Disclaimer: Fairy Tail es propiedad de Hiro Mashima.

Hehe. Tenía esto listo para subir ayer y pos que me olvidé... Esto es enteramente autocomplaciente, una tercera parte de los drabbles Wizard de Cuando te vi y Again de Cuando lo noté. También se lo dedico a Sabs, aunque nunca lo va a leer(?).


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Naturaleza

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– ¿Estás seguro de que esto es prudente?
– ¡Por supuesto! ¿Acaso no confías en mí?
– Tengo… dudas.
– Ah, vamos, saldrá bien. ¡Soy un maestro en esto!
– Si lo fueras, no estaríamos aquí para empezar.
– ¡Eso fue un accidente y fue hace meses! ¡Soy mucho mejor ahora!
– Seguro.

Para ser sincero, Rogue sabía que sus quejas eran injustificadas. A pesar de las ridículas circunstancias que llevaron a su primer encuentro, el hecho de que Sting hubiera continuado apareciendo en su casa semana tras semana, a la misma hora todos los días, debía significar que el mago había dominado lo suficiente aquel hechizo que había fallado la primera vez.

Aún así, tener aquella información no significaba exactamente qué Rogue confiara en él lo suficiente como para aceptar su nueva idea de llevarlo de paseo. Sólo porque Sting pudiera teletransportarse a sí mismo donde quisiera, no quería decir que fuera capaz de hacerlo con ambos. ¿Acaso lo había intentado antes siquiera? No quería preguntar, pero tenía el presentimiento de que ya sabía la respuesta pues, en el tiempo que llevaba conociéndolo, ya se había hecho una idea del tipo de persona que era. Sting era más de actuar sin pensar. Aún así, a pesar de todas sus aprehensiones, Rogue supo que estaba perdido en el momento en que sus ojos se toparon con los azules del otro, brillando con esperanza y entusiasmo. No había manera en que pudiera negarles algo.

Por supuesto, el rubio no necesitaba aquella información. Sting tenía ya demasiado ego y Rogue se negaba a darle el placer de saber lo que podía llegar a provocar en él. Y por lo tanto, siguió intentando excusarse por un largo tiempo antes de tomar por fin la mano que Sting le ofrecía. Sólo quedaba esperar que no terminara demasiado mal.

Al principio, casi ni notó que se movían. Se sentía como si el mundo fuera el que giraba a su alrededor mientras ellos se mantenían quietos, tomados de la mano, hasta que el viaje terminó. Rogue sintió que sus piernas intentaban ponerse al día con el movimiento aunque estaban hechas de gelatina. Sting lo atrapó antes de que pudiera caer, y aprovechó su oportunidad de robarle un abrazo.

– Te acostumbrarás – dijo, sonriendo. Lo que significaba que pretendía hacer de aquel viaje algo regular. Rogue no sabía si alegrarse o asustarse con aquella perspectiva. Se aferró a sus hombros y suspiró antes de mirar alrededor por primera vez.
– ¿Dónde estamos? – preguntó, tratando de ocultar su sorpresa. No tenía idea de donde estaba.
– Eh, bueno… En realidad no estamos tan lejos de tu casa. Es un parque pequeño cerca de la ciudad. – Sting tenía una sonrisa tímida en su rostro. – No quería arriesgar demasiado, pero siempre estás ocupado o escondiéndote en casa, así que pensé que te gustaría algo… diferente.

De hecho, Rogue no era un gran fan de salir, pero el lugar que Sting escogió era agradable. Casi no había ruidos además del viento y algunas aves en la distancia. Era pacífico y a Rogue le gustaba la paz, así que en realidad no podía quejarse. Tomó un paso atrás ahora que podía sentir sus piernas otra vez. Mientras se daba una vuelta para tener la vista completa, pensó que incluso podría llegar a gustarle.

– De todas formas, ¿por qué querías salir? – preguntó Rogue, distraído por uno de las aves que se había acercado. – Siempre nos quedamos en mi casa.
– Quería tener una cita formal.
– ¿Cita? – Rogue miró a Sting, inseguro de si había escuchado bien o se estaba engañando.

El rubio parecía confiado, pero había una preocupación oculta en la sonrisa que le dedicó mientras su mano hacía una floritura y aparecía un tulipán naranja. Sting se lo ofreció, esperando con la flor extendida en una silenciosa petición.

Cursi, pensó Rogue. Por supuesto que Sting no tendría vergüenza y le gustarían aquel tipo de cosas románticas. Cursi. Aún así, aceptó la flor porque, cursi o no, Sting seguía siendo lindo. Por supuesto, no pudo evitar preguntar.

– ¿Seguro que no tiene bichos?
– ¿¡Por qué me haces esto!? ¡Sólo intento ser amable!