Disclaimer: los personajes de Inuyasha no me pertenecen, sino a la autora Rumiko Takahashi, ni los utilizo con ningún fin de lucro.

A favor de la campaña con voz y voto, porque agregar a favoritos y no dejar reviews es como manosearme una teta y salir corriendo.

Corregido por mi encanto, SheilaStV.

Cautivo.

Summary: Cuando el amor supera la sensación del placer, Sesshōmaru se rinde, cede el control y decide convertirse en un cautivo, haciendo lo que sea por obtener un poco del amor que anhela, y no le es correspondido.

Capítulo 1

Como si fuera un robot, se incorporó de la cama con pesadez, desnudo, y una sábana enrollada en su cintura. Se quedó inerte al borde del colchón, pensando.

Como todos los viernes, Sesshōmaru utilizaba los últimos diez minutos que le restaban antes de levantarse de la cama, en crearse excusas que fueran lo suficientemente creíbles al momento de utilizarlas con Jaken.

No quería que llegara ese día, no quería tener que asistir a la casa de su amigo ni tener que ver a la persona que tantas molestias le causaba con su existencia.

Resultaba realmente decepcionante verse ahora mismo en esa situación. A los treinta y cinco años, perdido emocionalmente por una aun adolescente. Sobre todo, resultaba más que asombroso tener que recordarse que se trataba de la hermana menor de quien fuera su compañero en una infancia lejana.

Perdido por la hermanita de su amigo… Lo enfurecía tanto.

La alarma de las siete de la mañana volvió a sonar, por tercera vez. Señalando que eran las siete y veinte am. Iba tarde.

Condujo con calma, prestando atención a los semáforos y obligándose a pasar de largo esos temas que tan arraigados estaban en su memoria.

Cuando estaciono el coche frente a la empresa donde trabajaba, un joven empleado se le acerco, tomo sus llaves y luego subió al auto para moverlo.

Sesshōmaru siguió caminando, no saludo a la recepcionista, ni le dirigió una mirada. Mentalmente repasaba los horarios de su agenda, tarea que la nueva secretaria aun no podía manejar con soltura.

8.00 am-Encerrarse en la oficina con los abogados que reclamaban modificar el nuevo proyecto. Lo que le llevaría más de una hora concretar, por lo que suponía, debía mover la reunión con su socio Naraku a las 10:00 am.

11:30 am-Revisar los papeles de aprobación del proyecto de la casa de su padre. Este estaba muy impaciente por que comenzara la construcción.

A las 12:30 saldría a almorzar con su cuñada Kagome, luego la acompañaría a su departamento, y a las 2:00 pm volvería a la oficina. Seguramente, Sara lo esperaría con una agenda más extensa de lo que estaba cuando se había ido.

3:00 pm-Realizar cambios en los cálculos de estructura del proyecto de Inuyasha, lo que conllevaría también cambios en los números de vigas, losas y cimientos. ¡Maldición! Nunca más le daría un trabajo tan simple a alguien como su hermano. Esperaba que al menos pudiera leer lo que viera en unos míseros planos, pues lo movería al área de construcción. Y si no fuera asi, debia olvidarse de hacerle el favor de darle trabajo. No podía arriesgarse a ser demandado a causa de un error fatal en una construccion.

5:00 pm. No. Los cálculos le llevarían más tiempo. 5:45 pm-Enviar los nuevos datos al proyectista.

6:00 pm-Firmar documentos.

Lo que significaba que no tenía más compromisos a partir de las siete de la tarde. Justo cuando más los necesitaba.

Le pediría a su nueva secretaria que moviera los asuntos más importantes al día viernes a partir de la próxima semana.

Era una jugada sucia, pero lo utilizaría de todas formas.

Nada había resultado. Lo peor, los números le dieron mal una y otra vez. Se vio obligado a posponerlo, puesto que se enfurecía mas con cada minuto que pasaba ante los planos y la calculadora.

No enviar nada al proyectista demoraría más la finalización de ese trabajo.

Estaba muy agobiado de tantos problemas, y de no encontrar la solución a ellos. No podía concentrarse.

Bufo furioso por segunda vez mientras esperaba que le trajeran el coche. Una brisa constante le removía el flequillo sobre los ojos, y esto causaba que se sintiera aún más fastidiado que antes. Saco una mano del bolsillo para tomar las llaves que el empleado le alcanzaba, creyendo que ese día de labor había acabado, pero cuando se disponía a subir al auto, una voz femenina lo hizo detenerse.

—¡Señor Sesshōmaru!

Al girar el rostro, reconocio a su nueva secretaria, Sara.

—Siento ser inoportuna y contenerlo aquí más tiempo del que seguramente desea —mientras hablaba, se rascaba nerviosamente la cabeza, removiéndose el largo y oscuro cabello que poseía—. Pero se trata de los documentos del contrato con el señor Roshi. Usted los pidió para hoy pero los olvide en mi casa…

—No es urgente —la interrumpió, con la intención de darle la espalda.

—¿No? Pero usted los exigió para hoy, lo dejo muy claro.

Deseaba irse, pero la confusión en el rostro femenino lo distrajo. ¿Qué pretendía esa mujer? La idea de que solo queria atraerlo era tan obvia.

—De cualquier manera, creo que sería más conveniente que se los entregara hoy mismo. Solo… que los deje en mi casa.

Entonces noto que no estaba equivocado. Quería atraerlo a su cama. Hubiera declinado rápidamente la oferta de no ser porque se tomó el tiempo de estudiarla minuciosamente.

No le encantaban los cuerpos exuberantes, ni las mujeres altas, pero esas piernas demasiado expuestas bajo esa corta falda de oficina, y ese largo cabello de color ébano, lograron convencerlo de que quizás esa era la manera correcta de sacarse el estrés de la cabeza.

—Te llevare —accedió.

En su vida, pocas veces hallo amor, por eso Sesshōmaru no era suave, era impaciente, y no otorgaba complacencia sin violencia de por medio. Poseía pasión desmedida, cierto, pero si su compañera no era de importancia, le daba igual ser demasiado rudo.

Una razón que lo enfurecía tanto a la hora de relacionarse sexualmente con alguna mujer, era la imagen de esa joven que venía una y otra vez a su mente, recordándole que no podía tenerla, que no era ella en su cama, y empujándolo a desquiciarse más cuando fantaseaba con ella en cada minuto que implementaba teniendo sexo.

No quería verle la cara a Sara, por eso la giro y obligo a ponerse de rodillas sobre la cama, con los senos aplastados sobre el colchón, mientras el admiraba esa tersa espalda ante sus ojos. Tenía ambas manos sujetando la cintura femenina, y no cesaba en las arremetidas que le proporcionaba a ese cuerpo.

Lo disfrutaba. Su miembro era acogido de manera placentera. El interior cálido y húmedo de una mujer era lo que necesitaba para descargar toda su aflicción.

La estaba utilizando como un canalla. Sin embargo, en ese momento, perdido en sensaciones placidas, no pensaba con claridad.

Verla sumisa bajo su peso aumentaba la excitación que lo rodeaba. Desde ese ángulo, no parecía ser la nueva secretaria de su oficina, sino otra persona.

No quería decir su nombre, ni pensar en su rostro, solo creer que era ella sería suficiente.

Se complació al apreciar con detalle lo hermoso del largo cabello desparramado en la cama, ondulado… como el de ella.

Admiro las pequeñas manos aferrándose con desespero a las sabanas, y los bajos gemidos lanzados con gozo al aire.

Incremento la presión en la cintura, luego acelero los movimientos de sus caderas, y cerró los ojos cuando sintió que el hormigueo en su entrepierna se hacía más potente. Una urgente necesidad por liberarse lo impulsaba a seguir.

Perderse a cada segundo en las paredes aterciopeladas de la intimidad femenina, que lo rozaban en toda su extensión, lo estaba volviendo loco. Alcanzaba ese punto en que no sabía quién era él, ni pensaba en quien era la persona con la que estaba. Lo único que no podía quitarse de la cabeza, era a esa joven de mirada sonriente que lo excitaba a grandes escalas.

La tenía allí, bajo él, y la imaginaba aún más frenética que si mismo, provocándolo con su cuerpo, e incitándolo a correrse en su interior con un gesto lleno de deseo. Podía apreciar lo blanco de su piel y el color rosado de unos pequeños senos que no cesaban en moverse debido al ritmo que llevaba.

Ella estaba prohibida, lo que hacía esto más delirante. No obstante, sobre todas las cosas inauditas, estaba el hecho de que la amaba como a nadie.

Sentir vacío al culminar el acto, lo embargo de decepción. Por eso, cuando pudo ponerse de pie, se vistió sin mirar a la mujer que descansaba extasiada y sudada en la cama.

—Eso ha sido delicioso, señor Sesshōmaru —le dijo con voz entrecortada cuando él doblaba el saco y luego colocaba la corbata en el bolsillo del mismo—. Estuvo increíble.

Tú no, quiso objetar, pero era demasiado íntegro como para hacerlo y dejarla en ridículo.

—Fue un verdadero gusto complacerlo.

Oír tal hizo que frunciera el ceño. Pero seguidamente, omitió el comentario para centrarse en sujetar su largo cabello blanco en una coleta alta. Estaba despeinado, y eso ayudaba a disimular su perfil desarreglado.

Entretanto, ella continuaba en la misma posición, parecía no tener intención de moverse. Sesshōmaru sospechaba que de los dos ella había quedado más complacida. La observo de soslayo. Desnuda, recostada sobre el lado izquierdo de su cuerpo, sin molestarse en cubrirse.

No se parecía en nada a esa única mujer que le importaba.

Después, paseo la mirada por la habitación, descubriendo que no le prestó atención antes. Todo estaba tan ordenado, que proyectaba automatismo. Él, se consideraba una persona metódica, pero esta mujer era una manipuladora. Ahora lo veía tan claramente.

Que ciego. Se dijo.

Ofuscado, se dirigió a la puerta, sin demostrar interés en saludar. Entonces, escucho algo que lo hizo detenerse.

—¡Lo veré el lunes!

Bufo por lo bajo pensando en lo ilusa de ella. Y antes de cerrar la puerta, le respondió en un tono perverso.

—Estas despedida, Sara.

Abandono la habitación, oyendo un claro grito de sorpresa. Atravesó el pequeño living, y se marchó del departamento. Suponía que ella estaría furiosa.

Cuando toco el timbre de la casa de Jaken, se impuso un rostro indiferente, e intento no pensar en la obviedad de su demora. Además de no traer corbata puesta y tener el saco doblado en el brazo derecho, algo inusual.

—Llegas veinte minutos más tarde —fue lo primero que le dijo el castaño con lentes al abrirle la puerta—. Rin estaba empezando a preocuparse.

Así que no era el único que lo había notado, eh.

Lo irónico era que intentaba no mostrarse aturdido por saber que esa joven se hallaba en la misma casa, cuando resultaba inútil esforzarse en evitar el asombro si ella actuaba de ese modo, y su propio hermano lo comentaba con tanta naturalidad.

Para Sesshōmaru no era natural. La preocupación de ella, era sinónimo de que si le importaba.

—Pasa. Apuesto a que ha sido una mujer.

Le dejo parado en el vestíbulo y se marchó a la cocina sin dejar de hablar.

El peli plata escuchaba las palabras como un sonido lejano, pues mientras ingresaba más a la casa, solo podía desviar la mirada a todos los rincones temiendo encontrarse con la mujer que adoraba admirar.

—Apuesto a que has estado con alguien. Además… —detrás de la isla de la cocina, le señalo donde podía sentarse, antes de continuar—… además, nunca vienes tan desarreglado.

—Quizás, solo quería quitarme de encima algo de ropa. Estaba cansado. Acabo de salir de la oficina.

Deposito el saco sobre una butaca, y luego tomo asiento a un lado, frente a su amigo. Jaken se encontraba preparando una bebida.

—Siempre hay una primera vez para perder la compostura —comento, frio.

—No para ti —negó con la cabeza cerrando los ojos y frunciendo los labios—. Desde que te conozco has sido tan… —movió la mano en círculos mientras meditaba la palabra correcta— ¿impecable?

Ipso facto, las cejas de Sesshōmaru se alzaron.

—¿Eso es malo?

Jaken bebió de su copa antes de contestar.

—¡Por supuesto que no!

—Tú deberías adoptar algo de impecabilidad.

—¡Oye! Se lo que intentas. No cambies de tema. Quiero saberlo todo —levanto el dedo índice señalándolo con un gesto muy serio en el rostro.

Sesshōmaru puso los ojos en blanco. Tomo la copa que el otro le alcanzaba, y bebió la mitad de ella con demasiada rapidez. Quizás, el alcohol lograría calmarlo.

—¿Es algo serio?

—No es de tu incumbencia.

—Eso significa que no es algo serio. ¡Ah, Sesshōmaru! ¿Cuándo dejaras de relacionarte con mujeres que no te importan?

Se oía preocupado. El peli plata sabía que lo hacía porque Jaken era un buen amigo. Entonces, pensó que ese podría ser el momento de decirle que dejaría de tocar a otras mujeres cuando la joven Rin, su hermana, le correspondiera. Pero no estaba tan perturbado como para hacerlo. Además, dudaba mucho que su amigo le permitiera acercarse a esa hermanita que continuaba protegiendo como si fuera una niña.

—Seguramente lo hará cuando encuentre la mujer que este a su altura —comento la misma Rin ingresando a la cocina, haciendo énfasis en ciertas palabras.

Camino hasta ellos para tomar asiento en la única butaca libre, a un metro de Sesshōmaru, y sin sospechar lo que pasaba por la mente del susodicho, le dirigió una sonrisa amigable, ocasionando que se le marcaran unos oyuelos en las mejillas. Realmente adorable.

Estaba hermosa. Vestía casual, usaba una blusa verde y unos shorts negros que no ocultaban lo blanco de sus muslos. Expulsaba sensualidad y estaba demasiado cerca de él. Una mala combinación de circunstancias.

Había abierto mínimamente la boca cuando la vio, por lo que ahora se recordaba que debía guardar apariencias, así que junto los labios formando una línea, compuso esa mirada de soberbia que tan bien le salía, y observo a Jaken sin responderle directamente a ella.

—¿Ahora se ocuparan de buscarme una novia?

Internamente, mientras lo decía pensó que la sola mención de la palabra era ridícula.

—Mm… Pues ¿Tu que dices, Rin? —Jaken se rasco la barbilla y espero la respuesta.

Ella se lo pensó un momento.

—Supongo que podríamos buscarle una hermosa mujer rubia, o pelirroja. Dudo que le gusten las castañas —hablaba sin levantar la mirada, parecía soñar, y demostraba, absurdamente, algo de angustia—. Claro, no debemos olvidar que debe ser una soberbia fémina cuyo nivel se iguale al suyo. ¡De lo contrario, él siempre tendría la razón en todo! —culmino de decir, y velozmente observo a su hermano.

Sesshōmaru no perdió detalle de nada. Ni siquiera, de los ojos marrones brillantes, que se veían mas vidriosos con cada palabra que ella lanzaba. Pero, suponía que debía tener algún motivo ajeno para estar afligida. Que estuviera triste por él, era una idea tan descabellada como todo lo que había dicho. ¿Una mujer rubia o pelirroja? ¡Ah! Si supiera que elegía a sus mujeres castañas por ella y ese largo cabello ondulado que ahora se desparramaba sobre su espalda, aseguraba que esas mejillas se pondrían de un rojo más intenso que el de un tomate.

Cuan interesante y estimulante seria cada reacción de esa joven en la intimidad, encerrados entre cuatro paredes los dos.

—¿Rubia? No lo creo —escucho decir a su amigo, pensativo.

—¿Crees que le gusten más las pelirrojas?

—Solo le he conocido una novia y era rubia teñida. Después de eso, solamente aventuras con castañas.

—¿En serio? —exclamo ella con sorpresa— Creí que alguien como él tendría un gusto más exquisito.

—¿Por qué todavía seguimos hablando de esto? Olvídenlo, ambos —a Jaken le dirigió un tono frio, pero luego miro de soslayo a la joven, enseñando esa tenue sonrisa que solapaba una advertencia.

Estaba usando la seducción, como cuando quería algo, y cada mujer se lo concedía con ese mínimo gesto. Pero, diferente a todas, Rin formo en sus labios una sonrisa más extensa y negó con la cabeza.

—Está bien. Hermano, olvídalo. Sabes que lo necesito para que ayude en mis proyectos. Además, aún no sabemos si algún día acabare trabajando para él.

Eso hizo reír a todos.

Sorprendiendo a los dos, tiempo atrás, ella se había decidido por estudiar arquitectura, y ahora cursaba el segundo año. Muchos anteproyectos suyos pasaron por el visto bueno de Sesshōmaru antes de que ella comenzara a desarrollarlos. Y aunque él, muy a menudo argumentaba tener demasiado trabajo como para verla, ella siempre acudía a su oficina para robarle algo de tiempo.

Secretamente, el peliplata esperaba a que llegara el final de cada plazo que le otorgaban a los estudiantes antes de presentar sus trabajos, pues Rin se desesperaba más con el paso del tiempo, lo que hacía que la viera más seguido con la excusa de ayudarla.

—Pobre de ti —comento el de lentes.

—Por cierto, quería recordarte que hoy nos reuniremos en la casa de Kohaku a estudiar, en la noche. Lo que probablemente signifique que dormiré con él… ¡digo, en su casa!

Se sonrojo visiblemente al recibir duras miradas masculinas. Entonces, los apunto con el dedo índice.

—No piensen mal. Es solo un amigo.

Sesshōmaru estrecho los ojos, y sin que ellos lo vieran, tenso la mandíbula. El oírla decir tal cosa lo enfureció rápidamente. De un solo trago se bebió el alcohol que quedaba en su copa, que por ser olvidada, supo horrible al derretirse por completo el hielo.

—Yo puedo ir a buscarte.

—No. No quiero que te quedes despierto hasta tan tarde.

—De cualquier forma, me desvelare. Tengo trabajo que hacer.

—No te creo. Estas buscando una excusa.

—Yo creo que tu estas buscando una excusa para quedarte a dormir en casa de tu ex novio.

Los hermanos se inmiscuyeron rápidamente en una discusión, sin prestar atención al tercero, que sintiéndose desplazado, los observaba a uno y luego al otro. En realidad, desesperándose por intervenir con cada nueva palabra que escuchaba.

—¿Qué tiene de malo que sea mi ex novio? Ahora somos amigos.

—¡Ese estúpido te lastimo!

—¡Ahrg! Eres tan terco.

La joven había alcanzado el nivel de molestia.

—¡Y tu tan obstinada!

Jaken, que parecía impaciente, giro el rostro hacia su amigo, esperando un comentario que lo apoyara.

Aparentando desinterés, Sesshōmaru se ocupó de dejar la copa de cristal en el mueble antes de dirigir una palabra.

—Si esperas que comente sobre su discusión, déjame decir que terco y obstinado significan lo mismo —lanzo cada palabra con una premura insoportable, ocasionando que Rin bufara y negara al mismo tiempo, el hermano mayor en cambio, parecía más que fastidiado—. Pero… —rápidamente, levanto la voz para evitar que el castaño hablara—… si te referías al motivo de la discusión, quizás… no deberías dejarla ir.

Cuando lo escucho decir eso, los ojos marrones femeninos se abrieron desmesuradamente. Su rostro compuso una expresión de decepción.

—¡Q-que! ¿Qué? —Definitivamente no se esperaba esto de él, quien casi sintió arrepentimiento al verla— ¿Cómo…? —Movió la cabeza de un lado a otro con los labios entreabiertos, el ceño fruncido y la respiración agitada— ¡Es una broma! ¿Verdad? —le dirigió una mirada suplicante, que penetro las defensas de Sesshōmaru, derrumbando la indiferencia que su rostro plasmaba— No me esperaba esto de ti, Sesshōmaru. Estas comportándote como mi hermano mayor. ¿Ahora te crees mi hermano mayor? ¿Con que derecho?

Los dos hombres, se quedaron pasmados al contemplar esa reacción atípica en la joven.

—Nunca te di el consentimiento para que me adoptaras. ¡Tú no eres nada mío! ¿Crees que por ser el mejor amigo de mi hermano, debo quererte?

—¡Rin! —intervino Jaken, notando que aquello se había salido de control.

—¡Pues yo no pedí su opinión! —objeto ella.

—No. Yo lo hice.

—Estoy harta de que me trates como a una niña, Jaken. Apenas te soporto, así que no dejare que otro se crea con derechos de decidir sobre mí —en cada palabra que lanzaba, agregaba el gesto de señalar con el dedo índice al pasmado hombre de ojos dorados que se encontraba a su lado—, mucho menos cuando no tiene lugar en esta pequeña familia rota.

Sin darles tiempo a responder a ninguno, ella salto de la butaca donde estaba sentada, y se marchó rápidamente del mismo espacio que compartían, dejando detrás de sí, un rastro de desasosiego, más en uno que en otro. El castaño, se sentía apenado por el inusual comportamiento de su hermanita, y en un desesperado intento por disculparse, las palabras se le trabaron.

—Sesshōmaru… no se…no…esto. ¿Qué decirte?

Si supiera lo contrariado que se hallaba su amigo, optaría por no decir nada.

—Descuida, ella tiene razón —comento, en un tono áspero, y la mirada vacía—. Que sea tu mejor amigo no me da derecho a decidir sobre su vida, y tampoco la obliga a quererme.

El castaño no se imaginaba el significado de eso, ni la gravedad de los hechos para las emociones del peliplata.

En el camino de regreso, conduciendo el carro, Sesshōmaru no podía definir lo que sentía. Estaba molesto, pero también estaba angustiado. Una sensación extraña se apoderaba de él, y realmente lo estaba detestando. Era por estas cosas que él no apreciaba interesarse en las mujeres.

Decepcionado tampoco era la palabra que buscaba, porque nunca se había ilusionado con obtener algo de una relación inexistente, así que no tenía razón para sentirse de esa manera.

Lo único que tenía claro, era la inmensa furia que lo recorría porque esa niña no era de él, y pensar en la posibilidad de que esa misma noche estaría en manos de otro, lo encolerizaba aún más.

Alzo la vista justo a tiempo para detectar el semáforo en rojo, por lo que de improviso freno, e impulsado por la inercia, su cuerpo estuvo a punto de darse contra el volante.

Se sorprendió de lo negligente que estaba siendo. Entonces pensó que lo único que necesitaba ahora era ver a una mujer, para desahogar su frustración con ella, compararla con Rin y olvidar que esta no sería suya jamás.

Dos años atrás, cuando sus cuestionamientos mentales comenzaron a hacerse más notables, acabo convencido por Kōga de visitar ese lugar que este manejaba. Le aseguro que allí olvidaría cualquier problema que lo aquejaba, y había funcionado al principio, pero luego, esas mujeres solo empezaron a servir para que en su imaginación, representaran a alguien más.

Sobre el alto volumen de la música, un joven de ojos café, y tez morena, con cabello largo sujeto en una coleta, grito su nombre, llamando su atención a la barra.

Ascendió un par de escalones, recorrió con la vista una fila de hombres cuyos regazos eran ocupados por mujeres ofrecidas, y llego al final donde Kōga lo esperaba con una copa en cada mano.

En un principio lo observo suspicaz, sopesando que beneficios traería ponerse ebrio. Luego, hecho todas las ideas a la basura cuando recordó ese sabor amargo que quería quitarse de la boca, y tomo de la copa que el otro le ofrecía.

—Esta noche te ves muy avejentado, señor Sesshōmaru.

Al oír el comentario, sonrió irónico, mientras se acomodaba en una butaca libre, de frente al gentío de jóvenes y adultos que se perdían moviéndose con la música sin notar que el alcohol los arrastraba al libertinaje.

Avejentado no era la palabra que se le antojaba oír esa noche precisamente. Solo servía para recordar lo lejos que estaba de… Solo pensarlo hizo que tensara la mandíbula y trabara los dientes.

—¡Aja! ¿Con que no quieres hablar?... ¿Tiene que ver con la dulce niña?

El castaño lo interrogaba con gracia en la voz, pero también arrugaba el ceño al hablar, demostrando interés verdadero en las respuestas. Muy pocas veces había logrado sacar vital información de ese cliente. Aún estaba tan lejos de adivinar la identidad de la persona que le robaba el sueño a Sesshōmaru.

—Ese no es su nombre —aclaro, molesto, antes de volver a beber.

—¡Ah! Déjame recordarte que tú no has tenido la cortesía de compartir su nombre con migo.

—Su nombre no es de tu incumbencia.

—En ese caso no deberías cuestionarme el que la bautice de modo adecuado a la escasa información que he obtenido de ti.

Kōga estaba realmente impaciente por saber de quien se trataba, pues luego de dos años, esta historia se volvía más interesante. Se sentía observador de una novela.

No obtuvo ninguna respuesta, así que fastidiado, ocupo su tiempo en beber en silencio, mientras su acompañante hacía lo propio, prestando atención al público.

Sesshōmaru no deseaba hablar de ese tema en particular.

Varios minutos después, y notando que sus dudas no serían resueltas, el dueño del club opto por variar el tema de conversación. Así que lanzo una pregunta intentando aparentar tranquilidad.

—¿Debo suponer que vienes a visitarme?

Sesshōmaru lo miro de soslayo con una ceja enarcada.

—Hmph. Entiendo. Vienes buscando distracción —afirmo, moviendo la cabeza distraídamente—. Siempre supe que me querías por puro interés.

Lo último, logro sacarle una tenue sonrisa. Pero el castaño, tan inmerso en sus palabras, continúo.

—Definitivamente, si decido prohibir el ingreso de mujeres, perderé totalmente el público masculino, y con ello las amistades, el comercio…

—…la mísera y escasa vida plena que posees —lo corto el otro.

Kōga suspiro, pero luego se hecho a reír.

Un momento después, la atención del moreno fue captada por una mujer pelirroja. Esta se le acerco, le susurró al oído y sin girarse a ver a quien acompañaba Kōga, se marchó contoneando las caderas, dejando detrás de sí, un hombre agitado por ella, y otro preguntándose porque no se había fijado en su presencia.

—Pocas veces una mujer me ha ignorado olímpicamente —comento el segundo—. Debe estar loca por ti.

El aludido dejo escapar un hondo suspiro, casi fascinado.

—Me saque la lotería con esa pelirroja.

Los ojos cafés de Kōga se perdieron en la espalda desnuda de la joven, sin darse cuenta de que en sus labios se extendía una extasiada sonrisa.

Sesshōmaru negó resignado.

—Estas tardándote.

—¿Qué? —descolocado, Kōga le devolvió la mirada.

—En seguirla —a continuación, giro hacia él para arrebatarle la copa de las manos—. Vete.

—¿Y dejarte solo para que te deprimas más?

El peliplata bufo por lo bajo y le dirigió un gesto de molestia, logrando que el castaño bajara la mirada, pero luego levantara las manos defensivo.

—Bien… bien.

Cuando Kōga se fue, Sesshōmaru giro hacia el joven que servía las bebidas y le dio la espalda a la gente, perdiendo el interés rápidamente en alguna distracción.

Pidió otra copa y decidió que se marcharía luego de beberla.

Estaba aburrido. Al parecer esa noche no encontraría una aventura.

—Parece que alguien quiere llamar su atención —comento quien estaba limpiando las copas, un muchacho más joven que él, de ojos azules y cabello largo hasta los hombros.

Le resulto familiar, pero no tuvo mucho tiempo para pensarlo bien, pues sintió un par de manos en su espalda, que ascendieron hasta llegar a sus hombros. Entonces giro el rostro y vislumbro una mujer demasiado cerca, tanto que podría rozarle la nariz con la suya.

Se le corto la respiración al observarla, porque era hermosa, demasiado joven, y lo que resultaba perturbador, poseía una extrema similitud con Rin.

Ella ladeo el rostro sin alejarse, ni quitarle los ojos de encima, como si estuviera detallando cada centímetro del semblante masculino. Parecía estar muy encantada con la apariencia de Sesshōmaru.

Repentinamente, le sonrió de una manera casi dulce, para luego retroceder un paso y tomar asiento en la butaca que se encontraba a un lado.

—Estoy muriendo de sed. Seria fascinante que alguien como usted me invitara una copa —le dijo en un tono dulce.

El muchacho de la barra espero a que le asintiera con la cabeza para servir algo.

Y en ese pequeño espacio de tiempo en que esperaban por la copa, aprovecho en observarla con curiosidad para descubrir lo que ella pretendía.

Vestía una pequeña blusa roja que hacía que uno arrastrara la mirada a esos senos ocultos, debido a esa cadena dorada que colgaba de cada tirante en los hombros, y caía hasta permanecer suspendida al rozar las curvas que ella poseía. Una corta falda negra con bolsillos delanteros dejaba al descubierto mucho de los muslos de piel blanca que se podía observar en la escasa iluminación del lugar. Y para hacer que el perdiera el aire, ella contaba con un largo cabello de color del ébano, ondulado y desparramado detrás de sus hombros, haciendo resaltar los pómulos tiernos y rosados coronando unos labios carnosos.

Si no existiera Rin, si nunca la hubiera conocido, y jamás enamorado de ella, ahora podría concentrar todo su ser en esta joven.

Cruzaron muchas palabras, e iniciaron una conversación. Pero en cierto momento, la conversación se convirtió en provocaciones.

—Debo suponer que tiene una acompañante, o espera a alguien.

—Supones mal.

—¿Entonces, querría tener sexo esta noche, señor? —pregunto de pronto.

—¿Es una invitación?

—Una posibilidad —se apresuró a decir.

Los ojos dorados brillaron de anticipación, además de diversión. Pues ella no sabía ni sospechaba que Sesshōmaru se adelantaba a su limitada intelectualidad, dándose cuenta de que ella vibraba en cada movimiento que realizaba y con cada minuto que transcurría en su presencia, era quien más nerviosa se ponía.

Al principio creyó que sería sorprendido con algo del pensamiento joven, pero rápidamente noto que si aceptaba la oferta de acostarse con ella, el único beneficio que obtendría seria placer, además del vacío que proseguía a la lujuria. Pues esta niña en cuerpo de mujer no poseía la vivacidad ni el conocimiento, ni siquiera la agudeza que era necesaria para penetrar en una conversación atrayente.

Sin embargo, le seguía el juego porque era lo más distintivo que le había pasado en la noche. Pero se cuestionaba seriamente el acabar en una cama con ella, porque debido a su apariencia sería muy fácil confundirla con Rin. Lo que le hacía predecir que se vería apesadumbrado al finalizar todo.

—No me gusta pensar en posibilidades, más bien en ofertas —No obstante, mientras meditaba incesantemente, su postura se mantuvo calma, pronunciando cada palabra de manera locuaz y atractiva. Estaba participando del mismo juego.

Una sonrisa nerviosa se extendió en el rostro femenino, quien se tomó su tiempo para pensar una respuesta cuyo tono de voz no la hiciera lucir muy descolocada, pues no se esperaba esa aclaración.

—¿Esta oferta no le parece interesante?

—Más bien extraña.

—No entiendo eso. Siendo usted un hombre tan atractivo, con rasgos sin iguales, es obvio que recibe este tipo de propuestas todo el tiempo.

—¿Y también es obvio que no las acepto todas?

Ella sonrió con un deje de indignación en su rostro.

—¡Y aun siendo tan popular entre las mujeres, se atreve a despreciarlas cuando muchos hombres no pueden contar con su misma suerte!

—Yo no lo llamaría suerte —rebatió, pero fue ignorado.

—Eso solo puede significar una cosa: que está enamorado de alguien.

Con eso, lo hizo sentir descubierto ante ella, quien se mostró satisfecha al notar lo acertado del comentario fortuito. Era la primera vez que alguien le decía sus verdades en la cara.

—Estoy en lo cierto —Afirmo. Lo miro con los labios estirados en una mueca de excitación y un brillo triunfante en los ojos—. ¿Si está enamorado, porque luce tan agobiado? —Usaba un tono preocupado nada creíble— ¿Ella lo dejo, o nunca correspondió su amor?

En su mente, Sesshōmaru rio irónico al oír tal. Si ella tan solo supiera que se parecía precisamente a esa persona que le robaba el sueño ¿se aprovecharía de la situación? ¿Por cierto, debía decirle?

Sin ser consciente, se perdió detallando la mirada femenina, quien había ladeado el rostro y por ende el largo cabello castaño le cubría parte del mismo, haciendo que la inocencia se luciera en ella.

Esto parecía un truco gastado del destino, puesto que le imponía una joven poseedora de rasgos similares a Rin, a quien nadie podía superar.

—¿No piensa responderme?

—No es tu asunto —objeto, sin dejar de verla directamente a los ojos, estoico.

Ella volvió a sonreír, pero esta vez lo hizo tiernamente… ¿con lastima?

—¡Oh!... En serio es una pena, pero volviendo a nuestro tema inicial ¿Qué piensa hacer al respecto para olvidarla? No se puede quedar así nada más. Yo le recomendaría pasar la noche conmigo —así que no se pensaba rendir, pensó Sesshōmaru—. O bien, podría aceptarme en su cama, y simular que esta con esa mujer que tanto desea —le dijo sin retroceder ni un centímetro, plantándosele como la mejor oferta de la noche, y dejándole nuevamente sorprendido—. ¿Entonces, que responde?

No encontraba la inspiración que necesitaba para pasar aquellas horas esperando. La ansiedad lo consumía.

Decepcionante, e inevitable, como un mendigo que necesita saciar una sed sofocante, opto por aceptar la oferta de aquella chiquilla. Luego de conducir hasta un hotel, de saltarse la parte en que se decían los nombres, puesto que no sería necesario si al final la pensaría como otra mujer, y de arrastrarla hasta la habitación sin quitar las manos de esa cintura femenina, mientras sus ojos no se despejaban y sus alientos se rozaban provocándose para ver quién sería el primero en besar al otro, Sesshōmaru fue obligado a esperar sentado en la cama, llevando su paciencia al borde cuando noto que ella se tardaba demasiado en el baño. El tiempo que transcurría sin alguna distracción siempre lo llevaba a pensar demasiado y plantearse las cosas.

Quizás, esa era la señal que necesitaba para convencerse de que estaba poniéndose en ridículo de nuevo. Estaba harto de siempre caer rendido ante esa mujer que ni siquiera le correspondía, porque aunque ella no lo supiera, Sesshōmaru siempre acababa a sus pies.

Cuando al fin escucho el sonido de la puerta abrirse, no la miro, espero a que ella se colocara ante el para observarla.

Al parecer, no se realizó ningún cambio, porque su ropa era la misma, no se encontraba desarreglada, ni siquiera el cabello se diferenciaba del estado en que las manos de Sesshōmaru lo dejaron. ¿Qué había estado haciendo?

Puesto que la espalda masculina estaba apoyada en el reverso de la cama, ella tuvo la intención de acomodarse en el regazo del peliplata, pero este elevo una pierna para doblarla y ubicar el brazo derecho sobre la rodilla, logrando una imagen expectante, esperando a ver que proseguiría ahora.

—No lo hice esperar mucho.

No le respondió.

La joven, enseñando una sonrisa de labios rojos y blanca dentadura, bufo antes de acercarse contoneando las caderas, observándolo desde arriba.

—Es una pena… siendo tan hermoso —lo beso mordiendo el labio superior masculino.

—¿Qué es una pena? —pregunto enarcando una ceja luego de que ella lo liberara.

—Que este molesto, por supuesto.

Explico en un tono de obviedad, para después girar sobre sus pasos y pararse en el centro de la habitación, mirando alrededor.

—¿De casualidad, tendría una corbata? —se tocó el mentón con los dedos, sopesando.

Los ojos dorados, aprovecharon el momento para recorrerla de arriba a abajo, centrándose sobre todo en la estrecha cintura y en ese gesto que hacía con las manos, que le otorgaba sensualidad al aparentar inocencia, provocándole un extraño morbo. Era la misma candidez amarga que despertaba esa otra niña que no lo apreciaba.

No pudo pronunciar palabra, por lo que le señalo el saco que estaba tirado en un sillón, donde anteriormente había dejado su corbata en el bolsillo. No tenía idea de lo que pretendía ella, y dudaba que pudiera presentarle una explicación que le hiciera aceptar lo que sea que estuviera por hacer.

Cuando obtuvo lo que buscaba, lo acaricio con los dedos, de un extremo a otro, mientras en sus labios se dibujaba otra sonrisa. Realmente, parecía estar muy feliz. Seguramente, se cumpliría una de sus fantasías y esa sería la razón de su entusiasmo.

Lo miro fijamente, y se acercó a él enseñando la corbata en sus manos.

—Le cubriré los ojos —anuncio adelantándose a la pregunta que él le haría.

—No —fue rotundo e inmediato.

Sentía el rostro tenso, y a pesar de ser molesto, era inevitable enseñar el desagrado que lo recorría.

—Es para que usted lo pueda disfrutar.

Escucharla con voz melodiosa, le causo más enojo aun.

—Tonterías.

Estaba a punto de incorporarse e irse, porque definitivamente ya no poseía deseos de quedarse, y si continuaba oyendo a esa joven acabaría por molestarse con ella y ser cruel, algo que no deseaba. Pero ella estaba haciéndolo lucir un risible experimento masculino.

—No querrá verme a mí —dijo de pronto, apresurándose a interponerse en su intento de levantarse de la cama, lográndolo—, sino a ella. Esa mujer que usted ama —Sesshōmaru levanto la mirada y la escudriño con sorpresa—. Acepto pasar la noche conmigo y simular que soy otra persona ¿recuerda? Será más fácil si se cubre los ojos.

Ella se acercó lo suficiente como para que el sintiera la calmada respiración femenina, atravesándolo con los ojos.

—Si se cubre los ojos, prometo ser la persona que usted quiera —susurro—. Podrá hacerme, besarme y llamarme como le plazca… créame, será delicioso.

Continuara…

Ha sido un placer escribirles.

Dmonisa.