DAYDREAM
Ensueño, así es como el terapeuta llamaba a lo que Theodore Nott sufría.
Si es que sufrimiento era algo que Theodore podría llamar a lo que sentía.
Solo que estaba... cansado.
Ya se había sentido así antes, por allá en el siglo XVIII. No era solamente el estado de animo, si no que Theo no midió su participación en el renacimiento ¿Y como no hacerlo? ¡Había sido una locura! El mundo se estaba conectando y ya no sería raro y llamativo ver a un hombre pálido de ojos azules en un continente que no fuera Europa. La primera vez que salio del continente había sido todo un desastre por el idioma, las costumbres y los mitos. En una isla podrían querer lanzarte a la boca de un volcán, y el próximo país ofrecerte muchachas vírgenes como si fueras una deidad.
Theodore recurría a esos recuerdos de intrépido espíritu aventurero cuando decidió explorar Asia cada vez que sentía su buen humor esfumarse. Asia había sido una locura, desde que habían inventado la pólvora habían hecho la guerra como si fuera lo único para lo que nacieron y Theo... Theo solamente esperaba que la guerra no hiciera que el comercio entre Europa y Asia terminara. Se engancho bastante al Opio, pero se vería obligado a marcharse si no tenía su dotación personal de té.
Al final si volvió a Europa, nada que ver con la guerra, simplemente quería ver que tanto cambió y se maravillo con la imprenta y el teatro. Colecciono cuantos libros pudo maravillándose de todos los descubrimientos que los humanos hacían, eran seres hambrientos de conocimiento, eso se los tenia que conceder. Seres infinitamente curiosos. Cuando tuvo la oportunidad de mirar a través de un telescopio en sus manos fue tan gratificante como ver a través de un microscopio muchos años después. Las maravillas del "espacio exterior" como le llamaban los antiguos estudiosos, hambrientos de conocimiento, los admiraba tanto... tenían sus preciosas y delicadas vidas pendiendo de un hilo... su declive fue demasiado doloroso para Theodore, aun antes de saber como habían sido torturados por un invento mas: la religión.
Ya para entonces estaba naciendo en el los inicios de lo que siglos mas tarde los doctores catalogarían como depresión. El dolor que no era físico y que sentías aun cuando no tuvieras heridas en el cuerpo.
Theodore sintió como si una parte de su alma hubiera sido completamente extirpada de su ser cuando supo que su biblioteca, su amada biblioteca, que con tanto esmero se preocupo de reunir... libro a libro de todas las lenguas posibles y contenido increíble había sucumbido a una turba de fanáticos entusiastas (quienes creían que el era un vampiro... si, un vampiro), mientras el estaba fuera echándole un vistazo al tan maravillosamente llamado "Nuevo mundo" como le llamaban los españoles entusiastas.
Esa fue la primera vez que sintió tristeza y rencor al mismo tiempo hacia los humanos. Después de eso solamente quiso descansar del mundo.
Había estado tan distraído en sus viajes y sus ansias de conocer cada rincón de ese pedazo de materia del universo que era el mundo, que nunca se paro a pensar en que hacia realmente con su vida.
Un largo sueño con el que revivía la vida siglos atrás enterrada y casi olvidada.
Un reino que juro proteger, un enemigo que logro destruir y una traición que le quito todo.
Theodore estaba maldito. Magia oscura le había alcanzado, convirtiéndole a el en el ultimo mago sobre la faz de la tierra. Estaba solo. Eternamente solo y nunca se podría ir a donde fuera que los magos fueran después de morir. Theodore estaba atascado allí, el tiempo se había detenido para el y no sabía exactamente como resolver eso.
En parte le aterraba, en parte le dolía... y en parte se perdía en la marea de ideas que inundaban su mente.
¿Que hacer?
La mayoría de los humanos vivían y se marchitaban, sus vidas eran fugases y delicadas. Una caída y eso era todo a veces. Eso le deprimió aún mas.
¿Que hacer cuando tienes todo el tiempo del mundo?
Se deprimió tanto, que en plena revolución industrial solamente se dedico a pasar los días durmiendo, observando como pasaban los días, las estaciones y los años.
Pero luego llegaron las guerras.
Las guerras no le deprimieron tanto como se esperaría... pero eran peores que las que el vio en Asia y la destructiva pólvora... era peor la gente era peor...La primera guerra mundial fue realmente horrible. La Segunda fue mas de lo mismo con alcances de destrucción mundial... Pero los noventa fueron mas alegres. La música y el cine le animaron bastante y los hippies parecían entender bien lo que era vivir el momento.
Theodore creyó que volvería a dormir por otro siglo con una dotación enorme de cristales azules o pastillas de colores. Theodore fue un ávido fanático y admirador de la química, pero... sabía que aunque realmente parecían ayudarle a distraerse, no eran buenas y se puso en campaña para dejarlas. El cigarro... la nicotina era mas difícil.
Sencillamente pensaba seriamente el ponerse a dormir otro siglo y ver a donde llegaba la humanidad... pero entonces, pasó.
Ella paso.
Se había deprimido bastante con la muerte de su ultimo sirviente hacía tan solo una semana atrás, motivo por el cual su terapeuta le había recetado antidepresivos. No eran cristales azules ni píldoras de colores y aunque el doctor decía que estaba bien, Theodore había arrojado todo el frasco por el inodoro, enojado sin motivo aparente y airado, decidió tomar aire.
Por el enorme ventanal de su piso, las calles lucían soleadas y el mar espumoso. Hacía bastante calor en las playas de Australia, contrario a eso, Theodore fue a su armario y se arropo con un pesado abrigo clásico, una bufanda y guantes de cuero. Siempre se le congelaban las manos y odiaba eso. Se puso de pie en el centro de la habitación y cerrando los ojos, se concentro en visualizar el lugar a donde quería ir. Estaba en la natal gran Bretaña, oculto en medio de un frondoso y húmedo bosque, agua cristalina en el centro y flores silvestres en la orilla. Eran azules.
Theodore sonrió y cuando abrió los ojos el lago estaba delante suyo.
Una briza helada hizo se acomodara la bufanda y metiera las manos en los bolsillos. Miro con algo de pena el pasto crecido alrededor del algo, pues dedicado a sus nocivas distracciones, descuido aquel lugar tan preciado. Agito una mano y el pasto voló en el aire al ser recortado. Un tronar de dedos y la hierba se separo de las flores dejándolas libres, solo algunas ya habían florecido y por el clima quizá ninguna mas lo haría. Theo camino hacia ellas y al extender la mano, las flores volaron hacia sus dedos y se se asentaron allí.
Theodore se sentó en el pasto ya recortado, aspirando el olor de la tierra la hierba. El olor de la naturaleza, sintiéndose triste nuevamente. No supo exactamente cuanto tiempo se quedo allí, pero solamente cuando el frío fue intenso y el sol se iba ocultando fue que decidió que había sido ya suficiente.
Theodore suspiro- Ya... ha sido... suficiente -dijo a la nada y a la inmensidad del horizonte.
Y paso, justo en ese momento.
Ella apareció.
Solo escucho un sonido amortiguado... como el goteo de la llave del baño amplificado.
Algo así como un "plop"
Era una niña, no debía de tener mas de quince años. Apareció de la nada. Cayó al suelo, de rodillas y tenía un trozo de madera delgada en la mano, cuando se puso de pie; se sacudió el pesado abrigo y con sus pequeñas manos se sujeto la cabeza, como si le doliera. Su cabello era como el de una mujer de escocia, pero no era pelirroja, sino castaña. Su pequeño rostro y su mirada era fuego... como un gato salvaje...
En principio no pudo articular palabra alguna y parecía que ella no le había visto. Apenas se puso de pie, quiso caminar, pero trastabillo y cayo entre la hierba. La oyó murmurar algo y agitar ese pedazo de madera y chispas azules salieron de el y ella suspiraba de alivio. Era magia, podía sentirlo.
Theodore no podía caber en la sorpresa, la impresión y la felicidad.
Un mago. Ella era un mago.
Había encontrado un mago. Siglos y siglos y por fin encontraba un mago. Sin pensar mucho por la emoción que le embargo en ese momento, sorteo la distancia solamente con el pensamiento y se apareció frente a ella. La niña se giró al instante y al verlo solamente levanto la varita.
-Te encontré..
No pudo siquiera predecir que ella le atacaría, le pillo con la guardia baja. Se mantuvo levemente consciente mientras luchaba por quedarse despierto y no cerrar los ojos. Intento hablar de nuevo, pero era imposible. La niña, aun con la varita en alto, le apuntaba con ese fuego en los ojos y estos se abrieron como platos cuando Theodore pudo extender una mano hacia ella.
No podía quedarse dormido. Había sido entera casualidad. Casualidad infinita.
"Levántate" se decía a si mismo "¡Abre lo ojos, maldición!"
"¡Se irá!" se lamentaba con la poca conciencia que le quedaba.
"Nunca mas volverás a encontrarla" se grito desesperadamente "Abre los ojos, ¡ábrelos!"
Y lo hizo.
Solamente un poco, pero pudo ver como ella estaba arrodillada frente a él, ya no había fuego y decía algo.
-Lo siento
Pudo leer en sus labios.
"¿porque se disculpa?" pensó.
Luego, ella miro a otra dirección. Cuando volvió a centrar la vista en él, sus ojos eran pánico absoluto. Volvió a apuntarle y pudo ver como una especie de tela transparente comenzaba a cubrirle, se adhería sobre su cuerpo y lo mantenía cálido. La magia de la niña era muy hermosa y gentil.
Después, ella volvió a hablarle:
-Volveré por ti -dijo y esta vez pudo oírla claramente.
En este punto Theo quería tener la magia del mundo para detenerla. Ya no quería estar solo y ahora que por fin encontraba a alguien parecido a él... ni siquiera sabía su nombre.
Ella volvió a ponerse de pie y echo a correr. Momentos después, escucho mas pisadas y chispas rojas y verdes por encima de sus ojos.
¿Que era todo eso? ¿Que?
Y sin darse cuenta, sus ojos volvieron a cerrarse.
Cuando despertó, el sol ya se alzaba y debía de ser quizá media mañana. Theodore no estaba seguro. Miro a su alrededor y no había rastros de la niña mago... ni chispas de colores.
"Volveré por ti"
Ella prometió. Y Theodore espero y espero ese día y el siguiente.
Pero ella no apareció, ni ese día ni el siguiente.
Aún así, en plena espera, Theodore no se sentía impaciente. Volvería, y si no lo hacía, Theodore la buscaría. Siglos recorriendo el mundo y todos sus rincones debería de tener utilidad en su momento.
Frente al algo, dos semanas después de ese encuentro casual y esperando, Theodore movía sus dedos sobre una hoja de papel y un lápiz suspendido en el aire dibujaba ese rostro de ojos enormes, rostro pequeño y cabello salvaje.
Esperaría un año, si no regresaba, entonces, decidía por que parte del mundo la buscaría.
El mañana era ya... prometedor.