Hello corazones de chocolate.
Hoy os traigo un one-shot Vikturio, creado para el mes Vikturio lanzado en el grupo de facebook: Victurio/Vikturio fans (PLOV)
El tema del día era "Problemas en la adolescencia" y aunque salió algo bien raro y tal vez no pega tanto con el tema del día, espero que os guste.
Disclaimer: Yuri! On Ice © Production MAPPA, dirigido por Sayo Yamamoto y escrito por Mitsuro Kubo. Todo lo que diverge del canon es mío y está hecho sin fin lucro. ¡Di no al plagio!
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Nota: Si encontráis errores ortográficos y gramaticales os pido disculpas pero esto ha sido escrito en la madrugada y publicando sin revisar.
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You can have my heart.
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by Miss Breakable Butterfly
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"Podrá nublarse el sol eternamente;
podrá secarse en un instante el mar;
podrá romperse el eje de la tierra
como un débil cristal.
¡Todo sucederá!
Podrá la muerte cubrirme con su fúnebre crespón;
pero jamás en mi podrá apagarse
la llama de tu amor."
Poema "Amor Eterno"
de Gustavo Adolfo Becquer.
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Cuando Yuri cumplió quince años, se dio cuenta que la vida no era sencilla. Ahora, no es como si no lo hubiera sabido antes, porque no es difícil darse cuenta de ese hecho cuando prácticamente eres quien mantiene a tu familia, tu abuelo es la figura paterna y tú madre, bueno, ella se comporta más infantil que tu.
Sin embargo, ese no era el problema, eso hubiera sido demasiado sencillo y Yuri le hubiera desestimado sin un segundo pensamiento.
No, todo era más complicado porque lo impensable, lo inimaginable —por lo menos ante la perspectiva de Yuri—, había ocurrido. Él, Yuri Plisetsky, el mejor patinador sobre hielo a nivel junior y el futuro mejor patinador a nivel senior, se había enamorado. ¡Sí! ¡Enamorado!
Pero eso no era lo peor, no. Él se había enamorado de una persona doce años mayor, que era hombre y lo más importante de todo, él era un idiota.
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Cuando Yuri cumplió doce años y la tierna infancia dejo pasó a la pubertad, decidió que el amor no era algo que necesitaba en la vida.
No cuando había visto lo que un sin fin de amores le había hecho a su madre.
Había tenido suficiente de las falsas promesas, las efímeras esperanzas y el artificial calor que proporcionaban por períodos de tiempo que no duraban lo suficiente.
La decimocuarta vez que observó a su madre llorar por un hombre, los pensamientos antes pasajeros e inconstantes de lo que era enamorarse, se volvieron absolutamente repelidos. No valía la pena amar si terminabas siempre con el corazón roto; no valía la pena si te dejaban tan vacío y roto como habían dejado a su madre.
Así con doce años tomo la absoluta decisión que no valía la pena y el esfuerzo, además, tenía cosas más importantes, cosas como el convertirse en el mejor patinador que la historia rusa había tenido hasta ahora.
— Yuri... —la voz suave de una de sus compañeras en la clase de ballet detiene sus pasos. Ella es una niña bonita, las mejillas ligeramente regordetas —aun remitiendo a la etapa infantil que apenas esta dejando—, rojas como granas, el cabello castaño y los ojos color miel resplandecientes; lo miran de una manera que le hacen sentir nervioso.
— ¿Sí? —Su voz sale un poco nerviosa y por alguna extraña razón se niega a verla a los ojos.
— Bueno yo... —la pequeña parece atragantarse con las palabras y eso hace que finalmente él la mire a los ojos y una cosa desagradable se le desate en el pecho. La niña coge aire y finalmente le dice—: me gustas.
El tiempo se detiene y Yuri no tiene idea de que esta sucediendo, solo sabe que no le gusta y no es lo que quiere.
Así que con doce años hace lo más lógico que se le ocurre. La ignora y la evita hasta que su afectos parecen encontrar un receptor más dispuesto.
Yuri se encoge de hombros y sonríe, él sabía que el amor no valía la pena.
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Así que cuando tiene trece años, cuadra los hombros y mientras los demás comienzan a tantear en lo complicado de las relaciones sentimentales, él centra su atención en sus entrenamientos y competiciones.
Se esfuerza el doble de lo que hacen sus compañeros y aprende saltos que no debería intentar.
— ¿Así que tú eres de quien Yakov habla? —la voz es suave y ligeramente divertida.
Yuri miraba la interacción de unos de sus compañeros que habían cogido la costumbre de babearse la cara, con cierta renuente curiosidad.
Se sobresalta y cuando gira a ver a su inesperado visitante.
Sus ojos se abren con asombro porque frente a él está el actual campeón ruso, Víctor Nikiforov.
Los labios de Víctor se curvan ligeramente más en el lado izquierdo y un hoyuelo se forma en su mejilla. Es una sonrisa adorable y que Víctor ha ensayado millones de veces frente al espejo, por supuesto, es algo que nunca admitirá.
Yuri se sonroja y frunce el ceño.
— ¿Cómo voy a saberlo? —Pregunta en su lugar. Toda su postura es tensa y parece que la presencia de Víctor es absolutamente indeseable.
Víctor lo mira con curiosidad. La mayoría de los junior que le veían tendían a gravitar a su alrededor totalmente entusiasmados de tener la atención del campeón ruso, así que, ver la reacción de Yuri le hacen sentir una refrescante sensación.
— No frunzas el ceño Gatito, las arrugas son antiestéticas —aliza con su dedo el pliegue en la frente del jovencito y sonríe con descaro ante la cara roja que lo mira como si estuviera loco.
Aun riendo se retira cuando ve al entrenador llamarlos.
— Idiota —finalmente le contesta, su voz clara y furiosa—, mi nombre es Yuri.
Grita, pero Víctor ya se ha ido y le ha dejado una molesta sensación en el pecho que no sabe reconocer.
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Así que las interacciones con Víctor se vuelven más constantes, sobre todo cuando es tomado como estudiante de Yakov a tiempo completo.
Lo mira pintar las historias más bellas en la pista y se dice que aquello denso y profundo que parece querer comérselo de adentro hacía fuera, es la renuente admiración que siente por él.
Así que se deja arrastrar por su presencia, se ríe de sus tonteras y cuando decide que a Rusia le hace falta espíritu navideño, le ayuda a decorar la pista y hasta hace que su abuelo le enseñe a hornear galletas de jengibre.
Yuri tiene quince años y no sabe que es el amor.
— Estas en el hoyo —Mila se burla una tarde y él no entiende.
— ¿De que mierda hablas, bruja? —Pregunta totalmente desconcertado, la mira como si un tornillo se le hubiera caído, después de todo, solo miraba a Víctor practicar como siempre. Mila suelta un exclamación mitad bufido mitad suspiro y luego niega con la cabeza.
— Nada Gatito, nada —contesta.
Sin embargo, la incertidumbre se desata en su pecho y luego recuerda, los ojos color miel que le miraban como si fuese una especie de ser místico, el rubor en las mejillas.
Sacude la cabeza y niega fervientemente.
— ¡No! Él no está enamorado de Víctor —se dice así mismo. La garganta extrañamente seca y el corazón latiendo rápido.
Víctor mientras tanto a través de la pista, le sonríe.
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Así que, Yuri comienza a evitarlo porque simplemente no es posible sentir aquella cosa. No está dispuesto a entregar su corazón, ha recogido demasiadas lágrimas de su madre como para tres vidas más.
Así que se distancia, hasta que, Víctor como siempre, lo arruina todo y se va a Japón.
Así que Yuri hace lo más lógico del mundo, deja todo atrás y va tras él.
Y no, no es por alguna cursilada como que este enamorado de él. No, es porque el viejo calvo, le había prometido una coreografía e iba a dársela.
Sin embargo, no puede evitar la avasalladora sensación que parece cocerlo a fuego lento cuando lo mira interactuar con el cerdo depresivo.
Además, por si fuera poco, el tema que le asigna es algo que no alcanza a comprender.
Ágape, ¿Qué mierda es eso?
El amor incondicional no es algo que el haya encontrado en su vida, el único que vale mencionar es su abuelo.
Así que se esfuerza en encontrar aquello de lo que Víctor habla, y cuando pierde hay una enorme decepción en su pecho.
Así que se aleja, y mira a la distancia las interacciones de Víctor y Yuuri. Y se esfuerza el triple por demostrarles, demostrarle su brillo.
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Yuri es un niño, un adolescente que esta descubriendo que es el amor y que no tiene la menor idea de que hacer con el avasallador sentimiento en su pecho.
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Cuando la final del Grand Prix llega y él gana, las lágrimas ruedan por sus mejillas cuando finalmente todo queda claro.
Finalmente entiende el porqué de que las personas entreguen sus corazones a otras.
Así que cuando la fiesta de celebración está en pleno apogeo, va en busca de Víctor.
Lo encuentra observando las estrellas. Sus ojos resplandecen y por primera vez, Yuri acepta el sentimiento que desde que tenía catorce años parecía querer sacar su corazón de su pecho.
— Es hermoso ¿no? —Víctor es quien rompe el silencio, la sonrisa que le robo el aliento desde la primera vez que le vio, delineando sus labios.
— Sí —murmura en respuesta, dejando que el silencio se extienda sobre ellos.
Víctor le mira, al joven de lengua afilada y ceños fruncidos que parece a crecido un montón cuando él no estaba viendo.
— Felicidades —le suelta y Yuri le mira como si fuera un tonto.
Niega con la cabeza y se acerca.
Parece nervioso y lo mira como si fuera la respuesta a una gran incógnita en el universo.
— Víctor —Su voz es casi un susurro y cuando finalmente los ojos azules de su martirio se encuentran con los suyos, las palabras fluyen como agua a través de sus labios—: creo que estoy enamorado de ti.
Cuando termina de decir las palabras se siente más ligero pero, también hay una pesadez en el pecho.
— ¡Oh, Yura! —la voz suave de Víctor le hacen cerrar los ojos.
"No seas cruel", quiere decirle sin embargo, las palabras mueren en la garganta cuando los suaves labios de Víctor se posan en los suyos.
Es un beso suave y demasiado efímero pero hacen que el mundo parezca diferente cuando los ojos de Yuri se abren.
— Aun no Gatito, aun no —finalmente Víctor le dice mientras se aleja y algo parece romperse en su pecho—. Si en tres años sentís lo mismo yo... voy a esperarte.
La esperanza vuelve y cuando observa la sonrisa de Víctor serle ofrecida.
— ¿Lo prometes? —su voz es ansiosa.
— Lo prometo —contesta, porque, a pesar de que Víctor no es muy bueno cumpliendo promesas, está es diferente, su corazón también está en juego, después de todo, lo que le llevó a Japón fue en gran medida por lo que aquel joven de facciones delicadas y mal carácter había despertado en él.
Yuri asiente con entusiasmo y convicción. Ser adolescente no era fácil, no cuando tienes que mantener a toda tu familia; no cuando tenias una madre que se comportaba más infantil que tú; no cuando no tienes idea de que es el amor, y sobre todo, no cuando el dueño de tu afecto es doce años mayor y un idiota.
Sin embargo, mientras hubiera esperanza y Víctor sonriera de aquella manera, todo valía la pena.