Disclaimer: INK no me pertenece.
Ubicado después de que Kin-chan le dice a Kotoko que se decida, en el restaurante.
Para estar a tu lado
por MissKaro
I
El chillido de Kotoko detuvo en seco a Kinnosuke, quien parpadeó incrédulo al darse cuenta lo que estaba haciendo.
Las manos de ella estaban sobre sus hombros, tratando de apartarle y él así lo hizo, mesando sus cabellos del sentimiento desesperado y lastimado que corría por sus venas.
—Lo siento, Kin-chan... yo... —musitó Kotoko en tono tembloroso, haciéndole mirarle.
Conteniendo las ganas de llorar que le corrían por dentro, el pelinegro tragó saliva.
—¿Nunca vas a poder dejar de amar a ese bastardo, no es así? —preguntó Kinnosuke con decepción, sentándose junto a ella en el suelo del restaurante; en medio de los dos, la pequeña piedra del anillo destelló con la luz, burlándose de él.
Se sorprendió de descubrir que le dolía más el orgullo de estar siendo rechazado, que los fervientes sentimientos que tenía por Kotoko; tal vez, no la quería lo suficiente.
Los ojos oscuros del chico se humedecieron, porque se había equivocado.
—Kin-chan, no quiero herirte... pero no puedo corresponderte. Y si te acepto, te haría daño, estaría mintiéndonos a los dos —explicó Kotoko con voz rota; y, de alguna manera, los hombros de los dos se apoyaron el uno al otro. —Puedo intentarlo con todas mis fuerzas, pero... si en tanto tiempo de conocerte mis sentimientos por ti no han cambiado... no creo que lo hagan ahora. Es como con Irie-kun; he insistido demasiado y no hizo diferencia.
Kinnosuke suspiró, y volvió a pasar saliva. La quería mucho y por mucho tiempo se había aferrado a la posibilidad de que ella se convirtiera en su esposa, porque era el ideal de bondad y fragilidad que aspiraba a proteger; pero, en realidad, ella era bastante fuerte, como él, soportando un amor unilateral hasta que las esperanzas de este se resquebrajaban frente a sus ojos.
—Perdón. Entiendo cómo te sientes... y que no quieras verme. Soy... soy una persona horri...
—¡No! —interrumpió él—. No lo digas, no lo eres.
Kotoko rió sin ganas.
—Me voy... Iré a casa de Satomi.
—Te acompaño —dijo él, poniéndose en pie. En ese momento no le apetecía ver los restos de sus ilusiones rotas. Después volvería a recoger todo.
La chica le miró y se encogió de hombros, carente de ánimos.
Kinnosuke pensó que ambos habían llegado al límite. Él no volvería a rogarle después de ese momento, y ella parecía muy determinada a apartarse de ese estúpido genio.
Tras dejar el sitio listo para que no ocurriera un percance en su ausencia, los dos abandonaron el restaurante, cada uno inmerso en sus propios pensamientos.
Él reflexionaba sobre cómo era tener el corazón roto, pero no sentirse acabado. Se daba cuenta que su amor por ella no era tan grande como lo había estado pensando, y necesitó de un tajante rechazo a su mayor muestra por ella, para notar la diferencia.
En tanto, Kotoko analizaba la profundidad de sus sentimientos por Naoki y por sí misma, y lo que acababa de ocurrir. A diferencia de su amigo, ella había abierto los ojos con la oleada de dolor que la cubrió; verdaderamente estaba enamorada de Irie-kun, solo que descubrirlo le había traído más pena que alegría.
¿Cómo iba él a enamorarse de una mujer que se despreciaba tanto a sí misma persiguiéndole y rogándole por una pizca de su afecto? ¿Tan poco valor tenía?
Se sentía terrible de saber que había lastimado a su amigo pensando en alguien que no le quería y nunca había dado muestras verdaderas de ello, y que, peor aún, iba a casarse con alguien más.
Había estado comportándose como la idiota que él le había dicho por tanto tiempo, la clase de persona que Irie-kun despreciaba.
Llegaba el verdadero momento de decir basta; su padre tenía razón en mudarse, le haría bien alejarse del hombre que amaba, pero que a la vez le hacía daño, y mucho. No solo a sus sentimientos, sino a su autoestima.
Sí, ya había visto que no sería capaz de estar con otra persona, inconscientemente su cabeza se oponía; por lo que tal vez llegara a anciana y llevara su fotografía guardada celosamente junto a su corazón. Sin embargo, para Kotoko era tiempo de ponerse en primer lugar a sí misma: dejar de escuchar esos malos consejos de la señora Irie, detener una vez por todas esa persecución inútil a Naoki.
Acababa de descubrir que estaba enamorada de Irie-kun y que no solo eran ilusiones adolescentes, así como que era un amor inacabable.
Solo que también la clase de persona que había estado siendo. Y no le gustaba.
Los orbes oscuros de Kinnosuke se dirigieron al cielo al sentir la primera gota de agua cayendo sobre su nariz. No le había ganado a la lluvia.
No obstante, poco le importaba, así podría llorar como se había estado aguantando desde que dejó a Kotoko en casa de Satomi, quien la abrazó y no dijo nada cuando vio el estado de los dos. Su amiga le había ofrecido un paraguas al emprender retirada, mas lo había rechazado.
Tenía la cabeza abrumada y el corazón agrietado, así que dejó que las lágrimas no derramadas salieran al mismo ritmo que la lluvia de noviembre. Se sentiría poco hombre si le vieran; por fortuna el agua le ofrecía la excusa más barata y conveniente.
Estaba con sentimientos indefinidos, y tal vez llamaría a sus amigos para emborracharse con ellos, aunque no tenía ganas de escuchar las repetidas palabras de estos de que debía dejar de insistir y rogar a una mujer que claramente no le quería más que como amigo; a la que él podía hacer un lado con facilidad al momento en que le dedicaba una canción de amor.
Ellos, que le conocían, se lo habían dicho. Kotoko no era su capricho, solo que no era la mujer de su vida. Menos si no la conocía lo suficiente.
Kinnosuke resopló desganado, porque eso no significaba que no doliera.
Pensando en ello, tardó en reparar en la figura parada frente al restaurante de Aihara-san.
—Bastardo —masculló sintiendo cómo el enojo ganaba fuerzas en su cuerpo, con solo ver al causante del sufrimiento de Kotoko; por ende, también del suyo. Gracias a Irie, fue rechazado.
—¿Dónde está Kotoko? —ordenó saber el castaño.
El Ikezawa abrió los ojos de incredulidad.
—¿Para qué la buscas? —inquirió empuñando sus manos.
—Ya me he dado cuenta que no lo sabes —contestó Irie, dándose la vuelta.
—¿Eso crees? —El otro se detuvo—. Aunque no merezcas saberlo, acabo de dejarla a las puertas de la casa de Satomi. Para un genio como tú será fácil dar con la respuesta de su ubicación. Y te lo digo advirtiéndote que no la busques, bastardo.
El sonido de la lluvia fue el único que se extendió entre los dos.
—¿Qué eres tú de ella para prohibirme? —preguntó Naoki, todavía de espaldas al cocinero, luchando para que no se escuchara el temor en su voz.
¿Había llegado muy tarde?
—¿No sabes que le pedí que sea mi esposa? —le respondió Ikezawa, como jactándose.
Naoki necesitó ver su rostro para creerlo, y se giró, combatiendo el haberse quedado lívido. —Ah, ¿sí? ¿Y qué te respondió? —preguntó con falsa seguridad, enmascarándola con burla, un mecanismo común.
No consiguió disimular del todo, porque Kinnosuke se dio cuenta que algo ocurría con el genio. Eso, o era que la lluvia comenzaba a afectar sus sentidos.
—¿Por qué tu interés en saberlo? ¿Vas a felicitarnos? ¿Hacemos una boda doble? —interrogó el pelinegro animado por el enfado. —¿O es que no puedes soportar que Kotoko ya no te quiera y deje de ir tras de ti?
El cuerpo de Naoki se crispó visiblemente.
—¿Es eso? ¿Tanto te molesta no tener a todas persiguiéndote? ¿O solo Kotoko? ¿Es que pretendes que sea tu nombre el que pronuncie en la noche de bo...
—¡Cállate! —espetó Naoki, sin querer imaginarse a Kotoko, su Kotoko, yaciendo junto a aquel parásito. O cualquier otro. No iba a permitirlo.
El sentimiento le sobrepasó.
—Kotoko no se va a casar contigo —dijo perdiendo la compostura, soltando el paraguas que le cubría. —Bórrate esa idea de la cabeza, Ikezawa —exigió cogiendo al cocinero de las solapas de su camisa. —Ella no se va a casar contigo ni nadie.
Solo imaginarse a la pelirroja con otro hacía a Naoki bullir por dentro. Era suya.
Ikezawa se zafó con bastante facilidad, aprovechando la falta de concentración de parte del castaño.
De repente, Kinnosuke se echó a reír.
—Así que la quieres, bastardo —casi gritó—. ¿Tan importante te crees? ¿Tengo que recordarte que vas a casarte con la señorita perfecta? ¿Piensas que Kotoko te esperará por siempre? ¿Es que vas a divorciarte de la otra y luego esperarás que ella acuda corriendo a tus brazos, como un perro fiel?
Naoki se volvió una estatua, inanimada por dentro o por fuera.
—¿O qué esperas? ¿Casarte y convertirla en tu querida? ¿Eres tan despreciable que eso harías? ¿Tan poco la respetas?
—No digas cosas que no sabes —respondió finalmente Naoki, reaccionando con esa última pregunta.
—Yo solo digo lo que veo, Irie. Vas a casarte; y cuando ves que Kotoko puede ser feliz con alguien más, te interpones. Eres más despreciable de lo que pensaba. Tú no la quieres, para ti solo es un juguete, al que solo querrás para calenta...
Kinnosuke no se vio venir el puñetazo, que le hizo caer al suelo.
—No te atrevas a encasillarla, imbécil —soltó Naoki, insuflando aire a su pecho.
Para él, Kotoko no era el objeto que insinuaba. Ni siquiera podía pensar con suficiente claridad para dar un por qué, solo sabía que ella era lo mejor que le había pasado en la vida.
Y ella recibió una propuesta de otro.
Le invadió una profunda tristeza, más allá del enojo.
—¿Entonces qué, Irie? ¿De qué otro modo puedo pensar? —farfulló Kinnosuke, frotándose la mejilla adolorida. —Déjala en paz. Tú no la quieres.
Naoki empuñó sus manos. Sí lo hacía. ¿Por qué había estado negándoselo hasta entonces?
No solo podía depender en sí mismo; y ella, Kotoko, le había demostrado que no basaba su amor en su apariencia, sino en su persona. No como Sahoko y las demás.
¿En realidad creyó que podría casarse con alguien que no fuera Kotoko?
—No puedo dejarla en paz. La necesito —susurró para sí; sin embargo, Kinnosuke lo escuchó y algo se quebró dentro de su pecho.
—Entonces demuéstralo —murmuró enderezándose en sus dos pies.
Los normalmente inexpresivos orbes de Naoki le miraron de una manera distinta, casi suplicante.
—¿Vas a casarte con ella? —En esa ocasión, su voz no sonó indiferente como siempre, sino decaída.
Kinnosuke negó, lo que trajo una sonrisa al rostro del genio.
—Pero tú sí te casarás, con otra —agregó el pelinegro sin emoción.
Naoki agitó su cabeza, y aun en medio de la lluvia, su cuerpo pareció lleno de energía y convicción.
—No lo haré —expresó con determinación, antes de pasar por un lado de Kinnosuke, rumbo a la estación, sin dar cuenta de su paraguas.
Se detuvo a unos pasos del cocinero.
—Ikezawa, te lo agradezco —le dijo antes de salir corriendo.
El moreno lanzó un resoplido y bajó los hombros, pateando el paraguas abandonado.
¿De alguna forma acababa de alentar a su rival?, pensó sintiendo asco de sí mismo.
Si valía la felicidad de Kotoko, lo haría de nuevo.
Sin importarle su estado empapado, Naoki entró a casa con rapidez, con la única intención de encontrar a su padre para auxiliarle en el lío que se había metido con su inmadurez, pensando que su solución era la más plausible para el caso en que se encontraban. No tenía tiempo que perder; el día siguiente hablaría con Sahoko y Oizumi-san para acabar con ese tonto compromiso en que no debió inmiscuirse en primer lugar.
¿En verdad creyó que podría casarse con otra persona que no fuese Kotoko?
Definitivamente no era un genio si podía pensar de esa manera.
—Será muy penoso que se muden, pero si consideras que es lo mejor —escuchó en voz de su padre, desde la sala de estar.
Le recorrió un escalofrío.
Abrió la puerta con estrépito y vio sobresaltarse a su familia allí reunida.
—Onii-chan, ¿pasa algo? ¿Por qué estás en ese estado? ¡Debes cambiarte!
—No pueden mudarse. —Ignoró a su madre, dirigiéndose a su oji-san.
El padre de Kotoko suspiró y negó con la cabeza.
—Sabes lo que mi hija siente por ti, Naoki-kun, y no deseo verla herida. Sé que puedes comprenderlo. Y, ustedes ampliarán su familia.
Naoki agitó su cabeza, y aceptó una toalla que su madre le entregó.
—No quiero que se muden —expresó, mirando solo a Shigeo-san—. Yo... decidí que no voy a casarme con Sahoko-san, quiero que su hija sea mi esposa.
En unísono, todos jadearon.
—¿Qué! ¡Onii-chan!
—¿Naoki-kun? ¿De qué hablas?
—Ahora lo sé, no podría ser feliz con otra mujer que no sea Kotoko —admitió Naoki, con el corazón latiendo en su garganta. —Sé que tengo cosas que arreglar, pero deseo que conozcan mis intenciones.
—¿Estás seguro? —preguntó Shigeo-san, con el ceño fruncido. —Sabes cómo es.
Naoki sonrió. —Lo sé.
—No puede hacer nada bien.
El noventa por ciento de las cosas.
—No es muy lista.
Al menos, no académicamente.
—No sabe cocinar.
Ni necesitaba que lo supiera.
—Lo sé muy bien, oji-san.
—Ella es torpe y enreda las cosas.
Estaría él para arreglarlas.
—También lo sé.
Los ojos de su interlocutor se humedecieron.
—Pero, ella es muy determinada, y tiene un corazón enorme y su personalidad alegra a todo el que la conoce. Y… es leal… y te amará con todo su corazón.
Asintió, porque ella era eso y muchas cosas más, todo lo que le atraía de ella.
—Estoy seguro de lo grandiosa que es —confesó, pensando en que Kotoko poseía un gran valor interno, que le había ganado un espacio en su inhóspito corazón.
—Entonces cuida de ella.
—Gracias —musitó, haciendo una reverencia.
—¡Sube a cambiarte! —exclamó su madre, atrayendo la atención de todos—. ¡Rápido, Naoki!
—Mamá...
—No te quedes ahí, que hay que hacer un plan para que arregles todo lo que has hecho. ¡Y convencer a Kotoko-chan de dejar a ese muchacho! ¡Lo has hecho mal, Naoki! ¡Tendrías que haberte confesado primero a Kotoko-chan!
Anonadado por esa respuesta de su madre, se permitió ser empujado fuera de la habitación por ella, mientras los otros permanecían en sus lugares, observándolos sorprendidos.
—Ahora demostrarás que Kotoko-chan te importa, Naoki —manifestó su madre con reprimenda, una vez fuera del salón—, tú no la has visto llorar por tu culpa, y ni siquiera le dices tus sentimientos... ¿oh, qué clase de hijo he criado! —terminó, volviendo a su dramatismo normal.
Suspirando, Naoki se apartó y fue a las escaleras para cumplir con sus instrucciones, notando que, por una vez, su madre llevaba la razón.
NA: ¿Cómo cuánto tardo en publicar algo?
Supuestamente es una idea corta, y tengo escrito otro capítulo y la confesión, pero nunca se sabe.
Besos, Karo.