¡Hola de nuevo a todos, mis amados lectores y seguidores!
¿Recuerdan el final de "Solo de ti"? Si bien por lo visto fue del agrado de muchos, hubo una seguidora por Facebook que recalcó su interés por saber que fue de Yugi y Rebecca durante su noviazgo previo al altar. No pude quejarme por ello, así que prometí dejar un one shot que tocara el tema pedido. Pero como suele pasarme, se me alargó más de la cuenta, así que lo dividí en capítulos. Serán unos tres o cuatro capítulos como máximo. Con algunas anéctodas interesantes sobre la relación entre este par de dulcecitos previo a su boda.
Espero honestamente que lo disfruten.
Y sin más que decir… ¡A leer!
01- Felicidad
La lluvia caía a cada segundo con menos intensidad, así como el viento soplaba ya de una manera más suave y la melodía creada por las gotas de agua contra la ventana de la casa ya daba una sensación de armonía.
De pie, abrigada con un grueso suéter blanco y una taza de té caliente en sus manos, Rebecca observaba el exterior a través del trasparente cristal de la ventana, notando como la ciudad parecía recuperar su acostumbrada calma, que había sido opacada por la espantosa tormenta de hace unos momentos. Eso la tranquilizo. Ahora no habría problemas para Yugi cuando este volviera a casa. Asumía que el atraso del tricolor se debía al mal tiempo.
Con la mirada embargada de sosiego, miró fijamente el contenido líquido de su taza entremezclada con el vapor blanco que emitía. Su distorsionado reflejo apareció. Una imagen más madura de si misma. Al punto en que sentía dudar sobre si aquel rostro era suyo realmente. Pues en su interior aún habitaba la misma chica de doce años, enamorada de un duelista que la ayudó a ver las cosas con otros ojos.
Por más años que pasaran, Rebecca sentía que todo lo acontecido había sucedido en menos de un parpadeo. Las separaciones, los reencuentros, las alegrías, las lágrimas… y el inicio de su noviazgo aquel día cubierto de lágrimas de amor, dolor y alegría a la vez, todo bajo un manto de lluvia similar a la que caía en ese momento.
De aquello, ya transcurrían cuatro meses.
Y en aquel tiempo ya pasado, además de disfrutar del inconmensurable amor de Yugi, de sus sonrisas, de sus besos, sus caricias, sus miradas iluminadas de cariño, aprendió sobre la faceta que era el perfecto sinónimo del dolor: el pasado de su amado.
Por palabras quebradas de él mismo y en ocasiones de sus amigos, conoció las desgracias a las que el tricolor se vio sometido durante toda su vida.
La ausencia de su padre, la soledad durante su niñez, que hubiese sido absoluta de no ser por Anzu, las golpizas durante la secundaria y preparatoria, los roces con la muerte… y el haberse aferrado al deseo pedido al Rompecabezas del Milenio durante ocho años.
Aun era latente en su corazón el recuerdo de la voz desgarrada y las lágrimas derramadas cuando Yugi le habló del día que consiguió ensamblar la ultima pieza de aquel puzzle. Había sido el mayor de sus logros, pero lo acontecido aquel día aun parecía afectarle. Parecía recordar con perfección el ardor de sus heridas, el dolor de los golpes recibidos, la desesperación al creer la ultima pieza perdida, el alivio de saber que su esfuerzo al fin había dado frutos.
Pero no le extrañaba que aun en ocasiones esos crudos recuerdos le afectaran. Yugi era un ser humano, no un robot. Era una persona. Podía sentir. Reír, llorar, frustrarse, sufrir. Y lo último parecía ser lo más resaltado de la vida del tricolor.
Inconscientemente, una lágrima rodó por su mejilla y cayó en el interior de la taza, distorsionando por unos segundos su reflejo en el té.
No podía evitarlo. Haber descubierto esas heridas del pasado le habían ayudado a conocerlo mejor, pero también le habían abierto una puerta que a veces deseaba haber dejado cerrada.
Porque a ella también le había dolido aquello.
Tanto o más, como si a ella misma le hubiesen ocurrido aquellas tragedias.
Con movimientos mecanizados, dejó la taza sobre la mesa de la sala donde se hallaba. Juntó sus manos y las observó detenidamente durante unos segundos, mientras su mente divagaba entre dudas y pensamientos.
¿Había algo que ella pudiese hacer?
En ocasiones maldecía su tendencia a pensar demasiado en el pasado. Tanto suyo como del de los demás.
El chasquido de la puerta le hizo despertar de su discernimiento.
- ¡Rebecca, ya llegué!
Y la voz de Yugi tan animada como siempre, esta vez le ocasionó un nudo en la garganta.
No se movió de donde se encontraba, que era de espaldas a la entrada a la sala. Tragó saliva con pesadez, percatándose de lo anudada que estaba su garganta ante la desesperación de no soltar el llanto.
- Lamento la tardanza – la voz y la presencia del joven se acercaba paulatinamente – La tormenta me atrapó desprevenidamente y tuve que…
Pero al ingresar a la habitación, también lo sintió callar de forma abrupta. Y ese silencio incómodo tuvo su origen debido al hecho de que la menor se había volteado a verlo, dejando al descubierto su mirada cristalina.
- Rebecca ¿Qué sucede?
La consternación evidenciada en la voz varonil y a la vez gentil de Yugi solo provocó que las ganas de llorar de Rebecca se incrementaran. Sin poder evitarlo, soltó un sollozo y corrió hacia él, buscando refugio en sus brazos y desahogándose en su pecho. El tricolor seguía sin poder comprender del todo lo que estaba ocurriendo. Pero conocía muy bien a su novia. Sabía que ella primero lloraba y luego hablaba. No era la primera vez que esto sucedía. Incluso lo había comprobado de antemano a que fuesen una pareja.
Con cariño, la rodeó con sus brazos y escondió su rostro en el cabello rubio de la menor. Murmuró con suavidad palabras de consuelo, intentando que el llanto desatado llegara a su fin.
Tras unos minutos que duraron tanto o igual que un suspiro de melancolía y gracias al calor del abrazo y las palabras gentiles pronunciadas por la voz meliflua de su novio, Rebecca logró apaciguar su llanto hasta convertirlo en pequeños suspiros. Pero el abrazo permaneció intacto e incluso ella se aferró con más fuerza al tricolor, quien no se quejó al respecto.
- ¿Te sientes mejor? – lo escuchó preguntar con suavidad, a la vez que plantaba un pequeño beso en su cabeza.
- C-Creo que sí – balbuceó la menor en respuesta.
Sintió como las manos de él dejaban el abrazo para dirigirse a su rostro y sostenerlo con delicadeza, obligándola de igual modo a que lo viera a los ojos.
- ¿Qué pasó? – inquirió preocupado, a lo que ella solo pudo derramar otro par de lágrimas. Yugi le sonrió con tristeza, a la vez que le retiraba los lentes de la cara antes de que se siguieran empañando. Luego, con sus dedos le limpió las lágrimas que aun insistían en caer.
- No es nada, Yugi – trató de excusarse ella. Mas su tono quebrado y mirada aun sollozante decían exactamente lo contrario.
- Dime – insistió él, anhelando poder acabar con ese llanto sofocante.
- Es que… yo…– Rebecca no tenía idea de por dónde empezar, así que optó por dejar que su corazón hablara por ella, aun si no tenía coherencia lo dicho – Me siento… como una tonta.
- Pero ¿Por qué? – Yugi no pudo ocultar su asombro ante las insultantes palabras de su novia contra si misma.
- Por ti – respondió ella nuevamente con la garganta anudada – A veces… cuando pienso en todo lo que me contaste sobre ti, todo lo que sufriste. Yo… qu-quisiera haber podido ha-hacer algo al respecto. Me duele. Me duele tanto…
Hizo un esfuerzo sobrehumano mientras mordía su labio inferior con tal de no llorar de nuevo y apartó la mirada, enfocándola lejos de los ojos de su novio.
Más no tardó en sentir los labios ajenos besando su frente y los suaves dedos de Yugi acariciando sus mejillas húmedas, limpiando los caminos formados por las gotas cristalinas.
- Rebecca – habló él con consuelo impregnado en su voz – No necesitas preocuparte por ello. Eso, es parte de mi pasado. No podemos retroceder en el tiempo y cambiar las cosas. Y… por más dolorosas o tristes que hayan sido esas experiencias, no me arrepiento de haberlas vivido, porque eso es lo que me permite ser fuerte el día de hoy.
- Yugi – musitó Rebecca con un dejo de asombro reflejado en su mirar color esmeralda que se clavaba en la mirada del tricolor.
- Los desafíos, las lágrimas, las heridas físicas y emocionales, la misión de ayudar a Atem a recuperar sus recuerdos, incluso las golpizas que recibí en la escuela – su voz se agrietó levemente, algo que la menor pudo notar de inmediato – Cada cicatriz fue un paso más para fortalecerme.
- Pero… nunca has merecido todos esos golpes – contradijo Rebecca, mientras llevaba una de sus manos a la mejilla de Yugi, acariciándola con lentitud – Lo que menos mereces es sufrir, Yugi. No con todo lo que has tenido que cargar en tu corazón.
- Del sufrimiento uno aprende, Rebecca – respondió Yugi – Incluso, cuando se trató de nosotros.
- ¿Nosotros? – repitió la rubia confundida.
- Ambos tuvimos que sufrir, pero todo valió la pena, porque ahora estás a mi lado – dijo el tricolor mientras le regalaba una sonrisa sincera – Y además, si cambiara mi pasado, tal vez nunca nos hubiésemos conocido.
Sus palabras calaron hondo en el corazón de la chica, quien se dio cuenta que esa posibilidad nunca se cruzó por su cabeza. Si las cosas hubiesen ocurrido de otra forma…
Tal vez…
No estaría al lado de su alma gemela.
Guardó silencio durante unos breves segundos.
Sus delicadas manos femeninas se aferraron con fuerza a los hombros del joven adulto y parándose en la punta de sus pies lo besó en los labios con dulzura y desesperación, acción que él correspondió.
A los pocos segundos, ella rodeó el cuello de su novio con sus brazos, mientras este la sujetaba de la cintura, ambos hechizados por el ambiente, perdidos en los labios del contrario. Los ojos cerrados, el corazón desbocado.
Pero el aire escaseó en sus pulmones, obligándolos a separarse, pese a no querer hacerlo. Se miraron a los ojos, miradas inundadas de pasión y amor resplandeciente que brillaba como fuego abrasador.
Yugi se acercó nuevamente al rostro de la rubia y apoyó su frente contra la de ella, sin cerrar los ojos, mirando a lo más profundo del alma de Rebecca a través de sus hermosos orbes.
- Me siento muy afortunado de haberte conocido – murmuró con dulzura.
- Gracias por elegirme, y quedarte a mi lado – dijo Rebecca en respuesta. Sus ojos volvieron a brillar a causa de pequeñas gotas cristalinas, salvo que esta vez no eran de tristeza.
- Lo hice porque te amo – una vez más la besó, pero durante un tiempo más breve. Luego, besó su frente, después la punta de su nariz y finalizó por besar la comisura de su boca. La sintió abrazarlo con fuerza, ocultando su rostro en su hombro. Tembló sutilmente debido al nuevo sollozo que había dejado escapar. Yugi solo correspondió a su gesto, acariciando su cabello y su espalda de una forma delicada y lenta.
De forma inopinada, Rebecca sintió como el tricolor la cargaba en brazos estilo nupcial, arrancándole una exclamación de asombro. Sin esperar otra cosa, el joven comenzó a caminar hasta las escaleras que dirigían hacia el segundo piso, sin quejarse del hecho de estar subiendo con dificultad por estar su novia entre sus brazos. Ella solo se abrazó a su cuello y se dejó llevar.
Llegaron hasta la puerta que conducía a la habitación del mayor, donde todo permanecía ordenado y silencioso. Con cuidado, Yugi depositó a su novia sobre su cama, quien lo miraba con algo de confusión. Él solo le sonrió y se acostó a su lado, permaneciendo ambos de costado sobre el lecho.
- No me esperaba eso – se sinceró ella mientras reía un poco.
- Acostúmbrate – respondió él con una sonrisa diáfana.
- No creo que lo haga – dijo ella con soltura, ya sin rastros de tristeza o culpa en su voz ni en sus ojos.
Él rió con suavidad, feliz de haber podido quitar las lágrimas del rostro y el alma de su novia.
¡Ra! Nunca imaginó en su vida que se llegaría a enamorar con esa intensidad. Rebecca le despertaba de todo en su corazón. Sus alegrías más grandes, su deseo de protección más profundo, su pasión más oculta e incluso sus deseos más prohibidos. Por supuesto, consideraba la petición de ella de esperar el tiempo necesario, pero eso no lo abstenía de querer llegar más lejos. No solo en un ámbito físico, sino en su vida emocional y como pareja.
Ya no podía imaginar un día despertar y que ella no estuviera presente.
- ¿En qué piensas? – lo interrogó ella al notarlo algo ausente.
- En lo que será de nosotros – se sinceró el tricolor – En lo mucho que deseo que sigas a mi lado. En el tiempo que no fui capaz de ver que tú…
- Shhh – lo silenció ella colocando un dedo en sus labios – No digas eso.
- Rebecca…
- Tú mismo me lo dijiste – prosiguió ella – ¿Para qué estancarse en el pasado?
Dichas estas palabras se acercó más a su novio, abrazándolo, con cierta actitud posesiva, de la cintura y ocultando su rostro en el pecho de él, escuchando el acompasado ritmo de su corazón, el cual pareció acelerar cuando ambos cuerpos hicieron contacto. Sintió un brazo rodeando su cintura y una mano acariciar su cabello. Sobre su frente, los labios de Yugi depositaron nuevamente un beso.
- A veces no sé que haría sin ti
- Sería difícil imaginarlo – murmuró ella con voz somnolienta – Soy tu novia después de todo.
"Tal vez, a futuro seas más que eso" pensó el tricolor dejándose llevar por sus pensamientos.
¡Joder! Sí que estaba enamorado de esa chica.
Rebecca por su parte, acababa de hallar la respuesta a sus dudas, a sus temores y a sus inseguridades.
¿Qué podía hacer ella por él?
La repuesta era simple, pero albergaba tanto significado.
Hacerlo feliz. Ahora y por el resto de su vida.
Si en el pasado y por diversas circunstancias, ella no pudo hacer algo por Yugi, ahora si podía hacer algo por él.
Quedarse a su lado, acompañarlo, secar sus lágrimas, ser el motivo de sus sonrisas, apoyar sus proyectos de vida, consolarlo cuando decayera… hacerlo feliz.
Pero sobre todo… amarlo con todo su corazón.
Y aquella frase se tatuó en su ser, mientras el sueño y los cálidos brazos de su amado la llevaban al sueño más profundo, acompañada incluso en esos momentos por el amor de su vida.
Yugi Muto.
Y por el momento hasta aquí llegamos mis lectores.
Sí. Me quise inclinar un poco por mostrar algo de la relación entre Yugi y Rebecca. O al menos como lo sería desde mi punto de vista.
Si bien es más que EVIDENTE que Yugi no siempre sabe interactuar con el sexo opuesto en temas sentimentales, se ve a todas luces que es una persona de carácter paciente, gentil y dispuesto a escuchar y ayudar. Por otra parte, Rebecca si bien es algo posesiva y celosa, es una persona que lo arriesga todo por la persona que ama, mostrando que se preocupa profundamente por quienes le importan, pero en ocasiones se siente pequeñita e incapaz de hacer algo más. Intenté mezclar ambos elementos y agregando un toque no demasiado meloso de una pareja en sus primeros meses de relación. Eso ultimo se basa en lecturas excesivas… y experiencia personal O_O
Espero que lo hayan disfrutado. Especialmente mi seguidora por Facebook que estaba a punto de acosarme para que escribiera esto jajajaja.
¡Saludos!