Prologo.

Año 991.

Era una noche tranquila y estrellada, la luna brillaba en el cielo proyectando las sombras de cuatro jóvenes figuras que admiraba lo que era la mayor obra de magia jamás conocida hasta el momento. Una inexpugnable fortaleza que usarían como defensa contra cualquier invasión al tiempo que sentarían allí las bases de lo que esperaban fuese un legado prospero e inmortal; su gran aportación al mundo. De ahí que escogieran el lugar en particular. Nadie se les acercaría por el bosque o por el lago, los que osaran intentarlo no lo lograrían. Aquella era su escuela, desde donde enseñarían a los infantes a controlar su magia, a canalizarla, a utilizarla adecuadamente. Esa era su intención, su mayor ambición.

—¿De verdad crees que era necesaria esa criatura? —dijo uno de ellos manifestando su inquietud al respecto.

—Ella no dañará a ningún estudiante —aseguró el segundo homre. —Tiene orden de dañar unícamente a aquello que sea una amenaza para el castillo.

—Es preocupante que sólo tu seas inmune a sus encantos —manifestó una de las mujeres mirando con evaluadora inquietud al castillo. —Confío en tu criterio, ya lo sabes.

Sólo una de ellas no habló en esos momentos. Era quien había encantado algunas escaleras para que cambiaran de lugar y quien había diseñado in sistema infalible para detectar a sus futuros estudiantes. Su mirada se tornó blanca y se desplomó.

Pasaron las horas en la enfermería del castillo. Ninguno pensó que sería uno de ellos quien la estrenase, pero allí estaban. Los tres amigos velaban por su amiga que poco a poco iba recobrando la consciencia. Estaban preocupados. Sabían que su amiga tenía cierto don, cierta habilidad. Rara vez esa particularidad le había producido algo por el estilo, pero lo que lo que había visto debía ser algo muy serio o traumatico. Aguardaron en silencio, queriendo darle su espacio para que hablase cuando estuviese preparada.

—Hogwarts correrá un grave peligro. No este año, ni dentro de diez, ni siquiera este siglo —dijo al fin. —He visto un calendario que evidenciara que nuestra obra vivirá por mil años, puede que más. La oscuridad concentrarse y ser núcleo en este lugar y siete anclas que rodean a un monstruoso gigante con rostro de reptil.

—No hay ninguna criatura que corresponda a esa descripción —manifestó uno de los hombres colocando la mano sobre su espada. Estaba en tensión, como siempre que había una amenaza. muy dispuesto a enfrentar a quien sea por proteger a los inocentes e indefensos.

—Es una metáfora —Aseguró el otro hombre. —El monstruo con siete anclas y rostro de serpiente. La cuestión es, ¿de qué?

—Tenemos que hacer algo —Aseguró la mujer rompiendo el tenso silencio que se había instaurado con las palabras de su compañero. —La magia no me hubiese enviado esa visión si no fuese porque nos necesitase.

—No se puede viajar tanto en el tiempo —dijo la otra mujer. La de rostro afable y noble. — Viajar al pasado es peligroso, las paradojas que pueden llegar a crearse romperían el tejido del universo. Viajar al futuro... No sabemos lo que podemos encontrar, ni siquiera si eso ha sido intentado anteriormente.

—Hay algo que podemos hacer. Pero no os va a gustar. Solo un tipo de magia nos permitiría estar allí. No es oscura en realidad pero se le acerca. Es una magia peligrosa. Tendríamos que ligar nuestras almas al castillo y que este las liberase cuando se sintiese amenazado. Cuando esa amenaza se cierna sobre el mismo. No podemos anticiparnos a ella.

—Y una vez se liberen nuestras almas, ¿que sucedera? —Pregunto la mujer reincorporandose y sentándose en la camilla.

—Vagar hasta hallar el cuerpo adecuado en el que reencarnarse. No tardará más de cuarenta años en encontrar el ideal.

—Y si no puede con alguien de nuestra sangre, lo hará con quien sea compatible por habilidad o prospección de aptitud pasado ese tiempo —concluyó el otro hombre sabíendo por dónde iba su amigo. —Tienes razón, no me gusta ese plan. No soy apto para ser paciente.


Año 1942.

La muerte de aquella estudiante trajo un gran revuelo. Rumores de cierre circulaban por el castillo, los profesores estaban completamente nerviosos por no dar con un culpable y el propio castillo con las almas fundidas en él sentía la oscuridad crecer entre sus paredes, oscuridad que alcanzó por completo su climax dos noches después de la muerte de la chica. Con la expulsión de un inocente que sólo veía lo mejor en las criaturas y, la aparición de la primera de las anclas. Fue entonces cuando las almas se liberaron y comenzaron a buscar donde acoplarse. El cuerpo adecuado en el que su potencial despertaría y el renacimiento se completase.