tenía noción, pero las consideraba perdida de espacio y tiempo. Pero una noche, después de mucho vino, varios papeles de la oficina firmados –Relacionados con la protección de derechos a los elfos domésticos− me añadí a uno de esos sitios: Messenger. Me sorprendió la cantidad de personas del colegio que apareció como sugerencias de amistad. Y entre ellas: Harry Potter.
Harry Potter.
Lo medité, quizá demasiado hasta que una invitación apareció justo frente a mi nariz. Y click. El computador hizo su magia.
"Hola" Escribió. El corazón medió un condenado vuelco.
"Hola" Respondí.
"¿En verdad eres Hermione Granger?" dijo
"La que viste y calza" ¡QUE ESTUPIDA RESPUESTA! retumbó mi conciencia.
"Tienes que probarlo" respondió
"¿Siempre has sido tan melindroso? ¿Cómo se de igual que eres Harry Potter?" respondí irritada ¿Qué se cree? ¡Que ando inventando cosas?, realmente ese chuncho comenzó a desagradarme y estaba arrepintiéndome de hacer caso a Ginny.
"Te ayudé a recoger tus libros cuando estábamos en cuarto curso y no parecías muy cómoda con ello"
Casi escupí el café que estaba bebiendo ¿se acordaba de mí? Y como para no contrariar más mi estupefacción e idiotez:
"¡Te acuerdas de mí?" dije.
"¿Cómo olvidarte? Eras la chica más brillante del colegio. Y cuéntame ¿Cómo has estado Hermione? ¿Puedo llamarte Hermione?"
"Si, está bien. Llámame por mi nombre. Supongo entonces que nos podemos tutear ¿Harry? Y a lo demás, todo bien. Trabajo en el ministerio" traté de mostrar más seriedad.
"Lo imaginé. He estado ahí un par de veces. Mi trabajo en el extranjero me permite poco, realmente lo visito sólo en caso urgente" dijo.
"¿Trabajas para el ministerio? ¡No lo sabía!" respondí sorprendida.
"Sí y no. Estoy en otra dependencia en el extranjero, pero colaboramos mucho con los aurores de ministerio en Londres. Trabajo en New York la mayor parte del tiempo" dijo y envió por primera vez un emoticón con sonrisa. "La próxima vez que esté allá, iré a saludarte en persona. Si no te molesta" concluyó Harry.
"¡Por supuesto que no! Puedes pasar a la oficina de litigios y derecho en el mundo mágico" respondí y me abofetee mentalmente por parecer tan entusiasta.
Seguimos por horas, recordando a los profesores, sus locuras, los horarios de clases, los momentos graciosos de las respectivas casas ¿Quién iba a pensar que esa "inocente conversación detonaría algo que no podría siquiera sacar de mi cabeza? ¡quién iba a imaginar que el amor de infancia flotaría por mis venas como una colegiala de 16 años? ¡por favor! Eso solo se lee en las novelas. Esa clase de amor rosa y soñado sólo se vive en las letras que una mujer cuarentona plasmó en las hojas con la firme aliciente de que el amor es así: pasional, vivido, irracional y devastador.
Yo que me jactaba de inteligencia emocional, racional e intelectual pude comprobar que, ante aquello que me parecían ridiculeces y blasfemias, acabaría como en uno de esos cuentos trágicos. No querido diario, por alguna razón esas mujeres−u hombres−que escriben las novelas trágicas tienen material para hacerlo. Porque como yo, seguro han existido muchas más que cayeron en un juego infernal como aquel en que una tarde sucumbí. Quise al principio culpar a la sugestión, a que quizá pase demasiado tiempo leyendo estupideces como esas dichosas novelas románticas en lugar de concentrar mi escaso tiempo libre en cuestiones más relevantes. Quise culpar al Ginny por poner mi dirección en lugar de la suya para que las editoriales mandasen semejantes libros a mi casa –ya que su esposo Dean Thomas desaprobaba fervientemente esa clase de lecturas− y también quise culpar a mi estúpida curiosidad. Incluso a ¡Harry Potter!
Pero allí no había ninguna culpable más que yo. Yo solita me metí en el embrollo,
Yo sólita creé en mi mente una fantasía alimentada por mis antiguos deseos adolescentes. Es a la única conclusión que llegue porque ¿Cómo podría Harry Potter fijarse en mí? Y sobre todo ¡enamorarse!
Londres 29 de Mayo, 2009
Pasaban las dos de la mañana y yo no lograba terminar el papeleo. Cuando sonó mi computador ¡sí! Yo le hallaba el chiste, me gustaba conservar en copia digital de todo lo que hacía para el ministerio.
"Hola" dijo Harry Potter por la ventana de conversación.
"Hola" respondí.
"Llego a Londres mañana, estoy en Paris ahora mismo ¿podríamos ir a tomar un café?"
Las piernas me temblaron ¿debía acudir? Eso podría mal interpretarse. Era prácticamente una cita, y yo estaba casada. Aunque pensándolo bien ¿Cuántas veces Ron fue a algún convivio "laboral" donde Lavender Brown estuvo presente? Inclusive en alguna ocasión compartieron misiones. Digamos que ¿estaba mal? ¡fueron los minutos más largos de mi vida para decidir! Pensé certeramente, esto NO era una cita, solo eran dos amigos reencontrándose, además en la invitación no estaba el trasfondo de ningún tipo. Ron tenía misión..así que..
"Sí ¿callejón Diagon?" sugerí.
"¿6:30?" respondió
"Ok" dije sin más.
"Correcto, nos vemos mañana Hermione, debo hacer los informes de misión ¡hasta pronto!"
"¡Hasta pronto!"
Y no pude dormir.