Pasado
Capitulo 1. ¿Quién eres tu?
Su padre podría irse por un tubo, a él no le importaba. ¿Creería que no podría sobrevivir sin su dinero? —"Ja".— resopló ante sus propios pensamientos. Él no era Draco Malfoy, ni mucho menos Lucius. Se tragaría sus palabras, le demostraría quien era. Siguió caminando en la penumbra de la noche, Albus estaba a unos veinte metros por delante de él. Al y él tenían estaban tras los pasos de una pareja de unicornios, en medio del bosque prohibido. Era una manera honesta de ganar dinero. Si no iba a contar con los galeones familiares para seguir lo que verdaderamente le apasionaba, no se pondría a llorar por los rincones. Albus Potter, su mejor amigo le había dado la magnifica idea de recolectar espécimen raros y así poder venderlos en el callejón Diagon. Era una manera de conseguir capital inicial sin pedir la ayuda de "Papi". ¿Por qué su padre no podía entenderle? Él no era hombre para estar detrás de un escritorio contando galeones que no le pertenecían. No. El quería viajar por el mundo, saber cómo funcionaba, y quizás cuando encuentre su lugar en él asentarse haciendo lo que en verdad le provocaba. Eso nunca pasaría, al menos para su incomprensivo progenitor. —"Tu no sabes como funciona el mundo, este es tu lugar. Por más que quieras escapar de él, el mundo te encontrará."— le había dicho antes de casi reventar la puerta de la mansión. Su Abuela Narcisa, como pocas veces en toda su vida, no le había apoyado, se había puesto del lado de Draco. Indignante, simplemente indignante. Pero todos verían de lo que Scorpius Malfoy sería capaz.
—¡Hey, acá está bien!— le gritó al menor de los Potter, pero este pareció no escucharle, o más bien no querer hacerle caso. Si había alguien más cabezotas que él probablemente sea Albus. Desde un inicio sus familias no tomaron con buenos ojos que los dos hayan forjado una amistad. Pero… siendo como eran les importaba tres pepinos lo que sus padres les dijeran. Albus era el único en su familia en ser sorteado en la casa de las serpientes, hecho que no preocupó al gran Harry Potter en primera instancia. Scorpius recordaba la cara del héroe del mundo mágico cuando Albus lo presentó como su mejor amigo. Su boca era una perfecta "O", después de varios segundos se disculpó para perderse entre la marea de personas que habían en el terminal del tren. En ese entonces tenía doce años, y las muestras de aprecio hacia él no ocurrían con frecuencia, muy por el contrario. Scorpius era y sería el hijo del último mortífago. El hijo del asesino más perverso del mundo mágico. Por esta única razón era merecedor de miradas cargadas de desprecio. Y él con los años había entendido y aceptado la razón.—¡Voy un rato a ver cuánto nos falta para llegar al campo abierto!— gritó desde lejos el chico de cabellera incontrolable. Desde lejos y apenas alumbrado con la luz de las estrellas podía distinguir su sonrisa pija.
Scorpius dejo su mochila en un área despejada, aún habían árboles a su alrededor, pero todo parecía más limpio en relación otros lugares. Habían zonas rocosas. Hagrid le había recomendado siempre estar entre las rocas. —"Así no te atraparán fácilmente. Aléjate de los árboles grises y siempre desconfía cuando el silencio impregne el bosque"— Esas fueron las palabras del semi gigante antes de darle el permiso a ingresar. Si bien, técnicamente, ya no eran alumnos en el colegio tenían que pedir permiso. Y su ex profesor era una de las pocas personas que lo trataba con respeto y hasta podría decirse con cariño. Después de él, nadie. Ni siquiera el profesor Longbottom, el profesor de herbológia. Era curioso, porque con todos hasta los miembros de su casa, pero con él, era un témpano. Suponía que eso era herencia de su padre. Ser un Malfoy tenía un precio alto. Y para ser sincero consigo mismo ya no estaba dispuesto a pagar el precio.
El joven de apenas dieciocho años armo el campamento, con cuidado. La noche era preciosa. A su madre le hubiera gustado ver las estrellas en ese momento. Astoria Malfoy gustaba de grandes banquetes a la luz de las estrellas, así podría mostrar a todo el círculo sangre pura sus nuevas joyas. Su padre no estimaba en nada para complacer los caprichos de su madre, esto claro para que no le molestara en sus sesiones alcohólicas. No eran muchos los recuerdos que Scorpius tenía de su madre a solas, pero siempre guardaría un pedazo de su corazón a la mujer que le enseño todo sobre cómo comportarse en la mesa y saber complacer a una dama: ella y su abuela Narcisa, claro estaba. Hasta ahora no podía entender como una mujer con su madre pudo acabar con alguien como Draco Malfoy. Ella era tan fina, educada, con un profundo sentido de la familia se había atado a un hombre parco, cerrado, codicioso y para rematar alcohólico.
Encogió los hombros. Con cuidado encendió las luces de las antorchas, y en menos de un minuto tenía la fogata preparada. Se sentó en el césped, sin intenciones de entrar a la tienda. Sacó su libro favorito de su mochila: Historia de Hogwarts, repasó con cuidado cada página. Le encantaba sentir el contacto con el papel. Y esa era su edición favorita. Lo encontró en el desván de la casa de Albus, cuando tenían trece años. Recordaba ese día con claridad porque se llevó de la casa de su mejor amigo un centenar de libros. —"Acá nadie los lee… además papá cada vez que se acerca a estas cajas pareciera que le diera un infarto, mejor si te llevas todo."— le había dicho dándole palmadas en la espalda. Lo que hacía único a esos libros, y a esa edición en especial, eran las notas a los lados. Eran inscripciones comentando los pasajes y uno que otro ejercicio de aritmancia avanzada. En la contra tapa había dibujado en tinta dorada una "HG". Albus le había comentado que posiblemente eran los libros de alguno de sus abuelos o de los amigos de sus abuelos. A quien le hayan pertenecido, estaba seguro era alguien que guardaba amor por cada ejemplar.
Scorpius miró su reloj, Albus se estaba tardando en regresar. Scorpius revoloteó sus cabellos dorados y siguió leyendo el mismo pasaje una y otra vez. Quería saber en qué momento exacto los pasadizos fueron creados, quizás así pueda entrar al castillo sin romper los hechizos protectores. Hasta el momento tenía ahorrado unos doscientos galeones y esto sumado a la pequeña fortuna que heredaría de su madre apenas se casara supondría que no necesitaría de volver con el viejo cascarrabias. Bueno, quizás su padre no sea un viejo en toda la extensión de la palabra, pero definitivamente tipificaba para amargado e infeliz.
Escuchó los pasos agigantados de su mejor amigo. Era como si estuviera corriendo por su vida. Albus no era él más atlético de los dos, pero aún así podía saber que estaba corriendo por algo más. El rubio se paró de un salto y corrió hacia su dirección. Albus lo tomo del hombro, dejó caer su mochila y o bocanadas tomó aire. — ¡Tienes que venir! ¡Empaca todo, tienes que ver esto!— lo dijo casi gritando. No pudo contener la expresión en su rostro. —¡Que diablos…!— pero Albus no espero a que empezara con sus preguntas, él con un movimiento de varita guardo todo, apagó la fogata y le empujo hacia delante. —Tienes que ayudarme. Tienes…¡Merlín muévete!— dijo corriendo hacía la dirección por donde vino.
Scorpius casi no podía seguirle el paso. Albus corría desenfrenado, casi cayendo. Tras varios minutos corriendo, Scorpius pudo ver el inicio de una caverna. Albus entró y en la entrada lo llamó con las dos manos. —¡Es aquí!— no esperó a que se acercara, su mejor amigo entro a toda prisa. Con un suave movimiento de varita conjuro un Lumus en toda la cueva. Parpadeó varias veces, acomodó sus ojos a la luz, pudo ver el porqué del apuro de Potter. En una esquina de la cueva en medio que parecían un enorme pedazo de cristal yacía una mujer.
Scorpius no daba crédito a lo que veía. Era una muchacha no mayor a él, atrapada en medio de un bloque de cristal. Se acercó aún más al bloque pensando que sus ojos lo engañaban. Pero era real. La mujer parecía estar durmiendo, sus ojos estaban cerrado, su piel de leche, hasta cierto punto parecía traslucida. Pero lo que sin duda acaparaba la vista era su larga melena castaña. —¡Scor!— Albus le sacudió el brazo. Pero no podía quitar sus ojos de ella, sus facciones eran simétricas y delicadas, como si hubiera sido esculpida por el mismo Miguel Ángel. Fijándose en cada detalle, sus vestimentas eran algo anticuadas y curiosamente muggle. Unos vaqueros y tenis gastados y una polera dos tallas más grandes a su figura. —¡Scor!— gritó de nuevo su amigo.
—Yo… yo..— pudo ver la cara desgarbada de Al, parecía tartamudear. Quizás mucho más sorprendido que él por el descubrimiento. — Yo la conozco…— dijo finalmente. —Yo la he visto….— dijo tartamudeando. ÉL con atención comenzó a mirar los alrededores de la cueva. El agua había invadido gran parte del suelo. Y el moho mezclado con la vegetación estaba impregnada a los cimientos del cristal que encerraba a la mujer. —¿Te acuerdas cuando entramos al pensadero de papá en quinto año?— cómo olvidar cuando le prohibieron la visita a la mansión Potter por mala influencia. —Sí—
—Ella, se parece… a la amiga de papá… ¿te acuerdas? ¿cuál era su nombre?— Albus caminó en círculos. Los ojos de Scorpius casi se salen de sus cuencas.—¿Granger?— Su boca casi se seca del susto. Cómo olvidarlo… todo el mundo mágico creyó que su muerte estaba ligada a su padre. Por años fue el hijo del asesino de sangre sucias. Es más hasta él lo creía. — Sí… ¿ese era su nombre?— preguntó Al, rascándose la cabeza. — Recuerdo que una vez Teddy sacó una foto de su papá con tío Ronald, mamá, papá y ella. Mi papá salió corriendo de la habitación. Un momento…— dijo sentándose en la roca más cercana. Scorpius limpió el moho que impedía ver el resto del cuerpo de la muchacha. —Este no es un cristal normal…— dijo acercándose. —Este es protegto cuaora… el hechizo que se utiliza en museos mágicos… y en mansiones para capturar el momento de florecimiento de ciertas flores… congela el momento.— Scorpius se alejó de ella para ver. Alguien la había encerrado. Por el estado en que estaba su ropa… —La batalla de Hogwarts… Ella estuvo en la batalla…— Scorpius pegó un salto. —La hechizaron… por alguna razón pensaron que sería mejor… dejarla así que… matarla— todo su cuerpo se escarapeló. Quizás y su padre no fuera el asesino de esa mujer, como todo el mundo mágico asumía.
—¡Hermione!— Albus dijo desde su asiento. —Se llama Hermione, una vez cuando Lily gano la copa de deletreo en su colegio muggle… mamá dijo que a ese paso se convertiría en Hermione… mi papá puso cara de muerto y tio Ronald casi se desmaya. Estoy segura que ese es su nombre.— Terminó de decir mirándolo. El rubio movió su varita fijándose en cada detalle. En el extrema de su brazo derecho se podía ver la herida aún en cicatrización "Sangre sucia". No había duda era la chica a que todo el mundo se refería como la víctima no probada de su padre. —Sólo recuerdo que murió en la guerra. No sé más—dijo Al encogiendo los hombros.
—¿No te sabes toda la historia de cómo tu papá venció al señor oscuro?— preguntó entre irritado e entretenido.
—Ese es James. A mi las historias de papá me dan exactamente lo mismo. Lo único que sé es que por ese título nunca tiene tiempo… pero esa es otra historia.— Al y sus "Daddy issues" eran aburridos y constantes, pero nadie era perfecto, menos él.
—Hermione Granger— dijo casi apenas audible. —Creo que es momento para que nos cuentes porqué estás aquí..— Scorpius posó sus manos sobre el cristal y después de unos segundo con un movimiento conjuró —Finite encatatem…— el cristal poco a poco se desvanecía en el aire. Pero la mujer parecía no inmutarse. Ni despertar. ¿Y si estaba muerta?
—Creo que debemos llamar.. a alguien…— dijo después de unos segundo Albus.—Parece que está herida, mira su brazo… está empezando a sangrar… Después de unos segundos, los que parecieron ser una eternidad, la mujer de cabellos indomables tosió, su cuerpo se arqueó en un movimiento aparatoso. Ella tosió por lo menos un minuto, intentó erguirse, sentarse al menos, pero no pudo. Al parecer no tenía energía. Sus ojos se mantenía cerrados. Despacio, Scorpius se acercó hacia ella. La muchacha intentaba abrir los ojos sin mucho éxito.
—..Draco..—su voz era apenas audible, pero se estaba formando una sonrisa en su rostro, a pesar del dolor que estaba sintiendo, la muchacha sonreía. Una de sus suaves manos tocaron su rostro como tratando de palpar lo que sus ojos no podían ver. —¿Estás bien? — decía en el mismo tono, no dejando de acariciarle el filo del rostro. Scorpius sentía petrificado ante el tacto. — ¿estás bien?— volvió a preguntar esta vez con más urgencia. El solo asintió casi obnubilado por su mirada, la cual no parecía enfocarlo con claridad. Su mano acariciaba el filo de su mandíbula. El musito un—Sí— casi ahogado. —…que bien..— dijo ella cerrando los ojos, dejando a su cuerpo laxo. Sintió la mirada de Albus taladrarle el cuello.
—¿está muerta?— preguntó asustado. No lo estaba. Scorpius tomó su mano y midió su pulso. Era débil. —Tenemos que ir a San Mungo.— la sujetó desde el cuello y abrazó su cintura. Cerró los ojos, listo para aparecer en el lugar. —No podemos ir… piensa, si decimos dónde hemos estado podemos delatar a Hagrid, y sabes que Minerva no nos dejaría entrar…— dijo Al sujetando su hombro hasta que pensara desaparecer.
—¿Y que hacemos dejarla morir? No seas ridículo Al, eso no importa— dijo todavía sujetándola por la cintura.
—Claro que no… déjamelo a mi. Vamos a la cabaña de Ted y Victoire, estoy seguro que mi prima nos podrá ayudar. Era cierto, la prometida de Teddy era medi mago en emergencia de San Mungo, quizás ella podía ayudarlos, no sabía que tenía Granger, pero por el estado en el cual despertó sabía que estaba lejos de estar sana. Seguramente se arrepentiría pero era cierto, no solo podría en peligro su fuente de sobre vivencia si no también el trabajo de Hagrid, la única persona que le había ayudado a pesar de su apellido. Asintió sin estar convencido. Scorpius cuando estaba por revolotear su varita, vio como ella se acurrucaba contra él. Sacudió su cabeza tratando que sus pensamientos no se disiparan, después tendría tiempo para pensar el porqué de las reacciones de la mujer. Porque había llamado a su padre en medio del dolor y porqué intuía que estaba a salvo con él.
—
Hola a todos,
Prometí un Dramione, y aquí está. El primero de veinte capitulos, aproximadamente. Los que me conocen saben que odio cuando un fic se hace demasiado predecible. Me encanta sentir la sensasión de remolinos en el estómago cuando leo una historia. Espero realmente que este sea el caso. En cuanto al tiempo de actualización dependerá de ustedes. Trabajo en base a la respuesta de mis lectores. Necesito trabajar con feedback, asi soy yo. Como pronto terminaré un fic, necesitaba hacerle una camita con otra historia.
Espero sus respuestas.
Nos leemos, un abrazo hasta Marte.
Dlila.