Disclaimer: Todo lo que reconozcáis le pertenece a Rick Riordan. Tanto los libros como los personajes.

Los OCs son míos y las intervenciones también.

Nota: marcumihaela2202 traigo Tommichael para ti. Espero que te guste el flashback.

*-x-*

Nico estaba esperando a que la sala se calmmara los suficiente como para que pudiera empezar a leer.

También aaguardaba a que la luz verdosa que había cubierto el salón de los tronos se atenuara.

Cuando lo hizo, en el centro de la sala se hallaba un cíclope.

Zeus iba a pulverizarlo, pero le mostraron los recuerdos de lo leído y tuvo que quedarse en su trono malhumorado y enfurruñado.

Había querido devolver el salón a su decoración original, pero Afrodita no se lo había permitido.

Había demasiado rosa para su salud mental.

Tyson estaba confundido. Se encontraba en el palacio de su padre cuando una extraña luz le había llevado hasta allí.

Había querido dispersar aquella luz y detenerla pero no lo había conseguido. Incluso le había dado con su porra pero nada.

Al ver a Percy se relajó y fue a abrazarlo.

El adolescente sintió como si un camión y un tractor juntos lo hubieran arrollado.

-¡Charlie! -Gritó al reconocer al hijo de Hefesto.

No tardó en estrujarlo entre sus brazos.

Gruesas lágrimas caían por su único ojo.

Apolo le transmitió los recuerdos de lo que llevaban leído hasta ahora.

Tyson se colocó junto a Beckendorf pero le hizo acercarse donde su hermanito seguía sentado al lado de Nico.

De vez en cuando, él y Will se mandaban miradas asesinas.

Cuando el alboroto se calmó, Nico carraspeó para comenzar el capítulo pero Afrodita le detuvo.

-Es hora del castigo de Dioniso.

El dios del vino frunció los labios con disgusto.

-Desde ahora y hasta que termine este libro, todo lo que bebas te sabrá a leche caducada.

Los presentes pusieron muecas de asco.

-Incluido el vino por supuesto. -Finalizó Deméter.

Con un chasquido de dedos, la diosa del hogar fue quien realizó el castigo.

Al tomar un sorbo de su vaso de vino, el dios lo escupió asqueado.

-Además, todo lo que comas te sabrá a carne podrida. -Intervino Apolo de repente. -Eso incluye también el néctar y la ambrosía.

Otro chasquido de dedos y la penitencia estaba en marcha.

-Pues no comeré. -Decidió. -Y tampoco beberé nada.

-Esa es la gracia. Que deberás comer y beber lo que nosotros queramos. Y no podrás negarte. Porque sentirás un hambre y una sed insaciables. -Espetó la diosa de la agricultura de mal humor.

Tommy estaba levemente aburrido.

Mientras los dioses discutían, su mente viajó lejos de allí un tiempo atrás.

***Flashback***

Tommy Britten llegó al campamento mestizo un día de otoño.

Asustado y con la ropa hecha girones, se dejó caer en mitad de la colina mestiza.

Tres dracaenae le perseguían aunque en ese momento no tenía ni idea de que se llamaran así.

Para él solo eran mujeres verdes y con escamas.

Escuchó pasos cerca de él y cuando quiso levantar la cabeza para ver de quien se trataba, se desmayó.

Al despertar, un chico bajito le miraba con el ceño fruncido.

-Por fin despiertas. Pensé que tendría que quedarme vigilándote todo este día también.

-¿C cuánto tiempo he estado inconsciente? -Quiso saber Britten.

-Dos días. Que por cierto, han sido dos días en los que yo he tenido que quedarme aquí contigo. -Gruñó.

-Nadie te lo …

-Soy sanador entre otras cosas. Es mi trabajo. -Le cortó.

Un silencio pesado llenó la habitación.

-S soy Tommy. -Murmuró dudoso.

-¿Estás seguro?

-¿A qué te refieres?

-A si te llamas Tommy o no.

-Claro que sí. -Resopló con molestia.

-Bueno… Como parecías dudar…

-No dudaba. Ese es mi nombre.

-Vale, tranquilo. No te agites. Si no, tendré que quedarme contigo más tiempo.

El joven en la camilla le miró indignado.

-no me mires así. ¿Qué esperas, que te diga que soy muy feliz de estar aquí? Pues no lo haré. Soy hijo de Apolo y nosotros tenemos por costumbre no mentir. Ya sabes… Porque es el dios de la verdad y todo eso…

Britten le miró como si hubiera perdido el juicio.

-¿De qué hablas?

Michael se encogió de hombros.

-Oye. -Habló el castaño al cabo de un rato. -Yo te he dicho mi nombre pero tú no me has dicho el tuyo.

-¿Para qué quieres saberlo?

-Bueno… Ya que eres médico aquí…

El más bajo se encogió de hombros.

-No es asunto tuyo. -Dijo segundos después.

Cuando salió de la enfermería, Luke Castellan fue quien le enseñó el campamento.

Dijo que quizá por el color de sus ojos podría ser hijo de Afrodita y no se equivocó.

Le reclamaron dos días más tarde.

Cuando le preguntó por el chico bajito de la enfermería, el hijo de Hermes sonrió.

-Es Michael Yew. Tiene mal carácter siempre. Así que no te asustes.

Con el paso de los días, el joven se descubrió observándolo.

-Sé tu nombre. -Le comentó uno de esos días.

-Muy bien por ti. -le replicó él.

***Fin flashback***

Volvió a la realidad cuando su novio le dio un leve golpecito en el brazo.

Britten le miró.

-Te noto abstraído. ¿Pasa algo?

-No. -Le dedicó una sonrisa. -Solo recordaba el día que nos conocimos.

Michael se ruborizó.

El hijo de Afrodita rió y le besó en los labios.

Justo entonces, di Angelo carraspeaba señal de que empezaría a leer.

*-x-*

Capítulo 6 Las palomas demonio nos atacan.

*-x-*

Los campistas gruñeron. Recordaban demasiado bien ese día.

*-x-*

Los siguientes días fueron una auténtica tortura, comoTántalo deseaba.

En primer lugar, ver a Tyson instalándose en la cabaña de Poseidón mientras le entraba la risa floja cada quince segundos, ya fue toda una experiencia.

*-x-*

Las miradas asesinas de los dioses se clavaban en un asqueado dios del vino.

Apolo y Hermes no hacían más que darle y darle comida y bebida.

Pero ya se vengaría.

*-x-*

—¿Percy, mi hermano? —decía como si le hubiese tocado la lotería.

Y no había modo de explicárselo. Estaba levitando.

*-x-*

Hestia le dedicó una amplia sonrisa al cíclope que jugueteaba ensimismado con unos trozos de metal que Charles le había dado.

*-x-*

En cuanto a mí, en fin, por más que me cayera bien aquel grandullón, no podía dejar de sentirme algo incómodo… avergonzado, sería la palabra adecuada.

Ya la he dicho.

*-x-*

Afortunadamente, Tyson no se daba cuenta de lo que estaban leyendo pero los otros mestizos sí y le lanzaban miradas fulminantes.

La peor era la del hijo de Hefesto.

*-x-*

Mi padre, el todopoderoso Poseidón, se había encaprichado de algún espíritu de la naturaleza y Tyson había sido el resultado. Yo había leído los mitos sobre los cíclopes, e incluso recordaba que con frecuencia eran hijos de Poseidón, pero nunca había reparado en que eso los convertía en parientes míos. Hasta que tuve aTyson instalado en la litera de al lado.

*-x-*

Malcolm trató de ocultar una carcajada sin éxito.

A veces Percy era demasiado inocente.

*-x-*

Y luego estaban los comentarios de los demás campistas. De repente, yo ya no era Percy Jackson, el tipo guay que el verano pasado había recuperado el rayo maestro de Zeus; ahora era el pobre idiota que tenía a un monstruo horrible por hermano.

*-x-*

-Si te dejas llevar por el qué dirán, más tonto eres tú por escucharlos. -Opinó Pólux.

*-x-*

—¡No es mi hermano de verdad! —protestaba yo cuando Tyson no andaba por allí—. Es más bien un hermanastro del lado monstruoso de la familia, como un hermanastro de segundo grado… o algo así.

*-x-*

El cíclope lo escuchó y lágrimas corrieron por su gran ojo castaño.

-Ya no pienso así. -Se apresuró a añadir Percy.

-Solo lo dices porque yo estoy aquí. -Sollozó. -Eres malo como todos los demás.

Bekendorf le puso suavemente una mano en el hombro.

Tyson se apuyó en él y siguió llorando.

*-x-*

Nadie se lo tragaba.

Lo admito: estaba furioso con mi padre.

*-x-*

-No eres el único. -Espetó Lee con furia contenida.

-Pero cariño…

-Déjame. Vete con tu querido Pélope. -Gruñó.

-Pero…

El semidiós le amenazó con el arco.

-¿Sabes que podría fulminarte antes siquiera de que colocaras la flecha, verdad?

Todos miraron a Poseidón como diciendo:

-¿En serio acabas de decirle eso? -Hermes hizo la pregunta que todo el mundo tenía en la mente.

-¿Ah sí? ¿Así que puedes hacerlo? ¿Y a qué estás esperando? -Fletcher se colocó ante el dios del mar conn pose desafiante.

-Hasta yo sé que no debería decir eso. -Murmuró Tritón mirando a su padre.

-Lee. Yo no quise decir que… Solo estaba… Solo te informaba de un hecho. No quería decir que fuera a fulminarte…

-¿Estás seguro Poseidón? -El arquero estaba decepcionado y furioso.

Volvió a su sitio cerca de sus hermanos y acomodó a Blake sobre su regazo.

Con una seña de la mano, el joven le pidió a Nico que siguiera leyendo.

Él obedeció.

*-x-*

Ahora tenía la sensación de que ser su hijo era un chiste.

*-x-*

-Ten cuidado Percy. No vaya a querer fulminarte a ti también. -Dijo con sarcasmo.

*-x-*

Malcolm hizo lo posible para que me sintiera mejor. Me propuso que nos presentáramos juntos a la carrera de carros y tratáramos de olvidar así nuestros problemas. No me malinterpretéis: los dos odiábamos a Tántalo y estábamos muy preocupados por la situación del campamento, pero no sabíamos qué hacer. Hasta que se nos ocurriera un brillante plan para salvar el árbol de Thalia, nos pareció que no estaría mal participar en las carreras. Al fin y al cabo, fue la madre deMalcolm,Atenea, quien inventó el carro, y mi padre había creado los caballos. Los dos juntos nos haríamos los amos de aquel deporte.

*-x-*

-Sí claro. -Resopló Dioniso.

Por una vez Atenea y Poseidón estuvieron de acuerdo.

*-x-*

Una mañana, mientras Malcolm y yo estudiábamos distintos diseños de carro junto al lago de las canoas, unas graciosas de la cabaña de Afrodita que pasaban por allí me preguntaron si no necesitaría un lápiz de ojo…

—Ay, perdón. De ojos, quiero decir.

*-x-*

-Dita, querida. Dile a tus descendientes que no hagan más chistes. -Pidió Hermes.

*-x-*

—No hagas caso, Percy —refunfuñó Malcolm, mientras las chicas se alejaban riendo—. No es culpa tuya tener un hermano monstruo.

—¡No es mi hermano! —repliqué—. ¡Y tampoco es un monstruo!

*-x-*

Tyson gimoteó.

Percy pensó que ese libro se le haría eterno.

*-x-*

Malcolm alzó las cejas.

—Oye, ¡ahora no te enfades conmigo! Y técnicamente sí es un monstruo.

—Bueno, fuiste tú quien le dio permiso para entrar en el campamento.

—¡Porque era la única manera de salvarte la vida! Bueno… lo siento, Percy, no me imaginaba que Poseidón iba a reconocerlo. Los cíclopes son muy mentirosos y traicioneros…

*-x-*

-No todos. -Dijo Charles para tranquilizar al joven cíclope que ya le había empapado la camiseta.

*-x-*

—¡Él no! Pero, dime, ¿qué tienes tú contra los cíclopes?

Malcolm se sonrojó hasta las orejas. Tuve la sensación de que había algo que no me había contado;

algo bastante malo.

—Olvídalo —me dijo—. Veamos, el eje de este carro…

*-x-*

-Para ser hijo de Atenea, el cambio de tema se te da de culo. -Intervino Apolo.

*-x-*

—Estás tratándolo como si fuese un ser horrible —dije—. Y me salvó la vida.

Malcolm soltó el lápiz y se puso de pie.

—Entonces quizá deberías diseñar el carro con él.

—Tal vez sí.

—¡Perfecto!

—¡Perfecto!

Se alejó furioso y yo me sentí aún peor que antes.

*-x-*

-¡Una discusión de enamorados! -Gritó Afrodita.

Todos se taparon los oídos.

Cerbero se quejó por sus tres bocas y Blake ocultó la cabeza bajo el brazo de Lee.

*-x-*

Durante los dos días siguientes intenté alejar de mi mente todos los problemas.

Silena Beauregard, una de las chicas más guapas de la cabaña de Afrodita, me dio mi primera lección para montar un pegaso.

*-x-*

-¡Percilena! -La diosa del amor aplaudió.

-¿Vas a hacer eso cada vez que Percy mencione a alguien? -Se quejó el dios del mar.

Ella le ignoró.

Silena estaba totalmente ruborizada.

*-x-*

Me explicó que sólo había un caballo alado inmortal llamado Pegaso, que vagaba aún en libertad por los cielos, pero que en el curso de los eones había ido engendrando un montón de hijos. Ninguno era tan veloz ni tan heroico como él, mas todos llevaban su nombre glorioso.

*-x-*

Poseidón sonrió. Ese era uno de sus hijos del que se sentía orgulloso.

*-x-*

Siendo el hijo del dios del mar, nunca me había gustado andar por los aires. Mi padre tenía una vieja rivalidad con Zeus, de modo que yo procuraba mantenerme alejado de los dominios del señor de los cielos.

*-x-*

-Haces bien. -Gruñó Zeus.

-Pues podríais dejar vuestras peleas a un lado. Ya duran milenios. -Protestó Hestia.

*-x-*

Ahora, cabalgar en un caballo alado me parecía diferente, no me ponía tan nervioso, ni mucho menos, como viajar en avión. Quizá fuese porque mi padre había creado los caballos con espuma marina, de manera que los pegasos venían a ser una especie de… territorio neutral. Además, yo podía captar sus pensamientos y no me alarmaba cuando mi pegaso echaba a galopar sobre las copas de los árboles o cuando se lanzaba a perseguir por las nubes una bandada de gaviotas.

*-x-*

Sally sonrió al ver la alegría de su hijo.

*-x-*

El problema era que Tyson también quería montar un «poni gallina», y los pegasos se asustaban en cuanto se les acercaba. Yo les decía telepáticamente queTyson no les haría daño, pero ellos no parecían creerme, y él se ponía a llorar.

*-x-*

Ante el recuerdo de aquello, el cíclope se puso a llorar otra vez.

*-x-*

La única persona del campamento que no tenía ningún problema con Tyson era Beckendorf, de la cabaña de Hefesto. El dios herrero siempre había trabajado con cíclopes en su forja, así que Beckendorf se llevaba aTyson a la armería para enseñarle a trabajar el metal. Decía que en un periquete conseguiría queTyson forjase instrumentos mágicos como un maestro.

*-x-*

El nombrado le dedicó una sonrisa amplia a su mejor amigo.

-¡Tykendorf! -Gritó Afrodita.

La mayoría pusieron muecas de asco al oír el nuevo shipp.

*-x-*

Después del almuerzo me entrenaba en el ruedo de arena con los de la cabaña deApolo. El manejo de la espada ha sido siempre mi fuerte. La gente decía que yo era mejor en ese terreno que ningún otro campista de los últimos cien años, salvo Luke quizá. Siempre me comparaban con Luke.

A los chicos de Apolo les daba verdaderas palizas sin esforzarme demasiado.

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Will, Michael y Lee fruncieron los labios.

-Con el arco no eres nada bueno.

-En eso te doy la razón Yew.

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Debería haberme entrenado con las cabañas deAres yAtenea, que tenían a los mejores combatientes, pero no me llevaba bien con Clarisse y sus hermanos y, después de mi discusión con Malcolm, tampoco quería verlo a él.

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-Vaya tontería. Llevarse mal es lo mejor para practicar. Los sentimientos interfieren y la lucha es mucho más realista e interesante. -Opinó Ares.

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Iba también a la clase de tiro con arco, aunque en esta especialidad era muy malo y la clase sin Quirón ya no era lo mismo. En artes y oficios, había empezado un busto de mármol de Poseidón, pero como cada vez se parecía más a Sylvester Stallone, acabé dejándolo.

*-x-*

-Ni un busto terminas para mí. -Dramatizó el dios.

Nadie le rió la gracia. Seguían indignados y molestos con él.

*-x-*

También trepé por la pared de escalada en el nivel máximo, que incluía lava y terremoto a todo trapo.

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-Qué lástima que no te cayeras y te partieras la crisma. -Suspiró la diosa de la sabiduría.

Tritón se echó a reír.

*-x-*

Por las tardes, participaba en la patrulla fronteriza. Aunque Tántalo había insistido en que no nos preocupáramos por la protección del campamento, algunos campistas la habíamos mantenido sin decir nada y establecido turnos en nuestro tiempo libre.

*-x-*

Hestia les sonrió orgullosa recibiendo por ello varias caras ruborizadas.

*-x-*

Estaba sentado en la cima de la colina Mestiza, contemplando a las ninfas que iban y venían mientras le cantaban al pino agonizante. Los sátiros traían sus flautas de caña y tocaban melodías mágicas y, durante un rato, las agujas del pino parecían mejorar. Las flores de la colina tenían también un olor más dulce y la hierba reverdecía, pero cuando la música se detenía, la enfermedad se adueñaba otra vez de la atmósfera. La colina entera parecía infectada, como si el veneno que había llegado a las raíces del árbol estuviera matándolo todo. Cuanto más tiempo pasaba allí, más me enfurecía.

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Deméter y Perséfone miraban furiosas a Castellan.

No podían hacerle nada porque técnicamente no había sido él, pero la rabia estaba ahí.

Su madre le abrazaba por los hombros.

*-x-*

Aquello era obra de Luke. Me acordaba de su astuta sonrisa y de la cicatriz de garra de dragón que le cruzaba la cara. Había simulado ser mi amigo, pero en realidad había sido todo el tiempo el sirviente número uno de Cronos.

Abrí la palma de la mano; la cicatriz que Luke me había dejado el verano pasado estaba desapareciendo, pero aún se veía un poco: una herida con forma de asterisco en el punto donde el escorpión del abismo me había picado.

*-x-*

Poseidón se unió a las miradas ceñudas que iban dirigidas al semidiós.

*-x-*

Pensé en lo que me había dicho Luke justo antes de intentar matarme: «Adiós, Percy. Se avecina una nueva Edad de Oro, pero tú no formarás parte de ella.»

*-x-*

-Esos ideales aún me producen risa. -Comentó Michael.

Estaba acomodado entre los brazos de su novio.

*-x-*

Por las noches tenía más sueños en los que aparecía Grover. A veces sólo me llegaba su voz a ráfagas, y una vez le oí decir: «Es aquí.» Y otra: «Le gustan las ovejas.»

*-x-*

Atenea ya estaba analizando la información.

-Quizá… -Murmuró para sí.

*-x-*

Pensé en contárselo aMalcolm, pero me habría sentido estúpido. Es decir… «¿Le gustan las ovejas?» Pensaría que me había vuelto loco.

La noche antes de la carrera, Tyson y yo terminamos nuestro carro. Era una verdadera pasada. Tyson había hecho las partes de metal en la forja de la armería, y yo lijé las maderas y lo monté todo. Era azul y blanco, con un dibujo de olas a ambos lados y un tridente pintado en la parte delantera. Después de todo aquel trabajo, era de justicia que Tyson se situara a mi lado en la carrera, aunque sabía que a los caballos no les gustaría y que su peso extra sería un lastre y nos restaría velocidad.

*-x-*

-Yo quiero ver ese carro. -Suspiró el dios de los mares.

El cíclope sonrió un poco.

*-x-*

Cuando íbamos a acostarnos, Tyson me vio ceñudo y preguntó:

—¿Estás enfadado?

—No, no estoy enfadado.

Se echó en su litera y permaneció callado en la oscuridad. Su cuerpo era mucho más grande que el colchón y cuando se cubría con la colcha, los pies le asomaban por debajo.

—Soy un monstruo.

*-x-*

Beckendorf miró a todo el mundo con el ceño fruncido.

No le gustaba esa palabra para describir a su amigo.

*-x-*

—No digas eso.

—No me importa. Seré un buen monstruo. Y no tendrás que enfadarte.

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-Es tan tierno… -Murmuró Tommy.

Cuando todo el mundo se le quedó mirando, su novio les mandó una mirada asesina.

*-x-*

No supe qué responder. Miré el techo y sentí que me estaba muriendo poco a poco, al mismo tiempo que el árbol deThalia.

—Es sólo… que nunca había tenido un hermanastro. —Procuré evitar que se me quebrara la voz—. Es una experiencia muy diferente para mí; además, estoy preocupado por el campamento, y además tengo otro amigo, Grover, que quizá corra peligro. Siento que debería hacer algo, pero no sé qué.

Tyson permaneció callado.

—Lo siento —añadí—. No es culpa tuya. Estoyenfadado con Poseidón; tengo la sensación de que trata de ponerme en una situación embarazosa, como si quisiera compararnos o algo así, y no entiendo por qué.

Oí un ruido sordo y grave. Tyson estaba roncando.

Suspiré.

*-x-*

Varias risitas llenaron la sala.

*-x-*

—Buenas noches, grandullón.

Y yo también cerré los ojos.

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-¿Cuándo viene la parte interesante? -Gruñó Ares. -Me estoy aburriendo.

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En mi sueño, Grover llevaba un vestido de novia.

*-x-*

-¿Para cuándo la boda?

-¿Cuándo nos llegan las invitaciones?

-¿Quién es el afortunado o afortunada? -Preguntaron los hermanos Stoll.

El sátiro les amenazó con una de sus pezuñas.

*-x-*

No le quedaba muy bien; era demasiado largo y tenía el dobladillo salpicado de barro seco, el escote se le escurría por los hombros y un velo hecho jirones le cubría la cara.

*-x-*

-Creo que el vestido ideal para ti sería…

La diosa de la belleza chasqueó los dedos y Grover llevaba puesto un hermoso vestido de novia, velo incluido que le quedaba como anillo al dedo.

El señor de lo salvaje baló de modo lastimero.

Travis y Connor jadeaban a causa de las carcajadas.

*-x-*

Estaba de pie en una cueva húmeda, iluminada únicamente con antorchas. Había un catre en un rincón y un telar anticuado en el otro, con un trozo de tela blanca a medio tejer en el bastidor. Me miraba fijamente, como si yo fuera el programa de televisión que había estado esperando.

—¡Gracias a los dioses! —gimió—. ¿Me oyes?

Mi yo dormido fue algo lerdo en responder. Seguía mirando alrededor y registrándolo todo: el techo de estalactitas, aquel hedor a ovejas y cabras, los gruñidos, gemidos y balidos que parecían resonar tras una roca del tamaño de un frigorífico que bloqueaba la única salida, como si más allá hubiese una caverna mucho más grande.

*-x-*

Clarisse frunció el ceño. Aún recordaba a ese asqueroso que había tratado de cocinarla.

*-x-*

—¿Percy? —dijo Grover—. Por favor, no tengo fuerzas para proyectarme mejor. ¡Tienes que oírme!

—Te oigo —dije—. Grover, ¿qué ocurre?

Una voz monstruosa bramó detrás de la roca:

—¡Ricura! ¿Ya has terminado?

Grover dio un paso atrás.

—¡Aún no, cariñito! —gritó con voz de falsete—. ¡Unos pocos días más!

—¡Pero…! ¿No han pasado ya las dos semanas?

—N—no, cariñito. Sólo cinco días. O sea que faltan doce más.

El monstruo permaneció en silencio, quizá tratando de hacer el cálculo. Debía de ser peor que yo en aritmética, porque acabó respondiendo:

—¡Está bien, pero date prisa! QuieroVEEEEER lo que hay tras ese velo, ¡je, je, je!

*-x-*

-Escalofriante. -Murmuró Bianca.

-¿Pero qué dices? Si es súper divertido. -Rió Connor.

*-x-*

Grover se volvió hacia mí.

—¡Tienes que ayudarme! ¡No queda tiempo! Estoy atrapado en esta cueva. En una isla en medio del mar.

—¿Dónde?

—No lo sé exactamente. Fui a Florida y doblé a la izquierda.

—¿Qué? ¿Cómo pudiste…?

—¡Es una trampa! —dijo Grover—. Esa es la razón de que ningún sátiro haya regresado nunca de esta búsqueda. ¡Él es un pastor, Percy!Ytiene eso en su poder. ¡Su magia natural es tan poderosa que huele exactamente como el gran dios Pan! Los sátiros vienen aquí creyendo que han encontrado a Pan y acaban atrapados y devorados por Polifemo.

*-x-*

-Mi hijo descarriado. -Suspiró Poseidón.

-Todos tus hijos lo están. -Bufó Atenea.

*-x-*

—¿Poli… qué?

—¡El cíclope! —aclaró Grover, exasperado—. Casi logré escapar. Recorrí todo el camino hasta St. Augustine.

—Pero él te siguió —dije, recordando mi primer sueño—. Y te atrapó en una boutique de vestidos de novia.

*-x-*

-¿Quieres casarte ya? ¿Pero no se supone que la novia es Enebro? -Travis ahogó una carcajada.

El sátiro iba a darle una patada, pero el vestido de novia que llevaba le hizo caer.

*-x-*

—Exacto. Mi primera conexión por empatía debió de funcionar, después de todo. Y mira, ese vestido de boda es lo único que me ha mantenido con vida. El cree que huelo bien, pero yo le dije que era un perfume con fragancia de cabra. Por suerte, no ve demasiado; aún tiene el ojo medio cegado desde la última vez que se lo sacaron, pero pronto descubrirá lo que soy. Me ha dado sólo dos semanas para que termine la cola del vestido. ¡Y cada vez está más impaciente!

*-x-*

-Eso si es amor. -Suspiró Chris fingiendo una voz soñadora.

*-x-*

—¡Espera un momento! El cíclope cree que eres…

—¡Sí! —gimió Grover—. ¡Cree que soy una cíclope y quiere casarse conmigo!

En otras circunstancias habría estallado en carcajadas, pero el tono de Grover era serio y temblaba de miedo.

*-x-*

-Bueno… Ya estamos nosotros para reírnos por ti. -Comentó Connor.

*-x-*

—¡Iré a rescatarte! —le prometí—. ¿Dónde estás?

—En el Mar de los Monstruos, por supuesto.

—¿El mar de qué?

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-Cerebro de agua… -Bufó la diosa de la sabiduría.

*-x-*

—¡Ya te lo he dicho! ¡No sé exactamente dónde! Y escucha, Percy, de verdad que lo siento, pero esta conexión por empatía… Bueno, no tenía alternativa. Nuestras emociones ahora están conectadas. Y si yo muero…

—No me lo digas: también moriré yo.

—Bueno, tal vez no, quizá sigas viviendo en un estado vegetativo durante años. Pero, eh… sería todo mucho mejor si me sacaras de aquí.

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-¡Eso no lo hace mejor! -Bramó Poseidón.

-Claro que lo hace. -Murmuró Tritón sumamente divertido.

*-x-*

—¡Ricura! —bramó el monstruo—. ¡Es hora de cenar! ¡Y hay deliciosa carne de cordero!

—Tengo que irme —lloriqueó Grover—. ¡Date prisa!

—¡Espera! Has dicho que él tiene «eso»… ¿El qué?

La voz de Grover ya se estaba apagando.

—¡Dulces sueños! ¡No me dejes morir!

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-Vaya despedida. -Resopló Hermes.

*-x-*

El sueño se desvaneció y me desperté con un sobresalto. Era plena madrugada. Tyson me miraba preocupado con su único ojo.

—¿Te encuentras bien? —me preguntó.

Un escalofrío me recorrió la columna al oír su voz. Sonaba casi exactamente igual que la del monstruo que acababa de oír en mi sueño.

*-x-*

Percy se encogió cuando Charles le amenazó con un martillo.

El chico cabreado intimidaba bastante.

*-x-*

La mañana de la carrera hacía calor y mucha humedad. Una niebla baja se deslizaba pegada al suelo como vapor de sauna. En los árboles se habían posado miles de pájaros: gruesas palomas blanco y gris, aunque no emitían el arrullo típico de su especie, sino una especie de chirrido metálico que recordaba al sonar de un submarino.

*-x-*

-¿Y nadie se dio cuenta de lo que pasaba? -Inquirió la diosa de la estrategia incrédula.

Los semidioses agacharon la cabeza avergonzados.

*-x-*

La pista de la carrera había sido trazada en un prado de hierba situado entre el campo de tiro y los bosques. La cabaña de Hefesto había utilizado los toros de bronce, domesticados por completo desde que les habían machacado la cabeza, para aplanar una pista oval en cuestión de minutos.

Había gradas de piedra para los espectadores: Tántalo, los sátiros, algunas ninfas y todos los campistas que no participaban. El señor D no apareció. Nunca se levantaba antes de las diez de la mañana.

*-x-*

-¿Para qué? -Resopló el dios. -Eso es perder el tiempo. ¿Madrugar cuando podría estar durmiendo? Qué tontería.

*-x-*

—¡Muy bien! —anunció Tántalo cuando los equipos empezaron a congregarse en la pista. Una náyade le había traído un gran plato de pasteles de hojaldre y, mientras hablaba, su mano derecha perseguía un palo de nata y chocolate por la mesa de los jueces—. Ya conocéis las reglas: una pista de cuatrocientos metros, dos vueltas para ganar y dos caballos por carro. Cada equipo consta de un conductor y un guerrero. Las armas están permitidas y es de esperar que haya juego sucio. ¡Pero tratad de no matar a nadie! —Tántalo nos sonrió como si fuéramos unos chicos traviesos—. Cualquier muerte tendrá un severo castigo. ¡Una semana sin malvaviscos con chocolate en la hoguera del campamento! ¡Y ahora, a los carros!

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Los dioses miraban incrédulos el libro.

No podían explicarse cómo al idiota de Dioniso se le había ocurrido aquella idea tan estúpida de llevar a Tántalo al campamento siendo que allí había hijos suyos también.

El vino te ha atrofiado el cerebro. -Gruñó Hefesto.

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Beckendorf, el líder del equipo de Hefesto, se dirigió a la pista. El suyo era un prototipo hecho de hierro y bronce, incluidos los caballos, que eran autómatas mágicos como los toros de Cólquide. No tenía la menor duda de que aquel carro albergaba toda clase de trampas mecánicas y más prestaciones que un Maserati con todos sus complementos.

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-Eso dalo por hecho. -El herrero sonreía.

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Del carro deAres, color rojo sangre, tiraban dos horripilantes esqueletos de caballo. Clarisse subió con jabalinas, bolas con púas, abrojos metálicos, de esos que siempre caen con la punta hacia arriba, y un montón más de cacharros muy chungos.

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-Siempre hay que ir bien preparados. -Fue su aportación.

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El carro de Apolo, elegante y en perfecto estado, era todo de oro y lo tiraban dos hermosos palominos de pelaje dorado, cola y crin blanca. Su guerrero estaba armado con un arco, aunque había prometido que no dispararía flechas normales a los conductores rivales.

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Michael y Lee se miraron antes de echarse a reír.

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El carro de Hermes era verde y tenía un aire anticuado, como si no hubiese salido del garaje en años.

No parecía tener nada de especial, pero lo manejaban los hermanos Stoll y yo temblaba sólo de pensar en las jugarretas que debían de haber planeado.

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Ellos tenían sendas sonrisas maniáticas.

-¡Stolcest! -Afrodita tenía la misma sonrisa enloquecida que hasta hacía un momento habían tenido los hijos de Hermes.

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Quedaban dos carros: uno conducido por Malcolm y otro por mí.

Antes de empezar la carrera, me acerqué a él y empecé a contarle mi sueño. Pareció animarse cuando mencioné a Grover, pero en cuanto le expliqué lo que me había dicho, volvió a mostrarse distante y suspicaz.

—Lo que quieres es distraerme —decidió al fin.

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Los demás campistas miraron al rubio con incredulidad.

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—¡De ninguna manera!

—¡Ya, claro! Como si Grover tuviese que ir a tropezar precisamente con lo único que podría salvar al campamento.

—¿Qué quieres decir?

Él puso los ojos en blanco.

—Vuelve a tu carro, Percy.

—No me lo he inventado. Grover corre peligro, Malcolm.

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-Gracias por la confianza. -Murmuró el sátiro tratando de ocultarse tras algún trono o columna.

Quería quitarse aquel vestido.

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Él vaciló, intentando decidir si confiaba en mí o no. Pese a nuestras peleas ocasionales, juntos habíamos superado muchas cosas. Y yo sabía que él no quería que le pasara nada malo a Grover.

—Percy, una conexión por empatía es muy difícil de establecer. Quiero decir que lo más probable es que estuvieras soñando.

—El Oráculo —dije—. Podemos consultar al Oráculo.

Malcolm frunció el ceño.

El verano anterior, antes de emprender la búsqueda del rayo maestro, visité al extraño espíritu que vivía en la Casa Grande y me hizo una profecía que se cumplió de una manera imprevisible. Aquella experiencia me había dejado flipado durante meses. Malcolm sabía que no me habría pasado por la cabeza volver a consultar al Oráculo si no estuviese hablando en serio.

Antes de que pudiera responder, sonó la caracola.

—¡Competidores! —gritóTántalo—. ¡A sus puestos!

—Hablaremos después —me dijo Malcolm—. Cuando haya ganado la carrera.

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-Ni en tus sueños principito. -Gruñó Clarisse.

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Mientras iba hacia mi carro, advertí que había muchas más palomas en los árboles soltando aquel chirrido enloquecedor y haciendo que crujiera el bosque entero. Nadie parecía prestarles atención, pero a mí me ponían nervioso; sus picos brillaban de un modo extraño y sus ojos relucían más de lo normal.

Tyson tenía problemas para controlar los caballos. Tuve que hablar con ellos un buen rato para calmarlos.

«¡Es un monstruo, señor!», se quejaban.

«Es hijo de Poseidón —les dije—. Igual que… bueno, igual que yo.»

«¡No! —insistían—. ¡Monstruo! ¡Devorador de caballos! ¡No es de fiar!»

«Os daré terrones de azúcar al final de la carrera», les dije.

«¿Terrones de azúcar?»

«Terrones enormes. Y manzanas. ¿Ya os había dicho lo de las manzanas?»

Así que se dejaron poner las riendas y los arreos.

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Percy sonrió. Echaba de menos a su pegaso.

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Por si nunca habéis visto un carro griego, debéis saber que es un vehículo diseñado exclusivamente para la velocidad, no para la seguridad ni el confort. Básicamente, viene a ser una canastilla de madera abierta por detrás y montada sobre un eje con dos ruedas. El auriga permanece de pie todo el tiempo, y os aseguro que se nota cada bache. La canastilla es de una madera tan ligera, que si uno pierde el control en la curva que hay en cada extremo de la pista, lo más probable es que vuelque y acabe aplastado bajo el carro. Es una carrera mucho más rápida que las de monopatín.

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-Es que los caballos son más rápidos que un monopatín. -Suspiró Malcolm.

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Tomé las riendas y llevé el carro hasta la línea de salida. ATyson le di una estaca de tres metros y le encomendé mantener lejos a los rivales que se acercaran demasiado, así como desviar cualquier cosa que pudieran arrojarnos.

—No golpear a los ponis con el palo —insistía él.

—No —confirmaba yo—. Ytampoco a la gente, si puedes evitarlo. Vamos a correr jugando limpio. Tú limítate a evitarme distracciones para que pueda concentrarme en conducir.

—¡Venceremos! —dijo sonriendo abiertamente.

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-Sigue pareciéndome adorable. -Tommy dijo.

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«Vamos a perder seguro», pensé yo. Pero tenía que intentarlo. Quería demostrar a los demás… bueno, no sabía muy bien qué exactamente. ¿Que Tyson no era tan mal tipo? ¿Que a mí no me avergonzaba que me viesen en público con él? ¿O tal vez que no me habían afectado todos sus chistes y apodos?

Mientras los carros se alineaban, en el bosque se iban reuniendo más palomas de ojos relucientes.

Chillaban tanto que los campistas de la tribuna empezaron a mirar nerviosamente los árboles, que temblaban bajo el peso de tantos pájaros. Tántalo no parecía preocupado, pero tuvo que levantar la voz para hacerse oír entre aquel bullicio.

—¡Aurigas! —gritó—. ¡A sus marcas!

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Los dioses llevaban teniendo el ceño fruncido desde que había comenzado la descripción de las palomas en adelante.

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Hizo un movimiento con la mano y dio la señal de partida. Los carros cobraron vida con estruendo. Los cascos retumbaron sobre la tierra y la multitud estalló en gritos y vítores.

Casi de inmediato se oyó un estrépito muy chungo. Miré atrás justo a tiempo de ver cómo volcaba el carro de Apolo; el de Hermes lo había embestido; tal vez sin querer, o tal vez no. Sus ocupantes habían saltado, pero los caballos, aterrorizados, siguieron arrastrando el carro de oro y cruzando la pista en diagonal.

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El dios del sol miró preocupado a sus hijos.

-Todo bien. -Contestó Lee.

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Travis y Connor Stoll, los hijos de Hermes, se regocijaron de su buena suerte. Pero no por mucho tiempo, porque los caballos de Apolo chocaron con los suyos y su carro volcó también, dejando en medio del polvo un montón de madera astillada y cuatro caballos encabritados.

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Hermes también miró preocupado a sus hijos.

Ellos levantaron el pulgar en señal de que todo iba como la seda.

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Dos carros fuera de combate en los primeros metros. Aquel deporte me encantaba.

Volví a centrarme en la cabeza de la carrera. Íbamos a buen ritmo, por delante deAres, pero el carro de Malcolm nos llevaba mucha ventaja, ya estaba dando la vuelta al primer poste, mientras su copiloto sonreía sarcástico y nos decía adiós con la mano:

—¡Nos vemos, chavales!

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Atenea sonreía con orgullo.

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El carro de Hefesto también empezaba a adelantarnos.

Beckendorf apretó un botón y se abrió un panel en el lateral de su carro.

—¡Lo siento, Percy! —chilló.

Tres bolas con cadenas salieron disparadas hacia nuestras ruedas. Nos habrían destrozado si Tyson no las hubiese desviado con un golpe rápido de su estaca. Además, le dio un buen empujón al carro de Hefesto y lo mandó dando tumbos de lado mientras nosotros nos alejábamos.

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El dios herrero frunció levemente su ceño.

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—¡Buen trabajo, Tyson! —grité.

—¡Pájaros! —exclamó él.

—¿Qué?

Avanzábamos tan deprisa que apenas oíamos ni veíamos nada, pero Tyson señaló hacia el bosque y entonces vi lo que lo inquietaba. Las palomas habían alzado el vuelo y descendían a toda velocidad, como un enorme tornado, directamente hacia la pista.

«Nada serio —me dije—. No son más que palomas.»

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-Sí claro. -Murmuró Artemisa con sarcasmo. -Varón tenía que ser…

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Intenté concentrarme en la carrera.

Hicimos el primer giro con las ruedas chirriando y el carro a punto de volcar, pero ahora estábamos sólo a tres metros deMalcolm. Si conseguía acercarme un poco más, Tyson podría usar su estaca…

El copiloto de Malcolm ya no reía. Sacó una jabalina de la colección que llevaba y me apuntó al pecho. Iba a lanzármela cuando se produjo un gran griterío.

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Los campistas se tensaron recordando aquel momento.

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Miles de palomas se lanzaban en tromba contra los espectadores de las gradas y los demás carros.

Beckendorf estaba completamente rodeado. Su guerrero intentaba ahuyentarlas a manotazos, pero no veía nada. El carro viró, se salió de la pista y corrió por los campos de fresas con sus caballos mecánicos echando humo.

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El dios de la guerra estaba disfrutando de lo lindo con aquello.

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En el carro de Ares, Clarisse dio órdenes a gritos a su guerrero, que cubrió de inmediato la canastilla con una malla de camuflaje. Los pájaros se arremolinaron alrededor, picoteando y arañando las manos del tipo, que trataba de mantener la malla en su sitio. Clarisse se limitó a apretar los dientes y siguió conduciendo. Sus esqueletos de caballo parecían inmunes a la distracción. Las palomas picoteaban inútilmente sus órbitas vacías y atravesaban volando su caja torácica, pero los corceles continuaban galopando como si nada.

Los espectadores no tenían tanta suerte. Los pájaros acometían contra cualquier trozo de carne que hubiese a la vista y sembraban el pánico por todas partes. Ahora que estaban más cerca, resultaba evidente que no eran palomas normales; sus ojos pequeños y redondos brillaban de un modo maligno, sus picos eran de bronce y, a juzgar por los gritos de los campistas, afiladísimos.

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-Y estos siguen con la carrera como si nada. -Resopló Hermes.

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—¡Pájaros del Estínfalo! —gritóMalcolm. Redujo la velocidad y puso su carro junto al mío—. ¡Si no logramos ahuyentarlos, picotearán a todo el mundo hasta los huesos!

—Tyson —dije—, debemos dar la vuelta.

—¿Vamos en dirección equivocada? —preguntó.

—Eso siempre —dije con un gruñido, y dirigí el carro hacia las tribunas.

Malcolm corría a mi lado.

—¡Héroes, a las armas! —gritó. Pero no creo que nadie le oyera entre los rechinantes graznidos y el caos general.

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-Por fin algo medianamente interesante. -Suspiró Ares.

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Mantuve las riendas en una mano y logré sacar a Contracorriente justo cuando una oleada de pájaros se abalanzaba sobre mi rostro, abriendo y cerrando su pico metálico. Los acuchillé en el aire con violentos mandobles y se disolvieron en una explosión de polvo y plumas. Pero quedaban miles aún. Uno de ellos me picoteó el trasero y poco me faltó para abandonar el carro de un salto.

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Tritón reía con deleite.

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Malcolm no tenía mejor suerte. Cuanto más cerca estábamos de las tribunas, más densa era la nube de pájaros que nos rodeaba.

Algunos espectadores trataban de contraatacar y los campistas deAtenea reclamaban sus escudos. Los arqueros de la cabaña de Apolo habían sacado sus arcos y flechas, y se disponían a usarlos para terminar con aquella amenaza, pero con tantos campistas rodeados de pájaros, era peligroso disparar.

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-Si es que teníais que haberos dado cuenta antes. -Gruñó la diosa de la sabiduría.

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—¡Son demasiados! —le grité aMalcolm—. ¿Cómo vamos a quitárnoslos de encima?

Él atravesó una paloma con su cuchillo.

—¡Hércules utilizó el ruido! ¡Campanas de latón! Las ahuyentó con el sonido más horrible que pudo…

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-Es que mi hijo es el mejor. -Dijo Zeus con orgullo.

-Ya no. -Murmuraron los mestizos para sus adentros.

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Sus ojos se abrieron como platos.

—Percy… ¡la colección de Quirón!

Le entendí en el acto.

—¿Crees que funcionará?

Él le entregó las riendas a su guerrero y saltó a mi carro como si fuera la cosa más fácil del mundo.

—¡A la Casa Grande! ¡Es nuestra única posibilidad!

Clarisse acababa de cruzar la línea de meta sin la menor oposición, y sólo entonces pareció darse cuenta de lo grave que era la situación.

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-A buenas horas. -Espetó Yew.

-Cierra el hocico, enano.

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Cuando nos vio alejarnos, gritó:

—¿Salís huyendo? ¡La lucha está aquí, cobardes! —Desenvainó su espada y se fue hacia las tribunas.

Puse los caballos al galope; el carro cruzó retumbando los campos de fresas y la pista de voleibol, y se detuvo con una sacudida frente a la Casa Grande. Malcolm y yo corrimos hacia el interior y derribamos la puerta del apartamento de Quirón.

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-Debería sentirme ofendido pero… -Suspiró el centauro.

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Su equipo de música seguía en la mesilla de noche, y también sus cedes favoritos. Agarré los más repulsivos, Malcolm cargó con el equipo y nos precipitamos de vuelta al carro.

En la pista se veían carros en llamas y campistas heridos corriendo en todas direcciones, mientras los pájaros les destrozaban la ropa y arrancaban el pelo. Entretanto, Tántalo perseguía pasteles de hojaldre por las tribunas, gritando de vez en cuándo:

—¡Todo está bajo control! ¡No hay de qué preocuparse!

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Deméter gritó de corage.

Odiaba a ese tipo con todas sus fuerzas.

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Nos detuvimos en la línea de meta. Malcolm preparó el equipo de música, mientras yo rezaba para que las pilas funcionasen.

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-Oh gran señor de las pilas. Haz que la música suene. -Rió Apolo.

Su hermana le lanzó una flecha cerca de la entrepierna.

-No sé qué fijación tienes por mi hombría pero… Es mi fábrica de niños hermosos.

-para lo que sirven… -Gruñó ella.

Los tres hijos de Apolo se sintieron algo ofendidos y molestos.

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Apreté play y se puso en marcha el disco favorito de Quirón: Grandes éxitos de Dean Martin. El aire se llenó de pronto de violines y una pandilla de tipos gimiendo en italiano.

Las palomas demonio se volvieron completamente locas. Empezaron a volar en círculo y a chocar entre ellas como si quisieran aplastarse sus propios sesos. Enseguida abandonaron la pista y se elevaron hacia el cielo, convertidas en una enorme nube oscura.

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-No es tan repugnante. -Refunfuñó el centauro mirando ceñudo el libro.

Los campistas no opinaban lo mismo.

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—¡Ahora! —gritó Malcolm—. ¡Arqueros!

Con un blanco bien definido, los arqueros de Apolo tenían una puntería impecable. La mayoría sabía disparar cinco o seis flechas al mismo tiempo. En unos minutos, el suelo estaba cubierto de palomas con pico de bronce muertas, y las supervivientes ya no eran más que una lejana columna de humo en el horizonte.

El campamento estaba salvado, pero los daños eran muy serios; la mayoría de los carros había sido totalmente destruida. Casi todo el mundo estaba herido y sangraba a causa de los múltiples picotazos, y las chicas de la cabaña de Afrodita chillaban histéricas porque les habían arruinado sus peinados y rajado los vestidos.

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Hermes miró flipado el libro.

-¿En serio?

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—¡Bravo! —exclamó Tántalo, pero sin mirarnos aMalcolm y a mí—. ¡Ya tenemos al primer ganador!

—Caminó hasta la línea de meta y le entregó los laureles dorados a Clarisse, que lo miraba estupefacta.

Luego se volvió hacia mí con una sonrisa.

—Y ahora, vamos a castigar a los alborotadores que han interrumpido la carrera.

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Los dioses estaban en silencio mirando a Nico esperando que continuara leyendo porque no podían creer aquello.

-Ya ha terminado el capítulo. -Murmuró el hijo de Hades.

-Dame el libro. Yo leeré el siguiente. -Dijo Will.

El moreno se lo tendió.

Cuando sus manos se rozaron, ambos se ruborizaron levemente y trataron de ocultarlo sin éxito.

Por otro lado, Dioniso trataba de evitar comer lo que sus familiares le daban, pero el castigo le obligaba a ingerirlo todo.

Con pesar, Afrodita le quitó el vestido de novia a Grover remplazándolo por la ropa que llevaba anteriormente.

Estaba tan guapo con aquel vestido…

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